Reforma fiscal y redistribución del ingreso


No robes, el gobierno odia la competencia.
Anónimo
Winston Churchill.

AMLO presumió que en 2018 los mexicanos más ricos eran 18 veces más prósperos que los más pobres, pero que en 2020 esta proporción bajó a 16: "Se trata de una mejor distribución del ingreso". No aclaró que, pese a que subió 1.3% el ingreso del decil más pobre, bajó el ingreso del 90% de los mexicanos.

Sergio Sarmiento
(v.periódico Mural en línea del 29 de agosto de 2022).


Mi primo, el Chato Langarica, tiene una frase muy inteligente... Para que el gobierno pueda "repartir riqueza" primero la Iniciativa Privada tiene que "crear riqueza".

Por esa simple razón la teoría comunista es absurda, al creer que el gobierno puede crear riqueza sin producir, distribuir, comercializar, tener utilidades y luego pagar impuestos para después poder repartir la riqueza.

Para lograr eso se necesita gente con diferentes especialidades: unos que trabajen creando negocios y fábricas, otros produciendo bienes, otros vendiendo a los distribuidores que reparten las mercancías a las tiendas y por último, personas que tengan dinero para comprar esos bienes. Y de todos esos movimientos, que todos paguen unos impuestos justos.

Eso se llama economía de mercado, libre competencia, capitalismo y neoliberalismo. Y es como funcionan los países progresistas del primer mundo.

La obligación de un gobierno inteligente es simplemente garantizar a la población la libertad de trabajar, la seguridad para hacerlo, obligar a que los trabajadores tengan un buen salario y proteger a todos de amenazas de delincuentes.

Los gobiernos no producen nada, pero no podemos vivir sin ellos, porque alguien tiene que garantizar la libertad, la seguridad de la población y el reforzamiento de las leyes.

Si los trabajadores tienen salarios dignos y habitantes y empresas pagan impuestos razonables, ya no se necesita que el gobierno pague la educación de los niños ni las enfermedades de todos. Pero sus salarios deben ser suficientes para tener una vivienda propia, comida de buena calidad, seguros médicos privados, pagar escuelas dignas para sus hijos y vivir con un buen nivel económico.

Eso no lo pueden hacer los gobernantes porque no es su especialidad, ellos tienen otros atributos y conocimientos. Peeero no son industriales, trabajadores especializados, empresarios o emprendedores.

Y tampoco los de la Iniciativa Privada saben gobernar.

Cada quien debe hacer lo que sabe hacer... Porque todos somos indispensables.

El error más grande que provocan los gobiernos comunistas es ahuyentar a los empresarios y quitarles el trabajo a las cadenas de producción, creyendo que ellos pueden mover la economía de un país.

Y toda esta destrucción de la economía de mercado la justifican con el pretexto del "reparto de dinero a los pobres". Pero ese cuento se acaba cuando el gobierno ya no recauda impuestos y se queda sin dinero en las arcas. Entonces, la única forma de seguir teniendo dinero para repartir es imprimiendo más billetes. Y eso provoca un fenómeno económico que se llama "Inflación", que hace que todo suba de precio y oootra vez se entra a la pobreza extrema generalizada.

¿Cuándo entenderán los comunistas que su maravillosa teoría nunca ha sido exitosa? Solo vean ustedes la tragedia que son los países comunistas.

Solo recuerden la frase de mi primo... "Para repartir riqueza, primero hay que crear riqueza".

Alberto Martínez Vara
(21 de enero de 2022).


Tessagy Agetro, uno de los pensadores más lúcidos en la Europa actual, tiene una teoría que seguramente no compartirán los turiferarios de la 4T, pero que es aplicable al México de nuestros días. Afirma el conocido politólogo: "Para que haya menos pobres se debe propiciar que haya más ricos. La riqueza genera siempre más riqueza, en tanto que la pobreza es infecunda por sí misma, y sólo engendra más pobres. El problema de algunos países de América Latina es que su tradición religiosa ve en el dinero 'el estiércol del diablo'. La riqueza es vista ahí con hostilidad, y quienes la poseen son hostigados, y aun a veces perseguidos. Contrariamente, en las naciones de raíz nórdica, germana o anglosajona, la riqueza se ve como una bendición que Dios envía al hombre como premio a su trabajo. Cuando a los pobres se les considera a todos buenos por el solo hecho de ser pobres, y a todos los ricos se les juzga malos por el solo hecho de ser ricos, se están abriendo las puertas a una mayor pobreza. Acabemos con los pobres creando oportunidades para que se hagan ricos". Difícil será que ideas así sean aceptadas por un régimen cuyo Presidente exhorta a los ciudadanos a tener un solo par de zapatos como medio para ser felices. Parece querer decir: "Sigamos siendo pobres".

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.periódico Mural en línea del 21 de mayo de 2020).


Para el empresario Ricardo Salinas Pliego, la estrategia de "repartir dinero a los pobres" no hará que las condiciones en las que viven cambie.

"¿De cuándo acá dándole dinero a los pobres se resuelve la pobreza? Solamente se resuelve la pobreza creando riqueza. A la gente hay que ayudarla para que sean capaces de producir por sí mismos. A nadie le gusta vivir de la dádiva, es indigno. Cada quien con su trabajo y con su empleo que se gane la vida", dijo el empresario.

Según explicó, lo que debe hacerse para que la riqueza fluya es buscar una prosperidad incluyente, en la cual se instituya una política que beneficie a todos los sectores de la sociedad.

Uno de los factores fundamentales para conseguirlo, dijo, es mediante la participación de las empresas, pues son quienes tienen la capacidad de invertir para llevar a todos los sectores de la sociedad los servicios que necesita, además de ser ellas quienes generan los empleos.

"Queremos buscar que nos vaya bien a todos, eso es lo que digo por prosperidad incluyente. Que se crea el valor económico, pero se mitiga el impacto ambiental, y se complementa con acción social para crear social. Yo no creo que ningún empresario sea unidimensional, que lo único que le interese el dinero. A todos nos interesa que le vaya bien a quienes trabajan con nosotros, que le vaya bien a nuestra familia, que le vaya bien a nuestro pueblo", finalizó.

(V.pág.9-A del periódico El Informador del 6 de noviembre de 2019).

Luego de que el reporte definitivo de uno de los indicadores económicos más importantes, el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del país en el último trimestre, resultara en nada más y nada menos que 0%, lo que el Presidente dijo para justificar el pobre desempeño de la economía mexicana fue: "Son otros parámetros de medición, voy a seguir insistiendo en eso. Antes tenían una metodología que se sigue aplicando para medir crecimiento. A nosotros sí nos importa el crecimiento, pero nos importa más el desarrollo".

Entiendo y estoy de acuerdo con el Presidente en que de nada sirve crecer económicamente si al final la creación de riqueza no se distribuye equilibradamente y se traduce en bienestar para los mexicanos.

Pero lo que no quiere, no entiende o no le conviene reconocer, es que la creación de riqueza es un prerrequisito para distribuirla.

Si no se crea riqueza, lo único que se puede repartir es pobreza.

Es obvio: para repartir dinero primero hay que tenerlo.

El Presidente desprecia el conocimiento que hay detrás de las complicadas fórmulas utilizadas para calcular los indicadores de desempeño y descalifica cualquier indicador que le resulte desfavorable, así como a los organismos y medios de comunicación que los reportan y/o difunden. "Fuchi" y "guácala" al PIB, al Inegi, al Coneval, a Grupo REFORMA, etc.

Para los que no lo sepan, México (el Inegi) utiliza una de las metodologías más complejas, pero también más exactas, para calcular el valor agregado que se genera en nuestra economía.

El indicador del crecimiento del PIB, si bien se trata de un dato promedio que no refleja la concentración de la riqueza, sirve (y mucho) para comparar, por ejemplo, el crecimiento de la economía con el crecimiento de la población (mientras menos burros, más olotes) o para deducir datos relacionados a la generación de empleo, el aumento o decrecimiento de los ingresos futuros del gobierno, o con el riesgo que México representa para los inversionistas mexicanos y extranjeros.

Existen ya indicadores de bienestar que podrían utilizarse además del PIB, o el del PIB corregido que incluye otros elementos como los medioambientales y los sociales. Uno de ellos es el IDH (Índice de Desarrollo Humano), compuesto por los parámetros nivel de vida (renta per cápita), educación (tasa de alfabetización) y vida larga con buena salud (esperanza de vida); otro es el Índice de Planeta Feliz, medido por la esperanza de vida, la percepción de felicidad subjetiva y la huella ecológica; o el que utiliza Bután, que mide la "Felicidad Nacional Bruta".

Para no medir el bienestar y desarrollo sólo en función del PIB, como bien lo apunta el Presidente, sino además incluir en la medición otros factores importantes como sería la distribución de la riqueza, que según AMLO se está logrando (sin tener más forma para demostrarlo que decir que el pueblo está feliz, feliz, feliz, como en Bután), lo que AMLO debiera proponer es la creación de un nuevo indicador, serio y confiable, pero sobre todo independiente del gobierno, que mida el bienestar y desarrollo equilibrado que la 4T prometió y que es el dato que le interesa al Presidente. Este indicador, que podría llamarse "Índice de Bienestar y Desarrollo (IBD)", serviría además para que los logros que pregona el mandatario sean demostrables con algo mas que su palabra, y su credibilidad no se reduzca a un actos de fe.

El problema para la creación de un indicador de algo tan subjetivo como el bienestar y el desarrollo (lo cual tiene solución) será definir los aspectos que deban incluirse en él y el peso específico que deban tener, porque para unos el bienestar se logra simplemente teniendo salud, casa y comida; para otros tiene que ver además con niveles de educación, bienes espirituales y placeres del alma, y para otros, más con dinero, lujos y posesiones materiales.

Si bien los indicadores sirven, por un lado, para medir nuestros propios avances o retrocesos; por otro, no menos importante, sirven para comparar nuestros logros y desempeño con el de otros países, para elevar miras y saber que es posible aspirar a vivir en un mundo mejor al que tenemos.

Ricardo Elías, arquitecto y empresario
(13 de septiembre de 2019).

Crear un "estado de bienestar" es algo mucho más complejo que el simple cambio de nombre de la anterior Secretaría de Desarrollo Social por el de Secretaría del Bienestar o el repartir dinero a través de cuestionables programas de ayuda social con los que se pretende combatir la pobreza, la marginación y la delincuencia.

De entrada no parece correcto que con la distribución actual de las cargas fiscales, los impuestos que pagamos y que son producto de nuestro trabajo se regalen a flojos y delincuentes.

Como forma de combatir la pobreza creo en la idea de cambiar el salario mínimo por un ingreso mínimo garantizado por el gobierno a todos los mexicanos, pero su implementación es mucho más compleja que simplemente repartir dinero discrecionalmente. Para que un ingreso mínimo universal sea justo, digno y no desincentive el trabajo, se requiere una estructura fiscal diferente.

Desde hace tiempo el economista francés Augustin Cournot (1838) y el Nobel de Economía Milton Friedman (1962) desarrollaron un método fiscal para dar dinero mensual a todos los ciudadanos como una forma de combate a la pobreza, que además de ser justo preserva los incentivos laborales y disminuye la economía informal: se llama "Impuesto Negativo sobre la Renta (INR)".

La idea básica del INR es que el Estado garantice a todos los ciudadanos un ingreso mínimo, pero a través del impuesto sobre la renta y no a través de programas de bienestar social que generan burocracia, corrupción y uso político-faccioso de los recursos públicos.

Leyendo al respecto, encontré una sencilla explicación de como funciona el INR y como debería modificarse la estructura de recaudación fiscal para repartir dinero a todos de una manera justa y transparente.

El impuesto sobre la renta pasaría del actual sistema progresivo a uno plano (flat tax) por ejemplo del 30%. A cambio, cada contribuyente recibiría una cantidad fija del gobierno, digamos 5,000 pesos mensuales (60,000 pesos al año).

Un contribuyente cuyos ingresos sean de 60,000 pesos al año pagaría 18,000 pesos por el impuesto plano, pero recibiría 60,000 del ingreso mínimo, lo que significa que en total recibiría 50,000 pesos del gobierno (4,166 pesos mensuales).

Un contribuyente que gane 200,000 pesos al año pagaría 60,000 en impuestos, pero recibiría 60,000 del ingreso mínimo. En total no pagaría nada de impuestos.

Un contribuyente que gane 10 millones de pesos al año pagaría 3 millones en impuestos, y recibiría 60 mil del ingreso mínimo. En total, pagaría 2'940,000 pesos de impuestos.

En una estructura fiscal como ésta nadie estaría exento del pago de impuestos. Los contribuyentes con ingresos más bajos serían los más beneficiados del ingreso mínimo, y para aquellos con ingresos muy altos el ingreso mínimo prácticamente no influiría en lo que pagan.

En lugar de repartir dinero por medio de cuestionables programas sociales, el ingreso mínimo universal se proveería por medio del sistema fiscal en forma del INR, con costos y riesgos de corrupción mucho menores. Adicionalmente el INR evitaría los aspectos degradantes de recibir dinero como "caridad" o ayuda social y fomentaría el deseo de trabajar en actividades menos precarias y sin verse obligados a aceptar por necesidad el pago de un indigno salario mínimo.

Un estado de bienestar bien implementado lograría además del bienestar social que un socialismo renovado busca, la inclusión financiera y fiscal de todos los que quieran recibir este beneficio, eliminaría el conflicto ideológico entre quienes afirman que el mercado puede regularse solo y distribuir de manera equilibrada la riqueza de un país y quienes sostienen que el Estado debe intervenir en todo y dictar las normas.

"Hay 3 maneras de lograr bienestar: Trabajando, robando o mendigando. Solo la primera es permanente".

Ricardo Elías, arquitecto y empresario
(21 de febrero de 2019).

El Estado mexicano puede servir para muchas cosas, pero no para redistribuir la riqueza. Esta es la evidencia que exhiben las comparaciones mundiales casi medio siglo después de que José López Portillo estableciera el primer programa específico de combate a la pobreza, llamado entonces lucha contra la marginación.

Desde entonces México ha tenido varios programas nacionales contra la pobreza: el Programa Nacional de Solidaridad en los años 90, que fue convertido en Progresa, luego en Prospera y ahora en Oportunidades.

En las últimas décadas proliferaron programas de ayuda a los pobres tanto en el gobierno federal como en los estatales, al grado de que existen hoy más de 5,000 programas de transferencia de dinero en efectivo a ciudadanos catalogados como urgidos de recibirlo. El más festivo y ocurrente de todos es el que financia las fiestas de 15 años a familias que no pueden pagarlas.

Nada de esto ha cambiado gran cosa los índices de desigualdad mexicanos, cuya medida internacional es el famoso índice de Gini. En un largo y ambicioso estudio que prepara Raúl Livas, he vuelto a encontrarme con la gráfica mundial de nuestro fracaso en esta materia. La gráfica mide el coeficiente de Gini antes y después de la intervención del Estado, es decir, antes y después del cobro de impuestos y su gasto en bienes públicos.

La desigualdad mexicana se mantiene prácticamente invariable antes y después de que el Estado cobre y gaste impuestos. Su coeficiente de Gini es de .46 antes de impuestos y de .45 después. El impacto distributivo de la intervención del estado es prácticamente nulo. El coeficiente de Irlanda, en cambio, baja de .58 a .30. El de Alemania, de .50 a .27, en forma muy parecida al de Francia.

Los 2 peores coeficientes del índice de Gini entre los países de la OCDE son los de México y Chile, penúltimo y último lugar, respectivamente.

El país menos desigual es Islandia (.23), seguido de Noruega (.24) y Finlandia (.25).

Para efectos redistributivos el Estado mexicano no hace, bien a bien, ni un café. La gráfica es la siguiente:

Coeficiente de Gini.

Héctor Aguilar Camín
(v.pág.3 del periódico Milenio Jalisco del 16 de febrero de 2018).


El Acuerdo de Chapultepec permitiría a México tener un rumbo definido ante la incertidumbre actual, generada por el panorama geopolítico y económico mundial, afirmó el empresario mexicano Carlos Slim Helú.

Al participar en el foro "Perspectiva de un líder empresarial: ¿Cuáles son las opciones para el futuro de México?", manifestó que "las opciones son las que hicimos hace 12 años en el Acuerdo de Chapultepec".

Refirió que en 5 de los puntos establecidos en ese acuerdo, firmado en septiembre de 2005 por empresarios, sociedad y organizaciones civiles, entre otros, están los instrumentos para tener un rumbo definido, al volverlos políticas de Estado y evitar depender de un gobierno.

Estas políticas públicas pueden tener continuidad en cualquier nuevo gobierno, dijo, al señalar que los 5 objetivos centrales del acuerdo son Estado de Derecho y seguridad pública, desarrollo con justicia; crecimiento económico y empleo; formación y desarrollo de capital humano y social; desarrollo de capital físico; y reformas de la administración pública más eficaces, transparentes y al servicio de los ciudadanos.

Slim Helú hizo énfasis en el segundo punto, "porque el crecimiento económico está estrechamente ligado al aspecto social".

Explicó que el combate a la pobreza significa atraer a la gente marginada e incorporarla a la economía moderna. Sin embargo, lamentó que el Acuerdo de Chapultepec haya quedado en el olvido, incluso por los integrantes de la Conferencia Nacional de Gobernadores y los partidos políticos.

(V.pág.14-A del periódico El Informador del 24 de octubre de 2017).

La gente lucha por obtener un trozo mayor del pastel económico (lo que significa que otro obtendrá un trozo menor) en lugar de agrandar el pastel para que todos obtengan un pedazo mayor.

Robert J.Samuelson
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 11 de octubre de 2017).

La pobreza ha sido siempre compañera nuestra. La abrumadora mayoría de los humanos ha vivido en pobreza o miseria durante milenios. Antes no había estadísticas, pero la información disponible sugiere que más del 99% de la humanidad vivía en pobreza hasta hace muy poco.

Las primeras estadísticas internacionales sobre el tema surgen en 1820. En ese entonces, cuando la revolución industrial comenzaba, 94% de la población del mundo vivía en pobreza y 84% en pobreza extrema. La caída ha sido dramática. Para 1992 sólo 52% estaba en pobreza y 24% en miseria (Bourguignon y Morrison, 2002). Con una medición distinta, que define la pobreza extrema en 2 dólares por día en lugar del dólar diario tradicional, el Banco Mundial considera que esta condición ha caído de 44% en 1980 a 9.6% en 2015 (ourworldindata.org).

Un descenso tan dramático de la pobreza extrema, el principal problema del mundo a lo largo de la historia, debería ser motivo de grandes festejos. Si no los ha habido es porque la pobreza es un buen negocio para muchos políticos que viven de la promesa de que ellos sí acabarán con ella.

Los políticos no festejan, además, porque la pobreza no bajó por su trabajo, por las acciones de los gobiernos o de las instituciones multilaterales, como las Naciones Unidas, sino por la expansión del sistema de mercado y del comercio. El gran descenso de las últimas décadas se centró fundamentalmente en China y la India, los 2 países más poblados del orbe. China abandonó el comunismo poco después de la muerte de Mao Zedong, en 1976, y adoptó una economía de mercado. La India también ha abierto su economía. Ni los subsidios ni la generosidad de los políticos redujeron la pobreza, sino la inversión productiva, la creación de empleos y el comercio internacional.

Los populistas están resurgiendo en el mundo no porque la pobreza esté peor, sino porque han hecho creer a mucha gente que el nivel de vida general se está deteriorando. Donald Trump, por ejemplo, convenció a sus electores que la Unión Americana es un país desgarrado y empobrecido por el libre comercio y la inmigración. De nada sirve que las estadísticas muestren que la economía estadounidense está creciendo a un ritmo razonable y que el país registra una tasa de desocupación históricamente baja, 4.7%. Los populistas de varios países de Europa están tratando también de ofrecer una falsa visión pesimista en su intento por conquistar el poder.

Hoy tenemos mucha información acerca de las políticas necesarias para rescatar a un país de la pobreza. Sabemos lo que han hecho Irlanda, Corea del Sur o Singapur y también lo que ha empezado a hacer China. La apertura comercial, la inversión productiva, la educación y un mejor Estado de Derecho son factores que permiten reducir la pobreza. En México, en cambio, la pobreza y la miseria han permanecido al mismo nivel de los años 80, lo que permite ver que algo estamos haciendo mal.

El populista es muchas veces convincente. Para conquistar el poder pinta un panorama más negativo que el real. Luego se presenta a sí mismo como un salvador que, con políticas fáciles e indoloras, puede resolver todos los problemas. La realidad no importa. Para eso están los hechos alternativos.

Sergio Sarmiento
(v.periódico Mural en línea del 16 de marzo de 2017).


Creo que hay un error gravísimo en creer que el progreso consiste en combatir la riqueza. No, el enemigo con el que hay que acabar es la pobreza, y también, por supuesto, la riqueza mal habida. La interconexión del mundo gracias a la lenta disolución de las fronteras es una buena cosa para todos, y en especial para los pobres. Si ella continúa, y no se aparta de la buena vía, quizás lleguemos a un mundo en el que ya no será necesario que haya ciudadanos rabiosos a fin de que mejoren las cosas.

Mario Vargas Llosa
(v.pág.2-B del periódico El Informador del 30 de octubre de 2016).

Luis Pazos cuenta que, al analizar el pensamiento de varios sectores, incluyendo el empresarial, percibió que existen muchos sofismas y mitos. Por ejemplo, una de las justificaciones que utilizan los gobernantes para aumentar impuestos en países como Argentina, Brasil, Chile, Colombia, España, Francia, México y Venezuela es que el aumento de impuestos a los ricos y a las empresas tiene como consecuencia la reducción de la desigualdad y de la pobreza.

Sin embargo, según demuestra en su nuevo libro, intitulado Desigualdad y distribución de la riqueza, de la editorial Diana, esa política tiene efectos adversos, ya que aumentar impuestos para redistribuir la riqueza por la vía del Estado en realidad genera más pobreza.

"Muchos hacen referencia a [Thomas] Piketty, quien ha tenido mucho éxito en Francia y otras partes y cuya obra es cabecera de la nueva izquierda", explica el economista. "El éxito de esa teoría es que permite al político engañar a la gente con el viejo principio de que los ricos le quitan el dinero a los pobres, que es la tesis de Marx desde hace 100 años y que dice que, a través de una dictadura de proletariado, quitándole las empresas a los ricos va a haber más justicia e igualdad. La igualdad fue uno de los objetivos de los gobiernos marxistas del siglo pasado en China, en Rusia. ¿Y qué pasó ahí? Hubo igualdad, pero en la miseria".

Ante el fracaso estruendoso de los sistemas socialistas que partían del capitalismo de estado, en estos tiempos revive una tesis que parte de las mismas premisas: el mercado en el capitalismo es injusto. Cada vez se crea más desigualdad y, por lo tanto, el Estado tiene que intervenir para distribuir la riqueza.

"¿Cómo? Quitándole a las empresas ricas impuestos para presuntamente distribuírselos a los pobres. Y esta tesis la han comprado muchos gobiernos porque es una excusa para aumentar impuestos". No obstante, las consecuencias son que, en donde se han aumentado impuestos, se ha reducido el crecimiento y la inversión y ha crecido el número de pobres. "Entonces estas tesis son falsas. ¿El 1er. país en donde pasó esto? Francia, de donde es Piketty. [El presidente François] Hollande aumentó los impuestos porque la izquierda radical, los simpatizantes de Piketty, decían: hay que aumentar el impuesto a los ricos para darle a los pobres; lo aumentaron, ¿y qué sucedió? Emigraron los inversionistas, se fueron, y provocó un desempleo de emergencia nacional".

"En América Latina el país con mayor igualdad, según el coeficiente de Gini, es Cuba. Y es el país que más ha bajado sus niveles de vida: son los más iguales en la pobreza. Contrariamente, en el libro también demuestro que, en los últimos 40 años, el país que más aumentó sus niveles de vida, sus indicadores sociales, su clase media, es Chile, y es el país más desigual."

"En donde hay más igualdad generalmente hay mayor pobreza; y en donde hay mayor desigualdad hay menos pobreza. La igualdad debe ser ante la ley, igualdad de oportunidades, pero la igualdad económica es una excusa para quitarle dinero a las empresas ricas y transmitírselo a una burocracia ineficiente. En México, la distribución a través del Estado empeora la situación; de 2012 a 2014 los programas de combate a la pobreza aumentaron su gasto en 22%, y de 2012 a 2014 el número de pobres aumentó de 53.3 millones a 55.3 millones. Mayor gasto público en combate a la pobreza, mayor número de pobres."

"En el libro hago la diferencia entre ricos productivos, que hacen su dinero a través de la inversión, del ahorro, de su propio esfuerzo, y los ricos parásitos o cortesanos, de los cuales está lleno México y que sí empobrecen porque no crean riqueza, sino que toman la riqueza del Estado, en contubernio, como pasa en Pemex, donde se han hecho ricos muchos contratistas y empresarios privados."

"La causa de la miseria no es que haya millonarios. En China, por ejemplo, han aumentado los millonarios y se ha reducido el número de pobres. ¿Entonces qué hay que hacer? Entre otras cosas, bajar los impuestos, en las zonas económicas especiales China bajó impuestos a 15%. Pero en México todo se hace a la mitad, se crean zonas económicas especiales y no se dice cómo van a funcionar porque el gobierno no quiere dar su brazo a torcer en el sentido de que los altos impuestos en México reducen la inversión como está pasando ahora en el sector minero, las mineras no están invirtiendo porque están fuera de competencia por motivos fiscales."

"Algunos académicos han hecho ver, como [Arthur] Laffer, que una mayor recaudación no siempre trae mayores impuestos, sino que una baja recaudación genera un mayor crecimiento económico y se generan más impuestos. En los países emergentes esto es cierto, los países que han surgido con mayores crecimientos económicos son los que tienen menos impuestos, como China y Singapur. ¿Cuál es la solución? Bajar impuestos, para lo cual el gobierno tiene también que reducir sus gastos; yo he estado en el gobierno como presidente de la Comisión de Presupuesto y puedo decir, con toda seguridad, que el 20% de todo el gasto público en educación y salubridad se desperdicia. Si hubiera verdaderos ahorros en el IMSS, el ISSSTE, en Pemex, en la SEP, con 20% menos podrían hacer más."

"Lo que debemos buscar es la igualdad ante la ley, pues en México las cárceles están llenas de pobres. Cuando un pobre comete un fraude va a la cárcel, pero cuando lo comete un gobernador o un exgobernador no tan sólo no va a la cárcel, sino que tiene la protección del mismo gobierno. No hay igualdad ante la ley, México es el segundo país del mundo con los mayores niveles de impunidad. Por otro lado, buscamos la igualdad de oportunidades, uno de los problemas de la pobreza en México no son los ricos, sino la mala educación gubernamental que reciben los pobres y que los condena a la pobreza; ahí tenemos a Oaxaca, no es que haya ricos que explotan, sino que existe un sindicato que ha secuestrado la educación y que es el que menos clases da, y eso hay que corregirlo. Buscar la igualdad económica es un mito, en ningún país la ha habido. En los países socialistas del siglo pasado la desigualdad fue clave, desapareció la clase media y se creó una clase social de gobernantes muy ricos y todo el pueblo muy pobre. ¿Entonces cuál es la sociedad que buscamos? Una sociedad que viva mejor."

(V.Newsweek en Español del 10 de abril de 2016).

[Comentario del webmaster: Cuando Luis Pazos estuvo incrustado en la alta burocracia federal, durante los sexenios panistas del 2000 al 2012, no se distinguió por defender estos puntos de vista, que desde antes ya había expresado en sus escritos.]


Las doctrinas económicas y sociales que han transcurrido por la historia han llenado una finalidad económica evolutiva. Así es como hemos visto desfilar sucesivamente a la fisiocracia que sostenía que la única fuente de riqueza era la tierra, el mercantilismo creado por la burguesía comercial, el liberalismo que sostenía que las fuerzas económicas había que dejarlas en libertad porque solas lograrían nivelar la desigualdad ("dejar hacer, dejar pasar" era su lema); surge la clase proletaria que por medio de la doctrina socialista busca su lugar en la sociedad y exige sus derechos y un trato humanitario; en tanto que los empresarios capitalistas sostienen que la única fuente de riqueza es el capital y la refuerzan con sus planteamientos sistematizados en la doctrina neoliberal o neoclásica como una fase evolutiva del liberalismo; la producción, la circulación y el consumo por si mismos regularían el reparto de la riqueza. En distintas épocas se han observado brotes de la doctrina comunista: en la URSS, China, Corea del Norte y Cuba, las cuales han fracasado en su vano intento de repartir la riqueza.

Todas estas doctrinas no han logrado un equilibrio entre las fuerzas del capital y el trabajo; la humanidad creció y se desarrolló en forma desigual y ningún intento por eliminar esa desigualdad ha tenido éxito; al final del camino nos encontramos con la dicotomía de socialismo contra capitalismo.

La evolución de las doctrinas económicas debería encaminarse a eliminar la desigualdad que cada día es mayor. El número de personas en las que se acumula la riqueza aumenta más en proporción de los que sufren la pobreza. Por más que luchen los pobres para salir de su situación, el número de los que logran cruzar la barrera de la desigualdad es ínfimo y siempre es mayor el número de los que caen en la miseria.

En México se han gastado cientos de miles de millones de pesos a lo largo de varios sexenios con programas que cambian de nombre, destinados a combatir la pobreza con resultados infructuosos. Solidaridad, Progresa, Oportunidades y Prospera, demuestran que no es un problema el destinar recursos para tal fin. Son otros los problemas ya mencionados por Isaac Katz, investigador del Instituto Autónomo de México, quien señala como principales: la baja tasa de crecimiento promedio del PIB real por habitante en los últimos 40 años, pues una economía que no crece de manera sostenida y a tasas elevadas no está en condiciones de reducir la pobreza; un deficiente arreglo en la tenencia de la tierra que desde que se inició la reforma agraria en 1917, no se ha concluido; el minifundio como resultado de la reforma pulverizó la propiedad de la tierra y la condenó a una baja productividad y, por último, el diseño de los diferentes programas gubernamentales no llegan a los más necesitados, se diluyen en el camino como resultado de la corrupción y en un enfoque que no incentiva a las personas al trabajo y las malacostumbran a vivir del subsidio.

Luis Jorge Cárdenas Díaz
(v.pág.13-A del periódico El Informador del 10 de diciembre de 2015).

Todo el mundo se une al coro de las plañideras cuando se denuncia la desigualdad. Que si el 1% de los mexicanos concentra el 43% de la riqueza del país. Que si 114 multimillonarios podrían pagar con su riqueza el 76% de la deuda externa de Latinoamérica. Que si 85 personas tienen tanto dinero como la mitad más pobre de la población mundial. Que si en 2016 el 1% de los habitantes del planeta será más rico que el otro 99%.

Se da por hecho que esto es malo. El dogma hace olvidar que el enemigo real es la pobreza. Esta afirmación sorprenderá a muchos ya que nos han adoctrinado para confundir la desigualdad con la pobreza. Pero no. Desigualdad y pobreza son 2 problemas completamente distintos.

Corea del Sur es seguramente un país más desigual que Corea del Norte (aunque no tenemos información sobre la distribución de la riqueza en el reino ermitaño de la dinastía Kim), pero el producto interno bruto per cápita de los sudcoreanos (28,101 dólares) es casi 50 veces superior al de sus vecinos del norte (583 dólares, 2014, FMI). China es hoy mucho más desigual que el país que gobernó Mao, pero entre 20 y 43 millones de chinos murieron de hambre durante el "gran salto adelante" del gran timonel entre 1958 y 1961. Alemania Federal era más desigual durante la guerra fría pero varias veces más próspera que la mal llamada Alemania Democrática.

La pobreza y la desigualdad son condiciones muy distintas. La 1a. se refleja en privación de bienes esenciales para el desarrollo humano; en su grado extremo lleva al hambre; es una trampa que rara vez permite salida; es un golpe a la dignidad humana. La desigualdad, en cambio, es un problema de envidia; poco importa si mis necesidades están satisfechas, yo resiento que alguien tenga más que yo.

No niego que la envidia sea una fuerza poderosa. Muchas de las rebeliones y actos criminales de la historia se han registrado por la desigualdad antes que por la pobreza. El impulso para quitarle al rico lo que tiene, por el simple hecho de que es más de lo que yo poseo, es muy intenso.

Pero siempre habrá alguien que tenga más que yo. Incluso en las sociedades más igualitarias, como la desaparecida Unión Soviética o las actuales Cuba y Corea del Norte, la riqueza se mide por los privilegios de la clase gobernante antes que por el capital que puedan acumular. El resentimiento, sin embargo, es el mismo.

Un estado moderno debe, a mi juicio, combatir la pobreza. La forma más eficaz de hacerlo no es despojar a los ricos de lo que tienen para repartirlo entre los pobres. Estas acciones suelen profundizar la pobreza al inhibir la inversión productiva que genera riqueza. La verdadera solución es construir un sistema de educación pública de calidad -que sea competitivo con la instrucción privada y genere igualdad de oportunidades- y promover la inversión productiva.

Pero combatir la desigualdad no tiene ningún sentido. Los pobres no son pobres porque hay ricos sino porque carecen de empleo o de oportunidades para realizar actividades productivas.

En lugar de preocuparnos por la desigualdad, y dejarnos vencer por la envidia de que hay alguien más rico que nosotros, empecemos a preocuparnos por la pobreza. Si vemos que unas cuantas personas han logrado acumular una gran riqueza en nuestro país o en el mundo, pensemos no cómo los despojaremos de lo que tienen sino como generaremos los incentivos para que inviertan para generar más prosperidad para todos.

Sergio Sarmiento
(v.periódico El Siglo de Torreón del 9 de julio de 2015).

La mejor solución es crear empleos, y los empresarios tenemos que ser más activos en este campo. La seguridad y la educación son importantes, pero lo mejor es generar empleos para una mejor distribución del ingreso vía el pago de salarios e impuestos que pueden destinarse a la educación, a la salud.

En muchos lados se vive en crisis económica o social, y el principal elemento causante es el desempleo.

Carlos Slim Helú
(v.pág.3 del periódico Milenio Jalisco del 10 de abril de 2015).

Es conocimiento convencional que un crecimiento rápido y sostenido del PIB es condición necesaria para reducir la pobreza y mejorar la distribución del ingreso. También se reconoce que el crecimiento es condición necesaria, pero no suficiente para esa mejora. Además, se requieren medidas de política social focalizadas y eficaces, como un sistema fiscal (ingreso-gasto) que resulte en una distribución menos desigual después de cobrar impuestos y de ejercer el gasto público.

Sin embargo, la persistencia de la concentración del ingreso en diversos países, incluyendo México, ha modificado esa prescripción de política pública. En esencia, ahora se señala que una distribución del ingreso muy concentrada representa un obstáculo para crecer con rapidez, lo que a su vez, con medidas complementarias, pudiese reducir dicha desigualdad. Surge así el círculo vicioso "desigualdad-falta de crecimiento-prevalencia de la desigualdad".

La evidencia señala que en México, sólo durante el "desarrollo estabilizador" (1956 a 1970), se dio una reducción de la concentración del ingreso: el PIB creció 6.7% anual, los salarios reales 4.5%, y hubo estabilidad de precios, tipo de cambio y tasas de interés.

México lleva varias décadas de magro y titubeante crecimiento, insuficiente para dar ocupación a los mexicanos que cada año se incorporan al mercado de trabajo en busca de empleo. Por eso, si bien en algunos años la distribución del ingreso mejoró (2004 y 2006) esto es, cuando la economía y el empleo aumentaron; en otros la distribución se concentró (2008 y 2012) cuando la economía se contrajo o creció a un ritmo lento. Existe frustración y enojo de la población por la ausencia de una mejora de sus condiciones de vida, generalizada y reductora de la concentración del ingreso.

En ocasiones, se han hecho planteamientos que buscan atenuar esos sentimientos, con el argumento de que México ha observado una rápida "expansión de sus clases medias" durante las últimas décadas. Si bien el número de familias con ingresos superiores a cierto umbral de pobreza ha aumentado, esto es resultado de la rápida multiplicación de la población y de un incremento muy moderado de sus ingresos. En efecto, la capacidad de compra acumulada por familias con ingresos superiores a cierto umbral, que se define en términos absolutos, ha aumentado. Pero eso no significa que en términos relativos (porcentaje de hogares con ingresos superiores a un umbral que evoluciona con el transcurso del tiempo) las clases medias se hayan expandido. Al preguntar a las familias cuál es el ingreso que debe tener una familia para que sea de "clase media" en México, la respuesta en 2014 fue 13,488 pesos mensuales (12,517 pesos a precios de 2012). Ese monto es muy parecido al ingreso corriente medio por hogar: 12,708 pesos mensuales (ENIGH 2012).

En la medida que, conforme crece el PIB, los hogares modifican ese umbral de ingreso medio en términos absolutos, las clases medias, definidas como el tamaño de un grupo de hogares en comparación con el de otros, no han aumentado en México.

El porcentaje de hogares con ingresos mayores al ingreso medio fue 33.8% en 1984, 29.9% 10 años después, y 31.7% en 2012. Es de lamentar, pero durante los últimos 30 años en México no ha habido una expansión de las clases medias cuando se les define correctamente en términos de su posición económica relativa, lo que equivale a que no ha disminuido la participación de los hogares que los propios mexicanos consideran pobres. ¿Será esta desigualdad persistente lo que impide que la economía mexicana crezca con rapidez?

Jesús Reyes Heroles G.G., economista
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 26 de marzo de 2015).

No basta con crear empleos. Si éstos son poco productivos, tanto su remuneración como su contribución a la generación de valor, serán limitadas.

La clave para garantizar un crecimiento que permita elevar los niveles de vida de la población es que sean creados empleos cada vez más productivos, en los que el valor generado sea cada vez mayor.

Y, para eso se requiere educación, tecnología y organización.

Enrique Quintana
(v.periódico El Financiero en línea del 31 de julio de 2014).

Políticas de escritorio, muchas veces copia de lo hecho en otros países de culturas distintas, que han sido implementadas en México sin el conocimiento y mucho menos el acercamiento a las características reales de la población.

Porque es cierto que hay sectores que pasan hambre, pero implementar SÓLO la Cruzada Contra el Hambre, sin ofrecer otras alternativas como crear oportunidades de trabajo, de estudio, de desarrollo, de crecimiento económico en las distintas regiones, hace de este programa una medida chata, pero sobre todo y al final: dañina.

Porque asumir que la población mayoritaria puede estar satisfecha con recibir de su gobierno las dádivas de Oportunidades, resulta suponer que la población mexicana no tiene ambiciones, no tiene deseos de superarse, no tiene capacidad para enfrentar retos para salir adelante. ¡Nada más erróneo!

Porque un país debe apoyar a su población para su crecimiento, no para que acorten su estatura social y económica. Porque darles el papel de menesterosos no es impulsarlos a salir de la pobreza, sino conminarlos a que el círculo negativo se repita.

Porque resulta triste mirar a los campesinos antes con las manos callosas por sembrar, esfuerzo y esperanza, traducido muchas veces en la alegría de la cosecha, hoy, sentados, desganados, con los brazos cruzados, ociosos, alcoholizados, sólo esperando a que sus mujeres reciban la mensual limosna gubernamental para seguir en esa nada propiciada que lo destruye todo.

Porque es desolador considerar que esta administración sexenal asume que los antes campesinos, deben ser tratados con dádivas sexenales en lugar de ofrecerles estímulos para la siembra, apoyos directos a los campesinos en pequeño para que se integren en el desarrollo y así lograr, por lo menos, el desarrollo sustentable de sus comunidades.

Porque gracias, pero ya basta de dádivas, ya basta de cruzadas contra el hambre, la población necesita aprender a pescar. Porque a la población le urgen espacios donde puedan involucrarse y crecer económicamente en sus regiones, igual si es en el campo o en las ciudades. Porque la población no quiere limosnas, quiere empleos.

Porque con los recursos de la Cruzada Contra el Hambre y de Oportunidades, se podría dinamizar el crecimiento regional y ofrecer más empleos, mejores espacios donde la población se pueda crecer y asumirse como capaz de integrarse al crecimiento y avanzar en el desarrollo económico.

Lourdes Bueno, investigadora de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 5 de julio de 2014).

No pueden seguir engañando a la clase social más desprotegida. El dinero de los nuevos impuestos no va a trasparentarse y tampoco se verá reflejado en los servicios de salud, educación, vivienda, ni se aplicará al campo.

Este país necesita recuperar la inversión en productividad y crecer con base en las exportaciones. No apoyarse en trasquilar a los ciudadanos que siempre han cumplido con sus obligaciones fiscales y han aportado empleos; los cuales no son los trabajadores del gobierno, en donde sí se les otorgan enormes salarios y tienen prestaciones que en otros países sería un tema de escándalo. Pero no, en México esta clase no aporta absolutamente nada para abatir la pobreza.

Ojalá que los partidarios de estos populistas pudieran entender que no lo hacen por ellos, sino que es una medida que va por votos, mas nunca por humanidad.

Maribel Albarrán
(v.pág.4 "Cartas del lector" del periódico Mural del 24 de octubre de 2013).


Adela Micha le pregunta a su entrevistada "si la realidad la rebasa". La respuesta: "Obviamente. Estás hablando de que en este país hay 53 millones de pobres, Adela, de que 10 millones están en condiciones de pobreza extrema -7 millones [en] pobreza extrema y carencia alimentaria- y [de] que a pesar de los recursos enormes que se han destinado a desarrollo social no cambia esta condición de pobreza. ¿Por qué? Porque, para cambiar, lo que necesitas es que el país crezca, que tenga más empleos, que tenga mejores opciones productivas. La tarjeta con dinero, tipo Oportunidades, ayuda a contener, te ayuda a mejorar los índices de salud y de educación de esos niños, pero no te resuelve el problema de la pobreza, no te ha sacado a la gente de la pobreza. Ahí tiene que haber un rediseño y vincular todos estos programas de subsidio con programas productivos. Si ya un niño fue becado por Oportunidades en la primaria o en la secundaria, y luego también en la educación media superior, dale la beca para que termine la universidad o vincúlalo al empleo formal para que realmente ese subsidio haya sido la base para llegar a algo mejor. Estamos trabajando en todo ese rediseño".

¿Quién habla? Es Rosario Robles, la secretaria de Desarrollo Social del gobierno federal, en la televisión, el pasado jueves por la noche. La sensatez y la claridad de la mujer son ejemplares. Habitualmente, el encargado de turno de un ministerio o de una entidad gubernamental responde con la petulancia del que cree que todo lo puede, sin expresar la más mínima reserva sobre sus capacidades y sin tocar, de paso, los temas verdaderamente sustantivos porque, en nuestra acendrada tradición de ocultamientos y discursos mentirosos, reconocer siquiera la realidad más visible se equipara a mostrar una debilidad personal, por no hablar del deliberado propósito de negar, sistemáticamente, todo lo que al resto de los comunes mortales nos resulta siempre evidente.

Y ahí están, pues, los datos, dichos sin ambages ni equívocos. Y ahí está, de la misma manera, el reconocimiento de la enormidad de la tarea y, sobre todo, de que el mero asistencialismo no resuelve las cosas (de ahí la necesidad de reformular unas políticas públicas que, a lo largo de décadas enteras, no han logrado resolver el problema a pesar de cantidad inmensa de dinero que se ha gastado en el renglón social).

Román Revueltas Retes
(v.periódico Milenio Jalisco en línea del 29 de septiembre de 2013).


De los más de 50 millones de iberoamericanos, aproximadamente la mitad vive pobremente. Ese es el gran fracaso y la gran vergüenza de nuestro universo cultural y étnico. Todos formamos parte de Occidente. Nuestras lenguas fundamentales (español y portugués), nuestras creencias religiosas, nuestros derechos, nuestras instituciones, nuestra cosmovisión, tienen una raíz que nos identifica a todos los iberoamericanos, pero lamentablemente constituimos el más miserable y atrasado de todos.

¿Cuáles son las ideas y las actitudes que mantienen en la miseria a grandes muchedumbres latinoamericanas, incluyendo a parte de Europa, como España y otros de la zona mediterránea?

Los gobiernos se enfrascan en un discurso de una pretendida solidaridad con los más pobres y ponen en práctica medidas antieconómicas que provocan males mayores que los que pretenden corregir. Lo único que hacen es fabricar más miseria. A la gente hay que enseñarla a pescar, no a darles el pescado.

La prosperidad se alcanza aumentando la producción y la productividad al promover el crecimiento de empresas que puedan dar empleos remunerados y dignos y sacar de la pobreza y marginación a tantos millones de pobres que necesitan, primero que nada, un trabajo honesto que les permita vivir con dignidad.

Me queda claro que no es repartiendo millones de pesos en los lugares más pobres de México, se va a erradicar la pobreza y la marginación. Dando facilidades para la educación, que es prioridad. Fundar más escuelas, lograr que hasta en el más recóndito de los pueblos mexicanos se imparta la educación básica, secundaria y preparatoria, para tener mejores ciudadanos. Que aspiren al progreso y a la vida útil.

Educación y trabajo digno, son la fórmula para una vida digna. No volvamos al paternalismo que tanto daño ha hecho a esta nación.

Trinidad Terrazas Gastélum
(v.pág.31 del periódico Milenio Jalisco del 25 de enero de 2013).


Querido Andrés Manuel: No existe ningún mexicano, medianamente sensato, que no esté de acuerdo con tu tesis consistente en que "Primero los Pobres". ¡Claro que primero los pobres!¿Quién puede oponerse a semejante propósito político y social?

Quienes realmente queremos a este país deseamos elevar a la altura mínima exigida por la dignidad humana, a todos aquellos compatriotas que carecen de lo estrictamente indispensable.

¡Claro que queremos educación para todos! ¡Claro que queremos bienestar para toda la nación! ¡Claro que queremos un ingreso per-cápita de cuando menos 30,000 dólares al año para cada mexicano! ¡Claro que queremos apagar todas las mechas encendidas, que no hacen sino atentar en contra de la estabilidad y del desarrollo en general del país! ¡Claro que queremos aumentar el ingreso, pero a través de la productividad y no a través de decretos ya conocidos que disparan la inflación con todas sus consecuencias!

¿Quién no desea ayudar los indios de México? ¿Quién no desea alfabetizarles? ¿Quién no desea contener la emigración de cientos de miles de mexicanos a los Estados Unidos? ¿Quién no quiere agua potable, televisión, estufas, piso de concreto y paredes de ladrillo en cada familia mexicana?

Querido Andrés: todos coincidimos en la necesidad inaplazable de rescatar a los marginados, sólo que yo no coincido contigo en las estrategias que has planteado para rescatarles de la miseria. Entiende que la única célula generadora de riqueza es la empresa y los empresarios, a los que tú llamas hambreadores del pueblo o parásitos sociales, son los agentes operadores del bienestar. La práctica lo ha demostrado. Mientes. Todos coincidimos con el fin, pero la mayoría no está conforme con tu método. Se vio en las urnas. Ni partiendo el sueldo de los funcionarios públicos a la mitad ni evitando la corrupción que devora lo mejor de nuestro país, podremos generar la suficiente riqueza para crear los empleos que requiere México, la herramienta más eficaz para ayudar a los pobres que tanto nos preocuparan. Tu diagnóstico está equivocado.

Un gobierno encabezado por ti jamás creará los empleos que requiere México ni extinguirá las mechas encendidas, ni impulsará la recaudación tributaria indispensable para que el gobierno aumente significativamente el gasto en desarrollo social. Nadie con 2 dedos de frente podría aceptar que tus tesis económicas ayudarán a la capitalización de las empresas ni estimularán la investigación tecnológica, ni ampliarán los mercados, ni estimularán la competitividad en el comercio internacional, ni abaratarán costos de producción, ni propondrán alternativas inteligentes para modificar el TLC, dando los pasos adelante necesarios para acercarnos, poco a poco, al esquema de una Comunidad Económica de Norteamérica. No tienes ningún derecho en detener a la inversión extranjera ni a la doméstica, que tanto necesitamos para prosperar. No tienes justificación para espantar a los capitales que vienen a ayudar a construir un México mejor. Careces de elementos, nunca los tendrás, para estimular el odio entre todos los mexicanos, ni para polarizar este país, ni para crear trincheras entre todos nosotros únicamente para dividirnos, la única condición en que los mexicanos hemos sido históricamente derrotados. Tú no representantas a la izquierda, sino al más catastrófico populismo, del que yo no quiero jamás volver a acordarme.

Izquierda era la de Mitterrand, la de Felipe González, es la de la Bachelet, a diferencia de la supuesta izquierda de Chávez o la de Castro, quien ha impuesto la felicidad con la fuerza de las bayonetas... ¡ERES UN PELIGRO! No, no Andrés, para ti es irrelevante el incendio de todo lo mío, la destrucción de todo lo que he construido en los últimos 7 siglos. Es claro que no te importa que nos volvamos a incendiar como en 1810, en 1858 o en 1910, siempre y cuando tú puedas compensar los vacíos sicológicos que se remontan a tu infancia. No, Andrés, ese no es el camino. Si el padrón federal lo integran 72 millones de electores y de ellos sólo 14 votaron por ti, entonces 58 millones no te quieren en la Presidencia, o sea más del 80% te rechaza como jefe del ejecutivo. Antepones tu bienestar personal al mío. Deseas intimidar a las autoridades judiciales mediante la protesta callejera. No quiero un Mussolini mexicano que acepte la ley siempre y cuando le beneficie y que rechace a la Constitución por ser una herramienta a favor de la burguesía.

La mayoría estamos conscientes de nuestras debilidades económicas y sociales, sólo que hemos decidido no convocarte a ti para resolver los difíciles problemas que nos aquejan. Abandona el llamado a la violencia. Abstente de erigirte como intérprete de la voluntad popular y resígnate a aceptar tu derrota. La mayoría de los mexicanos no te quiso en la Presidencia de la República, porque lejos de ayudar a los pobres los hundirás más en la desesperación hasta que volvamos a matarnos con las manos entre nosotros mismos, además, te ruego NO ME INCLUYAS NI A MI ,NI A TANTOS MEXICANOS INTELIGENTES que no estamos de acuerdo con un tipo como tú que cuando estudiante fuiste tramposo y malo; cuando funcionario en tu estado, ladrón y mentiroso... por favor NO SIGAS QUERIENDO PARECER LO QUE NO ERES;

Vives como rico igual que muchos de tus amigos y seguidores pandilleros como Ricardo Monreal y tantos otros que con esa bandera quieren confundir a los que de verdad son pobres en México ¡NO TE BURLES MAS! Eres un inadaptado, pendenciero, pandillero, ladrón y mentiroso... ESO NO ES LO QUE NECESITA MEXICO, A ALGUIEN QUE SEA COMO TÚ, por favor, ya retírate, mejor vete con tu líder a Venezuela, la pobre Venezuela que esta al borde de un colapso económico por el LOCO DE TU AMIGO, hijos ambos seguramente de un loco...

¡YA BASTA!

Atentamente:
El Pueblo de México.

Francisco Martín Moreno, escritor e historiador, autor de "México Negro"
(recibido por e-mail el 10 de enero de 2012).


¿Por qué el presidente Humala tomó distancia de Hugo Chávez y adoptó las políticas de Brasil, Uruguay o Colombia? Más que por una conversión ideológica, por una percepción clara de la realidad: porque, para que sea posible la inclusión social que es su objetivo primordial, es indispensable que haya riqueza y empleo y para ello no hay otro camino que el que siguen los hombres y las mujeres de Gamarra. Estos descubrieron a través de su experiencia algo que todavía muchos dirigentes de la izquierda, cegados por la ideología, se niegan a aceptar: que el verdadero progreso social no pasa por el estatismo ni el colectivismo -inseparables a la corta o a la larga de la dictadura- sino por la democracia política, la propiedad privada, la iniciativa individual, el comercio libre y los mercados abiertos.

El Perú va por el buen camino y ni la derecha fujimorista ni la izquierda obtusa y anacrónica están por el momento en condiciones de apartarlo de él.

Mario Vargas Llosa
(v.pág.6-A del periódico El Informador del 31 de diciembre de 2011).


La lenta reducción de la pobreza extrema en México se debe a que no existe un crecimiento suficiente de la producción, a la extraordinaria concentración de lo poco que se produce, y a los altos niveles de inequidad que imperan en el país, asegura Juan González García, investigador de la Universidad de Colima y especialista en estudios sobre la Cuenca del Pacífico.

En contraste, señala el investigador, por su vertiginoso crecimiento económico, China ha logrado reducir en 78% a su población en condiciones de pobreza extrema, como resultado de las acertadas políticas económicas que ha implementado.

"Lo que hace posible esto es el férreo control del estado en la economía y el marco institucional en el cual se desenvuelve. El control es asegurar el cumplimiento de las metas (...) Eso se dice fácil, pero implica una política fiscal, monetaria, financiera, comercial, industrial; todo en un esquema amplio, como una orquesta en la que todos están en armonía.

"Es un pragmatismo fiscal que se aplica en China, que tiene que ver con el gasto en infraestructura no sólo en la Región Costera, sino en la Región Centro. Creación de carreteras, de helipuertos, de aeropuertos, vías férreas, de presas; ahí se canalizan los recursos".

Gracias a que ha tenido un promedio de crecimiento anual sostenido de entre 8% y 8.5%, según estimaciones del Banco Mundial, desde 1980, China ha logrado sacar de la pobreza extrema a más de 500 millones de habitantes, y ha reducido la pobreza rural del 76% al 12%.

México, en cambio, del año 2001 al 2008 (antes de la crisis) sólo redujo en 3.2 puntos porcentuales su población en pobreza alimentaria, al pasar de 21.4% al 18.2%. La pobreza de patrimonio disminuyó en 5.7 puntos, al pasar del 53.1% al 47.4%; y redujo la pobreza de capacidades en 4.6 puntos al pasar del 29.7% al 25.1%.

(V.pág.7-B del periódico El Informador del 14 de diciembre de 2009).


La discusión de la política de ingresos y gasto público ha escalado, en virtud de la crisis sistémica que se vive, al plano de una encrucijada histórica. La cuestión no está en buenas manos. Los diputados, el senado y las dirigencias legislativas y partidistas -de probada y prolongada impericia- con su estilo patético de risotadas y vulgaridades, sus habilidosillas negociaciones preñadas de cálculos menores y su incapacidad de entender la perspectiva histórica, tomarán la decisión de si el gobierno y el estado optan por paliar el derrumbe de sus ingresos fiscales o asumen el desafío de pensar y actuar para establecer condiciones de crecimiento y generación de empleos.

La miscelánea fiscal propuesta, cuyo filo mayor reside en el aumento de 2% al IVA (la ampliación de ese porcentaje a medicinas y alimentos) con la vacua promesa de fortalecer los programas asistenciales contra la pobreza y arreglos de proporción menor en el enjambre de impuestos (los recortes al gasto público son cosméticos), es una alharaca que ni siquiera garantiza la suficiencia presupuestal.

Crecimiento económico sostenido -tasas superiores a 5%- y no tapaderas efímeras de hoyos fiscales sin fin. La fórmula de elevar impuestos al limitado universo de contribuyentes cautivos (asalariados medios y bajos) ha probado su ineficiencia, dura poco su efecto y no aumenta el universo recaudatorio. La propuesta no decide gravar con efectividad ni consumo ni ingresos. IVA bajo y restringido e ISR alto para ingresos bajos y medios, tasa 0 para las ganancias de empresarios y un sin fin de regímenes especiales que favorecen deliberadamente evasión y elusión fiscal, incluso de grandes empresas.

El solidarismo del PAN, la dulce caridad para los pobres, donde la "sociedad" es invitada al sacrificio a favor de los más desfavorecidos y el Estado, con lo que buenamente puede subsidia la pobreza, puede convertirse, en las actuales circunstancias internas e internacionales, en aquella miserable "Ley de pobres" de los inicios del capitalismo. Si, como parece, todo sigue así y el paquete económico del gobierno se transa a cambio de porcentajes y prebendas, el país tendrá insuficiencia fiscal y raquitismo económico (aunque claro, a largo plazo todos estaremos muertos -Keynes dixit).

Alán Arias Marín
(v.periódico Público en línea del 27 de septiembre de 2009).


Manlio Fabio Beltrones, coordinador de los senadores del PRI, afirmó que habrá que "darle la vuelta" y cambiar por completo el paquete fiscal que propuso el gobierno federal para el próximo año, por lo que ya construyen una contrapropuesta.

Exigió al ejecutivo detener su campaña en medios a favor del impuesto de 2% generalizado al consumo, pues no es con manipulación como será aprobado.

Además, aseveró que los gobiernos del PAN no han podido darle rumbo al país, pues durante 9 años el crecimiento económico de México se ha detenido.

Beltrones afirmó que enmendarán la plana fiscal al gobierno.

Y en concordancia con lo que un día antes afirmara Francisco Rojas, líder de la bancada del PRI en la Cámara de Diputados, en el sentido de que los programas asistencialistas sólo crean "ciudadanos estériles", Beltrones señaló: "si bien es cierto que debemos atender la pobreza, no menos cierto es que la mejor manera de atender a los pobres no es simplemente garantizándoles un dinero mensual o quincenal".

Insistió en que la solución a la crisis no es crear más impuestos sino impulsar medidas para reactivar el crecimiento económico, y "si para eso se necesita más dinero habrá que buscarlo donde esté".

Aseguró que el principio fundamental para responderles a los mexicanos que le dieron el voto mayoritario al PRI en los pasados comicios "es la lealtad con ellos".

"Lo que menos necesitamos en este momento es darles más dinero para gastar en la pobreza, cuando los pobres lo que necesitan son empleos y éstos sólo se consiguen creciendo", insistió.

Y exigió al presidente Felipe Calderón que detenga su campaña en los medios a favor del impuesto del 2%, porque no está hablando con la verdad y no será con base en la manipulación como va a lograr que se apruebe el gravamen. Lo que dicen los spots es "muy distinto a la realidad", acotó.

La propuesta del ejecutivo no fue elaborada con el objetivo de crecer, sino "para recaudar y tapar hoyos fiscales que se le han escurrido en lo últimos años debido al enorme gasto en la alta burocracia".

(V.pág.16 del periódico Público del 27 de septiembre de 2009).


No es novedad enterarnos que las encuestas del INEGI no reflejan la realidad del desempleo de nuestro país. Según esta institución la desocupación abierta en México fue, en noviembre de 2008, de 4.47% de la población económicamente activa. A pesar de que es la cifra más alta desde el 2000, nos sigue colocando como una de las naciones con menor desempleo oficial en el mundo. El pasado mes de diciembre la desocupación abierta en Estados Unidos fue de 7.2% y la de Canadá 6.6%; en noviembre la cifra de España fue de 13.4% y la de Alemania 7.6%.

El número de personas que cuentan con grados universitarios y experiencia amplia en campos muy diversos de actividad y que, sin embargo, no pueden obtener empleo es cada vez mayor. La información disponible sugiere, de hecho, que el desempleo es mayor entre las personas con un grado de bachillerato o un titulo universitario que entre quienes sólo tienen una educación primaria. Estamos construyendo una nueva generación de desempleados; sólo que, al contrario de lo que ocurría en otros tiempos, hoy tiene un mayor grado de preparación.

No hay soluciones fáciles al problema del desempleo. Es verdad que si redujéramos los costos de despido de personal con una reforma laboral habría una mayor contratación en el momento en que se registrara una recuperación económica. El contraste de países como Estados Unidos -que ofrecen una mayor facilidad y un menor costo de despido- frente a los de Europa nos revela esa verdad de Perogrullo de que la legislación laboral que protege en exceso a quienes ya tienen un empleo hace más difícil la creación de nuevos puestos de trabajo y por lo tanto discrimina a los desempleados.

Pero poco importa la flexibilidad laboral cuando no hay crecimiento económico. En este momento de incertidumbre y de falta de inversión productiva simplemente no vamos a generar nuevos empleos.

Los empleados y trabajadores del sector público tienen una enorme ventaja en estos momentos de crisis. Sus puestos están garantizados de por vida. Podrán hacer muy mal su trabajo o dedicar una parte muy importante de su tiempo a participar en las movilizaciones y plantones que se han convertido en parte habitual de la vida política nacional, como ocurre con los maestros de escuelas públicas de Oaxaca o Morelos, pero los contribuyentes tendrán que seguir aportando dinero para cubrir sus sueldos. La gran tragedia la están enfrentando los empleados y trabajadores del sector privado. Ellos sí pueden ser y están siendo despedidos. Y una vez que pierden sus empleos, enfrentan crecientes dificultades para encontrar uno nuevo.

El problema es que en el mundo contemporáneo un empleo es mucho más que una forma de ganarse la vida. El trabajo se ha convertido en una manera de inserción en la sociedad que proporciona estabilidad personal y familiar. Quien pierde su empleo, no sólo deja de percibir un ingreso, con todas las consecuencias que esto tiene, sino que pierde también su lugar en la comunidad. Hay una desvalorización dramática del desempleado que afecta todos los aspectos de su vida y la de su familia.

Los subsidios al desempleo, como el que entrega el Gobierno del Distrito Federal, no resuelven el problema. La única solución real radica en la creación de nuevos empleos. Estos tampoco pueden ser los del sector público, porque en muchos casos no son realmente productivos. No se puede seguir sangrando a la parte productiva de la economía para generar empleos que no aportan nada a la sociedad. Al final alguien tiene que producir para pagar los impuestos de los que vive el sector público.

La única forma de generar empleos productivos no es, quizá, políticamente correcta. Se trata de aumentar la inversión privada. Mientras esto no se logre, todas las demás acciones de los políticos resultarán vanas.

Sergio Sarmiento
(v.periódico El Siglo de Durango del 22 de enero de 2009).


Estos eran 10 amigos para los que la fortuna y el trabajo de cada quien les habían deparado una vida muy distinta en lo material. Sin embargo, tenían un gran gusto en común: sentarse cada día en el bar de la colonia a compartir entre ellos tomando cada quien una cerveza. Desde tiempos inmemoriales, seguramente a propuesta del economista del grupo, habían decidido dividir el total de la cuenta de la misma forma en la que se distribuye el pago de impuestos en la sociedad. Por tanto, los 100 pesos de la cuenta diaria se repartían de la siguiente manera:

Los 4 primeros amigos (los más pobres) no pagaban nada; el quinto pagaba $1; el sexto pagaba $3; el séptimo pagaba $7; el octavo pagaba $12; el noveno pagaba $18 y el décimo amigo (el más rico) pagaba $59.

Los 10 amigos se reunían a diario. Arreglaban el mundo sólo para descomponerlo de nuevo al día siguiente. Nadie le daba mucha importancia a la distribución de la cuenta entre ellos. Llegó el día, sin embargo, en que todo mundo en el bar empezó a hablar de "competitividad" y de "reformas estructurales". Del cantinero al garrotero a los otros parroquianos, todos cayeron en cuenta de que la única forma de mantener el negocio en marcha y enfrentar la competencia de otros bares era haciendo ajustes a las costumbres de antaño.

Como parte de los cambios, el dueño del negocio les dio a los 10 amigos lo que parecía una buena noticia: "Deseo mantener su lealtad e incorporar a más clientes al bar (aumentar la base de contribuyentes), por lo que a partir de hoy su cuenta diaria se reduce en $20". Un contador público entre los presentes sugirió que para mantener el balance se siguiera dividiendo la cuenta como hasta ahora.

Los 4 amigos más pobres quedarían tal cual. Seguirían bebiendo de a gratis. ¿Pero cómo se dividiría la ganancia (los excedentes petroleros, la reducción de tasas, la depreciación acelerada para fomentar la inversión) entre los 6 que sí pagaban para que a cada cual le tocara "lo justo"? $20 entre 6 da un total de $3.33 por cabeza. Pero al restar dicha cantidad del pago de cada quien resultaba que tanto el quinto como el sexto amigo recibirían un ingreso por beber su cerveza, lo que hasta para un abogado resultaría extraño.

El dueño del bar, un hombre prudente, sugirió que lo justo sería reducir la cuenta de cada quien (la carga fiscal) en una cantidad similar. Así, ahora el quinto amigo, al igual que los 4 primeros, no pagaría nada; el sexto pagaría $2 en vez de $3 (un ahorro de 33%); el séptimo pagaría $5 en vez de $7 (28% menos); el octavo pagaría $9 en lugar de $12 (25% menos); el noveno pagaría $15 en lugar de $18 (22% menos) y el décimo amigo pagaría $49 en vez de $59 (un ahorro de 16%). Los primeros 4 estaban igual de bien que antes (para estos propósitos) y los otros 6 amigos habían recibido un beneficio.

Sin embargo, una vez en la calle los amigos empezaron a comparar el resultado. "Yo sólo recibí un peso de los $20", dijo el sexto, "mientras que él -apuntando al décimo- recibió $10". "Sí, es cierto", dijo el quinto amigo. "Yo también me beneficié sólo con un peso y no es justo que él haya recibido 10 veces más que yo. ¡Los ricos reciben todos los beneficios!". "Hey! ¡Momento!" gritaron al unísono los 4 primeros amigos. "Nosotros no recibimos nada. El sistema siempre explota a los más pobres". Ante evidencia tan contundente, los 9 amigos rodearon al décimo y le dieron una golpiza aún más contundente, enojados por la injusta distribución de los beneficios de los cambios.

Al día siguiente, el décimo amigo estaba tan golpeado que no pudo ir al bar a tomar su cerveza. Los otros bebieron sin él pero a la hora de la hora descubrieron que entre todos no les alcanzaba para pagar ni siquiera la mitad de la cuenta".

*Esta pequeña historia del profesor David Kamerschen ilustra cómo funciona buena parte de cualquier sistema fiscal. Ahora que Hacienda y los diputados hacen su chamba, vale reiterar que, por definición, el beneficio de mayores recursos públicos producto de una reforma hacendaria debe ir a los mexicanos más pobres; de la misma forma, en la medida en la que más mexicanos se sumen a la base de contribuyentes y se termine con el trato de excepción para estos y aquellos, el beneficio de menores cargas fiscales irá a quienes de entrada ya pagan más. De no hacerlo, los 9 amigos dejarán de tomar su cerveza como hasta ahora, mientras que el décimo tomará su Corona o su Superior en cualquier otro país del mundo.

Marco Provencio
(recibido por e-mail el 27 de mayo de 2008).


El gobierno lo único que hace es quitarle al sector productivo para luego dárselo a los burócratas, que hacen muy poco, si no es que nada... muchos políticos creen que la riqueza nomás existe y que su chamba es repartirla. Se les olvida que hay que producirla, que no es fácil, se les olvida que los empresarios necesitan de incentivo, apoyo y apapacho.

Ricardo Salinas Pliego
(v.pág.11 del periódico Mural del 1o.de noviembre de 2007).


El concepto de que la riqueza crea pobreza es ampliamente aceptado por muchos pueblos. El odio o envidia al rico. Las expropiaciones, o la oposición a las privatizaciones, el pensamiento de que toda propiedad adquirida fue robada. El concepto de que la violencia es libertad. Sin embargo, donde quiera que estos conceptos e ideas predominan, la pobreza se extiende y se prolonga. No, la riqueza no trae pobreza. Lo que causa la pobreza es el concepto de que la riqueza es la que la causa.

La única manera, para una persona o país pobre, de salir de la pobreza, es la educación, el trabajo arduo, la creatividad, la innovación, el riesgo y la fe en el futuro.

No se puede separar el concepto de la democracia de la idea del estado de derecho. No se puede calificar de democracia a cualquier tipo de representación, incluso aquella que pueda ejercer un "líder" o caudillo aunque sea aclamado por las masas populares.

El concepto que de la prosperidad de otros resulta al final la prosperidad de uno, no es fácilmente aceptado. Y sin embargo, este concepto es una ley básica de la economía, clave para la prosperidad y paz de una sociedad, y una fuente de recursos y progreso.

Manuel Cereijo
(V.artículo "La riqueza no crea pobreza" en la revista electrónica cubana "Guaracabuya").


Siempre que los izquierdistas dibujan un mundo feliz, resulta que no proponen mecanismos para crear riqueza, para producir más dinero sino que hablan simplemente de repartir de otras maneras el que ya está ahí, lo que hay.

Román Revueltas Retes
(v.pág.3 del periódico Público del 16 de octubre de 2005).


Noticias de Hacienda a los asalariados: arriba las manos, esto es otro asalto. No contentos con exprimir a los únicos que nos dejamos, o sea a los que estamos "en nómina", ahora los genios del fisco determinaron, bajita la mano, exprimirnos más.

Fíjense. Se supone que desde el año pasado, los suertudotes que "ganamos" 300,000 pesos o más al año, debemos hacer el engorrosísimo trámite de la declaración y pagar aún más impuestos que los que tuvieron a bien tumbarnos quincena tras quincena.

Y nótese que en el párrafo anterior anoto "ganamos" más de 300,000 al año, porque en realidad, lo que yo cobro está muy por debajo de esa cantidad -si no, no andaría persiguiendo la chuleta en mis noches libres, como cabaretera de canción de Agustín Lara-, y cobro menos de eso precisamente por la tremenda rebanada que me quitan por impuestos y "prestaciones" como el Seguro Social -seguro les dicen prestaciones porque llegan los sindicatos burócratas y al grito de "presta pa' la bandera" se las llevan-; pero eso no cuenta: al final del año se supone que los gané yo, y no Hacienda, así que se vuelven a sumar... como salario mío. Qué listos.

El asunto va para peor. A todo individuo que genere dinero, en cualquier país civilizado, se le da la oportunidad de demostrar que también desembolsó una parte, si no toda, en gastos, no sólo para sostener y desarrollar su negocio o profesión, sino en algo tan vulgar e innecesario como casa, comida, educación...

Pues aquí no, a menos que uno sea profesionista "independiente" o tenga un negocio. Porque los asalariados no podemos más que deducir intereses de hipotecas -ni modo que no hagan negocio los banqueros-, transporte escolar para hijos o nietos, "siempre y cuando sea obligatorio" -¿a poco creen que la gente se sube al midibús por puro gusto?- y, literalmente, los gastos funerarios. Lo cual no deja de ser irónico, pues ya con la pijama de hojalata puesta, ¿a quién le preocupan los amenazas de Hacienda y sus bucaneros?

De deducir gastos de renta, alimentos, gasolina o transporte público, nada. Y ni soñar con deducir gastos médicos: si la empresa en que trabaja uno es solidaria, le paga a uno seguro de gastos médicos, pero obviamente los contabiliza a su favor. Si no, de perdida te paga el Seguro Social, donde nada más gana el mismísimo Seguro. Y si ni siquiera en el Seguro Social está uno... ¿pues ya qué?

Ni llorar...

Así que aparte de la ordeñada quincenal a tu salario -que se supone es muchísimo más alto de lo que nunca verás reflejado en tu cheque-, espérate a ver la que, después de descifrar números y datos confusos como jeroglíficos, vas a sufrir por estas fechas: los coyotes del fisco suman a su ineptitud para ampliar la base de contribuyentes, la voracidad: no van a parar hasta sacarnos hasta los huesos a quienes ya estamos en sus garras.

Paco Navarrete
(v.pág.3B del periódico Mural del 25 de marzo de 2005).

Comentario del webmaster: ¡Gracias Fox por el cambio... Por favor vete mucho, junto con Gil Díaz, a...
tu rancho de San Cristóbal!


Es esta precisa idea de Robin Hood -tomar de los ricos para dar a los pobres, lo que se ha convertido en la singular mayor aflicción de las clases media y pobre. La razón por la que la clase media está tan pesadamente gravada con impuestos, está relacionada con el ideal de Robin Hood. La verdadera realidad es que los ricos no están gravados con impuestos. Es la clase media la que paga por los pobres, especialmente el segmento de personas con mejor formación y mayores ingresos.

Para comprender íntegramente cómo suceden las cosas, necesitamos dar una mirada a la perspectiva histórica. Necesitamos analizar la historia de los impuestos.

Originalmente, en Gran Bretaña y Estados Unidos no existían los impuestos. Ocasionalmente había impuestos temporarios exigidos a fin de pagar los gastos de las guerras. El rey o presidente emitiría el llamado, y se les pediría a todos un recorte. Algunos impuestos fueron exigidos en Gran Bretaña para las luchas contra Napoleón, entre 1799 y 1816, y en los Estados Unidos, se impusieron algunos gravámenes para pagar la Guera Civil, desde 1861 hasta 1865.

En 1874, Inglaterra instauró el impuesto a las ganancias como un embargo permanente sobre sus ciudadanos. En 1913, en los Estados Unidos, se instauró un impuesto a las ganancias, el cual se convirtió en permanente con la adopción de la Enmienda 16 de la Constitución. Hubo una época en que los estadounidenses estaban en contra de los impuestos. Y el excesivo impuesto al té, que condujo a la famosa Fiesta del Té de la Bahía de Boston, había resultado ser un incidente que ayudó a encender la Guerra Revolucionaria. Tomó aproximadamente 50 años, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, vender la idea de un impuesto a las ganancias permanente.

Lo que no muestran estos datos históricos es que, inicialmente, en ambos países, este impuesto era tributado sólo por los ricos. La idea de los impuestos se hizo popular y aceptada por la mayoría, diciéndole a las clases media y pobre, que los impuestos habían sido creados sólo para penalizar a los ricos. Así fue como las masas votaron la ley, que se hizo legal, constitucionalmente. Y aunque en realidad la intención era penalizar a los ricos, finalmente terminó afectando a las mismas personas que la votaron, es decir, los pobres y la clase media.

Una vez que el gobierno le tomó el gusto al dinero, su apetito creció. En las esferas gubernamentales, cuanto más grande es la organización de alguien, más respeto él merece. Por el contrario, dentro de mi organización, cuantas menos personas contrato y menos dinero gasto, más me respetan mis inversores. Esta es la razón por la que no me gusta la gente del gobierno. Ellos tienen objetivos bien diferentes de la mayoría de las personas de negocios. Y a medida de que el gobierno se sobredimensiona, más y más impuestos son necesarios para sostenerlo.

La aprobación de los impuestos fue posible únicamente porque la masa creía en la teoría económica de Robin Hood, que consistía en tomar de los ricos, y darle a todos los demás. El problema fue que el apetito del gobierno por el dinero se hizo tan grande, que pronto fue necesario que los gravámenes fueran impuestos a la clase media, y a partir de allí, se mantuvieron aumentando como "por goteo".

Por otro lado, los ricos vieron una oportunidad. Ellos no jugaron con las mismas reglas de juego. Los ricos ya sabían todo acerca de las corporaciones, las cuales se hicieron populares en los días de la navegación en grandes buques para limitar el riesgo por la inversión de cada viaje.

Una vez que los tributos surgidos del reclamo "tomemos el dinero de los ricos" fueron aprobados, el dinero en efectivo comenzó a fluir a las arcas del gobierno. Inicialmente, la gente estaba feliz. El dinero estaba siendo entregado a los empleados gubernamentales y a los ricos. Llegaba a los empleados del gobierno en forma de puestos de trabajo y pensiones. Y a los ricos, mediante contratos con el gobierno que beneficiaban a sus fábricas. El gobierno se convirtió en un gran pool de dinero, pero el problema pasó a ser el manejo fiscal de ese dinero. No existía realmente una recirculación.

La política del gobierno para los burócratas era evitar que tuvieran dinero sobrante. Si no lograban gastar el monto de fondos asignado a su área, se arriesgaban a perderlo en el próximo presupuesto. Ciertamente, no recibirían reconocimiento por ser eficientes. Las personas de negocios, en cambio, son recompensadas por lograr sobrante de dinero y son reconocidas por su eficiencia.

A medida que el ciclo de gastos gubernamentales continuaba en aumento, la demanda de dinero se acrecentaba, y entonces, la idea de "graven impuestos sobre los ricos", comenzó a ser ajustada con la intención de incluir niveles menores de ingresos, bajando hasta alcanzar a las propias personas que la habían votado, es decir, los pobres y la clase media.

Los verdaderos capitalistas usaron su conocimiento financiero para, simplemente, encontrar alguna manera de escapar. Ellos volvieron a apuntar a la protección de las corporaciones. Una corporación, protege a los ricos. La utilización de corporaciones se hizo popular -una vez que las leyes de ganancia permanente fueron promulgadas- porque la tasa del impuesto a las ganancias de una corporación era menor que la tasa del impuesto a las ganancias de un individuo. Además, dentro de las corporaciones, algunos gastos podían ser pagados con dólares previos a impuestos.

En la actualidad, el estadounidense promedio trabaja para el gobierno entre cinco y seis meses, hasta que gana lo suficiente como para cubrir sus impuestos. Cuanto más duro trabaje usted, más deberá pagarle al gobierno. Y es por esto que creo que la idea de "quitémosle a los ricos", revirtió el disparo sobre la propia gente que la votó.

Cada vez que la gente trata de penalizar a los ricos, ellos no sólo no se conforman, sino que reaccionan. Tienen el dinero, la fuerza e intentan cambiar las cosas. Ellos no se quedan ahí sentados pagando impuestos voluntariamente. Contratan abogados y contadores astutos, y persuaden a los políticos para cambiar leyes o crear escapatorias legales. Tienen los recursos para efectuar cambios.

Los pobres y la clase media no cuentan con los mismos recursos. Ellos permanecen sentados y dejan que las agujas del gobierno penetren en sus brazos permitiendo que comience la donación de sangre. Estoy sorprendido permanentemente por el número de personas que pagan más impuestos, o aprovechan menos deducciones tan sólo porque están temerosos del gobierno... El "hombre de los impuestos" siempre tomaría más, si usted se lo permitía.

Robert T.Kiyosaki con Sharon L.Lechter, "Padre Rico Padre Pobre", Time & Money Network Editions, 2003.


Para empezar

El Poder Ejecutivo Federal está dispuesto a realizar una reforma fiscal integral, cuyo objetivo principal es recaudar más impuestos para destinarlos, en primer lugar, a educación, seguridad social y combate a la pobreza y, en segundo término, a la construcción y mantenimiento de la infraestructura. La reforma será eminentemente recaudadora y redistributiva, lo cual nos lleva a la siguiente pregunta: ¿qué justifica que el gobierno le quite a unos para darle a otros?

Por el camino

Una y otra vez oímos que la causa de la pobreza se encuentra en la inequitativa distribución del ingreso, afirmación que supone, en primer lugar, que el ingreso se genera de manera colectiva, lo cual no es cierto; cada uno genera su propio ingreso. En segundo término que, además de generarse de manera colectiva, el ingreso se genera de manera homogénea, lo cual tampoco es cierto: la capacidad de generar ingreso varía de persona a persona. En tercer lugar supone que, una vez que se ha generado colectiva y homogéneamente, el ingreso se deposita en un fondo común, momento en el cual aparece un personaje, al cual llamaremos el distribuidor, quien distribuye ese ingreso dándole mucho a pocos y poco a muchos. El resultado es una inequitativa distribución del ingreso, que se corrige en el momento en el cual aparece un segundo personaje, que llamaremos el redistribuidor, encargado de quitarle a quienes tienen mucho para darle a quienes tienen poco, hasta lograr la equitativa redistribución del ingreso.

Para terminar

El único problema es que la realidad es muy distinta: el ingreso no se distribuye, se genera conforma a la productividad del trabajo de cada uno. La pobreza no se debe a que a los pobres les haya tocado poco y a los ricos mucho, sino a que los ricos tienen la capacidad de generar más ingreso que los pobres. El problema nada tiene que ver con la inequitativa distribución del ingreso, sino con la poca capacidad de los pobres para generarlo. Sin embargo, el gobierno insiste en redistribuir, y para ello propone una reforma fiscal, eminentemente recaudadora y redistributiva, lo cual me obliga a repetir la pregunta: ¿qué justifica que el gobierno le quite a unos para darle a otros? Nada: la redistribución del ingreso es un robo con todas las de la ley, que viola el derecho a la propiedad sobre los ingresos. La redistribución del ingreso es la manera de imponer el ejercicio institucional de la caridad que, en el mejor de los casos, alivia algunos de los efectos de la pobreza, sin eliminar sus causas.

Arturo Damm Arnal, investigador, académico y periodista
(v.pág.49 de la revista Vértigo del 25 de marzo de 2001).


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Cualquier cosa que da el gobierno, debe primero quitarla - John S. Coleman