Respeto


Todos lo quieren, pocos lo obtienen.

El respeto se gana, nunca es regalado. En estos días, con nuestra prisa por hacer todo para ayer, pocos tienen la voluntad, paciencia o perseverancia requeridas para ser verdaderamente respetados. Como beber un buen espresso, generar respeto requiere tiempo y la apreciación de los detalles finos necesarios para conseguir un resultado perfecto.

El respeto está también directamente relacionado con la reputación. Constrúyase una reputación como un "tipo derecho" y el respeto vendrá como resultado.

Existen formas de acelerar el proceso -al menos en el corto plazo- con unos cuantos atajos. Por ejemplo: consiga una posición desde donde pueda ejercer poder (poder real, no el poder del dirigente del club de conserjes) y será recompensado con un cierto nivel de respeto, no porque usted lo merezca, sino porque es parte del paquete de su nueva posición.

A continuación hay siete puntos que no le garantizan respeto, pero que lo encaminarán en la dirección correcta. Debe recordar que estas cosas no se hacen una vez y se olvidan; deben ser parte de un nuevo estilo de vida e imagen que usted proyecte.

Vista adecuadamente.
Sin importar lo que usted haya hecho en el pasado, cuánto dinero tenga en el banco, qué tan famoso sea, o qué tan gordo se haya puesto, un hombre en un traje bien cortado siempre será trtado mejor que uno vestido como salami. Y no escatime tampoco en el calzado.

Guarde silencio.
Sé que todos creen que son genios, pero la verdad es que no lo son. De otra manera no estarían buscando consejo. El mundo sería un juguete en la palma de su mano. Entonces, dado que tiene todavía mucho que aprender, estará mejor si se calla y escucha,
Sea discreto, sea misterioso, y sólo diga lo necesario. De hecho, no diga nada a menos que se vea obligado a hacerlo. Los errores generalmente son cometidos por gente que abre sus bocas sin una buena razón. Entre menos sepan de usted es más probable que escojan mantenerse a una distancia respetuosa.
Cuando yo soy presentado a alguien, lo saludo cortesmente y me tomo un par de minutos antes de decir algo a continuación. Durante ese tiempo, el payaso con el que estoy me dice dónde vive, quién está engañando a su esposa, los números de sus tarjetas de crédito y cuantas pastillas de Viagra necesita cada vez. Si usted estuviera escuchando esa conversación, ¿a quién respetaría más cuando hubieran pasado los dos minutos?

No mienta.
Si tiene que abrir su boca, apéguese a lo que conoce. Si yo tuviera una moneda por cada vez que un tipo con el que me reuní empezó a hablar acerca de asuntos de los que nada sabía con el fin de impresionarme u obtener mi respeto, tendría dos docenas de Ferraris en mi cochera.
No hay manera más rápida de perder el respeto de alguien que mentir, especialmente acerca de estupideces. Si usted no sabe algo sólo diga: "en realidad no puedo comentar nada". Hay que ser un verdadero hombre para admitir sus limitaciones. Si su contraparte es cortés, le preguntará a qué se dedica y entonces usted tendrá la oportunidad de hablar sobre algo que lo haga aparecer como un Einstein.

Nunca sonría (resérvelo para la amante).
Cada vez que veo a un tipo listo mostrando toda su dentadura, me viene a la mente la fotografía de un cocodrilo. Cuando usted es un hombre respetable usted también es un hombre cauteloso. Sonreír es como dejar la guardia baja y puede hacer que los demás piensen que usted es una serpiente o un vendedor de carros usados.
Detenga una sonrisa y todos sabrán que usted es un hombre serio al que no es fácil impresionar. Nueve de cada diez veces la otra persona tratará más intensamente de obtener su aprobación. ¿Quién respeta a quién en esta situación?

Confianza y humildad.
La confianza, aun cuando ésta sólo sea un buen blof, buena postura o buenas maneras, proyecta la imagen de alguien en control, que sabe lo que está haciendo y puede hacer que el trabajo se efectúe. Un hombre con confianza expresa: "usted puede confiar en mis habilidades" y "respete mis palabras".
Mire a los demás a los ojos. Un hombre con confianza nunca busca una mancha en sus zapatos porque nunca está mirando hacia abajo.
Recuerde la línea fina entre confianza y arrogancia. La confianza debe balancearse con una buena dosis de humildad. Sólo a los pendejos les gusta jactarse. Alguien lo presenta a usted diciendo: "El Sr. X es verdaderamente inteligente, su organización ganó 10 nillones el año pasado".
Su respuesta: "Incluso con las mayores dotes de liderazgo del mundo, sin un buen equipo hecho de soldados inteligentes, no podría haber conseguido nada. Un hombre solo no puede conseguir nada". ¿Qué ha hecho usted? Ha reconocido sus habilidades mientras alababa a otros. Qué tipo tan derecho es usted.

Sea amable - corresponda al respeto y la cortesía.
Cuando usted se reúna con alguien, no deberá sonreír como un asno, pero tampoco deberá ser desatento. El ser reservado no quiere decir que no pueda ser cortés. Los buenos modales implican refinamiento, y el refinamiento implica clase; un hombre con clase es un hombre que cuenta con rasgos respetables.
Nadie nunca fue a la guerra porque su enemigo fuera demasiado cortés o amable. La amabilidad no significa que usted sea un debilucho; significa que no es un gandalla.

Tenga buena memoria.
Una de las primeras cosas que les digo a los jóvenes que ingresan a mi grupo es que desarrollen una buena memoria porque ésta no sólo salvará sus traseros algún día, sino que puede ganarles muchos puntos con sus asociados de negocios. Usted parece un idiota cuando no recuerda el nombre de alguien que le acaban de presentar hace treinta segundos.
Recordar el nombre de alguien y algo de lo que le dijo prueba que usted es un hombre que presta atención a los detalles, que es atento, inteligente y comprensivo. Usted no necesita repetir un cuento de borrachos que le platicó durante la boda de la hermana de usted; recordar el nombre es suficiente y hará que la persona se sienta bien (usted obtiene puntos extras si recuerda algo acerca de los hijos de él). ¿Qué pensará él?: "Qué tipo tan derecho, me agrada. Incluso recordó mi nombre".
La aplicación de estas siete reglas significa que tiene que cambiar su estilo de vida, su forma de actuar con gente a la que ha conocido por años, pero si lo que quiere es respeto instantáneo, tiene que pagar el precio.

Mr.Mafioso
V. Askmen.com


Todos tenemos debilidades. Esto es natural, somos bestias primitivas denominadas hombres.

Todos tenemos ese punto débil que va contra todo sentido común, lógica y experiencia que hayamos acumulado. Tal debilidad nos puede meter en problemas, y puede ocasionar que perdamos credibilidad y respeto. Esa debilidad puede ser una inclinación al alcohol, un amor por las dorgas ilícitas, el hábito del juego, la inabilidad para controlar las deudas, ser poco confiable, una incapacidad para mantener la boca cerrada, tener adicción al sexo, o ser un bruto que idolatra a Mussolini.

Yo no soy inmune. Aunque practico lo que predico, también tengo debilidades. Tengo alguno hábitos -algunos malos, otros buenos- pero soy lo suficientemente listo para saber cuando un hábito se sale de control y tiene el potencial de acabar conmigo. Alguna gente no puede hacer esta distinción. Este artículo es para ellos.

Un mal hábito prueba que usted tiene debilidades y carece de disciplina en algunos aspectos de su vida. Cómo ese hábito controla su vida muestra que tan disciplinado es usted. Pero no podemos escapar al hecho de que usted es débil y vulnerable en un área de su vida. La apariencia de debilidad lo hace blanco de sus enemigos. Ellos han encontrado una grieta para penetrar sus defensas. Tener un mal hábito puede destruirlo, se expone usted mismo a ser explotado.

Los malos hábito también afectan a su reputación. Cuando usted pierde el control su reputación paga un precio también -usted es visto como falible y como un riesgo potencial. Usted no desea que nadie piense que es poco confiable y de mal gusto; crear dudas en la mente de la gente acerca de la reputación es malo para los negocios.

Esto también tiene el efecto de una bola de nieve. Imagine que mis enemigos piensan que mi fetichismo por las piernas de las trigueñas está fuera de control. Pensarán que han encontrado la forma de acabarme. Lo que seguirá será que esos cafones empezarán a poner en mi camino a toda muchacha de cabello negro con piernas largas que encuentren en el país, hasta que yo me coloque en una posición comprometida y ellos tengan una manera segura de deshacerse de mí. Yo se lo he hecho a otros; ¿por qué no podría sucederme también a mí?

Mr.Mafioso
V.Askmen.com


Preocupado por lo vanidosos y sensibles que se han vuelto los hombres en la actualidad, el autor Dave Besley escribió The Retrosexual Manual. En él ofrece varios consejos para ser un hombre de verdad: V.pág.99 de la revista Selecciones de junio de 2009.


Todo se resume en una sola palabra: fiducia, confianza. No es una virtud italiana; pero por Dios, la respetan cuando la encuentran. Nunca haga una promesa que no pueda cumplir, ni falte a una promesa que hizo.

Morris West
"Lázaro" (pág.37), Javier Vergara Editor, Argentina, 1990.


No te vistas para el empleo que tienes; vístete para el empleo que deseas.

Autor desconocido


Durante uno de los encuentros organizados en Bolonia por el periódico La Repubblica, el viernes pasado, mientras dialogaba con Stefano Bartezzaghi, me entretuve casualmente con el concepto de reputación. Antaño la reputación era únicamente o buena o mala, y cuando corríamos el riesgo de tener mala reputación (porque íbamos a la quiebra, o porque nos llamaban cornudos), lográbamos recuperarla mediante el suicidio o con el delito de honor. Por supuesto, todos aspiraban a tener una buena reputación.

Pero desde hace tiempo el concepto de reputación ha cedido su lugar al de notoriedad. El valor predominante consiste en "aparecer" y, naturalmente, la manera más segura de aparecer es salir en la televisión. Y no es necesario ser Rita Levi Montalcini o Mario Monti, basta con confesar en una transmisión lacrimógena que tu cónyuge te ha traicionado.

El 1er. héroe de la aparición fue el imbécil que se colocaba detrás de los entrevistados y agitaba la manita. Eso le permitía que a la tarde siguiente lo reconocieran en el bar ("¿Sabes que te he visto en la tele?"), pero sin duda estas apariciones duraban a lo sumo una mañana. Y así, fue aceptándose gradualmente la idea de que para salir en los medios de comunicación de forma constante y evidente era preciso hacer cosas que algún día pudiesen acarrear mala reputación. No es que no se aspire también a tener buena reputación, pero resulta arduo conquistarla, uno tendría que protagonizar un acto heroico, ganar, si no el Nobel, al menos un premio literario importante, pasarse la vida curando leprosos, y estas no son cosas al alcance de un don nadie cualquiera. Resulta más fácil convertirse en alguien que suscite interés, a poder ser con morbo, acostándose por dinero con una persona famosa, o siendo acusado de malversación. No bromeo, basta con mirar la expresión orgullosa del malversador o del granuja del barrio cuando sale en el telediario, incluso el día de su detención: esos minutos de notoriedad valen la cárcel, aunque lo ideal sería que el delito prescribiera, y por eso el acusado sonríe. Han pasado décadas desde que alguien vio su vida destrozada por salir esposado en la tele.

En definitiva, el principio es: "Si la Virgen se aparece, ¿por qué yo no?". Y se pasa por alto el hecho de que uno no es una virgen.

Eso estábamos diciendo el pasado viernes 15, y precisamente al día siguiente aparecía publicado en La Repubblica un largo artículo de Roberto Esposito (La vergogna perduta ['La vergüenza perdida']), donde se reflexionaba entre otras cosas sobre los libros de Gabriella Turnaturi (Vergogna. Metamorfosi di un'emozione ['La vergüenza. Metamorfosis de una emoción'], Feltrinelli, 2012) y de Marco Belpoliti (Senza vergogna ['Sin vergüenza'], Guanda, 2010). En fin, que la cuestión de la pérdida de la vergüenza está presente en diversas reflexiones sobre los hábitos contemporáneos.

Pues bien, este frenesí por aparecer (y por la notoriedad a toda costa, incluso al precio de lo que antaño se conocía como el estigma de la vergüenza) ¿nace de la pérdida de la vergüenza? ¿O se pierde la sensación de vergüenza porque el valor dominante es aparecer, aun a costa del bochorno? Me inclino por la 2a. tesis. Ser visto, ser el objeto de discurso es un valor tan dominante que estamos dispuestos a renunciar a lo que antaño se llamaba pudor (o el impulso de preservar con celo la propia privacidad). Esposito observaba que es señal de falta de vergüenza incluso hablar en voz alta por el móvil en el tren, haciendo saber a todo quisque nuestros asuntos privados, esos que antes se susurraban al oído. No es que uno no se dé cuenta de que los demás lo están oyendo (entonces no sería más que un maleducado), es que inconscientemente quiere que lo oigan, aunque sus asuntos privados sean irrelevantes; pero, claro, no todos pueden tener asuntos privados relevantes como los de Hamlet o Ana Karénina, así que bastará con que se les reconozca como prostitutas de lujo o como deudores morosos.

Leo que no sé qué movimiento eclesiástico quiere volver a la confesión pública. Ya, claro; pero, entonces, ¿qué gracia tendría depositar las propias vergüenzas solo en el oído del confesor?

(2012)

Humberto Eco
v.El Cultural del 10 de julio de 2020.

Una cosa son los derechos y otra muy distinta es el respeto. Todos nacemos con derechos, pero el respeto es algo que se gana.

A un país se le puede admirar por sus grandes logros o temer por su poderío económico y militar, pero el respeto depende del tipo de sociedad que ha producido.

En las sociedades premodernas el respeto se adquiría en la medida que sus habitantes se adecuaban a los principios y valores que ostentaban como parte de su identidad, principios fundamentalmente de origen religioso; muchos de estos principios pasaron a las sociedades modernas en versión secularizada, así: la veracidad, la honradez, la honestidad, y el espíritu de justicia, añadiendo otros nuevos como serían los valores de la democracia: libertad, igualdad, racionalidad empírica. Después se incorporará la solidaridad, las normas cívicas, el respeto a la sana convivencia, etc.

Principios y normas entran en juego cuando la sociedad debe resolver sus conflictos o contradicciones internas, pero también a la hora de dar forma y mantenimiento a sus instituciones, en la confiabilidad de sus empresas y sus productos, en la calidad de sus sistemas educativos, en el valor real de sus credenciales, certificados y documentos, en el grado de control que ejerce sobre las conductas disruptivas, por ejemplo, la delincuencia o la corrupción.

Si nos atenemos a este conjunto de elementos, es inevitable admitir que México no es todavía un país que merezca respeto, nos pueden admirar por nuestro pasado, incluso por nuestra capacidad de sobrevivir en una sociedad tan distorsionada, pero el respeto sólo se alcanza cuando la sociedad es capaz de modificar sustancialmente su disfunción interna.

No somos una sociedad respetable, entre otras cosas, porque no somos una sociedad confiable, las potencias extranjeras conocen muy bien nuestro alto grado de corruptibilidad, y las sociedades de esos países saben que no siempre podemos respaldar con los hechos los títulos o reconocimientos que ostentamos, ya que en nuestro país pesa más la recomendación que el mérito, el soborno que el examen. Saben que no somos sólo víctimas de gobiernos ineptos o corruptos, sino también cómplices y beneficiarios.

Una sociedad que todo lo "arregla" o todo lo "altera" en función del dinero o de las influencias, no es digna de crédito, ni puede realmente progresar en el campo del conocimiento, la productividad y el ingenio.

Hacer de México un país respetable no figura por cierto en las agendas de nuestros partidos y políticos, tampoco sus informes anuales nos hablan del grado de respetabilidad que hemos alcanzado, situación explicable ya que para que la sociedad mexicana se volviese respetable tendría que, en 1er. lugar, desarticular a la clase política y a su sistema, sustituyéndola por una auténtica sociedad democrática y participativa; todavía estamos lejos de este logro, tan lejos que los políticos no puede ni siquiera entender de qué se trata.

Armando González Escoto
pág.8-A del periódico El Informador del 29 de noviembre de 2020.
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