Vocación política


En la Biblia, en el Libro de los jueces (9,1), se nos cuenta el golpe de estado realizado por Abimelec, hijo de Jerobaal: "Fue a Siquem a ver a los hermanos de su madre y les habló en estos términos: 'Hacedme el favor de decirme en presencia de todos los de Siquem: ¿cuál de estas dos cosas preferís: ser gobernados por setenta hombres, es decir todos los hijos de Jerobaal, o ser gobernados por un solo hombre?' Todos los hermanos de su madre hablaron en favor suyo a los de Siquem y su corazón se inclinaba a favor de Abimelec, pues decían: 'Es nuestro hermano'.

"Luego le dieron 70 siclos de plata del templo de Baal-Berit y con este dinero alquiló Abimelec gente ociosa y vagabunda que lo siguió. Fue luego a la casa de su padre, mató a sus hermanos, los otros hijos de Jerobaal, 70 hombres sobre la misma piedra. Luego se juntaron todos los de Siquem y lo proclamaron rey."

En el mismo capítulo se puede leer un cruel apólogo sobre la vocación del líder político. "Una vez se juntaron los árboles a escoger un rey y le dijeron al olivo: 'Reina sobre nosotros'. Pero el olivo les respondió: '¿Tendré que dejar mi aceite con el cual se honra por mí a Dios y a los hombres para ir a ser grande sobre los árboles?'

"Entonces le dijeron a la higuera: 'Ven, sé nuestro rey'. Pero la higuera contestó: '¿Cómo podré dejar mi dulce sabor, mi buena fruta para ir a ser señor entre los árboles?' Luego le dijeron a la vid: 'Entonces, ven tú para que seas nuestro rey'. Pero la vid les dijo: '¿Cómo he de dejar mi vino, alegría de Dios y de los hombres, para ir a ser grande entre los árboles?' Por fin fueron todos los árboles a ver la zarza y le dijeron: 'Ven a reinar sobre nosotros'. La zarza les contestó: 'Si de veras me queréis escoger para reinar sobre vosotros, venid a abrigaros bajo mi sombra. Si no, que salga fuego de la zarza y consuma los cedros del Líbano'."

Al final del capítulo, hay una justicia, Abimelec castiga la ciudad de Siquem que se había levantado contra él, mata a su gente y siembra sal sobre sus ruinas; luego el mismo Abimelec tiene el cráneo roto por una piedra que le tira una mujer y "así castigó Dios a Abimelec por el mal hecho a su padre, matando a sus 70 hijos, hermanos suyos." Pero, con todo y happy end, este apólogo es uno de los más subversivos que tiene la Biblia (que tiene muchos). La zarza acepta el mandato político porque es estéril, porque, a diferencia del olivo, de la higuera, de la vid, no tiene nada que dar, ni nada que hacer. ¡Quien tenga oídos para oír, que oiga!

El hombre ordinario es un caos. Le gustan muchas cosas, le gusta su trabajo (o no le gusta), sea escribir, sea vender, sea manejar algo; le gusta, o no le gusta, fumar, beber, correr; al hombre, o a la mujer ordinaria, le gusta seducir, ser querido, admirado, temido, ¿qué sé yo? Le gustan sus hijos, su perro, su hámster, el cine, la guitarra, plantar árboles, vagabundear... Su vocación es múltiple, por tanto es inofensivo porque canaliza (dispersa, dirá el político) sus energías. Quien tiene la vocación política exclusiva descrita por Max Weber, tiene un dios celoso, una amante exclusiva y dura. No piensa más que en el poder. Quiere el poder por el poder, no para enriquecerse, ni para conquistar sexualmente, ni para abandonarse a la gula. Todo le es indiferente, todo lo que no lo conduce al poder. Camina hacia su estrella polar que los hombres ordinarios no ven. Mientras no llega al poder, no parece nada extraordinario a los otros hombre, sin embargo lo es: es monomaniático. Si tiene verdaderamente vocación para el poder, sea en Francia, sea en México, sea en Rusia, el poder es todo para él.

Su trabajo, su mujer (su hombre), sus hijos, sus amigos, no son más que instrumentos, medios, trampolín. Su raqueta de tenis, su libro filosófico o religioso, su modo de andar y vestirse sirven una sola meta.

El monomaniático que se concentra en Dios puede volverse santo, suele volverse un pobre diablo; el monomaniático que se concentra en el dinero, por el dinero vive y puede hacerse archimillonario; el monomaniático obseso con el poder puede realizar su sueño y transformarse en jefe, al cual, luego, los hombres ordinarios que somos le descubren cualidades, ciertamente, extraordinarias.

Prefiero el olivo, prefiero la higuera, ni qué decir que prefiero la vid: in vino veritas ... Los tres contestan a la invitación que se les hace: "No es que no quisiera, pero no puedo". Tengo una vocación por Dios y los hombres. Cuentan conmigo. Es un discurso democrático. Ahora bien, la democracia también necesita de un cuerpo de especialistas de la política y es de esperar que no todos sean parecidos a la zarza. El problema es que quien aspire al poder, nomás al poder, al poder por el poder, tiene una superioridad enorme.

Jean Meyer
(Publicado en el desaparecido diario Siglo 21 el 10 de enero de 1994).


Voltaire

La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.

Groucho Marx

La búsqueda neurótica del poder, mantiene a la República en un estado de futurismo perenne.

Flavio Romero de Velasco

La guerra es el arte de destruir hombres. La política es el arte de engañarlos.

Jean Le Rond D'Alembert

No está en la naturaleza de la política que los mejores hombres deben ser elegidos. Los mejores hombres no quieren gobernar a sus semejantes.

George MacDonald

Los miserables que acceden a los cargos, cuanto más indignos son al llegar a ellos tanto más ociosos se hacen y más se llenan de insensatez y de engreimiento.

Demócrito


¿Para qué votar?

Desde el Siglo XIX, en nuestro país la política se ha visto con recelo y gran desconfianza, la mayoría de los habitantes suponían y afirmaban que era un asunto de ambiciosos y oportunistas, que revolvían las cosas para ganar con ello, aún cuando la idea no sólo se aplicaba a México, sino también al resto del mundo. Manuel Payno escribía a principios de la segunda mitad del siglo: "La política es una pasión vehemente, que perturba las funciones ordinarias del entendimiento, y que hace que desaparezcan del corazón del hombre esas buenas dotes con que Dios ha favorecido a la humanidad". En el fondo hacía referencia a un lugar común, pues de la política y los políticos no podía esperarse nada bueno. La experiencia vivida en el país le daba la razón y era la política misma la que quedaba bajo gran sospecha como actividad. Por su parte Ignacio Ramírez "El Nigromante", escribía en 1846 lo siguiente: "Yo no sé si la política será una ciencia, pero el arte de hacer felices a los hombres por medio de unos pocos, no se ha inventado. La desgracia burla por todas partes las intenciones de los mejores gobernantes, y los pueblos que prosperan luchan con sus gobiernos. No diré que la lucha haga la prosperidad, pero sí afirmo por ella, que el gobierno es un obstáculo". El mismo Mariano Otero, señalaba que las clases habían sido burladas y vejadas de mil maneras, acostumbrándose a no considerar a sus gobiernos sino como enemigos de su tranquilidad y bienestar, perdiendo por tanto con la triste experiencia de lo pasado y lo presente, hasta la más remota esperanza para lo porvenir. Por su parte, Lucas Alamán señaló que si el país había logrado algún progreso, no era debido al impulso del gobierno, sino más bien venciendo los obstáculos que las instituciones y las dificultades políticas le habían opuesto.

De donde surge la convicción que la calidad de político es una nota infamante, al grado que Ignacio Ramírez propuso que entre los oficios se prohibieran, como inútiles y gravosos, los de presidente, diputados y demás. Se consideraba que los políticos eran los primeros causantes del desorden, pues ponían su ambición por encima de los intereses del pueblo, y no faltaban las razones para desconfiar de la política y los políticos, pues eran inocultables los fraudes y negocios con el dinero público, los arreglos vergonzantes electorales y las componendas de facciones. Esos razonamientos no eran casuales, sino el reflejo de cuanto ocurría entonces y tenían su origen en la imagen de la cultura política, derivada de una mentalidad que compartían todos los actores políticos del momento, al margen de su afiliación política. Francisco Zarco se quejaba de que no había dinero público para nada grande, para nada útil, para nada benéfico, porque todo se quedaba en política, en policía secreta, en esbirros, en periódicos que ensalzaban al gobernante en turno. Otero lo diría en su oportunidad: "El gobierno se debe orientar hacia el bien del pueblo, pero los políticos usan las instituciones, las leyes, los dineros públicos, para saciar sórdidas ambiciones personales".

Lo anterior se antoja pesimista y podríamos citar más ejemplos del Siglo XIX (muy actuales), pero debemos reflexionar seriamente si hemos avanzado o no de aquellos días y en qué forma estamos repitiendo los errores del pasado. Las recientes elecciones están plagadas de fallas y no han dejado buen sabor de boca, pues además de lo apretado de los resultados, la forma en que han sido operadas deja una sombra de duda en muchos de los mexicanos, es por eso que resulta pertinente preguntarse: ¿Para qué votar?

Sergio A.López Rivera, abogado
(Publicado en El Informador el 26 de julio de 2006).


Lo euforizante del poder es que se ejerce. Por esa arrolladora sensación de mandar y ser obedecidos, de transformar la realidad misma de las cosas, de decidir sobre los destinos de otros seres humanos, de hacer historia, de dejar una huella y de ser objeto de atención como nadie en este mundo, por esa sensación -repito- los hombres son capaces de entregar cada minuto de su vida, de no ver crecer a los hijos, de trabajar incansablemente todos los días del año, de sacrificar la juventud, la familia y hasta la salud. Por si fuera poco, prácticamente no hay otra actividad humana que ofrezca réditos tan visibles y tan inmediatos: al hombre poderoso se le envían, cada minuto que pasa, señales muy claras y visibles de su condición. De la misma manera, el jerarca caído en desgracia se entera, a las primeras de cambio, de las miserias de su nueva situación: pierde privilegios tan anodinos como el estacionamiento reservado para el coche oficial, por no hablar de ese trato, tan sutil pero tan devastadoramente ofensivo, que la gente comienza a brindar a aquellos de quienes ya no puede obtener mayores beneficios. El mundo del poder, con todas su posibles recompensas, es también un universo de muy crueles desenlaces.

El presidente o el ministro no son individuos apartados, personas que van por su cuenta, sino gente con séquito. Un pequeño ejército de ayudantes les procura, les evita cualquier gestión práctica, les resuelve las pequeñas cuestiones cotidianas y les recuerda, en permanencia, la grandeza de su investidura: a un marqués arruinado lo podrás ver en la cola del banco pero a un subsecretario recién nombrado jamás te lo encontrarás pagando en la caja del supermercado. George Bush, el padre del espantajo de presidente que les tocó padecer a los yanquis, se asombraba, de vuelta en la vida de todos los días, de descubrir los códigos de barras que llevan los productos de la compra. Los políticos -es decir, los hombres del poder- se encuentran tan lejos de la cotidianidad que no sólo se desenganchan del mundo real sino que comienzan a imaginarlo tal y como les conviene, alimentada esta fantasía por la crónica adulación de unos solícitos subalternos cuya fortuna personal depende de la capacidad de alabar al jefe.

Román Revueltas Retes
(Publicado en la pág.4 del periódico Público el 5 de noviembre de 2006).


Existe una extraña enfermedad que suelen tener todos los gobernantes cuando van a dejar el poder que les otorga el poder. Tal vez su orden; incluso su retórica. Por eso a todos les ronda en la cabeza -otra cosa es que lo hagan- la modificación de sus respectivas constituciones para quedarse en una silla que no les corresponde, sino que le pertenece al pueblo, que para eso les votan.

Alberto Peláez
(Publicado en la pág.28 del periódico Público el 10 de diciembre de 2006).


Cuán acertado estuvo el médico psiquiatra austríaco Alfred Adler, al diagnosticar en contra de Sigmund Freud que lo suponía todo regido por el sexo, que el más poderoso móvil de la conducta humana es el poder. Todo el mundo, hasta los individuos más sombríos, hacen hasta lo imposible por obtenerlo, así tengan para ello que sacrificar su dignidad y su honor y emplear los más irrisorios procedimientos.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 28 de abril de 2007).


Una de las constantes de la calidad de los miembros de la clase política nacional es su permanente ir a menos. Tenemos diputados poco preparados, o en todo caso apenas lo necesario para entender que el pueblo al que representan es nomás una subjetiva categoría constitucional, por lo que su responsabilidad es primero con el líder de la bancada a la que pertenecen y luego con el presidente de su partido. Lo mismo aplica para los regidores y las regidoras. Secretarios que no tienen nociones de lo que significa su puesto, tampoco sobre la naturaleza de sus encargos. Y así, por todo el escalafón del servicio público. ¿Qué es entonces lo que los hace aptos? Una piel muy gruesa para soportar la exhibición pública que hacen de ellos los medios, por lo que sea: por lo que comen, por sus viajes, por su léxico, por su ignorancia, por la sospecha de corrupción, por su pasado, por sus bodas, por el precio de sus corbatas. ¿Cuántos de esos que señalamos todos los días han pisado la cárcel? ¿Dos, tres? ¿Cuántos han renunciado a la política por la vergüenza que les ha producido un señalamiento público? Ninguno, al contrario, son el ejemplo perfecto de reciclaje. Así, lo único que necesita quien quiera vivir de la política, o medrar gracias a ella, es soportar ser llamado de todo en los medios. ¿Alguien capaz, con formación académica, con ideas para mejorar la vida en sociedad, digno, está dispuesto a pasar por el escrutinio de los medios de comunicación interesados en su ropa, su pareja, en la escuela de sus hijos, sus cuentas de restaurante o en las declaraciones de cualquiera que quiera dañarlo? ¿Vale la pena el servicio público a cambio de renunciar al derecho a la privacidad, o ser impotente para rebatir de manera directa a los detractores? Para muchos parece que sí, al cabo, hoy, de eso se trata la política, ¿no? Si los medios dan un golpe de timón y dejan esta ruta perversa, contribuirán significativamente a que el nivel del discurso político se eleve. Basta con que se den cuenta de que no son pocos los políticos que convocan a una conferencia de prensa animados únicamente por dos axiomas: el que pega primero pega dos veces, y: calumnia, que algo quedará. Está claro que el campo de batalla está en la radio, la televisión y en la prensa, por lo que no resulta desproporcionado proponer que sean éstos los que pongan las reglas, y suban la ética de la contienda. Claro, eso si no es tarde ya para poder distinguir a algunos medios que al mismo tiempo son políticos: campo de batalla y contendientes, y ya sabemos que con el Big brother, las reglas cambian, para beneficiar el rating.

Augusto Chacón
(Publicado en la pág.3 del periódico Público el 3 de junio de 2007).


Cada pueblo merece la historia y los gobernantes que tiene. Ciertas cosas no han cambiado. Pasó el tiempo en que los reyes nos esquilmaban, los curas regían la vida familiar y social, y los generales nos hacían marcar el paso. Ahora vivimos en democracia. Pero sigue siendo el nuestro un esperpento fiel a las tradiciones. Contaminada de nosotros mismos, la democracia española es incompleta y sectaria. Ignora el respeto por el adversario; y la incultura, la ruindad insolidaria, la demagogia y la estupidez envenenan cuanto de noble hay en la vieja palabra. Seguimos siendo tan fieles a lo que somos, que a falta de reyes que nos desgobiernen, de curas que nos quemen o rijan nuestra vida, de generales que prohíban libros y nos fusilen al amanecer, hemos sabido dotarnos de una nueva casta que, acomodándola al tiempo en que vivimos, mantiene viva la vieja costumbre de chuparnos la sangre. Nos muerden los mismos perros infames, aunque con distintos nombres y collares. Si antes eran otros quienes fabricaban a su medida una España donde medrar y gobernar, hoy es la clase política la que ha ido organizándose el cortijo, transformándolo a su imagen y semejanza, según sus necesidades, sus ambiciones, sus bellacos pasteleos. Ésa es la nueva aristocracia española, encantada, además, de haberse conocido. No hay más que verlos con sus corbatas fosforito y su sonriente desvergüenza a mano derecha, con su inane gravedad de tontos solemnes a mano izquierda, con su ruin y bajuno descaro los nacionalistas, con su alelado vaivén mercenario los demás, siempre a ver cómo ponen la mano y lo que cae. Sin rubor y sin tasa. En España, la de político debe de ser una de las escasas profesiones para la que no hace falta tener el bachillerato. Se pone de manifiesto en el continuo rizar el rizo, legislatura tras legislatura, de la mala educación, la ausencia de maneras y el desconocimiento de los principios elementales de la gramática, la sintaxis, los ciudadanos y ciudadanas, el lenguaje sexista o no sexista, la memoria histórica, la economía, el derecho, la ciencia, la diplomacia. Y encima de cantamañas, chulos. Osan pedir cuentas a la Justicia, a la Real Academia Española o a la de la Historia, a cualquier institución sabia, respetable y necesaria, por no plegarse a sus oportunismos, enjuagues y demagogias. Vivimos en pleno disparate. Cualquier paleto mierdecilla, cualquier leguleyo marrullero, son capaces de llevárselo todo por delante por un voto o una legislatura. Saben que nadie pide cuentas. Se atreven a todo porque todo lo ignoran, y porque le han cogido el tranquillo a la impunidad en este país miserable, cobarde, que nada exige a sus políticos pues nada se exige a sí mismo. Nos han tomado perfectas las medidas, porque la incultura, la cobardía y la estupidez no están reñidas con la astucia. Hay imbéciles analfabetos con disposición natural a medrar y a sobrevivir, para quienes esta torpe y acomplejada España es el paraíso. Y así, tras la añada de políticos admirables que tanta esperanza nos dieron, ha tomado el relevo esta generación de trileros profesionales que no vivieron el franquismo, la clandestinidad ni la Transición, mediocres funcionarios de partido que tampoco han trabajado en su vida, ni tienen intención de hacerlo. Gente sin el menor vínculo con el mundo real que hay más allá de las siglas que los cobijan, autistas profesionales que sólo frecuentan a compadres y cómplices, nutriéndose de ellos y entre ellos. Salvo algunas escasas y dignísimas excepciones, la democracia española está infestada de una gentuza que en otros países o circunstancias jamás habría puesto sus sucias manos en el manejo de presupuestos o en la redacción de un estatuto. Pero ahí están ellos: oportunistas aupados por el negocio del pelotazo autonómico, poceros de la política. Los nuevos amos de España.

Arturo Pérez-Reverte
(Publicado en la pág.39 del periódico Público del 17 de junio de 2007).


Todos los poderosos se quejan de que les falta poder, lo cual es verdad en muchos sentidos pero Juan Luis Cebrián subrayó uno: En cuanto se alcanza el poder, la realidad limita enormemente la facultad de ejercerlo.

Los poderosos no pueden ejercer su poder sin perderlo un poco. Viene entonces el juego de la ética de la responsabilidad, es decir que el poderoso tiene que ejercer el poder con medida, atendiendo a las consecuencias de sus decisiones más que al gusto de tomarlas. Eso, en el mejor de los casos. En el peor, no hay sino la obsesión oaranoica, también paralizante, no de tener el poder sino de conservarlo.

De modo que lo fascinante acaba siendo, dice Cebrián, no la gente que tiene en sus manos el poder sino el poder que tiene en sus manos a la gente.

Agregué a este comentario que el poder tiene también el atractivo literario, al menos es el que ha tenido para mí, de ser un escenario natural de la tragedia.

Esto, en un doble sentido. Primero, como dice Balzac en su comentario a La cartuja de Parma, novela política si las hay, porque los políticos son unos equilibristas que tratan por todos los medios de lograr sus ambiciones pero terminan siempre viéndolas destruidas.

Segundo, porque la ambición política genuina es una pasión desmedida que lleva en sí misma el germen de su destrucción. La pasión de gobernar a otros y moldear el mundo es pasión soberbia por excelencia: no tiene límites. Se los acaba poniendo la realidad.

El poder quiere siempre más de lo que puede. Buscando esa demasía, los políticos cruzan límites que no debían cruzar, despiertan las furias en su contra y se vuelven los artífices íntimos de su debacle.

Y en esto consiste el destino trágico: no en la derrota mandada por los dioses o escrita en las estrellas, sino en el llamado interior de la desmesura que entra en ruta mortal de colisión con la opaca realidad del mundo.

Héctor Aguilar Camín
(Publicado en la pág.4 del periódico Público del 15 de octubre de 2007).


La renuncia forzada de Francisco Ramírez Acuña como secretario de Gobernación -puesto que había ocupado en el sexenio pasado Santiago Creel-, implica una cierta salud del gobierno en el poder. Tal parece que con un año de secretario quedó pagada la factura pendiente con este político avezado que, siendo gobernador de Jalisco, destapó a Felipe Calderón como candidato a la Presidencia de la República en contra de los deseos de Fox, que prefería a Creel. La renuncia forzada es una experiencia traumática donde el funcionario siente estar cayendo en el vacío y, seguramente, le da una depresión como la que le dio a Ricardo II cuando fue rey y de pronto, no es nadie, resultado de una renuncia forzada.

Ricardo II (1367-1400) tuvo que abdicar forzado por las circunstancias y el dominio de las fuerzas de Enrique Bolingbroke -quien luego sería Enrique IV-. Se retiró al castillo de Pomfret donde murió -o lo mataron- poco después. Solo y su alma, aquel que había sido el rey, pasó los últimos días de su vida en ese castillo dándole de vueltas a las cosas de la vida y del poder, meditando sobre su situación y pensando que "así yo, siendo uno sólo, representaba a muchos, aunque ninguno estaba contento... A veces hago de rey y entonces la traición me hace desear mejor ser mendigo, y en mendigo me quedo. Pero la miseria me asfixia y me hace pensar que mejor estaría yo de rey, y rey vuelvo a ser de nuevo, hasta que de pronto me veo de otro modo por causa de Bolingbroke y vuelvo a no ser nadie... Pero fuese yo lo que fuere, yo, o cualquier hombre que no sea sino un hombre, nunca encontrará satisfacción. A no ser que satisfacción sea llegar a ser nada". En política, la paradoja del gobierno en el poder es que el cambio es saludable aunque se dañe a quien fuese un fiel colaborador, pues en este mundo imperfecto todo es cuestión de prueba y error, y los perfiles de quienes van a ocupar los puestos de responsabilidad pueden o no ser los correctos, y si uno se equivoca, lo más saludable es hacer el cambio de inmediato, antes de que sea demasiado tarde. En esto, Maquiavelo era un experto asesor que les daba consejos a los príncipes para que supieran cómo seguir en el poder a costa de lo que fuera.

Martín Casillas de Alba
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 22 de enero de 2008).


Observar el desenfreno por el dominio del poder, por ejercer dominación sobre otros con ese poder y por conservarlo en las propias manos sin parar en consecuencias para otros y aun para los mismos desenfrenados, es lo más parecido a observar en vivo el 'alma' enferma.

¿Usted escucha de los poderosos, incluso de los clérigos, referencias al servicio de los demás? ¿Referencias a la compasión por los menesterosos? ¿Referencias, en fin, a mejorar la vida cotidiana de quienes forman parte de este colectivo que llamamos país mexicano? Yo no escucho estas referencias, ya ni siquiera como vacía justificación demagógica. Escucho que estamos en guerra, que no importan los muertos. Y que habrá más. Escucho que la idea y el parecer del poderoso es una verdad incontrovertible. Oímos, todos los días, que 'avanzamos' y que los males evidentes no son sino piedritas en un camino vigoroso y certero. Camino nebuloso y sombrío, sin embargo, para quien quiere identificarlo, al menos con un estilo de hablar que use los sustantivos y no los muchos adjetivos, triunfalistas o agresivos, con los que nos dejan sordos los poderosos.

Los hechos hablan: Impunidad, sea por crímenes 'pesados' o por crímenes de peones sin nombre. Excesos de poder 'pintados' de tolerancia, sin sanción. Impacto económico en el bolsillo de todos por los altos precios, vestido con el típico: 'Desorden pasajero de las variables externas'. Inversiones en descenso. Descaradas invitaciones públicas a la corrupción justificadas con vagos propósitos de compromiso social, mediante proyectos de toda índole: deporte, inversiones, educación, gasto público, transparencia o elecciones. Recurso a la ley para lograr un beneficio personal o de grupo. Reformas legales para perpetuarse en el poder sin el menor respeto por principios y valores. ¿Diagnóstico? Nuestra 'alma pública' está enferma.

Miguel Bazdresch Parada
(Publicado en la pág.15 del periódico Público del 25 de mayo de 2008).


"¡Ah! ¡Qué maravilla de hacer lo que quiera con lo que no es mío! Tengo a bien disponer de todo aquello por lo que ni siquiera me he esforzado. Puedo hacer lo que dicte mi reverenda ignorancia con aquello que han trabajado muchos hasta antes de mi llegada, y esos muchos son personas de las que ni su nombre sé ni me importa. Es una gran delicia de la vida alzar el cuerpo hasta perder la conciencia mínima del suelo y rozar el sueño perturbador de los guajolotes y las grullas, todas histéricas porque nadie les hace caso. No cabe duda de que la vida es justa conmigo, esforzado y loable ejemplar pedazo de tripas, sangre y huesos, en donde he podido esconder, en los rincones menos limpios de mi conciencia, la vergüenza y el asco que me da el ver mi propio rostro en el espejo.

Pero eso no me importa: ¡qué delicia es hostigar y mimetizar mis perversiones en falsas posturas y delicada verborrea!, tan frágil que estrella su tacón de cristal en el rostro del día apenas se asoman los rayos de la verdad. ¡Cómo me gustaría estar acompañado de mis amigos, para que sientan rabia y desazón ante lo que me he convertido: una pobre piedra que solo sabe mascullar monosílabas sin sentido! ¿Me duele hacer daño? Daño, ¿a quién? ¿A todos esos que también se han encargado de confabular contra mí, y que hoy se golpean el pecho, hasta atizarlo como carbón vivo en el caldero del diablo en el que hemos convertido nuestra última memoria? No nos hagamos: estos son los tiempos que me merezco, aquellos en donde puedo hacer lucir y relucir mis mentiras cabalgando en corceles inesperados sobre llanuras mal inventadas. Y es que necesito la reverencia idiota a cada rato. Necesito la lengua pobre de mis súbditos para poder mantenerme instalado en la última punta de lo que no soy: porque soy lo que no soy, y ese es mi orgullo.

De tal manera que hoy saludo, vanidoso y lleno el puño de rabiosa victoria, a todos aquellos que se atrevieron a escupir mi nombre. Cada gota de saliva es un meteoro de mi ira, es un planeta descompuesto en esta galaxia de basura en la que he convertido mi pobre e ilusorio mundito de cartón: el pasillo de las oportunidades rápidas; el desvarío de un colega al que puedo arrebatarle, con una orden o un ligero movimiento de mi culo, la poca vida digna que le queda.

Este es el día que más he disfrutado. He cerrado la puerta y atrás de ella se alcanzan a estrellar las maldiciones hacia mi persona. ¡Qué me importa!, yo he podido hacer de la educación un arte de la prestidigitación: hoy lo que creías que era, ya no lo es, y no te desveles en implorarle perdón a los dioses pues hasta ellos se han ido de franca borrachera conmigo. Hoy todos aquellos que te acariciaban vienen a limpiarse las uñas sobre mi espalda: es tanta la tierra que les cae que hasta ha quedado vacía su propia tumba.

¿Es necesario agregar algo más? Yo creo que no. Espero que te haya quedado claro que lo que habita en mí no es ni la intriga, ni la mentira, ni la revancha, mucho menos el deseo malsano de ordenarle a otros que hagan de tu vida un sinsentido directo a la locura. Para mí, lo que es transparente es el líquido salado que sale de mis venas y aparece en los ojos de aquellas mujeres a las que he sabido humillar. La humillación me encanta, como una costra difícil de arrancar, como una llaga que me gusta lamer, así me arda su sabor en la punta de la lengua. No digo ya nada. He dicho lo que me solicitaste: ser honesto, conmigo, contigo, con todos".

¿Cómo entender el anterior texto que llegó al buzón personal? Quién sabe: hoy leemos los periódicos y escuchamos a las autoridades y todos somos inocentes. Hasta espanta nuestra lastimera cara de angelitos, dizque libres de culpa pero totalmente manchados de lodo y de mentira. Mucha mentira y lodo. Tanta, que hasta nuestros hijos no se la terminarán.

David "Negro" Guerrero
(Publicado en la pág.12-B del periódico El Informador del 8 de octubre de 2008).


¿Qué pasará por la cabeza de ese mortal, que suele estar rodeado de aduladores y lambiscones, a la hora de que está solo con su soledad, pensando en el bien o el daño que hace con sus acciones y la forma en que repercuten éstas en la colectividad? ¿Habrá algún respingo en su corazón, o en el último de sus nervios atorados hasta el fondo de su conciencia -si acaso la tiene-, sabedor de que vive ufano al cobrar un salario que está hecho con las aportaciones de hasta el más jodido?

¿Sabe ese singular personaje, tan dado a la labia y a la saliva presurosa, con un tic sin freno que se apura en querer saludar hasta el aire más invisible, qué es lo que tiene que hacer la gran mayoría de ciudadanos que no están bendecidos por el tufo verdoso de la política y su cínico rostro de grilla para poder sobrevivir?

¿Sabrá, mientras brinda en esos restaurantes de postín, con sus guaruras y achichincles aburridos en el estacionamiento, gastándose el dinero que de otra forma nunca podría por sus propios méritos ganar -a no ser que sean los de la transa, la traición, la corrupción, la dejadez, la humillación, y tantos vicios ocultos debajo de trajes y vestidos de marca-, lo que tienen que hacer todos aquellos que nada más no pueden vivir con un solo sueldo?

¿Tendrán idea? Cuando uno se entera que esos ejemplares ciudadanos, tan honrados y dispuestos a sacrificarse con sus acciones por los demás, que ganan entre 80 y casi 110,000 pesos mensuales, que ya aventaron la toalla para buscar otro cargo público, pero con la misma perorata, las mismas y nada originales fórmulas retóricas ("haremos", "promoveremos", "nunca más...", "ya basta", "yo creo en ti", y demás idioteces), de lo único que dan ganas es de vomitar. ¿Por qué se ha envilecido la política a esos niveles?

David "Negro" Guerrero
(Publicado en la pág.8-B del periódico El Informador del 13 de mayo de 2009).


Carta a los electores

En nuestro partido político cumplimos con lo que prometemos.
Sólo los imbéciles pueden creer que
no lucharemos contra la corrupción.
Porque si hay algo seguro para nosotros es que
la honestidad y la transparencia son fundamentales
para alcanzar nuestros ideales.
Demostraremos que es una gran estupidez creer que
las mafias seguirán formando parte del gobierno
como en otros tiempos.
Aseguramos sin resquicio de duda que
la justicia social será el fin principal de nuestro mandato.
Pese a eso, todavía hay gente estúpida que piensa que
se pueda seguir gobernando con las artimañas de la vieja política.
Cuando asumamos el poder, haremos lo imposible para que
se acaben las situaciones privilegiadas y el tráfico de influencias.
No permitiremos de ningún modo que
nuestros niños tengan una formación insuficiente.
Cumpliremos nuestros propósitos aunque
los recursos económicos se hayan agotado.
Ejerceremos el poder hasta que
comprendan desde ahora que
Somos la "nueva política".

Para conocer la verdad, léase renglón por renglón, pero de abajo hacia arriba.

(Recibida por e-mail el 4 de julio de 2009).


Preguntas como una guía para evaluar el carisma mediático, el único realmente existente (si uno no la ve en pantalla, la persona no existe). No contestes ahora, no contestes después. Ya es tiempo que las preguntas no te obliguen a nada.

1. Estás, en un auditorio o ante la pantalla, ante un político calificado de inminente, es decir, del que se esperan grandes cosas o, mejor pequeñas cosas con grandes presupuestos. Entonces:

2. El carisma el que tantas referencias consigue, es un término inasible o por lo menos tan indefinible como la crisis y la rapidez con que se ha resuelto. Ponte listo, ponte abusado, ponte genial, y responde o cállate lo que quieras:

3. Las encuestas son el paraíso del rigor científico. Supongo que ni tú y desde luego, ni yo, hemos encontrado una encuesta de la que sospechemos en lo mínimo. A este respecto, puede ser sincero y abrirnos tu corazón:

Carlos Monsiváis
(Publicado en la pág.14 del periódico Público del 6 de septiembre de 2009).


Las personas que se dedican a la política dicen hacerlo porque "sienten un enorme amor por su país y muchas ganas por trabajar por el bienestar de la ciudadanía". Mentiras aparte, para ser político se requiere un ego enorme, una fuerte dosis de cinismo y una piel muy dura. Algunos dicen que los políticos son estrellas de cine frustradas, sobre todo porque en las democracias donde existen contrapesos al poder, hay una delgada línea entre la vida privada y la vida pública de un político.

Genaro Lozano
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 16 de septiembre de 2009).


Ante la composición y las acciones del poder legislativo, el poder judicial y el Gabinete (nótese el respeto a la investidura), descarto la admiración y le doy sitio a las preguntas: ¿Qué saben hacer y donde lo aprendieron? ¿Qué saben deshacer y por qué eso les funciona tan bien? Son, sin duda, ocupantes de puestos magníficamente bien remunerados, tramitadores de aumento salarial de los puestos óptimamente remunerados, propietarios de un idioma que desafía el entendimiento y por el que cobran tiempo extra, paracaidistas del ascenso, profesionales del nomadismo ideológico, corredores especializados en entregarse la estafeta a sí mismos, magistrados que leen las leyes al revés como entrenamiento para cuando tienen que explicar una decisión. Son los miembros de la clase subalterna en el poder. Algún lejano día, quizás, serán los mandamases. Enumero algunas de sus características: He citado algunas de las especialidades del político, y dejé para lo último la habilidad principal: nunca abandonar la sensación de superioridad. En esto la tradición les heredó "el rostro de presídium", mirada fija en el cielo o en su reemplazo, el techo. Ahora lo más común es la prisa del funcionario, que quiere irse para no oír las críticas.

Carlos Monsiváis
(Publicado en la pág.16 del periódico Público del 11 de octubre de 2009).


De acuerdo al Test Freud-Cisen, el que no deja mentir, la calificación de un candidato de clóset le interesa en primer lugar a las agencias de publicidad, las representantes por excelencia del pueblo de 1810 en adelante. Colgados de los pulgares o domiciliados en un potro de tortura, los encuestados deben ser sinceros, porque desafían a los candidatos ya establecidos, todos llamados por coincidencia Enrique Peña Nieto, y deben también vivir muy resignados. Lea con cuidado y marque cada respuesta con F (Falso) o V (Verosímil).

I. Formaciones ideológicas

1. Cada que te perturban las injusticias sociales o la impunidad de los poderosos, tú:

a) Te vas a tu casa de campo porque los fines de semana le concedes asueto a la conciencia ética. (F) (V)
b) Te acuerdas de que entraste en política a causa de tu temperamento disidente (no crees en la muerte como beca del Más Allá, tienes el dinero suficiente para saber que necesitas padrinos que eviten que te lo gastes) llevas dos décadas de no usar ropa interior, por si se ofrece un quickie. (F) (V)
c) Cuando finges modestia te dices a ti mismo en voz baja: "A otra mesa redonda con esa ponencia" (Antes te hubieras dicho "A otro perro con ese hueso"). (F) (V)
d) Relee la frase de un ex-miembro del Partido Comunista, ex-miembro del PAN y hoy candidato del PRI en su estado natal: "Lo más normal es tener convicciones y vivir como si nunca te hubiesen notificado de su existencia". (F) (V)
e) Te controlas para no mostrar humildad y, también, no persignarte cuando pasas frente a Palacio Nacional. (F) (V)

II. Introspección sin subterfugios

1. ¿Tú te concibes a ti mismo como...

a) Un ser humano como otros tantos grandes empresarios.
b) Una persona del pueblo traicionada por el pinche destino al que nunca le parece suficiente la cantidad de pobres llenos de frustraciones.
c) Un producto azaroso de la evolución de la humanidad en su lucha por eliminar la desigualdad, lo que se conseguirá uniformando a través de la pobreza o la miseria a 99 por ciento de los seres vivos o casi.

2. Julio Verne escribió muchos libros. ¿Cuál es tu predilecto?

a) Cómo manejar tus inversiones en las Islas Caimán
b) La vuelta al mando en 80 off shores.
c) Las tribulaciones del materialismo histórico en el mercado libre.

Nota: Varios de los libros antes citados no son de Julio Verne. Señala.

III. Citas citables

Una de las siguientes citas de la literatura clásica no es exacta. Léelas en voz alta y (en silencio) explícate a ti mismo cómo descubriste la impostora.

-"Vine a Comala porque me dijeron que aquí había buenas oportunidades de agitar y tirar al presidente municipal que obedece en todo al cacique" (Juan Rulfo) (F) (V)
-"Miré los lemas de la patria mía/ si un tiempo vivos, hoy discontinuados" (Quevedo) (F) (V)
-"Y a la ley del embudo que hoy impera/ sucederá la optimización de la ganancia" (Salvador Díaz Mirón) (F) (V)
-"Pasó con su madre,/ ¡qué raro complejo!" (Amado Nervo). (F) (V)
-"Mire usted catrincito, tan cierto como que me llamo Demetrio Macías, en cuanto nos atrincheremos en el poder no volverá a publicarse en este pueblo una sola de sus críticas rencorosas que ofenden tanto al mundo libre, eso a menos que en cada número salgan dos reseñas de mis fiestas. Ya lo sabe: o mis fotos en portada en un garden party o a colgar en el aire agitando los piecesitos" (M. Azuela, en su novela Los de arriba). (F) (V)
-"Proletarios de todos los países, uníos. Lo único que tenéis que vender son vuestras cadenas" (Manifiesto Comunista). (F) (V)

IV. Pruebas de personalidad

Un presidente no se improvisa. Hemos tenido en las últimas décadas ejemplos de su capacidad para el manejo de la economía, la exhibición del carisma y la congruencia declarativa. Así, tú, en circunstancias difíciles deberás mostrar tu perfil de estadista.

Y si te piden que compares a "Juanito" con un héroe del pasado clásico de México respondes:

-Con Hermenegildo Galeana del que no sabes nada más que el nombre que te llevó toda la primaria memorizar.
-Con El Santo contra el Tribunal Federal Electoral, una película que viste de niño y en donde salían zombies que le llevaban a los magistrados cartas del poder ejecutivo.
-Con el secretario del Trabajo Javier Lozano porque tienen el mismo poder de convencimiento.

Moraleja: Lo que bien se aprende jamás le sirve a uno en la vida. Así que si quieres ser candidato en 2012 encomiéndate al Señor del Sufragio que Llegó Desde Antes. Lo más probable es que no ganes pero siempre puedes decir que tus electores votaron fuera de contexto. O puedes aprovechar la estrategia puesta de moda recientemente: "El país está muy polarizado. Por eso no me voy a pronunciar sobre un asunto tan delicado aunque yo he sido consecuente con mis ideales, que no han sido consecuentes conmigo. Soy de una astucia extraordinaria, por eso no me peleo con el clero por si resulta que existe el cielo o que me pueden dar votos".

Carlos Monsiváis
(Publicado en la pág.16 del periódico Público el 6 de diciembre de 2009).


¿Quién decidió que la mentira podía ser un arte, y quién lo aplicó a la política? Esto se preguntaba Jonathan Swift en el siglo XVIII, para luego responder con un pequeño ensayo en donde revisa este tema, pues a pesar de que no está claro quién fue el culpable, él investigó la vida política de sus últimos 20 años para, finalmente, explicarnos que todo empezó como lo que cuentan los poetas, cuando fueron expulsados los Gigantes y en venganza la Tierra dio a luz a la Fama.

Más o menos así es como interpreta la fábula: cuando los tumultos y las sediciones se quedaron inmóviles, los rumores y las falsedades fueron las que levantaron el vuelo y cubrieron a toda la Tierra. Por eso dicen que mentir es el último eslabón en la cadena de las rebeliones de los recién nacidos.

Los historiadores modernos han hecho varias adaptaciones y dicen que este arte se aplica puntualmente para lograr el triunfo, para preservar el poder o para vengarse después de haber perdido la chamba con los mismos trucos que hacen los animales cuando quieren comer mordiendo, si es necesario, a esos que lo amenazan.

Esta genealogía no se aplica siempre a la mentira política y, por eso, aclara y le agrega esas circunstancias que tuvieron que ver con el nacimiento de la mentira política como arte y quiénes son sus parientes cercanos: ésta nace de un alto funcionario que se ha quedado sin chamba y que soltó una por primera vez, creyendo que con eso volvería a comer y a ser el consentido de las multitudes.

Otras veces lo que nace es un monstruo que hay que golpear para que tome forma, y si viene al mundo bien formado, bueno, es posible que se eche a perder por los golpes que recibe.

Otras mentiras nacen como si fueran niños de incubadora que necesitan tiempo para madurar, pero cuando ven la luz, se desvanecen y desaparecen. En otras ocasiones, creen que han nacido de la nobleza de un corredores-de-bolsa, de esos que viven con el agua al cuello: allá, grita cuando se abre el útero; aquí, nace como un suspiro, pero, de todas formas, si viene al mundo sin aguijón, no se le considera bien nacido y si lo pierde, como las avispas al picar, muere.

Como pueden ver, la mentira es un niño destinado a tener grandes aventuras: es el ángel de la guarda del partido en el poder para conquistar así, sin pelear y, aunque pierda, cree que gana, como esos que dan y quitan empleos o hunden montañas o convierten a los cerritos en gigantes.

Es una diosa que vuela por los aires con un enorme espejo en la mano con el que deslumbra a las multitudes para que vean la ruina de sus intereses o sus intereses en ruina, y a sus mejores amigos, ahora espolvoreados con el polvo blanquiazul o el tricolor, portando las insignias de libertad, prosperidad, indulgencia y moderación.

Martín Casillas de Alba
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 12 de enero de 2010).


I. Escribió indeleblemente Martín Luis Guzmán. "La política mexicana sólo conjuga un verbo: madrugar". La historia del PRI demostró más tarde que la política mexicana en realidad sólo aspiraba a conjugar 3 verbos: Sumar, sumarse y sumirse.

II. En política, dice la experiencia mexicana, todos los amigos son falsos, todos los enemigos verdaderos. La misma experiencia señala que en política no hay amigo pequeño.

III. De la esencia del federalismo. Preguntáronle al cacique Gonzalo Santos cómo había hecho para mantenerse en el poder de San Luis Potosí tanto tiempo y respondió: "Muy fácil. Haciéndoles creer a los del centro que soy muy fuerte aquí y a los de aquí que tengo total apoyo allá. Ahora, inténtelo".

IV. Un viejo político mexicano a sus alumnos de sociología: "Ustedes ven lucha de clases donde yo sólo veo pleitos de personas".

V. Antes de iniciar ninguna negociación con grupos o personas, un político mexicano que se respete debe saber al menos 3 cosas:

  1. Cuántos son -a diferencia de cuántos vienen.
  2. Qué quieren -a diferencia de qué plantean.
  3. Quién los patrocina.
VI. De la esencia patrimonial de los sexenios:
  1. Amistad que no se refleja en la nómina, es pura demagogia.
  2. No pidas que te den, sino que te pongan donde hay.
  3. Entiéndase el enriquecimiento inexplicable de cada seis años como el seguro contra el desempleo inevitable de cada seis.
  4. Entre políticos como entre gitanos, no se leen las buenas fortunas.
  5. Político pobre, pobre político.
  6. Con dinero baila el perro, si está amaestrado.
  7. No le cambies las convicciones, cámbiale los ingresos.
  8. En política, ni un paso ni un peso propios.
  9. Obviamente: Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error.
Héctor Aguilar Camín
(Publicado en la pág.4 del periódico Público el 15 de enero de 2010).
Primero, asumir que al volverse políticos
se vuelven, como hijos de Kripton,
indestructibles y por ende, eternos.

Para los mortales y vulnerables
es muy difícil de aceptar.

Y segundo, que pueden hacer
lo que qieran, explicarlo todo,
dar bandazos, cambiar de partido,
cambiar de puesto, cometer ilícitos
y tan campantes.

Nuestros servidores son unos
supermanes.

Con mente de Luthores.

¿Y dónde quedó la kriptonita?

Nemesio Maisterra
(Publicado en la pág.6 del periódico Mural del 21 de enero de 2010).


Dialéctica fundamental del conocimiento político: Entre más conozco las generalizaciones, más amo los detalles.

Genealogía de la moral: "En política, la moral es un árbol que da moras o no sirve para nada". (Gonzalo N.Santos)

El poder es de quien lo trabaja: En La cartuja de Parma, el Conde Mosca ilustra a Fabrizio del Dongo: "Un hombre medio estúpido, pero que se muestra atento y prudente todos los días, gusta muy a menudo del placer de triunfar sobre los hombres de imaginación". De lo cual no se deriva sino que en política logra más un pequeño propósito cultivado todos los días que un gran designio sin oficina diaria.

Abecedario de las cosas políticas:
La cosa es dura pero es la cosa.
Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
Las cosas duran hasta que se acaban.
Hay cosas que ni qué.
De la esencia de la democracia: Llorarás en las urnas lo que no hayas sabido ganar en las transas.

De la esencia del reformismo revolucionario: "Lo que resiste, apoya".

Metodología elemental para abordar al enemigo:

  1. Nunca des un pleito que no quieras ganar.
  2. Si no puedes cortarle los güevos al tigre, no se los arañes.
Del error de juicio de los sentimientos: El político novel confunde a sus enemigos con sus adversarios, a sus adversarios con quienes le muestran indiferencia, y a sus enemigos con quienes simplemente le caen gordos.

Arcanos del Estado de Derecho:

  1. La ley es clara cuando debe serlo y cara cuando debe ser oscura.
  2. Para sacar a alguien de la cárcel bote, hay que meterlo primero.
  3. Dicen que decía Juárez: "A los amigos, justicia y gracia, a los enemigos, la ley a secas".
  4. Bismarck: "Al que le gusten las salchichas y las leyes, que no vaya a ver cómo se hacen".
Ontología del poder:
  1. Si quieres saber quién es alguien de verdad, ponle en una mano una macana de policía y en la otra una tarjeta de crédito.
  2. Bajóse a orinar de noche en un recodo de la carretera el general posrrevolucionario y mientras ejercía lo escuchó un perro que ladró, desatando con ello la imitación telepática de una jauría. Sacudióse y abotonóse el general, con ánimo reflexivo, y dijo a su acompañante: "Esto es como la política mexicana: sólo el primer cabrón supo por qué ladró".
Recursos para lidiar con la prensa: Un secretario agraviado por las calumnias que según él le publicaban los periódicos, le pidió al presidente Cárdenas su consejo sobre qué hacer al respecto.

-¿Le molestan muchos esos ataques?- preguntó Cárdenas.

-Sí, general- respondió el secretario.

-Pues no los lea- aconsejó el presidente.

Héctor Aguilar Camín
(Publicado en la pág.4 del periódico Público el 12 de febrero de 2010).


El secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, se empeña en actuar en la línea de su formación de jurisconsulto. Pero la práctica demuestra que la lógica jurídica, que implica un sentido primigenio del orden, del respeto a la palabra, el honor a las tablas de la ley y a la ética, no funciona en la lógica de la política.

El estilo de Gómez Mont tiene poco que ver con los tiempos que vivimos; sin embargo, persistentemente ha movido sus piezas en la lógica del honor y el orden, y los resultados le han sido poco provechosos. Suma ya varias batallas perdidas. Se necesita ser muy ingenuo para pensar que su renuncia al PAN, vista a la luz de las últimas revelaciones, no fue para él un duro revés político.

Gestionó erráticamente ese proceso. Perdió tiempo y visibilidad política. No alcanzó a ver la dinámica en que se ven atrapados quienes intuyen la inminencia de la derrota. Y así como no advirtió las conspiraciones de su partido (en Los Pinos), soslayó que Jesús Ortega del PRD, rodeado de mediocres y oportunistas, no está para actuar con escrúpulos e iba a ser fácil presa de César Nava.

A Gómez Mont lo han doblegado sus propias concepciones de la política. Su idea de la democracia, en su papel de secretario, no incluye suficientemente el voluntarismo, ni las dudas ni la perversidad de los otros. Su respetable deber de generar "espacios honorables de acuerdos entre los partidos políticos para darle viabilidad al gobierno de la república" es, como dicen los clásicos, comulgar con ruedas de molino.

Jorge Medina Viedas
(Publicado en la pág.15 del periódico Público el 7 de marzo de 2010).


La pasada semana es considerada por los expertos como temible para los políticos -en especial para los presidentes municipales- y también resulta muy difícil para los lambiscones muy cercanos a éstos, porque a pesar de sus conocidas habilidades para lamer los pies del tlatoani, en esta época no saben qué decir, y es que entre Navidad y Año Nuevo no les hacen caso ni en su casa, y eso produce en nuestros hombres públicos terribles enfermedades tales como el llamado síndrome de las diastolías neurovegetativas del poliformo inferior sistémico.

Imagine mi solitario lector que durante las 2 primeras partes del mes de diciembre es usted don fregonio, todo está hecho para que usted luzca, se cambió la fecha de los informes porque en día último no iba ni la familia del alcalde, el informe permite además del festejo hacer un gasto absolutamente desproporcionado para resaltar los supuestos logros de la administración -más que logros, aspiraciones no logradas- que además a nadie importan en realidad. Muchas felicitaciones de los invitados a la percha, más artículos elogiando los "históricos avances" de la administración informante, y para darle al evento un cierto sabor "democrático", están las fracciones minoritarias que a cambio de su cuota de corrupción se oponen más sin exagerar. Después de unos días así, cómo quiere usted que se sientan los pobres mandatarios ante el silencio, después de la gloria el ostracismo, volver a ser simples mortales ¡qué horror! Lo menos que puede darles es calentura.

Carlos Enrigue
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador del 5 de enero de 2011).


La mayoría de políticos mexicanos y de otras nacionalidades son narcisistas y sociópatas, es decir egoístas que viven para sí, además de ser manipuladores que ocultan sus trastornos y recurren a fármacos cuando se frustran sus deseos, dijo hoy el neuropsiquiatra Jesús Ramírez-Bermudez.

El neuropsiquiatra aclaró que aunque es difícil generalizar los padecimientos debido a que cada político es diferente, "por desgracia, muchos políticos despliegan más bien conductas propias de una persona con el llamado trastorno antisocial de la personalidad, que se define como un patrón general, persistente, de desprecio y violación de los derechos de los demás".

Los políticos pueden tener una enorme simpatía que los hace atractivos para las multitudes y también es frecuente que "demuestren, con sus actos, el desprecio por los sentimientos de otras personas".

Entre las características más sobresalientes en la conducta pública de muchos políticos, Ramírez enunció "su 'capacidad' para la estafa intelectual y sentimental, es decir, para manipular a la opinión pública".

Añadió que "este patrón de comportamiento rebasa los límites de la patología individual, puesto que se encuentra arraigada en una 'cultura' del poder extendida por todo el planeta desde que tenemos un recuento histórico".

Entre las motivaciones ocultas para convertirse en un déspota, Ramírez señaló primero los motivos económicos en todas sus vertientes, pero también incluyó "una necesidad en muchos políticos de cumplir sus propias fantasías de éxito y poder sin límites".

Agregó que los políticos anhelan y necesitan la admiración de los demás pero si no logran sus propósitos "pueden desarrollar mecanismos paranoicos o graves problemas de adicción a drogas legales e ilegales".

Detalló que los políticos "generalmente, no aceptan estos sentimientos de frustración, lo que provoca en ellos estados de ansiedad y depresión con todos los grados de severidad, que son generalmente resueltos a través de fármacos".

Aunque sin mencionar casos concretos, Ramírez admitió que ha atendido al tipo de políticos que coinciden con esta "imagen negativa", aunque también ha encontrado a otros que "sufrían por dilemas éticos, y que aceptaron los riesgos de una auténtica transformación interior".

(Publicado Agencia Efe el 1o.de febrero de 2011).


Los políticos sienten de sí mismos que son bien buenas gentes, que son queridos por los súbditos y que hacen bien las cosas; cuando son criticados nunca consideran la posibilidad de haberse equivocado, si se quiere involuntariamente, ellos y los cientos de barberos que de ellos viven van a coincidir que o es una conspiración de las bandas rivales que lo calumnian o, aunque no lo reconozcan en público, consideran que los gobernados somos una bola de malagradecidos que no reconocemos su valor.

Por eso las campañas son a muerte, van a hacer lo que sea necesario para ganarle al otro, damos por descontado que lo esencial será mentir de frente, siempre con la frente en alto y se mata, si se considera que se tiene que matar, se calumnia si se considera útil, no hay ningún acto, por bochornoso que pudiera parecer, que no se practique, ninguno que triunfe podrá hacerlo sin realizar actos que no se atrevería a reconocer como propios, sin embargo fíjese cómo se dedican a darle consejos a los contrincantes, les aconsejan que se hagan antidoping, que manifiesten sus finanzas, por lo general los males vienen de los otros, ellos son inmaculados, yo creo que debía cada uno decir qué propone, aunque sabemos que no se trata de proponer sino de ganar, y dejen que los otros se equivoquen.

Ahora que la política tiene varias características que la singularizan, en realidad para el infelizaje no cambia mucho, el gobierno puede ser malo o peor, bueno, todavía no ha habido ninguno, así que la única diferencia es cuánto daño produce a la raza y en eso casi da lo mismo que gane el que sea.

En lo que no da igual es en cuanto al ganador, para él es casi el paraíso, el que gana queda como cabeza recién despiojada -dolorida pero contenta-, dolorida porque quedan muy gastados porque aunque les dan un dineral para campañas, en realidad gastan mucho más de lo que dicen, de modo que si usted no tiene lana, mejor ni le entre, esto se trata de meterle para sacar y de ahí su actuar.

Carlos Enrigue
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador del 26 de junio de 2011).


Al mundo de la política toda la gente llega como precandidato, y apenas gana lo sigue siendo de por vida. Este fenómeno, antes eventual, hoy se ha convertido en un verdadero cáncer de la función pública, uno más de todos los que ya acarrea nuestro decrépito sistema democrático.

La suerte de los gobiernos en manos de perpetuos precandidatos a lo que sea, salta a la vista. Los sexenios se reducen a cuatro años, y los trienios a uno y medio. Pero esos espacios de administración cada vez más reducidos enfrentan el riesgo de orientarse no tanto al bien público, sino a aquellas acciones que abonen al alcalde precandidato, o al gobernador precandidato, diputado, senador, regidor o cualquier otro cargo que se use para ser una y otra vez precandidato a algo. Los recursos de la comunidad directa e indirectamente se invertirán, bajo cualquier eufemismo, a favorecer los intereses del precandidato en funciones. Dicho defraudamiento de los recursos incluyen lo invertido en publicar a través de todos los medios cuanta acción real o supuesta beneficia la inminente precandidatura, con su buena dosis de discursos, denuncias, comparativos, y autoelogios, en la inauguración de obras de todo talante, o en la apertura de congresos, seminarios, simposios, o talleres de toda monta. La visión de largo plazo en lo que mira a proyectos municipales o estatales, simplemente desaparece porque para todo precandidato que se respete no hay otra visión más importante que la del siguiente periodo de gobierno.

Ciertamente en las luchas de precandidatos los fines son muchas veces solamente medios. Aspirar, por ejemplo, a la Presidencia de la República, con todos los recursos habidos y por haber se ha convertido en un mensaje subliminal al candidato que sí va a ganar y a los honorables presidentes de los partidos, de que el precandidato "perdedor" requiere de consideraciones: una secretaría federal o estatal, una diputación aquí o allá, un cargo de senador, la dirección de Pemex, o financiamiento para seguir girando de precandidato perpetuo, sin funciones, el siguiente periodo.

Por si esto no bastara para frenar el desarrollo y el crecimiento del país y de sus estados, los precandidatos, permanentemente obsesionados por ganar la que sigue, evitan cuidadosamente tomar cualquier tipo de decisiones, por indispensables que sean, que puedan afectar sus aspiraciones, sobre todo en lo que mira al mantenimiento del orden y la disciplina social. En el gobierno de los precandidatos todo se puede, todo se permite, nada se sanciona, es un mundo feliz artificial que creen, puede asegurarles más y más votos. Las consecuencias las pagamos todos diariamente, y si alguien piensa que los congresos deberían establecer nuevas regulaciones para evitar o sancionar este desbarajuste, está olvidando primero que sus integrantes suelen padecer del mismo mal, y segundo, que en una sociedad sin conciencia democrática aún las leyes más perfectas seguirán siendo vulneradas.

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador del 26 de junio de 2011).


La política es así,
"lo que hoy por ti yo haga
es posible que mañana
me toque cobrar la paga".

Anflopo
(Publicado en la pág.1-B del periódico El Informador del 29 de junio de 2011).


El divorcio entre la clase política y los ciudadanos es notorio. La imagen de los diputados de Jalisco está desvalorizada por múltiples factores: la ausencia de mecanismos de rendición de cuentas, el que estén sujetos a la burocracia partidista, entre otros.

Para el investigador del Colegio de Jalisco, Alberto Arellano Ríos, también conservan un matiz cultural que se evidencia cuando van a una sesión de comisiones o del pleno y no han leído lo que van a discutir; incluso, hay quien llega tarde.

"Básicamente son políticos que no son demócratas, que no escuchan, no son atentos, no son sensibles y es preocupante verlo en los pequeños grandes detalles", resalta el especialista.

Sobre el caso del auditor, el experto en Política y Gestión Pública apunta que los diputados tienen una presión fuerte por parte de la ciudadanía, líderes de opinión, organizaciones no gubernamentales, asociaciones civiles y redes sociales: "Los hechos son muy claros sobre el asunto del auditor y parece que no escuchan".

Luego de que Alonso Godoy fuera ratificado como titular de la Auditoría Superior del Estado, el académico apunta que se refuerza el pesimismo en la sociedad, ya que los políticos están inmersos en su propio campo.

El mecanismo parece estar hecho para que todo "ruede" en función de que el político quede bien con el partido y no con la ciudadanía; en este sentido, Arellano Ríos comenta que los políticos se van a mover con una racionalidad básica: "Vivir de la política. Porque muchos quieren ser políticos pero no saben para qué, no tienen idea de cómo tomar decisiones, pero están vinculados a las burocracias partidistas y sobre todo a las élites partidistas, porque son las que les garantizan su carrera profesional, entonces los incentivos van a estar en esa función".

El divorcio es claro: el ciudadano solamente acude a los procesos electorales a legitimar lo que los partidos, independientemente de sus siglas, ya tienen asignado.

Ante la falta de uso ciudadano del parlamento local, porque más de 5 es multitud y porque cualquier movilización trastoca el orden, las redes sociales se han convertido en la voz manifestante para darle al político en donde más le duele: en la legitimidad, decirle que no representa a los ciudadanos, que lo que dice y hace no beneficia a la sociedad.

Sobre la actual legislatura comenta: "Nada ha cambiado con respecto a la anterior. La anterior realmente deja mucho que desear. Yo me sumo al malestar y al desencanto que los ciudadanos tenemos con nuestra clase política en general, es una clase política que no está ciudadanizada".

Sin embargo, el investigador del Colegio de Jalisco apunta, en términos generales, también a una ciudadanía que no está politizada y fácilmente olvida los hechos y, a la hora de votar, pierde la memoria.

"Entonces es cuando uno trata de explicarse por qué a pesar del hartazgo, el desencanto con los mecanismos de la democracia representativa y todos estos detalles de corrupción, aunque se reparten todo como botín, no pasa nada. La verdad es preocupante".

(Publicado en la pág.5-B del periódico El Informador del 4 de julio de 2011).


El rector del ITESO, Juan Luis Orozco, hace una descripción detallada de la clase política mexicana en la que bien cabría el auditor superior Alonso Godoy Pelayo, quien defiende a capa y espada haber cobrado 9.8 millones de pesos en diciembre del 2009 como el pago de unas supuestas vacaciones que no tomó.

Orozco, un sacerdote jesuita acostumbrado a los debates éticos, describe los riesgos que conlleva el poder para los seres humanos, en especial los políticos, quienes fácilmente pueden perderse en la ambición, el dinero, y así caer en la mentira, la soberbia y el engaño sin escrúpulos.

Si Godoy Pelayo encaja en esos tópicos es algo que debería investigarse a fondo por el Congreso del Estado, afirma el rector.

"El ser humano, tenga el puesto que tenga, sea Papa, sea presidente, auditor, rector, maestro, campesino, todo ser humano si se descuida, si no tiene claro el sentido de su vida y si no vive día a día los valores en los que dice creer, fácilmente se puede degradar."

"Este camino normalmente empieza por el interés de lo material, del dinero, de allí se pasa al interés del poder, del control, a las componendas de todo tipo y de allí finalmente a crecida soberbia, donde ya cuando se ha caído en ésta, cada quien ve su voluntad, su inteligencia y sus decisiones como absolutas e indiscutibles."

"Este sujeto es incapaz de dialogar, de escuchar..."

"Y llegado el culmen, mata si se ofrece y si le viene bien. Y no hablo sólo de la clase política mexicana y no hablo sólo de los políticos. En la medida en que uno tiene cierto poder y cierto acceso al dinero, tiene más el riesgo de caer."

(Publicado en la pág.2 de la sección "Comunidad" del periódico Mural del 14 de julio de 2011).


Por razones de "Estado" que nada tienen que ver con el Estado, sino con las conveniencias del gobernante en turno, éste siempre ha considerado de particular importancia intervenir en la elección del sucesor desde el primer día de su mandato, sea para garantizar la continuidad de un proyecto, la estabilidad nacional o el bien supremo de la patria; frecuentemente es para garantizar que el sucesor no delate sus yerros, ni sea tan superior a él que evidencie su mediocridad, le cubra la retirada, máxime si sale bien cargado, o hasta para evitar que lo suceda alguien que le cae gordo.

En nuestro país, desde los gloriosos años de la emancipación, el mundillo del poder ha sido un espacio cercado por todo tipo de intereses, excepto el bien común. El que llega lo hace para no dejar llegar a otros mejores que él, así deba acudir a los expedientes más sinuosos y aun al mismo asesinato. En este aspecto casi patológico del poder en clave mexicana, la célebre novela de Martín Luis Guzmán La sombra del Caudillo ofrecía una meticulosa autopsia de los hombres y el poder, de la hipocresía, la deslealtad, los juegos sucios y la pasmosa perversidad de los mandatarios y su entorno. La novela fue publicada en Madrid en 1929, y prohibida de inmediato en México; muy posteriormente, en 1960, Julio Bracho creyó que con el pasar del tiempo la novela podía convertirse en una buena película, así que la rodó; para su sorpresa la exhibición fue igualmente prohibida hasta 1990.

Seguramente los hombres de poder no resistían ver su retrato reproducido tan magistralmente, ni deseaban que el público los viese tal cual son y han sido. En ambas producciones queda evidenciado que para muchos mandatarios la sinuosidad de la palabra, la incapacidad para asumir de frente las decisiones tomadas y la falsedad de los afectos y las sonrisas eran un arte a cultivar todos los días, al margen del honor y de la dignidad.

La sombra del Caudillo toca el tema de la sucesión del general Obregón, con personajes redimidos de la "dictadura" porfirista, emanados de la "democrática" revolución, pero que actúan con un doblez y perversidad apenas comparable con los tiempos precedentes. Si el caudillo ya eligió al candidato por el cual todos votarán, ¿cómo deshacerse de los demás aspirantes, sobre todo si tenían mayor capacidad, honradez y aceptación social? Alentándolos de frente y traicionándolos por la espalda.

Ojalá y tales prácticas hubiesen sido ya desterradas de nuestra democracia, y nuestro país tuviese las agallas para establecer una contienda electoral entre los mejores, y no entre los cuates, los cubreespaldas, los cómplices o los vividores.

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador del 24 de julio de 2011).


Los gobernantes que no son reelegibles, supongo, gobiernan por gusto y afición. Los otros, los gobernantes que se pueden reelegir, gobiernan para ser reelegidos y poder seguir gobernando por gusto y afición. Viene siendo lo mismo.

El poder, dicen los que saben, es adictivo y colosalmente gratificante. Vamos, casi un poderosísimo afrodisíaco. Y sí, miren ustedes a la gran mayoría de los mandones: se les ve rozagantes, felices, cachetones, con calidad de vida y muy saludables (con excepción de algunos cuantos jefes supremos -los presidentes de la república, quiero decir- que se desgastan a ojos vistas y envejecen prematuramente).

El asunto es que cuando gobiernas se te multiplican las endorfinas en el organismo y esta experiencia bioquímica termina resultando tan supremamente placentera que la quieres repetir de manera indefinida. El único que me han dicho que estaba esperando ansiosamente el día de su jubilación fue el doctor Ernesto Zedillo Ponce de León, pero el hombre no había querido ser presidente de México de cualquier manera. Simplemente, le tocó la lotería del voluntariamente a fuerza. Y, lo que son las cosas, no lo hizo nada mal. Todos los demás -ministros, secretarios, alcaldes, etc.- se acomodan muy trabajosamente al tema de la fecha de caducidad de su cargo. El impresentable gorila Hugo Chávez, presidente de Venezuela, recientemente aquejado de cáncer, para mayores señas, se las ha apañado para perpetuarse, sano o enfermo, en la silla bolivariana. Y sus alumnos, igual.

En fin, si se consuma la reforma política tan reclamada y recordada ayer en el encuentro de víctimas de la narcoviolencia en el Alcázar, los miembros de la Cámara Bajísima y los alcaldes que administran fugazmente nuestras ciudades deberán ganarse las simpatías del respetable para extender su estancia en el cargo. Harán todo lo posible por hacer mejor su trabajo y caer bien. Todavía no sé, con perdón, si esto es bueno o es malo.

Román Revueltas Retes
(Publicado en la pág.4 del periódico Milenio Jalisco del 29 de julio de 2011).


El otro día oí a un español en el (sic) radio, de esos que son dueños de la verdá acsoluta y decía que existen 5 etapas de "corrupzión". Y eran las siguientes: Primera.- Cuando los altos niveles del gobierno reciben comisiones en la compra de armamento, grandes obras de infraestructura o contratos petroleros.

Segunda.- Cuando los servidores públicos aceptan sobornos de la iniciativa privada para otorgar contratos.

Tercera.- Cuando también los compradores de las empresas de la iniciativa privada reciben "mordidas" de los proveedores.

Cuarta.- Cuando jueces y policías aceptan "cooperaciones" para no cumplir con su deber o se asocian con el crimen organizado.

Quinta.- Cuando el que no es corrupto es pendejo. (Así lo dijo el español... bueno en realidad dijo "gilipollas", pero es la misma vulgaridad). México se encuentra en esta etapa. (¿Cómo que Juan no tiene lana, si fue político? ¡Es que es muy pendejo!).

Aquí, los putri-millonarios ex políticos son aceptados socialmente, son admirados y nadie les reclama nada. Lo mismo pasa con los grandes monopolizadores, que se vuelven los hombres más ricos del mundo y luego tienen la desfachatez de dar "conferencias". Y los empresarios asisten... ¡y les aplauden! Eso es aberrante.

¡Qué nos pasa! ¿En qué momento perdimos el sentido de la honestidad? Las sociedades deben rechazar a los deshonestos. Pero aquí, todo aquel que se enriquece ilegítimamente no sólo no es rechazado, sino que es reverenciado. Tenemos que darnos cuenta de que ese señor, que ahora es muy rico, se robó ese dinero. Y lo peor es que nos lo robó a nosotros mismos, ya sea de nuestros impuestos, o de lo que pagamos por los servicios carísimos que nos da, porque no tiene competencia.

Tenemos que hacer algo en contra de todos estos ladrones que nos ven la cara todos los días. El remedio a ese mal está en cada uno de nosotros. No debemos aceptar en nuestros círculos sociales a los corruptos, ni en las pachangas de la humilde vecindad ni en los bailes del lujoso club de golf. Y más nos vale, con valor civil, empezar a señalarlos y a exigir que se les castigue.

O, a este paso, lograremos arrebatarle el "honroso" último lugar de corrupción a Somalia... ya no estamos tan lejos.

Alberto Marínez Vara
(Publicado en la pág.6 del periódico Mural del 4 de agosto de 2011).


En política nada es imposible. Eso me respondió Carlos Navarrete cuando le comenté, lo que todo el mundo sabe, que en el Distrito Federal quienes parecen tener posibilidades de ser candidatos del PRD a la jefatura de Gobierno son los cercanos a López Obrador o, a lo mucho, quienes no sean vetados por López Obrador y sus simpatizantes. Y Navarrete no es ni cercano a López Obrador ni un posible candidato de compromiso en el que pudieran coincidir Ebrard y Andrés Manuel. ¿Entonces? ¿Cómo explicar el dinero que está invirtiendo en hacerse publicidad? ¿Cómo entender la energía que despliega para colocarse como precandidato? ¿La enjundia que derrocha en sus discursos y actos? La respuesta podría parecer una tomadura de pelo, pero no lo es.

Sin duda, detrás de Navarrete, y de otros aspirantes a la candidatura del PRD a la jefatura de Gobierno como de los que pretenden ser candidatos a la Presidencia, hay esa convicción de que en política nada es imposible. Porque, visto fríamente, con objetividad, muchos de los que se mencionan no parecen tener ninguna posibilidad, no obstante se apuntan y juegan el desgastante juego de los destapes, las frases sibilinas y los actos que son para una cosa y en realidad son para otra. Desde luego hay razones estratégicas detrás de muchas de estas aspiraciones; algunos saben que no van a ser candidatos pero simulan creer y querer y derrochan convicción porque buscan ser tomados en cuenta por quien gane para más adelante. Sin embargo, no es tan sencillo.

Es evidente que a Beltrones le zumba permanentemente en los oídos la frase de que "en política nada es imposible". Se le nota en la energía que despliega y en la forma en que aprovecha cualquier resquicio, por mínimo que sea, para figurar y para diferenciarse.

Y lo mismo se puede decir de varios de los precandidatos panistas a la Presidencia, Lujambio y Lozano, por ejemplo: nunca han ganado una elección, llevan poco tiempo en el PAN, no tienen una popularidad arrolladora y el presidente parece que ya optó por otro, sin embargo, ahí están (o estaban). Quizá es cuestión de estrategia y Lozano sólo buscaba ganarse a Cordero declinando por él, pero ¿cómo descartar que a ambos alguien les haya susurrado la tentadora frase acompañada de un "nunca se sabe" e ilustrada con convincentes ejemplos históricos?

Todos saben lo que hace falta para ser candidato de sus partidos: los apoyos que resultan decisivos, las reglas internas y lo que dicen las encuestas, pero a menudo se comportan como si lo ignoraran. Desde luego ha habido grandes sorpresas, pero las recordamos porque son la excepción. La verdad es que más allá de estrategias y cálculos, en las miradas, en los gestos que despliegan, se adivina sobre todo la fuerza de la ambición.

Denise Maerker
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador del 8 de agosto de 2011).


Las formas políticas dicen muchas cosas, muchas más de las que parece. Con los años, el desgaste de las fórmulas hace que ya no reparemos en qué significan, mucho menos en lo que dicen. Le llamamos "honorables" a los cuerpos colegiados, como los ayuntamientos o el congreso, cuando en la práctica la fama es todo lo contrario. Los políticos se dirigen los unos a los otros "con todo respeto", cuando lo menos que se tienen es eso. Pero lo más patético de las formas huecas de la política es sin duda el presidium, esta idea de que siempre tendrá que haber alguien presidiendo lo que sea, aunque en la realidad no presidan nada ni sea necesario que alguien presida.

En el discurso político el mundo se divide en 3: los honorables miembros del presidium, los "y demás funcionarios que nos acompañan", y al mero final los amigos todos. Los primeros tienen nombre y cargo, los segundos sólo cargo, el que sea pero cargo, y los terceros, los amigos todos, son los que no tienen nada, están ahí porque quieren (los menos) pero para nadie son importantes, o porque son acarreados, es decir tampoco son importantes pero tienen que llenar las sillas. Amigos todo son, pues, todos aquellos que no son amigos de nadie o lambiscones de todos.

Pero el grupo más sufridos dentro de los actos públicos es sin duda el que componen los "Ydemás". Esos tienen que ir a fuerza porque, aunque en ningún lugar lo diga y no esté dentro de sus obligaciones. En la práctica esta es su actividad principal como funcionarios públicos: asistir a los actos protocolarios del jefe. Decía don Armando Morquecho que a los informes de gobierno había que ir 10% a escuchar y 90% a que te vieran. En el caso de los actos públicos cotidianos el 10% de escuchas sale absolutamente sobrando. La función principal de los funcionarios es llenar las sillas, aplaudirle al jefe, hacerle sentir que es inmejorable y que a todos les importa lo que tiene que decir.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.1-B del periódico El Informador del 22 de agosto de 2011).


Hay políticos que jamás tendrán la aprobación de los hombres honrados. Aunque a la mayoría de ellos eso sea lo que menos les importe y lo que menos les preocupe.

Los hay que sólo se aman a sí mismos y oponen a la augusta razón de las conciencias y los deberes, su más vulgar avaricia. Los que no llevan del decoro humano ornado el sano pecho, diría el poeta José Martí.

Los hay, muchos, a quienes ciertas palabras nobles les incomodan y les provocan asco y repulsión.

En los diccionarios de sus conciencias han sido borradas con fuego de los infiernos, algunas palabras nobles que para ellos han dejado de tener sentido.

Como, por ejemplo, digno, cualidad que se le puede atribuir sólo a quien es merecedor de algo; a quien le corresponde algún mérito, a quien tiene dignidad y se comporta con ella.

Pero la palabra dignidad también les provoca contrariedades y conflictos, porque encierra en sí misma la calidad y cualidad de alguien que es digno, que se comporta con decoro, que en su vida y en su conducta atesora honestidad, recato, honra, pundonor y estimación por el bien pensar y el mejor actuar.

Hombres hay, muchos, en la política, que han olvidado los protocolos de la más elemental decencia, que encierra en sí misma las más delicadas expresiones del recato, la honestidad, la modestia, que confieren dignidad a los actos y a las palabras, conforme al estado o calidad de las personas.

Muchos impresentables e insanos personajes ya forman parte de la más célebre galería de la deshonra y de la infamia. Sus almas extraviadas vagan por los corredores de una señorial casona ubicada en Avenida Hidalgo 222, en donde el pueblo es objeto de burlas, porque se le traiciona y se le defrauda.

Deambulan desnudos, exhibiendo sus miserias, mientras el pueblo los observa con justificado recelo, desconfianza y desprecio.

Ahí despachan sus asuntos 39 diputados, entre los cuales habría unos pocos, excepcionalmente pocos, que podrían salvar sus almas, aunque presuman que en ellos está depositada la soberanía popular y crean convenencieramente que la representan. Amparados en el fuero, muchos apelan a la inmunidad de los canallas, para justificar sus más desvergonzadas y cínicas trapacerías.

Si quiere saber sus nombres, para ponerles rostros, busque en el directorio del Congreso de Jalisco.

O en su caso, si se atreven a darle la cara, pregúntele a quienes integran la Junta de Coordinación Política de la 59 Legislatura (2010-2013), máximo órgano de gobierno en el congreso local, los diputados Roberto Antonio Marrufo Torres, del PRI; José María Martínez Martínez, del PAN; Raúl Vargas López, del PRD, y Enrique Aubry de Castro Palomino, del Partido Verde Ecologista de México.

Pero si no encuentra respuestas y explicaciones pertinentes, oportunas y convincentes, escudriñe en las crónicas de los diarios y apunte sus nombres. Haga su propia lista negra, alguna que pueda tener a la vista todos los días del año, para que no los olvide y les pueda ajustar cuentas cuando busquen su aprobación y su voto, en las próximas campañas electorales.

Sólo un castigo ejemplar, en las urnas, podrá contribuir a expulsar del paraíso a tan nefasta fauna parasitaria, carente de dignidad, decoro y decencia.

El pueblo tiene el derecho y el deber de mandarlos al basurero de la historia. Son muchos los ilusos y desencantados que pensaron que ya había pasado lo peor.

Pedro Mellado
(Publicado en la pág.2 de la sección "Comunidad" del periódico Mural del 25 de agosto de 2011).


El objetivo es mejorar, pacificar o reformar al país. Para López Obrador el camino es la conquista del poder.

Que la conquista del poder sea el medio para mejorar al país es propuesta riesgosa, pues con frecuencia ha sido al revés: la situación del país se volvió un medio para conquistar el poder, no para mejorar a la nación; con igual frecuencia, quienes conquistaron el poder eran sujetos paranoicos dispuestos luego a lo que fuera con tal de mantenerse en él.

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador del 28 de agosto de 2011).


Definida como "arte de bien decir, de embellecer la expresión de los conceptos...", la Retórica, por desgracia, cayó en manos de los profesionales de la política. ¡Maldita la hora en que tal sucedió...! A partir de ahí, ese arte, asociado a la oratoria, degeneró. Su valor de uso dejó de ser el perfeccionamiento de la forma, sin perjuicio de la claridad de la idea. Los vividores de la política descubrieron que es más fácil emocionar que convencer al vulgo necio. Decidieron, a continuación, que las frases sonoras, aunque huecas, emocionan a los tontos; descubrimiento sensacional, puesto que "el número de los estúpidos es infinito". Son (¿o somos...?) mayoría, pues. Y como las elecciones no se ganan por la calidad de los conceptos, la pertinencia de los programas o la viabilidad de los proyectos, sino, simplemente, por mayoría de votos..., carambola hecha: "Apantállalos, y son tuyos".

Jaime García Elías
(Publicado en la pág.2-B del periódico El Informador del 7 de septiembre de 2011).


¿Por qué Cordero deja una de las secretarías más importantes del gabinete para lanzarse a la búsqueda del Santo Grial presidencial? Pues por la misma razón que cientos de políticos se lanzan en todo el mundo a aventuras similares: porque piensan que no hay peor lucha que la que no se hace, porque creen que algo puede pasar en el camino y que los vientos pueden cambiar, porque le apuestan a los errores del contrario, o porque creen que algún padrino poderoso puede hacer el milagro.

Jorge Chabat
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador del 13 de septiembre de 2011).


Los profesionales del más desprestigiado de los oficios, son, vía de regla, incapaces de emplear un lenguaje directo. Diestros en el arte de inventar veredas con tal de eludir los caminos llanos que prefiere el común de los mortales, los políticos utilizan un meta-lenguaje cifrado, pletórico de charadas, pródigo en enigmas, y construyen discursos que sólo resultan comprensibles (y no siempre, por cierto...) una vez que pasan por el filtro de los exégetas.

Así, lo único que al ciudadano de a pie le quedó claro, una vez que uno de los seudo-precandidatos a la Presidencia de la República hizo pública, la semana pasada, su determinación de retirarse de la contienda, es que ninguno de los argumentos que esgrimió en la correspondiente conferencia de prensa, supuestamente para justificar dicha decisión, corresponde estrictamente a la verdad... Como los buenos jugadores de póker, si los profesionales de la política muestran las cartas, es porque tienen la secreta, aviesa intención de que sus interlocutores -acostumbrados como están a que les mientan...- no les crean.

Para los profesionales de la política, todo es cálculo. Si anuncian que sacan sus canicas de una rueda, es porque tienen la intención de jugarlas en otro lado... Si proclaman, por ejemplo, su intención de "continuar trabajando" para demostrar que ellos, en lo particular, y su partido, en lo institucional, "trabajan mejor que aquellos que dilapidan los recursos en su promoción personal y que han demostrado que no resuelven los problemas de las familias de sus entidades", es obvio que su perorata:

  1. Lo pone en el grave riesgo de morderse la lengua ("el burro hablando de orejas"), pero es lo suficientemente valiente -o lo suficientemente cínico- para jugársela.
  2. Apuesta a la ingenuidad supina o a la desmemoria crónica de la generalidad de los ciudadanos.
  3. Cuando alude a "las familias" cuyos problemas se ha esforzado en resolver, no miente: está pensando en la suya, a la que no hubiera podido hacer pasar de la honesta medianía a la opulencia por la vía del trabajo honrado.
  4. Intenta actualizar el discurso del fariseo de la parábola: aquel que daba gracias a Dios "por no ser como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros...".

Jaime García Elías
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador del 26 de septiembre de 2011).


Mortifica asistir a comportamientos no sólo contrarios a la dignidad pública, sino también tristes y vacuos. Quien elige la militancia política debe ser consciente de la moderación, sobriedad, disciplina y honor que eso conlleva. La cuestión moral no es un invento mediático, sino algo muy serio.

Cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador del 3 de octubre de 2011).


Debe haber una ética de la victoria, pero también una ética de la derrota. De lo contrario se entra en la espiral viciosa de la alternancia por desalojo: la vieja tradición iberoamericana de alternancia derribando al presidente en turno, o deslegitimando procesos electorales ganados e instituidos con dificultades, dada la tradición autoritaria y personalista de nuestra política.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador el 22 de octubre de 2011).


Conforme se acercan las elecciones del próximo año nos va quedando más claro: la racionalidad del político está orientada, sobre todo, a la búsqueda de más poder. Esto no sólo por opciones de individuos o aparatos administrativos en abstracto, sino también por los obstáculos que existen en México para el diseño e implementación de programas de gobierno a largo plazo. Más allá de esto, ninguna comunidad que se precie de cuidar el bienestar colectivo presente y futuro, puede ocuparse exclusivamente del día a día y menos dejar éste sólo en manos de quienes desempeñan funciones de gobierno.

La toma de decisiones políticas y administrativas del diario es responsabilidad de los gobernantes, y para ello se les otorgan facultades y remunera económicamente. Sin embargo, en cualquier momento y lugar, y más aún en nuestro marco político e institucional, resulta fundamental que sean los ciudadanos quienes se asuman como los principales responsables del largo plazo de sus comunidades, vigilando que las políticas públicas e iniciativas sociales abonen a un mañana en sintonía con sus expectativas.

Uno de los temas que más se ha debatido en torno a la reforma política es cómo generar los incentivos para que los gobernantes contemplen el largo plazo, además de sus intereses a corto plazo. Las respuestas son variadas: reelección, periodos más amplios, servicio civil de carrera, planes de desarrollo que vayan más allá de un solo periodo. Hasta el momento sólo tenemos ideas sobre la mesa de discusión.

El tema no es de "buenos" y "malos". No es tan simple. Tiene que ver con el diseño de reglas y con presión ciudadana, que orienten a los gobernantes a pensar y actuar de cara al largo plazo. Sin embargo, aun dentro de un marco institucional propicio para que se gobierne no sólo en función del año siguiente sino de la década que viene, la tarea es de tal relevancia que tiene que ser de todos. Políticos van y vienen, cambiando cuadros y funciones. Los ciudadanos nos quedamos, siempre desempeñándonos como tales.

La comunidad que tendremos en el futuro surgirá de las decisiones de ayer y de hoy e incidirá sobre la calidad de vida de nosotros y nuestros hijos. La tarea de los políticos, por condicionamientos del entramado institucional y decisiones, está en el trabajo cotidiano. La responsabilidad de los ciudadanos es trabajar no sólo porque hoy vivamos mejor, sino para que en el futuro vivamos aún mejor.

German Petersen Cortés
(Publicado en la pág.3-A del periódico El Informador el 24 de octubre de 2011).


El pasado 5 de octubre fueron presentados los resultados del estudio Índice del Desarrollo Democrático de América Latina 2011, que la Fundación Konrad Adenauer realiza cada año desde 2002. El índice se calcula sobre la base de la medición de 4 dimensiones del desarrollo democrático, de entre las que una es "calidad institucional y eficiencia política". El estudio demuestra que estas 2 variables no constituyen activos de la cultura democrática regional.

Se explica esta debilidad en un apartado que se intitula "La enfermedad del poder".

"La escasa calidad institucional en América Latina parece directamente emparentada a lo que se conoce como síndrome de hybris (o hubris) -enfermedad de la arrogancia o borrachera del poder- (...) Los griegos fueron los primeros en utilizar la palabra "hybris" para definir al héroe que conquista la gloria y que, ebrio de poder y de éxito, comienza a comportarse como un dios, capaz de cualquier cosa (...) se trata de una patología que afecta a determinados políticos, que se inicia desde una megalomanía instaurada y termina en una paranoia acentuada".

En esta distorsión de la personalidad del hombre de poder, la corte de aduladores que a ellos siempre les rodea, tiene una importancia central. Dice el informe que los partidos políticos que impulsan esos liderazgos deberían poner énfasis "en la detección temprana de algunos síntomas, para aplicar correctivos". Cita entre otros los siguientes: "una propensión narcisista a ver su mundo como un escenario donde ejercitar su poder y buscar la gloria; una excesiva confianza en su propio juicio y un desprecio por los consejos o las críticas de los demás; un modo mesiánico de comentar los asuntos corrientes, con tendencia a la exaltación, y una pérdida de contacto con la realidad, a menudo vinculada con un aislamiento paulatino".

El caso es que esta patología de los políticos o de los hombres del poder, está afectando la institucionalidad de la democracia; y, en consecuencia, su calidad, autonomía y perdurabilidad. A los partidos-instituciones los han venido a sustituir los hombres-partido. Los ejemplos son elocuentes en toda Latinoamérica.

Quizá el término más adecuado para designar las patologías asociadas a los que aspiran o ejercen el poder, sea el de cratopatía, enfermedad que provoca adicción -similar a los adictos a alguna sustancia- tanto en las manifestaciones sádicas como masoquistas del ejercicio del poder. La sustancia que genera el cerebro y que hace que el ejercer el poder sea una experiencia placentera y adictiva se llama péptidos opioides endógenos, cuyo nivel en la sangre se puede determinar mediante un examen clínico. Para muchos políticos dejar el poder es como la muerte, por eso prefieren morir antes de entregar el poder.

Lo que daña a la política es el poder, y no la política al poder.

Javier Hurtado
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador el 10 de diciembre de 2011).


Pues empezó la desbandada de nuestros amados gobernantes que después de habernos servido hasta el límite de sus fuerzas, analizaron su trabajo, midieron comparativamente sus fuerzas y méritos con sus colegas de partido y decidieron seguirnos sirviéndonos con esa pasión de servir que los hace estar siempre buscando donde servirnos. No ignoran que habrá una bola de hocicones que van a calumniarlos diciendo que van en busca de otro hueso, por aquello de que perro que come huevo aunque le rompan el hocico, pero esto solo es dicho por esos sujetos llamados opositodo, incapaces de agradecer el enorme sacrificio que evidentemente hacen por nosotros y hasta se dan el lujo de llamarlos irreverentemente políticos chapulines, porque eso sí debemos reconocer que son multifacéticos ya que prácticamente no hay chamba que no puedan hacer.

Más tarde que temprano miles de funcionarios, de todos los partidos, de todos los colores y sabores, renunciarán o pedirán licencia por ese afán de servir. Creo que no es voluntariamente -de mensos renunciaban a los generosos estipendios que reciben-, sino que la absurda ley electoral y las propias normativas partidarias que les obligan a hacerlo, es tan absurda la legislación que pretende que los políticos no hagan política. Eso va contra su naturaleza y desde luego que burlan impunemente las reglas ya que si dictan una ley que diga que no amanezca mañana, pues va a amanecer, aunque la ley lo prohíba.

Pero no es ese brincar lo que me llama la atención, lo que me sorprende es la cantidad de brincantes, veamos, en nuestro entorno, habrá 39 diputados federales y 40 estatales; 3 senadores, un gobernador, 125 alcaldes y números más, números menos como 1, 250 regidores -todos cobrantes- pero vea usted como ahora mismo podríamos decir que aspirantes a gobernador en nuestro estado se han mencionado de los diferentes partidos -que aquí parece sólo haber 2- hay como 17 candidatos, si hubiera el mismo número de aspirantes a diputados y senadores serían como 1,394 aspirantes, y supongo que los munícipes tendrá menos mercado y digamos que hay 6 aspirantes por futuro cheque habría 12,625. Ahora que no todos los aspirantes son profesionales, que son los que piden licencia o renuncian, debe de haber una cantidad inimaginable de amateurs queriendo servir en esas posiciones.

Los candidatos son tantos que ya al rato no sé ni de qué partido son, debe incluso haber algunos buenos aunque considero que en conjunto van a ser perjudiciales para la gente.

Carlos Enrigue
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador el 11 de diciembre de 2011).


¿Qué le pasa, a lo largo de muchos años, a la que fuera la mujer apéndice, de un político mexicano? ¿Qué le pasa a los hijos de un padre que ha llegado a acumular tanto y tanto poder? Y, ¿qué le pasa al funcionario o al ex funcionario cuando esta mujer apéndice un día decide contar la verdad en el noticiario de radio más escuchado del país? Me refiero, naturalmente, a la primera emisión de Noticias MVS, conducido por Carmen Aristegui. Ayer, minutos después de las 9:00 horas, la periodista entrevistó a María Gómez Rivera, ex esposa del juez Sergio García Ramírez, candidato a consejero electoral del IFE.

La voz de María era clara y su discurso bien estructurado. Se hubiera dicho que todo lo que le dijo a Aristegui lo había rumiado durante muchos años. Articulada e inteligente como se percibía, María se refirió a aspectos muy poco conocidos de la verdadera personalidad del ex secretario del Trabajo durante el sexenio de José López Portillo. "Hoy por la mañana te escuché decir que Sergio García Ramírez podría ser consejero ciudadano, ¿cómo es posible que, después de 14 meses de una supuesta investigación, no se hayan dado cuenta de quién es realmente Sergio García Ramírez?", se preguntó María ex esposa de García Ramírez de 1961 a 1993. Sin alterarse en ningún momento durante la entrevista, María, bailarina profesional y quien trabajara con Guillermina Bravo, hizo hincapié que su ex marido no era una persona "sana" mentalmente, "porque tiene un estilo autoritario" y vivía con fármacos para dormir, despertar y mantener su "estabilidad emocional". María no recordaba si en 1991 o 92 se había visto obligada de cerrar su casa familiar "por seguridad", porque los cambios de carácter del ex candidato a la Presidencia eran brutales y estaban afectando a la familia. Entonces no presentó ninguna denuncia formal porque tuvo miedo, en esa época su ex marido era procurador general de la República. A partir de ese año, nunca más regresó a su casa. Nunca dio una pensión alimenticia. Y nunca más volvió a ver a sus tres hijos. García Ramírez no sabe que tiene siete nietos. A pesar de su "talento e inteligencia", dice María que se trata de un hombre "carente de afecto en la parte emocional". María narró todas sus vivencias y pesares en 2 libros de su autoría: Desde mi azul y Variaciones en tres tiempos.

Nunca se me olvidará una escena que presencié en los 80, cuando colaboraba en La Jornada, precisamente con la esposa de un alto funcionario. Mientras esperaba en la antesala del diario, de pronto llegó esta mujer totalmente devastada. No cesaba de llorar y de exigir, casi a gritos, ver al director del periódico para quejarse del comportamiento machista y violento de su marido. Decía don Julio Scherer que los políticos mexicanos tienen vida pública, vida privada y vida secreta. En su libro Las mujeres y el poder (Edit. Diana, 1996), María Teresa Márquez, después de haber realizado 21 entrevistas entre mujeres casadas con altos funcionarios de los sexenios de Echeverría, López Portillo y de Miguel de la Madrid, llegó a la conclusión de que las mujeres apéndice son aquellas que, además de abandonarse, sienten "la obligación de mantener la apariencia del matrimonio ideal, las infidelidades y otras presiones producen fuertes angustias, depresiones, separaciones y divorcios; dificultan -por decirlo amablemente- la vida de la mujer apéndice". Una de las entrevistadas de la autora le confesó: "yo una vez perdí la pista del licenciado un mes. Me desesperé mucho e hice una cosa horrible: fui a la oficina, cosa que no acostumbraba". Por lo general, las esposas de los políticos mexicanos no saben nada de su respectivo marido, no saben cuánto gana, no saben qué hace todo el día hasta que regresa tarde a su casa, no saben con quién come, no saben si esa mañana, muy tempranito que lo vieron salir, fue al gimnasio o a una cita muy importante; no saben si tiene deudas, si paga sus impuestos, si efectivamente tiene trabajo, si le pasa la mitad de su salario a su mamá o a una hermana muy pobre o si, de plano, tiene otra familia con hijos mayores o hasta con recién nacidos. El caso es que las mujeres apéndice no saben nada acerca del hombre con el que viven.

Por muy privada e íntima que nos hubiera parecido la entrevista de María Gómez Rivera, pienso que tuvo razón de haber contado todo lo que nos reveló. Pienso que es importante conocer cómo son de verdad los políticos mexicanos, especialmente los candidatos a puestos importantes. La ciudadanía necesita saber si los que deciden por nosotros son mentalmente sanos, si no poseen una doble moral y si son personas comprometidas y éticas. Al escuchar a María con Aristegui, ¿cuántas mujeres de políticos mexicanos actuales no habrán envidiado su osadía, pero sobre todo su entereza? Mujeres casadas con políticos cuya vida privada no es congruente con su vida pública.

Guadalupe Loaeza
(Publicado en la pág.9 del periódico Mural del 15 de diciembre de 2011).


De los líderes políticos no se espera que actúen con "caridad" sino con justicia, tampoco hacer "caridades" forma parte de su función, a menos, claro, que las hagan con su propio dinero, no con el dinero público.

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador el 18 de diciembre de 2011).


Decía el fundador de la semiótica, Roland Barthes, que en gran medida el ciudadano vota por sí mismo, o para ser más preciso, por el reflejo que de sí mismo se proyecta en el espejo del candidato.

Hoy que estamos más informados que nunca antes, ¿por qué una mayoría de actores inteligentes puede terminar votando por dirigentes tan imbéciles?

Probablemente sea necesario regresar al viejo Barthes: las razones son menos relevantes que la emotividad a la hora de enfrentarse a la papeleta en blanco.

La democracia moderna es una forma de organizar el poder que tiene como presupuesto (¿mito?) a la representación perfecta: se presupone que quienes triunfan en las urnas son una extensión del resto de la demografía.

Sería extrañísimo que un candidato tomara el micrófono y les dijera a sus seguidores: "¡yo NO soy como ustedes, comparen mi riqueza, mi color de piel, la educación que tuve, mis relaciones familiares y sociales, comparen todo lo grande que soy y la inmensa distancia que guardo con ustedes y sin embargo los invito a votar por mí!".

Tanta verdad no sería soportable. Al contrario, lo fundamental es que tal sujeto convenza en campaña a los electores sobre su enorme talento para proyectar las ambiciones, los dolores, las traiciones, la pasión, los desamores y hasta el cinismo cotidiano del ciudadano de a pie.

Un candidato que rompa la promesa de ser reflejo se volvería tan desagradable como la bruja en el cuento de Blanca Nieves. Ha de ocultar entonces todo lo que le distancia de sus semejantes y crecer hasta el límite de la ignominia las empatías entre su singularidad y la de los demás.

Hasta muy recientemente Enrique Peña Nieto era el precandidato presidencial con mejor vocación para jugar este papel. El virtual abanderado del PRI se esforzó por hacer brillar el mercurio de su cristal: joven dinámico, mesurado, eficaz, suertudo con las mujeres, amigo de la farándula, guapo, experimentado y siempre triunfador.

El suyo es un espejo más que admisible para una sociedad que desea dejar de mirarse tan amolada.

No obstante, errores como el de los libros, los proles, la tortilla, el salario mínimo, y los que en esta misma semana puedan acumularse, producen el efecto contrario al recomendable. Rompen el hechizo de la empatía y colocan a cada cual en su lugar.

Ricardo Raphael
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador el 19 de diciembre de 2011).


Opinan en Twitter

@NetasMx

Los 6,000 pesos de Cordero, 900 de salario mínimo de @EPN y los 2 pesos del Metro de #AMLO demuestran que los políticos viven en otro mundo

(Publicado en la pág.5-A del periódico El Informador el 19 de diciembre de 2011).


País latino (en crisis y harto) solicita "Presidente/Estadista" con las siguientes características: Ambos sexos (uno, de preferencia). Mayor de 45 años. Casado (porque los solteros se casan con cada enana que...). Que su mujer sea guapa (porque lo que no le haga a su pareja, se lo hará al pueblo). Apartidista (que tenga a Castro, Bush y Ratzinger bien catalogados). Doctorado en leyes, economía o administración pública (pero sobre todo en "sentido común"). Conocedor de la verdadera historia de México (para que no se la pase venerando héroes inventados). Que conozca a fondo nuestra geografía (que haya viajado en coche por nuestros freeways incompletos y haya pagado las exorbitantes cuotas de peaje). Honrado, bilingüe y que lea libros (no comments). Agnóstico (ni mocho ni ateo). Que haya encabezado alguna asociación de caridad (que esté enterado que hay muchísimas carencias). Que, sin complejos, pueda viajar por tierra (porque luego la neblina mexicana tiene montes adentro).

Conocedor de tradiciones y costumbres de la cultura mexicana (las buenas y sobre todo las malas). Experto en relaciones internacionales (nada de ¡Comes y te vas!) Que sea un conciliador de ideas e intereses (eso se llama "diplomacia"). Que pueda reunir a un grupo de colaboradores talentosos (mancos de preferencia, para que se les resbalen las ligas), y que sepa supervisarlos (eso se llama "liderazgo"). Que no dude en aplicar la ley y la fuerza pública con mano dura a mafias, líderes charros, manifestaciones pagadas y monopolizadores millonarios (eso se llama "tener dos pantalones bien puestos"), y no ser socio de ninguno de ellos. Tener una familia consolidada y moral (y que sus hijitos no usen el twitter).

Que haya sido todo esto: Empleado de una empresa internacional (o sea, que sepa trabajar). Empresario privado (conocedor del viacrucis que es lidiar con el gobierno y la banca). Funcionario público (y sepa cómo eliminar la obesidad burocrática). Agricultor o ganadero (que entienda que la Reforma Agraria ya no funciona). Egresado de una universidad de primer mundo (para que sepa lo que es un verdadero maestro y un verdadero estudiante). Que sea hijo único (o sea sin hermanos "incómodos"). Que ya sea rico (pa' que no se robe las partidas secretas). Que ya haya sido poderoso (para que no se vuelva loquito al cuarto año de gobierno).

Y por favor, sin complejo de predicador (pa' que no nos aviente discursitos todos los días. Un mudo sería el candidato ideal).

Somos 110 millones de pelaos, ¿no habrá tan siquiera uno así?...

Alberto Martínez Vara
(Publicado en la pág.6 del periódico Mural del 5 de enero de 2012).


Aunque desapareció de entre los vivos apenas en el año 2000, los escritos de la señora Ikram Antaki parecen haber surgido apenas ayer de su pluma. Entre sus muchos volúmenes dedicados a difundir el conocimiento, hay uno que tituló, simplemente, Historia.

Uno de los capítulos del libro lleva por título la interrogante "¿Es posible gobernar bien a los hombres?".

Entre los párrafos se lee la siguiente descripción: "Para administrar el gobierno, buscó a los hombres de negocios con capacidad, así como a los juristas. Encargó a un procurador del tesoro descubrir la corrupción y el fraude en el pago de los impuestos: de esta medida resultó un aumento de las entradas sin que hayan subido los impuestos (...), se ocupaba directamente de la administración. Se puede decir que bajo su mandato gracias a su actividad personal y a la ayuda de una organización perfeccionada el país fue mejor gobernado que en otros tiempos".

La descripción de Ikram Antaki, que parece encarnar el ideal para los mexicanos y los jaliscienses en estos meses de precandidatos y aspirantes a gobernantes, es la de un hombre que vivió del 76 al 138 de nuestra era: Adriano, emperador de Roma.

Antaki estudió numerosos historiadores para concluir que Adriano es el mejor gobernante que tuvo Roma y por tanto, quizá uno de los mejores gobernantes que hayan tenido los hombres.

¿Hay moraleja?

Salvando las distancias temporales y las diferencias históricas, sí: los mecanismos básicos de gobierno, aún en sociedades tan complejas como las actuales, son los mismos de antes. Los mexicanos llevamos años gastando recursos y perfeccionando reglas para elegir a quienes gobiernan, pero ellos no han mejorado su desempeño.

Gobernantes como Adriano no nacen todos los días, es cierto, pero es posible provocar las condiciones que permitan el surgimiento de hombres y mujeres preparados para sostener un sistema de leyes y gobierno que responda a la realidad y las necesidades de los mexicanos. Seguramente esas personas ya están aquí y sólo necesitan la oportunidad de hacer lo que saben.

A los muchos candidatos les viene bien otra anécdota sobre Adriano en el mismo libro: en el apogeo de su poder, una mujer le solicitó atención. "No tengo tiempo", respondió. Ella gritó cuando se iba: "¡Entonces deja de ser emperador!". Adriano, el poderoso, volvió sobre sus pasos y cumplió su deber.

¿Alguien puede calzar esas sandalias?

Jorge Octavio Navarro
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador el 24 de enero de 2012).


"Por qué los políticos se salen con la suya al mentir", sería una traducción coloquial a la cabeza de la sección de debate del The New York Times del domingo (Why politicians get away with lying). "Los niños son enseñados a decir siempre la verdad", dice el profesor de Comunicación de la Universidad de Texas-Austin, Matthew McGlone, en su texto Medias verdades y otras fracciones de la verdad. "Los periodistas son obligados a reportar sólo la verdad. Y los testigos en los tribunales juran decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Como si fuera tan simple", remata McGlone, como introducción a su propuesta de que "el público reconoce que la política está llena de áreas grises, mismas que los políticos siempre tratarán de presentar en blanco y negro", en favor de sus intereses.

Cuando las mentiras se convierten en la norma, el título de otro texto aportado al debate del The New York Times, podría aparecer también a la cabeza de las notas publicadas entre ayer y hoy en México para ocultar el sistema de espionaje descubierto en la Cámara de Diputados, o para concentrar en un chivo expiatorio la evidencia de que el gobierno panista de Sonora amenaza con despedir a quienes no voten por Ernesto Cordero para la candidatura presidencial del PAN.

Este texto es de Sissela Bok, la autora de un libro que trata la mentira como opción moral en la vida privada y en la pública, y sostiene que los políticos mienten cuando con ello pueden salirse con la suya, esperando que suficientes sean engañados y que no haya demasiados que se lo echen en cara.

El texto del lingüista de Berkeley G.Lakoff, titulado Las mentiras y los conservadores que las aman. Lakoff concurre al room for the debate del The New York Times sosteniendo que los políticos de esta filiación "mienten para proteger o hacer avanzar una empresa moral, como invadir Iraq o recortar beneficiarios de la seguridad social". La afirmación podría aplicarse a la "empresa moral" en que el PAN ha convertido su estrategia para perpetuarse en el poder y evitar así que regresen o lleguen los inmorales.

Finalmente, enfrentados al clientelismo mediático empresarial polarizado en estos días entre los negocios de las grandes televisoras y los del monopolio telefónico, los políticos parecieron aplicar al pie de la letra la contribución de Harvard, en un texto de Michael Norton y Todd Rogers, titulado ¿Por qué mentir si puedes evadir?

Los políticos están en mejores condiciones para responder a lo que no se les ha preguntado que para responder a las preguntas que se les hacen, sostienen estos académicos.

José Carreño Carlón
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador el 25 de enero de 2012).


Debemos fijarnos más en la lógica del poder que en la lógica política. La lógica simple nos diría que todos los integrantes del PRD buscan lo mismo y se apoyan, lo mismo que los que forman parte del PRI o del PAN, pero si analizamos un poco las cosas veremos que la realidad es diferente.

Hablemos del PRD; por ejemplo Marcelo Ebrard resultaría fortalecido si pierde Andrés Manuel, ya que el liderazgo de las izquierdas naturalmente pasaría a sus manos al perder por segunda vez la Presidencia López Obrador, por lo que hay incentivos negativos en este partido en términos de poder.

En lo que respecta al PAN, por los últimos acontecimientos podemos entender que el presidente Calderón apoyaría de manera decidida a Ernesto Cordero si resulta candidato, pero se puede prever que no actuaría igual si alguien más resulta ganador en la contienda interna, ya que su poder se diluiría o desaparecería, como es sano y normal en cualquier democracia. La continuidad que ofrece Cordero debemos entenderla en términos de poder y no de programas. De ser la candidata Josefina Vásquez Mota, no sería una locura pensar que Felipe Calderón preferiría que ganara el candidato priista; pregúntele a Vicente Fox qué tal le fue en este sexenio de Felipe Calderón.

Ana María Salazar
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 28 de enero de 2012).


Muchos lectores me han dicho que no sea tan amargoso con lo electoral, que hay muchas personas entusiasmadas por las elecciones, que no coinciden conmigo en que esto es un big brother presidencial, que es una verdadera fiesta democrática y que los candidatos son personajes extremadamente capaces, lo que consigno a pesar de no compartirlo y de verdad me da gusto que todos podamos elegir si siguen o no el evento.

Me llama la atención que según sus declaraciones todos los candidatos o precandidatos o aspirantes de candidato o simplemente ganosos por el hueso afirman que ellos van a ganar, esto sin importar que haya muchísimos tiradores para lograrlo y es que como Enrique IV pueden decir que París bien vale una misa, lo que me gustaría sería que una vez ganado el nombramiento se entrevistara a los perdedores para saber por qué perdieron y cómo se van a acomodar hasta la siguiente, donde les renacerá el amor por sus semejantes.

También es notable que no he oído que ninguno declare que quiere la chamba porque está muy bien pagada o porque le gusta el poder, todos declaran que los abrasa esa pasión por servir al infelizaje y esto podemos leerlo de dos maneras: uno que a los candidatos no ocupan la lana dando la razón al profesor Carlos Hank González a quien se atribuía aquello de que un político pobre es un pobre político y una segunda lectura también posible el que los candidatos sean unos seres superdotados que no comparten nuestras pedestres ambiciones. Aunque las declaraciones son de amor, los roces parecen de verdad.

Lo que resulta especialmente divertido son los eslóganes que algunos candidatos usan en sus campañas, algunos podrían a llegar considerarse como sugerencias pornográficas, hay una campaña en que el eslogan parece ser "así o más cerca" y hay otra que dice "muévete con fulana, por atrás nada" como que se oye medio raro, sin embargo la gran mayoría de proclamas son bastante sosas.

Si se es tan desconfiado con las encuestas como yo lo soy, pues considero que no se sabe bien cómo van a quedar y podemos decir poco deportivamente que gane el menos malo, porque buenos no va a haber.

Carlos Enrigue
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador el 5 de febrero de 2012).


La política se distingue de la administración en el sentido de que la primera es pasión, vida, valores, convicciones; y la segunda el frío cálculo de medios y fines sin detenerse mucho a pensar en las consecuencias humanas de las decisiones. Por eso, debe procurarse que la política determine la administración y que el burócrata esté supeditado al político, y no al revés.

En la actualidad, junto a lo anterior prevalece una nefasta confusión: la existente entre política y "grilla". Diego Valadés distingue: "Operador es el grillo: político el conductor, y estadista el constructor". Dice -y dice bien- el problema de México es que sobran los primeros y los últimos brillan por su ausencia.

Algo que contribuye a las confusiones es que en el idioma castellano política es un concepto único con múltiples acepciones. En cambio, en el inglés el concepto polity implica al Estado y a la disciplina (estadista); policy son las políticas que se aplican (ámbito del político) y politics es el proceso (ámbito del "operador", y la "grilla").

La famosa "operación política" en el mejor de los casos debería ser un despliegue natural del desarrollo de la propia actividad política (politics), pero no su contenido sustantivo (policy o polity). La buena política debería ser la búsqueda de consensos y acuerdos en torno a un proyecto de construcción de bienes públicos, y no la burda conciliación de intereses personales (cuando funciona). Cuando los "operadores" predominan en la política es como si los burócratas dirigieran a los políticos.

En estas épocas de campañas y definición de candidaturas la política pereciera estar atrapada entre la "operación política" y las encuestas.

Cuando las candidaturas se definen con base en la "operación política", y esta falla, resulta difícil no sucumbir a los chantajes y caprichos personales, o dejar de entrarle a la feria de los reintegros. Cuando se determinan con encuestas cuenta más la popularidad que las ideas y se abona a la desinstitucionalización de los partidos políticos.

Así, se ha confundido popularidad y liderazgo político. Una cosa es ser conocido y otra ser reconocido. El reconocimiento público de una persona debe ser consecuencia del buen desempeño de un político; pero, la popularidad no puede ser un criterio para reclutar políticos o candidatos.

Una candidatura se puede ganar con encuestas, pero una campaña se puede perder cuando predomina la "encuestitis" y la "operación política". En una campaña no sólo deben contar los "amarres políticos", sino sobre todo los proyectos y las ideas (polity y policys), que a final de cuentas es lo que el electorado valora.

Las encuestas deberían estar prohibidas como método para definir candidaturas (hacerlo es como si los jueces se eligieran por elección popular), además de que en ocasiones fallan. En vez de encuestas, lo que debería aplicarse son evaluaciones y exámenes para definir candidatos.

Javier Hurtado
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador el 11 de febrero de 2012).


Baile de máscaras. Así se desarrollan las campañas electorales en varios países que tendrán este año comicios para elegir a sus gobernantes.

Aquí todos bailan buscando llevar al electorado a su ritmo: seducir en una fiesta en donde el verdadero rostro se oculta. Mostrarlo implica revelar las verdaderas intenciones.

Y ahí están, los candidatos creyéndose ser los mejores bailarines. No importa el país ni la tendencia política. Ya lo advertía Juan Cruz en su opinión del domingo pasado.

En ella, bajo el título de Ego del político, el fundador del diario madrileño nos recuerda que los "políticos exhiben sin pudor alguno el ego del que están dotados".

Juan de la Cruz pone el dedo en la llaga: "Ese ego infinito (yo soy mejor que el otro) se sublima en las contiendas electorales. El otro es peor, vótame a mí que lo haré divino. Se llenan las calles de eslóganes autosatisfechos".

Horacio Besson
(Publicado en la pág.38 del periódico Milenio Jalisco del 17 de febrero de 2012).


Así también en las magistraturas políticas, cuando la ciudad está constituida sobre la base de igualdad y semejanzas entre los ciudadanos, éstos estiman que deben mandar por turno. Este es el sistema natural que fue adoptado en los primeros tiempos, cuando cada uno pensaba deber servir por turno a la ciudad, y que después debía otro ver por su bien, así como él mismo, cuando gobernante, había visto por el bien de aquél. En la actualidad, por el contrario, a causa del provecho que se retira de los fondos públicos y del poder, quieren estar continuamente en el poder y no perseguirían con más empeño los cargos públicos si no estuvieran afectados de una enfermedad que solo puede curarse con la continuidad en el poder.

Aristóteles
(Política, libro III, capítulo IV).


¿Por qué es tan importante que un líder pueda legitimar su trabajo? Porque en una democracia ya no se puede hacer uso exclusivo de la fuerza para imponer el liderazgo como se hacía en el pasado.

El famoso consultor político estadounidense Dick Morris señala: "El liderazgo es una tensión dinámica entre a dónde piensa un político que debe ir su país y dónde quieren ir sus votantes". Esto contradice la definición tradicional de liderazgo, donde una persona lleva la batuta y guía a los demás a los que supuestamente tiene la responsabilidad de representar.

El líder político y social en una democracia, ya sea el secretario general de un sindicato, el presidente de una cámara, un diputado o el mismo Presidente de la República, es, en términos reales, un empleado del electorado. Sin embargo, este simple hecho nunca fue reconocido por los líderes jurásicos y frecuentemente es olvidado por los líderes modernos.

La definición del gurú en temas de liderazgo de Harvard Stephen Heifetz, de que el líder "moviliza a la gente para que enfrente sus problemas", se ajusta más a la realidad de cómo debe ejercer su trabajo. Si un líder no tiene credibilidad, no podrá movilizar a las masas, no podrá crear los consensos y su trabajo siempre será cuestionado, especialmente en momentos de crisis. Para el líder social y/o político, su credibilidad depende de qué tan capaz sea de promover ideas o proyectos, y de convencer y negociar para crear consensos.

¿Cómo se legitiman? Esto es un tema difícil, especialmente cuando estamos hablando sobre la credibilidad de los líderes políticos mexicanos. Francesco Alberoni en El Arte de Liderar, nos recuerda que "el sociólogo Max Weber identificó 3 tipos de poder legítimo: el tradicional, pensemos en el patriarca; el carismático, pensemos en este caso en el jefe del pueblo; y el poder legal, en el que el poder deriva del respeto por los procedimientos indicados por la ley y que para el mundo moderno sería el más importante".

En el caso de los líderes políticos, la capacidad de ejercer el liderazgo depende en gran medida de que las personas que supuestamente van a gobernar acepten que el proceso de selección estuvo apegado a las reglas acordadas. La importancia del proceso de selección, en este caso de elección, es fundamental para el éxito del líder político en una democracia. La percepción de la importancia del proceso en parte explica porqué en las elecciones de un líder político, ya sea el presidente de la escuela o el presidente de un país, impacta considerablemente en su capacidad de gobernar o liderar su grupo.

"Una vez respetados los procedimientos legales, nadie puede poner en duda su legitimidad y todos aquellos que forman parte de la organización los deben acatar", nos dice Alberoni. Es tal la importancia de la percepción del proceso legal que ello explica la razón por la que el PRI llevaba a cabo elecciones y buscaba dar la apariencia de que el proceso electoral era legal, competitivo y transparente, a pesar de que era todo lo contrario.

No obstante un líder al que se percibe como ilegítimamente electo puede recuperar su credibilidad con el tiempo, pero requiere enormes esfuerzos que le robaran la atención y el tiempo a sus otros objetivos y programas.

Otro aspecto fundamental que legitimiza al líder es que sea congruente en sus ideas, en sus posiciones y en su estilo de liderazgo. Las personas tienen que tener confianza en que la percepción que tienen de su líder es la correcta y que no cambiará o cambiará poco.

Pero la credibilidad del líder también depende de que él o ella sepan interpretar cuáles son las necesidades de las personas. A diferencia de otros tipos de líderes, el político tiene una dificultad enorme: definir qué es lo que quieren sus "patrones".

Adicionalmente, existen contradicciones tras contradicciones acerca de las necesidades de los electores, estos "patrones" no sólo no tienen sus prioridades claramente identificadas, sino que tienen intereses que chocan entre sí. Entonces, ¿cómo servir adecuadamente al electorado si no se entiende lo que éste quiere? Por esta razón no sorprende que muchos políticos simplemente hagan nada. Pero una persona políticamente ambiciosa sabe que ésta no es una opción real.

Finalmente la credibilidad de un líder se fortalece si hay congruencia en su imagen personal.

Ana María Salazar
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 3 de marzo de 2012).


Candidatos bailando al son del estado que visitan, abrazando a todo tipo de personas, con traje, de guayabera o en mangas de camisa, con colores serios o frívolos, enojados si denuncian, con expresión beatífica si prometen, con cara del justo juez si condenan, con suaves movimientos de manos y brazos si buscan seducir, con ademanes violentos si prometen castigar, poner fin a la corrupción, aplastar la impunidad, todo un arte que hace palidecer a los mejores actores. Y enseguida el escalafón de los saludos, de los apretones de manos, de las palmadas, de los aplausos, gritos, pancartas, banderines y toda la parafernalia electoral, siempre con una firme apuesta por la palabra emotiva, dirigida a un pueblo emotivo y sentimental, que se guía por las urdimbres del corazón, no por las neuronas del cerebro.

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.6-B del periódico El Informador el 15 de abril de 2012).


El ejercicio de la política es la mayor y más poderosa fuente del agnosticismo mexicano. Todo lo que estamos oyendo en las actuales campañas no es sino la inveterada repetición de una técnica: el arte de prometer, y de un recurso: larga serie de ofrecimientos que se nos hacen a tenor de las limitaciones más sentidas del momento presente: seguridad, desempleo, obra pública, pobreza y empobrecimiento.

Como luego de tantos y tantos sexenios de promesas incumplidas, resulta realmente muy difícil seguir prometiendo, hace algunos años inventaron los imaginativos candidatos o sus desinteresados asesores, el recurso a los compromisos notariados; trabajo que desde luego muchos otros ni siquiera se tomaron, por más que con ello pudieran dar trabajo a los notarios. Prometen lo mismo pero ahora se obligan a cumplirlo en acta pública, con todo el rigor y la obligatoriedad que puede darle un señor notario. No sabemos si en esas actas estipulan las sanciones a que se harán acreedores en caso de quedar mal, pero a fin de cuentas lo que prometen, sea cual sea la forma en que lo hagan, no llena ya las aspiraciones de la sociedad mexicana, harta de discursos y placebos que solamente han prolongado y agravado los males endémicos que padecemos.

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.12-B del periódico El Informador el 29 de abril de 2012).


Los políticos hablan mal de la política, muchos ciudadanos hablan mal de los políticos, algunos periodistas hablan mal de los partidos y todo el sistema se va cubriendo de una noción de podredumbre que hace que los individuos que se dedican a ello sean personajes que de entrada están dispuestos a ser sucios.

No se me malentienda. Criticar a un político que desacata a la Suprema Corte forma parte de la fiscalización pública. Cuestionar, desde cualquier trinchera (ciudadana, periodística, académica o política) a un partido por sus propuestas ideológicas es saludable. Señalar con el dedo al funcionario corrupto es indispensable, pero no es lo mismo hablar mal de ese partido, de ese político o de ese funcionario que decir que la política no sirve, que los políticos no valen, que los partidos no funcionan. ¿Cuántas veces no ha entrado un ciudadano bien intencionado a la gesta electoral colaborando con la podredumbre al decir que hay que mandar a todos los políticos a la basura?

Y la política no se merece eso. La política es quizá la más noble de las tareas humanas; implica servicio y entrega al futuro colectivo. Lo que debe indignar es que alguien la ensucie con sus actos y la denigre con sus palabras, porque entonces puede suceder que un empresario como Salinas Pliego considere que el debate presidencial no merece transmitirse en su canal. Y nadie puede culparlo: lo han enseñado, como a todos los mexicanos, que el futbol tiene dignidad (y sí, sí la tiene), mientras que la política es, si acaso, "el arte de tragar mierda sin hacer caras". Y no, no es eso la política.

Ivabelle Arroyo
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador el 2 de mayo de 2012).


El lenguaje político no se aventura con la verdad ni con el arte, pues la mayoría de ellos no están interesados en la verdad (y mucho menos en el arte), sino más bien en el poder y en cómo poder alcanzarlo y en otros mantenerlo. Ellos saben que, para mantenerse en el poder, es necesario que la gente ignore la verdad, aunque sea la de su propia vida. Entonces, lo que escuchamos, no son más que las ilustraciones de un enorme tapiz tejido con puras mentiras.

Harold Pinter, Premio Nobel de Literatura en 2005
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador el 12 de mayo de 2012).


Al gobernar, aprendí a pasar de la ética de los principios a la ética de las responsabilidades.

Felipe González, ex presidente de España
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador el 12 de mayo de 2012).


El líder tiene ciertas características, habilidades y conocimientos y si lo queremos resumir en dos palabras, podemos decir que los líderes son los que nos guían e influyen de tal manera que los demás siguen con gusto las acciones que proponen, muchas veces, inspirados por su visión.

Para que esto suceda los líderes deben tener en su haber por lo menos cuatro características que sumadas nos dan el nivel de liderazgo que puede tener. Estas son: carisma, prestigio, inteligencia política e inteligencia emocional y el orden de los factores no afecta el resultado.

Los líderes tienen ciertas habilidades y conocimientos para que puedan ejercer su liderazgo de manera efectiva. Normalmente los adquieren en la universidad (sin que importar que sea la Universidad de la calle) y éstas son: el trabajo en equipo; saber negociar; poder influir, inspirar y motivar tanto a sus pares como a la tropa, sobre todo, si tienen una visión, un sueño a satisfacer y que la usan de bandera, pues es el motor que los llevará visiblemente al frente; deben poder señalar y enfrentar los problemas complejos. Parafraseando a Hamlet, puede uno decir que hay que saber «enfrentar el mar de calamidades y enfrentándolo resolverlo». Un líder, si tiene una visión, imagina el futuro e imaginándolo, hace los cambios necesarios para enfrentarlo.

Pero como el liderazgo lo ejercen los seres humanos y estos cambian y se transforman con el tiempo, por eso, su liderazgo pasa por diferentes etapas que van desde el liderazgo egocéntrico ejercido en beneficio propio, antes de pasar al triunfador que empieza a apreciar a los demás hasta que madura y llega a ser un líder al servicio de la sociedad que sólo busca que mejore.

Martín Casillas de Alba
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador el 19 de mayo de 2012).


Muchas caras espectaculares y propaganda, pero nada de fondo. Los verdaderos políticos están en extinción. Ahora son chambistas, urgidos de poder junto con todos los beneficios que trae.

Podemos decir que la verdadera clase política está en crisis. Igual cualquiera llega a ser candidato, sin la más mínima preparación o experiencia, que a veces, por tener un rostro comercial, que parece al de un auténtico político, puede llegar a gobernar.

Un buen discurso político, con sustentos filosóficos, con un análisis claro de la realidad nacional, brilla por su ausencia y se pierde en vanas propuestas.

Estamos generando vacíos, gente hueca, arribistas sin fuero intelectual, aventureros que quieren una probadita de curul y sus privilegios.

La ideología y la cultura escasea y se hace cada vez más pieza de museo.

Basta con oír hablar a muchos, porque si hay quien se escape a tanta vacuidad, para darnos cuenta del pobre nivel que muestran las huestes de aspirantes a servir al pueblo.

Estamos en el juego de las apariencias y las simulaciones.

Me preocupa admitir que todos tenemos que aceptar que esos son los candidatos que produce el sistema, son los que llegan. Allí están, dicen propuestas como verdades y muestran su estupidez con elegante ignorancia.

No puede ser que tiremos el dinero del pueblo, que urge en otras áreas, para repetirnos cientos de veces el mismo mensaje. Basta con unos cuantos, las mentiras dichas mil veces las podemos acabar creyendo, pero las burradas no. Esas acaban por torturar la mente y por generar rechazo e indiferencia.

Nos han ganado las apariencias, tenemos que fingir que estamos construyendo nuestra incipiente democracia y todo sin realmente un verdadero fondo. Una estructura que tenga sólidos cimientos. Estamos ante un gran tigre de papel, propenso a desaparecer en cuanto pase el día de las elecciones. Gastamos nuestro tiempo y dinero.

Queremos construir una democracia con verdaderos políticos, no con viles imitaciones.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.7-B del periódico El Informador el 7 de junio de 2012).


No creo descubrir el hilo blanco si digo que todas las guerras que en el mundo han sido han tenido en el fondo una causa de pura índole económica. La de Troya, por ejemplo, que el ilustrísimo colega Homero atribuyó al rapto de la bella Helena, tuvo su origen en un motivo menos romántico: el dinero. Los griegos, que antes de ser filósofos fueron piratas, ansiaban cobrar ellos el derecho de paso de los barcos que debían recalar por fuerza en Ilión, y que enriquecía a los troyanos. Olvídense ustedes de amores y de odios; de héroes y malvados; de dioses y de diosas: dinero, dinero y nada más. Las Cruzadas, esas bárbaras guerras llamadas santas, hechas bajo el signo de la cruz, fueron en verdad una lucha por el control del comercio entre Oriente y Occidente. La Segunda Guerra, la de las patrióticas películas de Audie Murphy, Clark Gable y John Wayne, la del combate heroico por la democracia y la libertad, fue igualmente un enfrentamiento a muerte por los mercados europeos y asiáticos. En nuestros tiempos la guerra de Iraq fue la guerra del petróleo. Y así ad nauseam. Una elección presidencial es una guerra. En su fondo, por tanto, está la economía; quiero decir el dinero. Unos poderes económicos apoyan a este candidato, otros a aquél, porque suponen que es el que más favorecerá sus intereses. En la actual coyuntura electoral de México el duopolio televisivo apoya a Peña Nieto, y quienes quieren tener acceso al gran mercado de la televisión favorecen a López Obrador. Ideales y principios no cuentan para nada; tampoco cuenta el interés de México y de los mexicanos. Importa sólo el apetito de más dinero y más poder. La única que no tiene esos interesas atrás de ella, pienso, es Josefina Vázquez Mota, en cuya candidatura y campaña veo un sustrato ético que no advierto en los otros candidatos. Por eso precisamente ha caído hasta el tercer lugar; por eso hasta los suyos le están dando la espalda: porque en esto, vuelvo a decirlo con tristeza, la ética, los ideales o principios, no tienen cabida. Maquiavelo era un cabrón bastante maquiavélico. (Perdonen mi francés). Pero era un cabrón con gran sentido de la realidad. Y él dijo que en la política no cuentan los principios, sino los fines. El primero de julio, cercana ya la medianoche, sabremos posiblemente quién ganó la elección presidencial. Es decir, sabremos cuáles ricos y poderosos seguirán ganando más, y cuáles poderosos y ricos ganarán un poco menos. El dinero, queridos 4 lectores míos. El dinero... Sombrío pensamiento el tuyo, columnista. ¿Acaso ha desaparecido ya el ideal? ¿Dónde está el nacionalismo revolucionario? ¿Qué se hizo aquello de "una patria ordenada y generosa?". ¿Y lo de la lucha por el proletariado?

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(Publicado en El Siglo de Durango en línea del 7 de junio de 2012).


¿Qué es lo que motiva realmente a las personas que utilizan el privilegio ciudadano y el cobijo constitucional para postularse y ser electas a un cargo de elección popular? ¿Por qué quieren ser servidores públicos? ¿Realmente dimensionan lo que implica serlo? ¿Quisieran seguir siendo servidores públicos si la sociedad les disminuyera sus privilegios?

Podrían imaginarse quienes hoy se postulan recibir un sueldo equiparable al de cualquier persona en igualdad de circunstancias laborales, pagar sus propios viajes, sus comidas, sus cuentas de celulares; sin asesores, sin escoltas, ¡sin el seguro de gastos médicos de gama alta! Esto por decir lo menos, no quiero adentrarme en el universo de beneficios contractuales a desarrolladores, IP, etc.

Debiéramos cambiar las reglas del juego para que en un futuro, quien quiera ser servidor público, cualquiera que sea su género, sea un(a) mexicano(a) que su razón de existir sea sólo servir a México, servir a la sociedad.

Luis H Soto Toussaint
(Publicado en la pág.4 "Cartas del lector" del periódico Mural del 21 de junio de 2012).


El secreto que comparten Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador, Josefina Vázquez Mota, Gabriel Quadri y todo aquel que se precie de ser político, es que ninguno de ellos odia tanto a su adversario como muchos de sus fieles seguidores.

Como cualquier profesional de la simulación, despotrican, denuncian, se mofan y aveces hasta insultan a sus contricantes y a todos los que viajan en su auto, para después, con la mayor facilidad del mundo y sin que usted lo imagine, hablarles con la mayor confianza, concertar reuniones, disfrutar de charlas y compartir alimentos. De su cajuela o guantera sacan otra cara; en ellas guardan su disposición o encono para disponer de ellos cuando más le convega. Un compartimento multiusos de donde un día sale un compromiso y alianza con su peor enemigo y en otro una revelación que perjudica al mismo que ayer le dieron la mano.

Las peleas entre diputados en plena cámara son sólo una puesta en escena de momento, una consecuencia del caldeo de ánimos que más adelante será una divertida anécdota compartida incluso en fiestas íntimas.

Ese es su trabajo y los presidenciables lo hacen muy bien, con plena conciencia de que una persona que hoy les resulte indeseable, en pocos años o incluso meses, tal vez mañana, sea un magnífico aliado aunque represente todo el ‘mal’ contra el que despotricó y al que juró vencer en una cruzada sin descanso.

Usted merece saberlo, porque en todos estos días ha defendido a un candidato de tal manera que su entorno ha cambiado, seguro se ha viciado y quizás muchos cercanos a usted, algunos de seguro muy queridos, lo han dejado. Merece saberlo porque lo que ha hecho y defendido con ahinco y espíritu es algo que ninguno de los presidenciables haría por usted. Aunque hoy, en campaña le juren o le hagan creer que sí. No lo olvide, se dicen personas comunes y corrientes, pero su mayor secreto, es que no lo son. Son politicos profesionales. Y su trabajo es decirle lo que usted necesita oir.

Miguel Ángel Castillo
(Publicado por Yahoo! Noticias del 22 de junio de 2012).


Los estudiosos de los conflictos han observado las estrategias aplicadas por algunos grupos que participan en los escenarios políticos de México, pretenden reivindicar los derechos políticos, laborales o sociales que enarbolan en sus luchas las organizaciones con las que se involucran. Practican la máxima "el fin justifica los medios".

Utilizan recursos retóricos para convencer a sus seguidores. Sostienen que una mentira dicha miles de veces, termina por ser verdad. Su argumentación para persuadir toma elementos de la realidad cotidiana y lleva a la población a razonamientos audaces que, aunque se identifican con la realidad, no presentan las causas de los problemas, sino los efectos, de los cuales se responsabiliza al adversario político.

Las observaciones permitieron definir los pasos que los grupos utilizan para desestabilizar a sus oponentes, son doce y fueron identificados en procesos electorales, movimientos estudiantiles, huelgas sindicales, manifestaciones y otros, se llama Modelo de Provocación y son:

  1. Descalificar a la autoridad sembrando la duda acerca de la honorabilidad de sus actos y la legalidad de sus determinaciones.
  2. Ubicarse en el escenario político como víctima.
  3. Crear problemas de índole legal, amplificándolos a través de los medios de comunicación y culpar de ellos al adversario.
  4. Anunciar fraudes y culpar a las autoridades de su posible consumación.
  5. Generar violencia y culpar a las autoridades de ella.
  6. Intimidar a la autoridad, amenazarla con paros, manifestaciones y toma de instalaciones.
  7. Presentar demandas que de antemano se sabe no serán satisfechas por la autoridad, a fin de acusarla de intransigente.
  8. Señalar al gobierno como autoritario e intolerante.
  9. Promover una corriente de opinión pública que califique al provocador como portador de la razón.
  10. Denunciar a los medios de comunicación como corruptos, cuando no apoyan la causa.
  11. Motivar expresiones de simpatía de parte de miembros distinguidos de la comunidad.
  12. Presentarse como perseguido político por causa de su lucha.

Para que los provocadores tengan éxito, es necesario que los provocados reaccionen, es la única manera de continuar su escalada, misma que deben justificar ante la opinión pública. Es importante la manipulación que los provocadores hacen de los medios de comunicación que, en ocasiones, actúan como amplificadores del conflicto y se levantan como defensores de las causas que consideran noticia. Cualquier parecido con la realidad actual, no es coincidencia.

Enrique Pérez Quintana
(Publicado por Yahoo! Noticias del 4 de julio de 2012).


En la clase de Latín de don Rafael Salinas, maestro mío en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, aprendí de memoria las primeras sonoras frases de las "Catilinarias", de Marco Tulio Cicerón. Puedo decirlas todavía, y repetir las palabras indignadas con que el gran orador encaró al ambicioso Catilina, quien intentaba imponer a toda costa su voluntad sobre la sociedad romana. Recordemos: "Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? Quam diu etiam furor iste tuus nos eludet? Quem ad finem sese effrenata iactabit audacia?...". Traduzco libremente: "¿Hasta cuándo, Catilina, seguirás abusando de nuestra paciencia? ¿Por cuánto tiempo más esta locura tuya hará de nosotros tu juguete? ¿Cuándo por fin acabará tu desbocado atrevimiento?...". Lucio Sergio Catilina aspiraba por segunda vez a ser cónsul de Roma, vale decir su gobernante. Ya había perdido la primera elección, y perdió nuevamente la segunda. Se propuso entonces hacer presión sobre las instituciones, con lo cual puso a la ciudad en estado de permanente agitación. Cicerón lo denunció en su vehemente discurso, y al final la intentona del sedicioso fracasó. La República volvió a la paz, y quedaron a salvo sus instituciones. Hay quienes han pretendido justificar a Catilina. Trotsky, por ejemplo, vio en él a un luchador social que "trataba de renovar la caduca sociedad romana". Sin embargo Jerónimo Rubio, estudioso de la antigüedad clásica, escribió esto: "Catilina no fue jamás el hombre generoso que, llevado por un ideal, iba hacia los humildes y desheredados para levantarlos de su miseria, sino el político ambicioso de poder que se apoyaba en las masas para hacer de éstas su pedestal...". El episodio de Catilina sucedió el año 63 antes de nuestra era. Al citarlo no pretendí poner aquí una lección de historia. Quise únicamente recordar el aforismo según el cual la historia vuelve a repetirse. Cualquier parecido con una coincidencia será mera realidad.

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(Publicado en la pág.7 del periódico Mural del 5 de julio de 2012).


Desde la terraza de la cafetería que frecuento se ve la entrada de una iglesia. Y casi siempre en las tardes, veía entrar a muchos políticos panistas que iban devotamente a confesarse. Pero ¿qué creen?, desde el día siguiente de las elecciones, estoy viendo entrar a muchos ex políticos priistas, de esos ya medio rucos, con caras restiradas y pelo negro rojizo. Se quedan adentro un buen rato y salen con los ojos hinchados, de tanto llorar.

Por curiosidad natural y un poco de morbo, entré a la parroquia y los vi a todos en la banca de primera fila hincados, muy concentrados rezando en voz baja. Poco a poco me fui acercando para ver qué era lo que imploraban. Y escuché que invocaban esta oración, con verdadero fervor:

Señor, yo que soy gusano
de la tierra,
te pido, para salir del
hambre perra...
aunque indigno de por tu
gracia ser bendito,
que me hagas un chico favorcito:
Si hicieras que San Enrique
me apadrinara
para que su equipo de mi
nombre se acordara.
Si me buscan cuando
repartan nombramientos,
estoy siempre localizable,
hasta tengo 1-800.

Después de decir este versículo hincados, se ponían de pie, levantaban los brazos haciendo la señal de la Cruz con sus dedos y en voz bajita continuaban:

Dámela en la Secretaría
de Obras Públicas,
donde me den mordidas
por mis rúbricas...
O de lo que quieras, nomás donde haya lana.
Y te juro seré alma piadosa
y cristiana.
Si me la das de aviador
no lo desdeño,
estaría bien en el
ayuntamiento guadalajareño.
O si se puede de asesor,
también acepto.
Y reconoceré, con sumisión,
que soy inepto.

Después de este estribillo, procedían a fustigarse la espalda con unos látigos chiquitos de punta de acero, mientras leían el resto de la plegaria:

Que la dependencia tenga
presupuesto.
Que me conserven a fuerzas
en el puesto.
Y que aunque sepan que
no soy un genio,
tu milagro dure todo un
sexenio.
Si los periodistas mi nombre
enlodan,
contrólalos Señor, pa' que
no jodan.
Y si es por riqueza
inexplicable o por manejos
extraños,
¡que me deshabiliten!, al fin
sólo son tres años.

Ya con lágrimas en los ojos, terminaban el ruego, elevando la vista al cielo:

Te pido mi Señor, consideres
mi fervor.
Haz que me apoyen,
en el tricolor.
Que no se olviden de mí,
en el próximo gobierno.
Porque ser político
desempleado, es vivir
en el Infierno.
Después, ya sin verso,
seguían las promesas: no
volveré a emborracharme.
Ya no le seré infiel a mi
señora. No frecuentaré
teiboleras. Ni me asociaré
con malandrines.

Me reí mucho al verlos, pero la risa se me congeló cuando sucedió el milagro: a uno de ellos le sonó el celular, escuchó con atención, le cambió la cara y salió de la iglesia corriendo y gritando. "¡Ya no es necesario Señor, no te preocupes, ya me habló el Licenciado!".

Alberto Marínez Vara
(Publicado en la pág.6 del periódico Mural del 12 de julio de 2012).


De ninguna manera podemos condenar que quienes hayan perdido presenten sus inconformidades, puesto que lo hacen los candidatos perdedores de todos los partidos, que independientemente de que tengan o no razón, tienen derecho a hacerlo; lo pueden hacer todos aquellos que se sientan agraviados, lo cual, en el aspecto humano es perfectamente explicable por todos aquellos que perdieron y que creían que ganarían, porque hay que decirlo, la mayoría de candidatos sabían que no tendrían éxito y que actuaban siguiendo aquello de que lo importante no es triunfar sino andar entre la bola. Pero, en cambio, a los que creían que se verían en la hermosa posibilidad de cumplir su urgencia de servir al prójimo, claro, a cambio de recibir un poco republicano y preferentemente generoso estipendio con cargo al presupuesto público, a ellos, a los perdedores, decirles que no lo lograron debe de ser una noticia terrible de recibir porque es horrible perder, a nadie le gusta. Reconozcamos que todos, al analizarnos nos vemos más bonitos que como nos ven los demás y perder significa que, por la razón que usted quiera, los electores decidieron escoger al otro, es devastador aunque las razones hayan sido circunstanciales y la legislación de la materia al darnos la oportunidad de recurrir, pues hace que podamos pasar el coraje y con suerte y ganamos, lo que si bien se da, sucede en muy pocas ocasiones y lo mejor de todo es que como tardan en resolverlo, cuando se resuelve a casi nadie le importa, excepto al derrotado que quedará postrado porque le habrán impedido servir a sus compatriotas.

Lo que sí es que la vorágine de noticias, acusaciones, chismes, encuestas y la desbordada e irracional andanada de publicidad bajaron de tono y ya nada más se escuchan las voces de quienes protestan porque consideran que fue una sucia elección, lo que no me extraña dado que ésa es la real naturaleza de la política.

Carlos Enrigue
(Publicado en la pág.4-B del periódico El Informador del 15 de julio de 2012).


Los políticos sin ideología son propensos a la traición y a brincar de cargo en cargo sólo preocupados por su vanidad.

Es denigrante escuchar políticos sin ideología, engendros del poder que vitorean batallas en las que nunca han participado. Exhalan bochornosas palabras, sin pensarlas ni masticarlas. Pues hay que decirlas para que impacten en el auditorio. Pero en su alma se desvanecen porque nunca salieron de ahí.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.6-B del periódico El Informador del 22 de julio de 2012).


Los políticos son los encargados de administrar el pleito de las pasiones y los intereses de una sociedad. Su trabajo es institucionalizar esas pasiones y esos intereses, someterlos a un cauce racional, impedir que desemboquen en lo que naturalmente desembocarían sin mediación de la política: en la discordia, la violencia, el estado de guerra permanente de que hablaba Hobbes.

Los políticos necesitan ellos mismos ser domados en sus pasiones e intereses. Esto solo puede lograrse por la vigencia de reglas externas que hagan más rentable para ellos conducirse de forma constructiva que de forma corsaria.

Los políticos profesionales son una tribu aparte que necesita inventar su propio lenguaje, un estilo, un repertorio de conductas que les permitan entenderse entre ellos, ser previsibles, manejables para ellos mismos.

Toda transición democrática descompone reglas que funcionaron para normar a los políticos y abre un interregno de relativa incertidumbre para construir una nueva etiqueta del comportamiento político.

Durante muchos años, las reglas del PRI permitieron a los políticos administrar sus pasiones con apego a reglas claras. No eran reglas democráticas pero eran transparentes para los miembros de la tribu, los políticos profesionales que eran en su mayoría abrumadora priistas.

La tribu ha crecido mucho en todas direcciones, hacia todos los partidos. El poder ha cambiado de manos. Las reglas del oficio político priista, eficaz durante tanto tiempo para mantener en orden a la clase política, son un código del pasado.

Destituido el manual de conducta, los políticos de la naciente democracia mexicana construyen sobre la marcha nuevas reglas de trato. Una nueva clase política profesional improvisa sus códigos.

Visto de conjunto, el espectáculo es el de una torre de Babel, un griterío de malentendidos más que el murmullo de una nueva civilidad.

A diferencia de los enanos inmortalizados por Augusto Monterroso, poseedores de un sexto sentido que les permite reconocerse a primera vista, en la incipiente democracia mexicana los políticos no se reconocen entre sí. Tienden, por el contrario, a desconocerse.

Tratan de mejorar su imagen satanizando la de sus competidores, dan al adversario trato de enemigo, subrayan las diferencias más que las semejanzas. Hacen caricaturas y se las creen.

Héctor Aguilar Camín
(Publicado en la pág.4 del periódico Milenio Jalisco del 3 de agosto de 2012).


Pongan atención, diputados, senadores y servidores públicos de los ayuntamientos que andan estrenando chamba: pa'que luego no haya malos entendidos, vamos aclarándoles desde ahorita cuales son las reglas del nuevo empleo que les estamos dando.

  1. Para qué SÍ los contratamos: Para aplicar las leyes sin excepción (ajusticiar a todos parejos). Repartir el dinero del petróleo y del uranio entre todos; no nomás entre ustedes y los líderes sindicales. Vigilar que sus compinches (cuates, compas, brodis) servidores públicos gasten lo menos posible en darnos servicios de primera clase. Cobrar impuestos a todos (hasta a ustedes). Garantizar el respeto a los espacios públicos (que no son de su propiedad). ¿Les queda claro que las calles son para circular, las banquetas son de los transeúntes y sólo en los locales comerciales se pueden vender mercancías? ¡Ah!, y el contrabando, el narcomenudeo y la piratería sí son ilegales. ¿Agarran la onda?
  2. Para qué NO los contratamos: Para creerse más importantes que nosotros. Vivir como reyes o elegidos de Dios. Quedarse con una comisión (mordida, cochupo, tajada, fix) por cada trabajo u obra que asignen. Usar su influencia en beneficio propio o para vengarse de quienes les caen gordos. Manejar los recursos públicos (lana, dinero, marmaja) como si fueran suyos. Ponernos más trabas burocráticas para trabajar, abrir negocios y pagar impuestos. ¡Ah!, y no tienen derecho a mentarnos la madre. El mentador oficial ya se va.
  3. Qué SÍ pueden hacer: Trabajar (eso ni lo explico, no lo entenderían). Deshacer a garrotazos las "tomas de tribuna" de diputaditos primitivos. Desarticular (ponerles en su m...) las manifestaciones que interrumpan el derecho de vía de los ciudadanos. Arrestar (pepenar y meter al bote) a escoria como los sacerdotes pederastas de "La Nueva Jerusalén" y a los sindicalistas cholos que incendian gasolineras y toman universidades. Fíjense bien, no importa si los infractores son ricos, pobres, estudiantes, ninis, ejecutivos, menores de edad, sindicalistas, religiosos o influyentes. La ley es pareja. ¿Me están entendiendo o me regreso?
  4. Qué NO pueden hacer: Coartar (limitar, prohibir) la libertad de expresión (o séase articulitos como éste). Utilizar las concesiones que da el gobierno como chantaje (Aristegui, MVS, Ferriz). Viajar en primera clase. Utilizar su fuero para evitar que los castiguen por abuso de autoridad (gandallismo, raterismo, influyentismo). Hacer cambios a los planes de desarrollo de las ciudades. Endeudar estados y municipios a lo bestia y sin que los que pagamos las deudas nos enteremos. Y por supuesto, no pueden declarar guerras al aventón. También el declarador ya se va.

Y como dijo el juez al principio del torneo internacional: "Caballeros mexicanos; por favor, jueguen lo más decentito que se pueda, ¿no?"

Les quedó claro, o necesito ser más explícito (decirlo de manera más corrientita).

Alberto Martínez Vara
(Publicado en la pág.6 del periódico Mural del 4 de octubre de 2012).


La política real no es la que se lee y escribe, se piensa y se imagina, sino la que se vive y practica día a día, y que tiene poco que ver con las ideas, los valores y la imaginación. Está hecha casi exclusivamente de maniobras, intrigas, conspiraciones, pactos, paranoias, traiciones, cálculo, cinismo y toda clase de malabares. Los altos objetivos de la política son meros tópicos para declaraciones y discursos.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador el 6 de octubre de 2012).


Ya es dogma de fé, que la política es una actividad que ofuzca a los inteligentes y enloquece a los tontejos. Prueba evidente de tal axioma, para sorpresa general de la ciudadanía, es la quimera desbordada y sin control de Marcelo Ebrard que anunció urbi et orbi, su extremadamente anticipada intención de contender por la presidencia de la república en 2018, cuando el presidente electo, Peña Nieto, aún no toma posesión del cargo. Marcelo Ebrard madruga antes de anochecer, hecho que no tiene antecedentes en la historia de México, y que bien pudiera ser considerado entre las fruslerías, estupideces y vacuidades del libro Guinness. Habrá partidarios obsecuentes que le celebren tal despropósito esperando ser recompensados en una muy lejana y dudosa oportunidad; pero el sentido común, en tan distante expectativa, no tiene menos que sonreirse socarronamente, por no emplear el término adecuado de carcajearse... El cacique emblemático de San Luis Potosí, Gonzalo N.Santos, en sus voluminosas e imaginativas memorias hechas por encargo con su cínica socarronería expresa: "En política, los viejitos suelen decir lo que hicieron y los tontejos lo que van a hacer". ¿Acaso alguien podrá tomar en serio las pretensiones políticas de Ebrard, que arroja sobre la borda la mas elemental prudencia en sus aspiraciones?

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(Publicado por Razón y Acción el 13 de octubre de 2012).


Mentirle a la población es una de las "cualidades" de todo político profesional que se respete.

Rubén Martín
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 26 de enero de 2013).


El poder es como una vara mágica que hace la voluntad del poderoso, pero muchas veces tiene efectos más allá de los deseados. Nadie nace sabiendo ser gobernador y todos los gobernadores se han equivocado en el uso del poder. La mentada de madre de Emilio González se da justamente en un contexto de alguien que está sorprendido con el poder. A Ramírez Acuña en una posada con reporteros previa a la toma de posesión se le ocurrió decir que él podía gobernar con sólo dos medios, y que el resto le importaban muy poco, con lo cual se echó encima al resto desde el inicio. En fin, el manejo del poder es un aprendizaje que obliga prudencia.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.1-B del periódico El Informador el 5 de febrero de 2013).


Dicen los políticos que después de los cargos sustentados se pueden ir a su vida ordinaria con la conciencia en paz.

La verdad no sé cómo pueden llegar a semejantes alturas después de tantas barbaridades que hacen. Ya no digamos si realizaron o no actos de corrupción, irresponsabilidades, desplantes de prepotencia, aires de arrogancia, egoísmos galopantes y tantas aberraciones más de las que somos capaces de ejecutar los simples mortales, más aun los que han gozado del poder y de todo lo que se puede hacer con él.

Dormir con la conciencia tranquila es un privilegio de la gente recta y honesta, de alguien que sabe que no ha hecho nada malo y que en su caso lo ha sabido reconocer y ha podido repararlo.

Pero la realidad es que los políticos no se caracterizan ni por su santidad ni por su capacidad de reparar el daño que han hecho. Es más, parece todo lo contrario, son personas que fácilmente pueden rallar en lo cínico, lo descarado y todo envuelto de hipocresía y laxitud moral.

Te pueden decir cosas maravillosas y en realidad ni las sienten ni las creen, te regalan algo con el fin de obtener algún beneficio, te saludan como si te conocieran y ni si quiera saben quién eres. Las estupideces que hacen, las justifican con relativa facilidad y acaban convencidos de que hicieron lo correcto. Si lastiman u ofenden a una comunidad o persona, no tienen por qué pedir disculpas ni reparar el daño. Prometen y se comprometen y no cumplen nada.

Cómo es posible que puedan tener su conciencia en santa paz. Me resisto a engullir semejante falacia.

Me parece más bien que han perdido, en el ejercicio del poder, la conciencia autocrítica, se acostumbraron a que sus cortesanos les aplaudieran todas sus tonterías y les hablaran al oído para decirles que en todo tenían la razón.

Aun así saldrán a pegar de gritos, que lo hicieron por amor a su país y que pusieron su mejor esfuerzo. Al fin y al cabo están empeñados en tener la razón.

Pues a ver si es cierto que duermen en paz.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.7-B del periódico El Informador el 24 de febrero de 2013).


Prometer sirve para conseguir votos. Y aunque los políticos apuestan, por sistema, un poco a la amnesia de los electores y un mucho a su propio cinismo, el caso es que gobernar implica pagar deudas... (o cumplir promesas, como se prefiera).

Jaime García Elías
(Publicado en la pág.3-B del periódico El Informador del 5 de marzo de 2013).


Para sostenerse en el poder hay 3 caminos: 1o., las armas o la represión, lo cual a estas alturas de la historia y la globalización se antoja poco menos que impracticable en México. 2o., el autoritarismo en sus diversas formas que impide a la oposición convertirse en competencia efectiva para disputar elecciones o la sociedad exigir rendición de cuentas. Y 3o., la credibilidad y/o popularidad que permite a un partido reelegirse comicio tras comicio.

Desde luego que entre estas 3 opciones hay muchas mezclas y matices intermedios. El chavismo en Venezuela, por ejemplo, tenía un poquito de lo primero (represión), bastante de lo segundo (autoritarismo) y muchísimo de lo tercero (populismo).

Me parece que en estos primeros meses, Peña Nieto ha buscado esencialmente fortalecer el 3er. aspecto. A su vez, la credibilidad y la popularidad se obtienen por 2 vías: mediante un gobierno eficiente y por el anuncio y aplicación de medidas favorables a amplios sectores de la población. Peña Nieto ha comenzado por esto último, porque en este momento no hay condiciones para asegurar un gobierno eficiente [¿eficaz?].

Buena parte de las medidas anunciadas están dirigidas a la tribuna. O dicho de otra forma, comenzaron por los cambios más susceptibles de favorecer el aplauso popular: encarcelamiento de Elba Esther, reforma educativa, campaña contra el hambre, combate a monopolios.

Hacer un gobierno eficiente [¿eficaz?] es otra cosa. Para ello requieren más recursos públicos, lo cual significa impulsar el crecimiento económico y hacer una reforma fiscal para incrementar la captación. Pero algunas de esas medidas no serán muy populares.

Jorge Zepeda Patterson
(Publicado en la pág.2-B del periódico El Informador el 17 de marzo de 2013).


10 de mayo de los políticos.

(Publicado en la pág.3 del periódico Milenio Jalisco del 10 de mayo de 2013).


Hemos estado habituados a entender por política lo específico de la grilla y que el Diccionario del Español Usual en México, define así: "Ambiente de murmuración, chismes y calumnias que se produce en círculos políticos, sindicales, empresariales, etcétera, debido al intento de varios de sus participantes de sacar ventajas personales y obstaculizar a sus rivales".

La política, en cambio, es el arte para la construcción de consensos en torno a proyectos de largo alcance y de beneficio colectivo que se debaten en público. Los arreglos "en lo oscurito" o a los acuerdos "en corto" es lo propio de la grilla, no de la política.

Lo malo es que en nuestro país sobran los grillos, escasean los políticos. Existen ocasiones en que las circunstancias exigen de políticos y no de grillos y pareciera como que si nadie se diera cuenta de ello.

La política, lo primero que requiere son proyectos. Luego capacidad dialógica para plantearlos, discutirlos y defenderlos. De esto surge un liderazgo para conducir el haz de voluntades construido en torno a lo que generó consensos. La grilla no ve esto porque para quienes la practican lo importante no es la proyección política sino la "operación política".

No entender esto es como tratar de construir un edificio sin proyecto o dejándoselo a los albañiles y "maistros" (grillos), sin considerar los arquitectos ni los ingenieros estructuristas (políticos). Si sólo se recurre a los primeros lo que se logre construir se cae, o lo que se dejara a la posteridad será un adefesio más no un edificio. Lo mismo pasa en el campo de la política.

Siendo la política una actividad de suma importancia, no debe estar sólo en manos de los políticos. No obstante, en esta actividad -al igual que en las obras de ingeniería civil- existen quienes las diseñan, quienes las supervisan y quienes las ejecutan. En la política el diseño y conducción de la obra debe estar en los políticos y no en los grillos.

Sin duda, en política una de las obras de mayor complejidad para su construcción es lograr un pacto o acuerdo entre distintas fuerzas y actores políticos. Para su solidez, lo primero que se requiere son ideas, proyectos y propuestas; después negociación política.

Si se inicia con la negociación, y de ella se desprenden los acuerdos, se pierde el liderazgo y el remedio puede resultar peor que la enfermedad.

Hace ya más de un siglo el gran pensador alemán Max Weber alertaba sobre los peligros de que en el mundo moderno prevaleciera la administración sobre la política.

En el México de nuestros días deberíamos reflexionar sobre los riesgos de que los grillos sean los que dirijan la política.

Javier Hurtado
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador el 11 de mayo de 2013).


Grandes tranzas, grandes lecciones.

(Publicado en la pág.47 del periódico Milenio Jalisco del 14 de junio de 2013).


Nelson Mandela es el mejor ejemplo que tenemos -uno de los muy escasos en nuestros días- de que la política no es sólo ese quehacer sucio y mediocre que cree tanta gente, que sirve a los pillos para enriquecerse y a los vagos para sobrevivir sin hacer nada, sino una actividad que puede también mejorar la vida, reemplazar el fanatismo por la tolerancia, el odio por la solidaridad, la injusticia por la justicia, el egoísmo por el bien común, y que hay políticos, como el estadista sudafricano, que dejan su país, el mundo, mucho mejor de como lo encontraron.

Mario Vargas Llosa
(Publicado en la pág.2-B del periódico El Informador el 30 de junio de 2013).


Los políticos, además de desprecio, también merecen lástima y comprensión. Bien lo dice Hans Magnus Enzesberger en su excelente ensayo Compadezcamos a los políticos: "Así pues, en lugar de insultar a los políticos es hora de que nos pongamos a hablar de su miseria. Esta miseria es de naturaleza existencial".

"Para expresarlo con cierto patetismo: acceder a la política es despedirse de la vida, es el beso de la muerte". Explica que un político se la pasa años o hasta décadas en aburridas reuniones, únicamente en círculos íntimos puede manifestar lo que piensa, si es que piensa. Pero por otro lado tampoco puede guardar silencio; se le exige que hable continuamente.

En el fondo de estas características negativas de los políticos, subyace la deformación en que ha caído la democracia contemporánea por la cada vez más nociva influencia de los mercadólogos en la política que han provocado su vaciamiento, así como a los mesías de la antipolítica que realizan política criticando a la política y a los políticos.

Javier Hurtado
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador el 6 de julio de 2013).


El odio se ha instalado en la política desde hace tiempo; no se trata del rencor que resulta de la adversidad o de la desventaja injusta, es algo más superficial pero más nocivo: es la incapacidad de los líderes políticos para procesar razonablemente sus pasiones. Los casos son paradigmáticos y cada partido tiene su campeón: Salinas en el PRI, López Obrador en la izquierda y Felipe Calderón en el PAN. No es un problema de personas, sino que al ser personajes relevantes de la vida pública,en su andar prohíjan y cultivan un sentimiento de intolerancia y exclusión.

El odio destruye a quien lo detenta; las mejores prendas de la persona se ven anuladas por la incapacidad de tener a raya esa pasión. De poco sirve la inteligencia, la nobleza o el deseo de mejorar si todo se contempla bajo el prisma del odio. En la política esta debilidad se vuelve sumamente perjudicial. Recientemente hemos visto capítulos de odio entre correligionarios del PAN. El primer gobernador panista Ernesto Ruffo fue calificado por un destacado panista como "basura reciclada" y con vínculos con el narcotráfico, a la vez que el senador Corral fue señalado "plurinominal profesional", al servicio de quienes quieran golpear a sus compañeros de bancada.

La política es pasión y vehemencia, pero no todo puede quedarse en ello. También es transformar y construir proyectos compartidos para mejorar el estado de cosas. Las heridas propias de la batalla por el poder no se olvidan ni se perdonan, la política no da para eso, simplemente se superan y se dejan atrás por sentido común y la necesidad de construir un mejor camino, juego de los fuertes no de los débiles. El peso del rencor inhibe la razón y anula la imaginación, atributos indispensables para mejorar y aportar respuestas.

Quedó atrás el país de un solo hombre; hoy los actores fundamentales para el cambio son los partidos, pues en éstos descansan las posibilidades para hacer realidad las transformaciones; los partidos hacen y procesan los cambios, pero el cambio también debe pasar por los partidos y sus dirigentes. Independientemente de las diferencias y de los inevitables problemas y desencuentros debe persistirse en el propósito de construir una nueva urbanidad política.

El oportunismo, tasar la voluntad de acuerdo o colaboración a las ventajas inmediatas, lleva inevitablemente al chantaje y hace a los actores rehenes de un juego sin salida en el que el engaño y la frustración acaban por imponerse. La política es un quehacer rudo, la lucha por el poder y su ejercicio no es cuestión simple y no se requiere invocar a Maquiavelo para comprender que la eficacia demanda atributos distantes de la nobleza y la bondad. Aun así, la confianza, la generosidad y la reciprocidad deben cobrar mayor fuerza entre los políticos. Solo así las cosas pueden cambiar.

Federico Berrueto
(Publicado en el periódico Milenio Jalisco en línea del 21 de julio de 2013).


"A una persona desagradecida ya no le busques más defectos", es una expresión que utilizo con alguna frecuencia, por lo que cada que me doy cuenta de "políticos" que han vivido (y muy bien) durante cerca de medio siglo, o más, gracias a la madre de todas las ciencias, vuelvo a pensar que no se vale ser desagradecido.

En un país en donde ciertamente la injusticia social es "el pan de cada día" (más de 50 millones de pobres... y contando), y en donde los políticos profesionales -y los arribistas también- acompañados de sus séquitos viven como príncipes, luego de que nacieron en la noble cuna de una familia modesta, pareciera inexplicable cómo es que éstos "le dan de topes al pesebre" y se expresan tan mal de quien solamente cometió el "error" de haberlos parido y/o haberlos formado para que fueran hombres de bien.

Si éstos hubiesen nacido ideológica o partidistamente en la izquierda, derecha, centro "u lo que sea", y estuvieran denostando al sistema y/o los resultados de éste, podríamos o no estar de acuerdo con ellos, pero quienes nacieron en el sistema y de él se aprovecharon -hasta la flecha diría el indio-, ahora resulta que con todo y ello se dicen inconformes y buscan permanecer en una posición que les permita seguir viviendo de la nómina que pagamos todos los ciudadanos, a base de denostar lo que algún día ponderaron.

A otro circo con ese teatro.

No se vale que pretendan ofender la inteligencia de la ciudadanía, con circo, maromas y teatro, para continuar con privilegios (han recibido educación, vivido del presupuesto, disfrutado de apetitosas "dietas" y reciben millonarias prerrogativas, todo ello con cargo a la ciudadanía), y todavía se dicen defensores de los que menos tienen.

Sería interesante revisar los orígenes de cada cual de los políticos -de todos los colores- para identificar la procedencia de sus fortunas, porque me queda claro que de su trabajo nadie se hace rico.

Cuauhtémoc Cisneros Madrid
(Publicado en la pág.9-A del periódico El Informador el 16 de septiembre de 2013).


Los políticos viven de sustancias intangibles otorgadas por la sociedad: poder, referencia, influencia, credibilidad.

Cada una de ellas debe de ser construida con años de esfuerzo y trabajo.

Algunas veces, el trabajo es sustituido por una buena campaña de medios, un hecho insólito o sorprendente o con la ayuda de la circunstancia.

De hecho, lo más necesario para el político es que su imagen impacte.

Gonzalo Oliveros
(Publicado en la pág.21 del periódico Milenio Jalisco del 20 de septiembre de 2013).


Contra ellos se alza el dedo acusador de la sociedad actual, quizá por ser los más visibles de nuestros ciudadanos. Ser político en nuestros días, es ser el payaso de las bofetadas. El prestigio es mínimo. El descrédito es enorme. ¿La desilusión? Del tamaño de la esperanza de cada sexenio.

No suelen verlos como hombres de Estado que cumplen una función o como los guardianes del bien común, sino los ven como unos tipos deshonestos y mentirosos, dispuestos a hacer cualquier cosa por enquistarse en algún cargo gubernamental con el ánimo de desangrarlo.

Claro que hay excepciones, pero son tan pocas, que ni se notan. La corrupción es lo que más adolece a nuestra política. Pero tal vez la corrupción que más cuesta no está muy visible, sino sutil y escondida que consiste en utilizar al Estado como un botín para comprar conciencias.

Es el político que cede ante peticiones abusivas del electorado para ganarse sus favores a costa de arruinar el país. Ésa es la otra corrupción, la silenciosa, casi indetectable, porque quien la autoriza no se mancha las manos. No hay cuerpo del delito, sencillamente, lo entrega a otro.

¿Y a quién culpar, si el que autorizó ya está a buen resguardo? Vivimos en una democracia que solo beneficia a los políticos. El Estado es una fuente de rápido aprovisionamiento para políticos y gentes influyentes.

Hay algo más triste aún: Los políticos mexicanos no son más ni menos corruptos que las sociedades en las que actúan.

Aquí no hay víctimas y victimarios, sino un triste sistema de complicidad en el que los méritos personales suelen tener menos valor que las "palancas" y las "influencias".

Es probable que nuestros políticos se hayan ganado a pulso la mala imagen que les endilgamos.

Pero sin duda alguna, es seguro que cada pueblo tiene los políticos que se merece. Que nos merecemos, que nos hemos buscado, porque nosotros, votamos por ellos...

Trinidad Terrazas Gastélum
(Publicado en la pág.32 del periódico Milenio Jalisco del 11 de octubre de 2013).


Los políticos en general más que preocuparse por desarrollar un trabajo efectivo e inteligente, se preocupan por hacer una actuación afectiva y convincente, particularmente desde los años en que la política se volvió parte del espectáculo, y las campañas electorales un desfile de estrellas, donde habría de ganar la galanura, no la capacidad de gobierno, la chaviza metrosexual por encima de la experiencia política. En delante ni líderes genuinos ni buenos administradores, porque el líder sabe bien hacia donde quiere conducir a un país, y el administrador sabe a su vez de qué manera se organiza una buena gestión por encima de intereses de grupo o grillas subterráneas.

En el mundo político, más allá del pueblo delirante que aclama a su "líder", al líder de los pobres, o de las clases medias, o de los campesinos, están las negociaciones en serio, los arreglos entre partidos, las maquinaciones, el reparto de curules. Pero este espacio de retaguardia tiene infinitos pliegues. Siempre tras de un escenario hay otro, donde se anulan o relativizan los acuerdos tomados en el escenario anterior, se mejoran los costos y se multiplican los beneficios, desde luego, personales.

El drama funciona a pesar de ser puro teatro, porque hay quien lo pague a fin de ganar algo, un algo en una escalada compleja donde éste obtiene un puesto de vigilante y aquél uno de senador, sabiendo uno y otro que el cargo es lo de menos, lo importante es la posibilidad de ser promotor de otros a cambio de nuevos canjes, el vigilante ahora podrá dejar pasar a quien no debe, de la misma forma que el senador no dejará pasar las leyes que sí debe. En la actuación política los guiones están siempre en permanente cambio, su lenguaje es doble, de interpretaciones múltiples, pero eso es justamente lo que el público sigue pagando o es obligado a pagar por sus directivos empresariales, quienes desde luego suelen moverse entre bambalinas para conocer a los actores y sugerirles nuevos cambios al guion, en la medida que eso proteja sus intereses. Ya vendrá luego el líder obrero a desempeñar su parte en el drama, para que el espectador se sienta finalmente defendido por alguien, aunque sepa que eso también es teatro.

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.2-B del periódico El Informador el 10 de noviembre de 2013).


Los 15 minutos de grabación que se dieron a conocer el jueves pasado en los que la regidora Elisa Ayón arenga, regaña y somete a trabajadores de Panteones de Guadalajara son una gran lección de real politik (si no los ha oído, no se los pierda en informador.com.mx). Digamos que a Maquiavelo le faltó soltura en el lenguaje y un poco de imaginación para llegar a ser como la maestra Ayón. No es que sea sorpresa: todo lo que ahí se dice nos lo imaginábamos, pero nunca habíamos tenido la oportunidad de escucharlo de viva voz de una regidora que, literalmente, se desnudó (valga la impudicia) frente a una grabación oculta y soltó "grandes verdades" de cómo se hace la política, la pequeña política de amarres y golpeteos, pero que a fin de cuentas es la que tiene a la ciudad atada de pies y manos.

Gran verdad 1. "Panteones es mío". Siempre hemos sabido que muchos políticos consideran a las instituciones del Estado como patrimonio propio, pero nunca habíamos tenido la oportunidad de escuchar a un político de poca monta decirlo con tal aplomo, al grado de asegurar que en ese campo el alcalde no tiene opinión. Si usted es de los que pensaba que cada regidor es un coto de poder, parece que no estaba tan equivocado.

Gran verdad 2. "Agarren pero repartan". Una de las frases célebres de la regidora en su florida conversación con sus subalternos (y yo que me consideraba mal hablado) es la que todos pensábamos que sucedía pero no creíamos que alguien se atreviera a pronunciarla: "Agarremos lo que tengamos que agarrar, pero repártanlo, no sean...". Una de las hipótesis de cómo funciona la corrupción es que los de abajo piden mordida pero tienen que reportarse con los de arriba. Es claro que así funciona, pero es muy difícil probarlo. Gracias a Elisa Ayón hoy tenemos un testimonio de que efectivamente es así. El enojo no es porque sean corruptos, sino porque no se reportan con la jefa, con la dueña de Panteones (o sea, ella), y eso es considerado traición. No nos podemos llamar a engaño: ya desde su precampaña la señora Ayón lo que nos había presumido fueron sus uñas.

Gran verdad 3. "No soy mal agradecida, lo que sí soy es una hija de la ch...". Ante una confesión así, que sea agradecida o mal agradecida es realmente intrascendente. La política, lo dice muy claro la maestra Elisa en su cátedra, no es un asunto de talento, de visión, de generación de acuerdos, sino de fuerza. Para la maestra Ayón, en política el discurso es un adorno más, como todos los que usa.

Doña Elisa amenaza con que será la próxima gobernadora de Jalisco. Más vale que vayamos tramitando un amparo y un "pasaporte" de Colima o Zacatecas, no nos la vaya a cumplir.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 11 de noviembre de 2013).


En mi tránsito por la política, no he sido ajeno al quehacer legislativo. Mi padre, una de mis hermanas, amigos y clientes de mi consultoría han sido legisladores. Convivir y trabajar con quienes han sido parte de ese poder han sido parte de mi vida profesional.

He visto que algo pasa con quienes entran en San Lázaro. Su vida cambia en cuanto les toman la foto y saben que se sentarán en una curul -lo mismo pasa con los senadores en su nuevo recinto-. Se convierten en personas de caminar erguido y gesto adusto, aunque su percha proyecte absoluta nulidad. Entran a restaurantes con cara de importancia, porque traen un pin en la solapa, pero nadie los reconoce. Por eso van a los establecimientos en los que encuentran a sus colegas: sólo ahí los saludan.

Los legisladores viven en un microclima. Según ellos lo que pasa en su trabajo es lo que sucede en el mundo; no hay cosa más relevante que lo que se dice y discute entre ellos. Claro que en muchas ocasiones es cierto: deciden la suerte de ciudadanos, empresas y de las políticas públicas del gobierno. Pero eso no significa que lo que suceda en su entorno sea lo que piensan y quieren los votantes. Viven sus discusiones como si fuera la Revolución Francesa. Pueden ignorar todo sobre un tema, pero lo que les importa es su idea de las cosas y, de preferencia, una consigna al respecto. Por eso cambian lo que sea desde hace años: las elecciones, la energía, las comunicaciones, la agricultura, la seguridad y lo que sea necesario porque, para ellos, todo lo que hacen es "histórico", no ha existido nadie con semejante responsabilidad. Por eso se reúnen entre sí y hacen de cualquier anécdota estúpida una epopeya, de cualquier dicharacho, una frase de mármol. Aplauden y celebran lo mismo al compañero del discurso académico que al del albur fácil y la declaración hueca. Nadie puede comprender ese círculo, porque son los Padres de la Patria por periodos. Estamos condenados a no entenderlos.

Juan Ignacio Zavala
(Publicado en el periódico Milenio Jalisco en línea del 8 de diciembre de 2013).


Durante años, los políticos mexicanos vivieron de la expansión salivar. En un sistema cerrado, lleno de candados y componendas para poder ingresar a él de forma exitosa, la demagogia se convirtió en la llave maestra de flautistas de Hamelin modernos, embaucadores de masas que, con palabrería hueca, hipnotizaban a obreros, campesinos, fuerzas vivas urbanas o hasta a legisladores en pleno que, con ensoñación, los escuchaban.

José López Portillo y Luis Echeverría eran ejemplo y orgullo de la demagogia en pleno. Sus discursos -largos, cuidados, impecables en la forma, pero maratónicos en duración- son aún piezas de estudio para quienes desean conocer el fino arte del engaño a través de la palabra.

Con la llegada de Salinas de Gortari las cosas cambiaron sólo en la longitud. Hipnotista del verbo, Salinas enlazó modernidad con síntesis. Discursos cortos, frases que quepan en 8 columnas, contundencia. Escuela que prodigó a Colosio y Zedillo.

Pero ha regresado a la política el fino arte de la demagogia a gran escala.

Gonzalo Oliveros
(Publicado en la pág.20 del periódico Milenio Jalisco del 13 de diciembre de 2013).


Hay muchas cosas que a los ciudadanos nos enojan de los políticos: que no sean claros, que no se comprometan, que hablen con lenguaje ambiguo, que digan una cosa y hagan otra, que crean que somos tontos y nos traten como tales, que abusen del presupuesto público, pero sobre todo que nos engañen o nos quieran engañar.

Es muy fácil que el político bien nacido, aquel que, vamos a suponer, entró a estas lides con las mejores intenciones, brinque al cinismo y se instale en él como forma de vida.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 16 de diciembre de 2013).


Raro es el político que no amenace con escribir sus memorias al término de su gestión. Como si fuera fácil hacerlo. Como si escribir en forma un libro fuese arte de improvisación y capricho banal que no requiere de una preparación específica, amén de gusto estético que amerite su lectura.

El imperativo de la verdad en este tipo de literatura difícilmente se cumple. Por ello, un sarcástico escritor inglés expresó que sólo escriben sus memorias quienes han olvidado su pasado. Cuantas memorias de conocidos hombres públicos, han pretendido santificar inútilmente el turbio pasado de sus autores confiando en la desmemoria de sus escasos lectores. Su redacción de notario o de ministerio público, relega éste tipo de literatura, en el mejor de los casos, al ambiente familiar, porque no pasa de ser una antología de vaguedades cursis e insubstanciales.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(Publicado en la pág.7-A del periódico El Informador el 28 de diciembre de 2013).


La historia nos ha demostrado que no necesariamente los "niños bien portados" son los mejores políticos. Recordemos que un dictador sin vicios, abstemio en todos los sentidos, disciplinado y madrugador era Adolf Hitler. Por el contrario, Winston Churchill era bebedor, desvelado y bohemio. Lo peligroso de esta mezcla entre política y "vida privada correcta", es precisamente la tendencia hacia el extremismo y a la inversión de los valores al renunciar a los criterios públicos para darle peso a los parámetros de evaluación de los políticos que no necesariamente embonan con los objetivos del gobierno.

De esta manera existe un trastrocamiento de lo que serían los incentivos correctos para que un gobernante dé resultados. El incentivo, en un mundo donde la vida privada tiene un peso tan grande en la esfera pública, es a que los políticos exploten ese lado de su personalidad. En lugar de publicar artículos en revistas especializadas, optan por revistas de sociales en familia y con largas sonrisas. En lugar de "vender" en la palestra pública su habilidad para lograr acuerdos, promover cambios y empujar reformas, el incentivo es a sacarle jugo a sus virtudes no políticas. Así, lo político se vuelve simplemente un efecto secundario de la tiranía de lo privado.

No hay duda de que un hombre público debe de hacer sacrificios en su vida privada. Nadie se puede llamar al engaño en ello. Sin embargo, el fenómeno de hacer de la vida privada un tópico constante de interés político banaliza el debate, anteponiendo la imagen como criterio de evaluación de los políticos antes que sus ideas o sus habilidades propias del cargo. Se juega con los prejuicios y los estereotipos que tienen los ciudadanos. Es cierto, los límites entre la vida pública y la vida privada son difusos y no es fácil trazar la línea, pero más vale hacerlo antes de que la agenda pública siga secuestrada por las recamaras y no por las decisiones políticas.

Enrique Toussaint
(Publicado en la pág.1-B del periódico El Informador el 19 de enero de 2014).


En una entrevista hecha hace tiempo a Mario Vargas Llosa, el Premio Nobel de Literatura dijo: "Si los mejores no hacen política, la política cae en manos de los peores".

Esto me dejó pensando en la responsabilidad que tienen los miembros más inteligentes de nuestra sociedad de participar de alguna manera en la política, interviniendo y marcando directrices en asuntos públicos. Los más inteligentes tienen la responsabilidad de enseñar, de curar, de inventar, de construir, de crear y diseñar nuevas y mejores formas de vida para todos.

El problema es que los incapaces que han secuestrado la política y el poder los dejen actuar, o al menos los escuchen y les hagan caso.

Contrario a la lógica del conservadurismo, lo que nos hace avanzar son las dudas y no las certezas. La inconformidad y la insatisfacción permanentes. Esa voz que nos dice que podemos estar equivocados, que no somos lo suficiente buenos y que todo lo que hacemos tiene de alguna manera errores y defectos.

Y esto último es lo que los políticos más tontos no aceptan. Prefieren esconder los errores, porque según ellos les restan popularidad y votos.

La carga, el lastre de los más inteligentes es convencer a los menos inteligentes que es tiempo de hacer a un lado la hipocresía social que nos impide hablar claro, decir las cosas como son y llamarlas por su nombre.

No más opiniones y consejos "políticamente correctos" y prácticamente nefastos. No más "polit-hipócritas" sentados en salas de juntas con voces y votos, tapando las ineptitudes o protegiendo intereses personales o de grupo.

Es responsabilidad de la inteligencia señalar los errores y las transas, y apuntar los caminos de solución.

Ricardo Elías, arquitecto y empresario
(Publicado en la pág.8 del periódico Mural del 20 de febrero de 2014).


El ideal del líder político, en las democracias liberales de la modernidad, es el de un tipo que administra meramente la cosa pública, sin mayores sobresaltos y sin heroicidades innecesarias, con un perfil bajo de necesidad porque no necesita, en manera alguna, de la adoración de unos ciudadanos que se contentan, por su parte, de que les sean aseguradas las condiciones para vivir tranquilamente su cotidianidad: buenos servicios, calles pavimentadas, transporte público eficiente, hospitales con atención adecuada, seguridad, leyes justas, legalidad, etc.

Román Revueltas Retes
(Publicado en el periódico Milenio Jalisco en línea del 9 de marzo de 2014).


¿Cuáles son las obligaciones fundamentales de todo gobierno? Aplicar la ley, monopolizar el ejercicio de la violencia para brindar seguridad, garantizar la salud de la población sobre la que gobierna y mantener abierto y reglamentado el acceso a los recursos indispensables para el desarrollo de la persona y la sociedad, como la energía, el agua potable y los alimentos.

Todo gobernante, desde el más humilde alcalde hasta el Presidente de la República, debe saber esto. Si no lo sabe -algo que lamentablemente ocurre con frecuencia en México-, ahí están las leyes para recordárselo tanto al titular de un gobierno como a todos los funcionarios involucrados.

Es tan complejo e importante sostener un esquema que le proporcione salud a las personas que existe un concepto denominado "salud pública", concebido mundialmente como una ciencia multidisciplinaria fundamentada en aspectos biológicos, sanitarios, sociales y administrativos.

Tratándose de una sociedad gobernada democráticamente, uno de sus gastos e inversiones principales será siempre el de la salud.

Jorge Octavio Navarro
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 18 de marzo de 2014).


Los políticos, como ninguna otra especie que habita en la tierra, huelen con claridad los aires del oportunismo. Saben cuándo tienen que aparecer en los medios y cobrar protagonismo, sin importar si las razones que los lleven a aparecer ante las grandes audiencias, son legítimas y, sobre todo, auténticas.

El oportunismo está muy emparentado con la deshonestidad. Además no garantiza continuidad alguna pues el interés que enarbolan seguramente será de ocasión. Cuando los reflectores mediáticos se alejen del tema, ellos se irán muy lejos, en búsqueda de otros escenarios que les otorguen protagonismo.

Rafael Ocampo
(Publicado en la pág.3 de la sección "La Afición" del periódico Milenio Jalisco del 28 de marzo de 2014).


El aferre al hueso, al puesto, al sueldo pagado por el erario es una de las más tristes características del sistema político mexicano. Aquí nadie renuncia nunca sin importar el tamaño del escándalo en el que se vean involucrados.

No importa lo comprometedora que sea una grabación, lo bochornoso de un documento, lo indigno de una foto, lo atroz de un resultado, aquí nadie se mueve, nadie se va. Algunos piden una “investigación judicial” de la que, saben, saldrán exonerados, pero hasta ahí.

Nuestros políticos desconocen el significado del concepto “responsabilidad política”.

Carlos Puig
(Publicado en la pág.4 del periódico Milenio Jalisco del 25 de abril de 2014).


El exhibicionismo y la ostentación, son enfermedades que padecen los hombres públicos hoy en día para acrecentar su figura con vistas a cargos de mayor relevancia. Cualesquiera pueden ser los motivos para mostrarse y ser vistos. Llega a ser hostigante la aparición cotidiana de sus efigies y declaraciones idiotas y bobaliconas; exageraciones y desmesuras, son la regla. Ejemplos los vemos a diario en la prensa nacional y en la televisión, con fútiles y triviales pretextos del diario quehacer de la vida pública que se ensalzan y exageran con obvios propósitos de capitalización política a corto o a largo plazo. ¿Referencias?: los gobernadores de Chiapas, Veracruz, Edo. de México, Puebla y Chihuahua, que carecen de la sensatez elemental, prudencia y mesura, para publicitarse sin atosigar y mostrarse sin riesgo a la repulsa.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(Publicado por Razón y Acción el 26 de abril de 2014).


No son pocos los políticos que han cambiado la alegría de la victoria por la venganza ácida de la derrota ajena.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 31 de mayo de 2014).


Señalaba Winston Churchill que “el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones, más que en las próximas elecciones”.

El estadista es un político profesional que gobierna democráticamente, promoviendo el desarrollo y la seguridad, dedicando su energía a influir en tareas y proyectos de mediano y largo plazos, como la erradicación de la pobreza, la protección del medio ambiente, la igualdad entre los géneros y los medios de subsistencia sostenibles. Garantiza que la sociedad civil desempeñe un papel activo, estableciendo prioridades y dando a conocer las necesidades de los sectores más vulnerables de la sociedad.

El político profesional ejerce el gobierno con equidad, para propios y extraños; para quienes votaron por él y para la comunidad en general. Como bien dijera don Adolfo Ruiz Cortines: “no siembro para mí...”, pues se busca trascender con las decisiones oportunas, en beneficio del país y no sólo de la efímera foto.

Los cambios trascendentes, las reformas de fondo, implican desgaste las más de las veces, y sus resultados no se aprecian por lo general en el corto plazo.

(Publicado por Razón y Acción el 28 de junio de 2014).


El poder ejerce sobre la apariencia del hombre público su marca distintiva y su acción corrosiva; en él, con el tiempo se revela una gradual rendición a las tentaciones de la frivolidad y la codicia, y en muchos casos, se advierten en los rostros a seres moralmente arruinados.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 26 de julio de 2014).


Todos los gobiernos han acudido siempre a un inventario impresionante de recursos para manosear cotidianamente la información, para deformarla, para presentar nuestra realidad de todos los días como un edén que ya se vislumbra. Si las cosas andan mal, las explicaciones abundan y la solución está próxima. Los editoriales cultivan el dogma, la ortodoxia del pensamiento político de quién manda, si la crítica al gobierno se hace sentir, la publicad gubernamental es reducida. El "dineroducto" se inicia en las arcas del poder y se ramifica a través de una amplia red en todos los espacios del organigrama. En el inventario de los recursos están también las concesiones, las alianzas, el "pan y palo". Mediante este fino y artesanal enrejado, se constituye la cárcel para el sometimiento a los intereses del poder.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 2 de agosto de 2014).


Usted, amable lector, como yo y mucha gente hemos conocido o conocemos de casos frecuentes a que el nombramiento de un nuevo puesto, sea en la política municipal, estatal, nacional o dentro de los partidos mismos, hace ver en el designado, cambios tanto paulatinos como irrefrenables en su personalidad y conducta. Y mientras más elevado es el cargo más apreciable la transformación.

En mayor o menor rango, la vanidad se apodera de ellos convirtiéndose en engreídos hasta llegar a ser soberbios, viéndose más distantes de antiguos amigos siendo, sí, halagador y lisonjero con los que por encima de él están, pero comportándose contrariamente con despotismo con sus inferiores.

¿Motivos?

Los hay varios, destacando como 1o. el ambiente de adulación creado por los mismos que los rodean, toda vez que del político ascendido depende la posibilidad de promoción de sus subordinados, que siempre estarán dispuestos a hacer o decir lo que más le agrade, dándose cuenta de que los aduladores de turno, pueden ir desde la lisonja sutil a la burda, haciendo que el nuevo "jefazo" dada la incesante y repetitiva actuación de los que le adulan, vaya tomando un concepto desfasadamente elevado sobre de sí mismo, considerando los elogios de lo más merecido.

Otro motivo, acorde a la proyección de imagen y personalidad, es el entusiasmo con rasgos de fascinación, provocados entre simpatizantes y público que le aplauden y vitorean a su paso, queriendo algunos tocarlo y muchos, -que los he visto-, cuando el puesto es de 1er. nivel, padres y madres ofreciendo a sus infantes para que los bese.

Y por supuesto, la vida nueva que consigo trae el cargo, para que los "conocidos" con sus intereses propios, tejan la tela tan imperceptible en algunos casos como cínica en muchos otros, en la que el político queda envuelto salpicando de lo que medra.

Así, va el cambio de valores que tenía cuando su condición de hombre normal distaba con mucho al ansia de dominación y poder que su nueva condición conlleva. Y sobrevienen las derivaciones...

Si el ascendido consigue éxitos, el reconocimiento de la adulación no los atribuye a su equipo de trabajo, sino a la inteligencia y capacidad de él, creyéndose que los vítores y el batir de las palmas, son para él y... Y para nadie más que él.

Empero, si la ciudadanía en sus distintos sectores manifiesta críticas constructivas que son parte del cotidiano vivir, que no son defendidas por los que supuestamente deberían representarla, el ascendido terminará por creer con firmeza, que las únicas propuestas positivas y certeras son las suyas que a la postre impone, derivando como consecuencia, cuando los que a su lado están no acostumbran decirle muchas verdades que debería escuchar, a medida que él siente que su capacidad distorsionada aumenta, su nivel de autocrítica disminuye.

Francisco Baruqui
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 11 de agosto de 2014).


El reciente escándalo a raíz de la fiesta de Luis Alberto Villarreal y otros connotados panistas invita a reflexionar para qué quieren el poder las nuevas generaciones de políticos. Es cómodo quedarse en el lugar común de que los políticos viejos son los de las mañas, mientras los jóvenes son los de la esperanza, sin reparar en que abundan jóvenes que apenas comienzan su trayectoria pública para quienes dedicarse a la política tiene sentido sólo porque les permite excederse en frivolidades. Se trata de meros cazadores de los excesos legales e ilegales que el poder político posibilita en México.

¿Qué sentido tiene la actividad pública para los políticos jóvenes? Muchos ni siquiera se lo han preguntado. Entre aquellos que sí se lo han preguntado, hay quienes -me consta- quieren el poder para contribuir a que el país se encamine hacia lo que consideran un futuro mejor. Coincidamos o no con su idea de futuro mejor y con los caminos que tracen para ello, no se les puede regatear que apuestan por lo que les parece el bien para la sociedad. En el otro extremo están quienes sólo buscan el bien para sí mismos. Dentro de este conjunto se encuentran justamente los que ambicionan el poder tan sólo porque implica márgenes más amplios de impunidad, micrófonos y reflectores, relaciones con personajes importantes, dinero en abundancia, ocasiones para hacer favores (y luego cobrarlos, desde luego), convertirse en objeto de deseo y, con todo ello, deleitarse en superficialidades.

Estos jóvenes políticos empeñados en cazar excesos se dedican a lo público para embriagarse en lugares cada vez más exclusivos; quitarse de encima, con toda prontitud, a las autoridades que osen marcarle un alto a sus abusos; comprarse más trajes Zegna, corbatas Hermès o zapatos Ferragamo, aunque ya no quepan en el guardarropa (¡qué importa, hombre, lo ampliamos!); cambiar el Mercedes-Benz de hace 2 años por el nuevo modelo; obtener a la mala el permiso para el restaurante del amigo, la asignación directa para la empresa del conocido o la licencia de construcción para el edificio del pariente (con su respectiva tajada, por supuesto); cortejar a mujeres atractivas, que de preferencia estén obnubiladas por su poder.

No tiene nada de malo que los políticos, y ultimadamente cualquier persona, gasten su dinero en aquello que más les guste, independientemente si se trata de frivolidades o no. Si el sueldo les permite costearse lujos y así quieren hacerlo, tienen todo el derecho de procurárselos. Lo preocupante es que parte del presente del país y sobre todo del futuro está en manos de jóvenes que actualmente, muy lejos de dedicarse a lo público para servir, están ahí exclusivamente -ojo, eso es justo lo alarmante: exclusivamente- para servirse, y no servirse cualquier cosa sino frivolidades en exceso.

En fechas recientes, el PAN ha dado muestras de que en sus filas hay no pocos políticos de esta ralea: primero los funcionarios de la Delegación Benito Juárez en Brasil y ahora los enfiestados de Villa Balboa. Sin embargo, el problema trasciende al PAN. El Partido Verde tiene años especializándose en el reclutamiento de perfiles como estos y entre los jóvenes priistas, sin duda hoy los más empoderados, abundan casos así. Es más: dado que estos jóvenes políticos están obsesionados con las frivolidades y por ello orientan su actuar solo en función de estas, tienden a cambiar con frecuencia de partido, según la coyuntura.

Dentro del perfil general hasta aquí descrito, hay variantes: está el junior, que apadrinado por un familiar o un amigo de la familia escala en el servicio público o en un partido político; está también el que, más por fortuna que por otra cosa, le apuesta a un político en ascenso, lo que repentinamente le permite acceder a las más altas esferas del poder político; está por otra quien por ser líder en su escuela o colonia, lo contacta algún partido y desde ahí comienza a proyectarse.

¿Hay hoy más de estos políticos que antes? Quién sabe. Hacen más ruido, eso sí. Quizá debido a la potencia de las redes sociales. También a que sus excesos son mucho más escandalosos que los de hace algunas décadas, por la sencilla razón de que el menú de productos y servicios a su disposición es infinitamente más amplio que el que tenían jóvenes con su perfil hace 20 o 30 años.

Para alguien con estatura de miras, el poder político puede servir para infinidad de cosas: reformar leyes, diseñar políticas públicas, crear instituciones, liderar equipos, evaluar avances, traducir valores en planes de gobierno, transformar realidades. Aun con este amplio menú de opciones, hay quienes se dedican a la política solo para excederse en superficialidades. Dado que lo fatuo de sus motivaciones parece increíble, habría que preguntarles: ¿para eso quieren el poder?

Germán Petersen Cortés
(Publicado en la pág.14-A del periódico El Informador del 19 de agosto de 2014).


La adicción enfermiza al poder es general. Todos en tropel aspiran a todos los cargos, y en última instancia, acaban aceptando lo que sea con tal de no quedar al margen.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(Publicado por Razón y Acción el 13 de septiembre de 2014).


Enfermos de poder, agazapados de los placeres construidos a la sombra de la corrupción, dispuestos a cometer cualquier clase de acto con tal de persistir como referentes públicos, mendigos del voto ciego de las multitudes; esos deformes, despreciados y tachados son también hijos del pueblo, "educados" en nuestras familias, "instruidos" en nuestras escuelas; que pisaron nuestras calles y visitaron nuestras plazas, ellos y ellas, seres desdichados, formados en la búsqueda ciega de la felicidad, faltos de vergüenza y dignidad, prostitutos de todo con tal de pensarse alguien, sin importar que terminen en la ignominia del espíritu; mucho hace falta por hacer, para que estos hijos del pueblo, dejen de ser bastardos.

Joksan Ishbak Valero Navarro
(Publicado en la pág.2 "correo-e" de La gaceta de la Universidad de Guadalajara del 22 de septiembre de 2014).


Hay quienes buscan –y lamentablemente, logran– el poder, por el poder mismo. Por el espurio afán de ostentarse "gobernador", "alcalde" o "presidente"; sin que por ello se asuma el deber o la responsabilidad equivalentes.

Funcionarios burocráticos que toman el cargo, simplemente, como una "beca" lograda en las urnas, sin el menor propósito de cumplir con compromiso alguno. Auténticos virreyes regionales, cuya vida personal está por encima de cualesquier alerta ciudadana o amenaza meteorológica.

(Publicado por Razón y Acción el 27 de septiembre de 2014).


En Estados Unidos, el patrón ha sido tender hacia la máxima publicidad de los políticos. Todo se muestra: exámenes médicos, vida familiar, esposa, amantes y amigos. La privacidad es el costo que pagan los políticos en Estados Unidos. Y aunque eso conlleva riesgos para el debate público, podemos decir que es un consenso entre amplias capas de la sociedad y de la clase política en Estados Unidos. El caso opuesto es Francia, en donde el consenso histórico ha sido respetar la privacidad de los políticos como un derecho que está por encima de las ansias fiscalizadoras de la sociedad. Hasta el último escándalo de la amante de François Hollande, la prensa en Francia respondía fielmente a este consenso de respetar la vida privada de políticos, poderosos y de cualquier ciudadano. En México, la construcción de este "consenso" social es fundamental para no hacer de la política una novela constante, en donde el morbo y el juicio sean más importantes que los verdaderos actos de corrupción y su enjuiciamiento en los espacios reservados para ello. La tendencia de los últimos años nos coloca más cerca de Estados Unidos en esta tradición que de Francia y su respeto por la intimidad de los políticos.

Los políticos deben ser juzgados por sus acciones y no por sus intenciones. La tecnología y el hecho de que cada ciudadano pueda tener acceso con su teléfono a una cámara o a una grabadora, puede ser a mediano plazo un incentivo y contrapeso para combatir la corrupción presente en las esferas políticas. También, como ha ocurrido en videos que muestran a políticos en toda su prepotencia gritando a prestadores de servicio o exigiendo privilegios por encima de cualquier mortal, sirven como desmitificadores de políticos que sonríen falsamente en el debate público, pero que en su vida privada son unos tiranos consolidados.

Enrique Toussaint
(Publicado en la pág.6-B del periódico El Informador del 28 de septiembre de 2014).


Aunque para el Instituto Nacional Electoral hoy inicia el proceso electoral para muchos, sobre todo para los interesados en un hueso, la carrera por un puesto de elección popular comenzó desde hace meses. La operación de los aspirantes a un cargo público es fácil distinguir: unos lo hacen sobre la misma base y fondo con métodos de la vieja escuela, otros intentan ser más "arriesgados" y buscan formas de convencimiento distintas, al final, nos espera el mismo y desaseado escenario.

Entre los que utilizan las acciones tradicionales están "los populistas", que siguen creyendo que las masas populares son las más fáciles de convencer.

Como muestra están aquellos que, buscando sacar provecho a la situación de las personas afectadas por las lluvias en la zona metropolitana de Guadalajara, se han erguido como paladines de la justicia social y entusiastas reparten "víveres", colchonetas y todo lo que pueda servir para tratar de granjearse algunos votos.

Ahora resulta que las contingencias hidrometeorológicas son perfectas para que los suspirantes trabajen. ¿Habrá algún político que implore para que las nubes negras con sus aguaceros pasen por sus distritos y así justificar la entrega de despensas?, aunque su buena voluntad sólo les alcance para un kilo de arroz y otro de azúcar, un cuarto de litro de aceite y un jabón.

La ayuda que entregan resulta precaria comparada con las lujosas camionetas en las que se transportan y todo el despliegue que montan para entregarla. Cuando se les cuestiona si lo que regalan es con dinero público, contestan con ojos saltados rotundamente que no defienden que proviene de la donación "voluntaria" y de sus bolsillos.

En el otro grupo de aspirantes, el de los "arriesgados", aparecen aquellos que tienen en la punta de la lengua la palabra ciudadanía y la utilizan cada vez que pueden. Quieren ser tan innovadores que ellos se han preparado para la batalla con asesoría alterna en distintos temas como el neuromarketing, no vaya a ser mal pensado y crea que se trata de manipulación ¿eh?

Los políticos que practican esta corriente dicen que es una forma de atacar los deseos más profundos de los ciudadanos para conseguir votos. Creen que el elector se centra más en no ser defraudado que en la necesidad de razonar a la hora de emitir su voto.

Expertos en la materia dicen que lo que se promete es 3 veces más fuerte que aquello que asegura placer y felicidad.

Sin importar por qué estrategia apuesten los "suspirantes", y sus sesudos equipos de asesores, los electores de a pie hay que prepararnos para los montajes y dramatizaciones de todos los que ya buscan convencernos, por un medio o por el otro, de que son garantía del "bienestar social".

La tormenta electoral ya comienza, se avecinan marejadas de politiquería, busque su mejor resguardo porque no amainará en los próximos meses.

Gabriela Aguilar
(Publicado en la pág.5-A del periódico El Informador del 7 de octubre de 2014).


Existen aspectos, actitudes y comportamientos que debemos de modificar, si es que en realidad aspiramos llegar a equipararnos a los países llamados del 1er. mundo. Y uno de ellos es en el terreno de los políticos muchos de los cuales son de un nivel tan bajo que dan pena ajena -o mejor dicho, de los que cobran como si fueran-.

Por principio de cuentas, lo que uno quisiera ver en un político es la congruencia entre su decir y hacer; la pasión con la que dice y hace lo que predica; la emoción que transmite al realizar todas y cada una de sus actividades; su disposición de servicio a la comunidad; el liderazgo que ejerce en la comunidad; la solidaridad que demuestra para con sus semejantes; la cultura y conocimientos con que cuenta, ligada a una educación deseable; la facilidad para comunicarse asertivamente, entre otros tantos atributos deseables en una persona que quiere vivir bien a costa de los demás (sí, leyó usted bien, los políticos viven a costa de los demás, pero eso no tiene nada de malo, siempre y cuando éste o éstos cumplan a cabalidad con el desempeño de sus funciones y no se dediquen a simular).

Desafortunadamente, es difícil encontrar a un político acorde a lo señalado, más bien "se topa" uno con cada espécimen, que la mera verdad da coraje tener que mantenerlos.

Cuauhtémoc Cisneros Madrid
(Publicado en la pág.19-A del periódico El Informador el 20 de octubre de 2014).


Muchos de los que ejercen poder político a través de un cargo público presentan una cierta enfermedad que podríamos denominar como "patología del poder" y que puede ser de dos tipos: una, que los lleva a padecer el ejercicio del poder y a sublimarlo a través de manías y vicios, o descargando su ira contra los gobernados. Otra, la que convierte la responsabilidad pública en una erótica -o más bien dicho orgía- del poder, en la que los principios y fines del Estado son pervertidos.

Existen también quienes al obtenerlo o incrementarlo desarrollan más su desorden mental, dada su adicción al mismo. En otros, el acceso al poder les provoca un desequilibrio mental y los vuelve adictos al poder. No faltan los que al perderlo enloquecen.

El poder seduce a sus destinatarios y transforma a quien lo detenta. El nuevo gobernador de Guerrero dice que su antecesor es "seductor, coqueto, carismático, (...) bohemio, declamador, ¡un tanque de la política!" El poder, lo mismo produce dolor que placer; imágenes artificiales como también la expresión de cualidades excepcionales.

Entender el poder exige ir más allá de una explicación anecdótica (centrada en las personalidades), estructural (referida a factores económicos), o meramente institucional (derivada de la ley) y aceptar que no se da ni se adquiere tal si fuera una cosa o una mercancía, sino que existe en el momento de ejercerlo, y que su principal característica es ser relacional: no se ejerce personalmente, sino que se es parte de una estructura. En nuestro país la manera de cómo se estructura el poder se ha ido degenerando: los gobernantes se transforman en delincuentes y los delincuentes se convierten en gobernantes.

Dice André Gorz que en las sociedades modernas "ya no son los hombres los que tienen poder, son las funciones de poder las que tienen a los hombres (...) el sujeto de poder es ilocalizable". Por eso, en los acontecimientos de Guerrero no puede haber un único responsable; y al responsable colectivo no lo van a encontrar, porque todos forman parte de la estructura del poder.

Lamentablemente, en el México de nuestros días, el control del poder por el poder mismo sigue siendo una aspiración, y nunca ha sido una realidad. Para que eso se pueda lograr, primero habrá que generar controles sociales al poder y controles médicos a los enfermos del poder (cratópatas), para no dejar esa responsabilidad exclusivamente en los factores institucionales, pues equivaldría a suponer que a la policía debe controlarla la policía misma.

Debería establecerse como requisito para los aspirantes a un cargo público contar con certificado médico expedido por un psiquiatra debidamente registrado, en el que se avale que aquélla persona no padece un desorden mental. Sin embargo, aunque esto ocurriera, en el fondo no solucionamos nada mientras no tengamos una respuesta a cómo evitar que quien acceda al poder no enloquezca en el poder.

Javier Hurtado
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 1o.de noviembre de 2014).


Mi padre, un profesionista técnico que durante varios años rozó los círculos de los políticos al trabajar en una empresa paraestatal, me precisa que lo que buscan [los políticos] en el fondo es dinero. Nada más acertado, ese el fin último y por ello tanta simulación y discursos sin acciones efectivas. Un círculo perverso en donde el poder los lleva al dinero, el dinero al poder y así sin saciarse.

Pablo Latapí
(Publicado en la pág.5-A del periódico El Informador el 20 de noviembre de 2014).


Cualquiera percibe que, lejos de ser la excepción, la proclividad de los gobernantes a la corrupción es, por desgracia, la regla; que el enriquecimiento, no el servicio a la sociedad, es el valor supremo de quienes incursionan en el que no en vano es, en nuestro medio, el oficio más desprestigiado y vil de que se tiene conocimiento.

Jaime García Elías
(Publicado en la pág.8-A del periódico El Informador del 7 de enero de 2015).


Frenesí es un sustantivo que parte de la raíz latina phrenesis, es decir, "delirio furioso, violenta exaltación y perturbación del ánimo", de acuerdo con la Real Academia Española. "Locura temporal, agitación emocional, salvaje y a menudo desordenada actividad", define el diccionario Merriam-Webster.

No hay mejor palabra para ilustrar, entonces, lo que sucede cuando se acerca una elección. Los partidos, sus dirigentes, las militancias, los operadores, todos se vuelcan en un frenesí no solo en busca de candidaturas, de espacios en la administración pública y de curules, sino en pos del poder temporal que, a muchos de ellos, les garantiza una vida de privilegios, que todos resumen, sin embargo, en un sospechoso empeño de servicio a la nación.

Se ofenden quienes son llamados "chapulines", aunque los saltos de un puesto a otro, aunados a su voracidad, los harían antes merecedores de otro nombre, "saltamontes", que avanzan como una plaga sin freno cuando de acomodarse en el erario se trata. Su indignación, por supuesto, apenas si tiene espacio en medio del frenesí con el que se alistan a tomar por asalto cuanto lugar ven a su paso.

Que 14 de las 16 delegaciones de la capital se queden sin jefe elegido en las urnas y sea relevado por un director jurídico es lo de menos. Porque la práctica es generalizada y no importa cambiar de camiseta o llevar una combinada. Ideología, principios y plataformas se convierten en una masa lista para modelarse al gusto, para exhibir en plazas públicas de improbables fanáticos que aplauden discursos vacíos a la menor provocación.

El frenesí alcanza aun a aquellos políticos que son toda serenidad, sabedores de tener un lugar asegurado por ser los operadores de siempre bajo la categoría de eso que llaman "plurinominal", es decir, que nunca harán campaña y se beneficiarán de los recorridos, mítines y concentraciones donde sus compañeros de partido, a los que palomearon antes, se ganan los votos.

Como en la novela El perfume, de Patrick Süskind, Jean-Baptiste Grenouille es el hueso y la multitud, embelesada por su aroma, la clase política, presta a devorarlo en un delirio furioso, en una agitación salvaje, perturbada.

Alfredo C.Villeda
(Publicado en la pág.2 del periódico Milenio Jalisco del 23 de enero de 2015).


Acabo de leer un ensayo interesantísimo: "Las leyes del castillo", de Carles Casajuana (Península), un diplomático de carrera que ha trabajado en La Moncloa y ha visto muy de cerca los engranajes del poder. Casajuana nombra algunos de los graves problemas que padecen los políticos; el 1o., el de la pura incompetencia. "Creemos que, porque son poderosos, los gobernantes tienen más capacidad que los demás para dirigir los asuntos públicos. Pero no siempre es así. (...) Los gobernantes, de media, no poseen un talento especial para gobernar. Poseen únicamente un talento especial para alcanzar el poder y conservarlo, que no es lo mismo".

Por añadidura, y esto es esencial, importantísimo, el político no tiene tiempo para nada. Vive una vida ridículamente cargada de trabajo y de compromisos, una agenda tan extenuante y delirante, en fin, que no duerme, no piensa, no lee, no habla con sus hijos, con su cónyuge, con su familia, no pisa la calle, no hace nada, en fin, de lo que hacen el resto de los humanos. Además de estar perpetuamente agotado, pierde todo contacto con la realidad. Un cansancio que fomenta otro grave error, según Casajuana, y es que "cuanto más poderosa se siente una persona, más fácil es que, en vez de meditar cuidadosamente sus decisiones, saque conclusiones precipitadas de la información de que dispone, aunque sea incompleta. (...) Tiende a pensar que, si ha sido elegida para el puesto, es que vale para ello". Esa soberbia, avivada por la falta de tiempo, es la madre de errores garrafales. Y además es el perfecto caldo de cultivo para la necesidad de elogio y adulación que casi todos los políticos sienten, según Casajuana, en mayor o menor medida. Y cita a La Rochefoucauld: "A veces imaginamos que detestamos la adulación. Pero en realidad sólo detestamos la manera en que nos adulan".

"Las leyes del castillo" te hacen sentir pena por los políticos. No me refiero a los corruptos, a los grandes canallas, sino al que entra en la gestión pública lleno de buenas intenciones y a los pocos meses cae en una orgía de trabajo embrutecedora que sólo le deja tiempo para dedicar todas sus energías a mantenerse en el sillón. Pobres políticos, sí, pero sobre todo pobres de nosotros, condenados a ser dirigidos por estos enfermos. No sé, algo habría que hacer, prohibirles trabajar más allá de las siete de la tarde, mandarlos a casa el fin de semana, echarlos obligatoriamente cada tres años. No parece fácil escapar de esta trampa. "Creo que con el tiempo mereceremos no tener gobiernos", dice Borges, citado también por Casajuana.

Rosa Montero
(Publicado en la pág.6-B del periódico El Informador del 1o.de febrero de 2015).


Expectativa y realidad.

(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 3 de febrero de 2015).


De antemano una disculpa por aquellas mujeres y hombres que trabajan como meseros o camareros y que pudieran sentirse ofendidos por compararlos con servidores públicos que se dedican a la política. Este fin de semana leí un manual de capacitación de servicios en restaurantes y escuché el mensaje político del gobernador de Jalisco Aristóteles Sandoval. Ambos coincidían en algo: el mandatario decía "los ciudadanos son los que me mandan" y el manual insistía en recordar a los aspirantes a meseros en que "el cliente paga tu sueldo".

Como ciudadanos jamás deberíamos olvidarnos de estas afirmaciones y de paso recordar a todos los trabajadores del gobierno y políticos -que reciben sueldos y prestaciones por encima muchas veces del supuesto trabajo que realizan y del salario de un ciudadano común- que no está de más que conozcan los aspectos principales de la capacitación de un mesero y considerarlo para su formación, éxito y aceptación en sus clientes, los gobernados. Aquí algunos puntos a destacar:

Los clientes de hoy están mejor educados, tienen más experiencia y esperan más de lo que esperaban hace 20 años. Esperan un servicio de calidad como algo natural. Si no lo reciben, ya no regresan.

Hoy en día existen más opciones para elegir que antes, para perdurar hay que esforzarse en proporcionar calidad. El elemento principal para tener éxito sobre los demás es el SERVICIO, lo que establecerá una clientela fuerte y leal. Es el cliente quien paga los salarios y sin éstos no hay trabajo.

Filosofía alejada de los "políticos" chapulines que tienen un puesto asegurado al margen de las circunstancias.

El mensaje que un mesero debe dar en cada una de las actividades que realiza es: "nos importa y cumplimos". Es fundamental saber lo que desean, necesitan, piensan y sienten los clientes. Qué sugerencias tienen y si están satisfechos.

El comensal tiene 5 necesidades básicas: atención personal, pertenencia, reconocimiento, sentirse cómodo e importante. Quieren la misma calidad y servicio todos los días, es su derecho por lo que pagan.

¿Y qué pasa con aquellos clientes que no están satisfechos o se quejan? Hay que escucharlos con cuidado, repetir la queja para asegurar que se escuchó correctamente, disculparse, aceptar los sentimientos que tengan como el enojo, frustración o desilusión, explicar lo que se hará para corregir el problema y agradecer al cliente por hacérselo notar.

El pasado domingo el gobernador de Jalisco, en su mensaje por su 2o. Informe, dijo una verdad absoluta: "Ahí en la ciudadanía, están los problemas". Con esa afirmación donde denota que conoce a sus clientes, hay que recordarle a él y todos lo que le rodean, incluidos todos los partidos políticos, que en ellos están también parte de las soluciones. El espíritu de servicio que rige el trabajo de los meseros, no le vendría mal a los políticos, debe ser el punto número uno de su filosofía de trabajo.

Gabriela Aguilar
(Publicado en la pág.6-B del periódico El Informador del 10 de febrero de 2015).


El arzobispo de Morelia -y ahora cardenal- Alberto Suárez Inda, deploró que "políticos formados en universidades católicas, no sean precisamente modelos de honestidad", y que, "como muchos otros católicos practicantes", esos gobernantes que ocasionalmente, como buenos fariseos, dejan translucir, de manera oportunista y convenenciera, su aparente religiosidad, "lleven una doble vida, abusando de sus puestos de poder para robar y en ocasiones para matar, contradiciendo así su función de cristianos".

Jaime García Elías
(Publicado en la pág.6-A del periódico El Informador del 18 de febrero de 2015).


Allá por el año 30 de nuestra era, el orador cordobés Séneca (3 a.C.-65), recuperado de los males que lo habían postrado en Alejandría, vuelve a Roma para perfilar su carrera política, que lo llevará al Senado 4 años más tarde, en el ocaso del régimen de Tiberio.

Sobreviviente a una no poco furiosa lucha en las cúpulas, que condujo a la tumba por intrigas a Calígula, Claudio y Agripina, ésta victimaria de su marido y víctima de su hijo Nerón, el filósofo llega así al año 62, cuando Cayo Calpurnio organiza otra conspiración y ofrece a nuestro pensador, de prosperar el plan, la dirección del imperio romano.

Descubierto el complot, Séneca es condenado al suicidio.

Los políticos, pues, juegan rudo, se llevan y asumen consecuencias desde tiempos remotos. Hay quienes hoy entran a esa arena sin tener ya no digamos el ADN, sino el estómago para resistirlo, y no aguantan ni un 1er. embate como el que aquellos animales históricos sorteaban.

Ahí está Platón (428 o 427-347 a.C.), quien se atrevió a proponer que si los gobernantes no son filósofos, es necesario que los filósofos sean gobernantes. Resultado: Dionisio el Viejo lo vende como esclavo en Egina, donde una mujer reconoce al filósofo, lo compra, le restituye la libertad, éste funda la Academia y, como felino, cae parado, solo para acabar en prisión tras otra disputa de poder. Muere amargado, dicen los historiadores, por la imposibilidad de instaurar su singular república.

Cómo olvidar a Cicerón (106-43 a.C.), hombre de letras y leyes, que supo navegar en medio de megalodones talla Catilina, César, Pompeyo y Bruto, hasta que cayó de la gracia de Octavio y su suerte, la peor, la define su enemigo político Marco Antonio, quien ordena que le den muerte.

Hoy, en cambio, los políticos mexicanos de grandes ligas entran en pánico a la primera y niegan todo: Enrique Peña, conflicto de interés; Miguel Ángel Mancera, injerencia en las candidaturas del PRD; César Camacho, favoritismo en el INE; AMLO, mala elección de un aspirante; Marcelo Ebrard, responsabilidad en la Línea 12; Gustavo Madero y Carlos Navarrete, aplanadoras en sus partidos. Lista interminable, pues.

Con grado académico todos ellos, prefieren la negativa a la confrontación de ideas, esconder la mano a documentar sus dichos. Grilla pura.

Alfredo C.Villeda
(Publicado en la pág.2 del periódico Milenio Jalisco del 27 de febrero de 2015).


El pasado viernes se realizó un seminario de marketing político en Guadalajara, donde se pudo ver entre los casi 800 asistentes a servidores públicos de administraciones actuales de todos colores procedentes de Michoacán, Guanajuato, Querétaro, Colima y claro Jalisco. Fueron 9 horas en las que se escucharon mensajes tipo "la gente no vota por lo que eres sino por lo que representas", "utilizar la esperanza en cada mensaje para que se traduzca en votos", "hacer del candidato una buena experiencia, como cuando vas a comprar el café de la sirenita" y sugerencias más parecidas a la publicidad engañosa que a la creación de un candidato con un proyecto honesto y confiable.

Por ello hay que estar abiertos al análisis de todas y cada una de las propuestas que escucharemos de los candidatos -si es que tienen- porque no debemos permitir que nos traten como autómatas o borregos cautivos ante la imagen y el mensaje que van a ofrecer.

Los conferencistas presentaron en esta jornada, además de venderse como potenciales asesores de campaña o gobierno, escenarios de la fuerza que pueden tomar las redes sociales, de la tecnología aplicada en campaña como automóviles forrados con focos transparentes tipo Led que llevarán al aspirante en presentación luminosa por las calles o bien la fotografía impresa en cartón tamaño gigante con opción a colocarse en edificios, entre otras opciones.

Esto es sólo un ejemplo de la preparación que tienen mujeres y hombres desde hace meses, en algunos casos años, con el firme objetivo de posicionarse como políticos con causa, crear un efecto de que valen como individuos -aunque no lo tengan- para dar motivos al votante y no continuar o elegir al opositor.

Este tipo de personas se venderán de la mejor manera apoderándose si es preciso, de la forma más caricaturesca de lo más importante en la vida de las personas. Aunque no lo sientan o lo hayan vivido. Tienen que ser coherentes con su mensaje para atraer votos. En la organización interna de los partidos la batalla se concentrará en los candidatos, a pesar y en contra de las malas prácticas partidistas vividas, el posicionamiento de "figuritas" será la clave.

Gabriela Aguilar
(Publicado en la pág.5-A del periódico El Informador del 17 de marzo de 2015).


Un político honesto e inteligente es casi un contrasentido. O dejará de ser honesto o dejará de ser político. O simplemente es un imbécil. Esa es la conclusión a la que uno llega después de leer los agudos argumentos de Dean Burnett, un columnista del diario inglés The Guardian. Argumentos meritorios, habría que decir, porque ni siquiera necesitó abordar las pruebas definitivas que le habría dado el análisis de la política mexicana.

Aquí sus argumentos. Los políticos que tienen una absoluta seguridad en lo que dicen y son contundentes resultan mucho más verosímiles para los votantes. Por desgracia esa contundencia no siempre está relacionada con la inteligencia o el conocimiento; en realidad suele ocurrir lo contrario. Está probado que un testigo que expresa un testimonio categórico y sin fisuras es infinitamente más convincente para un jurado, sin importar que sea un ignorante, que un testigo ponderado, honesto e inteligente que contesta con cuidado, sabiendo que no hay certezas absolutas. Una serie de estudios, cita Burnett, muestran que las personas menos inteligentes tienden a ser más categóricas en lo que dicen, pues resultan incapaces de imaginar o aceptar datos que contradigan su visión.

En la política sucede algo similar. El enorme atractivo de Vicente Fox como candidato no residía en su conocimiento de los asuntos públicos, sino en su capacidad para reducirlo a media docena de frases simplistas, pero eso sí, dichas con absoluta convicción. Resolver lo de "Chiapas en 15 minutos" o sacar de Los Pinos a las culebras, tepocatas y alimañas. La profunda convicción que Fox tenía de sí mismo para presentarse como salvador del conflicto de Chiapas o para erradicar la corrupción, residían en su ignorancia. Y le funcionó, al menos para llegar a la presidencia.

Según la llamada Ley de Trivialidades de Parkinson, o mejor conocida como Teoría del Techo para Bicicletas, las personas no quieren oír hablar de los temas que ignoran o que resultan demasiado complejos. El nombre deriva del comité de una planta nuclear que dedicaba sus sesiones a discutir de qué material construirían el techo para el estacionamiento de bicicletas, en lugar de abordar la estrategia para definir el diseño de los reactores nucleares. Era demasiado complejo.

Un político que se ponga a desmenuzar las verdaderas causas del desempleo o de la devaluación del peso tiene muy pocas posibilidades de mantenerse en la política. Será arrasado por aquél que ofrezca una visión burda y simplificadora, pero eso sí, comunicada con absoluta convicción. Algo que no podría hacer un político que a la vez sea honesto e inteligente. Nadie puede afirmar que resolverá el problema de Chiapas en quince minutos a menos que sea muy ignorante o muy deshonesto. O está mintiendo y simplemente lo hace para conseguir votos, o es honesto pero un idiota.

La enorme popularidad de Ronald Reagan y los 8 años de George Bush en la Casa Blanca tendrían que ver con esta ignorancia transfigurada en virtud política. Y llevado más lejos el argumento ayudaría a explicar por qué un pueblo con la sofisticación cultural y científica de Alemania pudo elegir a un líder con la vehemencia para convencerle de que los problemas de la nación obedecían a los judíos y a las potencias extranjeras. Toda proporción guardada, el mismo principio que permitió a Sarah Palin convertirse en gobernadora de Alaska y candidata a la vicepresidencia, pese a su profunda ignorancia (o gracias a ella) que le llevaba a repetir una y otra vez, con profunda convicción, su creencia de que la solución de todos los problemas residía en reducir los impuestos, creer en la supremacía de Estados Unidos y confiar en los valores familiares. Está demostrado que la gente está mucho más dispuesta a enfocarse y dedicarle atención a algo trivial pero que le resulta conocido, que a algo complejo por más importante que parezca.

Desde luego que no todos los políticos son ignorantes o tontos. Hay muchos perfectamente enterados de la complejidad de los problemas y que poseen un IQ sobresaliente. Por lo mismo, muy pronto se dan cuenta de que sus posibilidades para ganar una elección reside en la simplificación de los temas, por no decir, en su distorsión o de plano en la mentira.

En resumen, los inteligentes terminan siendo poco honestos; y los que son "honestos" con las barbaridades que transmiten resultan ser poco inteligentes. No, México no va a crecer a tasas de 6 ó 7% a lo largo del sexenio, pero era una meta que se daba por descontado en el discurso oficial. ¿Deshonestidad o ignorancia?

Jorge Zepeda Patterson
(Publicado en sinembargo.mx del 5 de abril de 2015).


Con los políticos el tema es un poco más complejo. Es una vocación que entraña un impulso hacia el servicio público, el deseo de ser objeto de la admiración y del agradecimiento unánime, el anhelo de trascender. Por lo menos esa es la motivación que aparece en los perfiles autobiográficos. Pero a medida que los he conocido advierto que en la mayoría de ellos el verdadero motor simple y sencillamente es el apetito por el poder. Peor aún, ni siquiera cualquier tipo de poder sino aquél que incluye una fuerte dosis de transgresión.

El poder y la posibilidad de transgredir están íntimamente vinculados. Es fascinante saber que los destinos de otros dependen de la propia voluntad, pero es mucho más adictiva la sensación de estar por encima de las restricciones que afectan al resto de los mortales. No es sólo el acceso a determinados privilegios; después de todo, el dinero de los millonarios también permite gozar de muchos de esos privilegios, e incluso de otros.

Cualquiera que sea suficientemente rico puede rentar o incluso poseer un helicóptero para desplazarse por la ciudad sin necesidad de amargarse la existencia en un embotellamiento interminable. Pero sólo los políticos pueden darse la satisfacción de utilizar con fines personales o familiares una aeronave que pertenece al patrimonio público. El poder es una droga que sólo tiene efectos cuando es ejercido, y pocas maneras más potentes de ejercerlo que utilizarlo para realizar todo aquello que a los demás les está prohibido.

Es por eso que la corrupción política y la función pública muestran vínculos casi simbióticos en todas las sociedades en que la rendición de cuentas no está arraigada. Tener más dinero del que se puede gastar es un placer que se agota pronto. "Un político pobre es un pobre político", sigue siendo un lema que por el que se rigen nuestros funcionarios, pero es apenas el punto de partida. Consideran un derecho asegurar el patrimonio familiar de la siguiente generación, pero la fascinación por el poder va mucho más allá de eso. Puedo imaginarme obscenamente enriquecido al ex gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, y al mismo tiempo profundamente infeliz por carecer del poder que antes le permitía satisfacer caprichos estuviesen o no permitidos por la ley.

Mandar sobre otros, decidir ascensos y descensos, posibilitar o rechazar proyectos es una atribución que pronto se convierte en rutina. Para los de libido alborotada, el acceso a hombres y mujeres de atractivo otrora inalcanzables resulta una tentación irresistible. Por ello es que el sexo constituye una de las recompensas esenciales en el ejercicio del poder. Pero incluso eso tiene límites.

El verdadero goce del poder se alimenta de la capacidad de acometer impunemente lo que otros no pueden. Y no necesariamente se trata de los pecados capitales, salvo en sus versiones más salvajes. Hay gobernadores que consideran que desaparecer a un periodista incómodo o despojar a un vecino de un rancho apetecido forma parte de sus atribuciones. En otros casos simplemente se trata de violaciones de primer grado: extender a voluntad el horario del bar en el cual se festeja, obtener un pasaporte en fin de semana, amedrentar a un antiguo rival con policías judiciales, cerrar el negocio de alguien por mera inquina personal, abrir asientos en un vuelo comercial ya saturado, levantarle la falda a una muchacha en un acto público, y un largo etcétera. Convertirse en senador es algo que muchos desearían, pero no tanto por la naturaleza de sus actividades como por el estatuto que se le atribuye: "Gozar de influencias", "estar por encima de la ley".

Los políticos terminan habituándose a las pequeñas, medianas y grandes transgresiones hasta terminar necesitándolas como el aire que respiran. Ellos están convencidos de ser dioses del Olimpo.

Jorge Zepeda Patterson
(Publicado en El País Internacional del 22 de abril de 2015).


La foto del senador y líder del sindicato petrolero Carlos Romero Deschamps viendo un catálogo de yates mientras se discutía la Ley Nacional Anticorrupción pinta a la clase política de cuerpo entero: la ley anticorrupción les hace lo que el viento a Juárez (que a juzgar por las imágenes y las estatuas ni siquiera lo despeinó). Paradójicamente, la riqueza de los políticos se convirtió en el Leit Motiv de las campañas. No alcanza el INE a censurar un anuncio cuando ya apareció otro (porque lo que hace es censura, no otra cosa) y han logrado demostrarnos a los electores que la corrupción es universal.

¿El dinero de los políticos es tema de debate? Por supuesto que sí, y no por un asunto de moralina franciscana, sino porque mientras quieran administrar el poder y vivan o pretendan vivir del erario es un tema que nos incumbe a todos. Aunque no les guste.

Nunca he confiado en los empresarios que se meten de políticos y van por la vida diciendo que ellos siguen siendo empresarios. Mucho menos creo en el argumento de que, como son ricos, ellos no necesitan robar. A los ricos les gusta el dinero, o si se prefiere les gusta el dinero por sobre todo lo demás, y la mayoría están dispuestos a hacer cualquier cosa para tener más: donde otros ven un problema ellos ven un negocio. Hay algunos casos, contados, de empresarios que van a la política, lo hacen bien y regresan al mundo empresarial, pero son excepciones. La mayoría entran a la política, nunca salen de ella y cada día son más ricos, lo que significa que, o bien los negocios funcionan mejor sin ellos (y uno preguntaría si los gobiernos no funcionarían también mejor sin ellos) o que encontraron nuevas vetas de negocio en la política y por ello se pegan a la gran ubre cual becerros hambrientos.

La riqueza de los políticos que desde jóvenes se han dedicado sólo a eso es todavía más sospechosa, porque nunca falta el político honesto (más escasos que un animal en peligro de extinción) que por contraste evidencia a los que no lo son. No es, como muchos piensan, un tema de vida privada, pues son ellos los que ostentan los lujos. Los relojes de César Camacho, el presidente del PRI y los viajes de las hijas de Gustavo Madero; los excesos de los gobernadores panistas, priistas y perredistas; las fiestas del Niño Verde; las casas de los funcionarios del gabinete o las excentricidades de los líderes sindicales, son temas no sólo a los que tenemos derecho a saber sino necesidad de discutir. La próxima batalla de nuestra eternamente inconclusa democracia viene por ahí: hacer obligatorio a todos los funcionarios y candidatos la declaración pública de 3 de 3: de bienes, de impuestos y de conflictos de interés.

Diego Petersen Farah
(Publicado en el periódico El Informador en línea del 24 de abril de 2015).


Diccionario electoral

Candidato.- Sujeto que a toda costa y sin parar mientes realizará cualquier acto con tal de acceder por vía legal a la gran ubre del presupuesto público y por vía colateral a los moches, prebendas y demás raterías. Cuando su fama y perversidades hayan llegado al conocimiento popular y crea que no puede haber salvación, siempre habrá algún partido de presupuesto más bajo que estará gustoso de recibirlo, que borrará su negro pasado y puede que lo convierta en vocero del partido.

Debate.- Artificio electoral cuyo atractivo dependerá de la belleza de la edecán que se contrate para el efecto y es utilizado por los candidatos que van perdiendo, con la esperanza de que el que vaya ganando diga alguna pendejada que lo haga perder popularidad, lo que casi nunca sucede. Es usado lateralmente como curación en casos de insomnios patológicos.

Elecciones.- Negocio brillantísimo celebrado periódicamente con el pretexto de nombrar representantes populares, principalmente escogidos de entre las fuerzas delictivas del país. El botín asciende a más de veinte mil millones de devaluados libres de impuestos cada año y ese presupuesto tan sólo es el entre inicial rumbo a las jugosas prebendas, que son la carnita de ese hueso, porque -hay que decirlo- el monto final parece inagotable.

Impunidad.- Ley suprema en nuestro globero país y cuyo reglamento consta en la ley del trinque, de aplicación universal.

Los dichos.- Debemos recordar la sentencia que expresa: "Dime de qué presumes y te diré de qué careces". Si el candidato promete honestidad, hay muchas posibilidades de que quien la ofrece sea una rata de albañal; a la hora en que prometa trabajo en equipo, se refiere a su equipo, que estará pegado a la ubre presupuestal... y usted ni en cuenta; igual cuando se menciona la familia, se refiere a la propia.

Partido político.- Banda hiperespecializada de la delincuencia organizada que vive de los fondos públicos, aunque causa tal desprestigio su pertenencia, que muchos prefieren ser justamente calificados de hipócritas negando al grupo criminal que los acoge, aunque entrándole gustosos a los fondos obtenidos como botín del saqueo. Tienen además el casi absoluto control del sistema electoral.

Sociedad civil.- Entidad política cuyos miembros, con las más variadas iniciativas, vagan por el mundo tan sólo esperando entrar en el presupuesto oficial, o sea, casi el paraíso.

Trabajo.- Actividad que prometen realizar todos los candidatos si es que triunfan en la obtención del hueso. Estudios más profundos han determinado que la inmensa mayoría de candidatos que lo cumplen son notoriamente más dañinos que los que se la pasan en farras y francachelas.

Transparencia.- Actitud que nos sirve para enterarnos de lo que no nos importa. En este país somos el país más transparente del mundo.de todo nos enteramos solo que no sucede nada. También sirve para nombrar institutos cuyos miembros cobran jugosas prebendas gracias al amigo que los nombró pero con ellos, sin ellos y a pesar de ellos no sucede nada, eso sí, con el mitote nos quedamos.

Carlos Enrigue
(Publicado en la pág.4-B del periódico El Informador del 3 de mayo de 2015).


El político se cree destinado a la transformación de su entorno y, con ello, con un boleto para la Historia.

Desde el más modesto alcalde hasta el más poderoso presidente ansían ver su nombre en una calle, en un parque, en una colonia y, por qué no, en un campo deportivo. Un busto prefieren otros. Una efigie, los más ambiciosos. Contados son quienes, a una propuesta en concreto de los zalameros en turno, declinan la oferta.

Porque los políticos creen con Thomas Carlyle (1795-1881), en su mayoría sin haberlo leído, sino por intuición que podemos llamar connatural y ribeteada por la propaganda, que están llamados a ser figuras en la Historia en tanto "biografía de grandes hombres", junto a Alejandro Magno, Napoleón, Lenin y Churchill.

Hoy la maquinaria propagandística, apoyada quizá sin enterarse en ese principio del historiador escocés, privilegia el culto a la personalidad y una buena parte de sus productos hacen énfasis en el personaje, no en sus propuestas ni en los supuestos beneficiarios de su entrega al bienestar común: la sociedad. De ahí el éxito del Partido Verde con su temeraria campaña (acompañada de multas millonarias), que sabedor de la escasez de políticos de pesos pesados en sus filas, introduce a gente de a pie en sus promocionales.

Cuando el político llega al poder y se olvida de sus "representados", en teoría, para gobernar para sus intereses, solo puede aspirar a una efímera placa con su nombre en alguna calle que pronto, la sociedad, echará a la basura como una estatua de Lenin.

Alfredo C.Villeda
(Publicado en la pág.2 del periódico Milenio Jalisco del 15 de mayo de 2015).


El motor de todos ellos es la ambición, el poder y hasta la revancha. Se visten con piel de cordero para tener imagen de ser dóciles y lentos, un tanto torpes, actitudes que sirven para conseguir propósitos personales sin parecer nocivos, por el contrario, tienen que esconder al máximo cualquier intención oscura y demostrar hábilmente una sinceridad falsa, "dar la impresión de que crees en lo que dices concederá enorme peso a tus palabras", dice parte del capítulo titulado: Disimula tus intenciones del autor Robert Green en el libro Las 48 leyes del poder.

William Shakespeare, el dramaturgo inglés, se anticipó con sus famosos villanos a las réplicas y multiplicadas personalidades de personajes que aspiran y a lo largo de los años en cualquier circunstancia y escenario -en muchos casos logran-, el poder. Green, por su parte, abona a las características de estas "criaturitas" mencionando que si existe el anhelo del poder en alguien, habrá que hacer de lado la franqueza y adiestrarse en el arte de disimular las intenciones. Al dominar lo anterior, asegura, siempre se tendrá la ventaja.

Menciona que una manera de esconder las intenciones es hablar sin parar de objetivos y deseos, "aunque no de los verdaderos". Señala que se matarán 3 pájaros de un tiro: "Parecerás simpático, franco y confiado; disimularás tus intenciones y harás perder tiempo a tus rivales".

Y aquí viene una recomendación clave, se vale permitirse ser impostores, porque más que ser personas con mentiras y cuentos, los mejores "se sirven de una fachada insulsa y discreta, saben que las palabras y gestos extravagantes despiertan sospechas, así que envuelven a sus presas en lo conocido, banal e inofensivo".

El autor señala que, como los grandes villanos de Shakespeare, una vez adormecida la atención de las personas, no notarán el engaño que se perpetra a sus espaldas. Entre más gris y uniforme sea la cortina de humo utilizada, "ocultará mejor las intenciones".

Green retoma palabras de una escritora francesa llamada Ninon de l’Enclos, quien en 1660 decía: "Disimula tus propósitos y esconde tus avances, no reveles el alcance de tus intenciones hasta que los otros no puedan oponerse a ellas ya, hasta que la contienda haya terminado".

Las 48 leyes del poder y Las 33 estrategias de la guerra del mismo autor, se han convertido en libros de consulta y cabecera de interesados en aspirar a cargos públicos.

Gabriela Aguilar
(Publicado en la pág.5-A del periódico El Informador del 2 de junio de 2015).


La política es el arte de obtener el dinero de los ricos y el voto de los pobres con el pretexto de proteger a los unos de los otros.

Anónimo


El sistema del poder está diseñado para que el poderoso encuentre eco de su propia voz, de sus ideas, de su imagen (no es gratuito que muchos políticos terminen enamorados de sí mismos). Los palacios son cuartos de espejos; verdaderos laberintos donde los gobernantes se pierden, pues a donde se muevan se encuentran a ellos mismos. Los palacios aíslan de la realidad, mientras los sistemas de poder hacen su chamba: la búsqueda incansable de su reproducción.

En los gabinetes de lealtad la gran batalla es por la cercanía y la simpatía del poderoso; todos quieren quedar bien con el líder, buscan leerle el pensamiento y decirle lo que creen que quiere oír para congratularse con él. A la larga son los que más daño hacen.

En el otro extremo está el gabinete profesionalizado, el que se basa más en las capacidades individuales que en el sentido de cuerpo. Suele ser más eficiente en términos de administración pública pero carece de visión de grupo y sentido político. Estos gabinetes tienen el problema de que lejos de ayudar a la reproducción del poder lo dispersan.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 10 de junio de 2015).


Daniel Cosío Villegas en su artículo sobre el intelectual mexicano y la política, publicado por Conaculta, en 2002, nos plantea una cierta desavenencia entre estos dos grupos "a un político de pura sangre puede resultarle mortífera una cucharadilla de intelectualidad".

Y todavía puede resultar más problemático "la posibilidad real de que un intelectual brinque a la política en un momento dado: el salto puede resultarle mortal si lo da con un sacrificio completo de sus prendas intelectuales".

Un intelectual es una persona que se dedica preferentemente al cultivo de las ciencias y las artes, según el diccionario de la Academia y citado por Cosío Villegas. Pero no es solo el cultivo de ellas, sino también el pensar las cosas con método y conocimiento científico.

Según Cosío, "el intelectual no puede dejar de tener una propensión crítica: el simple planteo racional de un problema lleva a ponderar estimativamente las soluciones posibles; y como el análisis crítico requiere tiempo, la actitud del intelectual tiene que ser de vacilación o de expectación mientras no lo concluye".

Una postura que no parece gustarle a los políticos, pues la confrontación y el cuestionamiento los suele poner en una situación frágil.

Vale la pena recordar la observación -que nos trae Cosío Villegas- de Bernard Shaw: "El político, que antaño tuvo que aprender a halagar al rey, hoy debe saber cómo fascinar, divertir, engatusar o despertar de otro modo la fantasía del elector".

Lo que hace entender que los intelectuales no parecen estar dispuestos ni a halagar a los políticos ni al electorado a costa de la verdad.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.8-A del periódico El Informador del 18 de junio de 2015).


El que esto escribe no ve que ni nuestro 1er. mandatario federal, ni nuestro señor gobernador tengan muchas ganas de mover gente, sobre todo en los puestos principales y no tengo la menor idea de si ambos o alguno de ellos acostumbre leer o escuchar las columnas, en principio no lo creo porque viven rodeados de una nube de barberos de 1a. categoría cuya chamba principal es tenerlos mareados con elogios por lo que resulta prácticamente imposible que los tlatoanis lean lo que sea, ya no digamos un libro, vamos, ni siquiera uno escrito por el propio mandatario, entonces por más importante que parezca ser el columnista que anuncia los cambios, de darse estos será pura casualidad.

Los que si deben estar apurados deben ser los posibles canjeados por varias razones, la gran mayoría perderán, de darse el cambio, la posibilidad de quedarse sin la corte de ayudantes que se tiene en cualquier chamba de las primeros 10 niveles de gobierno, muchos creen que lo importante es el sueldo o los gastos de representación , que no dejan de ser importantes, pero no tienen comparación con las nubes de barberos que estarán materialmente a su disposición, créanme, en los puestos de los 5 primeros niveles la turba puede llegar a ser de varios cientos de lambiscones, todos a cuenta del erario, así que si te chispan pues, válgame que lo extrañarán, por eso, usted en muchos casos escucharán de casos en que ni el sueldo recogen.

Ahora, el sueldo, aunque no es lo principal, no deja de ser muy atractivo, lo es tanto que la inmensa mayoría de funcionarios no podrán conseguir ni en sueños un salario siquiera parecido y eso es horrible, claro con excepción de aquellos que hicieron negocitos durante el encargo, lo que en nuestro entorno casi no sucede.

De ahí que haya muchos de los que actualmente gozan del placer de vivir de la ubre gubernamental que en estos días anden ojerosos y nerviosos, preguntándose y preguntando a los demás que saben de los cambios, cuando se encuentran a sus jefes tratan de adivinar las miradas, su estado de ánimo, sus más profundos pensamientos, se encomiendan a sabios y adivinos para tratar de mantener la gracia del jerarca y como a ellos los pone nerviosos la actitud del jefe, ellos mismos mantienen el terror sobre sus súbditos.

Carlos Enrigue
(Publicado en la pág.4-B del periódico El Informador del 28 de junio de 2015).


Cuando digo que para gobernar se necesita mucha inteligencia y muchos tanates es porque la administración pública es una cosa difícil, para gente brillante y no para cualquier hijito de vecino. Es la hora de entender que las calenturas de manejar el podercito para entrar a la siempre privilegiada clase política de este país, deben de reconsiderarse. Si como sociedad debemos de ponernos activos en todas las decisiones que nos afectan y competen, estoy segura que como funcionario aún más. Señores funcionarios, es importante que vean su labor como un verdadero trabajo y privilegio de poder ayudar a México, y no como la gran oportunidad de irse a cenar a la Vaca Argentina. En México pasan cosas realmente humillantes y surrealistas. Tenemos que ponernos a trabajar.

Dolores Tapia
(Publicado en la pág.7-B del periódico El Informador del 11 de julio de 2015).


El autoritarismo es una realidad en México. En los años de la hegemonía priista antes de la alternancia del año 2000 no había dudas al respecto y bueno, esa conducta de la clase política era lo cotidiano. Ilusa e ingenuamente creímos que con el triunfo del PAN el autoritarismo se acabaría pero no fue así. Y luego dicen, algunos, que vivimos en plena democracia y que los consensos y no sé cuántos cuentos más.

Por supuesto que en el discurso, todos los políticos, de todos los partidos lo niegan rotundamente, sin embargo, la mímesis es tal que, por lo menos en 2 casos ya, documentados ampliamente en Jalisco, se dejó de lado la simulación, no por desecharla de manera deliberada, sino porque el autoritarismo está tan arraigado en ellos, es algo tan profundo y tan marcado, tan consubstancial de sus personalidades, que es lo normal; y aun cuando sus actitudes son abiertamente autoritarias ellos no se percatan y hasta creen que están haciendo lo correcto.

¿Cuáles son los dos casos documentados en Jalisco? Emilio González Márquez sin duda alguna es uno de ellos cuando en aquella borrachera infame nos mentó la madre sin recato y hasta con el permiso del cardenal Juan Sandoval, a todos los que criticamos la famosísima macrolimosna.

La frase más autoritaria de aquella perorata del ex gobernador fue: "La gente votó por mí" infiriendo con esto, claro, que tenía una especie de cheque en blanco para hacer lo que le diera la gana sin esforzarse siquiera en la búsqueda de consensos mínimos, actitud contraria per se al autoritarismo.

Y ahora Aristóteles [Sandoval], con la mano en la cintura, escribe el siguiente tuit, inconcebible realmente, de escándalo si se supone que el sistema político en México es democrático: "Todos los jaliscienses tienen derecho a expresarse y manifestarse, pero ello no representa una medida de presión para el ejecutivo". Es cierto, así actúa la clase política, no debería ni sorprendernos, es lo normal para él y para tantos otros que se rigen bajo los mismos principios, tan claros que son una definición básica en el Diccionario Político de Norberto Bobbio: En la tipología de los sistemas políticos se suele llamar autoritarios a los regímenes que privilegian el aspecto del mando y menosprecian de un modo más o menos radical el del consenso, concentrando el poder político en un hombre o en un solo órgano y restando valor a las instituciones representativas.

Lo curioso es que en este tipo de regímenes, la oposición por ejemplo, está reducida al mínimo y es perseguida, por lo general, cosa que no sucede en México, lo que es más, partido que llega al poder, partido que no puede frenar sus ímpetus autoritarios.

Hablo de 2 casos en Jalisco, uno del PAN y otro del PRI; pero el autoritarismo, una de cuyas características es la censura, lo práctica este presidente y lo hicieron los anteriores, de manera que la democracia que vivimos en México es sólo una ficción, un parapeto costosísimo.

Ya llevamos mucho así, vamos a ver hasta cuándo, sobre todo ahora que alguien ya lo dijo abierta y públicamente; sí, quizá faltaba que se pronunciara con todas sus letras, que para los políticos los ciudadanos no somos importantes; ya sin una actitud hipócrita, a ver cómo se mueven las cosas.

Laura Castro Golarte
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 22 de agosto de 2015).


Uno de los problemas estructurales de la política mexicana es que está atada, firmemente atada, a las visiones de corto plazo que dominan la agenda pública nacional y que ocupan la mayor parte del tiempo de quienes dirigen el rumbo del país.

En parte esto se debe al hecho de que muchos de esos funcionarios (sobre todo en los más altos niveles), han sido nombrados no porque conozcan de los temas de los que deben ocuparse, sino como pago por favores políticos o por ser amigos del mandatario en turno. Cuando un funcionario no conoce del tema sobre el que debe tomar decisiones fundamentales, es imposible que piense en el largo plazo o que tenga un plan de trabajo con una perspectiva de 10, 15 o 20 años.

Con suerte, nuestros mediocres funcionarios públicos están pensando en las próximas elecciones. En realidad, no les importa el destino del país, no les preocupa la suerte de la ciudadanía ni les quitan el sueño los enormes problemas que impiden a México ser una nación desarrollada. Lo suyo es más mundano y también más inmediato: desde que se despiertan hasta que se duermen solamente trabajan con el objetivo de seguir estando dentro del presupuesto público el mayor tiempo que sea posible.

Les importa la fama y el poder, no el servicio público (para el que muchos no tienen la menor vocación y ni siquiera intentar disimularlo). Los ejemplos abundan: desde secretarios de desarrollo social que jamás se habían preocupado por la pobreza -ni tienen la menor idea de cómo se define- hasta encargados de prevenir el delito que son sospechosos ellos mismos de quebrantar todo tipo de leyes. La lista se podría hacer interminable.

Ahora bien, un país que no tiene planes a largo plazo y que se debe reinventar cada 3 o 6 años, es un país que siempre estará al borde del precipicio. Los países más adelantados han desarrollado servicios civiles de carrera para evitar que los vaivenes políticos entorpezcan los planes de largo plazo a cuya consecución se debe dedicar el aparato burocrático del Estado. Pero de eso en México sabemos más bien poco.

Miguel Carbonell, investigador del IIJ-UNAM
(Publicado en la pág.5-A del periódico El Informador del 29 de septiembre de 2015).


Es curioso cómo [cuanto] menos se lee a Maquiavelo, más se difunde la idea de sus truculencias, en cambio su obra El príncipe, resulta un manual impecable y actual de ciencia política. Una obra que ofrece los lineamientos básicos para, no sólo mantener el poder, algo fundamental en la política, sino hacer que población y gobierno caminen de la mano, construyendo seguridad y crecimiento, un planteamiento otorgado a los Médici, el grupo más poderoso y floreciente del Renacimiento italiano.

Y no era sólo Maquiavelo, aunque él dio forma escrita al pensamiento de la época, sino que artistas de todas las artes trataron el buen gobierno. Así, en el Palacio Público de la ciudad de Siena, está uno de los murales más bellos y representativos de su época con este tema. Una obra de arte maravillosa en su técnica pictórica, trabajo de los hermanos Lorenzetti, sin embargo, mucho más importante por el simbolismo representado en una espléndida alegoría, sobre los anhelos de la época, su realidad histórica y los ideales del Renacimiento.

Alegoría del buen gobierno.

Y al ver esta obra no se puede más que pensar en el gobierno vivido por los mexicanos, porque el fresco presenta como eje principal de la obra a la paz, la seguridad y la justicia, con resultados luminosos: la concordia y la prosperidad. Así, primero los fundamentos, después, el resultado que será la prosperidad de la población. Luego, sin estos pilares, a manera de edificio político, poco gobierno, si es que alguno, se puede tener.

Alegoría del mal gobierno.

Y claro, la comparación se apura: ¿Cómo es posible que si desde el Renacimiento, de manera tan clara, escrita y en imágenes, se sabe esto, los actuales políticos en México lo hubieran olvidado? Y la respuesta que emerge silenciosa pero contundente, es: qué tal que nunca lo supieron, qué tal si en su educación hubo este enorme hueco, entre muchos otros, y en su prepotencia se consideran los descubridores del hilo negro, suponiendo que ellos, y sólo ellos, saben lo que es gobernar y que pueden sostener el poder sin ninguno de los pilares básicos...

Qué tal que suponen que nadie antes escribió sobre lo que significa el buen gobierno y, peor aún, que nadie entre los mexicanos sabe nada al respecto, cómo si la ignorancia, que muchos políticos profesan, fuera una característica de la población.

Y como respuesta a estas suposiciones, en otra parte del mural aparecen los vicios del mal gobierno con la imagen de un demonio enceguecido por la ambición, la ignorancia, la soberbia y, claro, la corrupción. Pero lo que más llama la atención es la imagen de la justicia, antes acompañada de la sabiduría y la imparcialidad, ahora impotente camina errática con las manos atadas, dando oscuros resultados: una población empobrecida, violencia e inseguridad.

Y, otra vez, las imágenes se yuxtaponen: lo pintado en el fresco, la maldad del mal gobierno, y la realidad mexicana con la inseguridad galopando, la corrupción en ancas, la impunidad dirigiendo las riendas de un brioso corcel que está siendo alimentado por la justicia de manos atadas y la pobreza que crece. Más claro, nada. Y entonces una propuesta: qué tal si entre los costosísimos viajes hacen uno a Siena y durante el vuelo se les hace escuchar El Príncipe, una y otra vez, a ver si así les queda claro que lo que han construido es un mal, muy mal gobierno. Porque al mirar el fresco, pero sobre todo la realidad mexicana, queda claro que, hoy, buen gobierno... no tenemos.

Lourdes Bueno, investigadora de la Universidad de Guadalajara
(Publicado en la pág.5-A del periódico El Informador del 24 de octubre de 2015).


Yo no creo que haya en el mundo un buen gobierno, los habrá malos, malísimos y pésimos, pero buenos, no recuerdo ninguno bueno, cuando menos en los últimos 2,000 años y ese hecho ha provocado que un cierto pesimismo se apodere de nosotros y a mi juicio debo decir que el pesimismo suele ser justificado.

Pero esa desilusión no debe llevarnos al extremo de caer en la generalización de los políticos en particular, por más que algunos presenten hojas de vida impresionantes con muchos posgrados en el extranjero que habremos de decir que muchas veces los lauros obtenido son inversamente proporcionales al conocimiento del infelizaje, son 2 mundos tan diferentes que pueden decirse jamás se juntan; por ello no podemos decir que todos los burócratas sean malos, como casi todo en la vida hay de todo (al hacer esta afirmación corro el riesgo de que muchos malos funcionarios se auto clasifiquen como buenos), del mismo modo no todo lo que hagan será malo. Tenemos que reconocer que el mundo de la burocracia es terriblemente complejo, son aguas difíciles de navegar, aunque todos conocemos cuando menos a una persona que así cambie el gobierno de partido, grupo o banda de todos modos quedan con chamba.

Un connotado político recientemente fallecido acuñó una frase inteligente: la política no es para los que les gusta sino para los que le entienden y es cierto, busque en su propio entorno, hay personas que no parecen tener interés en el hueso, incluso militan en la llamada sociedad civil (que la forman políticos en la banca) y de repente por 'x' o por 'y', un amigo llega al poder y vuelven a gozar de las mieles de la nómina, analice en su entorno cómo hay muchos funcionarios que justa o injustamente gozan del presupuesto durante una gran parte de su vida.

Lo que si podemos decir con certeza de que es muy caro. ¿Sabía que tener gobierno federal le cuesta a cada mexicano poco menos de 40,000 pesos anuales? O sea que por cada miembro que respire en su casa a usted le cuesta esa cantidad de manera que usted deberá preguntarse si el gobierno le devuelve en servicios esta cantidad que a mí me parece muy costosa.

De casi todos los gobiernos no espero mejoría, sí espero que nos frieguen menos o que lo hagan a menor costo. Se empieza a escuchar que habrá un "presupuesto participativo" que se oye genial, pero como persona no positiva que soy, creo que no podemos esperar mucho de esta y las otras promesas, claro que puedo estar equivocado y a la mejor la 1a. pregunta del "presupuesto participativo" es ¿cuánto debe ganar el presidente y los regidores? Pero eso, no lo verán mis ojos.

Carlos Enrigue
(Publicado en la pág.4-B del periódico El Informador del 25 de octubre de 2015).


Tal parece que es habitual en nuestro medio, que el político soporte todo de parte de los periodistas: su prepotencia, preguntas hostigantes y comentarios ofensivos y calumniosos. La posibilidad de fincar responsabilidades es prácticamente nula por el fuero de facto que la prensa tiene en México y por el temor fundado a linchamientos periodísticos. Nadie debe quedar indefenso en un país regido por el derecho.

Carlos Castillo Peraza
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 14 de noviembre de 2015).


A 70 días de la toma de posesión como alcalde el principal problema que enfrenta Enrique Alfaro no son los ambulantes sino lo que uno de sus colaboradores cercanos ha bautizado, quizá de manera exagerada pero atinada, como la "divocracia", esos que creen saber más que los demás y que no sólo se ven a sí mismos como los artífices de un gran cambio sino los responsables del porvenir.

Sólo hay 2 defectos que se quitan con el tiempo: la juventud y la soberbia del poder. No hay grupo político que no haya pasado por ese proceso. Le sucedió al grupo que llegó con el gobernador Cosío, a los jóvenes que acompañaban a Ramírez Acuña, a colaboradores cercanos de González Márquez, que se peleaban, penosamente y en público, por los lugares en el presídium, y en el equipo de Aristóteles Sandoval que ningunearon a los políticos con experiencia que no sabían, por ejemplo, qué era un tiro de cámara. La realidad, terca como es, se encargó de poner a todos ellos en su lugar, como lo hará con los nuevos políticos alfaristas.

El riesgo de todo político es encerrarse en su círculo de colaboradores. Primero dejan de oír más voces que las propias, después dejan de ver y terminan, como el cornudo, siendo el último en enterarse de los problemas. No es fácil sustraerse de esta condición; más aún, pareciera ser una de las características del poder. En el caso concreto de Enrique Alfaro la "divocracia" está provocando que el alcalde de Guadalajara dedique más tiempo del que él mismo quisiera a atender problemas internos del equipo con asuntos que muchas veces son incluso de otros municipios.

Lo que parece ir más rápido de lo que se esperaba son los problemas internos del equipo que sigue intoxicado de éxito, un veneno difícil de digerir.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 10 de diciembre de 2015).


Pedirle a un político que no aproveche cada momento para aumentar su poder, y que piense en el bien común antes que en su proyecto político, es como pedirle a un perro que no se coma un filete que tiene frente a sus narices. Por más educado que esté (el perro claro, no el político) su instinto le dirá que tiene que devorarlo, que debe aprovechar la oportunidad para comerse aquella carne porque mañana el alimento puede escasear. De la misma manera, por más saciado que parezca (el político, claro, no el perro) el hambre de poder hará que todo político anteponga la agenda personal y la de su grupo antes que la de la ciudad o el Estado.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 4 de enero de 2016).


En política existe una pirámide o conito; abajo está el elector; arriba el amigo; luego el correligionario; después el pariente; enseguida el o la amante; y en la cúspide el cómplice. En ocasiones el rol se comparte: el pariente, el amigo o cualquier otro puede ser también cómplice y eso hace más fuerte y compleja la relación.

Pedro Humberto Garza
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 30 de enero de 2016).


La confusión se agrava en los partidos políticos, carentes de ideología, donde el interés particular de sus integrantes se manifiesta en la obtención de beneficios propios anteriores a los de servicio. Individuos cuyo interés conduce a cambiar de partido, únicamente acuerdo a su propio interés de alcanzar posiciones dentro del poder sin la legitimidad que da cumplir y hacer cumplir con los propósitos para los que son electos; tan solo respaldados por la complicidad con grupos inducidos por la conveniencia y, en algunos casos, hasta con el apoyo de la ilegalidad.

Carlos Cortés Vázquez
(Publicado en la pág.4-B del periódico El Informador del 20 de marzo de 2016).


Los políticos creen que nos deben prohibir aquello que dañe nuestras buenas conciencias y, por ello, sancionar con total energía cada acto que vaya en contra de las buenas maneras. Prohibir, prohibir y prohibir, ésa es la respuesta de los políticos jaliscienses cuando hablamos de consumo de mariguana, de interrupción del embarazo o del abominable video de Gerardo Ortiz. Muchas veces ni lo reflexionan, es un reflejo, que desata los aplausos de muchos tapatíos.

El político sigue creyendo que puede regular "la ley de la gravedad", tal cual como padre controlador que puede pasearse por la arena pública decidiendo qué podemos consumir y qué debemos evitar.

Los políticos le dotan a la prohibición de propiedades mágicas, casi alquímicas.

Reza el adagio: "El Estado debe justificar la prohibición y no la libertad". La plaza pública, sean los medios de comunicación, las redes sociales o la calle, son reflejo de lo que somos. La popularidad de un cantante como Gerardo Ortiz no depende ni de su presentación en Tepatitlán ni tampoco de que sea quien cierre el Palenque de las Fiestas de Octubre. Su éxito es nuestro fracaso. Es decir, el fracaso de confeccionar un imaginario de vida que condene sin ambigüedades la violencia y la dominación como formas legítimas de lidiar con la otredad. El gobierno puede ayudar condenando este tipo de manifestaciones y haciendo una campaña de concientización profunda sobre los efectos nocivos de este tipo de entretenimiento. Sin embargo, quien debe condenar lo que hace Gerardo Ortiz es la sociedad misma; la que debe rechazar cualquier manifestación en donde se denigre a la mujer, es la sociedad. La censura es sólo darle la vuelta al problema, poner la suciedad debajo del tapete y fingir que no vemos lo que pasa. Así, prohibir es, bajo cualquier punto de vista, claudicar.

Enrique Toussaint
(Publicado en la pág.3-B del periódico El Informador del 3 de abril de 2016).


Existe una gran diferencia entre lo que un importante segmento de la población entiende por "un político" y lo que realmente implica "ser político". La percepción que hoy en día se tiene de éstos, desafortunadamente ha perdido la trascendencia que tuvo en otros tiempos, en los cuales, los personajes más reconocidos de la historia de México -e incluso la universal- transitaron por la vía política y gracias a su actuación en la misma son recordados luego de muchas décadas.

Es claro que hoy las cosas son diferentes, la famosa "percepción" se ha posicionado de la opinión pública y lamentablemente la imagen que se tiene del político es negativa en términos generales (ganada a pulso).

Aunque para una gran cantidad de personas el hacer política es reprobable, la verdad de las cosas es que la política es algo verdaderamente serio, positivo y necesario para lograr el crecimiento y posterior desarrollo de una sociedad.

"Percibo" que un segmento importante de aspirantes a político, es motivado por los sueldos que obtienen y/o las oportunidades que vislumbran de poder amasar fortunas por la vía de la deshonestidad, pero también los hay profesionales motivados por un espíritu de servicio [aunque no los conozcamos, agregaría el webmaster].

Cuauhtémoc Cisneros Madrid
(Publicado en la pág.13-A del periódico El Informador el 11 de abril de 2016).


Ejemplos hay muchos, personas que por ideología eligieron un determinado partido, ante la promesa de poder pueden "transitar" al polo político opuesto para ser candidatos. O los excelentes investigadores y académicos que fueron importantes contrapesos del poder, como decía Pierre Bordieu que debía ser el papel de los intelectuales, de pronto, seducidos por las alturas, pierden su capacidad de análisis y crítica para entrar, ridícula y crédulamente, al círculo de los "amigos" del poder. Y ésta ha sido una estrategia de muchos gobiernos, ofrecer sillas, privilegios, sitios cerca del dios en turno para eliminar sin censurar a sus más fuertes críticos.

Lourdes Bueno, investigadora de la Universidad de Guadalajara
(Publicado en la pág.5-A del periódico El Informador del 16 de abril de 2016).


En su último libro, publicado en 2015, bajo el nombre "Número cero", Umberto Eco nos alerta de la peligrosa tentación de que el debate político se convierta en lo que él llama: "la máquina del fango". Así lo explica el filósofo, y experto en Semiótica: "la máquina del fango es una forma de deslegitimación del adversario mostrando aspectos secretos de su vida". La máquina del fango es en sí mismo un distractor, es un cambio de juego si utilizamos el léxico futbolístico. El discurso que deslegitima al adversario busca deconstruir a un personaje creíble para la opinión pública. Históricamente, la máquina del fango opera desde las agencias judiciales, los ministerios públicos y las procuradurías. O los medios de comunicación. Así, en la actualidad, basta con divulgar una conversación privada, que muchas veces no incluye delito alguno, para destrozar la credibilidad del adversario. No por nada, Michael Ignatieff en su obra "Fuegos y cenizas", reconoce que la política se ha convertido en el arte de despedazar el prestigio del rival. Más que en el fortalecimiento de la credibilidad propia, la máquina del fango encuentra su sentido en el desmantelamiento de la legitimidad pública de alguien que se percibe como amenaza.

La máquina del fango se regodea con la exaltación de las pasiones de la ciudadanía. Se olvida del verdadero debate, y exhibe a los personajes públicos "de cuerpo entero".

Enrique Toussaint
(Publicado en la pág.5-B del periódico El Informador del 17 de abril de 2016).


Gobernar parece una tarea fácil, sin embargo, la historia universal nos deja ver que con independencia del sistema de gobierno de que se trate -incluyendo el dictatorial- los gobernantes han tenido y siguen teniendo que "pasar las de Caín" para poder dar respuesta a las múltiples demandas de sus gobernados, pues no es cosa solamente de contar con presupuesto, a ello habrá que agregarle la capacidad y experiencia de los funcionarios de cada dependencia, sin descontar "el ladrillito" en el que suelen subirse algunos hasta llegar al mareo total, y por supuesto, la honestidad que les permita vivir en la modestia de ser un servidor público.

De ahí que quienes hoy se encuentran preparándose para, llegado el momento, asumir la responsabilidad de gobernar -por lo menos en los niveles operativos que establece el Servicio Profesional de Carrera, instrumento implementado en el último año de gobierno de Ernesto Zedillo Ponce de León, y casi desaparecido en la administración de Vicente Fox, quien sólo lo aprovechó para tratar de encubrir su particular forma de tomar decisiones a la hora de nombrar a los responsables de cada área durante su gestión-, deben de hacer un gran esfuerzo, primeramente para contar con las herramientas académicas y experiencia necesaria, y en 2o. término para empoderar su carrera y para que los políticos de hoy y futuros, se decidan a actuar de acuerdo a los perfiles del capital humano con que se cuenta.

Cuauhtémoc Cisneros Madrid
(Publicado en la pág.11-A del periódico El Informador el 18 de abril de 2016).


Los equipos de todos los gobiernos del mundo sirven para 2 cosas: para gobernar y para mantener el poder. Cuando hay cambios en esos equipos es posible encontrar la razón en cualquiera de esas 2 motivaciones. Sí, hay casos raros en los que un funcionario jura que ya se quiere ir a mitad de sexenio y que anhela su jubilación. Pero son casos muy raros y, a menos que haya una causa grave de enfermedad, casi siempre están mintiendo: no se van 2 años antes a su casa porque sí. Se van porque los van, porque ese lugar se "ocupa" para arreglar un desastre o para planear una elección. Es decir, para gobernar o para mantener el poder.

Ivabelle Arroyo
(Publicado en la pág.5-A del periódico El Informador del 27 de abril de 2016).


Un semáforo rojo y un auto delante suyo que esperaba la luz verde, fue el motivo del más reciente escándalo público del diputado del Partido Verde Ecologista de México, Enrique Aubry. Como niño mimado berrinchudo, Enrique Aubry, no quiso esperar como el común de los mortales a que la luz del semáforo cambiara a verde para permitir su paso y el de todos los demás automovilistas.

El semáforo y el auto de otro conductor detuvieron su paso, su importante paso, porque sin duda Aubry se siente importante, y eso desató su furia y sacó una pistola, según la denuncia del ciudadano que tuvo la mala fortuna de cruzarse con este político.

Pero creo que la conducta del diputado del Verde no es una excepción, sino la regla entre los políticos.

Su única distinción es que Aubry es un junior mal educado y berrinchudo que si algo se le antoja lo quiere en el momento y patalea para obtenerlo; si algo le molesta, se irrita y grita y tal vez llora, pero busca desquitarse.

No lo hace él solo, como la mayoría de los mortales, sino que se auxilia de guaruras y sus relaciones de poder. En todos los incidentes registrados por compañeros periodistas, Aubry siempre tiene el auxilio de sus guardaespaldas. Es el típico junior que alardea con una fuerza que no es suya: es la del guardaespaldas, la de su fuero o la de la pistola, pero nunca se enfrenta de tú a tú con la persona que piensa que lo agravió.

Es la conducta típica no sólo del junior, del muchacho que se siente poderoso porque papá o el partido o el gobernador lo respaldan. Es la conducta del tipo que sabe que ganará una confrontación en el congreso, en el estadio o en la calle, porque tendrá el respaldo del poder, del dinero, de las relaciones, de la impunidad, y en términos prácticos de los golpes que darán sus guardaespaldas o de las balas que dispararán sus pistolas. En el fondo es una actitud cobarde.

Pero Aubry no es un espécimen especial en la clase política profesional. Todos los integrantes de ese gremio que sirven al Estado y al poder están acostumbrados a imponer sus decisiones, aunque se disfracen de buenas formas y se pidan las cosas por favor. Eso no cambia el hecho fundamental que están ahí para imponer su voluntad y ser servidos.

Una etnografía de la clase política nos revelaría que la mayoría de los políticos profesionales son mantenidos por todos los costados: mantenido en el sueldo, mantenido en sus actos cotidianos de reproducción de la vida. El político profesional acomodado, por lo regular, no maneja su auto, no marca su celular, no registra sus citas en su agenda, no escribe sus discursos, no paga sus tarjetas de crédito, no compra sus alimentos. No. Se siente un tipo tan importante y tan ocupado que siempre tiene quién le resuelva todas esas tareas. El político profesional se dedica a mandar y a dar órdenes. En el fondo es un tipo autoritario, majadero, explotador del trabajo ajeno. Aubry es estentóreo, berrinchudo, pero al fin es parte de la misma especie: la clase política profesional.

Rubén Martín
(Publicado en la pág.13-A del periódico El Informador del 8 de mayo de 2016).


La pesca de la semana: un directivo de Pemex que cobraba 4,000 dólares a los empresarios por cada 15 minutos de audiencia y el operador del gobernador de la empobrecida Oaxaca exhibido con depósitos bancarios inexplicables por cientos de millones de dólares.

No hay un día en que no nos enteremos de los excesos de un gobernador, las extorsiones de un alcalde, los abusos contra el presupuesto de un funcionario público o de un legislador.

No se trata sólo de que aumentó la visibilidad de la corrupción gracias a la globalización, a las nuevas tecnologías de comunicación y a las redes sociales, entre otras razones. Todo indica que el número de casos y las cantidades implicadas han crecido. Algo extraño si consideramos que la impunidad no es mayor ahora que antes; por el contrario, justamente la exhibición pública de todos estos casos revela que hoy en día existe un riesgo real para todo aquel que ordeña a las finanzas públicas.

Y no obstante, pese a ese riesgo, la voracidad de los funcionarios para enriquecerse a costa del patrimonio público no ha hecho sino aumentar. A mi juicio, eso tiene que ver con un desmantelamiento de los valores vinculados a la honestidad, la sobriedad y la modestia. Son virtudes que lejos de premiarse en algunos círculos políticos y empresariales suelen ser asociadas con algo parecido al fracaso. Y, por el contrario, resulta obvia la idealización de una cultura del éxito y la riqueza sin importar la procedencia o los medios para obtenerla. La cultura basada en el consumo y el triunfo no sólo han hecho presa de la clase política sino también del electorado. El cinismo y la ostentación del éxito como argumentos necesarios y suficientes para legitimar el derecho a liderar los destinos de todos.

Son fenómenos nuevos que reflejan una tendencia que desde hace tiempo hizo presa de las clases políticas. Sin importar el partido político o la ideología, han construido una narrativa que les lleva a normalizar el derecho a formar un patrimonio a partir de su acceso al erario. Hacerse rico es uno de los atributos que entraña hacerse cargo de una responsabilidad destacada; a su juicio es una compensación razonable y necesaria para blindarse de las contingencias y las traiciones de la vida política. En todo caso, es algo que hacen todos. El crimen no es enriquecerse, el crimen es ser sorprendido y exhibido al hacerlo. Y desde luego, no van a dejar de hacerlo motu proprio. Nos espera un interminable desfile de infamias antes de que comiencen a contenerse, aunque sea por temor o precaución.

Jorge Zepeda Patterson
(Publicado en El País Internacional del 18 de mayo de 2016).


Quienes ocasionalmente ocupan un cargo político, nunca platican, sólo pontifican.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 21 de mayo de 2016).


Para ser político, se requiere estar dotado de ingredientes negativos que deben controlarse, no eliminarse, tales como: egoísmo, orgullo, envidia, sadismo, ansia de poder, ambición de riqueza, crueldad, insensibilidad, desdén, inflexibilidad, inclemencia, sangre fría, apatía ante las carencias de los demás, ausencia de caridad, conmiseración, pudor, vergüenza. Un buen político no es como el común de los mortales.

Cuando alguien toma la decisión de dedicarse a la política, ya sea por vocación o como se sugiere escogido por computadora, está expuesto a ir perdiendo en el camino sus mejores cualidades y sustituirlas por aquellos ingredientes que lo lleven por el camino del éxito, aquellos que le permitan alcanzar sus objetivos. Llegará el momento crucial en que se contagiará de la enfermedad profesional del político: la distorsión de la personalidad que le permitirá convertirse en un auténtico profesional de la política para formar parte de esa minoría cuya razón de ser es la adquisición, ejercicio y retención del poder, en el futuro y hasta la muerte.

Llegará el momento en que la irresistible magia del poder, la nostalgia de quien habiéndolo tenido lo perdió, el temor de ser relegado, olvidado, una vez que termina su período, resignarse a permanecer en el discreto anonimato es un enorme sacrificio. Le pasó a don Porfirio entre otros muchos que han tratado de reformar la constitución para reelegirse.

Una vez en el poder, habrá que vencer muchas tentaciones, lucrar para favorecer a familiares y amigos, para traficar con influencias con alta rentabilidad política que aumentará el poder, utilizar los fondos públicos para satisfacer el ego y quedar bien con los correligionarios, sin faltar aquellos que lo utilizan para satisfacer sus menores caprichos con altos costos con cargo al erario. Es muy grande la tentación de darse buena vida, adquirir ostentosas residencias, viajar en un enorme jet y trasladarse en helicóptero, viajar para codearse con la realeza y los principales gobernantes del mundo y acumular una cuantiosa fortuna para disfrutarla en su retiro del poder.

Luis Jorge Cárdenas Díaz
(Publicado en la pág.11-A del periódico El Informador del 26 de mayo de 2016).


Es posible que haya personas bien intencionadas que buscan el poder para ayudar a sus semejantes, para servir al prójimo, para aliviar algunas de las necesidades más ingentes de los menos favorecidos, para acabar o por lo menos, disminuir las injusticias que cometen los más fuertes en perjuicio de los más débiles o para corregir los yerros de gobiernos anteriores.

Bienvenidas las buenas intenciones, pero cabe ocuparse de aquellos que teniendo el poder no resisten la tentación de usarlo para fines personales: para lucrar; para favorecer a familiares y amigos, para traficar con influencias con alta rentabilidad política que aumentará el poder; utilizar los fondos públicos para satisfacer el ego y quedar bien con los correligionarios, sin faltar aquellos que lo utilizan para satisfacer sus menores caprichos con altos costos con cargo al erario. Es muy grande la tentación de darse buena vida, adquirir ostentosas residencias, viajar en costosísimo jet oficial y helicóptero.

Las cuantiosas fortunas que acumulan en su paso por los cargos públicos, no provienen de la nómina, aun cuando estén remunerados exageradamente por encima de lo normal. Es más rentable la información privilegiada y el uso de subterfugios, compra de empresas extraterritoriales y prestanombres para hacer obras, y otorgarles jugosos contratos por supuestas asesorías con valor de miles de millones de pesos lo cual constituye un delito sancionado por la Ley Federal del Trabajo y la Ley de Responsabilidades de Funcionarios Públicos, tipificada como falta de probidad, castigada con despido justificado e inhabilitación para el ejercicio de cargos públicos.

Sin embargo, no todo es vida y dulzura cuando se tiene el poder, esto tiene su costo: la pérdida de la privacidad, el hecho de sentirse observado día y noche crea presiones; la constante angustia por temor a perder el poder; el aislamiento por seguridad (exceso de custodios); su permanente compañero es el miedo. Buena parte de su tiempo lo dedican a estudiar a sus enemigos, preparar venganzas, armar intrigas y por supuesto, hacer negocios que es la parte que ayuda a la descarga emocional. Toda esta energía negativa es demasiada carga para un ser humano, que como consecuencia sufre de apatía, perturbaciones del pensamiento, agresividad en el lenguaje, coprolalia (tendencia a hablar con palabras soeces y vulgares). Esto hace que el gusto por el poder se vuelva amargo. Sin embargo, quien lo prueba no puede librarse del deseo de tenerlo siempre.

Luis Jorge Cárdenas Díaz
(Publicado en la pág.12-A del periódico El Informador del 2 de junio de 2016).


No basta con seguir el juego, no basta con llegar al poder, éste no debe seguir siendo la meta de oportunistas fascinados con ser legisladores, gobernadores o presidentes, para luego de lograrlo no saber qué hacer con el cargo, porque ellos solamente querían el título, los honores y los honorarios, ignoraban que hubiera que hacer algo, carecían de un proyecto para la sociedad, por lo mismo se dedicaron únicamente a cuidar la silla.

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.5-B del periódico El Informador del 12 de junio de 2016).


En la historia política del México independiente rara vez los partidos políticos creyeron estar al servicio de la sociedad, más rara vez tomaron en serio la democracia y casi siempre vieron el llamado servicio público única y exclusivamente como una forma de hacer dinero.

El mundo de la política es un mundo convulso, dramático, belicoso, complejo, sorpresivo, y por lo mismo atrayente para su estudio y disección, precisamente por su capacidad para constituirse en poder a costa de la ciudadanía y sin ningún beneficio significativo para ella.

Ni duda cabe que la política mexicana lejos de ser un instituto social establecido y mantenido para procurar el bien de la nación, es sólo otra de sus industrias, pero a diferencia de las normales y conocidas, ésta sólo aporta dividendos a sus líderes, y a partir de ellos se genera una derrama económica cada vez más escuálida, según el sitio que se ocupe en este pesado armatroste piramidal.

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.5-B del periódico El Informador del 19 de junio de 2016).


¿Por qué tenemos un gobierno costoso e ineficiente, incapaz de manejar el dinero de nuestros impuestos con transparencia y austeridad? No hay un programa de prioridades que oriente el presupuesto estableciendo una jerarquía. ¿Qué es más importante, establecer casas en el extranjero para dar servicios a nuestros compatriotas que quizá la están pasando mejor que nosotros o instalar servicio sanitario y agua potable en todas las escuelas oficiales? ¿Qué es más importante, tener un avión que pueda trasladar al Presidente y su séquito a cualquier parte del mundo sin escalas o abastecer de suministros y medicinas al IMSS, ISSSTE y Seguro Popular? ¿Qué es más importante, dotar a los funcionarios públicos de vehículos blindados y custodios o mejorar a la Policía para frenar a la delincuencia?¿Qué es más importante hacer parques para mascotas o campos deportivos para retirar a la juventud de los vicios?

La lista de compras, gastos, obras y servicios prestados a la población a sobreprecio es interminable, por lo que basta con señalar lo equivocada que está la política administrativa que permite que los funcionarios dediquen más tiempo y recursos a asegurar su futuro que a hacer acciones en beneficio de la población. No nada más me refiero a los funcionarios de elección popular, regidores, presidentes municipales, diputados, senadores, y gobernadores, que la mayor parte de su vida transcurre en un eterno proceso electoral; sino también a aquellos que engordan la burocracia, todos tienen un denominador común, están trabajando en 1er. lugar haciendo todo aquello que les asegure mejores puestos y mayores ingresos. El sistema político administrativo no premia la eficiencia, ni la productividad; premia a los servidores más leales a su partido, a los más deslumbrantes, a los verborreicos, a los buenos para hacer genuflexiones, a los que no se olvidan de los cumpleaños.

No es por falta de sistemas, en algunas dependencias ya está instalado el Servicio Civil de Carrera, que garantiza ascensos por oposición; se cuenta con servicios médicos, pensiones y demás prestaciones que otorga la Ley Federal del Trabajo, ya no se puede decir que hay corrupción porque está desamparada la burocracia, sino porque no hay un ambiente de honestidad. Falta aún mucho tiempo para que el Sistema Anticorrupción no se corrompa y cambie la imagen y el ambiente que se respira en el sector público.

Nuestro sistema político fomenta el futurismo, tenemos un Instituto Nacional Electoral que trabajó con un presupuesto en 2015 de 19,433 millones de pesos y se repartieron a los partidos políticos 5,355 millones de pesos, en infraestructura inmobiliaria 719,000 millones de pesos, en el proceso electoral 4,845 MDP. Este poderoso incentivo y lo que buenamente caiga gracias a la corrupción que es un poderoso estímulo para dedicar la vida a la lucrativa actividad política.

Luis Jorge Cárdenas Díaz
(Publicado en la pág.11-A del periódico El Informador del 4 de agosto de 2016).


Tiene razón el presidente Enrique Peña Nieto. No creo que ningún presidente de la república se haya levantado jamás pensando cómo joder a México, pero cómo hubiésemos deseado que algunos días simplemente no se hubieran levantado, que se hubieran quedado en su cama babeando almohada. Que el día en que Videgaray llegó a Los Pinos con la brillante idea de invitar a Trump, Peña hubiera dicho "díganle que vuelva otro día, hoy no estoy para nadie", se hubiera dado la vuelta y roncado. O que el día que a Calderón se le ocurrió que su estrategia de seguridad sería una guerra contra el narco hubiera dicho "no ando de humor", me quedo en cama. O que el 1 de julio de 2001, día en que Fox decidió casarse con su vocera y constituir formalmente "la pareja presidencial" se le hubieran pasado los somníferos y le hubiera evitado al país una presidencia a 4 manos. Pero nada de eso pasó. Los señores se levantaron y sin pensarlo (porque me queda claro que no lo pensaron) jodieron a México. Es cierto, sabemos muy poco de cómo se toman las decisiones, esas cosas casi no se cuentan, pero cuentan mucho.

Hay amargura en las palabras del Presidente. Peña está desesperado porque nadie ve el país que él ve. Quizás simplemente porque en la soledad del poder, encerrado en la burbuja de Palacio Nacional y en el bunker de Los Pinos, el presidente Peña Nieto, que seguramente sólo lee las noticias que le pasan en tarjetas, que sólo platica con sus colaboradores, que no tiene más contacto con la opinión pública que las encuestas, que ya sabe cuánto cuesta un kilo de tortillas, porque no lo volverán a agarrar en curva, pero no ha vuelto a comprar unas en años, vive en una realidad que no se parece en nada a la que vivimos los mexicanos.

El problema no es solamente la manera en que los presidentes deciden, sino cómo deciden sobre lo que hay que decidir. Esto es, quién decide qué es un problema nacional y cómo se llega a esa definición. En cada pregunta viene implícita la respuesta; en cada problema su solución. Los presidentes toman decisiones sobre los problemas que les plantean sus colaboradores, ven al país a través de ellos y nunca ven lo que ellos no quieren que vean. Seguramente, por poner un ejemplo, al escritorio del Presidente el tema del aumento al salario mínimo llegó como la locura que está proponiendo la oposición y no como un estudio serio, que le permitiera plantearlo siquiera como un problema a analizar.

No es pues la voluntad de joder lo que hace un mal presidente, o por el contrario las ganas de hacer bien las cosas lo que hace un buen mandatario, sino la capacidad o incapacidad de entender y atender un país diverso, plural, complejo, polarizado y desigual.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 28 de octubre de 2016).


El inmortal Pito Pérez en su obra "La vida inútil de Pito Pérez", decía que los políticos tienen un desarrollo temporal que el calificaba en 4 estadíos que eran los años que en aquél tiempo duraban en el puesto y éstos eran:

El 1er. año, ciclo de promesas, sonrisas y cortesía para los electores; en el 2o. año, se trataba de liquidación de viejas amistades para evitar que con sus recuerdos del pasado se le impidiera la creación de un supremo consejo de lambiscones, que permitiría, en el 3er. año, el completar un curso de egolatría y megalomanía y durante el 4o. año, ya se vivía preponderantemente la aplicación de opiniones personales y de arbitrariedades a toda orquesta, antes de terminar de hacerse odiosos a la población. Ahora el mundo, se ha modificado y ahora los gobiernos duran 6 años y amenazan con futuras reelecciones, por lo que habremos de completar el ciclo que relataba el michoacano y en el 5o. año considero que procede los elogios populares a la magnífica labor que representan todos ellos, con la obtención de premios sobre todo internacionales (desde luego que adquiridos o gestionados por los lambiscones).

Carlos Enrigue
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 30 de octubre de 2016).


La clase política, independientemente del partido de origen tiene una tendencia natural, animal a no dejar que más personas o grupos entren en el reparto del poder. Entre ellos pueden darse hasta casi matarse, pero cerrarán filas y se defenderán los unos a los otros cuando algo amenace el status quo. La ferocidad con la que defienden los recursos para los partidos, la facilidad con la que acuerdan un aumento de sueldo o la resistencia y trabas que ponen a los candidatos independientes son solo algunos ejemplos de cómo opera la clase política cuando algún factor externo amenaza al sistema o cuando el interés de uno es el de todos.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 3 de noviembre de 2016).


Jamás he leído nada que estudie el poder, por eso como ranchero que soy determino que el gran atractivo del poder es la lana, vil y villana, sin importar que para ello tengan que demostrar un amor desusado por la humanidad doliente, prueba de lo anterior es que a ninguno de los gobernadores que visitarán presumiblemente el botellón lo juzgan por discriminar a alguien o por no saludarlo amablemente o no tener preparación profesional para el puesto por el que cobran.

La causa persecutoria es siempre el cochino dinero y es que siendo sinceros usted cree que nuestro epónimo señor presidente esta acostumbrado a disponer, sin que nadie lo cuestione, de más de 6 millones de millones de pesos. Usted considera que el señor gobernador de nuestro estado o de cualquier otro no se inmuta ante la posibilidad de gastarse más de 100,000 millones anuales; usted creería que los alcaldes -de municipios de primera- no les tiembla la mano de emoción para gastar arriba de 10,000 millones anuales. Yo creo que a todos los emociona.

Carlos Enrigue
(Publicado en la pág.5-B del periódico El Informador del 11 de diciembre de 2016).


El político debe de ser lo suficientemente cínico para esconder su torpeza en empatía, sus errores en demagogia y sus urgencias en calidez. Ponerse en los zapatos del ciudadano aunque le asqueen, besar al infante pese a la urticaria que le dé. Abrazar al que considera menor. Ser, así sea de dientes para afuera, como el votante.

Gonzalo Oliveros
(Publicado en la pág.13 del periódico Milenio Jalisco del 6 de enero de 2017).


Es un tema ineludible en los gobernantes de hoy. Si lo debió de ser en las décadas anteriores, actualmente es lamentable que los avances de la psicología política, incluyendo la psicopatología de los funcionarios, no se aplique como requisito para adquirir un poder público.

Desde el narcisismo, la megalomanía, la obsesión por el poder, la codicia enferma, la prepotencia o hasta la ignorancia crónica se apoderen de las decisiones de un país o esté en sus manos el rumbo de todo un pueblo.

En la historia de México arrastramos una lista enorme de asesinatos, luchas e intrigas, celos y envidias, mentiras, engaños y traiciones, entre muchas otras cosas más. Simplemente porque hemos permitido que ciertos políticos hayan tenido en sus manos el poder del pueblo, sin que nadie se los impida.

El querer tener todo el poder en su propia persona, como tiranos, dictadores o simplemente caciques, ha sido una tendencia muy recurrente en el modelo que hemos tenido que aceptar. Precisamente con un sistema de gobierno, aceptado desde un inicio por la República Mexicana, en la 1a. Constitución de 1824, en la separación de poderes y la federación, para con ello evitar la centralización en una sola persona o en un grupo de poder, y en la capital.

A pesar del propósito inicial, nuestra historia nos demuestra, que sí existe la tendencia a que un sólo hombre quiera gobernar, y hacer que sólo lo que sucede en la capital sea lo más importante.

Algo no anda bien en la salud mental de nuestros "líderes", políticos y cabecillas. Necesitamos ponernos un hasta aquí.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.7-A del periódico El Informador del 19 de enero de 2017).


Hoy en día existen muchas definiciones acerca de lo que implica ser político, en lo personal, prefiero continuar con el supuesto de que "político es aquél que enterado de un problema general, se avoca a resolverlo".

Los otros, no son más que puros vividores... de la política.

Cuauhtémoc Cisneros Madrid
(Publicado en la pág.7-A del periódico El Informador el 6 de marzo de 2017).


A partir de las descaradas reivindicaciones por parte de la administración Trump de unas "verdades alternativas" que pueden sustituir ventajosamente a las que vienen certificadas por los hechos, el tema de la importancia de la verdad, sobre todo en el terreno político, se ha convertido en una preocupación generalizada. Los académicos de Oxford han llegado a declarar la palabra "posverdad", de significado parecido a las verdades alternativas trumpianas, como palabra del año. Pero la cuestión más relevante no consiste en saber qué es la verdad y distinguirla de sus sucedáneos fraudulentos, sino en establecer si la verdad nos importa realmente o no. Es indudable que si los datos que transmiten los aparatos de vuelo de un avión son erróneos (o sea, no son verdad), no se producirá un aterrizaje correcto sino una catástrofe. Pero... ¿es tan necesaria la verdad en otros campos, por ejemplo para gobernar un país? O por decirlo de un modo aún más clásico: ¿nos hace libres la verdad?

En su espléndido ensayo Verdad y política, Hannah Arendt señala que "la mentira siempre ha sido vista como una herramienta necesaria y justificable para la actividad no sólo de los políticos y los demagogos sino también del hombre de Estado". En el terreno de los hechos (dejemos a un lado la razón teórica con sus verdades analíticas geométricas o filosóficas), la verdad es inamovible pero podemos imaginar que podría haber ocurrido de otro modo. Precisamente el 1er. paso del hombre de acción -los políticos lo son o deben serlo- es imaginar realidades alternativas a la existente, de modo que la capacidad de mentir y mentirse forma parte de su kit profesional. Naturalmente, reconocer la verdad también es políticamente básico, aunque su carácter coactivo disguste a quienes anhelan manos libres para transformar lo dado. Sólo hay 2 campos de lo público, dice Arendt, donde "contrariamente a todas las normas políticas, la verdad y la veracidad siempre han constituido el criterio más elevado del discurso y del empeño". Son las instituciones judiciales y las instituciones "de enseñanza superior" (yo diría "de enseñanza" sin más). Es fundamental que dichos ámbitos no se encuentren directamente sometidos a los propósitos del poder ejecutivo y sus frecuentes mentiras por conveniencia. Puede que una cierta dosis de falsedad voluntaria sea necesaria incluso para los hombres de Estado más irreprochables, según apunta Arendt, pero es seguro que no puede haber una política cuerda que prescinda completamente de la verdad, porque la verdad es la voz de lo real y la realidad puede temporalmente encubrirse pero no desconocerse permanentemente. Las famosas palabras de Abraham Lincoln (un político que supo llegado el caso hacer un sabio uso de la mentira) en Gettysburg sobre la imposibilidad de engañar a todos -incluido uno mismo- todo el tiempo van en esta dirección.

Arendt pone a resguardo de la mentira por cuestión de Estado a los jueces y los maestros porque actúan en campos en los que si se somete la verdad al poder puede salvarse en algún trance al gobierno, pero se pierde definitivamente la legitimidad democrática. ¿Por qué será que los populismos abiertos o encubiertos que conocemos hagan del control de tribunales y aulas el primero de sus objetivos?

Fernando Savater
(Publicado en la pág.4-B del periódico El Informador el 26 de marzo de 2017).


Nada tiene de malo que los políticos quieran hacer política y menos aún que quienes tiene un cargo público aspiren a otro. No solo es normal sino, diría yo, incluso es deseable que la clase política busque convencernos de que ellos son los buenos; ya estará en nosotros decidir. Da igual si el político es un alcalde, como Pablo Lemus, Alberto Uribe o Enrique Alfaro; un diputado independiente como Pedro Kumamoto o un funcionario priista como Miguel Castro o Héctor Pizano o algún panista reciclado como Fernando Garza, por citar solo a algunos de los que han manifestado su interés por seguir en la grilla unos años más. Estando de acuerdo que todos tienen derecho, y que como dije será decisión nuestra a quién elegimos o reelegimos, lo que hay que cuidar es cómo y desde dónde son candidatos.

Los alcaldes y diputados tienen por 1a. vez el derecho a reelegirse; a lo que no tienen derecho es a usar recursos públicos para buscar su objetivo. Tenemos que ser muy estrictos en la vigilancia de quienes desde una posición política buscan, con presupuesto público, brincar a otra candidatura o trata de repetir en el cargo. Los actuales alcaldes y diputados tienen a su favor o en contra su propia actuación; esa es su principal carta de presentación. Lo que hay que cuidar, particularmente en el caso de los alcaldes, es el uso de los recursos y programas para su promoción personal.

Lo único seguro es que las calenturas electorales no son buenas consejeras ni ayudan a las mejores decisiones.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 30 de marzo de 2017).


Desgraciadamente la política está infestada de personajes que escalan posiciones con tal de cada vez estar más cerca de las arcas del pueblo y del poder que les da el fácil acceso a los privilegios.

Tener acceso a los hombres más influyentes, es una suerte de deporte que se practica con destreza y habilidad entre esta casta de mexicanos engreídos. El llamar la atención y que el pueblo los admire y busquen para pedirles un favor, es parte de las artimañas que se tienen que desarrollar para desenvolverse con soltura, en los escenarios de la alta burocracia.

La sensación de falsa seguridad que emana de sus actitudes es parte de la actuación y el desempeño en este teatro del poder. Y los que son muy inseguros y con los sentimientos de inferioridad más marcados, son los que suelen ser más altivos y prepotentes. Porque en el fondo su inseguridad la encubren con muchas máscaras ante los demás.

Por eso muchos son tan sinvergüenzas, porque sienten que tienen todo tipo de recursos y relaciones para protegerse y vivir blindados de que se les demuestren las fechorías que han hecho a lo largo de su trayectoria político-social.

Con una llamada pueden arreglar todo y seguir consiguiendo lo que les venga en gana. Están protegidos por otros de la misma calaña, que también se deben mutuos favores.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 13 de abril de 2017).


Muchos políticos creen que la relación con la prensa es pavloviana: hay publicidad, viene el aplauso; no hay publicidad, todo es golpeteo. Es caricaturesco, pero la mayoría así lo creen. Resulta paradójico que le den tanta importancia a la relación con los medios, pero le dediquen tan poco tiempo a entender cómo funcionan. Los cursos de media training (el nombre es en sí mismo insoportable) que les dan a los políticos en edad de merecer se limita a enseñarles cómo sonreír y cómo contestar, nunca a entender cómo funcionan los medios, cómo se procesa la información y qué es lo específico de cada medio.

Sí, efectivamente hay algunos medios dispuestos a hacer un trabajo de golpeteo, pero son los menos y me atrevería a decir que los menos importantes y menos influyentes; con su actitud y reacciones, son los políticos quienes los hacen grandes e importantes. Al no distinguir el grano de la paja, la crítica del golpeteo, la información de la propaganda -entre otras cosas porque ellos mismos, como parte de su comunicación política, se dedican a generar la confusión-, terminan siendo incapaces de leer correctamente a los medios.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 8 de mayo de 2017).


En política la ambigüedad es un valor. A la mayoría de los mortales nos puede parecer horrorosa, y pocas cosas detestamos tanto como la falta de definición de los políticos. Sin embargo, visto desde un punto de vista estrictamente político, cada definición implica cerrar una puerta. Hay momentos en que hay que hacerlo, pero los políticos que se la pasan haciendo grandes afirmaciones y tomando postura sobre cada tema suelen ser los menos exitosos, se crean fama de radicales, arrogantes, de poco dialogantes, etc. Los que saben manejar la ambigüedad, por el contrario, van navegando sin romper. El arte de la política es, pues, saber cuál es el momento de las definiciones y cuál el periodo ambiguo.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 13 de mayo de 2017).


Los políticos de todas partes son incurablemente oportunistas y pueden oler votos en los espacios donde nadie vota."

Razón y Acción
(Publicado en la pág.7-A del periódico El Informador el 17 de junio de 2017).


Busque usted en los programas de todas las universidades y verá que la carrera de "asesor" no existe. En cambio aparece en todas las nóminas de gobierno en sus 3 niveles y en sus 3 poderes. Es tan omnipresente, ubicua y con frecuencia invisible que casi podría llamarse "la carrera divina".

El origen de los asesores hay que buscarlo en 3 fuentes: la complejidad de las funciones que exigen de equipos competentes de asesoramiento, la ignorancia de los titulares de una dependencia que requiere de apoyos extras y extraordinarios mientras el titular algo aprende, o la puerta mágica que abre las nóminas a todo tipo de personas que bajo el rubro de "asesores" aparecen en ellas sin jamás ejercer como tales. En un descuido el oficio de asesor puede acabar siendo visto con el mismo desprestigio y deshonor con que hoy se ve el de diputado en particular, y burócrata en general.

Los asesores pueden ser lo mismo profesionistas especializados en algún determinado campo, que burócratas prestanombres que ejercen de asesores en alguna dependencia cuyo salario pasa a su respectivo jefe y ellos a cambio reciben un mínimo porcentaje por ir a firmar la nómina del asesoramiento.

Por regla general los asesores son parientes, compadres, amigos o amiguitas de algún funcionario, pero también pueden ser y son personas competentes cuyo trabajo justifica tanto su salario como por desgracia el hecho de que a su sombra eficaz se cobijen muchos más que sólo estafan al erario con permiso o provecho del superior.

En el mundo exótico del sistema político mexicano predomina el asesor de carácter divino, con capacidad para funcionar como consultor en los más intrincados, diversos y disímiles asuntos, a veces verdaderamente fantasmal porque sólo se aparece el día de pago. Pero también existen los discípulos de Yago, ese intrigante y maquiavélico alférez de Otelo, carente de escrúpulos, ávido de poder, experto en generar sospecha, en insinuar sin afirmar, en provocar enredos y crímenes sin inmutarse, un asesor que nadie debiera tener si fuera inteligente pero que abunda en los pantanos del poder por razones comprensibles.

En años recientes irrumpió entre nosotros la pandilla juvenil de asesores traídos por jóvenes funcionarios o deseosos de parecerlo, que confundieron tecnología con la capacidad de pensar, sabotean la democracia valiéndose de colectivos del más diverso orden, y consideran su prioridad esencial reinventarlo todo, haciendo borrón y cuenta nueva del idioma español, del pensamiento lógico, de las identidades culturales que para muchos de ellos se crean cada día o se pueden reducir a sus aspectos folklóricos. De su cuenta demolerían todos los centros históricos que no les representan sino un conjunto de edificios viejos y estorbosos, de la misma forma que aplastarían todas las formas por medio de las cuales las sociedades han conservado y transmitido su sentido de la vida, su memoria y su proyección de futuro. Es muy hondo el abismo que se ha generado entre estas nuevas élites y la sociedad, y si no hay quien los detenga o encause acabarán destruyéndolo todo o entregándolo a los poderes globales, con los cuales se sienten tan cómodos, ¡y son los noveles asesores de los gobiernos que tenemos!

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.5-B del periódico El Informador el 2 de julio de 2017).


Las autoridades, tan dadas a hablar y tan renuentes a escuchar, creen que cuando ellos hablan el mundo se transforma, que basta que el político o el funcionario emita una sonora declaración para que todos se den por enterados y, peor aún, para que todos estén de acuerdo. Socializar no es informar (aunque la mayoría de las veces ni a eso llegan); socializar es escuchar, dialogar y sobre todo tomar en cuenta las opiniones de los afectados. Nadie como ellos sabe cómo usar el espacio público.

Nunca es una buena idea consultar sobre una obra terminada o en proceso. Las autoridades deben acostumbrarse a consultar antes. Esto puede traer un retraso en el calendario de obras, pero como dice un buen amigo, mientras sean rayas que opinen lo que quieran; cuando son ladrillos cada cambio es costosísimo.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 12 de julio de 2017).


Muchos políticos hablan de las cosas como si de verdad las supieran.

Secretarios de estado que de no saber nada cuando tomaron el cargo, en pocos meses ya dan discursos, con unos tornos de autoridad y sapiencia, como si realmente fueran grandes estudiosos del tema. Eso es simular.

En la baja cultura político-social del mexicano, se ha esparcido esta manera de hacer política, simulando.

Es una sofisticada manía por engañar al público de que se va a lograr algo sin realmente tener la probabilidad de hacerlo. Es prometer, fingiendo convicciones de que si se va a hacer. Por eso prometer y estimular la esperanza, tiene tanto éxito dentro de los políticos en campaña.

Es demagogia, que según el diccionario es la "degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder".

Darle por su lado al pueblo, con tal de conseguir los votos necesarios para conservar u obtener más posiciones políticas.

Algunos estudiosos señalan que el ser un buen simulador y un demagogo es casi un requisito indispensable para hacer política en México. Que la autenticidad es muy escasa dentro de nuestras altas esferas.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.7-A del periódico El Informador el 27 de julio de 2017).


Las acaloradas discusiones entre los seguidores de un partido político con sus oponentes, fácilmente acaban cuando se proponen acuerdos y alianzas por buscar el mismo interés de conquistar o retener el poder.

Ya no importa si se tienen o no claras ideologías políticas y si éstas son compatibles entre sí. Lo que importa es negociar y conseguir más votos.

La izquierda mexicana se necesita unir entre sí, señalan algunos de sus líderes. No importa si el candidato es bueno o malo. Es la propuesta de la izquierda. Lo mismo sucede con la derecha.

Los valores éticos se quedan arrumbados en el cajón de la moral pública o en los recintos de la tradición escolástica.

La pregunta de ¿quién es el mejor candidato para gobernarnos? No reside en su comportamiento y postura ética, sino en si aglutina masas o gana prestigio y fama entre un pueblo amorfo y muchas veces ignorante. Lo que interesa es sumar votos.

Estamos confundidos, porque los narcos llegan a ser héroes y los políticos se hacen delincuentes y aun así el sistema los protege y defiende, a pesar de sus fechorías.

El embrujo de vivir con una esquizofrenia política nos ha llevado a ya no saber distinguir a los buenos políticos de los malos. Ya caemos en la ambivalencia, de que todos tenemos algo de las dos. A veces somos buenos y otras malos. El hecho de ser o una u otra, queda relegada al mundo de las ilusiones y las utopías.

El mexicano compra, con prontitud, las esperanzas que le venden los maestros de la oratoria, herederos de los viejos discursos de templete con bandas, matracas y viejos estandartes de las organizaciones obreras, campesinas y populares.

Mientras las máscaras y los atuendos sigan cubriendo la realidad de los políticos y los partidos que los cobijan, no habrá manera de desnudar la verdad de todos estos personajes que han sabido construir una vida doble, entre lo privado y lo público, entre lo íntimo y lo familiar.

Somos propensos a ser fáciles víctimas de los agitadores y promotores de las confusiones que nos impiden develar la verdad y la claridad de quiénes son realmente los políticos en turno.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.8-A del periódico El Informador el 10 de agosto de 2017).


Partidos viejos o partidos nuevos, pero las actitudes y las prácticas acaban siendo las mismas. Nadie debiera dedicarse a la política si no ha comprendido el valor y la importancia de la crítica. Este ejercicio del pensamiento es y ha sido crucial en el desarrollo y progreso de la humanidad en todos los tiempos.

Saber escuchar a los demás exige tener la capacidad liberadora de admitir ser criticado, y aún más, saber criticarse a sí mismo. Sí, si es asunto de nivel de inteligencia pero también de la personalidad que se posea. Por lo común las personalidades patológicas, enfermizas, débiles, son acérrimas enemigas de toda crítica, porque invariablemente la asumen como un asunto personal o de partido. También es cierto que la inteligencia de un ser humano se mide por la capacidad de aceptar sus errores, de abrirse a la crítica de los demás y saber responder a ésta de manera honesta. Solamente el dictador se aferra a sus decisiones así sean a todas luces equivocadas, porque está de por medio su soberbia personal, su concepción del poder y la necesidad de conservarlo sin mancha.

En el gobierno de nuestra ciudad y del mismo estado, la suma de errores, equivocaciones y fallas que se han cometido son cada vez más numerosas, y persisten precisamente porque los responsables, lejos de admitir sus yerros, se escudan en frases como "se politizó el asunto", palabra mágica que abre las puertas de la prepotencia y la impunidad, ¿si algún tema se politiza ya ningún razonamiento es válido? Ciertamente tras el verbo "politizar" se oculta la lucha encarnizada que se da entre los partidos lo mismo en el gobierno estatal que sobre todo en el municipal, donde los regidores piensan que su trabajo consiste en bloquear una y otra vez las propuestas y decisiones del partido opositor, y como lo toman por costumbre se entiende que aun cuando su oposición sea legítima y objetiva, sea infravalorada por los afectados, bajo el esquema de que se politizó.

Igual lamentable importancia tienen en el discurso burocrático los abundantes sofismas con los que se pretende justificar decisiones impuestas y erróneas.

No es justificable que quienes obtienen democráticamente la autoridad, la ejerzan luego pisoteando la democracia con frases como "digan lo que quieran", "se hará les guste o no les guste". Tampoco es admisible que se quiera imponer la visión de ciudad de unos sobre la de otros ¿no es más inteligente conciliarlas?

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.5-B del periódico El Informador el 13 de agosto de 2017).


"Partido político de impecable trayectoria solicita candidatos de impecable honestidad. Requisitos: que no pertenezcan a nuestro partido, que gocen de notable prestigio social, que puedan demostrar sin género de duda la limpieza de los bienes poseídos, que tengan capacidad previsible para ganar las elecciones, y seguir luego instrucciones. Ofrecemos: pagar todos los gastos de campaña, sueldo muy por encima de lo establecido, prestaciones de ley más muchas otras, y que alguna avenida, colonia o mercado lleve su ilustre nombre de por vida. En letras chiquitas: de ganar deberá someterse por completo a los lineamientos, reglas implícitas y explicitas, estilos inveterados del partido, así como respetar fueros y estatus adquiridos por la militancia".

Así podría decir un anuncio en los periódicos en vísperas de las campañas electorales del 2018, ya que varios partidos políticos parecen no tener precandidatos presentables, todavía peor, por más que los han buscado, cuando creyeron hallarlos resultaron ser fraudes colosales, pese a que la dirigencia de los partidos y los mismos gobernantes los promovían como los prototipos de un partido totalmente renovado.

En días pasados el Partido Revolucionario tomó incluso la decisión no sólo de reducir los años de militancia establecidos por sus estatutos para poder ser candidato, sino hasta la posibilidad de tener un candidato no militante, vaya, con que sea simpatizante se conforman. Ahora ¿qué habría que ver, con qué es con lo que un tal posible aspirante podría simpatizar: ¿con la ideología incólume e insobornable del partido?, ¿con su conocida y muy extensa experiencia?, ¿con la innumerable serie de presidentes, gobernadores y demás funcionarios emanados de ese instituto político?, ¿o simple y llanamente con las prestaciones, sueldos y prebendas ofrecidas?

En la sociedad mexicana deben existir todavía numerosos hombres y mujeres de honestidad probada, eficaces en el don de mando, en la administración y la visión de estadista que un presidente del país requiere, con probidad de vida, veracidad, energía y decisión para impulsar una verdadera transformación del sistema político mexicano, etc. Pero ¿estará dispuesto a arriesgar su honradez poniéndose al servicio de un partido que solamente lo usará para lucrar con su triunfo curules en las cámaras, en el gabinete, y en cuanta vacante burocrática se presente?, ¿arriesgará su prestigio sólo para darle 6 años más de aire a este o a cualquier otro partido?

Un personaje con todas las características que el tiempo político del país exige tendría que ser además lo suficientemente ingenuo para pensar que contratándose con un partido, éste lo dejará gobernar una vez que gane.

En México estamos transitando del periodo de los candidatos de telenovela, guapos pero limitados, a un periodo de candidatos capaces pero inevitablemente secuestrados. Aprovechar vilmente la irresponsabilidad de quienes votan por el candidato más bonito, con el subterfugio de que una vez en el poder, el partido lo dirigirá, dada su falta de capacidad, es ignorar que la falta de capacidad dificulta igualmente seguir instrucciones; ahora parece que lo han entendido, por eso abren una nueva ventana: candidatos simpatizantes que triunfen para luego mantenerlos bajo el secuestro del color partidista ¿se podrá?, ¿habrá quién le entre?

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.3-B del periódico El Informador el 20 de agosto de 2017).


Una cuestión es aspirar a servir al bien común, a administrar los recursos públicos o a hacer justicia, y otra es la motivación psicológica para querer estar en las instituciones públicas.

Creo que la pregunta es válida ¿Por qué ser político hoy en día?

No encuentro ninguna buena razón, salvo las más románticas e idealistas, que para nuestra época, resultan cursis y melosas. Respuestas como querer ayudar a la gente, cambiar al país o acabar con la corrupción, me parecen sueños encantadores, pero que no corresponden al verdadero motor.

Creo que muchos aspirantes a un cargo político quieren el poder para beneficiarse primariamente de él, y simular que desean hacer algo por el país o por los demás. Pero en realidad es una especie de autoengaño, el poder es atractivo y seductor, te da prestigio, escalas posiciones sociales y sobre todo te da lujos y beneficios muy pronto sin que tengas que ganártelo, más que con tu encanto personal y las buenas relaciones que eres capaz de hacer.

Existen soñadores y realizadores, me parece que los verdaderos políticos son gente que concreta proyectos personales de una manera astuta e inteligente. Son realizadores, porque mientras te venden espejitos y esperanza, escalan posiciones y escaños de una manera efectiva. Y al mismo tiempo logran que sus bolsillos se llenen poco a poco hasta ir incrementando su ansiado patrimonio.

Digamos que hay una motivación abierta, llena de conceptos partidistas y una filosofía política cargada de grandiosos conceptos, regularmente envueltos en fina oratoria y en ocasiones en franca demagogia. Pero la motivación oculta e íntima, la que sí está en lo profundo de la ambición, es el poder, es la fama, es el gozo del privilegio y por supuesto ricamente acompañada de todo tipo de ventajas y ganancias.

Algunos psicólogos insisten en que la motivación real para aspirar al poder es la codicia. Otros no estarán de acuerdo con ello y dirán que es el espíritu que induce a buscar el bienestar de la comunidad.

¿Será que en algunos políticos, el apetito por el poder nace desde su egoísmo? ¿O realmente son nobles caballeros que tienen intenciones filantrópicas?

La psicología política es una rama de la psicología que estudia todo tipo de comportamientos y movimientos, tanto individuales como colectivos, que están relacionados con el poder y las instituciones del Estado.

Se estudian también los conflictos entre naciones, los movimientos sindicales, las luchas de guerrillas, hasta la personalidad de un líder político.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.7-A del periódico El Informador el 14 de septiembre de 2017).


La mayoría de gobernantes no se han enterado de que la gente está harta y difícilmente se considerarán incluidos en la crítica, siempre pensarán que otros son los merecedores de ésta.

Carlos Enrigue
(Publicado en la pág.6-B del periódico El Informador el 24 de septiembre de 2017).


La búsqueda del poder y de sus privilegios trae consigo una ceguera tanto más grave cuanto más obsesionada está una persona por adquirirlo o conservarlo.

La amistad más peligrosa es la que se da entre el poder y el dinero. Cuando el poder es visto como el camino rápido y fácil para adquirir la mayor riqueza posible esta asociación se vuelve criminal. Y es que este consorcio toca fibras muy sensibles de la condición humana, frecuentemente dañadas por circunstancias personales o históricas. El poder da seguridad al que lo detenta, por eso los inseguros lo buscan con ansiedad. El dinero da certeza de futuro, sobre todo a quienes han tenido un pasado precario.

Que de pronto en México se conozca que una suma estimada en 7,000 millones de pesos ha desaparecido, y que entre las instancias implicadas en la desaparición se hallen tanto universidades públicas como secretarías de gobierno, y que los titulares digan no haber visto nada significa que dejaron de ver todo desde el momento en que lograron lo que buscaban, el poder y el dinero.

Muestra aún de mayor ceguera es que personajes muy importantes de la vida política de la nación hayan incluso reprochado a quienes evidenciaron este fraude su compromiso "excesivo" en este tipo de investigaciones.

Armando Gozález Escoto
(Publicado en la pág.6-B del periódico El Informador el 24 de septiembre de 2017).


Hay quien es líder y no tiene poder, hay quien tiene poder y no es líder, y muchos que tienen autoridad y no son líderes, y el poder lo obtienen del cargo que tienen.

La política la deberían de hacer los verdaderos líderes, no los hombres con poder que lo obtienen de su posición, ni mucho menos de una autoridad, sin el conocimiento y la capacidad para ejercer el cargo.

En la psicología política nos tomamos muy en serio el identificar y reconocer a los verdaderos líderes e identificar sus talentos y habilidades.

Como también el desenmascarar a los falsos líderes y sobre todo a los que pretende un cargo público a base de demagogia y teatralidad política a base de una actuación con faramalla.

Los verdaderos líderes tienen un carisma especial, su presencia es grata e imponente, desde su mirada y trato hablan de su sensibilidad a los demás. Tienen un rasgo muy peculiar, al notar las necesidades del grupo al que pertenecen y saben escucharlas con una visión clara de cómo satisfacerlas. Saben guiar y conducir, a quienes les hacen caso, y lo bueno es que si saben convencer con honestidad.

En cambio los falsos líderes, se visten como si lo fueran y se comportan de tal manera que no parece que traen un disfraz, son mimos o magos. Son maestros en el arte de fingir y engañar. Finalmente están actuando a mostrarse como líderes, cuando en realidad no lo son. Simulan que te conocen y te saludan con mucho afecto y ni si quiera te identifican. Actúan como si supieran algún tema, pero todo es artificial. Es fruto de lo que le proporcionan sus colaboradores cercanos. Saben disfrazares del atuendo que corresponde, acorde al escenario en donde tendrán un evento. No son auténticos, si van a una reunión de obreros se visten acorde al momento, si van con empresarios igual, todo depende de la ocasión.

Hay personas que teniendo poder económico, pretenden ser líderes y con su dinero quieren comprar voluntades. Lo mismo suelen hacer los que tienen alguna autoridad.

El problema de fondo es que muchas veces lo logran. Porque saben actuar tan bien, como lo hacen los actores de teatro o cine, que causan una muy grata impresión; pero por dentro son huecos y sin los talentos adecuados. Viven una doble vida: la real y la ficticia.

La gente suele comprar la imagen falsa de estos demagogos y actores públicos que suelen tener muy buena oratoria, pero que está basada en una retórica que raya en los merolicos de mercado, que acaban vendiendo pócimas baratas e inútiles, como si fueran medicinas cura todo.

La democracia debe también preocuparse por educar al pueblo a no consumir la chatarra política de los falsos líderes y enseñar a distinguir la diferencia entre una verdadera autoridad de una corrupta. A reconocer el talento, por encima de la demagogia e impulsar a los que verdaderamente tienen el talento para ejercer el poder.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.8-A del periódico El Informador el 9 de noviembre de 2017).


En lo referente al tema electoral es claro que siendo los legisladores los primeros beneficiarios de las leyes que al respecto hacen, estas acaben incluso permitiendo lo ilegal.

La cuestión es que desde hace ya varios años se puso de moda el que los funcionarios públicos elegidos directa o indirectamente para el cumplimiento de un determinado puesto y para un periodo muy específico y concreto, lo abandonen antes del tiempo señalado bajo el subterfugio de solicitar "licencia", es decir, licencia para no cumplir con lo pactado.

Como es de esperarse esta infracción al contrato no tiene consecuencias legales para el infractor, porque ya obtuvo "licencia", es decir, con la licencia va incluido el indulto de cualquier tipo de penalidad por faltar a su compromiso. Ante cualquier crítica a esta anormal situación, dirán los analistas querendones, "es que pobrecito, si no pide licencia para buscar otro puesto, ¿qué va a hacer durante el siguiente periodo?" Como si eso fuera problema de la ciudadanía y no el riesgo asumido junto con el puesto logrado. ¿Qué qué va a hacer? Pues podría ponerse a trabajar con esfuerzo y honestidad en algo que dignifique sus ganancias, o irse de vacaciones a gastarse lo que ya ganó, o en última instancia, lo que le dé la gana, pero no seguir arruinando la administración pública a causa de sus ambiciones personales.

Este fenómeno que afecta a todos los niveles de gobierno, se refleja particularmente en los municipios dada su duración de 3 años, en que se usa el 1o. para darse cuenta donde están, el 2o. para iniciar proyectos y el 3o. para abandonarlos en manos de un suplente que para el año que le queda no se va a medio matar para hacer otra cosa que dejar pasar el tiempo, con el consecuente desorden general de la administración municipal, donde todo queda en manos de suplentes y de suplentes de suplentes.

Todo funcionario que por aspirar a otro puesto abandona el que recibió debe verse ya por principio, como un mal funcionario, como un político sólo interesado en su propio provecho, como un infractor de la confianza y de la responsabilidad, alguien que no merece el voto.

En el trasfondo el político trapecista o se cree el mejor posible, alguien a quien no debe perderse la ciudadanía, o es una persona que ya aprendió a vivir del presupuesto, y como en ese espacio abunda la gente con ese perfil, es comprensible el que quienes hacen las leyes hayan establecido y sostengan la legitimidad de la "licencia" para dejar a medias un compromiso, con el "noble" afán de seguir sirviendo a la comunidad en otro, que muy probablemente volverán a dejar, pese a sus discursos de campaña, cuando se les presente un trapecio más apetitoso.

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.3-B del periódico El Informador el 12 de noviembre de 2017).


Para los políticos lo más importante es hacer creer, pues el poder deriva en gran medida de que los otros crean que tú tienes el poder. Por eso nuestros políticos son tan insoportablemente presuntuosos, porque tienen que hacer sentir a los demás que efectivamente mandan y son poderosos. Por eso fuman puros caros, se compran ropa cara, aunque sea de mal gusto, son los más gastalones en los restaurantes (Cruces Mada sabe algo de eso) y llegan tarde a los eventos, para que todos sepan que al fin llegó el que manda. Son los cánones del poder, sea político, empresarial, familiar o hasta eclesiástico. El cardenal Juan Sandoval presumía, entre bromas y veras, que él nunca había llegado tarde a misa, "porque la misa comienza cuando llego yo".

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 30 de noviembre de 2017).


Para la Presidencia [de la República] se anotaron casi 100 [candidatos independientes]. ¿Es un chiste? ¿Creen que se puede gobernar porque tienen muchos amigos? Al final quedaron 48 y, con las reglas, muy difícilmente llegarán 2 a la boleta. Pero está bien: la vida pública no es un juego y aunque algunos de los que llegan a gobernar parecen subnormales, créanme, no lo son. Se requiere preparación en ese espacio, amplias redes (para eso son, generalmente, los partidos políticos) y mucho trabajo previo. La política requiere atención, colmillo y ayuda; el poder no es una yegua fácil de domar.

Por eso, qué bueno que haya filtros. Qué bueno que los candidatos requieran apoyo geográficamente distribuido (para la Presidencia necesitan al menos el 1% de 17 estados) y qué bueno que los casi 100 que se apuntaron para vivir en Los Pinos se van a quedar mirando.

Ivabelle Arroyo
(Publicado en la pág.10-A del periódico El Informador el 6 de diciembre de 2017).


En el México de hoy "buen político" se antoja un oxímoron, lo que me entristece. La clase política no tiene sino la altura moral de los ciudadanos.

Nicolás Alvarado
(Publicado en la pág.3 del periódico Milenio Jalisco del 2 de enero de 2018).


Una extraña manera de hacer política, basada en tratar de destruir la imagen y la personalidad de los contrincantes. Una especie de antropofagia, un sistema cruel que busca sacar todos los trapitos al Sol de los enemigos políticos del momento.

Maledicencia, palabra que significa hablar mal de los demás. Un estilo malvado de tratar los temas de otras personas, especialmente cuando no están presentes y dando la cara.

Desde luego que un fundamento de la política es el debate, la argumentación, la capacidad de diagnosticar la realidad social, y proponer soluciones para mejorar la calidad de vida de la comunidad. Pero eso no lo estamos viendo, predomina la tendencia a descalificar y cuestionar a la persona y su desempeño, más que a sus propuestas e ideario político.

Una posible explicación de este fenómeno, es la disfunción y patología que actualmente padecen los políticos con aires de empresarios, que abundan en nuestra sociedad.

La corrupción de un sistema de gobierno que ha encumbrado los intereses personales y de grupos selectos de compadres y amigos, los han llevado a pensar en cómo enriquecerse con el poder, en vez de cómo beneficiar al pueblo con sus talentos.

La neurosis que padecen muchos políticos, si es que merecen ese noble título, los convierte en personas con una ansiedad permanente, con claras manifestaciones de narcisismo, petulancia y engreimiento. Padecen de una crónica codicia por el poder y de todo lo que de ella emana (especialmente el apego al dinero), para lograr otros fines que no son precisamente el ocuparse de la justicia y el bienestar de la nación.

La competencia personal con los adversarios, estimula el orgullo y la determinación obsesiva por ganar, a como dé lugar, con tal de preservar la falsa dignidad que portan con soberbia.

Afortunadamente no todos los políticos están infestados por esa peste que azota a nuestros gobernantes y muchos candidatos. Pero con los que sí la padecen, es más que suficiente para hartarnos de su necedad de debatir estupideces personales y atacar y defender el ego, en vez de dedicar su habilidad y retórica a hacer lucir sus propuestas para el bienestar de todos.

Somos los ciudadanos los que tenemos el deber moral de denunciar las fechorías y el malestar colectivo que inundan las campañas plagadas de irrespetuosas y denigrantes actitudes.

Es un hecho que no queremos antropofagia y canibalismo, queremos que los políticos nos muestren su sabiduría y carisma, no sus vilezas y vicios, con tal de ganar votos destruyendo al opositor con plegarias de maledicencia, calumnias y falsos.

Me quedo con la idea de Sócrates en la República, el poder es para los mejores hombres. Y sólo ellos deben aspirar al gobierno.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.7-A del periódico El Informador el 18 de enero de 2018).


Lo que vemos es una escena fascinante, pero a veces con tintes de terror. Es la lucha por la sobrevivencia.

Es un gran muelle, lleno de personas con valijas, cajas de cartón, modestos equipajes... Todos buscando un lugar en uno de los barcos que ya calientan máquinas porque están a punto de partir.

Todos deben zarpar al mismo, y quien no encuentre lugar en un barco se quedará en tierra, en el muelle, durante un buen tiempo solo y desamparado. A veces para toda la vida.

Suenan las sirenas.

Hay nerviosismo, casi desesperación, porque está claro que los barcos no serán suficientes.

Hay 2 grandes trasatlánticos, los de toda la vida (abollados y agujerados, es cierto), que están prácticamente llenos (con los pasajeros de siempre), pero que han reducido su capacidad y en este viaje habrá significativamente menos lugares que en viajes anteriores. Es más, ni siquiera hay la certeza de que todos los que estén a bordo lleguen a buen puerto.

Muchos se quedarán en el camino.

Hay un 3er. barco, parece nuevo, pero es un reciclado de varios viejos barcos, de buen tamaño, piloteado por un viejo capitán que en intentos anteriores no ha llegado a puerto, pero que en esta ocasión parece que tendrá éxito. Y precisamente en ese barco aparentemente hay lugar para quienes en la desesperación se cansen de esperar en otras filas, también a los que de plano sacaron y a quienes estén urgidos por un lugar. Necesita "nombres" entre sus pasajeros, aunque vengan de barcos archirrivales. Hoy todo se vale. También recibe todo tipo de personas, de reconocida y de dudosa reputación, con tal de llenar lugares.

Nosotros como espectadores hemos entendido la jugada: por supuesto que se trata de encontrar a fuerza un lugar, sea como sea, para tratar de llegar al puerto del presupuesto público y de la vida fácil como legislador ya sea local o federal.

Y están dispuestos a todo.

¿Cuál ideología? ¿Cuáles convicciones? ¿Cuáles principios? ¿Cuál historia?

Por supuesto que para el cambio de barco se inventan sus propias mentiras, y se las creen. Hablan, según ellos, en aras de la democracia.

El problema es que esto ya aburre. No creemos que pase mucho tiempo antes de que quede totalmente exhibida la simulación de la clase política.

Nos sale muy cara, y además no ha resuelto los grandes problemas nacionales de pobreza, educación y salud, y sobrevive feliz en la misma cama con la corrupción y la impunidad.

En su afán, no se han dado cuenta que el combustible de los barcos se llama "confianza", y de eso a este país ya le queda muy poco.

Pablo Latapí
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 25 de enero de 2018).


No es Trump el único político que piensa que todo lo que él hace es maravilloso mientras que no hay cosa buena que puedan hacer sus rivales. Lo vemos hoy en la campaña disfrazada de precampaña de México. Ricardo Anaya del PAN afirma que la buena nueva para el país es que está a punto de terminar el gobierno del PRI, mientras que Andrés Manuel López Obrador de Morena nos dice que la violencia se acabará, no en 15 minutos, como prometió Vicente Fox en 2000 para el conflicto de Chiapas, pero sí en 3 años. Todos los candidatos de oposición en el mundo dicen que sus países están en condiciones lamentables, pero todo se arregla en el momento en que llegan al poder.

Sergio Sarmiento
(Publicado en el periódico Mural en línea el 1o.de febrero de 2018).


Los que se sienten grandes, especiales, los que miran al pueblo con la sensación de que los van a salvar y a proteger de los malvados.

El político o líder que padece esta terrible tendencia psicopatológica, no debe de aspirar al poder. Seguramente sus tendencias a sentirse poseedor de soluciones inigualables, irán creciendo en la medida en que se nutre de más poder.

"Yo soy la solución de México" puede perfectamente exponer un candidato que ya está infectado de este virus, que afecta a muchos hombres que pertenecen a la casta de los seres que se creen superiores.

Tienen también su dosis de narcisismo y se ven al espejo como verdaderos "fregones" y exitosos seres humanos. Se creen diferentes porque están seguros de que tienen muchos talentos y la experiencia necesaria, que otros no poseen. Es más, ni les llegan a los tobillos, ellos sí saben cómo resolver los grandes problemas del país. Y es que de verdad se lo creen.

No es extraño que en la vida pública se puedan disfrazar de cuanta personalidad se les ocurra, con tal de convencer al pueblo de que es la persona ideal para tomar las riendas del país. Los demás son simples colaboradores que no están a su nivel.

En su vida privada, es muy fácil que sean unos verdaderos patanes, con displicencia a todos los que traen propuestas que no están contempladas por su brillante inteligencia y prosapia. Por ello, son propensos a maltratar y a someter a los demás con su brillante inteligencia y sentido de superioridad. Pueden aparentar humildad y rectitud, pero en realidad son presumidos y muy engreídos.

Son grandes demagogos y seductores, conocen muy bien cómo envolver a las masas con esperanzas e ilusiones, que parecen alcanzables, pero que realmente están muy lejos de serlas.

Están tan seguros de que todo lo pueden, que necesitan de más poder para, según su visión, conseguir lo que todos anhelan.

Hemos visto en la historia que muchos personajes con MEGALOMANÍA, sí han logrado la cúspide, y una vez que tienen el mando se desatan con mayor codicia y furia su deseo de impactar a todos con la sabiduría y gran conocimiento que creen tener sobre los problemas de la sociedad. Y entonces se hacen dictadores y tiranos porque sólo ellos saben cómo hacer las cosas bien. Pues su grandeza está por encima de cualquiera.

Y así nace también su paranoia, pues ven enemigos y complots contra su superioridad en todos lados. Y de esta forma surge su deseo de eliminar y perseguir contrincantes que le puedan impedir que su grandiosidad se demuestre y así lograr la gloria, al conquistar una página importante en la historia.

El pueblo, la democracia en sí, debe tener muy en claro que sí existen los políticos y líderes con una incipiente MEGALOMANÍA, que desde luego la ocultan lo más que pueden, cuando son candidatos; pero que aflora de inmediato con el exquisito elixir del poder que muy pronto los embriaga de divinidad.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.8-A del periódico El Informador el 2 de febrero de 2018).


El mesianismo político es la idea o creencia de que existe un Mesías que nos vendrá a salvar de las penurias y condiciones de esta vida, para llevarnos a un estado de vida mejor.

Entra dentro del contexto de las religiones y regularmente el Mesías trae esperanza y una visión de un mundo mejor. Por lo que invita a la población a que sigan sus consejos y credo para que todos alcancemos el prometido bienestar.

Hay algunas personas que sienten el privilegio de ser escogidos por Dios mismo para que realicen una misión especial en esta vida. Por lo que se sienten unos elegidos y con una vocación histórica y trascendente que deben de cumplir. Para lograrlo, llegan a concebir que tienen una comunicación especial con los seres superiores y que ellos a su vez los guían y dotan de una visión sobrenatural para poder mirar lo que se necesita realizar para transformar el mundo.

Están convencidos de que se necesita ser humilde, pues ellos saben que existen poderes muy superiores que conducen sus actos e iluminan su visión para poder sobreponerse a las dificultades que induce el mal. Pues también tienen la certeza de que son seres del bien y que han de combatir la maldad y la corrupción de este mundo. Por eso son salvadores.

A veces se comportan como seres iluminados y con poderes, para poder ejercer su liderazgo y talento, y así hacer de un país un territorio donde la pobreza, la miseria y las injusticias se erradiquen durante su gestión.

Creen que con su experiencia y talento van a lograr que las cosas cambien radical y drásticamente cuando lleguen al poder. Pues fácilmente también se creen la visión de que sus propuestas se realizaran, ciertamente con mucho trabajo y cooperación de sus miles de seguidores, pero en una forma casi mágica.

Los políticos con una mente mesiánica han abundado en la historia y tanto reyes, como líderes militares y civiles, han estado convencidos de que Dios siempre está de su lado, o al menos las fuerzas del bien.

El peligro de los personajes que padecen de esta psicopatología del poder, es que frente al público son carismáticos y brillantes, pero con la gente cercana, son engreídos, orgullosos y no soportan que los contradigan y cuestionen. Ellos tienen la razón al final de cuentas, pues de verdad sienten que sus argumentos y visión de lo que se tiene que hacer en un país proviene de una inspiración divina y que ningún mortal tiene la altura para venir a cuestionar lo que les ha llegado en sueños y visiones personales.

Tienen la tentación de imponer y controlar a todos, y en cuanto van adquiriendo más poder les resulta casi un imperativo que los demás se sometan y obedezcan a sus muy privilegiadas y sobresalientes ideas. Les gusta tener todo el poder en sus manos y son muy propensos a ser dictadores y tiranos.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.10-A del periódico El Informador el 8 de febrero de 2018).


Existe una leyenda urbana que narra el vértigo moral que sufren algunos simples mortales cuando son subidos sobre un pequeño ladrillo en la escala del poder público. La fábula describe la increíble transformación que sufren las mentes de este tipo de infortunados, quienes olvidan su identidad, su origen y sus valores, rebasados por la sensación de importancia y autoridad que les genera el ejercicio de la función pública.

Usaremos como ejemplo para profundizar en este tema al personaje "Jorgito", quien, en su minúsculo universo imaginario, cree que ha sido "su gran talento" lo que le ha permitido salir de la mediocridad en la que -para él- aún nos revolcamos aquellos que no queremos despegar hacia los confines de la función pública.

La enorme disposición a recibir los favores de la "justicia divina" que él supone merecer por la acumulación de "méritos propios", le hace creer a "Jorgito" que -por fin- ha llegado al nivel al que realmente pertenece, entre los de su clase y nivel. Por fin se codea entre quienes disponen de los instrumentos del poder y la fuerza pública para dictaminar -en papeles oficiales- lo que procede y lo que no. A su sentir, "le ha hecho justicia la revolución", esa en la que sólo sus prejuicios y fantasías se disparan entre sí.

En poco tiempo "Jorgito" se ha convertido en todo un señor burocrático y prepotente, como todo aquel plebeyo que es elevado a alturas que superan su capacidad de ubicación, adaptación y moderación.

Todos sabemos que el poder -por pequeño que sea- no cabe en la mano de gente de alma minúscula, no puede ser digerido por individuos de conciencia meramente estomacal, carentes de un criterio lo suficientemente amplio como para que quepan entre sus bordes los derechos de los demás. El poder no es para quienes no saben usar una cinta métrica para dimensionar el escaso espesor del ladrillo infame sobre el que se marean y deforman.

El paso fugaz por las cimas resbalosas desde las que se ostenta el poder genera fantasías desordenadas en los individuos de escasa estatura moral que por error o complicidad son instalados en elevados puestos públicos, desde donde resbalan a la primer llovizna, arrastrando en su desdicha a la fila de crédulos que ya merodeaban las migajas de su escuálida influencia. Tal es el caso de los "Jorgitos" que pululan por doquier.

El poder es un brebaje caliente en el que se queman las bocas quienes no saben de mesura al hablar, de clase al callar y -mucho menos- de ralea al hacer. Es una espada al rojo vivo que sólo puede ser blandida cuando se introduce la mano justiciera de la honestidad en el guante de la prudencia con que se debe empuñar.

Dice la leyenda urbana que son muy graves los mareos y las náuseas que el grosor del ladrillo de poder sobre el que indebidamente son subidos causa en los sujetos de "alma corta" y moral permeable como "Jorgito". Se cuenta que a algunos se les inflama "el ego" a niveles muy peligrosos, tanto para la comunidad a la que dicen "servir" por un efímero ratito, como para ellos mismos, pues olvidan en su alucinación quiénes son, a dónde iban y en qué sitio perdieron el hilo de la vida "mortal" a la que pronto tendrán que regresar a hacer cuentas.

Hay 2 tipos de "Jorgitos": unos deambulan entre los candidatos y son parte del listado de los mismos; dan la cara -al menos para decir mentiras- y se someten al infame juego de los comicios. Los otros, vienen incluidos -sin etiqueta alguna- en el abultado y oscuro paquete de los primeros, casi nunca los conocemos y nadie vota por ellos. Son funcionarios de orden secundario que se cuelan hasta su escritorio -junto con algunos buenos funcionarios- como daño colateral de la democracia.

Dios nos libre -en las próximas elecciones- de los "Jorgitos", personajes de alma corta, vista nublada y uña larga que tanto daño le hacen al residuo de prestigio que aún ostentan nuestras instituciones.

Carlos Vázquez Segura
(Publicado en la pág.10 del periódico Mural el 21 de febrero de 2018).


Si algo tiene la política mexicana es esa adicción al poder. Mario Vargas Llosa comentó en aquel coloquio de invierno organizado por la revista Vuelta -donde Paz y Krauze discutían los aciertos obtenidos a partir de las caída del Muro de Berlín y otras linduras-, aquella anécdota de la Dictadura Perfecta, donde no sería un individuo sino un partido el que detentaría el poder ante la rendición de opositores, medios y empresariado.

La diferencia, siempre, es cómo los salientes -sí, esos que deben dejar el trono para ceder a sus sucesores el poder- siempre añoran el regreso. Lo niegan, pero esa necesidad de regresar a recorrer los jardines de Los Pinos es presente.

Y, si bien saben que es imposible regresar -con las leyes actuales-, siempre desean que su influencia se prolongue.

Miren nada más, solo en esta elección se puede ver cómo parte de los últimos sexenios están presentes en lucha por conquistar, una vez más, la silla.

Vicente Fox está representado en los auxiliares de ese Frankenstein político llamado Frente por México. Entre las indefiniciones de Anaya se encuentran pocos claros como las incorporaciones de Rubén Aguilar y el siempre polémico Jorge Castañeda.

Calderón tiene su equipo -obvio- con Margarita. Quiero ser claro: no significa que ella sea un títere de su marido, sería ruin y estúpido decir eso. No obstante, comulgan en temas fundamentales de política pública. Negarlo sería mentir.

Peña vive en el Meade Team. Sin duda. De hecho, el equipo de Meade y del Presidente es, en realidad, el equipo de Luis Videgaray, grupo que desean vencer no solo Anaya y López Obrador, sino también miembros del Revolucionario Institucional.

No por nada la ecuación es sencilla: al ganar Meade -si pasara-, Videgaray se quedaría con la estructura del partido para tiempos futuros. En caso contrario, los priístas tradicionales estarían muy posicionados en la dirigencia partidista con un objetivo específico: la persecución del peñismo.

Para acabar, el salinismo estaría en todos los grupos presente de distintas formas. En la guerra intestina del PRI entre el Presidente y el villano favorito, las fichas de Salinas se ven en distintos sitios y bajo diferentes siglas, incluidas -claro- las de MORENA.

Aunque usted no lo crea.

Gonzalo Oliveros
(Publicado en la pág.15 del periódico Milenio Jalisco el 23 de marzo de 2018).


Se pregunta Martín Luis Guzmán, tal vez en La querella de México, ¿por qué los estamentos políticos mexicanos son tan sistemáticamente impresentables?; ¿por qué de la ineficiencia, el cinismo, la corrupción tan extendidos? Su respuesta: que por un atavismo cultural heredado de los españoles, a saber, la muy tóxica idea de que la política es intrínsecamente nefasta; que es una ocupación impropia de la gente de bien. Resultado, sigue Guzmán: solo se dedican a ella quienes no deberían. Es, digamos, el reino de los peores.

Julio Patán
(Publicado en la pág.2 del periódico Milenio Jalisco del 30 de marzo de 2018).


La ambición histórica en los políticos siempre ha sido un motor admirable. Es un incentivo mayor que el del poder o las riquezas y, con contenidos justos, no es una ambición perversa.

Si Andrés Manuel López Obrador quiere ser como Madero, pues que le dé, y si quiere encabezar el movimiento político más grande del mundo, pues que le trabaje. Por ahora tiene un tercio del electorado mexicano, que no es poco decir.

Esto puede causar risa a los que menosprecian la voluntad individual como agente de cambio histórico o preocupación a los que consideran que sacudir el tablero para ver qué sale puede traer peligrosos retrocesos. Y bueno sí: en el mañana no sólo existe conservación del status quo o progreso hacia la felicidad universal y luminosa. Con frecuencia también hay hoyos negros, degradación y pérdidas.

Entonces, a algunos les causa risa, a otros temor y a otros les da esperanza. Estos últimos confían en una refundación estatal como camino luminoso, aunque eso de la refundación del gobierno como mecanismo de limpieza es una de las más grandes patrañas que he escuchado.

Ivabelle Arroyo
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 4 de abril de 2018).


El escritor colimense Rogelio Guedea visitó la capital de Jalisco para presentar su libro "El arte de gobernar: manual del buen gobierno" (publicado por la editorial española Almuzara).

"Escribí este libro porque viví 11 años fuera de México, en Nueva Zelanda. Sin conocer mucho del país previamente, tuve la suerte de entrar y conocer a fondo la sociedad y la cultura neozelandesa. Me quedé gratamente sorprendido de ese sistema, de la cultura cívica. Era realmente como algo extraterrestre, viniendo de una cultura riquísima como la nuestra, donde el valor de la familia es importantísimo, pero donde (sin dejar de ser autocríticos) hay muchos fallos en muchos ámbitos y sectores de la sociedad. Principalmente lo vemos en los que dirigen al país, los gobernantes y el sistema político. Me di cuenta de que era necesaria e importantísima la educación".

Por eso mismo, "el tema central es el tema ético, es fundamental para la gobernanza... A partir de allí exploré otras temáticas haciendo un homenaje a los grandes teóricos de la ciencia política... Me pareció importantísimo reflexionar qué había alejado a este sector de la moral. Me puse a leer a los filósofos de la teoría política para ver sus reflexiones sobre el tema e intentar comprender este fenómeno en México. Es una escisión clarísima entre el ejercicio político y la moral, la virtud que debería ser inmanente al ejercicio del poder".

Uno de los problemas de la vida política mexicana es la impunidad: no es la falta de leyes, es la falta de apego a éstas: "La verdadera república era vivir en una sociedad manejada por las leyes, está en 'La república' de Cicerón. En el 'Leviatán' lo dice Hobbes: esas leyes son las que deben detener el deseo irrefrenable de los políticos. Pero ese deseo irrefrenable en una sociedad con el Estado de Derecho roto produce impunidad y más corrupción. Los políticos saben que pueden tener cualquier tipo de excesos... y no pasa nada. En otras sociedades son motivos más que suficientes para su dimisión: en Nueva Zelanda un congresista que fue a Australia utilizó la tarjeta para sus viáticos para comprar una botella de vino tinto. Parecerá una exageración, pero descubrieron que lo hizo con dinero público y dimitió. Nos parece exagerado ante los excesos que hemos visto. Por eso me parece importantísimo fortalecer el Estado de Derecho, tanto para lo grande como para lo más simple, desde el trato con los vecinos".

Otro tema vinculado a la moral es el de la templanza y la moderación, presente desde el epígrafe del libro: "Quien se controla a sí mismo no tendrá dificultad alguna para gobernar con eficacia", dice Confucio. Rogelio pondera a la educación como una forma de aprehender esa mesura: "Es lo que nos mete en el tema de la sensibilidad, de los valores. Es lo único que nos pone esa alerta de la moderación. Eso nos hace pensar, ¿por qué queremos más de lo necesario para vivir? Si ya tengo una casa con 3 habitaciones, ¿para qué quiero una con 6? Es el tipo de excesos que tienen los políticos, a veces llegan a ser desorbitados".

Esos excesos son la consecuencia natural de la falta de educación moral: "La gran problemática de la clase política es el alejamiento con la moral. Es lo que ha hecho que nos alejemos de la civilidad, y nos acerquemos más al ámbito de lo barbárico, donde perdemos todo tipo de virtudes (las morales, incluso las cívicas). Perdemos la sensibilidad. Algo está sucediendo en nuestro tejido humano como sociedad mexicana".

Además de versar sobre el alejamiento de los políticos con la sociedad, en el libro también se hace referencia a la sociedad "apolítica" y a la participación ciudadana, indispensable en una buena democracia. Guedea lo escribe al referir a pensadores como Hannah Arendt y George Steiner: "Leí una larga entrevista con Steiner donde decía que se avergonzaba de no haber tenido más participación en el ágora, una participación política más visible. Se dedicó a leer y escribir, pero se dio cuenta de que pudo haber cambiado cosas con la fuerza de la palabra".

"Decía que no quería ser un idiota: en su origen la palabra significa eso, los que le dan la espalda a la cosa pública, siendo indiferentes. ¿Por qué no participar si al final del día las decisiones que se toman van a influir en mi vida?”.

(Publicado en el periódico El Informador en línea del 13 de mayo de 2018).


Dicen que para saber cómo es realmente una persona, basta que se emborrache y se le dé poder. De alguna manera aflora el verdadero yo, pues el poder es una embriaguez que hace perder el piso y la proporción correcta de la realidad. Y, sobre todo, se tienden a hacer muchas cosas que, sin sus efectos, de plano no se harían.

Es muy importante la personalidad y la estructura del carácter para soportar la tentación de sentirse superior y capaz de hacer cualquier cosa con el simple hecho de sentirse que tiene el deseo y las ganas de hacerlo.

Por eso se relaciona con la idea de que el ego se sube sobre un ladrillo y ya se cree capaz de todo lo que le venga en gana.

Y peor aún, cuando la gente a tu alrededor te lo hace creer y hasta te lo refuerzan con curiosas referencias, como aquella de: ¿Qué horas son? Las que usted quiera, le responden sin chistar.

Y es que la deformación de la realidad también comienza en los allegados y colaboradores que, con tal de adular, son capaces de lograr cualquier distorsión de los hechos para darle gusto al patrón y no hacerlo enojar. Pero esa manipulación del entorno reafirma la borrachera del que ahora se cree todo poderoso y manda ejecutar órdenes y proyectos, poco viables, pero que de alguna manera se tienen que realizar para complacer los caprichos del "jefe".

En realidad es difícil pronosticar qué va a hacer una persona cuando se le pasan las copas o cuando ya tiene el poder en las manos. Pero eso sí, ya que sucede, tenemos más certeza de lo que irá aconteciendo con los tragos de poder que la realidad les va otorgando.

Lo que sí sabemos es que si sus visiones previas al poder y al alcohol ya son impulsivas, caprichosas, fantasiosas, engreídas, prepotentes o lo que ya sobresalga de su perfil de personalidad. Se van a agravar y muy probablemente a empeorar.

Ya hemos señalado la importancia de un examen de salud mental, para todos aquellos que aspiran a cargos de gobierno con una responsabilidad importante. Pues la higiene mental es un blindaje indispensable en contra de las barbaridades que ya se pueden realizar con la toxicidad que también traer el poder.

Una persona que ya de por sí es egoísta y ambiciosa, corrupta y prepotente, antes de tener más poder, sin duda lo utilizará para su beneficio y explotará todas las oportunidades a su alcance para lograr su codicia.

El ideal del poder es para el beneficio de todos, para alcanzar mayor bienestar. Pero en manos de gente insana, de seguro será utilizado para cumplir con toda clase de caprichos y maldades.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.10-A del periódico El Informador del 19 de julio de 2018).


No cualquiera puede ser político. Sí, sin duda, los tiempos actuales lo demuestran, cualquiera puede ocupar el asiento de la silla; pero gobernar, conducir, llevar a, lograr la justicia social, el bien común o trascender -en el mejor de los sentidos- es privilegio de unos cuantos.

Uriel Eduardo Santana Soltero
(Publicado en la pág.10-A del periódico El Informador del 21 de julio de 2018).


Hay una tendencia a que los líderes políticos más populares y exitosos electoralmente sean los más agresivos, estridentes, groseros y proclives a descalificar moralmente a quien los critique, aunque para ello tengan que mentir. También suelen ser los que más desprecian a las instituciones democráticas, entre ellas a la prensa. Ocurre en muchas partes del mundo.

Son políticos que no respetan a nadie, que detestan la corrección política y que han podido comprobar que mientras más estupor generen con lo que dicen y hacen, más acaparan los reflectores. La política siempre ha tenido un componente teatral, de puesta en escena. En la dinámica de la comunicación actual parecería que ese componente se va convirtiendo en el todo. A más escándalo, más likes, más seguidores, más aplausos, más popularidad, más trending topics... más votos.

El comportamiento de esos dirigentes es en muchos sentidos infantil. Ponen apodos hirientes a sus adversarios y los acusan a la ligera de corruptos y criminales, pero no soportan el menor señalamiento hacia ellos y denuncian de inmediato cacerías de brujas y conspiraciones. A veces generan repudio, a veces carcajadas, a veces odio. Nunca indiferencia.

Donald Trump es el ejemplo más destacado de ese fenómeno. Esta dinámica de comunicación le sirvió para llegar al poder y le sigue sirviendo para mantener una base de fieles apoyadores que le festejan todo, le justifican cualquier exceso y acosan, insultan y amenazan a quienes se atreven a criticarlo.

La prensa estadounidense, con su sólida tradición de contrapeso democrático y de vigilancia frente a los abusos del poder, muy pronto se puso en la mira de las agresiones y descalificaciones de Trump. Desde su campaña se dedicó a insultar a los periodistas que publicaban cosas que no le gustaban y al mismo tiempo a hacerse la víctima de una supuesta campaña deshonesta porque él era una amenaza para poderosos intereses que los medios de comunicación defendían.

Una vez que llegó a la Casa Blanca redobló sus ataques. La práctica ha escalado a tal nivel que ha dejado de ser una atracción anecdótica para convertirse en una seria amenaza a uno de los pilares de la democracia: la libertad de expresión.

Carlos Loret de Mola A.
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 16 de agosto de 2018).


Sin quitarle el honor y prestigio que merece, el Presidente es el ejecutivo de mayor rango que trabaja para una empresa llamada México. Sin embargo, la imagen, influencia y poder personal que se ha creado alrededor de la investidura no solo del Presidente de México, sino también de los secretarios de estado, gobernadores, presidentes municipales, diputados y senadores han hecho que los ciudadanos los veamos y tratemos no como lo que son -personas que desempeñan un en-cargo público-, sino como reyes, virreyes o miembros de la Real Audiencia, tal como era la estructura política en tiempos de la Colonia, y nos veamos a nosotros mismos no como parte del pueblo que manda, sino como súbditos, sujetos a voluntades y favores personales, en lugar de sujetos a la ley.

Solicitamos audiencias para pedir de favor que apliquen la ley, y cuando lo hacen, les damos las gracias hasta con desplegados en los periódicos, porque hicieron lo que les correspondía hacer.

Debemos redimensionar y reubicar a los funcionarios públicos de cualquier nivel, para que sean ellos los que vean a los ciudadanos como sus patrones, y ejecuten su trabajo no como una graciosa concesión de sus majestades, sino como la obligación de servir, que ellos mismos pidieron tener y obtuvieron por medio de nuestros votos.

Los ciudadanos no somos súbditos, y si "el pueblo es el que manda" como lo ha dicho una y otra vez López Obrador, entonces mandemos, que los funcionarios públicos no son miembros de una clase social superior, sino mandatarios con la encomienda de cumplir y hacer cumplir la ley, llevar a cabo la voluntad de las mayorías sin beneficiarse indebidamente en lo personal y respetando los derechos de las minorías que aunque no les hayan dado su voto, también son mexicanos y también son pueblo.

Vale la pena recordarle a los funcionarios públicos lo que es un mandato y lo que significa ser un mandatario. Un mandato es una orden dada por alguien con autoridad para hacerlo, y para ellos la autoridad somos los ciudadanos, el pueblo; y un mandatario es la persona que acepta representar y desempeñar las funciones encomendadas por los mandantes, quedando, al aceptar el cargo, obligado a cumplir el mandato y responder de los daños y perjuicios que, de no ejecutarlo, se ocasionen al mandante.

En palabras simples y elegantes: un mandatario es el ejecutor de nuestros mandatos. En lenguaje coloquial, y no se me ofenda nadie porque al final de cuentas es la verdad, los funcionarios públicos son nuestros mandaderos, personas que nos hacen los mandados.

Quien no quiera recibir mandatos, quien no quiera ser mandadero de nadie, que no entre al servicio público. Y los que decidan entrarle, sepan que la dignidad del cargo, el pasar de mandadero a mandatario, se gana ejecutando de manera honesta y eficaz los mandatos ciudadanos.

Y por el lado del pueblo, si queremos dejar de ser súbditos sumisos y pasar a la categoría de ciudadanos plenos, con derecho a encomendar tareas y exigir su cabal cumplimiento, tenemos que hacer una sola cosa: cumplir y acatar la ley.

Ricardo Elías, arquitecto y empresario
(17 de agosto de 2018).

Pocas cosas le cuesta tanto trabajo a nuestra clase política como entender los límites de lo público y lo privado, que lo que administran no es suyo, que tener un puesto público no es poseer lo público ni merecer la abundancia, para citar a la célebre primera dama veracruzana.

El caso del delegado de Liconsa que dispuso de los trabajadores de la dependencia para "enchular" su casa, donde recibiría, faltaba más, a todos los delegados federales que saldrán junto con el gobierno de Peña, es una clara muestra de esta cultura. No es que el delegado, a juzgar por la casa, requiriera de mano de obra barata, o que no pueda mantener su casa. Dispuso de los trabajadores porque ahí estaban, porque son "sus" subordinados, porque para eso es el poder, para usarlo, porque hay, pues, una extraña concepción de que lo público es el premio al esfuerzo, a la amistad bien ganada, a la oportunidad que no volverá. El poder no es que te den, sino estar o que te pongan, donde hay.

Esta situación se repite una y otra vez. No es privativa de los priistas, aunque por el tiempo que han estado en el poder y las formas propias de su quehacer político, resultan los más conspicuos. Pero los panistas nunca se quedaron atrás en estos abusos y esta confusión entre lo público y lo privado. El caso mas patético que recuerdo fue el del director de los penales que llevó a las reas como prostitutas a una fiesta. Tampoco los perredistas, que en Ciudad de México han tenido desplantes dignos de Maximiliano, y muy pronto, tristemente estaremos hablando de eso mismo entre morenistas o emecistas.

Lo que hay detrás es una concepción muy ranchera del poder (sin ofender a los que se dedican al campo) muy primaria: el poder se muestra y se demuestra; se ejerce y se hace sentir, se tiene o no se tiene y hay que usarlo mientras esté a la mano. Este tipo de corrupción, dirán algunos y no sin razón, es nimia frente a los grandes abusos y los grandes casos. ¿Cuánto pudo haber desviado el delegado de Liconsa? Decenas, quizás cientos de miles de pesos. Difícilmente llega al millón, que es una bicoca comparado con los casos de las grandes obras, o los contratos de Pemex, o de abasto de medicinas. El problema no es por supuesto la cantidad desviada, sino el número de personas, las más necesitadas, que debieron haber sido atendidas por los empleados de Liconsa y que dejaron de recibir servicios porque el jefe tenía una fiesta en la cabeza.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 3 de septiembre de 2018).


El filósofo francés Blaise Pascal (1623-1662) dijo alguna vez que "nunca se hace el mal tan plena y alegremente como cuando se hace por un falso principio de conciencia". Algo está mal en una sociedad cuando los políticos se rigen sólo a partir de su conciencia.

Es un peligro para la sociedad cuando éstos con base en su conciencia, que se convierte en norma no personal sino social, justifican todo lo que hacen. En esa lógica lo que realizan siempre está bien porque actúan como su conciencia les dice.

Una vez que se asumen como la buena conciencia de la sociedad, a veces también justificada por su religiosidad, se otorgan el derecho de ser los únicos que saben lo que la sociedad necesita y también cada uno de sus integrantes.

Ahora este tipo de políticos tiende a prosperar no sólo en México, sino en el mundo. Gran parte de su éxito reside en transmitir a los electores que ellos son hombres de conciencia y garantizan que siempre van a actuar conforme a ella.

Su conciencia les dicta lo que es bueno hacer y por eso mismo están seguros de que los demás, sus votantes, así lo deben de asumir. No tienen duda y su certeza se confirma con el apoyo de los suyos.

En la visión de estos políticos lo que les dice su conciencia nunca requiere ser confrontada con lo que plantean otras conciencias. De antemano se les descalifica. Lo que digan o propongan no tiene ningún valor. La suya es la única que cuenta.

Es evidente que todo político, que toda persona, tiene que tener conciencia y actuar conforme a ella. De eso no hay duda, pero las decisiones y la acción del gobernante no se puede fundar sólo en su buena conciencia.

Éstas se cimientan y operan en el marco de la Constitución, las leyes y los reglamentos públicos que son expresión del pacto social y no de la conciencia moral de un individuo.

La conciencia es la guía del actuar estrictamente personal, pero el actuar público se sujeta a las leyes que si se rompen son objeto de la sanción pública.

Invocar la conciencia personal, para justificar cualquier decisión pública es un acto autoritario. Es un acto también irresponsable y soberbio, que trae consecuencias nefastas para la sociedad.

Los ejemplos que ofrece la historia de sociedades gobernadas sólo por la conciencia de los políticos en el poder muestran resultados trágicos y todavía más cuando se añaden principios de corte religioso.

El principio de conciencia al que hace referencia Pascal debe sólo quedar en el horizonte de las decisiones estrictamente personales y nunca tener lugar en el espacio de las decisiones públicas.

Está muy bien que un político en razón de su conciencia decida no corromperse, pero la garantía de que eso suceda son reglas y mecanismos que lo impidan y si se violentan debe hacerse valer el peso de la ley y aplicar el castigo correspondiente.

Rubén Aguilar
(Publicado en el periódico El Economista en línea del 3 de octubre de 2018).


Siendo la política en nuestro entorno, junto con el boxeo una de las pocas oportunidades que tiene el infelizaje para salir de la pobreza y de la terrible marginación en que está condenado a vivir, me veo en la necesidad de analizar algunas variantes que permiten a políticos mantenerse en el candelero, pegados a la parecer inagotable ubre pública.

Las reglas son generales, por tanto se dan en todos los partidos y sin importar la ideología que pudieran tener, porque de hecho casi todos carecen de alguna, de partido por lo pronto no pueden carecer, no hay partido no hay hueso, aunque puede resultar atractivo negarlo y decir que se es "ciudadano" lo que mencionan en lugar de independiente, que no es lo mismo. Por eso que como representante del "grupo ciudadano de observadores de los seres terrestres" esperamos conjuntar una serie de factores que caracterizan a los políticos exitosos.

En 1er. término habremos de hacer un análisis de nuestro aspecto físico:la guapura es indispensable Deberá evitarse el sobrepeso, si usted es gordo puede usted irse olvidando de las grandes ligas; desde hace como 50 años no recuerdo más que 2 gordos. De presidentes ni hablar, lo más fue Ávila Camacho que no era obeso, lo más regordete y cachetón, los demás han sido lo más cercano a espárragos, por ello, si su candidato tiene un sobrepeso de más de 1.5% con base en lo recomendado por la OMS decídase a ponerlo en manos de un especialista, inicie jornadas de ejercicio o investigue como perder peso -claro que sin volverlo a encontrar- y una vez que esté en línea proceda a consultar a un cirujano plástico para que le restire la piel -aún a riesgo que lo dejen como a la maestra- pídale que lo deje como tambor ya que después de adelgazar quedará como toro cebú, con toda la pellejera colgando.

Si además de gordo usted es prieto, negro o subido de color, proceda a decolorarse como lo hizo Michael Jackson, si no lo logra olvídese de las grandes ligas y láncese de líder sindical o a la jerarquía eclesiástica, donde admiten hasta gordos que si bien si los primeros obtienen muy altos dividendos y los segundos muy buena posición social, salvo el caso de los líderes de Pemex y CFE, no son comparables a los ingresos de quienes militan primera división, quienes además lo obtienen en menor tiempo.

Si fuma deje de hacerlo ya que si bien durante mucho tiempo se consideró se trataba de un defecto menor no lo es tanto para los anti fumadores cuyo fanatismo excede los extremos más increíbles superando a su líder, el 1er. mandatario que prohibió fumar en su refugio: Adolf Hitler, quien heredó su intolerancia a muchos de sus seguidores.

Para que su figura vaya de acuerdo con su rango deberá vestirse impecablemente dentro de la prudencia de no exagerar, consulte de ser posible al mercadólogo que remodeló a Cuauhtémoc Cárdenas en su última candidatura presidencial, lo dejó muy bien, parecía preparatoriano de San Ángel, no lo imite, busque su propio perfil.

Debemos entender que nadie va a dudar de la capacidad e inteligencia de un alto funcionario, puede ser un asno pero si tiene buena presencia, nadie va a dudar, aunque el candidato declare algo, nadie se fija.

Carlos Enrigue
(Publicado en la pág.5-B del periódico El Informador del 7 de octubre de 2018).


Los políticos, como cualquier otra persona, pueden llevar la vida que quieran, siempre y cuando respeten las leyes. De eso no hay duda. Es también claro que ellos, por la profesión que ejercen, están obligados a un estilo de vida que corresponda a su nivel de ingreso y que no ofenda a la sociedad.

El estilo de vida de los políticos debe ser no sólo honrado, sino transparente y austero. Todos los profesionales requieren llevar una vida honrada, pero no necesariamente transparente y austera. Eso es propio de los políticos.

Es así, porque reciben su ingreso de los impuestos de los contribuyentes y ejercen una función de carácter público a favor de toda la sociedad. No es el caso de los otros profesionales que realizan su trabajo pagado por el servicio o bien que ofrecen a sus clientes.

La sociedad demanda de los políticos un estilo de vida caracterizado por la honradez, la transparencia y la austeridad. La sociedad castiga, con su crítica y el voto, a los políticos que a su juicio no se comportan en el marco de estos parámetros.

En el político, la transparencia implica la rendición de cuentas ya que su ingreso, también los recursos que administra, provienen de los contribuyentes. No son suyos. Pertenecen a quienes pagan los impuestos.

Cuando los valores del político son la corrupción, la opacidad, el despilfarro y la frivolidad, todos antivalores para la sociedad, se convierten, con razón, en blanco del ataque de los ciudadanos porque éstos se sienten robados y defraudados.

Cuando los políticos critican a los otros políticos por no tener el estilo de vida que les corresponde, ganan la simpatía y el apoyo de la sociedad. Ésta se siente representada por ellos en su enojo y malestar que, sin duda, son legítimos.

Y cuando estos mismos políticos todavía van más allá, pregonan de manera pública que ellos sí van a cumplir los valores que deben guiar al político y seguir el estilo de vida que les es propio, reciben el apoyo ciudadano expresado en la adhesión y el voto.

Estos políticos, en ese momento, establecen un nuevo estándar, que siempre debió existir, para que la sociedad mida su comportamiento público y privado. La vida del político, como la de toda persona, es una. No se puede ser honrado en el ejercicio de la tarea pública y luego corrupto en la privada. No existe esa posibilidad.

El político que de manera pública dice que va a ser diferente a los que lo antecedieron, pero ya en el poder se comporta como ellos, provoca en la ciudadanía un redoblado rechazo porque a su falla ahora se añade el engaño y la traición.

A los ciudadanos la doble moral de muchos políticos indigna de manera especial. Les molesta que digan una cosa y luego hagan otra. Que pregonen, por ejemplo, la austeridad como un gran valor y luego no lo sean. El político pasa a ser, entonces, también un hipócrita.

En el sentido del vocablo original griego que define al actor de teatro, el actor representa al personaje que no es. Después, los mismos griegos utilizaron el término "hipócrita" para señalar a aquellas personas que fingen cualidades, sentimientos y virtudes que no tienen. Así también se entiende en el español.

Rubén Aguilar
(Publicado en el periódico El Economista en línea del 9 de octubre de 2018).


El ejercicio del poder, así sea como autoridad, es muy exigente, pero también muy tentador, que la posibilidad de torcer la justicia, aprovecharse de los recursos monetarios, y usar de medios insanos para llegar al poder se vuelve muy común; adicionalmente, quién luego de gobernar se dedica a disfrutar de lo que se llevó, poco tiempo tiene de arrepentirse de cómo lo obtuvo.

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.6-B del periódico El Informador del 6 de enero de 2019).


Sí es cierto lo que defendió el filósofo Hobbes, somos seres egoístas. De la misma manera, como seres humanos, estamos condicionados a pensar de una manera lineal. Cada aspecto de nuestra vida gira en torno a un aspecto del pasado, presente o futuro. Lo mismo pasa dentro de la política. Un político, al momento de llegar al cargo, se preocupa más por su popularidad que por cumplir las promesas que con esperanza movieron a muchos a votar por ellos.

Lo anterior resulta lógico, si consideramos que como humanos gozamos de un altruismo limitado. Estos políticos harán el bien hasta el grado que no les afecte en un futuro. Este mecanismo implica necesariamente una justificación constante por parte de nuestros gobernantes. Se vestirán durante todo el sexenio de héroes, vanguardistas del progreso y defensores de la justicia y la paz para justificar su estancia en el poder. Por otro lado, perseguirán a quienes hayan perdido el poder y hayan actuado de manera dudosa para reafirmar su imagen intachable ante la sociedad. Esto ya está ocurriendo.

Pasemos a analizar el problema de la continuidad. Éste es y siempre ha sido uno de nuestros mayores problemas dentro de la política. Sale un gobierno con ideales específicos, para que entre uno nuevo con su propia agenda para destruir los avances del gobierno anterior. Morena está colocando nuevos cimientos, cimientos que serán reemplazados tarde o temprano por el siguiente partido dominante.

Tenemos que entender que ni Morena, ni ningún partido político se encuentra exento de estas costumbres. En el fondo, no son diferentes a los anteriores gobiernos. Es un eterno patrón de discursos de cambio que se quedan en eso, discursos de cambio y optimismo destinados a ser sustituidos.

Cesáreo Escobedo
(Publicado en la pág.8-A del periódico El Informador del 16 de febrero de 2019).


¿Hay algo más falso que el abrazo de un político? Desde el de Acatempan, cuando Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero se abrazaron efusivamente para sellar el fin de la guerra de Independencia y el comienzo de la era de las traiciones, los abrazos gozan de poca credibilidad en la política nacional. Entre los participantes de estos curiosos rituales políticos se dice que entre más mal te cae el de enfrente más efusivo y sonoro debe ser el abrazo.

A diferencia del abrazo amoroso o el amistoso en el que el gesto de fundir los cuerpos anudándolos con los brazos tiene como fin transmitir y recibir calidez, el abrazo político es estrictamente gestual. Lo que importa es la forma, es solo un símbolo vaciado de contenido. Son abrazos estudiados, muchas veces protocolizados (2 palmadas en los hombros; evite el contacto más allá de lo necesario) y que tienen como objetivo mandar un mensaje de concordia cuando ésta es evidentemente inexistente.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 11 de marzo de 2019).


Un político puede decidir cuándo participar y cómo en un contienda electoral, pero ninguno escoge la circunstancia en que gobierna. Saberse adaptar y conducir el barco para llevarlo al puerto deseado aun en circunstancias adversas es lo que distingue a un buen político del que no lo es.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 29 de abril de 2019).


Los líderes mundiales y los políticos en general, por razones ideológicas, me parece, únicamente atienden lo urgente (la esquirla de un problema que se tiene enfrente en el aquí y ahora, pero que no resuelve el problema entero), y niegan la existencia o la relevancia de lo verdaderamente importante (que, como no es necesariamente urgente y, por tratarse de medidas a largo plazo no rinden capital político ni otorgan votos inmediatos; prefieren ahorrarse los gastos, pero con eso no detendrán las desastrosas consecuencias en el futuro).

De la modernidad llegamos al caos. Salimos de esa sociedad "moderna" que era entendida como una máquina generadora de cambios constantes, para arribar a las consecuencias de lo que mal llamamos "progreso". Problemas torales de nuestro mundo y de las sociedades en las que vivimos como la migración, la desigualdad, la pobreza, el hambre, la inseguridad, los nacionalismos extremos y, por supuesto, el cambio climático, no son otra cosa más que la gran conclusión de esa glotonería económica, política y social del modernismo y, también, de la dogmática ideológica heredada por la modernidad y de la ceguera actual que nos ha impedido ver cuáles son realmente los problemas que se deben resolver y cuáles de ellos son únicamente consecuencias de esos problemas y no problemas en sí mismos.

Tantos y tan graves son nuestros conflictos y el mundo tan escaso de mentes con voluntad para discernirlos y resolverlos sin sesgos ideológicos. Al menos, me refiero a mentes que tengan de su lado las herramientas del poder político y puedan evitar la hecatombe a la que nos acercamos. Como corderos en el peldaño de un abismo que los políticos nos impiden ver por miedo, por comodidad o por conveniencia ideológica, pero que está ahí y todavía no hay quién se ofrezca a construir un puente.

Los seres humanos tendemos a dogmatizarlo todo, incluso las mentiras.

Por un lado, está la izquierda preocupada por la popularidad que han adquirido los partidos de extrema derecha, los nacionalismos extremos y el populismo; ellos creen que estos son el problema que se debe atacar en el mundo actual. Por otro lado, los partidarios de los extremismos políticos consideran que los problemas se deben a las políticas sociales y asistenciales; es decir, a la visión social o igualitaria. Mientras tanto, la migración, la pobreza, el desempleo, y otros problemas más graves que esos, como el calentamiento global, siguen avanzando. Por supuesto, sobre este último, la mayoría de los líderes mundiales sudando los cuellos blancos de sus camisas consideran que es un mito.

Cada uno de ellos actúa bajo las premisas dogmatizadas de su ideología. Una forma de pensamiento que no les permite ver más allá del mundo que lo que sus premisas ideológicas abarcan. Vivimos en un mundo globalizado, no por la economía, sino porque compartimos todos los mismos problemas. Problemas que ya son de todos y no sólo de izquierdas, derechas, populismos, humanistas o religiosos. Todos estamos enfrentando situaciones que no requieren de los anteojos ideológicos para poder leerlas y entenderlas. El dogmatismo genera necedad y ceguera crítica. Impide construir soluciones compartidas a problemas generalizados. Problemas que, como los que he mencionado, requieren más de técnica y de voluntad que de premisas ideológicas o de propuestas teñidas de un color u otro.

No es la falta de conciencia de la gente ni la ausencia de una preocupación generalizada lo que está acabando con el mundo, sino la necedad dogmática de algunos que se resisten a ver que las dicotomías de su ideología ya no son suficientes para leer el mundo y lo que se requiere ahora, más que nunca, es acción certera. Respuestas que solucionen lo verdaderamente importante y no distraerse únicamente por lo urgente.

Edgar Elías Azar, magistrado del Tribunal Superior de la CDMX y ex embajador de México en los Países Bajos
(Publicado en el periódico El Universal en línea del 23 de mayo de 2019).


Hasta ahora no conozco algún trabajo titulado "El príncipe inútil", pero sería aquel que usa a Maquiavelo para alcanzar el poder, y una vez que lo logra lo tiene por triunfo, con lo cual ya no está dispuesto a hacer otra cosa que vivir del boato y los oropeles que el título acarrea, disfrutar del poder no del servicio, y finalmente dedicarse asiduamente a entorpecerlo todo posponiendo respuestas, ignorando soluciones, huyendo de los problemas, aletargando los procesos, evitando los riesgos del liderazgo, acomodándose en un estilo de principado opaco aunque bien remunerado, inmune a las exigencias de la realidad, regodeándose en la intriga para matar el mucho tiempo libre, bloqueando a quienes sí quieren hacer las cosas, rodeándose de gente cómplice, amasando dinero, con un carácter tan amorfo que le hace incapaz de interesarse por nada.

Tener un príncipe así, llámese rey, presidente, ministro, gobernador, alcalde, o cualquier otro título que suponga el ejercicio de la autoridad, acaba siendo una desgracia para la sociedad, ya que los príncipes inútiles no solamente impiden su desarrollo, sino que provocan retrocesos y pérdidas cuantiosas.

La ventaja de la democracia es que la ciudadanía puede elegir y eventualmente destituir a los príncipes inútiles, claro que para eso se requiere que haya, justamente, ciudadanía, es decir, una sociedad realmente comprometida en ejercer un constante escrutinio sobre las acciones de sus líderes.

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.4-B del periódico El Informador del 26 de mayo de 2019).


Todos los funcionarios públicos en el país. Y con eso me refiero a los integrantes de los 3 poderes, el ejecutivo, el legislativo y el judicial, tanto federales como locales y sus entes constitucionales autónomos, los municipios, y en general todo empleado de gobierno, con independencia del carácter de su función o nivel, centralizado o descentralizado o como sea, tiene por disposición constitucional la obligación de atender los principios de legalidad, honradez, lealtad, imparcialidad y eficiencia.

De lo anterior no deben de actuar o dejar de actuar violentando las leyes reguladoras de su función y la Constitución, además de obedecer al resto de las leyes aplicables a cualquiera. Sí. Los funcionarios públicos son regulados como todos los ciudadanos, pero además tienen un régimen especial legal. Y los limita la Constitución. Eso lo obliga ser sumamente cuidadosos. Interpretar y aplicar las normas jurídicas no es cualquier cosa.

Su actuación debe de ser de buena fe: honrada. Se trata también de la decencia, de la integridad, de la rectitud, de la dignidad exigida al cargo. Los funcionarios públicos se pueden equivocar, para eso existen en principio los medios de defensa. No se les pide perfección. Pero de ahí al desvío de poder, o cualquier actuación de mala leche afectando a quien sea, ya es otra cosa.

La lealtad es lo llamado "ser institucional". La exigida no es con sus jefes. Su mejor traducción es el compromiso con su función, y con los valores y la institución a la cual pertenece (en su generalidad tienen códigos de ética propios). Eso sucede en todas las organizaciones. Un funcionario público no puede actuar contra los intereses legítimos de su institución. El compromiso -además de las competencias adelante señaladas-, por ejemplo se fomentan mediante la capacitación, la distinción por el mérito y demás. De ahí la importancia -casi siempre fallidos en el ejecutivo federal, y casi inexistentes a nivel local- de los servicios civiles de carrera para la administración pública.

La imparcialidad requiere desapasionamiento. Mente fría, objetividad, neutralidad, ecuanimidad. Ningún funcionario público puede ser parcial ni mucho menos partidista. Por supuesto, como todo principio, es inalcanzable plenamente. No somos robots. Pero ahí está la exigencia. El funcionario público tiene esa carga. Debe procurar no actuar apasionadamente, por filias o fobias, por ejemplo. O por un agrado o desagrado. El funcionario público no debe de decidir con el estómago.

Finalmente la eficiencia. El funcionario público debe de ser capaz de desempeñar su función. No debe de asumir funciones para las cuales es incompetente. Nombrar a esas personas también va en contra de éste principio. En cierto argot le llaman precísamente competencias a las habilidades requeridas para cada cargo. No se vale no tener idea de lo que se hace.

Los principios de legalidad, honradez, lealtad, imparcialidad y eficiencia se encuentran íntimamente relacionados entre todos y cada uno. No puede haber legalidad si no hay honradez, y al revés. Tampoco puede haber eficiencia si no hay imparcialidad. Y sígale.

¿Se busca cumplir con éstos principios, o son descartables?

Sergio Aguirre
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 14 de junio de 2019).


El exministro de relaciones exteriores británico David Owen acuñó un término a principios del siglo XXI: el Síndrome de Hubris. Este describe los cambios en la personalidad de aquellos a los que toca el poder.

"Bertrand Russell le llamó 'la intoxicación del poder', lo que captura el concepto perfectamente", detalla Owen al hablar de cómo el poder puede trastocar a aquellos que lo detentan "sean estos políticos o gente de los negocios o de los medios".

Owen escribió un libro al respecto sobre esta condición, que "no necesariamente es un concepto solo de cosas malas, porque así como tiene conotaciones negativas, también implica capacidad para asumir riesgos y desplegar energía".

Pero en la parte negativa, según Owen, implica: "una propensión narcisista para ver el mundo básicamente como una arena en la cual ejercer el poder y la gloria. Excesiva confianza en el juicio de uno mismo y menosprecio a los consejos y las críticas. Se muestran incansables, tendientes a los impulsos y la poca prudencia".

Del hubris surge la incompetencia hubrística, que es cuando las cosas pueden ir mal a causa de que los líderes tienen tanta confianza en sí mismos que no se preocupan por las consecuencias prácticas de las decisiones políticas.

Salvador Camarena
(Publicado en la pág.7-A del periódico El Informador del 20 de agosto de 2019).


Hay un ensayo que me encanta y sobre el que ya he escrito alguna vez: En el poder y en la enfermedad (Siruela, 2010), del neurólogo británico David Owen, más conocido como político, porque fue 2 veces ministro, de Sanidad y de Exteriores, con los laboristas. Su libro, documentadísimo y deliciosamente escrito, trata de la enfermedad en los políticos. De cómo la ocultan, sobre todo. Y entre otras cosas dice que, según un estudio de 2006, el 29% de todos los presidentes de Estados Unidos sufrieron dolencias psíquicas mientras ejercían el cargo, y que el 49% presentaron rasgos que indicaban trastorno mental en algún momento de sus vidas. Unas cifras aterradoras por lo elevadas, sobre todo si tenemos en cuenta que, según la OMS, la prevalencia de la población general estaría en torno al 22%.

Leí el libro de Owen cuando fue publicado en España, hace casi 10 años, pero al releerlo ahora sus palabras me han parecido espeluznantemente actuales. Sí, claro, sé que me entienden: estoy hablando del inaudito Donald Trump. Aunque, bien mirado, creo que el trastorno psíquico es una realidad demasiado seria y no justificaría lo que este señor es. Yo diría más bien que debe de tener una de esas personalidades que no son consideradas enfermedad mental en los tribunales, un carácter psicopático, narcisista y ególatra.

En su formidable libro, Owen desarrolla una teoría propia sobre la borrachera de poder en la que caen demasiados políticos. Él bautiza esta enfermedad con el nombre griego de hybris. Esquilo decía que los dioses envidiaban el éxito de los humanos y que, para vengarse, enviaban la maldición de la hybris a quien estuviera en lo más alto, volviéndole loco. La hybris, pues, es un estado de soberbia tan absoluto que te deja sordo y ciego, haciéndote perder todo sentido de la realidad. A los poderosos les es sumamente fácil caer en esta dolencia: lo sabían bien los romanos, que por eso tenían al esclavo que iba susurrando el famoso "recuerda que eres mortal" al oído de los generales victoriosos. Ahora bien: si incluso Julio César podía perder la cabeza con el poder, imaginen lo que la hybris puede hacer con un tipo exhibicionista y mercurial como Trump.

Aunque no hace falta imaginarlo: lo estamos viendo. Ya saben que, por cuestiones de impresión, este artículo se escribe 15 días antes de su publicación. Tal como están las cosas, no descarto que en estas 2 semanas el señor Trump haya lanzado al mundo otras 2 o 3 peligrosas bravuconadas. Está muy subido, muy crecido, hybrido total, que diría el sabio Owen. Porque además no creo que haya nadie en su entorno que aventure una crítica. Vamos, para mí Donald Trump tiene toda la pinta de mandar a la horca a quien le contradiga. Y esto es lo que los psicólogos llaman "pensamiento de grupo" (también viene en el libro), un fenómeno habitual en los poderosos, y que consiste en la creación de un pequeño grupo cerrado que se jalea a sí mismo apasionadamente, demoniza las opiniones ajenas y niega cualquier dato objetivo que contradiga sus creencias. Como es evidente, unir la hybris y el calentón del pensamiento de grupo trae consecuencias catastróficas.

Sí, Trump está muy crecido. Tiene la desfachatez de querer comprar Groenlandia, porque el deshielo del calentamiento climático ha hecho que su riqueza en tierras raras sea más fácilmente explotable (junto con su epígono Bolsonaro, parece dispuesto a expoliar la Tierra, a saquearla), y cuando los daneses le dicen que no está en venta, anula su viaje presidencial a ese país con alucinante pataleta, un gesto zafio y feroz semejante al empellón que el matón de la escuela da a un niño en el patio. Acto seguido, ordena a los empresarios norteamericanos que se vayan de China, cosa que me ha dejado turulata: pero ¿no era Donald Trump el adalid del liberalismo? ¿No se oponía con todas sus fuerzas a que el poder público y los políticos se inmiscuyeran en la sacrosanta libertad de mercado? La hybris parece estar haciendo tales estragos en él que incluso actúa como un tirano contra sus propias ideas. Yo diría que tiene grandes planes megalomaniacos y una cabeza demasiado pequeña para albergarlos. Me temo que esto sólo puede empeorar.

Rosa Montero
(Publicado en la pág.3-B del periódico El Informador del 8 de septiembre de 2019).


Nadie puede acusar a un perro de comerse un trozo de carne que le dejen al alcance de su boca. Tampoco se puede acusar a un político de ejercer el poder y buscar consolidarlo, ampliarlo o fortalecerlo. De ambos, del perro y el político, esperamos que actúen conforme a ciertas normas, pero en ambos casos sabemos que el instinto estará siempre por encima de cualquier otro impulso.

Todos los presidentes, en todas las democracias, buscan tener el mayor número de ministros nombrados por ellos en la [Suprema] Corte. Es una de las luchas continuas de los presidentes, tanto el estadunidense y por supuesto también en México. A cada presidente le toca proponer, que casi es decir nombrar, entre 2 y 3 ministros de la Corte en su periodo. Así está diseñado el sistema de reemplazos en la Corte para asegurar los equilibrios. Pero todos hubiesen querido tener 4 nombramientos, porque ese es el número mágico para romper cualquier acción de inconstitucionalidad en contra de la presidencia (se requiere un mínimo de 8 de los 11 votos para ello; si tienes 4 de tu lado nunca se alcanzará esa mayoría).

No es extraño, pues, que López Obrador haya aprovechado el filete que le dejaron en la mesa y que se lo haya tragado de un bocado. En ministro Medina Mora resultó ser el delgado hilo por el que el presidente va a lograr romper el equilibrio y tendrá el nombramiento de 4 ministros en su periodo.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 7 de octubre de 2019).


Julio César fue probablemente la 1a. figura pública en reconocer la importancia y la relación que existe entre el poder y el teatro. En varias ocasiones llamó la atención del pueblo romano al organizar eventos que incluían peleas de gladiadores y cacerías de animales salvajes financiadas por él mismo. Con estas prácticas, cautivando al pueblo romano, Julio César aumentó su popularidad exponencialmente con el tiempo.

Parece que la mayoría de nuestros líderes políticos actualmente usan la teatralidad, pero con un método menos favorable: "Divide y conquistarás". En lugar de unirnos, crean claras divisiones sociales que únicamente causan resentimiento entre la población. Como consecuencia, al existir 2 grandes grupos sociales, a largo plazo se perjudicará la identidad mexicana. Esto nos lleva a concluir que aunque muchos de nuestros políticos entienden la teatralidad, no utilizan la manera más benéfica de implementarla.

Más allá de la sed de poder y el reconocimiento, necesitamos un líder que genuinamente tenga como propósito unir al pueblo por medio de sus acciones. Necesitamos un líder que ejerza su teatralidad más allá de la oratoria y que funja como un símbolo de esperanza, no para un porcentaje sino para la totalidad de la población. Un líder que nos recuerde de dónde venimos y hacia dónde vamos como nación, sobrepasando los intereses políticos. Necesitamos un líder que enaltezca nuestra historia, nuestra cultura y nuestra esencia. Necesitamos un líder que en lugar de dividirnos entre "chairos" y "fifís", nos perciba como nuestro mayor regalo y orgullo: ser mexicanos.

Cesáreo Escobedo
(Publicado en la pág.7-A del periódico El Informador del 12 de octubre de 2019).


El término alpha fue acuñado por L.David Mech, cuando estudiaba a los lobos, para referirse al individuo de la comunidad con mayor rango y a quien los otros siguen.

Los chimpancés, por ejemplo, muestran deferencia al alpha de la manada con ciertos gestos, o permitiendo a éste caminar adelante en una procesión, o dejándole comer primero. El estatus alpha por lo general se consigue mediante proezas físicas, aunque en otras especies, altamente sociales como el chimpancé pigmeo, un aspirante puede emplear métodos indirectos, como alianzas políticas para derrotar al alpha del momento y ocupar su lugar, tal y como hacen los políticos de la especie humana para ocupar puestos de poder y dominancia.

Si los líderes políticos humanos cumplieran con el rol que los machos alpha tienen en las especies animales, no habría ningún problema y todos los aceptaríamos y respetaríamos como líderes, como políticos alpha que cuidan de la sociedad, siempre y cuando no nos confundan y traten como manada.

Así como en la organización social de las especies animales el rol activo de un macho alpha es proteger, y el rol pasivo de los miembros de la manada es ser protegidos, en la democracia el rol activo de un político alpha debiera ser el proteger a la sociedad, y el rol pasivo de los ciudadanos el saberse protegidos.

Sin embargo, la realidad es otra. La feroz lucha de los animales políticos es por la posición de poder, mas no por el rol de protector.

Para ellos el único grupo a proteger es su propia y pequeña jauría.

El siguiente escalafón de políticos, al igual que en los grupos animales, son los políticos "beta", es decir, contendientes y subordinados que adquieren esa jerarquía solo luego de haber puesto a prueba su lealtad y su capacidad para proteger al político alpha de la corrupción y contubernios necesarios para mantener el poder y las ambiciones económicas y políticas de todos. El resto de los militantes, la manada, son los políticos "omega", que al igual que en los grupos animales, son siempre los últimos en comer.

Y en esta categorización social, los ciudadanos ¿dónde quedamos? Somos simplemente la manada, carne de cañón, las presas de la especie que servimos de alimento a los políticos alphas, a los lobos que depredan todo a su alrededor.

Lobos políticos con piel de oveja que aseguran tener fórmulas mágicas y recetas infalibles para proteger y mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos-manada, que siempre comeremos al último, si es que sobra algo de la comida que con nuestro trabajo y riesgo producimos para ellos.

¿Solución? Descubrir, apoyar e impulsar miembros de la manada ciudadana capaces de convertirse en auténticos políticos alpha que realmente protejan a la sociedad.

Ricardo Elías, arquitecto y empresario
(18 de octubre de 2019).


La megalomanía es una de las enfermedades del poder, quizá la más común entre los políticos. No hay de otra; solo aquel que realmente cree que sus capacidades y sus ideas están por encima del resto, que nada vale tanto como él mismo, es capaz de aguantar años de brega, las pequeñas e interminables luchas cotidianas, los sacrificios permanentes. El político de cepa se alimenta del aplauso y, aunque nunca lo reconozca ni lo diga en voz alta, sus platillos favoritos son las adulaciones de sus colaboradores y el servilismo de los poderosos.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 28 de octubre de 2019).


El tema de fondo es la racionalidad en las decisiones del gobierno.

Si el presidente se niega a considerar que hay deficiencias tanto en la estrategia económica como en materia de seguridad, entonces lo más probable es que la crisis se acentúe.

Es como el enfermo de cáncer que se niega a aceptar el diagnóstico y no se somete a ningún tratamiento.

El resultado de esa decisión es usualmente el agravamiento de la enfermedad.

López Obrador actúa como lo han hecho casi todos los políticos de nuestra historia. No se trata de una conducta excepcional.

Quien tiene la autoridad y el poder casi nunca acepta los cuestionamientos. Siempre hay "otros datos".

En México esto ha sucedido -sin excepción- desde Díaz Ordaz hasta el gobierno actual.

Yo no he podido hablar con todos los presidentes en ese lapso, pero sí lo he hecho con todos -sin excepción- desde Carlos Salinas hasta López Obrador.

Y, no hay uno solo en el que perciba la aceptación a las críticas mientras eran presidentes.

Los más sensatos lo han hecho en su retrospectiva, años después de dejar el poder.

López Obrador es un "animal político", así dicen algunos expertos refiriéndose a su habilidad natural para percibir los problemas y oportunidades en el ámbito del respaldo público.

Quizás el último presidente que tenía esa cualidad -y algunas otras- fue su némesis, Carlos Salinas.

Salinas, pese a sus atributos, no reconoció en su momento los problemas que desencadenaron 1994.

Enrique Quintana
(Publicado en la pág.2 del periódico El Financiero del 7 de noviembre de 2019).


El pegamento mágico que aglutina a todo grupo político: la búsqueda del siguiente escaño del poder.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 12 de noviembre de 2019).


El problema social sigue siendo el narcisismo político, es decir, ese afán de los funcionarios públicos por decir, declarar, informar, jurar y perjurar que todo, pero absolutamente todo está saliendo de maravilla desde el momento mismo en que asumieron el encargo, son como abuelos queriendo en estos tiempos explicar a sus nietecitos que los niños vienen de París, y claro, los niños de hoy los dejan en su buena fe, ¿para qué decirles la verdad?

Pero la ciudadanía no está conformada solamente por niños comprensivos o ingenuos que se tragan todo lo que se les da; para un ciudadano consciente vale mucho más un gobernante capaz de asumir logros y fallas con absoluta sinceridad que un Narciso informando que todo está mejor que nunca. El desfase social radica en que mientras la ciudadanía madura, la clase política se mantiene en el infantilismo del "yo no fui", del "yo sí me porto bien", del "fueron los otros". Esta petulancia desfasada, apta para los tiempos pasados de la ceguera social, está además muy contaminada por las ambiciones que los políticos en funciones tienen en vistas a su futuro, pues se preocupan tanto de él que descuidan el presente real en el que viven y en el que deberían en todo caso labrarse ese anhelado próximo sexenio con resultados por lo menos honestamente expuestos.

¿Quién puede hoy día ignorar que la administración pública es todo un desafío? ¿O que el tema de la delincuencia no se puede resolver por un acto de magia? ¿O que la corrupción conserva su vitalidad de siempre y no se acabará por decreto? Somos conscientes de la complejidad del estado y del país, pero se logra mucho más desde una postura sincera y abierta a la colaboración de todos, que desde un alto pedestal donde los nuevos tlatoanis pontifican como señores absolutos y en todo perfectos.

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.10-B del periódico El Informador del 24 de noviembre de 2019).


El poder es una sustancia que, usada con moderación y en beneficio de los demás, fortalece el liderazgo y la capacidad para tomar decisiones en favor del bien, en cambio para una persona que ya tiene una propensión al egoísmo, al subjetivismo, al capricho, al engreimiento, al despilfarro, a la prepotencia y a tantas otras afecciones de la mente. El poder de inmediato le hace daño y le inflama más sus ya de por sí factores vulnerables de la mente.

Especialmente en la medida de que se da cuenta del sometimiento que genera en los demás, cuando se ejerce. Y se pierde la noción de lo que se debe de hacer con él, y comienza a imponer y subyugar, con tal de que se cumpla lo que quiere. Y, desde luego, castiga a los que no lo hacen con el mismo poder que posee.

El poder, entonces, produce una clara alteración de la razón y comienza a generar delirios, fantasías, crece la sensación de superioridad, el carácter se empeora, aumenta el enojo, la explosividad, los impulsos y arrebatos. Ahora pertenece al mundo de su propio mito y se pierde la brújula. La embriaguez lo ha conducido a la demencia.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.7-A del periódico El Informador del 28 de noviembre de 2019).


Es más difícil gobernarse a uno mismo que gobernar naciones. Cuando pensamos en alguien "estoico" consideramos por lo general a una persona que mantiene la calma bajo presión. La realidad es que no le hacemos honor al término, puesto que el estoicismo es mucho más que esto. Es una corriente filosófica fundada hace más de 2300 años (aproximadamente en el año 301 A.C.) por el griego Zenón de Citio.

Esta filosofía se enfoca en la mejora del ser humano a nivel personal desde una perspectiva poco aplicada en nuestros días.

Todas y cada una de las cosas que nos rodean operan a manera de una telaraña infinita de causa-efecto y esto a su vez es lo que le brinda estructura al mundo como lo conocemos. Así es como los estoicos consideran que funciona nuestra realidad. En lugar de aspirar a una sociedad utópica y perfecta, el estoico se enfoca en mejorar la sociedad como está por medio de 4 virtudes.

En 1er. lugar, si en realidad queremos mejorar debemos procurar la sabiduría, misma que podemos entender como la habilidad de maniobrar situaciones complejas de una manera lógica, informada y calmada. La 2a. virtud es la templanza o el ejercicio de moderación en todos los aspectos de la vida.

En 3er. lugar, el estoico trabaja hacia un mejor futuro por medio de la justicia, tratando a otros con imparcialidad, aun cuando esto no sea recíproco. Finalmente, pone énfasis en el valor que se debe tener al afrontar los retos cotidianos con claridad e integridad.

Una vez que entendamos las citadas virtudes y las apliquemos a nuestras vidas, entenderemos que únicamente aquellos que se esfuercen y se dediquen por ser virtuosos y templados podrán brindarle un cambio positivo a los demás. Uno de los grandes ponentes de esta corriente fue el emperador Marco Aurelio, quien aplicó los principios del estoicismo a su vida. Su filosofía le permitió superar adversidades y ser considerado uno de los grandes emperadores en la historia de Roma.

Poco menos de 2 milenios después, estando en prisión, Nelson Mandela estudió la obra literaria de Marco Aurelio "Meditaciones", misma que le brindó una visión estoica para su país.

Estoy cierto que si en nuestro México más políticos aplicaran a sus vidas los principios del estoicismo y se condujeran por medio de éstos, estaríamos ante un país más abundante y satisfecho. La idea de una meritocracia al momento de entrar al servicio público sería positiva, pero mejor aún sería un prerrequisito de un comportamiento estoico libre de visceralidades.

Más allá de las máscaras de austeridad o los despilfarros, busquemos e impulsemos servidores públicos que genuinamente sean centrados y busquen el bien común por medio del estoicismo.

Cesáreo Escobedo
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 7 de diciembre de 2019).


Desde el pensamiento de Erich From, la avidez de dinero y de poder se explica psicológicamente desde un anormal desarrollo de la personalidad, dicho de otra manera, la persona más que desarrollarse y madurar lo que hace es prolongar dependencias infantiles no resueltas que le llevan a buscar seguridades enfermizas tanto más aferradas cuanto más grave es la disfunción mental de la persona. En el fondo de todo dictador subyace siempre un psicópata.

Este tipo de personas buscará siempre los espacios del poder, en cualquier campo, porque el poder trae consigo también el dinero, así, en un solo juego adquiere la satisfacción de dominar y la seguridad que siente le da la riqueza. No toda persona que ejerce el poder lo hace desde una patología, existe por supuesto el liderazgo natural que lleva al ejercicio de una autoridad en servicio de la comunidad y de sus grandes ideales y propósitos, pero aquí hablo sólo de las patologías del poder.

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.2-B del periódico El Informador del 5 de enero de 2020).


Como se ha dicho en múltiples ocasiones y desde tiempos inmemorables, la política es considerada la madre de todas las ciencias, pues bien entendida y puntualmente aplicada se convierte en la herramienta vinculatoria más adecuada para conocer, atender y resolver los problemas sociales de cualquier tipo de comunidad, sin importar cultura, idioma o religión que se profese en la misma, ya que mediante su debida aplicación, todos los segmentos de la comunidad de que se trate, habrán de salir beneficiados.

Es importante destacar la necesidad de realizar una difusión mucho más amplia de su significado y alcances, pues la mala percepción que de ella se tiene es producto de quienes dicen operarla pero que prioritariamente buscan su beneficio personal, de ahí el cuestionamiento acerca de si es necesario prohijar a más políticos, los que sin duda alguna nos hacen falta -la mayoría de las personas se persignan, maldicen o simplemente dicen no interesarse en la misma, precisamente por endilgarle inapropiadamente como la causante de todos los males-, a condición de que se trate de personas ideológicamente y/o socialmente formadas y comprometidas con las mejores principios.

Sin embargo, muchos de quienes la ejercen resultan ser los más denostados en la conciencia pública dadas las enormes fortunas que logran amasar a través de múltiples acciones, no necesariamente apegadas a la ley, además del abierto alejamiento de las prioridades sociales, y de una manifiesta inexperiencia en la materia.

Por lo que hace a "los vividores de la política", el sentido peyorativo de esa expresión es el que prevalece, pues aunque el vivir de esta ciencia es totalmente honesto, lo que sucede en la realidad es muy distinto, y el sólo hecho de la aparición de cada vez más partidos políticos nos deja ver que no necesariamente se trata de una acción de buenas intenciones, sino de sobrevivencia, luego de quedar fuera de la nómina de los partidos tradicionales.

Cuauhtémoc Cisneros Madrid
(Publicado en la pág.10-A del periódico El Informador del 7 de enero de 2020).


David Owen fue el ministro de Asuntos Exteriores más joven del Reino Unido, nombrado Lord por la reina Isabel II y en la última década, famoso por haber investigado junto con Jonathan Davidson, de la Universidad de Duke, los perfiles sicológicos de 100 primeros ministros ingleses y presidentes de Estados Unidos. En 2007 publicaron "El Síndrome de Hubris" y encontraron que 14 -7 de cada país- mostraban síntomas del síndrome, pero solamente 5, Margaret Thatcher, Tony Blair, David Lloyd George, Neville Chamberlain y George W. Bush, dijeron, padecían esta enfermedad asociada al poder. Algunas características que los unen son similares a las que muestra el presidente Andrés Manuel López Obrador.

En una conferencia magistral que ofreció Owen en el Colegio Real de Médicos en 2008, dijo que era más probable que el síndrome se manifestara durante una larga duración del poder y por la forma como crecía mientras se ejercía. La enfermedad de los poderosos, aclaró, no debía ser asociada con un daño cerebral o una enfermedad mental. "Usualmente los síntomas se abaten cuando la persona ya no ejerce el poder", precisó. "Es menos probable que se desarrolle en una persona que se mantiene modesta, abierta a la crítica, y tiene un cierto grado de cinismo o un buen desarrollado sentido del humor".

Owen identificó un conjunto de características que definen el síndrome. Entre ellas:

  1. Desproporcionada preocupación con su imagen y presentación.
  2. Una forma mesiánica de hablar acerca de la forma como están haciendo las cosas, y una tendencia a exaltarlas en el discurso, identificándose a sí mismos con la nación, al grado de considerar su perspectiva y los intereses de los 2, idénticos.
  3. Propensión narcisista para ver el mundo primariamente como una arena en la cual pueden ejercer el poder y buscar la gloria, en lugar de verla como un lugar con problemas que necesitan ser abordados de una forma pragmática y que no referidos a ellos.
  4. Predisposición a llevar a cabo acciones que probablemente los dejen bien parados, tomadas en parte para fortalecer su imagen.
  5. Confianza excesiva en su propio juicio y desdén por el consejo o la crítica de otros.
  6. Pérdida de contacto con la realidad.
  7. Tendencia a permitir que su "amplia visión", especialmente su convicción sobre la rectitud moral del curso de acción propuesto, soslayando la necesidad de considerar otros aspectos, como el sentido práctico, los costos y la posibilidad de resultados inesperados.
  8. Consecuentemente, un cierto tipo de incompetencia para llevar a cabo una política, que podría ser llamada "incompetencia hubrística", cuando las cosas van mal por la excesiva confianza de un líder en sí mismo, que hace que no se preocupen con los detalles de una política.

La descripción del Síndrome Hubris puede observarse en las acciones de López Obrador, quien resalta su autoridad moral por encima de todos, exalta lo que hace -"somos diferentes"-, confía excesivamente en su propio juicio -¿se acuerda cuando apostaba reiteradamente a que el crecimiento económico sería superior al 2%?-, rechaza consejos y críticas de propios y extraños, no analiza consecuencias de sus acciones -la cancelación de la obra del aeropuerto de Texcoco, la austeridad republicana dogmática, el frenón a la inversión privada en el sector energético-, la insistencia de utilizar sus "otros datos" cuando la evidencia señala lo contrario, o frases que sugieren desmesura: "Yo ya no me pertenezco; yo soy de ustedes".

Owen apuntó que el síndrome se da en líderes demócratas y autoritarios. La investigación que realizó con Davidson se enfocó a aquellos que llegaron al poder por la vía del voto, pero en su conferencia en Londres, Owen incluyó entre quienes padecieron del síndrome del poder a Joseph Stalin, Mao Zedong, Pol Pot, Idi Amin y Robert Mugabe.

Uno de los factores que provocan el síndrome, explicó, tiene que ver con los controles mínimos sobre un líder que ejerce una fuerte autoridad personal. La soberbia y la arrogancia los acompañan, que en el caso de líderes electos democráticamente, los colocan en situaciones más vulnerables que los autócratas, porque dependen del voto, como sería el caso de López Obrador.

Pero a diferencia de los 100 dirigentes que analizaron Owen y Davidson, los contrapesos de López Obrador son inexistentes. Tiene bajo su control a la Cámara de Diputados, el Senado y la presidencia de la Suprema Corte de Justicia. La oposición está borrada y cuando se mueve, aparece una filtración en la prensa sobre presuntos actos de corrupción. Los empresarios no se pelean con él, ante la sombra amenazante del SAT y la Unidad de Inteligencia Financiera.

En su conferencia magistral, Owen citó a Bertrand Russell, quien en su Historia de la Filosofía Occidental, publicada en 1961, escribió: "El concepto de 'verdad', como algo dependiente de los hechos en gran medida fuera del control humano, ha sido una de las formas en que la filosofía ha inculcado hasta ahora el elemento necesario de humildad. Cuando se elimina este control sobre el orgullo, se da un paso más en el camino hacia un cierto tipo de locura: la intoxicación del poder".

Raymundo Riva Palacio
(Publicado en la pág.5-A del periódico El Informador del 11 de febrero de 2020).


Es verdad que en el planeta podemos encontrar múltiples y muy distintos tipos de riqueza, y en México se encuentran mucha de ella... es tanta que resulta imposible aceptar que un minúsculo grupo de corruptos y ladrones se la van a acabar. Los conquistadores llegaron hace más de 500 años y se cansaron de acarrear hacia su país toneladas y toneladas de oro, plata, cobre, y muy poco de nuestras culturas, pero tiempo les faltó para acabar con todo. Después llegaron los vividores de la política y éstos han hecho lodo y pabilo: empezaron por enriquecerse ellos, le siguieron sus hijos, sus nietos, bisnietos y hoy su ambición los lleva en no se cuál de sus generaciones, pero es oportuno recordarles que "nada se van a llevar".

Para lograrlo, han cedido todo su pudor y dignidad -que es posible que alguna vez hayan tenido, pero lo dudo-. Cuando se iniciaron en la perversa corrupción se contentaban con llevarse miles de pesos, pero conforme fue creciendo su ambición, pasaron a millones, luego a decenas de millones, y hoy en día no se conforman si no es con cientos y miles de millones de pesos, lo cual consiguen a través de la "realización de obras", que al final resultan insulsas, costosas y defectuosas.

Las compras de bienes y servicios a sobreprecio y sin licitar, realizadas a amigos, compadres, familiares, y todo aquél que esté dispuesto a corromperse con ellos se ha vuelto una práctica de todos los días, sin importar el color de partido político a que pertenezcan, la ideología que presuman, ni el credo que digan profesar.

La adquisición de créditos y otro tipo de financiamientos se han convertido en "el pan de cada día", y el más mínimo o mayúsculo acontecimiento les ofrece el pretexto para hacer de las suyas, sin rendir cuentas claras, ni apoyar a los más necesitados.

Aquello de que "bajo el sistema federativo los funcionarios públicos no pueden disponer de las rentas sin responsabilidad. No pueden gobernar a impulsos de una voluntad caprichosa, si no con sujeción a las leyes. No pueden improvisar fortunas, ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, disponiéndose a vivir en la honrada medianía que proporciona la retribución que la Ley les señala", planteado por Benito Juárez, ha quedado en eso... un planeamiento para valientes y gente que camina siempre con la cabeza en alto.

Los créditos no son malos per se, incluso hay reconocidos economistas que sugieren utilizarlos como herramienta para propiciar el desarrollo, pero no todas las personas -ni gobiernos- son aptos para contratarlos. Pero mientras existan "representantes populares" como los que tenemos, un plato de frijoles y un hueso del tamaño que sea, les será suficiente para traicionar al pueblo.

Cuauhtémoc Cisneros Madrid
(Publicado en la pág.23-A del periódico El Informador del 26 de mayo de 2020).


La mayoría de los políticos suelen confundir los verbos oír y escuchar. A ellos lo que les gusta es el barullo, el ruido que les hace saber que no están solos, que hay un grupo detrás de ellos, sentir que la gente los sigue, los alaba e idolatra porque son capaces de transformar la vida de alguien con tan solo desearlo, porque tienen el poder de conseguir un presupuesto aquí, hacer una obra allá, darle una chamba o conseguirle una beca, un apoyo, una admisión en un hospital público a alguien. Oír los gritos, los aplausos, los agradecimientos es música para sus oídos. Lo que no les gusta es escuchar, tratar de entender al otro, recibir información que cuestione sus convicciones o contradiga sus intereses, que les digan que eso que están haciendo o que hicieron no es lo correcto, que la decisión que han tomado no es la mejor para la comunidad. Les gusta hacer consultas para oír, para que mucha gente vaya, hable, participe en un remedo de democracia, pero les fastidia tener que escuchar, ponerse en el lugar del otro, ese otro al que se supone deben servir pero que en el fondo les estorba.

La capacidad de empeorar es infinita, lo sabemos de memoria, pero es horrible comprobarlo.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.3-A del periódico El Informador del 13 de agosto de 2020).


El sociólogo alemán Max Weber diferenció muy claramente la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. Un partido democrático necesita dirigentes que representen ambas cosas; caso contrario, puede llenarse de oportunistas corrompidos o condenarse a ser sólo un grupo de presión alejado de la masa ciudadana. El político de convicción obedece a sus ideas y principios antes que a otra cosa; el político responsable sabe que las ideas y principios son generalidades de difícil aplicación y que, en muchos casos, debe hacer concesiones, a veces muy amplias, para hacer avanzar su causa y las reformas que defiende. El político de convicción no cede ni hace concesiones sobre las ideas ni los principios.

Mario Vargas Llosa
(Publicado en la pág.8-A del periódico El Informador el 23 de agosto de 2020).


La reciente difusión de videos en México con presuntos actos de corrupción se ha convertido en una lucha libre en lodo en la que todos los actores políticos tratan de echar al adversario lo más que puedan, mientras presumen de estar limpios. Lo cierto es que nadie se salva.

Y el lodo ha manchado al impoluto Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en los videos difundidos por sus adversarios a través del emisario Carlos Loret de Mola.

A pesar de que AMLO quiera minimizar el video donde aparece su hermano Pío recibiendo un paquete con cientos de miles de pesos, y así evitar el daño a su imagen, difícilmente podrá impedirlo.

Y no sólo por los ataques de sus adversarios. No. La razón por la que López Obrador no podrá evitar dañar su imagen es porque eliminar la corrupción, como meta central postulada por la 4a. Transformación, es una utopía.

Se asume que la corrupción en los sistemas políticos modernos es una anomalía del propio sistema y una práctica indebida de los actores políticos, cuando en realidad es norma y práctica intrínseca a la misma reproducción del sistema político y de la reproducción ampliada de las ganancias privadas.

El ejemplo mexicano es elocuente: durante décadas se asoció la corrupción con el PRI. Todas las oposiciones, desde la conservadora panista hasta las de izquierda, postulaban que cambiando al PRI, los males del país; entre ellos la corrupción, sanarían.

La mal llamada transición a la democracia nos demostró que no sólo los priistas podían ser corruptos. Los casos de corruptelas de gobiernos del PAN, del PRD y otros partidos se cuentan por miles. Aunque haya excepciones entre algunos de sus militantes. Conozco políticos del PRI, PAN, PRD, Morena y otros que son honestos, y sin embargo sus partidos no lo son.

¿Es entonces la corrupción un asunto cultural como pretendió justificarla Enrique Peña Nieto? No, porque él se refería a la idiosincrasia de los mexicanos y, sin embargo, la práctica de la corrupción es universal, si hablamos de la actual economía-mundo capitalista. Hay corrupción en países de América Latina, de África, en China, en Francia, como en Estados Unidos.

A pesar de ser una práctica generalizada, el sistema liberal simula combatir la corrupción porque es una narrativa necesaria para la legitimación del sistema.

Por eso una falsa perspectiva liberal del deber ser de los sujetos y prácticas del sistema predica la necesidad de combatir la corrupción, sancionar a quienes cometen dichas prácticas y promesas de saneamiento del sistema.

Pero es imposible porque los discursos no se corresponden con los fines. No es cierto que los políticos trabajen para favorecer el bien común; con notables excepciones, los políticos profesionales trabajan para sus fines personales de fama, protagonismo y de enriquecimiento patrimonial. Muchas veces, todo eso junto.

No es cierto que los partidos sean "entidades de interés público" con el fin de promover la democracia y el acceso de los ciudadanos al poder público. Los partidos son maquinarias electorales que buscan la consecución de sus propios fines; regularmente la de sus grupos dirigentes.

Y existe corrupción, porque finalmente los estados no son entidades creadas para la satisfacción de las necesidades de la mayoría de sus sociedades, sino aparatos que buscan reproducirse y permanecer mediante las exacciones a sus contribuyentes y que sirven para buscar la legitimidad de un sistema basado en la desigualdad, como es la moderna sociedad capitalista. El Estado en las actuales sociedades capitalistas, trabaja para la reproducción del sistema.

Aterrizando estas ideas al debate político en México, podríamos resumir que ya otros escándalos y denuncias, como los casos de Raúl Salinas de Gortari, Genaro García Luna y Emilio Lozoya, nos confirman los grados de extrema corrupción que existieron en anteriores sexenios en México.

Por más honestidad que presuma, López Obrador no puede impedir que el resto de los dirigentes de Morena y el mismo partido en su funcionamiento, reproduzcan las prácticas de corrupción que los hacen ganar adeptos, crecer, triunfar electoralmente y disfrutar el poder.

Porque, como asenté arriba, la corrupción es una práctica política consustancial al sistema. Por eso eliminar la corrupción en México es una utopía, aunque se lo proponga con buenas intenciones la 4a. Transformación. La única manera de abolir la corrupción es cambiando el sistema.

Rubén Martín
(Publicado en la pág.2-A del periódico El Informador el 23 de agosto de 2020).


Personalmente, me considero un gradualista. Alguien que considera que Roma no se hace en un día. Aprecio los cambios pequeños y entiendo que es lo máximo que le podemos pedir a la política. Los gobiernos operan en un ecosistema de intereses -económicos, políticos, sociales- y ni un ángel bajado a la tierra podría convertir a la ciudad en el firmamento. Por el contrario, seguro un ángel terminaría devorado por la complejidad de la política. La política necesita equilibrios y eso acota la magnitud de las transformaciones.

Enrique Toussaint Orendáin
(Publicado en la pág.13-A del periódico El Informador el 13 de septiembre de 2020).


Hacer política, ¿para qué? ¿Para alcanzar el poder de la administración pública y los privilegios que ello puede significar? ¿Hacer política para satisfacer los apetitos personales? o ¿hacer política para servir a la ciudad, para hacer ciudadanía? Porque, en su acepción original, la palabra "política" es precisamente eso: "lo relativo a la ciudad", a la polis.

En una historia de 10,000 años de luchas por el poder, 5,000 de ellos poco conocidos, el guerrero más fuerte, el más astuto, el que se imponía a los demás, se apropiaba del gobierno convirtiéndose en monarca y, a su vez, heredándolo a sus descendientes. Después, vino el consejo de ancianos, integrado por los más ricos, los patricios, quienes ejercieron el control de la sociedad a través del Senado. Finalmente, en Grecia, el ágora -plaza pública- se convirtió en el espacio en el que los ciudadanos decidían sobre los asuntos de mayor importancia: la guerra, los impuestos, las leyes, la ciudadanía, la obra pública, etc. Hoy los tiempos son diferentes, las épocas en las que uno gobernaba y los demás obedecían quedaron atrás, aunque debemos estar atentos; el apetito de poder prevalece en el ánimo de algunas personas, quienes se asumen con el derecho de decidir por todos. Ahora, después de cientos de años, existe el consenso de que la democracia es el mejor de los sistemas políticos y el voto el instrumento para darle vigencia. Si el ciudadano participa y vota, influye en la solución de los problemas sustantivos de la sociedad; si no lo hace y renuncia a su derecho, otros lo harán por él y pagaremos las consecuencias de su falta de interés e irresponsabilidad.

Algunas virtudes de la democracia son las de homogeneizar y estandarizar los componentes sociales, dar cause y orden a la lucha electoral por el gobierno, crear condiciones de equidad e igualdad para el individuo frente a otras expresiones de poder -como el capital, la religión, la tecnología o la educación- y, al reconocer e integrar el talento individual, conformar una inteligencia colectiva que, aplicada a la solución de los grandes retos de la sociedad, es garantía de certidumbre.

Eugenio Ruiz Orozco
(Publicado en la pág.6-A del periódico El Informador el 5 de octubre de 2020).


La nueva encíclica del Papa Francisco, Fratelli tutti, hermanos todos, un interesante análisis de diversas situaciones donde la dignidad del ser humano juega un papel fundamental en los tiempos que nos está tocando enfrentar.

"Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exaspera, exaspera y polariza. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos... La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación".

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 10 de octubre de 2020).


[En su nueva encíclica] el Papa Francisco señala fuerte: "Hay narcisismos localistas que no son un sano amor al propio pueblo y a su cultura. Esconden un espíritu cerrado que, por cierta inseguridad y temor al otro, prefiere crear murallas defensivas para preservarse a sí mismo". (146) También indica: "Reconozcamos que una persona, mientras menos amplitud tenga en su mente y en su corazón, menos podrá interpretar la realidad cercana donde está inmersa". (147)

"Hay líderes populares capaces de interpretar el sentir de un pueblo, su dinámica cultural y las grandes tendencias de una sociedad... Pero deriva en un insano populismo cuando se convierte en la habilidad de alguien para cautivar en orden a instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder". (159)

Los populistas exacerban las inclinaciones más bajas y egoístas de algunos sectores de la población y "se agrava cuando se convierte, con formas groseras o sutiles, en un avasallamiento de las instituciones y de la legalidad". (159) Y son capaces de mayor degradación populista al desfigurar la palabra "pueblo" cuando en realidad lo que buscan es garantizar votos o aprobación.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.5-A del periódico El Informador el 16 de octubre de 2020).


El exceso de alcohol embriaga; el exceso de poder trastorna la mente.

Desde tiempos remotos se ha observado lo que produce el poder en la mente de los que lo poseen, sean políticos, empresarios, líderes o personas famosas. Tanto como para obtenerlo, como para ejercerlo, altera los estados cognitivos y psicoemocionales.

El deseo de poder genera una codicia especial que motiva a hacer lo que sea necesario para conseguirlo, no importa el cómo lo hagas; el fin justifica el medio. Generalmente genera una neurosis por el poder que se manifiesta en una obsesión ansiosa por conseguirlo. Se está dispuesto a una tenaz lucha para conquistarlo, incluso llegando a realizar acciones inmorales y francamente abusivas, incluso despojando a los demás de su dignidad con tal de apropiarse de lo que tanto necesitan. Una obsesión neurótica por el poder puede llegar a crear trastornos significativos en la personalidad.

Por ello se ha insistido mucho en que debe de existir un protocolo de salud mental para revisar el estado mental de los aspirantes a importantes cargos de la administración pública y a todos los candidatos a elección popular. Tal y como se hace desde hace muchas décadas en las empresas a través del departamento de recursos humanos. Ya desde la Primera Guerra Mundial se sabe que muchos ejércitos excluían a los reclutas con rasgos psicopatológicos.

Es tanta la responsabilidad que tiene una persona ya con el poder en sus manos, que se necesita de constatar que su mente está en óptima condiciones para su ejercicio y así evitar los estragos que ocasiona el poder en las mentes débiles y vulnerables, a pesar de su inteligencia, cultura y prestigio.

David Owen, quien fue ministro de Exteriores británico y, a su vez, neurólogo, estudió la relación entre el poder y los trastornos mentales que publicó en su obra "En la enfermedad y el poder" en la que describe desde el inicio de una megalomanía hasta una paranoia acentuada, debido al ejercicio del poder.

Los que aspiran y acaban por obtener mucho poder, aunque no sean muy capaces, acaban creyéndose como si lo fueran, por lo que suelen desarrollar conductas narcisistas y prepotentes, características que, según Owen, acaban constituyendo un síndrome conocido como Hubris, que incluyen inmadurez psicológica con una cultura pobre o escasa pero se sienten superiores, aumentan la visión subjetiva de los problemas, se manifiestan con necesidad de sentir afecto y de ser admirados y propensos a ser frágiles, por lo que necesitan obtener y acumular más poder.

El síndrome de Hubris incluye el ser egocéntricos con un aire de exceso de confianza en sí mismos, suelen ser impulsivos e imprudentes y con aires de superioridad, a veces oculta en una falsa humildad. Con el poder sienten que pueden derrotar a sus opositores a costa de lo que sea, sin importar a quiénes afecten. Sostenerse en el poder es lo que más les interesa, pueden fingir intereses genuinos por beneficiar al pueblo, cuando en realidad están ansiosos por cumplir sus proyectos personales y trascender.

El tema es complejo y sí es indispensable valorar lo que les sucede con el poder y qué tanto se altera su consciencia y su correcta percepción de la realidad.

El inconveniente es que aún la sociedad y los estados no contamos con los mecanismos para limitar sus acciones y despojarlos, a tiempo, del poder antes de que realicen atrocidades con él.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.8-A del periódico El Informador el 23 de octubre de 2020).


Nicolás Maquiavelo fue un personaje que influyó en la historia de Italia como consejero político, por su habilidad y claridad de pensamiento. Nació en Florencia en 1469 y dejó escrita su filosofía política sobre consejos para gobernar en varias obras, entre las que destaca El Príncipe.

Su pensamiento político ha trascendido el tiempo y cobran vigencia sus consejos entre los que destacan los considerados como cínicos, que sólo un político sin escrúpulos utilizaría, como son: Divide y reinarás. Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos. Vale más hacer y arrepentirse que no hacer y arrepentirse. Los hombres ofenden antes al que aman que al que temen. La naturaleza de los hombres soberbios y viles es mostrase insolentes en la prosperidad y abyectos y humildes en la adversidad. La habilidad y la constancia son las armas de la debilidad. El que es elegido príncipe con el favor popular debe considerar al pueblo como amigo. Las armas se deben reservar para el último lugar, donde y cuando los otros medios no basten. El fin justifica los medios. De vez en cuando las palabras deben servir para ocultar los hechos. El vulgo se deja cautivar siempre por la apariencia y el éxito. Creer que el discurso puede cambiar la realidad.

Esas frases constituyen toda una lección de estrategias para los políticos pues han trascendido más de 500 años y muchos políticos cínicos las utilizan sin sentir ningún escrúpulo y encuentran la manera de ligar el pensamiento de Maquiavelo con sujetos y hechos contemporáneos.

En su libro El Príncipe hay mucho de actualidad, en lugar de aportar ideas nuevas se continúa con las trilladas políticas del combate a la corrupción y para combatir la delincuencia se está dejado el uso de las armas para el final. Lo que no está claro es cuál es la estrategia que se está aplicando, si es que hay alguna. Es más fácil aplicar viejas estrategias que utilizar nuevas, pero lo peor es no utilizar ninguna y aplicar la estrategia de que el tiempo lo cura todo.

Al elegir a estos gobernantes el pueblo vio lo que son, no lo que hicieron. Las obras faraónicas de la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya se hacen porque vale más hacer y arrepentirse que no hacer y arrepentirse. La estrategia de dividir al pueblo no es casual, está hecha con toda la mala intención de confrontar a los fifís con los chairos y a los gobernadores con la autoridad federal, se fomenta la división.

Los actuales gobernantes, al ser electos por la voluntad popular, consideran a los electores como amigos, comprando su fidelidad con becas, subsidios y pensiones.

Sólo un político irresponsable puede apegarse a estrategias maquiavélicas. La moral de los cínicos se sustenta en medias mentiras o medias verdades. Miente si lo necesitas es su premisa básica.

Sin embargo, no se puede hacer política sin ética, se puede engañar a alguna gente durante algún tiempo, pero no se puede engañar a todo mundo todo el tiempo si no comprendemos que puede suceder lo de hace 5 siglos.

Luis Jorge Cárdenas Díaz
(Publicado en la pág.7-A del periódico El Informador el 5 de noviembre de 2020).


La situación ha empeorado en muchos países del planeta por las divisiones internas y polémicas que el manejo de la pandemia ha motivado; desde el principio y en todo el mundo, aunque no es para nada algo que sirva de consuelo (ya deberíamos haber aprendido), políticos de un color y de otro, a pesar de que son la salud y la vida de miles de personas las que están en riesgo, han llevado agua a sus molinos. Han acentuado y profundizado rivalidades previas a la pandemia y, tristemente, no he sabido de un país que, de manera permanente, haya logrado la unión de su clase política por una causa común, que tendría que ser salvar vidas sin apartarse un ápice de la meta. Esta pandemia ha dejado en evidencia esa mezquindad que, ya sabíamos, es parte de la personalidad de muchos, casi todos los políticos en el orbe. Llegará el tiempo de pasar factura, llegará.

Laura Castro Golarte
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 14 de noviembre de 2020).


Tener oficio político y, por ende, ejercerlo, debería significar para los ciudadanos, que el gobernante que lo practique reportara a sus representados más beneficios que perjuicios, más soluciones que problemas, más esperanza que desesperanza, más avance que retroceso, más calidad de vida que su deterioro, porque trabajaría por la sociedad que lo colocó en tal puesto mediante el voto, como se estila en los sistemas democráticos, es decir, su máximo interés y preocupación sería, debería ser, la gente de la que recibe mandato, poder y salario y no su persona ni su carrera o la de sus allegados, ni sus aspiraciones políticas para la próxima y la próxima elección.

Laura Castro Golarte
(Publicado en la pág.3-A del periódico El Informador el 21 de noviembre de 2020).


Dentro de la psicología política existe un enlace con el estudio de la biografía y el perfil de los políticos y funcionarios públicos que, a su vez, hace frontera con la psicología clínica, en especial con la psicopatología, para así contar con las herramientas adecuadas para investigar, analizar y dictaminar la salud mental de un aspirante a un cargo público, sea por elección o por asignación.

Así como ya se estudian los perfiles de propensión a la corrupción de un policía, de igual manera se deben de implementar los procedimientos necesarios para detectar, a tiempo el arribo de personas insanas al poder, y evitar que hagan más daño que bien.

Hay licencias para conducir un automóvil o para ejercer una profesión, no cualquiera lo puede hacer. Y hasta el momento, quien sea puede lanzar su candidatura a diputado o a regidor y más aún, a gobernador o presidente, sin contar con una licencia que lo considere apto para tal función.

La Cofepris en México, como la FDA en EU, se encargan de revisar qué medicamentos o productos cumplen con las normas antes de salir al mercado y ser consumidas por el público. Una forma de cuidar a la población, para que no ingieran productos que hagan daño.

En muchos otros aspectos, la sociedad se asegura que los cargos de responsabilidad sean sólo conducidos por personas aptas, como el piloto de un avión, o el de un cirujano. Pues lo mismo urge hacer con los políticos y funcionarios. Ninguna persona con psicopatologías y adicciones debería de ser apto para asumir un cargo de responsabilidad social.

Por carismático, buen orador, o de larga trayectoria y experiencia que sea, si no es una persona "sana" no es apta para que reciba poder público en sus manos, pues es proclive a no hacer buen uso de él y hasta daño podría hacer. Por ello, existe un permiso para portar armas. Lo que sería análogo a un permiso para el uso del poder.

La sociedad se necesita asegurar que las personas que reciban el poder, harán un uso correcto e inteligente de él, pues de lo contrario se está en riesgo de que perjudiquen más el bienestar social.

La psicología política y sus ramas afines ya cuentan con las bases conceptuales para definir quién es una persona sana y quién no lo es, hay muchos indicadores, cuestionarios y pruebas que lo pueden avalar y sustentar. Además un comité de expertos, puede hacer un dictamen seguro y objetivo que permita otorgar una licencia para ejercer el poder o rechazar al candidato, tal y como ya se hace en la selección de personal en muchas empresas. En un banco nunca se contrata a un cajero con tendencias a la cleptomanía, por ejemplo. Ni a un conductor de Uber con tendencias sociopáticas.

Con el fin de anticiparse a que un megalómano, un narcisista o un sociópata ocupen cargo alguno, la sociedad necesita proponer, implementar y ejecutar un organismo descentralizado que otorgue las licencias para el ejercicio del poder, sin la cual no se podrá acceder a un cargo de elección popular, ni a un cargo ejecutivo o de dirección en el gobierno.

Puede ser una propuesta atrevida, que habrá que afinar, pero es inaplazable, pues ya no podemos quedarnos con los brazos cruzados y que nos gobiernen personas no aptas ni sanas para ejercer el poder.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.8-A del periódico El Informador el 26 de noviembre de 2020).


Las mentiras te alcanzan, la polarización que utilizas acaba por destruirte. Tanto juegas con la cola del tigre que un día logra atacarte. El demagogo acaba por creerse sus propios cuentos y se siente invulnerable hasta que su exceso lo destruye. Hace dos días ocurrió con Donald Trump.

Porque el demagogo siembra con mayor éxito entre los elementos más irracionales de una sociedad, que finalmente acaban por representar la vanguardia de su movimiento. Son los creyentes más fervientes los que mantienen su fe en los mesiánicos, y que caen en los radicalismos por estar obnubilados. Los discípulos más fervientes son por completo acríticos ante los dichos del líder, y cuando tienen iniciativa están dispuestos a todo por esa persona que idolatran.

Las prédicas del demagogo son desechadas por mentes equilibradas, vistas como expresiones insensatas aunque inofensivas, tonterías que no merecen mayor comentario y menos una reacción seria. Esto aumenta el peligro porque en cambio una minoría muy pequeña pero dispuesta a todo sí lo toma en serio y actúa. La toma del Capitolio por unos cientos de enardecidos muestra la fuerza del demagogo sobre aquellas mentes que domina por completo. De los 74.2 millones que cruzaron la boleta electoral en apoyo al presidente, bastó una fracción mínima para que Estados Unidos pareciera por unas horas una república bananera.

Hasta hace 2 días, Trump mantenía un fuerte liderazgo, un poder enorme sobre muchos políticos republicanos de 1er. nivel. La bestialidad (en varios sentidos) de aquellos que creyeron ser su guardia pretoriana fue suficiente para permitir a muchos sacudirse esa lealtad. Antes del ataque varios políticos aspiraban a suceder a Trump al tiempo que lo defendían encarnizadamente, presentarse ante los ojos de votantes del futuro tan trumpistas como el neoyorkino. Muchos ya se bajaron de ese barco que naufragó.

Trump pensó que podía decir lo que fuera, por extremo o falso que fuese. Lo creía firmemente porque por años lo pudo hacer, salirse con la suya al tiempo que se burlaba de sus rivales. En la era de las redes sociales que al parecer garantizaban el poder contrastar dichos y hechos, con la verdad prevaleciendo, fue el inventor de la posverdad, la mentira descarada pero creída por millones.

Quizá si Covid no hubiese existido en 2020, Trump habría ganado de nuevo. Fue la ineptitud que alcanzó a millones y mató a cientos de miles la que destruyó esa aura de invencibilidad. Una ocasión notable en que la demagogia y la verborrea no pudieron doblegar a los hechos.

Es entonces cuando el demagogo pierde el control, porque un mesías es incapaz de aceptar que ha perdido. Trump dobló la apuesta buscando lo que era imposible: ganar, aunque fuese al costo de violentar un proceso legal y destruir instituciones democráticas. Incitó a la violencia y lo logró, a un costo que no esperaba: el desprestigio entre muchísimos de sus partidarios. Buscando quedarse con todo, algo que había conseguido muchas veces, lo perdió todo. Porque un hombre leal durante años como Mike Pence no estuvo dispuesto al extremo que le exigía el demagogo como una prueba más de lealtad, porque sabía que se acabaría estrellándose contra el muro de la legalidad, que en esta ocasión entregaría su prestigio a cambio de nada.

Los demagogos, en su arrogancia, siembran las semillas de su propia destrucción. Por eso tantos acaban haciendo historia, como ambicionaban, pero acabando en su basurero.

Sergio Negrete Cárdenas
(Publicado en el periódico El Financiero en línea del 8 de enero de 2021).


Desde siempre, existen individuos -frecuentemente disfrazados de demócratas- con el deseo irrefrenable de apropiarse del poder público y ejercerlo a su capricho: son los tiranos, déspotas, dictadores, autócratas, líderes morales, presidentes vitalicios, siervos de la nación o sus altezas serenísimas. Algunos logran, incluso, modificar el curso de la historia. Usualmente, son personajes carismáticos dotados de una gran capacidad de persuasión y con una enorme resistencia al fracaso, cualidades que, finalmente, los llevan al éxito personal, aunque, a la larga, acaben como Nerón, Calígula, Hitler, Mussolini o Somoza. En el siglo pasado, sus ambiciones provocaron dos guerras mundiales e innumerables conflictos regionales. Hay una gran cantidad de naciones como Rusia, China, Singapur, Irak, Corea, Cuba, Venezuela, Nicaragua y muchas más en el continente africano y en Latinoamérica, sujetas a gobernantes autoritarios, llámense primeros ministros, presidentes, o secretarios generales.

México no es ajeno a ese tipo de personalidades: primero los Tlatoanis, luego los Virreyes, siguió Iturbide, que soñó con un imperio; posteriormente, López de Santa Anna, Benito Juárez, quien se encariñó tanto con la silla que solo la muerte pudo quitársela, y Porfirio Díaz, cuya permanencia en la Presidencia desembocó en la Revolución. Nuestra tradición contemporánea cuenta con algunos prototipos de este perfil: Calles, a cuyo Maximato el pueblo aludía diciendo "Allí vive el presidente, pero el que manda vive enfrente"; Obregón, Alemán, Echeverría, Salinas y Felipe Calderón, que por ahí anda, fueron tocados por el deseo de seguir ejerciendo el poder más allá de su mandato y, ahora, el presidente López Obrador, parece ser heredero de esa tentación.

Las condiciones geopolíticas son propicias para que los mexicanos asumamos el compromiso de cerrar el paso a quienes quieran prorrogar su mandato. En las próximas elecciones, lo razonable es votar para garantizar el equilibrio de los poderes institucionales.

Eugenio Ruiz Orozco
(Publicado en la pág.3-A del periódico El Informador el 18 de enero de 2021).


"Estimado Juan, ¿cómo ves las cosas?" pregunta Memo. Juan, arremolinándose en el mullido sofá, contesta: "En honor a la verdad, no las veo bien. En lo general, estamos viviendo un cambio de época sin precedente y nos está costando trabajo adaptarnos a las nuevas circunstancias".

Ya echándole ganas, Memo pregunta: "¿No crees que el gobierno debería instrumentar, como otros países, políticas de apoyo para los emprendedores?... Hay mucha gente pasándola mal, pues se han cerrado una gran cantidad de empresas con la consiguiente pérdida de empleos. El tema de la educación es, también, muy preocupante ¡Imagínate a las pobres mamás ahora convertidas en maestras! Agrégale el aislamiento y el sedentarismo: caldo de cultivo para el desarrollo de enfermedades como la depresión y la obesidad. No estamos bien".

Dando un sorbo al café, Juan comenta, medio evadiendo el tema, "Pienso que nadie imaginó vivir una situación como esta; no estábamos preparados para enfrentarla. El problema es que están dando palos de ciego y, lejos de resolverse los problemas, se complican. Gobernar no es fácil. Aun cuando se dispone de enormes recursos, el ejercicio del poder reclama una serie de atributos: generosidad, tolerancia, don de gentes, ponerse en los zapatos del otro, incluso hacer la chamba sin temor a despeinarse, pero algunos de nuestros gobernantes están más atentos al pasado y más preocupados en ganar la próxima elección".

"¿No crees", interroga Memo, "que los tiempos reclaman una actitud diferente...? ¿Recuerdas lo que los maestros enseñaban en la universidad? 'Para gobernar', decían, 'debes tener conciencia de la realidad, conciliar intereses, definir entre lo mejor, lo bueno y lo menos malo para la gente. El funcionario público debe, porque representa a la sociedad, actuar con prudencia, paciencia, verbal continencia, con humildad, sin prepotencia, sin lastimar al débil o al opuesto y su trabajo debe obedecer al interés de todos', además de 'ser honesto de palabra y obra', no por temor a que con los famosos celulares invadan tu privacidad, incluso tu intimidad, sino porque así debe ser".

Juan agrega: "Ya comenzó el baile de las máscaras entre los partidos y los que quieren ser diputados y regidores, je, je, je...".

Eugenio Ruiz Orozco
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 25 de enero de 2021).


En América Latina, la política ha seguido la suerte que tiene en el resto del mundo: los jóvenes más capaces y mejor preparados la detestan y prefieren dedicarse a las empresas y a las profesiones liberales. En una calle de Lima encontré a un viejo amigo, que había sido rector de San Marcos, la universidad en la que estudié. Le pregunté cómo le había ido en el rectorado. "Hice lo que pude", me dijo. "Pero ahora tengo 20 juicios en los que debo defenderme, gastando en ello todos mis sueldos. Nunca más me meteré en estas cosas".

Mario Vargas Llosa
(Publicado en la pág.7-A del periódico El Informador el 21 de febrero de 2021).


Nuestro señor don Quijote, con gran afecto, trata de mostrar al escudero el camino del buen gobierno, sin ignorar la simplicidad del escudero y le sugiere: "Anda despacio; habla con reposo, pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo, que toda afectación es mala". Parece simple esta recomendación, pero conlleva una gran sabiduría, ante la evidente locuacidad de muchos gobernantes que, incapaces de decir palabras sabias, creen solucionarlo con el exceso o admirándose a ellos mismos, afectando la comunicación con afectación que desagrada.

Carlos Enrigue
(Publicado en la pág.10-A del periódico El Informador el 11 de abril de 2021).


Una de las actitudes más comunes en el ejercicio del poder es la pérdida de contacto con la realidad. Digamos que viene en el paquete, les sucede a todos, aunque en diferente grado dependiendo de la elevación que hayan alcanzado del piso. En estos días vimos, penosamente, al presidente López Obrador y al gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, fugarse de la realidad, como si no hablar de los problemas, o hablar de otra cosa, desapareciera los asuntos que nos agravian.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.3-A del periódico El Informador el 11 de mayo de 2021).


Las personas tenemos una tendencia patológica hacia la acumulación de poder, por lo que se han creado sistemas políticos que limitan los apetitos de quienes, una vez instalados en la silla presidencial, se encariñan de tal forma que atentan contra la vida institucional. Los ejemplos sobran: López de Santa Anna, Benito Juárez, Porfirio Díaz, Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón, entre otros. Montesquieu, filósofo y jurista francés, ante la necesidad de poner límite a las ambiciones de poder de los gobernantes y su consiguiente abuso, planteó en su célebre obra, El espíritu de las leyes, la teoría de la División de Poderes (del Estado) cuyo propósito es -a partir de un sistema de pesos y contrapesos en el que ninguno debe estar por encima de los otros, y menos aún, en unas solas manos- garantizar el equilibrio que debe existir entre ellos.

Es preocupante que, en la mayoría de los casos, se ignoren los antecedentes y méritos de quienes aspiran a "representarnos". Coinciden, junto a jóvenes que por 1a. vez incursionan en las lides electorales y quienes merecen una oportunidad, personajes lombrosianos, carne de penitenciaría, trapecistas, e histriones. Las campañas políticas, que deberían ser el vehículo para informar a los electores sobre las propuestas de gobierno de los partidos y las cualidades de sus candidatos, se han convertido en una guerra de lodo en la que se ha perdido el decoro y el respeto a la ciudadanía.

Eugenio Ruiz Ororzco
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador el 24 de mayo de 2021).


En varias entrevistas con medios nacionales, el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, manifestó su deseo de participar políticamente en las elecciones de 2024, sea como candidato, el ideal de todos, o ayudando, dice, a construir una alternativa para contrarrestar al obradorismo.

El mensaje de Alfaro tiene un 1er. destinatario: su propio equipo. Lo que cohesiona a un grupo político es la posibilidad de crecer, de ampliar el horizonte y por lo mismo las oportunidades. Si Alfaro enviara el mensaje de que ser gobernador es su límite, se le cae el gobierno, el grupo comenzaría en automático a buscar opciones, a ver más por los intereses personales que por los del grupo. El líder tiene que ir siempre más allá. Ahora sí que, aunque no quiera, lo tiene que hacer.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.3-A del periódico El Informador el 21 de junio de 2021).


Trump ha desmentido todo, pero que militares y funcionarios que lo rodearon durante 4 años hablen del temor que tuvieron por las reacciones y comentarios que hizo, además lo que sus provocaciones causaron con el asalto al Capitolio -el divisionismo y la amenaza del extremismo violento-, que pudo haberse constituido en la antesala de un golpe al pode, deja muchas lecciones, pero sobre todo, la necesidad que debería existir, de que quienes aspiran a las presidencias de los gobiernos pasen un escrutinio sobre sus capacidades mentales y que no pongan en peligro la tranquilidad de la sociedad y el futuro de un país cuando asuman el poder. Y esto no es exclusivo para Estados Unidos. Tenemos muchos ejemplos a nuestro alrededor: nos encontramos con individuos con arrastre popular, ideas "transformadoras" y ambiciones de poder, que echan por la borda lo poco que se ha ganado, detienen el crecimiento y atentan contra la democracia, además de no cumplir con la responsabilidad de dar seguridad y estabilidad.

Daniel Rodríguez
(Publicado en el periódico El Informador en línea del 17 de julio de 2021).


Muchos han sido los escritores, investigadores, analistas, guionistas, etc., que en sus trabajos establecen que el mundo de la política es fascinante, y la verdad de las cosas es que estoy convencido de que así es. Sin embargo, ello no quiere decir que todo lo que se hace en torno a la misma, sea igual de atractivo, pues entre el "aprender a tragar sapos sin hacer gestos"; robar a otros sin que nadie les castigue, y simular que están para servir a la sociedad, desincentivan a las nuevas y viejas generaciones.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece en su articulado que todos los mexicanos tenemos el derecho de dedicarnos ha ejercer el oficio, profesión o vocación que más nos llame la atención para poder vivir adecuadamente, siempre y cuando sea de manera honesta y transparente. Lamentablemente, la avaricia, falta de humildad y de solidaridad, así como el ego y la soberbia, suele arrastrar a aquellos que se sienten inseguros de poder salir adelante respetando la razón de ser de la propia Constitución -esto es, sólo leen y se aprenden lo que les conviene a sus mezquinos intereses-.

La Política -sic- es la madre de todas las ciencias, y quien incursiona en ella con sentimientos nobles, la estudia y practica de manera honesta, merece ser reconocido y ponderado, pues nada tiene que ver con el enriquecimiento inexplicable de muchos que hoy se vanaglorian del patrimonio que han amasado, y continúan aprovechando su estatus para aumentar sus arcas a través de negocios mal habidos que han aprendido a hacer con la información privilegiada y contactos con que cuentan, gracias al cargo que ostentan u ostentaron.

Cuauhtémoc Cisneros Madrid
(Publicado en la pág.8-A del periódico El Informador del 19 de julio de 2021).


A pesar del desprestigio que en nuestro país y en gran parte del mundo tienen la política y los políticos, no deja de ser la más importante y trascendente de las actividades reservadas para el ser humano. ¿Qué es la Historia sino la narración de la vida, la crónica del paso del Homo Sapiens por la Tierra, con todo lo hermoso y deleznable de nuestra condición, con todas las fortalezas y debilidades de nuestro cuerpo y alma? Cuando la Madre Teresa atendía en Calcuta a los menesterosos, lo que hacía no era caridad: era política, porque política es dar y lo que ella daba a sus enfermos era ternura, cuidados y amor; cuando Ángela Merkel, la más brillante política contemporánea, que concluirá su mandato en diciembre próximo, administra con honestidad y transparencia los recursos públicos en Alemania, lo que hace es política, porque política es cuidar el patrimonio de los ciudadanos. Cuando aprisionaron el cuerpo de Nelson Mandela -no su espíritu-, para cancelar el cambio social en Sudáfrica, lo que hizo fue política con sentido de patria y construyó una nación. Lo que sucede es que no se puede hacer política sin ideales, compromiso social, conocimiento de la geografía física y humana, o sin amor. Es claro que cuando el lucro se impone en el servicio público, corrompe la más noble de las actividades humanas. Llamemos las cosas por su nombre: cuando Jesucristo, Siddhartha, Confucio o Mahoma difundían sus creencias y le dieron voz y destino al hombre, lo que hicieron fue política social.

Debemos hacer política e involucrarnos en la vida de la comunidad porque la política es la única vía para transformar a las sociedades. Es evidente que las diferencias económicas, culturales y formativas han creado un abismo difícil de superar entre los seres humanos, y no se trata de satanizar la riqueza o exaltar las virtudes (¿las tiene?) de la pobreza: el justo medio, en todos los órdenes, es fundamental para la coexistencia pacífica. Es normal que haya desigualdad, esta obedece a que cada quien posee y desarrolla diferentes capacidades; lo que no se vale es el abuso de los poderosos y eso solo se puede limitar haciendo política, construyendo democracia.

Me preocupa que, con más frecuencia de lo deseable, escucho decir que la política no vale la pena, que su práctica está ligada a la corrupción, que quien participa en ella solo quiere su beneficio personal, que no hay tiempo para andar en argüendes y muchos "ques" para justificar su omisión o negligencia, dejando en manos, frecuentemente incompetentes o viciadas, decisiones que afectan nuestra vida personal o colectiva y propiciando el arribo de personas sin formación para el servicio público a los cargos de representación popular o administrativos. Si queremos excelentes funcionarios, políticos eficientes y honestos, así como instituciones respetables y respetadas, debemos ser mejores ciudadanos y eso implica cumplir con los deberes consignados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en la conciencia de que a todo derecho corresponde una obligación. ¡Hagamos política!

Eugenio Ruiz Orozco
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 26 de julio de 2021).


En el imaginario que aún delinea utopías quedan rescoldos de una noción, silvestre, sí, de grupo político: conjunto de personas que se asocian porque sus convicciones, políticas, sociales y económicas son similares y porque suponen que en conjunto harán que otros, el país o un estado, las abracen también, pues para ellas y ellos representan la vía para solucionar los problemas comunes y acceder a un futuro mejor. A los grupos políticos que hemos conocido a través de la lupa potente que es la vulgaridad de sus hechos los podríamos definir así: conglomerado de individuos, sin distingo de género, a los que une la posibilidad de detentar poder y acceder a sus concomitantes, dinero, influencias, fama; carácter que invita a postular: sin poder no hay grupo político, de lo que se desprende una consecuencia: no hay grupo político que no surja de una traición, porque, hay evidencias, afanarse por el poder corroe convicciones y lealtades. Aunque tal vez el término corroe resulte fuerte, usemos un término suave: el poder, su uso o la mera búsqueda de él, reencausa convicciones sociales, políticas y económicas, las dota de un sentido pragmático y egoísta.

Para que el argumento anterior sea eficaz en todos los casos, impone a la noción grupo político, sean los creados alrededor de una convicción o los aglutinados por intereses ordinarios, una conformación de individuos con una relación de igualdad. Si no es así, si el grupo forma un cono que en la parte superior contiene sólo a una o 2 personas, aquella o aquel que rompe los acuerdos y que no es considerado par entre los que ocupan el vértice, no traiciona, solamente se insubordina y es echado del corro. De lo que se desprende una pregunta: un grupo político, reconocido así por la opinión pública, que es liderado, en el sentido estricto, por no más de una decena de personas, por más adeptos o súbditos que tenga ¿es un grupo político? No, ya que entre esos pocos priman intereses de los que cualquiera puede tener, sin necesidad de recurrir a ideales políticos, sociales y económicos, aunque usen estos en su mercadotecnia.

Parece que podemos desechar la idea de que en México dominan grupos políticos, en la acepción generosa y profunda de estos, quizá nombrarlos camarilla vendría mejor.

La cuenta de grupos es amplia, 2 muestras de las más mentadas y duraderas: el grupo UdeG, en Jalisco; el que comanda o comandaba Carlos Salinas, no olvidemos lo bien que le venía a la leyenda del grupo salinista la imagen de José María Córdoba Montoya; en ambas agrupaciones los anales registran traiciones y a decenas que fueron corridos, los sin fuerza propia para formar otro grupo.

De cuando en cuando, por las huellas que quedan en la densa atmósfera constituida por lo-que-se-dice, surgen grupos fatuos: prenden, atraen, se extinguen y no dejan rastro del tesoro; ahora mismo los hermanos Monreal amagan con tener montado uno; no olvidemos aquel de Manlio Fabio Beltrones con Emilio Gamboa. En fin, para solaz de la opinión pública y su imaginario proclive a la ficción que aviva sospechas, grupos políticos no han faltado; al menos no de los que irrumpen impulsados por una traición para actuar desde el poder público, uncidos a poderes fácticos y para servirse a sí mismos. De los otros, los de convicciones y bien común por delante ha habido pocos, suelen actuar un tanto al margen y su impacto es más bien moral, un ejemplo: el que se congrega alrededor del aura de Cuauhtémoc Cárdenas.

Augusto Chacón
(Publicado en la pág.9-A del periódico El Informador del 3 de octubre de 2021).


No hay afán más alto, entre los políticos que llegan a la Presidencia, que cambiar la Constitución; es su manía, mejor dicho, es su abracadabra para, según ellos, solucionar todos los problemas. Las elecciones recién padecidas se trataron de eso: un bando empeñado en tener de su lado el número de diputadas y diputados necesario para que el presidente pueda enmendar la carta magna a su antojo; y el otro bando buscaba mayoría para impedírselo. Podemos especular que hincar el diente en la Constitución debe producir un placer inmenso, similar al que ha de provocar impedir que los rivales lo hagan. Para los mexicanos, la definición de su código superior podría ser: conjunto de artículos legales redactado para animar la disputa partidista.

Se ha vuelto tan chabacano intervenir la Constitución, que asuntos meramente gerenciales son elevados a su rango.

Augusto Chacón
(Publicado en la pág.7-A del periódico El Informador del 17 de octubre de 2021).


Uno de los símbolos de que el poder comienza a hacer estragos en una persona es que deja de usar el yo. Los políticos que hablan de sí mismos en 1a. persona, pero del plural. "Nosotros no podemos permitir", "vamos a pensarlo", "hemos decidido", dicen con la certeza que da el plural, cuando en realidad es una sola persona, ellos mismos, quienes, piensan, deciden o permiten.

El uso del nosotros, el nos mayestático, solía ser una fórmula utilizada por papas y reyes para dejar claro que hablaban por todos, que su voluntad era la voluntad de todos, que el poderoso en turno pensaba y decidía por todos. No es, pues, extraño que los políticos adquieran esta singular costumbre y más aún que se acentúe conforme va pasando el tiempo en que detentan el poder. El fenómeno es generalizado, da igual si se trata de un gobernador, un presidente o un cardenal. Comienzan por hablar en nombre del gobierno y terminan hablando por todos. ¿Quién si no yo, el elegido, sabe lo que el pueblo, la sociedad, la grey necesita y piensa?

Conforme pasa el tiempo en el cargo, la representación popular se confunde con la extensión de la voluntad; el pueblo y yo somos uno mismo. Es un proceso que afecta a todos, a unos más a otros menos, pero nadie se salva del síndrome del ladrillo, esa especie de mal de altura del poder que tiene que ver fundamentalmente con 2 fenómenos: la soledad del palacio y el dulce encanto de la propia voz.

Los políticos sufren irremediablemente de un fenómeno de aislamiento. Al beneplácito de la adulación permanente de los colaboradores cuando ganan la elección le sigue muy pronto la certeza de que toda opinión y toda recomendación es interesada. Los políticos aprenden a desconfiar del entorno tan rápido como un perro entiende que hay que huir de un periódico enrollado; es un acto reflejo de sobrevivencia. En medio del aislamiento surge el encanto de la propia voz. A fuerza de repetición, de escucharse todo el día, todos los días, su voz, amplificada por medios y redes sociales, termina por ser la única que le place.

Los políticos disertan sobre la importancia de escuchar, pero no oyen a nadie; someten a consulta decisiones que han tomado previamente; piden al pueblo que se manifieste para verse reflejados en la voluntad popular. Nos, el gobernante, habla solo, y se siente feliz porque al fin, piensa, estamos dialogando.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 12 de noviembre de 2021).


El juego político entre las y los políticos, con cargo o sin él, con poder legítimo o nomás fáctico, parece ineluctable, es decir: ni modo, así son las cosas, qué le vamos a hacer. Aceptado el axioma, lo consecuente es asentir que los grupos que detentan el poder político se repartan el tablero según la fuerza que cada cual supone poseer y de acuerdo con la que sus contrapartes le otorguen. Planteado de este modo, el poder de los jugadores tiene mucho de simbólico, subsisten porque unos y otros se sienten y se dicen poderosos (las y los ciudadanos no contamos, se cuelan en nuestro imaginario y no ponemos en duda su existencia); aunque, es verdad, detentan poder del que produce efectos, indirectos en la calidad de vida de la población y directos en sus rivales: les estrechan el acceso a contratos; los llevan a tener menos "allegados" en las nóminas que se pagan con el erario; les infligen persecuciones judiciales a modo o persecuciones extrajudiciales; merman su influencia entre los legisladores y los impartidores de justicia; los atacan en los medios y en redes sociales; los destierran de la arena pública; practican lo que la creatividad de un poderoso puede añadir para que se note que es eso, poderoso. Cada cual tiene su oportunidad, no se aniquilan, se anulan temporalmente. La fuerza así empleada llega a configurar delitos, pero una de las certezas que mueve a los poderosos es la de su impunidad, si no ¿para qué es el poder?

En el entendido de que nos plegamos a la fatalidad de esto, es entendible que asumamos acríticamente el que grupos políticos reserven cotos para su usufructo, en los 3 poderes, en organismos autónomos, en municipios. Grupos como el de la universidad pública, el que lidera el gobernador en turno, el atraído en torno al alcalde que descuella o el de cierto magistrado carismático, el de algún dirigente de sindicato y 2 o 3 partidos. Terminamos por naturalizar que los temas que nos atañen, en tanto sociedad e individuos, les "pertenezcan" y cada cual marcará el derrotero del que reclama en propiedad, no para mejorar la calidad del servicio que recibamos o para incrementar, por ejemplo, la salud de los jaliscienses, sino para fijar el rumbo político de la materia; al consentir este estado de cosas, congeniamos con que el fin último del reparto de poder es que los bandos conserven para sus objetivos el que haya conquistado. Entonces, la salud, la educación, la seguridad, el desarrollo urbano, el medio ambiente, la justicia o la cultura son pretextos, asideros del grupo al poder.

Hacernos cargo de lo anterior tendría que provocar una especie de ahogo, sujetos de un régimen que para servirse mejor estrecha continuamente el confinamiento. Ante las crisis que nos azuelan, y aunque no las hubiera, ya debíamos tener claro que no basta la satisfacción de las élites políticas con su juego y comenzar a columbrar que la meta de la política no es únicamente la rebatinga organizada por los grupos para retener su dominio, sino que el uso de éste produzca beneficios para las personas, y en el corto plazo, ni los pobres, los enfermos, las y los excluidos, las y los desaparecidos, ni los violentados, mujeres y hombres, pueden esperar más y es inmoral sugerir que se avengan a los imperativos de la idea pedestre de política a la que se allanan tantos de los profesionales de ésta.

Los potentes jugadores de la política, amos de vidas y territorios, no van a rendir sus plazas mañana, o la semana que entra, y no es sencillo que momentáneas recriminaciones éticas los hagan cambiar, por un periodo aún ignoto conservarán sus cuotas (unas que de ninguna manera merecen). Como vía de escape corresponde sacarlos de los trascendidos y exigirles que expliciten el por qué de su decisión al impulsar a alguien, y hacerles saber que si su postulado obtiene el cargo, el que sea, tendrán consecuencias punitivas directas si resulta inepto, impreparado, delincuente, corrupto. No necesitamos idear castigos, el argumento es sólo una guía para reflexionar sobre la acción de los grupos políticos y cómo, apenas sin darnos cuenta, dispusimos todo para que contiendan y se beneficien a nuestra costa. En el caso de algunos nombramientos está documentado, gracias a universidades locales y al CPS del Sistema Anticorrupción, que a escala de evaluación de conocimientos y de currículum, varios de las y los que el Congreso eligió no eran los mejores. Ni los diputados menos los grupos detrás de los ungidos sintieron necesidad de explicar su determinación, y cuando falla, fallará -es otra fatalidad-, la sociedad corre con el costo y el presunto aparece como si ningún grupo lo hubiera bendecido jamás, por más que a hurtadillas, mustios, traten de "cobijarlo". Ningún grupúsculo rimbombantemente político representa una mínima parte de la inteligencia, la capacidad, probidad y honestidad que, en Jalisco, en el país, existen; pero si apuntamos esto se escudan en que la política es el arte último que nomás ellos entienden y así, los demás son lo de menos.

Augusto Chacón
(Publicado en la pág.10-A del periódico El Informador del 21 de noviembre de 2021).


"Política es un arte del carajo / que a mi modo de ver tan solo estriba / en besarles el culo a los de arriba / y darles por el culo a los de abajo". Cobran actualidad esos desatentados versos ahora que la política está tentando a quienes no debe tentar, y que no deben caer en la tentación ni del dinero ni del poder so riesgo de faltar gravemente a la noble tradición institucional de la corporación a la que pertenecen. No es ocioso insistir en este tema, pues está en riesgo la sobrevivencia de la civilidad en que se basa la existencia misma del Estado mexicano según quedó formado tras largas y sangrientas luchas. Sería necesaria una aclaración que quitara recelos y temores a la ciudadanía. Nadie debe poner en vilo a la Nación, y menos por unas cuantas palabras poco meditadas.

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(Publicado en el periódico Mural en línea del 24 de noviembre de 2021).


Los hombres del poder son como tú y como yo. En la madrugada lanzan mensajes llenos de ira a sus amigos y aliados cuando no muestran subordinación incondicional a sus caprichos.

Los hombres del poder a veces actúan como escolares mimados: arrebatan lo pequeño porque lo demás les pertenece. Su misión es mandar sobre los hombres, pero pelean por caramelos.

Los hombres del poder viven con miedo a descubrir que su tránsito poderoso es pasajero. Fijan la mirada siempre en el futuro, en los flancos, entre líneas, alertas ante los otros hombres del poder que reclaman más poder como ellos.

Cuando la duda los acecha, se rodean de 1 o 2 consejeros que les hablan con las palabras que desean escuchar. Estos consejeros o jeques de los hombres del poder presiden amplios gabinetes y ofrecen soluciones como: "Recuerda que tú mandas". O justifican montañas de caprichos cuando un subalterno se rebela y usan frases del tipo: "Deploro tu decisión de ignorar la solicitud de nuestro amigo en el poder". Son sabios al servicio de su propia comodidad, sombras experimentadas de los hombres del poder.

Los consejeros más encumbrados siempre tienen un don adicional: machacan los mensajes, pervierten las palabras escuchadas y enviadas a los oídos del morador principal del palacio. Operan a favor de su bolsillo y de sus deseos de más poder en la sombra.

Los hombres del poder necesitan adversarios, preferible si son imaginarios porque así mantienen vivo a su animal político y viceversa. Cuando les preguntan por qué declaran la guerra responden frases que asombran: "Porque me faltó al respeto". Faltarles al respeto obra como la ofensa máxima porque el respeto se pierde en cualquier parte y es de difícil adquisición en los estantes del mercado. No piden disculpas a menos que se las pidan. Por eso entre ellos es tan difícil el perdón.

Los hombres del poder piden a sus amigos y adeptos que hablen con la verdad, pero no perdonan cuando les hablan con la verdad.

Los hombres del poder desprecian a la prensa tradicional e invierten millones en redes sociales, pero el rigor de una portada les amarga el día entero. El mundo digital los alucina; el mundo real los ofende. Es su derecho. Por eso, concluyen, convencieron a millones de entregar su voto.

Los hombres del poder son como tú y como yo. De ellos sólo nos distingue un rasgo: su poder finito que también pasará.

Jonathan Lomelí
(Publicado en la pág.3-A del periódico El Informador del 26 de noviembre de 2021).


Hay que ser algo insensato para aspirar al puesto de gobernador/gobernadora de un estado en México. Del que sea.

El peso de la gobernabilidad y, en contraste, endebles instrumentos para ejercer la misma; acuciantes necesidades de la población, pero escasez de recursos; el montón de intereses creados por poderes fácticos locales y nacionales; impredecibles calamidades naturales o humanas y, por si fuera poco, los torcidos alambres de nuestro federalismo harían desistir a cualquiera.

Pero por lo visto hay demasiados que no lo ven así, y tras unas casi siempre disputadas elecciones se convierten en la señora o el señor gobernador. Y hasta ponen cara de felicidad al asumir el fruto de su ambición (o vocación, si gustan).

Durante 6 años, entonces, se deberán a sus paisanos. Y de manera justa e injusta, estos achacarán todo mal a esa persona a cargo del gobierno. El gusto, sin embargo, dura poco. Las promesas de campaña siempre son demasiadas, e incluso en el escenario de que no se presenten imprevistos catastróficos, la realidad es muy dura de roer en solo 6 años.

Salvador Camarena
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 4 de enero de 2022).


El ego de los políticos es un animal insaciable. Necesita ser alimentarlo continuamente y los subordinados y funcionarios en edad de merecer lo saben. Todos pecan de lo mismo, pero renguean de diferente pata. A algunos políticos les obsesionan las primeras planas, aunque sean pagadas; a otros la popularidad y las encuestas; a otros la aprobación de la opinión pública y los intelectuales; a no pocos la aceptación en las clases altas y los clubes de ricos. Todos tienen un punto débil. El de López Obrador no son los monumentos, ni los nombres de calles y plazas, ni siquiera las encuestas, donde tan bien le va, mucho menos la aceptación de los ricos. Lo suyo son las masas, el alarido y el aplauso, la gratitud y la admiración. A él no le pongan un monumento, llénenle el Zócalo.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.3-A del periódico El Informador del 4 de enero de 2022).


Quizá no todos los gobernantes estén afectados por "el síndrome del mesianismo". Es probable que muchos tengan conciencia de la importancia de su misión... pero también de la modestia de su figura. Otros, en cambio, proyectan la convicción de haber recibido del destino la encomienda de ser salvadores de la patria, de estar "haciendo historia" y labrando el pedestal de su propia estatua con sus acciones y sus palabras; sobre todo -valga subrayarlo- con sus palabras...

Es, posiblemente, el caso del presidente López Obrador. A semejanza de su homólogo Luis Echeverría (noticia reciente por haber llegado al siglo de vida), López Obrador ha hecho de la verborrea (por definición, "palabrería excesiva"), según Luis Estrada Straffon, director general de la empresa SPIN-TCP, su "estilo personal de gobernar".

Don Daniel Cosío Villegas, conspicuo politólogo mexicano, en "El Sistema Político Mexicano" (Cuadernos de Joaquín Mortiz, 1972), ponderó tanto las dotes oratorias de gobernantes como Charles de Gaulle o Fidel Castro, cuanto la moderación verbal de Benito Juárez o Lázaro Cárdenas. De éste escribió que "su fuerza no residía en la especulación mental, y menos en expresarla floridamente (...); era hombre de resoluciones, un ejecutor y un ejecutivo". Su contrafigura sería -hasta entonces- Luis Echeverría, por "el valor extraordinario que le da a la palabra como instrumento de gobierno".

De López Obrador, Estrada Straffon señala que "Nunca nadie ha hecho ruedas de prensa diarias, y ningún político le ha copiado" (...). Las 'mañaneras' (sus cotidianas seudo conferencias de prensa) son ante todo un modelo peculiar de gobernar".

Es probable que lo que Cosío Villegas dijo de Echeverría aplique, mutatis mutandis, a López Obrador: "Se trata de un gobernante nuevo, que quiere conducirse de un modo distinto y mejor; que sus intenciones son excelentes y que al servicio de ellas despliega una actividad y un celo verdaderamente ejemplares". Pero quizá también tengan en común que "la abundancia excesiva de sermones y la variedad y heterogeneidad de los temas desarrollados en ellos (...), al público le ha faltado tiempo, no ya para gustarlos sino para deglutirlos siquiera", y que "la credibilidad del mexicano (en sus gobernantes) reposa en el equilibrio entre la palabra y la acción, y desde ese punto de vista ha resultado imposible en el gobierno de Echeverría alcanzar siquiera de lejos ese equilibrio".

Colofón: "Un cambio -metamorfosis, transformación o como quiera denominarse- no se da con solo reiterar hasta la saciedad la buena intención de producirlo".

Jaime García Elías
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 4 de febrero de 2022).


Fe y popularidad, 2 sentimientos hacia sí mismo que por estos días el político inescrupuloso que ansíe poder debe cultivar. Sus yerros son inconsecuentes, surgen y desaparecen sin secuelas para él o para ella; y las falsedades y mentiras (porque mentir y falsear es parte de la ética implicada en su labor) son inocuas si de su lado tiene una masa que le entrega su fe nomás porque es popular. Aunque la fórmula, una vez puesto a andar el engranaje de la fama, también funciona al revés: la popularidad nutre la fe que concita y entonces, ganar elecciones y gobernar según los más personales impulsos son consecuencias naturales del talante del político que se las ingenió para auparse sobre una legión de creyentes que en cada red social, en cada medio de comunicación se topa con altares, no importa que resulten efímeros, dedicados a su adorado. Esto se resume en el término que identifica esta tendencia política: populismo.

El artefacto mental, cuya mecánica podría ser revelada en la hipotética revista Política Popular: "Cómo hacerse con un cargo de elección con refacciones que puede conseguir en cualquier templo y en los programas de televisión sobre la vida de las 'estrellas'", es tan atractivo que aún personas serias, que ven en el servicio público una vía para mejorar la vida de la gente, de la sociedad y, por supuesto, para su desarrollo profesional, terminan intentándolo, con rendimientos negativos: en las redes aparecen falsos y no son capaces de practicar el maniqueísmo imprescindible para instalarse en el gusto de la masa (suelen dudar al constreñir el mundo a blanco y negro, a buenos y malos y a ellos y nosotros); tampoco se les da bien la enjundia al prometer las cosas más descabelladas, ellos mismos no las creen y, así, la fe que desean provocar y la notoriedad que persiguen, simplemente se alejan.

Además, hay una peculiaridad, una de esas que se escriben con letras pequeñas al calce del instructivo: no hay antecedentes de que, al mismo tiempo, 2 políticos ocupen el pedestal del populista; de lo que se desprende una conclusión que tendría que ser aleccionadora: es fútil contraponer populismo al populismo; generalmente quien se instaló primero goza de los privilegios reservados al populista, no por una regla no escrita, sino porque su desvergüenza, por la práctica que acumula, alcanza cimas insuperables y el miedo al ridículo, en él se tornó patológico: lo disfruta, porque el oficio de populista debe ser atendido con una ración de masoquismo, o como se dice hoy: de propensión a asumirse como la sola víctima de cuantos males considere pertinente señalar.

Hasta aquí, de los elementos esbozados en el ardid llamado populismo, 2 quedan por reseñar: la masa y lo que ésta recibe de los políticos que, sin ser populistas, son igual de dañinos. Bueno, digamos mejor 3 elementos: a la vera de los políticos que en apariencia son sobrios y mesurados, hay quienes los alientan, directa o indirectamente, a ser y hacer como son y como hacen. Estos 3 factores mezclados, colocados en el campo fértil y húmedo de un Estado inoperante para efectos del bienestar generalizado, son la semilla del populismo. La masa, que para no complicarnos podemos entender según la define el diccionario de la RAE: "Gran conjunto de gente que por su número puede influir en la marcha de los acontecimientos", individuos, mujeres y hombres, que ocupan sobre todo los estratos socioeconómicos bajos y una porción de los medios, que con su hartazgo terminan por "influir en la marcha de los acontecimientos", ya sea por la vía democrática institucional, el voto, ya sea provocando un estallido; de cualquiera de los 2 caminos brota de fondo un coro que se repite y que convendría escuchar atentamente: ¡ya estuvo suave! Ya estuvo suave de la política según la entienden los políticos tan conocidos, sólo ha producido, para la masa, pobreza, nulo acceso a la justicia y a sus derechos, los peores servicios públicos, desigualdad y discriminación, inoculados con el excipiente de discursos etéreos, ininteligibles, polarmente opuestos a los que arman los populistas. Algo extra: ya estuvo suave de que los beneficiarios del inequitativo estado de cosas validen no sólo lo hecho en la era presuntamente prepopulista, sino el modo de hacerlo; de lo que se sigue que lo que esos beneficiarios critiquen de las formas y los resultados del gobernante populista juega un rol inversamente proporcional al pretendido, sólo consiguen solidificarlo.

La tensión evidenciada parecería convocar a la parálisis: la supuesta razón técnica, científica si se quiere, versus la fe y la popularidad, produce un equilibrio falso: la masa tenderá a inclinarse por aquello que le resuene mejor, aunque sólo sea en los oídos y en el corazón, aunque su bienestar y progreso se mantengan casi igual, es decir: le da lo mismo, pero hasta cierto punto: si el deterioro económico, político y social se incrementa, pobreza rampante, menoscabo de libertades, autoritarismo, control del crimen organizado en cada vez más territorios y gasto e inversión públicas dirigidos exclusivamente a fomentar la fe y la popularidad del caudillo, las urnas no serán suficientes para modular el estallido y aún el populista pagaría las consecuencias.

Recapitulemos: en el comienzo, el populismo es síntoma, incluso la fe y la popularidad lucen simpáticas, aunque la enfermedad sea otra, suma de padecimientos: injusticia, desigualdad, exclusión, etc., sólo que, prolongada la duración de aquél, puede convertirse en afección por sí mismo, sin que los males originarios cesen de pudrir al sistema. Qué idea de país, cuál tipo de administración del país, y propuestas por quiénes, serán el antídoto. Quizá algunos gobiernos estatales y municipales pudieran predicar con el ejemplo, ciertas organizaciones sociales, empresariales y universidades; ejemplo puesto en práctica con acciones, no con meras condenas al populista. Quizá. Salvo que el populismo encandila; para unas, para unos, es el atajo-espejismo para acceder al poder, y para sus detractores, montarse en él para señalar sus defectos es la vía para combatirlo.

Augusto Chacón
(Publicado en la pág.9-A del periódico El Informador del 27 de marzo de 2022).


Brian Rafael es un político postmoderno, ha sido uno de los cientos de asesores del congreso, y ahora, a sus 26 años, aspira a una alcaldía prestigiosa. En entrevista se le preguntaba, pero ¿cómo puede aspirar a semejante cargo, con la delincuencia desbocada que vivimos? A lo cual dijo: la delincuencia es como el clima, algo con lo que debemos vivir, y así como no toca al gobierno evitar el calor o el frío, pues tampoco es su asunto impedir la inseguridad, nuestro trabajo es gobernar. Oiga don Brian Rafael, pero la delincuencia deja secuelas y costos muy altos -Claro, como una tormenta, no la podemos evitar, pero apoyar a los damnificados eso sí es nuestra tarea. ¿Y la corrupción, la impunidad? Mira, respondió, el buen político no se va a desgastar en esos temas, y ya lo dijo un expresidente, "la corrupción es nuestra cultura", suena mal, pero es así que funcionamos.

Y la intención de usted es entonces ¿ofrecer buenos servicios? -Servicios, sí, y si se puede buenos, mejor, pero no se te va a ir en eso todo el presupuesto, yo sé que los alcaldes siempre están cortos de dinero, y la gente se contenta con algo de relumbrón y de lo demás, pues se aguanta. Por otra parte, no vas a bajarle a la nómina, si muchos de tus aliados, de los que te echaron la mano, están esperando su puesto.

Entonces, ¿para qué quiere usted ser alcalde? -Es escalafón, en política todo es escalafón, y según la alcaldía que agarres, es el tamaño del escalafón, siempre hay que estar viendo lo que sigue. Y usted ¿ya pertenece a algún partido? -ando viendo, tu partido no es sólo el que te hace candidato, sino el que te hace triunfador, ya sé que algunos colegas se alquilan sólo de candidatos, ya saben que no van a ganar, pero los contratan para no perder registro, para estar presentes y esas cosas, y si andan urgidos de dinero, pues no les viene mal, pero no, yo quiero ganar.

Eso significa que ¿elegirá usted a un partido, digamos, de moda, que le garantice el voto popular? -¿Voto popular? ¿Para qué nos hacemos tontos? No hay voto popular, el voto es algo que te aseguran los grupos de poder, los que te garantizan que sí vas a ganar, y ellos saben como hacerlo y lo hacen, por eso mi prioridad son los grupos de poder, primero los que te pueden hacer alcalde, y luego los que sigan, según el escalafón.

¿O sea que entre los grupos de poder también hay niveles? -Pero si por supuesto, desde una organización popular de las periferias, o los cargadores de una central de abastos, o los grandes empresarios. -¿También los cárteles? -¿Y quién se va a poner a averiguarlo?, medio México está implicado de una o de otra manera ¿o no?

O sea que ¿alcaldes, gobernadores y presidentes a quien sirven son a los grupos de poder, no a la sociedad? -No lo veas tan en negro, digamos que servimos todos a la patria valiéndonos de los grupos de poder, de tal modo que, si los tienes contentos a ellos, ya puedes entregarte al servicio de los demás.

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.10-A del periódico El Informador del 8 de mayo de 2022).


Diego Fonseca ha escrito un gran libro. Amado Líder es grandote: 664 páginas (que debieron ser 666; algo falló), de letra pequeña, distribuidas en 16 capítulos. Pero también es grande. Todo lo que usted quiso saber acerca del populismo en América Latina, España y Estados Unidos está ahí. Todo. Recomiendo leer, especialmente, el capítulo 1, que condensa buena parte del argumento; el 6, que enfatiza el peso de la religión organizada en el populismo; el 11, dedicado a las redes sociales; el 13, sobre identidad y polarización. Los últimos 3 capítulos, y la coda, van más a profundidad, e intentan semblantear el futuro.

Pero permítame presentarle algunas frases de Fonseca:

"No hay proyecto populista que no pretenda la acumulación de poder en la figura de Amado Líder" (378). "Amado Líder promete ser distinto a sus antecesores y levantar el país. Recuperarlo. Tomarlo de este mal presente y lanzarlo al futuro en reversa, porque el espejo en que se mira está en el pasado, en el mito fundador, la idealización de una nación que ya no existe -o que nunca existió-" (153).

"El caudillo puede contradecirse y negar la contradicción, y salir airoso porque el discurso populista rara vez tiene restricciones de coherencia... El uso de las palabras como herramientas de confusión -los 'hechos alternativos', la mentira, la posverdad, las verdades mejoradas- es intrínseco al asalto discursivo contra la democracia representativa... No puedes tener un debate con quien reniega de los hechos y la honestidad intelectual" (227-8). "Amado Líder desdeña los hechos; su retórica está preñada de imágenes, invocaciones, mistificaciones y mitificaciones, exigencias de lealtad y creencia, todo bajo formas discursivas simples, llanas, capaces de ser comprendidas con facilidad" (181).

"Amado Líder no suele sugerir o persuadir, no tiene interés en discutir o dialogar para conseguir acuerdos; prefiere el monólogo y, dentro de él, el atajo del argumento absoluto y la retórica imperativa" (231). "Amado Líder precisa devaluar la realidad para hacerla manejable. Reducir al maniqueísmo el universo de contradicciones y conflictos de la vida social, económica y política. Un lenguaje público pobre afecta la calidad de la democracia" (251).

"Amado Líder radicalizará las percepciones. Su discurso nada en la emoción. Se regodea en la violencia simbólica. Cuando sea cuestionado por su agresividad, dirá que es una víctima, que obstruyen su derecho a expresarse con libertad, que es objeto de una campaña de desprestigio" (268). "Amado Líder adora el calor de las masas, dado que -narcisista al fin- está hambriento de aprobación" (253). "Por eso en estados de cinismo y nihilismo agudos, Amado Líder brilla: porque el populismo es la negación de la democracia representativa bajo la idea de que el caudillo y ciudadanos se entienden en la misma mesa... El gran valor de ese caudillo es la idea de la cercanía identitaria" (60).

"La demagogia no tiene otro recurso que escapar hacia delante, pues apenas modifica el rumbo para acomodarse a la discusión gris de la política convencional... pierde el favor de aquellos defraudados a los que, vaya, prometía no defraudar" (131).

"Queremos soluciones urgentes y tenemos poca paciencia... pero quien promete hacerlo no lo hará: Amado Líder nos deja peor. Más rotos, incapaces de sostener la convivencia" (655).

Macario Schettino
(Publicado en el periódico El Financiero en línea del 25 de mayo de 2022).


Precisamente porque los corruptos tienen una enorme disposición a engañar y a "trasquiversar" las cosas para su beneficio. Encuentran la mejor herramienta, para mentir y convencer a los electores, de que son moralmente pulcros y que sí están enfocados en procurar el máximo bien al pueblo, si obtienen el favor del voto.

La inconsciencia ética, el egoísmo, la vanidad, la codicia, la avidés de poder y el protagonismo, los lleva a practicar, sin freno, la consigna de que el fin justifica los medios. Por lo que, están dispuestos a realizar cualquier cantidad de porquerías, con tal de conseguir sus objetivos.

Además, aprenden a ejecutar una especie de prestidigitación o magia, para ocultar la verdad de sus intenciones y sólo presentar al pueblo lo que es conveniente para alcanzar sus objetivos, sin que los demás se den cuenta de los trucos que utiliza, para hacer creer en una realidad que no existe y promover promesas creíbles que no se van a cumplir (porque no está en sus manos).

Veamos algunas de las razones del por qué, los electores, no ven que están eligiendo a un político corrupto o ineficiente.

1.- Los políticos llegan a desarrollar una sensibilidad e intuición especial (además la investigan y pueden acudir a especialistas que los apoyen) para conocer las expectativas y deseos del pueblo y así satisfacerlas con demagogia. Acaban siendo magos para dar "atole con el dedo".

2.- Algunos políticos encuentran la manera de explotar su personalidad, prestigio personal, riquezas o imagen, para impactar a los ingenuos electores, creando una idealización heroica de un falso liderazgo. Causando gran impacto y buena impresión de que han sido personas muy exitosas y honestas en su vida personal, por lo que harán lo mismo en su vida pública. Y así logran convencer a muchos con éste fino truco.

3.- Dividir es mucho más fácil que unir, y así se aprovechan de los múltiples antagonismos y diferencias sociales, para sacar provecho de todas esas emociones negativas y al menos tener adeptos del bando mayoritario.

4.- La ignorancia, la falta de educación y la inconsciencia, facilitan que se crean toda la retórica y los discursos sin cuestionarlos.

5.- Saben explotar muy bien, el que la gente sí se cree que los políticos y los gobiernos se preocupan por su bienestar.

6.- Se aprovechan de la fantasía popular, de que lo mejor está por venir, los corruptos y malos son los anteriores. Ellos se presentan como los buenos y redentores.

7.- Son muy astutos para hacerle creer a la gente, que la entienden y que son uno más del pueblo, como cualquier ciudadano.

8.- Muchos ciudadanos corruptos entienden bien que sólo junto con ellos, se pueden mantener vivos sus sucios negocios. Los magos corruptos del poder, saben muy bien manejar el teatro del engaño.

Guillermo Dellamary
(Publicado en la pág.9-A del periódico El Informador del 29 de mayo de 2022).


Decía Baltasar Gracián, filósofo español del Siglo de Oro, que una sola es la ventaja del mandar: poder hacer más bien que todos.

Siempre me han inquietado las razones detrás de un político que busca el poder con un cargo cada vez más alto.

¿Qué los mueve? ¿Las ganas de "hacer más bien que todos"? ¿La adulación y el prestigio? ¿El poder por el poder? ¿La fantasía por trascender en la historia? ¿O el vulgar dinero y los negocios?

Uno creería que la riqueza mueve en gran medida a estos hombres, pero les sorprendería la cantidad de políticos acaudalados que bien podrían dedicarse a disfrutar su fortuna en vez de pelear por un puesto de elección popular.

Debe haber algo más. Un impulso inconfesable, literal, porque cuando he indagado en los resortes que los impulsan -le he preguntado a más de uno- caen en la complacencia de responder que sólo quieren servir al prójimo.

No dudo que muchos en verdad busquen el bien común, pero no son la mayoría. O al menos creo que no ocupan las posiciones más encumbradas.

Estas reflexiones me surgen con el creciente ajetreo en torno a la anticipada sucesión presidencial en el país, cómo se atropellan unos a otros en un reality show sin interrupción y de una injustificada sobreexposición mediática.

Al ciudadano común, les aseguro, todo esto lo cansa, decepciona y socava sus ganas de creer que este país tiene una salida. Sobre todo porque faltan más de 2 años para el final del sexenio, no hemos contenido la violencia criminal, enfrentamos una inflación galopante y todas las formas de pobreza, laboral y alimentaria, amenazan a esta y futuras generaciones.

Mientras tanto, Alejandro Moreno, presidente del PRI, aficionado a los tratamientos de belleza, el desvío de recursos y la patanería, se resiste a dejar la dirigencia porque quiere ser presidente.

Mientras tanto, las 3 "corcholatas" de López Obrador, en pleno ejercicio del poder para resolver una crisis migratoria (Ebrard), sacar adelante una ciudad (Sheinbaum) y reconstruir el minado Estado de Derecho en el país (Adán Augusto), airean sus sueños presidenciales en un mitin.

Lamento decirles que el destape anticipado por la sucesión presidencial revela una concepción de la política y los partidos sólo como una vía para llegar al poder, no para transformar la vida de los ciudadanos.

Seguirles el juego solo nos hace cómplices o, peor, sirvientes de esa visión utilitaria de la política.

Jonathan Lomelí
(Publicado en la pág.3-A del periódico El Informador del 15 de junio de 2022).


Ciertos políticos se enfocan de forma selectiva en ciertos aspectos de la realidad: saltan a conclusiones pese a la ausencia de evidencias; hallan patrones en hechos no relacionados pero que confirman sus creencias; sobreestiman sus habilidades, son incapaces de cambiar de opinión e ignoran lo que está frente a sus ojos. Todos estos comportamientos son sesgos cognitivos en el sentido clásico.

Todos los tenemos, por supuesto, pero la diferencia entre nosotros y la clase gobernante es que en el caso de estos últimos, sus decisiones impactan la vida de millones de personas.

Una forma de combatir estas "trampas" de nuestra mente consiste en tomar decisiones colegiadas en donde más individuos adviertan los riesgos de una visión parcial de la realidad.

Por eso este problema se agrava, sobre todo, entre hombres poderosos, autocráticos e impermeables a la interlocución o rodeados de aduladores que sólo les regresan, como un eco o como un espejo, su propio reflejo de prejuicios, sesgos y patrones de pensamiento erróneos, pese a la abrumadora evidencia externa de que hay un chango en la sala.

Jonathan Lomelí
(Publicado en la pág.4-A del periódico El Informador del 5 de julio de 2022).


Lo que a continuación leerán incurre en la culpa de la generalización que se desentiende de los matices. Por el abuso que entraña, tómese como mero ejercicio mental, similar, pero en sentido contrario, al que practican, y tiene consecuencias concretas, quienes se ofrecen para gobernar y para el servicio público: contentarse con generalizaciones políticas, morales, económicas, convenientes nomás para quien generaliza. Asidos a E.M. Cioran: "¿cómo hemos llegado a este punto (...) a las puertas de una realidad que sólo el sarcasmo hace tolerable?"; señoras, señores gobernantes, funcionarios, servidores públicos, acepten unas cuantas preguntas que, para su alivio, no necesitan respuesta:

Si los medios de comunicación desaparecieran súbitamente, como deseo de los que solían conceder los genios legendarios ¿harían un mejor trabajo, serían mejores personas, profesionales eficientes y eficaces?

Si dejaran de colocar en estancos ideológicos, jurídicos y morales (según su propia noción de la ley y de la moral) a quienes no concuerdan con ustedes, digamos, si se abstuvieran de etiquetar con facilismos del tipo: nuestros adversarios; los conservadores; los traidores a la patria; aquellos que quieren que le vaya mal, o de plano no quieren a su estado; los de antes que en cuanto dejaron el poder -y un cochinero- se les notó la tara mayúscula que padecían: no ser como ustedes (aunque fueran del mismo partido).

Si se les permitiera hacer exactamente lo que quieren y del modo que se les pegue la gana (que de por sí), sin tener que sortear escollos puestos nomás para molestarlos, como la transparencia, la obligación de rendir cuentas, el respeto a los derechos humanos, además sin los timoratos contrapesos estipulados por la Constitución: el congreso, el poder judicial y el ejecutivo (según corresponda), en breve: sin tener que dar explicaciones ¿sus gestiones serían recordadas por los buenos efectos que la gente obtuvo de ellas?

Y ya mencionada la gente, si ésta dejara de exigir que "papá gobierno" haga lo que es su obligación, resolver las broncas de salud (que haya medicinas en los servicios de seguridad social), asegurarse de que la educación pública sea de buena calidad, hacer que las personas se sientan seguras hasta en los cajeros automáticos. En fin, si la población se conformara con lo que el gobierno ofrece, tal como lo ofrece, al evaluar el resultado de su trabajo ¿se afirmaría que hubo progreso social, desarrollo económico, igualdad y justicia?

Si la gente renegara de la realidad en la que ciertamente vive, por aquella que ustedes pergeñan en moldes discursivos y con adornos de su estadística particular... más sencillamente: imaginen que buena parte de la población, en un arranque de generosidad hacia sus autoridades, e impelida por el súbito desprendimiento de atavismos (como las ganas de no pasar hambre o de acumular días y noches sin la zozobra de la inseguridad) exclamara: el presidente (el gobernador o el alcalde) tiene razón, estamos muy bien, como nunca se había visto ¿en verdad cambiaría la vida objetiva de las personas, en automático se tornarían felices y sus tribulaciones, las que sean, serían sustancialmente menores?

Y si a las condicionales anteriores añadiéramos la oferta de dejarlos solos, solas, solísimos; quitarles de encima la monserga de simular que piensan en las niñas, los niños, los adolescentes, las mujeres y hombres, en sus necesidades y anhelos. El país, los estados, los municipios, nomás con ustedes, sus allegados y con el erario rebosante por quién sabe cuáles pases mágicos (así son las historias que hay que contar para digerir las complejidades de la convivencia y las que ustedes de por sí crean). Pero si además de su entorno, el diseñado y creado por ustedes, desaparecieran los sujetos -los hay- que sostienen que viene bien decirles la verdad, y se las dicen, los que intentan hacerlos mirar hacia paisaje en los que ustedes habitualmente no reparan, y permanecieran únicamente aquellas, aquellos que conforman la corte de los abyectos, esa que tiene la más alta influencia en sus modos y en las decisiones que afectan a todos. ¿Se volverían gobernantes estupendos, autoridades íntegras?

El secretario de Gobernación, Adán Augusto López, expuso hace unos días, en una frase, la esencia del arte de gobernar que ha primado: él no confía en las madres que buscan hijas, hijos desparecidos, es decir: no tiene idea de lo que ha de hacer en el cargo que aceptó. Sin remilgos ante la posibilidad de que paguen justos por pecadores (al cabo, los primeros no son suficientes para redimir a los segundos) y porque quedó advertido al inicio: sin matices, contestar a la pregunta que cierra el párrafo previo es fácil: no, ni eso, ni el hecho imposible de regir para nadie los haría competentes. Se las ingeniarían para no llegar a serlo, para regarla; es una pulsión que se adquiere en cuanto cualquiera desea un puesto de elección popular y que es susceptible de ser transmitida a los secuaces en el dizque servicio público. Entre ustedes mismos se harían trampa, expugnarían a sus colegas lo expugnable, falsearían, nomás porque sí, para ninguno, los datos, y de todos modos fallarían. Ese país imaginario, sin gente, sin instituciones, sin sociedad, sin más que ustedes y su legalidad, sería lo que ya va siendo merced a la intervención de la no imaginaria clase política mexicana: ingobernable.

Augusto Chacón
(Publicado en la pág.8-A del periódico El Informador del 7 de agosto de 2022).


Uno de los síntomas más comunes de la enfermedad de poder es la sordera. Los políticos dejan de escuchar lo que no les gusta. Se convierten en sordos selectivos. Sus oídos sólo captan los tonos de halago, distinguen de inmediato el timbre zalamero de quien los reconoce. Por el contrario, su sistema auditivo bloquea todo aquello que sea en tono crítico o en ritmo de contrapunto.

En la obsesión por hacer y trascender, no cabe la duda. Encarrerado el sexenio lo que importa no es el rumbo sino la velocidad. El que cuestione se baja; la lealtad es el valor máximo. Los que protestan son opositores, no tienen legitimidad, porque sólo quieren afectar al supremo gobernante.

Da igual si hablamos del presidente López Obrador o del gobernador Enrique Alfaro. Con estilos y en situación política muy diferente, ambos coinciden en la intolerancia a la crítica y la incapacidad de escuchar. Cuando Tatiana Clouthier dice en su carta de renuncia que su posibilidad de aportar en el gobierno había terminado, no significa otra cosa más que el presidente la dejó de escuchar. Cuando el gobernador Alfaro se esconde de la prensa una semana para no tener que enfrentar las preguntas de los reporteros sobre lo publicado en Proceso es porque no quería oír hablar del tema, sólo quiere que le aplaudan que hay una nueva ruta de transporte. Si una madre buscadora hace huelga de hambre afuera de Casa Jalisco es porque no ha encontrado quién la escuche en el gobierno. Si los palacios, sea el Nacional o el de Gobierno de Jalisco, se rodean con murallas de metal cada que hay una manifestación es porque adentro nadie quiere escuchar.

Los políticos en el poder oyen, pero no escuchan. Se ufanan de ser muy demócratas porque dicen respetar la posibilidad de que el otro grite, se desgañite y diga lo que tenga que decir. Los opositores tienen derecho al pataleo, pero nunca tendrán el privilegio de ser escuchados. Para el poderoso darle la razón a otro es una muestra de debilidad. Pueden incluso decir "cambié de opinión", como lo hizo el presidente y aun en esos casos es un acto de soberbia, no de humildad: Yo, el que decide, cambié de opinión y nadie tiene derecho, ni siquiera los que votaron por él, a saber por qué el presidente que siempre dijo en campaña que había que regresar al Ejército a los cuarteles, hoy lo quiere en las calles. De la misma manera, nadie tiene derecho a preguntar al gobernador por qué el mismo que se quejaba de los políticos que no daban la cara hoy se esconde.

Escuchar implica estar dispuesto a reconocer errores. Quizá por eso la política es sorda.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.2 del periódico El Informador del 17 de octubre de 2022).


Una de las paradojas del poder es que requiere ser demostrado. No basta tenerlo, hay que exhibirlo. Para que el poder se actualice hay que llevarlo a escena; hacerlo visible y sensible. La necesidad de manifestar el poder es uno de los signos de la inmadurez de las democracias. Podemos decir que cuando más evolucionada y asentada está una democracia menores son las necesidades de estas manifestaciones externas del poder. La residencia oficial del primer ministro de Inglaterra, 10 Downing Street, no se compara con la residencia de un gobernador en México, no digamos con Palacio Nacional, pero es cierto que la mayoría de los presidentes del mundo vive o trabaja en un palacio que representa la sede del poder. De la forma de transportarse no hablemos: Macron, el presidente de Francia, escogió un DS 7, un pequeño vehículo utilitario; la canciller alemana, Angela Merkel, se movía en un Audi de 4 cilindros; José Mujica andaba en un vocho viejo; los presidentes de Estados Unidos usan por obligación la llamada "Bestia", un potente auto blindado que va a donde ellos vayan. López Obrador llegó a palacio en un Jetta y ahora lo cada vez más seguido lo vemos en las típicas Suburban preferidas de los políticos mexicanos.

Cuando se trata de poder todo significa y nada pasa desapercibido. No nos debe extrañar que a políticos e hijos de políticos mexicanos les guste sacar el cobre luciendo el oro. Hoy el oro se manifiesta fundamentalmente en 2 cosas: los relojes y los tenis. Por absurdo que parezca y a sabiendas de que siempre habrá alguien que esté a la caza de esos detalles, los políticos siguen saliendo a la calle con relojes cuyo valor equivale a un año de su sueldo, o los hijos del presidente se dejan ver con zapatos tenis que cuestan más de 100,000 pesos.

Todos tienen derecho a gastar su dinero como quieran. Pero si Marcelo Ebrard, Félix Salgado Macedonio o el propio presidente López Obrador, por citar a algunos de los vigentes, usan relojes de lujo, no se pueden quejar de que los observen. Si los hijos del presidente se ponen tenis absurdamente caros, será noticia y no pueden decirse invadidos en su intimidad, pues lo hacen en público y termina siendo un acto público.

De lo que podemos estar seguros es que en ningún caso hay ingenuidad. Son todas manifestaciones de poder perfectamente conscientes. Para la mayoría de nosotros un reloj o unos tenis no significan absolutamente nada, no tenemos acceso ni interés en el mercado de lujo. Si los políticos usan esos relojes costosos es para que otros como ellos lo vean y lo interpreten. Si los hijos del presidente andan por la vida caminando con esos tenis es para que otros como ellos los reconozcan como parte de ellos. Son signos que sólo un poderoso o un aspirante a poderoso puede interpretar, y de eso se trata.

Diego Petersen Farah
(Publicado en la pág.2 del periódico El Informador del 28 de octubre de 2022).


En México el poder corruptor tiene algo de peculiar, que probablemente se explique en nuestra personalidad carencial, en ese estado paranoide cuya fuente es el inconsciente colectivo mexicano, y que nos lleva a temer recaer en la nulidad y la miseria, y en contraparte, a ambicionar sin límites el poder y el dinero.

Que pocos hombres y mujeres del ambiente intelectual o empresarial se han resistido con éxito cuando son tentados por el poder político, y no hablo de personajes venidos de condiciones de pobreza y exclusión, todo lo contrario, hablo de personas que han tenido todo en materia de educación y recursos económicos, que desarrollaron brillantemente sus cualidades, y que de pronto, ponen sus notables capacidades, al servicio del poder corruptor, sin interesarles que todo mundo se dé cuenta, porque lo que de verdad les importa, el poder se los está garantizando.

El poder se corrompe cuando el que lo ostenta se convierte en mercenario, y piensa que lo puede usar para comprar inteligencias y voluntades lo mismo en el ámbito de lo público que de lo privado. Y se dedica a este mercadeo porque quiere poder para siempre, e impunidad para siempre, en el presente compra chalanes y para el futuro, guardaespaldas.

Los chalanes son de variada especie, no es lo mismo un adulador merolico que un justificador sagaz e inteligente. Los guardaespaldas no son sólo "guaruras", sino clientes beneficiados en su momento que deberán luego seguir pagando el favor a perpetuidad.

Esa es la mecánica enfermiza de nuestro sistema político mexicano, muy acorde con una sociedad carencial, siempre con la mano extendida.

Armando González Escoto
(Publicado en la pág.2 del periódico El Informador del 22 de enero de 2023).


Es frecuente escuchar entre jóvenes y adultos su desinterés en la participación política. No les falta razón. La práctica política y el ejercicio del poder han caído en un juego que privilegia a unos cuantos. Sin embargo, la única vía para transformar a la sociedad, hacerla mejor, más justa e incluyente, es asumiendo en su cabalidad el rol de ciudadanos.

Para tomar las mejores decisiones, es imprescindible informarse, reflexionar y actuar de acuerdo con los valores en los que creemos. Asumamos, por derecho, el papel de ciudadanos útiles, responsables y comprometidos con el futuro de México.

Eugenio Ruiz Orozco
(Publicado en la pág.3 del periódico El Informador del 23 de enero de 2023).


Para un manual empírico de tiranos en cierne

Del poder. El poder público se conquista primero en las urnas, pero luego se afirma por los medios que el poderoso tenga a la mano: uso personalista del erario, manipular y dejarse manipular por las fuerzas armadas, compartir empáticamente con criminales el control de algunas regiones, mentir sin empacho y confeccionar el marco jurídico e institucional para que el erario, las fuerzas armadas, el control del territorio, el Estado de Derecho y las mentiras se mantengan como posibilidad constante de afirmar el poder individual, por remoto en el tiempo que haya quedado el triunfo en las urnas. El poderoso que no busca conservar el poder para sí mismo está condenado a ser defenestrado. La democracia y sus colaterales, transparencia, rendición de cuentas, derechos humanos y el equilibrio entre poderes son bisutería para adornar discursos; la palabra del realmente poderoso alcanza y sobra para suplirlos.

De la moral. Los enemigos de mis enemigos son mis amigos, y sus variaciones: las narraciones de mis amigos y las de los enemigos de mis enemigos son ciertas. Quien es mi enemigo no puede tener razón ni decir verdad. Mis enemigos, por el hecho de serlo, son despreciables y lo malo que de ellos se diga o pueda decirse es correcto y justo. Lo que hagan o hayan hecho mis enemigos es, nomás por eso, meritorio de ser derruido. Los amigos son quienes no nos contradicen, y más amigos aún si aplauden lo que hacemos, lo que no hacemos, lo que expresamos y lo que callamos. Los amigos que buscan debatir con nosotros son enemigos en potencia. La culpa es una debilidad que el poderoso debe rehuir.

De la nación y la patria. La nación-patria es extensión, física e imaginaria, actual e histórica, que el poderoso en turno delimita. De pronto puede corresponder con aquella que se ilustra en los atlas, pero puede expandirse tanto como al poderoso convenga, tan lejos como el sitio más remoto del que un expatriado envíe remesas; aunque asimismo puede contraerse para que el poderoso la afiance simbólicamente y, por ejemplo, dejarla entera contenida en Palacio Nacional, sin menoscabo del autócrata y su poder que, como Hamlet encerrado en su cáscara de nuez, no dejará de sentirse rey de un espacio infinito. La nación es también una historia que el poderoso se cuenta a sí mismo y que a su vez nos cuenta; nunca es la misma y no importa, lo relevante es que a través de lo que narra lo resignifiquemos a él y a nosotros mismos; porque cuando dice Juárez, Madero, Cárdenas, Hidalgo, Flores Magón o Leona Vicario en realidad dice: yo mero, para instalarse atemporalmente singular.

Naturalmente, la nación-patria es además un futuro que el poderoso invoca y que no se siente impelido a definir más allá del gesto de su brazo que apunta a un falso arriba y adelante que viene del pasado y del brillo de sus ojos que muestra que con que él tenga claro el destino que nos aguarda, estaremos bien servidos. La nación del presente es un escollo interminable, consecuencia del obrar de los que antes fueron poderosos, de lo que solo se quejan aquellos que abjuran del porvenir al que el caudillo nos guía y que, según él, justifica la destrucción vigente en la que está empeñado.

De la política. Para el déspota, la política es conjuntar todos los medios, como dicta Leo Strauss al describir la maquiavélica, "justos o injustos, el acero o el veneno, para alcanzar sus fines -siendo su fin el engrandecimiento de la propia patria-, pero también poniendo la patria al servicio del engrandecimiento del político o el estadista, o del propio partido". La política que no es ejercida por el poderoso, sus amigos y por sus incondicionales abyectos, es politiquería, y ésta la reconoce el poderoso mediante una fórmula simple: el servidor público que a su juicio devengue un sueldo alto no puede hacer sino politiquería. Para él, la política es ciencia si, solo si, su análisis se centra en sus nociones personales de la historia, en sus interpretaciones del devenir nacional y en la evaluación que hace de los hechos y los actores actuales; si el estudio de la política no lo coloca a él en el foco de la indagación intelectual, es por ponerse al servicio de los politiqueros, también conocidos como "conservadores" que, es sabido, no quieren la transformación.

Del pueblo. El pueblo es la representación estadística de la popularidad del poderoso. Como grupo social repartido entre estatus socioeconómico, está mayormente en la clase media, aunque en general está fijo en el estrato bajo y tiende a empobrecerse por la acción y la inacción del jerarca; cosa que no es enteramente mala, ya que pobre, en la mente del mandamás, es sinónimo de bueno, y también es, para su concepto de economía política, el acceso a la igualdad soñada por él: todos pobres, ergo todos buenos, ergo todos iguales, ergo no habrá quien le dispute el poder, pues la pobreza entraña esfuerzos cotidianos que no dejan sitio para la crítica, es decir, para la politiquería. El pueblo, como la patria, son constructos maleables para el poderoso: existen mientras él los incluya, según sus ideas, en sus alocuciones. Por cierto, para el autócrata en pleno desarrollo algo es útil -el pueblo, la nación, las leyes, la política, la democracia, la justicia, la libertad- si se alinea a sus intereses.

Augusto Chacón
(Publicado en la pág.3 del periódico El Informador del 30 de abril de 2023).


Henry Kissinger, exsecretario de Estado y asesor de seguridad norteamericano, a quien la historia del país del norte considera un 'coloso' de la geopolítica y que este sábado cumple 100 años edad, en los últimos días ha sido asediado por decenas de medios internacionales con motivo de las tensiones entre las grande potencias que viven en diferentes regiones del mundo y que provocan preocupación por los riesgos que implican. Kissinger, además de reconocida visión y experiencia sobre el 'estado de salud' de las relaciones internacionales, en su último libro -publicado el año pasado- que lleva como título "Liderazgo: Seis estudios sobre estrategia mundial", donde analiza la huella que dejaron reconocidos líderes -en su momento- como fueron Nixon, De Gaulle, Adenauer, Thatcher, Anuar el Sadat y Lee Kuan Yew, externa conceptos que se pueden aplicar en la actualidad y en el escenario político de México.

Por ejemplo, establece que es muy sano que exista el debate político, "que se construye sobre premisas diferentes", pero siempre debe ser en base de "intereses nacionales, pero eso en muchas partes se ha acabado". Y señala que los riesgos, cuando el debate no está en esos intereses, "cuando hay divisiones insalvables, es una de dos cosas: O la sociedad se derrumba y no es capaz de llevar a cabo sus misiones bajo ninguno de los liderazgos, o los trasciende".

Y establece el exsecretario de Estado estadounidense que cuando las cosas no caminan bien, "en la vida de un líder debe haber algún momento de reflexión. Dominarse a uno mismo debería de convertirse en una especie de hábito", poniendo como ejemplo lo que dijo Charles de Gaulle en 1932 -antes de asumir la presidencia de Francia-, "la autodisciplina incesante es el precio de un liderazgo".

Reflexión y autodisciplina que no aplica López Obrador, donde por el contrario hay irreflexión e imprudencia y autocomplacencia e indulgencia respectivamente.

Kissinger dice que cuando hay divisiones insalvables la sociedad pudiera derrumbarse.

Daniel Rodríguez
(Publicado en el periódico El Informador en línea del 23 de mayo de 2023).


Es posible esbozar algunas señas particulares de los inquilinos del insinuado bestiario. Si por necesidades del cargo que alcanzaron o que pretenden alcanzar, los animales políticos sienten que es necesario torcer los datos y las evidencias, lo hacen; lo que un día les pareció bueno, al siguiente puede, sin desdoro de su biografía, merecerles asco e indignación; la violencia que mediante sus decires y sus haceres llegan a practicar, no es más que una de las formas de la política, de la suya para lo suyo, pero si alguno de sus rivales la ejerce, idéntica, es por pura inmoralidad, que se basa en otro de los rasgos que los distinguen: la impunidad a toda costa, sustrato vital del tal zoológico que no es. Los animales políticos no necesariamente deben ser eficaces una vez que detentan el mando en cierta instancia de gobierno; para justificar su ineficacia y también los rasgos previos, es bien visto emplear una muletilla al comenzar a narrar sus andanzas dañinas: será lo que digan, pero es un animal político, lo que los coloca, aparentemente, en un limbo, sin bien ni mal y sin castigo.

Augusto Chacón
(Publicado en la pág.3 del periódico El Informador del 16 de julio de 2023).


Es emocionante cómo los políticos profesionales se apasionan por su profesión, oficio o entretenimiento, no queda claro el sentido que dan al hecho de detentar un cargo de elección popular, pero no importa lo que para ellas y para ellos represente su entrega a los quehaceres con los que se ganan la vida, lo cierto es que les apasiona. No obstante, y sin ánimo de incordiarlos, y tampoco con ganas de que renuncien a su frenesí mediático-cómico-onírico, es pertinente recordarles que hay municipios, estados y un país entero que requieren ser gobernados, y no aludimos únicamente a la geografía objetiva, existen también demarcaciones subjetivas, políticas, urgidas de que los timoneles no se distraigan, el Congreso de la Unión y los congresos de cada estado.

Pero bueno, por las alturas o bajuras -según se vea- a las que los ha empujado su apasionamiento, es apropiado volver a ponernos de acuerdo sobre lo que está implicado en el verbo gobernar: dar rumbo, preferentemente positivo, a algunas materias que son comunes a las mujeres y hombres integrantes de la sociedad a la que tan ampulosamente dicen servir: seguridad y servicios públicos; restauración, conservación y protección del medio ambiente; garantizar que la gente disfrute de la libertad que la Constitución describe y que pueda acceder a los derechos que nos hacen, los políticos lo afirman a cada rato, un país moderno; respetar y hacer respetar las leyes, eso que con grandilocuencia brota en sus discursos: el Estado de Derecho; velar porque se cumpla la igualdad sin distingos y porque la riqueza que producimos pueda ser equitativamente disfrutada. Por mencionar algunos de los asuntos que esperan eso, gobierno.

Por lo anterior y porque parecen distraídos, es importante apelar a su memoria, no por criticarlos o con el afán de evaluar con mala leche sus impulsos por entregarse a la política que les acomoda mejor, no se vayan a sentir agredidos, entendemos que cuando la euforia pasional es el combustible de su trabajo, la piel, la suya, tiende a sensibilizarse, nomás recurrimos a hacerles voltear hacia su pasado reciente porque nos hacemos cargo de que el delirio que los desborda bien puede haberlos llevado a perder de vista algunos detalles de los compromisos previamente adquiridos, con la nación o con partes de ella. De este modo, miembros de la clase política que están en la nómina que se paga con el erario:

No olviden que en la campaña previa a la votación para acceder al puesto que hoy ocupan, afirmaron que despachar como alcaldes, diputados, senadores, gobernadores o presidente era imprescindible para la buena marcha del territorio político que se propusieron encabezar. Aseguraron que llegarían a enmendar los yerros de sus antecesores y pondrían a sus electores en condiciones edénicas. No es que les creyeran absolutamente, pero eso ofrecieron, sin empacho.

Por lo que acaba siendo casi una fatalidad que tengamos que recordarles que su actuar electoral presente, evidente o soterrado, consume la mayor parte de su tiempo, marginan las obligaciones que voluntariamente adquirieron y deja nítidamente asentado algo que las ciudadanas y ciudadanos no vieron cuando les pidieron su voto, pero que a cada proceso electoral se manifiesta con más nitidez: que ni falta hacen, ustedes, en el cargo que con denuedo y dinero buscaron. Y se nota porque han delegado su responsabilidad o simplemente la botaron porque el sitio en el que su actuar sí es imprescindible siempre está más allá, en otro cargo y para otra gente.

Nomás para no ser omisos, y porque tal vez les resulte útil, ofrecemos la siguiente reflexión: cuando pedían que las personas votaran por ustedes se referían a ellas de manera elogiosa, que si su inteligencia, que si lo que el municipio, el estado, el país deben a la capacidad de trabajo y sacrificio que a lo largo de la historia de México han demostrado, etc. Más todavía, según ustedes insinuaron o de plano expresaron en muchas ocasiones, una vez que en las urnas hubo más votos a su favor, la gente que los favoreció lo hizo merced a que gozaba de un alto nivel de discernimiento, el que la llevó a reconocer qué lo mejor para ella eran cada una y cada uno de ustedes. Así, ¿por qué ahora parecen suponer que, pasada la fiebre electoral, esas mismas personas perdieron sus dotes de entendimiento? Como si ahora, súbitamente, hubieran adquirido la incapacidad de notar que ustedes están embarcados en campañas electorales ilegales y sin dar pruebas de que su paso por el puesto que tienen o tenían haya producido los beneficios que anunciaron hace no tanto.

Por supuesto, nadie, esperamos que nadie crea que al señalar semejantes obviedades dirigiéndose directamente a las y los interpelados vaya a modificar sus actitudes y sus convicciones, pero es una catarsis. Aunque la posibilidad de que esas obviedades tengan eco en la otra ladera es más alta, entre los ciudadanos que al cabo son quienes sustentan, con dinero y atención, el circo de la política electoral (que a lo mejor es la única política que cuenta para la mayoría de los profesionales de ella, por lo pronto para el presidente, sin duda), por lo que para las comunidades forman y que padecen la falta de gobiernos constantes y eficaces, lo único que es necesario recordar es que aquellos que se ofrecen en las vitrinas partidistas son como son y serán como han sido: las elecciones no son una incubadora de redención. Seguir el tranco de su pasión estrictamente personalista por alzarse con el poder, sin contraponer una crítica tenaz al estado de cosas -día a día, no sólo en la urnas- del que en buena medida ellos son responsables, acarreará el resultado cíclico: que sea irrelevante quien gane.

Augusto Chacón
(Publicado en la pág.2 del periódico El Informador del 30 de julio de 2023).


La política se hace con los sesos, y también con las emociones. En un extremo están los tecnócratas, sesudos que creen que los problemas se pueden resolver exclusivamente a través de la técnica. En el otro extremo están los populistas, emocionales incapaces de controlar sus continuas explosiones sentimentales. Es un debate que viene desde la antigüedad, y que vemos nítidamente hoy en nuestra política nacional, y las elecciones que se aproximan.

En la antigua Grecia, Platón defendió el gobierno aristocrático (de los mejores) ante el continuo caos que vio en la democracia ateniense, la cual había descendido en demagogia. En el ideal platónico, la racionalidad sería la única base para tomar decisiones de gobierno. 2000 años después un debate similar se gestaría durante la Ilustración y en medio de la Revolución Francesa. Por un lado, intelectuales como Thomas Paine abogaban por la razón como el único medio para tomar decisiones y acceder a la verdad. Sin embargo, el padre del conservadurismo moderno, Edmund Burke, sabía de los horrores que producen los excesos de todo tipo, haciendo hincapié en la complejidad humana, las tradiciones comunitarias y los valores morales.

Esa tensión sucede precisamente hoy en México. Después del desencanto con la democracia, la presidencia de Enrique Peña Nieto provocó la gota final que ocasionaría la llegada al poder del populismo lopezobradorista.

El presidente López Obrador ganó por las legítimas emociones que causó y, una vez en el poder, las emociones siguieron gobernando. La política pública, esa parte técnica tan necesaria para gobernar, tomó el asiento trasero, con resultados desastrosos.

Fernando Nuñez de la Garza
(Publicado en el periódico El Informador en línea del 29 de agosto de 2023).


Hace poco le pregunté a un decano de la política en Jalisco, un hombre con más de medio siglo de experiencia, cuál era la diferencia entre los políticos de ahora y los de antes. Su respuesta fue tajante:

-Antes se respetaban los acuerdos.

Primero pensé que era una forma de disfrazar las imposiciones en la época del partidazo, pero después reflexioné. Hay algo de razón en esa visión tradicional: la virtud se esconde aún en el pasado más indecoroso. En gran medida, la crisis actual de la política pasa por su incapacidad para construir acuerdos, pero sobre todo para respetarlos cuando los alcanza.

Jonathan Lomelí
(publicado en la pág.2 del periódico El Informador del 1o.de septiembre de 2023).


Si la política fuese un asunto serio, nadie podría llegar si en su anterior cargo fracasó en los asuntos cruciales de la administración, por ejemplo: la seguridad. Tampoco nadie podría salir sin asumir las consecuencias de su ineptitud, mínimo tendría que devolver lo ganado por no haber sido desquitado.

Armando González Escoto
(publicado en la pág.2 del periódico El Informador del 10 de septiembre de 2023).


El poder para sus usuarios y para quienes lo procuran, es adictivo, y como el capital: busca primordialmente acumularse. Su fuerza de atracción es imponente, por lo que alrededor de él se congregan poderes menores que al servirse del poder centralizado lo apuntalan, y otros que sin poder alguno pretenden ser parte de él pagando su cuota de servidumbre.

Lo que la gente no sabe o no quiere saber es que entre más atención pone al poder y a quien lo detenta -al gobierno con sus aliados- más poderosos los hace y así, no rigen por cuánto favorezcan sus vidas, sino por el constante pensar de la gente en que el poder es ajeno a ella, así perciba los daños que le inflige, y que existe a pesar de ella.

Una de las consecuencias de este modelo gobierno-céntrico es que, a cambio del poder recibido, el gobierno es recipiente de todas las peticiones y de todas las quejas. A un tiempo gran dador, de todo, y gran culpable, de lo que sea. Con lo primero, dar, siempre queda mal, pero cada día le importa menos, tiene justificantes para su quedarse corto con las expectativas que en buena medida fomenta. Y en cuanto a que se le señale culpable de cualquier cosa que ataña a la vida de la sociedad -y de repente incluso de lo que ocurre en lo privado- es la cuota que paga, con un talante cínico que es parte del bagaje de quien gobierne o esté en el gobierno; además, las quejas son elementos que el poder en la vertiente de la oposición emplea en sus argumentos para el recambio de gobernantes.

Para todo lo que como sociedad necesitamos hacer ¿lo relevante es quien triunfe en las elecciones? La historia y su autora, la realidad cotidiana, sugiere una respuesta: no.

Augusto Chacón
(publicado en la pág.2 del periódico El Informador del 8 de octubre de 2023).


Todo en la vida gravita en torno de esta palabra mágica. El poder atrae tanto a los seres humanos que, aunque parezca una exageración, la historia de la humanidad es la narración de las luchas por alcanzar el nivel de influencia que permita condicionar o determinar la vida de los demás. ¿Será que el poder, esa capacidad de imponerse a los "otros", eleva los niveles de autoestima o autosatisfacción en un grado comparable con el producido por las drogas? Hay quienes afirman que el poder, como los enervantes, generan adicción. Nunca los he consumido, pero he platicado con adictos y me expresan que los "viajes" les hacen vivir sus fantasías: "te hacen sentir poderoso", y el poder es eso, un viaje perentorio.

El poder seduce, convoca, genera admiración y respeto, disuade, facilita la adquisición de bienes, riquezas y relaciones. ¡Ah! y su abuso puede propiciar temor, miedo, corrupción y, aunque resulte paradójico, también amor. La lucha por el poder, así como su ejercicio, han engendrado grandes pasiones y hechos heroicos; historias de amor y de terror. El poder es concéntrico. Tan solo una ojeada a los más importantes escritores del pasado y del presente nos podrá revelar un hecho cierto: el poder hace diferentes a las personas, las transforma. Podría decirse, sin temor a equivocarse: ¿quieres conocer a alguien? Dale poder. El poder reproduce al poder. El poder es fin y es medio.

Existen distintas expresiones del poder, como el económico, militar, cultural y religioso, entre otros, pero hay uno que está por encima de todos y es el poder político, porque entraña la fuerza del Estado y el control de sus instituciones. En la antigüedad, el poder se heredaba de padres a hijos, al rey lo sucedía el príncipe heredero, lo que no evitaba que en las luchas sucesorias hubiese baños de sangre y masacres intrafamiliares. A partir de la Revolución Francesa y hasta nuestros días, el poder se hizo asequible para quienes tenían fortuna, pero no linaje; la burguesía primero y el ciudadano de a pie, después. La democracia ha sido la vía para alcanzarlo y la ambición, el motor que impulsa a quienes aspiran a gobernar, desde los mesiánicos que se sueñan dioses, hasta los que se asumen reyes del barrio. Sin embargo, lo que realmente hace diferentes a los poderosos es el uso que dan a este maravilloso instrumento. No es lo mismo Angela Merkel que Nicolás Maduro.

En lo personal, tengo una profunda admiración por quienes ejercen o han ejercido, dentro de los límites que imponen la ética y valores como el patriotismo y la honestidad, el enorme privilegio que es servir a la sociedad. Es obvio que, en los países subdesarrollados como el nuestro, hay una mayor propensión al abuso de esta herramienta fundamental para una vida individual y colectiva más armoniosa. Es un tema cultural.

Eugenio Ruiz Orozco
(publicado en la pág.4 del periódico El Informador del 20 de noviembre de 2023).


Hay 2 tipos de políticos: los que viven en una burbuja, que son todos, y los que logran salirse de esa burbuja de vez en cuando.

Para un gobernador, el último año de su mandato es el más difícil. Su figura sufre un proceso gradual de destronamiento. En este punto descubre las verdaderas (y falsas) lealtades, y el balance casi siempre es deficitario. Todo huele a elecciones. Sus colaboradores más cercanos abandonan sus puestos para subirse al siguiente barco electoral.

Tratemos de entender qué le ocurre a un gobernador después de vivir 5 años en Casa Jalisco. En estos días conversé con un par de testigos en primera fila de ese proceso en el sexenio pasado y en el presente. Los mandatarios, reflexionó una de mis fuentes, sufren una despersonalización.

Imaginen que durante 1,825 días has sido de todo y sin medida. Un día te pones una bata de doctor y resuelves una pandemia. Al siguiente te colocas el casco de ingeniero y trazas un tren de ensueño. Levantas un plumón y salvas a nuestros niños y niñas del desastre educativo. Eres financiero, experto climático, especialista en movilidad, banquero, ingeniero hidráulico, administrador y hasta rescatista de perros en Periférico. Cada mañana eres policía, fiscal, soldado y comandante para enfrentar la delincuencia. Pero no sólo eso. También eres promotor cultural, deportivo y chivahermano.

En 5 años nunca escuchaste la palabra "No". "Sí, gobernador". "Lo que usted diga, señor gobernador". ¿Cómo creen que esto impacta en el ego de un hombre proclive por naturaleza al poder y a los honores?

No sólo eso. Crees que decides todo para 8 millones de personas, pero no decides nada para ti. Un grupo pequeño de colaboradores, a lo sumo 3 o 4, controlan tu agenda y tus días. Cada evento, reunión y discurso están cuidadosamente seleccionados por esos subalternos. Ellos se encargan de crear la sensación de seguridad en tu burbuja. Cada uno es un gran paredón que te regresa el eco de tu propia voz. ¿Cuándo fue la última vez que alguien te contradijo?

Esos 3 o 4 colaboradores son los mismos que en un video para celebrar tu 5o. año de gobierno, te hacen repetir esta frase delirante ante millones: "Jalisco está en su mejor momento, en el nivel más bajo de inseguridad de los últimos 10 años".

Por si fuera poco vives en "la casa de los jaliscienses". No conoces descanso. Tu cama es una extensión de tu oficina y viceversa. Te llaman a todas horas. Recibes visitas en todo momento. Nunca tienes paz y cuando la consigues, siempre hay algo que rompe el hilo de tu tranquilidad. Esto te sumerge en una especie de ensueño agotador y adictivo. Eres el hombre más poderoso del estado, pero ya no sabes quién eres.

Esta despersonalización no es exclusiva de Enrique Alfaro. Le pasó a Aristóteles Sandoval, Emilio González Márquez, Francisco Ramírez Acuña... ¿Alguno lograba salir de la burbuja?

El poder se comporta, escribió Hobbes, como el desplazamiento de un gran objeto sólido que conforme adquiere mayor velocidad más difícil es detenerlo. Eso le ocurre a un mandatario el último año de su gobierno. Un día su poder se acaba de golpe, secamente. Cualquiera pensaría que es el inicio del camino a la locura.

Jonathan Lomelí
(publicado en la pág.2 del periódico El Informador del 7 de diciembre de 2023).


¿Los políticos se hacen adictos al poder?

Desde luego que no todos, pero los que padecen de una cierta codicia sí acaban siendo incapaces de soltarlo.

Unos políticos quieren el poder por el poder mismo, realmente no lo desean como un medio para realizar un fin social en particular, sino para poseerlo y hacerlo suyo. En realidad, no les importan los demás, su principal ambición es conseguirlo y muchas veces a como dé lugar, con tal de tenerlo. Su motivación principal puede ser el sentirse admirados o importantes, como si se tratara de destacar por encima de los familiares y amigos. Es una cuestión psicológica, de sentir un cierto complejo de inferioridad, y estar convencidos de que con el poder que van a tener lograrán compensarlo y sentirán un fresca superioridad, aunque falsa, pero se la llegan a creer.

Otra de las razones para ir afanosamente tras el poder es por los beneficios que se pueden obtener con él, como la fama, la riqueza o el poder de influencia y acercamiento a las relaciones con otras personas también poderosas.

Desde luego que hay quien puede combinar ambas y gustarle esa sensación personal de poder, y creerse importantes, porque les da mucha seguridad y además pueden obtener múltiples ventajas y beneficios, que les darán prestigio o hasta creer que dejarán huella en la historia.

Y claro, podemos hablar de una adicción al poder, pues les llega a gustar tanto y se sienten tan bien con él, que temen mucho dejarlo, sienten que van a perder algo muy importante de su seguridad y confianza de sí mismos. Hasta ven amenazada su autoestima, con tan sólo imaginar que se quedan sin él.

En general, los políticos adictos al poder suelen estar centrados en un fuerte ego, hasta rayando en un narcisismo con síntomas psicopatológicos, porque se les hace un vicio el sentirse admirados, al captar la atención del público, la prensa y las cámaras.

Se hacen tan egoístas, que nomás están viendo lo que aumenta o disminuye su imagen, y se les olvida que el poder es para servir al pueblo, no para estarse sirviendo de él, para su engrandecimiento personal. Por lo que es muy fácil que lleguen pronto a abusar del poder que tienen e incurrir en ciertas perversiones, como perseguir o hasta intimidar a los que hablen mal de él. O recurrir a la extorsión y el chantaje, con tal de conseguir lo que quieren para cumplir sus caprichos.

Ciertamente su adicción los lleva a excesos que los alejan de la ética y la integridad, y rebasan los límites que imponen las leyes y la justicia, porque su poder lo llegan a sentir que está por encima de todo. Están tan centrados en sus propios intereses, que viven del berrinche de que las cosas se van a hacer como quieren y cuando quieren, y no soportan los límites que les imponen las leyes o las autoridades.

Guillermo Dellamary
(publicado en la pág.3 del periódico El Informador del 2 de enero de 2024).


En una sociedad carencial como la nuestra, se comprende que un amplio sector de la población viva para y de las elecciones, esos procesos repetitivos y tóxicos, que debemos tolerar cada 3 y 6 años.

Se vive de las elecciones y para las elecciones desde el momento en que dichos manejos ofrecen periódicamente la oportunidad y el riesgo de obtener o de perder chambas en la burocracia, del nivel y alcance que sean. Quienes aspiran a lograr o a mantenerse pertenecen a 2 sectores desiguales, por un lado, el de los políticos de vocación, una especie rara y en vías de extinción, y por el otro, el de los oportunistas, una especie muy común y en amplias vías de expansión. A estos no les mueve ningún ideal, propósito trascendente, o meta alguna de contenido social, su impulso es por completo estomacal, independientemente de que su servicio pueda ser bueno o deficiente.

Este revoltijo de aspirantes se mezclan y confunden en esas oscuras y sucias revolvedoras que son los partidos, y estos a su vez, se mezclan y confrontan en la revolvedora mayor que es el sistema político mexicano. En estas máquinas enormes, los ingenieros son los líderes de partidos y sistemas, sobre ellos pesa la grave responsabilidad de seguir dando abundancia de cargos y puestos a sus agremiados, socios, colaboradores y patrocinadores visibles e invisibles, de ahí que en estos meses electorales la presión externa y la tensión interna se multipliquen hasta la embolia.

En este frenesí de conquistar, reconquistar o conservar el privilegio de seguir dando chambas, los líderes y sus candidatos tienden a tratar a la sociedad de una manera que es a todas luces indigna y despreciable, con palabras del extinto Clouthier, nos tratan como si fuéramos perros hambreados a los que se les muestra el hueso para que se paren de manos y meneen la cola.

Armando González Escoto
(publicado en la pág.2 del periódico El Informador del 11 de febrero de 2024).


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