Síntomas del envejecimiento

Félix el gato.

  1. Cuando, siendo hombre, por fin eres capaz de decirle que NO a una mujer, sin remordimientos.
  2. Cuando, siendo mujer, por fin eres capaz de decirle que SI a un hombre... y sin remordimientos.
  3. Cuando haces deporte y, orgulloso, le cuentas a todo mundo que lo haces.
  4. Cuando hay remedios en la mesa de noche.
  5. Cuando la virginidad hace tiempo que ya no es tema de conversación.
  6. Cuando los niños, con quienes hasta hace poco tenías cierta complicidad, ahora te dicen "señor", y te tratan de usted... o, peor aún, te dicen "tío".
  7. Cuando necesitas mucho más tiempo que una mañana para recuperarte de una trasnochada.
  8. Cuando tú mismo cuelgas la toalla después de ducharte.
  9. Cuando te molesta que otro deje la pasta de dientes destapada.
  10. Cuando tus amigos se casan sin estar apurados.
  11. Cuando tus primos chicos te piden cigarros.
  12. Cuando tus sobrinos saben más que tú de computación.
  13. Cuando vas a la playa y puedes pasar todo el día sin bañarte.
  14. Cuando ves los partidos y conciertos por la televisión, en vez de ir a verlos en vivo.
  15. Cuando vuelves a llevar regalo a los cumpleaños... igual que cuando eras chico.
  16. Cuando, para hacer deporte, compras ropa que te tape en vez de mostrar.
  17. Cuando prefieres ver a un amigo a hablar con él hoooooooras por teléfono.
  18. Cuando ya sabes lo que quieres.

EdadEl éxito es:
3 añosNo hacer pipí en los pantalones
6 añosRecordar lo que se hizo durante el día
12 añosTener amigos
18 añosTener licencia de conducir
20 añosTener sexo
35 añosTener dinero
50 añosTener muchísimo dinero
60 añosTener sexo
70 añosTener licencia de conducir
75 añosTener amigos
80 añosRecordar lo que se hizo durante el día
83 añosNo hacer pipí en los pantalones

(Basado en la publicada en Ocio del diario Público del 18 de mayo de 2001).


Más síntomas del envejecimiento


Existen 3 síntomas con los que se detecta la vejez: El primero es la pérdida de la memoria. De los otros 2 ya no me acuerdo.

¿Es usted sobreviviente? Felicidades...

Entre los correos que recibí por Internet en estos días, está uno que me mandó mi hermana Beatriz; y pensé en compartirlo con ustedes, porque se refiere de forma entretenida a quienes somos anteriores a la televisión, la penicilina, la vacuna contra la polio, los alimentos congelados, las máquinas copiadoras, el fax, los plásticos, los lentes de contacto y la píldora.
Nacimos, dice el texto que estoy citando, antes del radar, la bomba atómica, las tarjetas de crédito, el rayo láser y los bolígrafos. Antes de que existieran pantimedias, lavadoras de platos, secadoras de ropa, cobijas eléctricas, aire acondicionado, hornos de microondas, Polaroid y ropa wash and wear.
En la época en que nacimos, las conejitas eran únicamente animalitos; y las cucarachitas no eran Volkswagen; jeans les decíamos sólo a las Juanas; tener una relación íntima significaba una gran amistad; no se viajaba en jet, ni se soñaba con la guerra de las galaxias; y el hombre nada más había caminado en la Luna en las novelas de Julio Verne.
Cuando nacimos los papás no cocinaban; ni planchaban; y mucho menos cambiaban pañales. Y ni en sus más acaloradas fantasías las mamás hubieran soñado tirar los pañales a la basura. Cada vez que cambiaban a sus bebés, que no se llamaban así sino simplemente "el niño", les ponían tres de diferente tela y que debían lavar a mano y poner a secar donde podían, porque no abundaban.
Eramos tan anticuados, que primero nos casábamos y después vivíamos juntos. Creíamos que los preservativos eran substancias que se ponían a la comida que venía en frascos para que no se echara a perder. Y, la educación sexual se limitaba a afirmar que a los hermanitos los traía la cigüeña de París.
No había mujeres peluqueras; ni peluquerías unisex. No se hacían citas ni mucho menos matrimonios por computadora. Tampoco había guarderías de niños; ni terapias de grupo; ni traumas; ni hogares de ancianos.
No se hablaba del FM, ni de los compact disc o rayos láser; la única parabólica que entonces conocíamos, era la de la curva en el firmamento; las letras DVD., no significaban nada. No había máquinas de escribir eléctricas, corazones artificiales, condominios, grabadoras, videos, ni procesadores de palabras o de alimentos. Y por ningún lado se veían hombres con aretes.
Computar, era una mala acción; y la palabra Internet no salía en ningún diccionario. Una agenda digital, era quizá un cuadernito lleno de números; y las calculadoras no se podían echar al bolsillo, porque eran grandes y eléctricas y funcionaban con un rollo de papel.
No existían los McDonalds, las pizzerías, o el café instantáneo. Con 10centavos viajábamos en tranvía, hacíamos llamadas telefónicas, tomábamos un refresco, y comprábamos timbres de correo suficientes para una carta y dos postales; y por cinco, adquiríamos dos caramelos o tres chicles.
Se podía comprar un auto pequeño por pocos miles de pesos, pero eran pocos los que podían afrontar el gasto; lo que era una verdadera lástima, porque la gasolina valía como 20 centavos el litro.
Fumar un cigarrillo era considerado elegante y no nocivo para la salud, y si era de tabaco nos dejaban hacerlo en todas partes; la hierba se cortaba, no se fumaba; la salsa se comía, no se bailaba. Y la coca era una bebida refrescante y no se inyectaba ni se olía.
Sida, no significaba nada; y aids se decía en inglés a los ayudantes de oficina. Por supuesto que conocíamos bien la diferencia entre los sexos, pero a nadie se le ocurría cambiarlo y había que conformarse con el único que se tenía. Los hijos no se mandaban hacer y los matrimonios eran sólo entre un hombre y una mujer.

Teresa Gurza
Publicado en el periódico El Informador el 19 de febrero de 2003.


Cómo van pasando los años... cómo se hablaba en los 70s y cómo se habla en los 2000s

1970 = Solterona2003 = Profesional independiente
1970 = Lagartona2003 = Mujer con experiencia
1970 = Humilde2003 = Falto de iniciativa
1970 = Borracho2003 = Bebedor social
1970 = Mujer golpeada2003 = Violencia intrafamiliar
1970 = Mujer prudente (que no denuncia al golpeador)2003 = Pendeja
1970 = Mujer abnegada2003 = Mujer sojuzgada
1970 = Aventura amorosa2003 = Refuerzo del compromiso matrimonial
1970 = Bolillo torcido2003 = Baguette
1970 = Tocar de oído algunos temas2003 = Consultor / Licenciado
1970 = Vendedor2003 = Ejecutivo de cuenta
1970 = Que no me moleste nadie2003 = Estoy en una junta
1970 = Curandero2003 = Mentalista - Psíquico
1970 = Peluquero2003 = Estilista
1970 = Profesor de gimnasia2003 = Personal trainner
1970 = Escuincle malcriado2003 = Niño Montessori
1970 = Universitario fresa2003 = Chico Tec
1970 = Sirvienta2003 = Asistente personal del hogar
1970 = Tendedero2003 = Secadora de ropa.
1970 = Designación (dedazo)2003 = Candidato de unidad
1970 = Decir lo que piensas bajo tu propio riesgo2003 = Libertad de expresión
1970 = Bailarina a-go-go2003 = Teibolera
1970 = Bola de desocupados en una tribuna2003 = Talk-show
1970 = La calentura es mutua2003 = Funciona la química
1970 = Manipular a la opinión pública2003 = Fenómeno mediático
1970 = No entendí un carajo2003 = Hay que leer entre líneas
1970 = Flaca2003 = Anoréxica
1970 = Decir pendejadas2003 = Las expresiones están fuera de contexto
1970 = País subdesarrollado2003 = Economía emergente
1970 = Loca2003 = Mujer autónoma y decidida
1970 = Despidos masivos2003 = Reestructuración
1970 = Turismo para pobres2003 = Turismo alternativo
1970 = Abuelos2003 = Babysitter
1970 = Monopolio informativo2003 = Multimedio
1970 = Hacer pendejadas2003 = Esto me sirve de terapia
1970 = ¿Me das tu teléfono?2003 = ¿Me das tu e-mail?
1970 = Robo indiscriminado de los políticos2003 = Déficit fiscal
1970 = Mapache electoral2003 = Operador político
1970 = Fraude electoral2003 = Concertacesión
1970 = Caminar entre piedras, arbustos y troncos en la Marquesa2003 = Hacer tracking
1970 = Acomodador político... rentachambas2003 = Asesor
1970 = Vestirse con cualquier porquería2003 = Ser fashion
1970 = Trasladar la propia ineficiencia2003 = Outsourcing
1970 = Darle la vuelta a los mismos problemas pero con otra tecnología2003 = Reingeniería
1970 = Egoísmo y fanfarronería2003 = Tener autoestima
1970 = Turismo aislado de la zona de los pobres2003 = Resort
1970 = Fracaso en la dirección de la empresa2003 = Downsizing / reducción de la planta
1970 = Políticos con mucha experiencia2003 = Los mismos de siempre (Dinosaurios)
1970 = Ideólogos políticos2003 = Dueños de los partiditos.
1970 = El señor Presidente de los Estados Unidos Mexicanos2003 = Ese ¿=)(/&%$#;:_* del Fox
1970 = Los señores Diputados y Senadores2003 = Los pinches Diputados y Senadores huevones y rateros.
1970 = Viejo2008 = Vintage
1970 = De segunda mano.2008 = Reciclado
1970 = Hippie2008 = Consumista ético.
1970 = Usado2008 = Reutilizado
1970 = Gastado o raído2008 = Cómodo, informal.


Edipo insomne

En la infancia y juventud, ninguno de nosotros la pasó tan pachona y esponjadita como nuestros vástagos. Para empezar, en aquellos años 40s y 50s, la etnia de los moconetes todavía no organizaba su caracolito, ni tenía buen gobierno y su único lema era "obedecer obedeciendo". Nos trataban mucho peor que lo que yo trato ahora a "La Capufe". Es decir, éramos sub-french poodles (variedad Mexicali). Nuestras madres repartían su tiempo entre la enfermiza frecuentación de templos, sangrientas y prolongadas sesiones de canasta uruguaya donde se gestaban chismes terribles y rencores eternos hacia la compañera que había dado el pozo, tejido de chambritas, elaboración de primorosas artesanías en migajón, lectura de los sermones de Mons. Fulton J. Sheen y/o Corín Tellado (Corán Tullido la llama Cabrera Infante) y prolongadísimas sesiones en el salón de belleza donde les fabricaban unos peinados muy similares a la iglesia gótica de San Miguel Allende. Además, en algún lugar de la casa, estaban los hijos que fungían básicamente como recipientes de quejas, decepciones y regaños: nadie me tiene la menor consideración, con estas calificaciones ¿sabes cómo vas a acabar?, contigo es por demás, te luces cuando hay visitas, no quites la mano porque te va peor, no te vas a dormir hasta que alces tu tiradero (nos traían en friega). Los padres, en cambio, llegaban poco y cuando llegaban estaban muy cansados, o medio zarazos. De cualquier manera exigían que los niños se fueran a jugar y que regresaran cuando tuvieran 25 años. Y así salimos.
Hoy intenten decirle a un caperuzo que "los niños ven, oyen y callan" y en dos minutos el mendiguete ya está hablando con Human Rights Watch y levantando su actita con Bátiz por violencia intrafamiliar. Imaginen mis lectores en plenitud que alguno de ustedes le hubiera comunicado a sus jefecitos que si no nos alivianaban porque queríamos ir a una boda ¡en Oslo!. Nomás del primer mamporro nos volaban los incisivos. Ahora el badulaque de Canito asiste a nórdicas nupcias con el patrocinio de su papalona madre. Otro drama: la pequeña Carlos está traumada. A nosotros nunca nos fue otorgado el lujo de traumarnos. Aguantábamos vara y ya. A Marianita en cambio ya se le desmadejó el equilibrio emocional porque las altas autoridades del Colegio Madrid deshicieron su grupo de secundaria y ahora en prepa le tocó con puro truhán (los otros también eran truhanes, pero conocidos). Tan afectada está que le pide a su padre que agarre a periodicazos a los oligarcas matritenses. A su madre la trae más tensa que Rosario Robles pues la despierta bañada en llanto en plena madrugada porque "sus nuevos compañeros la ven muy feo". Pregunto yo: ¿qué hemos hecho para merecer esto? El remate corrió a cargo de Osama bin Bucles. A las cuatro de la mañana apareció en la sede de la camota y así dijo: me picó un mosquito, tengo comezón y quiero dormir con mi mamá (urge que hagan una versión en dibujos animados de "Edipo Rey"). Mi amor, le dije, ya te puse una pomadita y yo te pediría que te fueras a tu camita si no quieres que te fracture huesito por huesito. Obedeció casi de inmediato (47 minutos).

Germán Dehesa
Publicado en el periódico Mural el 14 de agosto de 2003.


¡Cómo! ¿Sobrevivimos?

Todos los que fuimos niños en los 50s, 60s o 70s, si lo pensamos bien, es difícil creer que hayamos vivido hasta ahora...

Ventajas de pasar de los 50


Publicado en El Informador el 2 de junio de 2004.


La vida antes de las computadoras

(Nota del webmaster: I'm sorry if you don't speak english... it's time to learn it. Learning languages helps to keep away the "alemán" [Alzheimer])

An application was for employment
A program was a TV show
A cursor used profanity
A keyboard was a piano!

Memory was something that you lost with age
A CD was a bank account!
And if you had a broken disk,
It would hurt when you found out!

Compress was something you did to garbage
Not something you did to a file
And if you unzipped anything in public
You'd be in jail for awhile!

Log on was adding wood to a fire
Hard drive was a long trip on the road
A mouse pad was where a mouse lived
And a backup happened to your commode!

Cut-you did with a pocket knife
Paste you did with glue
A web was a spider's home
And a virus was the flu!

I guess I'll stick to my pad and paper
And the memory in my head
I hear nobody's been killed in a computer crash
But when it happens they wish they were dead!


100 years ago:

LOG ON: Making a wood stove hot
LOG OFF: Don't add any more wood
MONITOR: Keeping an eye on the wood stove
DOWN LOAD: Getting the firewood off the truck
MEGA HERTZ: When your not careful getting the firewood
FLOPPY DISC: What you get from trying to tote too much firewood
RAM: That thing what splits the firewood
HARD DRIVE: Coming home in the winter time
WINDOWS: What to shut when its cold outside
SCREEN: What to shut when it's black-fly season
BYTE: What them darn flies do
CHIP: What you step in if you aren't careful in the pasture
MODEM: What you do to the hay fields
DOT MATRIX: Ole Dan Matrix's wife
LAP TOP: Where the kitty sleeps
KEYBOARD: Where you hang the keys
SOFTWARE: forks and knives
MOUSE: what eats the grain in the barn
MOUSE PAD: The hole where the mouse lives
MAINFRAME: Holds up the barn roof
PORT: Fancy flatlander wine
ENTER: Northerner talk for "C'Mon in y'all"
CLICK: What you hear when you cock your gun
DOUBLE CLICK: When the gun won't fire when you pull the trigger
REBOOT: What you have to do right before bedtime when you forgot that kitty is still outside

¿Se han dado cuenta de que la única época de nuestra vida en que nos gusta envejecer es cuando somos niños?
Cuando teníamos menos de 10 años estábamos tan exitados por el envejecimiento que pensábamos en fracciones: "¿Cuántos años tienes?" "Tengo cuatro y medio". Mucho más tarde en la vida nunca tenemos 36 y medio... el medio nunca aparece.
Después de que los siglos de infancia pasaron, al largo final entramos a la adolescencia. Entonces nadie nos detenía. A cada oportunidad nos saltábamos hasta el siguiente número - cuando menos.
"¿Cuántos años tienes?" "Voy a cumplir 16". Aunque en realidad tuviéramos 14, pero íbamos a tener 16... bueno, eventualmente, ¿o no?
Por fin, un día, el más grande momento de la vida; cumplimos 18. Incluso las palabras suenan ceremoniales. CUMPLISTE 18... ¡¡¡¡¡Sí, sí, sí!!!!!
Entonces cumplimos 30.
¿Quién hizo eso? ¿Qué pasó aquí? De repente suena como mala leche. "Sí, lo sé, es una vergüenza pero los cumplió. Tuvimos que echarlo fuera". ¿Qué falló? Cumplimos 18 pero NOS VOLVIMOS DE 30.
Y no habíamos estado en la calle 30 lo suficiente para conocer a los vecinos antes de que nos encontráramos EMPUJANDO 40 a toda velocidad... quieto allí. Dos parpadeos de un ojo inyectado de sangre (sólo a medias) y, como un harapiento sobreviviente de un naufragio, ALCANZAMOS 50.
Cumpliste 18; llegaste a los 30; estabas empujando 40; alcanzaste 50; entonces la haces hasta 60. Nadie pensó que lo harías, tú menos que nadie, pero lo hiciste, LOGRASTE 60 - ¡Uf! ¿Dónde está a medalla de oro?
Ahora tienes un problema. Para ahora has adquirido tal velocidad, que GOLPEAS 70. Después de eso esto es una cosa de día a día. Golpeas el miércoles. Entras a los 80s; GOLPEAS la hora del lonche, GOLPEAS las 4:30.
Para ahora incluso las microdistancias en el futuro es muy probable que estén más allá de las más locas esperanzas. Ya ni siquiera compras plátanos verdes. "Bueno, esto es una inversión, sabes, y quizá una mala inversión. Puede que nunca los vea madurar".
Como por arte de magia estás en los 90s y sin ninguna razón válida empiezas a ir hacia atrás. "Tengo SOLO 92". Finalmente algo aún más extraño sucede: si logras pasar de los 100 de repente te conviertes otra vez en un niño pequeño.
"Sí, querida, tengo 100 y medio". ¿No es extraña la vida?
Sin duda hay otras cosas más importantes que podría compartir con ustedes, pero en este momento no estoy muy seguro de cuáles pudieran ser.

Peter de Pradines
en el desaparecido "The 4Site Journal" del 28 de marzo de 2001.


Mi generación, al menos quienes manteníamos los ojos bien abiertos (después de haber tenido la suerte de abrir los ojos, en un momento u otro), nos vanagloriamos de haber visto muchas cosas. Mayo 68 y etc. Revolución de los Claveles. Una dictadura, una transición, una democracia, una izquierda en el poder, una derecha en el poder, una izquierda en el poder, una derecha en la oposición. El estado de la postración y el Estado de las Autonomías. Atentados, guerras, violencia. Ascensión y caída del sandinismo, persistencia exasperante del castrismo. Intervenciones de los inteligentes servicios en Iberoamérica. Ascensión y derrota de dictadores. Triunfo de demócratas del economicismo. Caída del Muro. Tiananmen y Conversión de Rusia (o cómo se cumplió lo de Fátima). Unión de Europa y persistencia exasperante de Eurovisión. Balcanización. Libanización. Indochina seguida de Vietnam. May Lay seguido de Pol Pot. Apartheid y triunfo de Mandela. Africa en todo su dolor. El regreso de Sharon y la muerte de Arafat. La oveja Dolly. Monseñor Tarancón y monseñor Rouco. ETA, GAL, IRA, FMI, entre otras siglas del siglo. Internet, gracias al cielo. Fundamentalistas de acá y de acullá, sinrazón, fanatismo. Chistorra, Frankfurt, McDonald's, Pans & Company y la franquicia del capuccino. Boleros y hip-hop. Adúlteras en la cárcel y adulterio sin penalización. Viagra y telefonía móvil. Juan XXIII y Juan Pablo II. Abortistas arrastradas y aborto sin culpa. Armarios llenos de gays y lesbianas y armarios prácticamente vacíos. Todos los Santos y Halloween.

Maruja Torres
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 9 de diciembre de 2004).


Mientras un anciano remaba en un lago, una rana se le acercó y le dijo:
-¡Señor! ¡Señor! Soy una bella princesa. Si me da un beso, viviremos felices para siempre.
El hombre se metió la rana en el bolsillo y fue remando con toda calma hasta la orilla. Entonces la rana le volvió a decir:
-¡Oiga, señor! ¡Oiga! De veras soy una princesa hermosa. Déme un beso y viviremos felices para siempre.
No obstante, el viejo echó a andar hacia el pueblo sin decir una palabra. La rana se estaba cansando de que no le hiciera caso.
-Oiga, ¿Por qué no me besa? Ya le he dicho que soy una hermosa princesa.
-Mire, señora -repondió por fin el anciano-: Tengo 80 años, y a estas alturas prefiero una rana que habla.

Chantell Williams
(v.Selecciones de marzo de 2005).


3 hermanas, de 96, 94 y 92 años de edad vivían juntas en su casa.
Una noche la de 96 años empieza a llenar la tina para darse un baño, pone un pie dentro de la tina, hace una pausa y grita: -¡¿Alguien sabe si me estaba metiendo a tomar un baño o estaba saliendo de bañarme?!
La hermana de 94 años le responde: -No sé, deja subir para ver...
Empieza a subir las escaleras, hace una pausa y grita: -¡¿Estaba yo subiendo por la escalera o estaba bajando?!
La hermana menor de 92 años estaba sentada en la cocina tomándose una taza de te y escuchando a sus hermanas... Mueve su cabeza y piensa: "En verdad espero nunca ser así de olvidadiza... ¡Toco madera!". Y toca tres veces para que se le conceda ese deseo y luego responde: -Ahí voy a ayudarlas, sólo déjenme ver quién toca...

Debes saber que ya luchaste tus mejores batallas cuando:
Todo el tiempo estamos oxidándonos. El precio bioquímico de respirar es envejecer.

Michael Trush, toxicólogo.


Antes había negros, ciegos, maricones, ancianos y niños de la calle.
Ahora hay afroamericanos, personas con capacidades diferentes, individuos que representan la diversidad sexual humana, adultos mayores y niños en condición de calle.
Lo más increíble es que mientras se lucha por cuidar estas sutilezas y hasta por promover abiertamente algo que se ha dado en llamar valores, lo básico, la noción del bien y del mal, ya se movió.
En otro momento, si se comprobaba que alguien había robado, se le acababa la vida.
En este instante, si a alguien se le comprueba que ha robado, es una filtración, es una campaña orquestada en su contra, él es la víctima.

Alvaro Cueva
(v.pág.18 del periódico Público del 16 de octubre de 2005).


Las cambiantes formas en que los miembros de esta generación pueden aprender, comunicarse y entretenerse a sí mismos son una razón primaria para la viral popularidad de tecnologías socialmente orientadas tales como blogs, wikis y mensajería instantánea. Los niños que nacieron cuando Netscape Communications entró al mercado de valores hace 10 años y han sido criados con una constante dieta de tecnologías digitales que fundamentalmente ha dado forma a sus nociones de leer y escribir, inteligencia, amistad e incluso al angustioso proceso adolescente de aprender quién es uno.
Para sus abuelos, la bicicleta era un símbolo de independencia infantil. Hoy, para muchos chicos y adultos jóvenes, eso es la Internet.
"Esta ocupa mi vida", declara Andrea Thomas, de la Universidad de Miami. "Si no estoy enviando mensajes de texto a mis amigos por el teléfono celular, tengo mi laptop conmigo y estoy conectada con ellos por mensajería instantánea. O estoy realizando una investigación con Google. Honestamente, la única razón por la que alguno de mis amigos del colegio usa la biblioteca es para reuniones grupales".
Jonathan Steuer, estratega de tecnologías para el consumidor de Iconoculture, una empresa de investigación, comenta que aquellos como Thomas están simplemente utilizando las tecnologías de hoy para expresar un sentido de pertenencia que la gente joven siempre ha deseado. "Lo que pone aparte a la generación del milenio es que usan la tecnología para empujar las fronteras de los valores que han sido asociados con su generación en formas no posibles anteriormente".
Para su séptimo cumpleaños, la mayoría de los niños en los Estados Unidos habrán hablado por teléfono celular, jugado juegos de computadora y dominado los aparatos para ver TV a la orden como el TiVo, asombrando a sus técnicamente emproblemados padres. Para los 13 años, dicen los investigadores, los mismos niños habrán pasado por varias ediciones de programas de mensajería instantánea, frecuentado salones de conversación en línea y bajado su primera canción pirata con BitTorrent.
Los miembros de la generación del milenio en secundaria probablemente poseerán una computadora portátil y darán como un hecho el acceso a Inernet de banda ancha en todas partes. Podrían estar también familiarizados con la sensación de "hipnosis de la autopista": la habilidad de manejar o realizar múltiples tareas con poca concienca del proceso de llegar a un lugar.
Sus inevitablemente cortos tramos de atención son el motivo de que Seymour Papert, del Media Lab del Instituto de Tecnología de Massachusets, haya inventado la expresión "mente de saltamontes" hace cinco años, por la inclinación de saltar rápidamente de un tema a otro. Matemático y fundador de la inteligencia artificial, Papert se refirió a los efectos de este comportamiento desde 1995, en un testimonio ante el Congreso acerca de la tecnología y el aprendizaje.
La facilidad para la tecnología entre la generación del milenio no es genética; ellos se sienten a gusto con las computadoras simplemente porque son productos de su entorno y crecieron en un mundo cada vez más digitalizado. Aun así su inmersión en la Era de la Información no es siempre positiva.
Por ejemplo, es casi imposible proteger a los niños pequeños de detalles horripilantes en las noticias, y esta es una generación que ha crecido con la matanza de Columbine, Alertas Ambar, Septiembre 11 y al menos una guerra del Golfo Pérsico. La exposición a eventos impresionantes en línea puede ser también exacerbada involuntariamente por padres que restringen a sus hijos a actividades dentro de casa debido a los cada vez más extendidos temores acerca de secuestros y agresiones sexuales.
Para sus predecesores de la Generación X, los centros comerciales y los cafés estaban entre los pocos santuarios lejos de casa. Pero muchos propietarios han reducido la cantidad de tiempo que los adolescentes pueden pasar en esos negocios, dejando al cyberespacio como el sitio de elección donde los jóvenes pueden empezar a ejercitar su independencia.
Danah Boyd, una estudiante de doctorado en la Escuela de Información de la Universidad de California, quien también trabaja en Yahoo Research en Berkeley, ha estado estudiando cómo los adolescentes utilizan la tecnología y ha identificado sus actividades primarias como chatear con mensajeros instantáneos y teléfonos móviles, jugar videojuegos, bloguear con herramientas como LiveJournal y socializar en redes como MySpace.
"Noventa por ciento de su conversación carece de contenido: es una recapitulación del día y una forma de entender el mundo en el que están viviendo", explica Boyd.
Pero entre esta aparentemente vacía conversación hay información significativa. Los jóvenes de hoy buscan entre ellos las noticias y los hechos en forma muy parecida a como los muchachos de otra era la buscaban en sus padres y maestros, leían los periódicos y veían los noticieros de la televisión.
"No puedo recordar la última vez que tomé un periódico", declaró la estudiante universitaria Thomas.
Steuer de Iconoculture explicó que las formas de consumir noticias que se están desarrollando están directamente relacionadas con la interactividad.
Los educadores están también buscando el rol que el crecimiento de esas redes sociales representa en la vida de los niños; y no siempre aprecian su influencia.
Muchos maestros de inglés se burlan abiertamente de la Internet en general como un obstáculo al desarrollo mental. La Web y sus miles de millones de páginas no tienen un estándar universal para escritura y comunicación, alegan, y los jóvenes pueden fácilmente desarrollar malos hábitos en una etapa en que no saben qué es un homónimo o cuándo una frase va con mayúscula, coma o punto y coma.
"Esta es una bastardización del lenguaje", declaró un maestro del área de la Bahía de San Francisco. "Hace normal para ellos el ignorar los convencionalismos".
Otros alegan que tales críticas son inútiles, dado que la tecnología llegó para quedarse. En vez de ello, estos maestros se preoupan porque las escuelas no están tomando la iniciativa con el potencial de la Internet para ayudarles a sus estudiantes a aprender.
Andrew Davis, que da clases de estudios sociales en secundaria, comenta: "Ellos están aprendiendo de manera independiente nuevas formas de expresarse que causarán un cambio en la definición de la escritura. Se está desarrollando nueva forma de escribir que es informal. Tienes este inmenso mar de posibilidades con la Internet, y los buenos maestros no tienen tiempo para navegar en ese mar. Me temo que, mal utilizada, la Internet se volverá como la televisión 20 años después".
Algunos observadores no piensan que esto pueda ser lo peor que pudiera suceder. Steven Johnson, autor de "Everything Bad Is Good for You", expone en su libro que los videojuegos, la reality TV y otros presuntos villanos de la cultura popular en realidad nos están haciendo más listos. Una razón es que la interactividad digital nos obliga a una constante toma de decisiones.
"Por décadas hemos trabajado bajo la suposición de que la cultura de masas sigue un camino declinante hacia estándares del mínimo común denominador, presumiblemente porque las 'masas' buscan placeres tontos y simples y las empresas de medios de comunicación quieren darle a las masas lo que piden. Pero de hecho está sucediendo lo opuesto. La cultura se ha vuelto más demandante intelectualmente. Creo que es una fuerza benéfica: agudizando nuestras facultades cognitivas, no atontándolas", escribe Johnson.
La generación del milenio parece estar de acuerdo. Cuando se le preguntó a un grupo de escolares en Maryland si comprendían la tecnología mejor que sus padres, contestaron al unísono con un resonante "¡Sí!".
"Yo puedo arreglar la computadora pero mi mamá no puede", dijo Jamie de 8 años, quien comentío que su tecnología favorita era la videoconferencia "porque es divertido hablar con alguien a cientos de estados de distancia".
Su amigo Zeik agregó: "Mis papás ni siquiera pueden jugar videojuegos".
¿Pero qué sucede con la calidad del pensamiento como resultado de esas sinapsis cerebrales hiperactivas? Después de estudiar como las adolescentes interactúan con la tecnología, la investigadora Wendy March comentó que eran tan adeptas a teclear en la computadora que ya no tenían que pensar. Como resultado estaban frecuentemente en piloto automático.
"Algunas muchachas hablaron acerca de alejarse de la computadora para obligarse a pensar acerca de sus ensayos escolares de una forma diferente, para poder concentrarse en pensar en lugar de en el proceso", agregó March quien ha estado haciendo su investigación como diseñadora de interacción para la unidad de investigación People and Practices de Intel. "Ellas se han dado cuenta de que la habilidad tecnológica no lo es todo. Y ellas han bajado la velocidad".
Ese sentir fue ilustrado en la pared de una laboratorio de cómputo en la escuela Hamlin para niñas en San Francisco, donde un anuncio previene contra esta tendencia, al menos en broma: "Precaución: Esta máquina no tiene cerebro, utilice el propio".
Las adolescentes han sido especialmente receptivas a la influencia de la tecnología, dicen los investigadores, porque tienden a ser altamente comunicativas y usan constantemente sus teléfono móviles. Para privacidad, prefierene los mensajes de texto en una mensajería de Internet.
"Es una manera diferente de crecer", declara Brinkman de MySpace. "Es como el teléfono para nosotros. No podías imaginarte funcionando sin él. La combinación de celular, mensajería de Internet y Web, y cada vez es más de esta forma. Cada sucesiva generación va a serlo más".
Como March anotó: "La tecnología no cambia lo que hacemos. Nos permite hacerlo de formas ligeramente diferentes".

Stefanie Olsen
(v.News.com, 18 de noviembre de 2005).


"Nací antes de la televisión, las vacunas contra la polio, las comidas congeladas, la  fotocopiadora, los lentes de contacto y la píldora anticonceptiva. No existían los radares, las tarjetas de crédito, el rayo laser, ni los patines en línea. No se había inventado el aire acondicionado, el lavavajillas, las secadoras (las prendas se ponían simplemente a secar al sol)."
"El hombre todavía no había llegado a la Luna y no existían los aviones de propulsión a chorro para pasajeros. Tu abuelo y yo nos casamos y después vivimos juntos, y en cada familia había un papá y una mamá. 'Gay' era una palabra respetable en inglés que significaba una persona contenta, alegre y divertida, no homosexual. De lesbianas, nunca habíamos oído hablar y los muchachos no usaban pendientes. Nací antes del ordenador, las dobles carreras universitarias y las terapias de grupo."
"La gente no se analizaba, salvo que el médico les ordenara un examen de sangre o de orina. Hasta que cumplí 25 años, llamé a cada hombre 'señor' y a cada mujer 'señora' o 'señorita'. En mis tiempos la virginidad no producía cáncer. Nuestras vidas estaban gobernadas por los 10 Mandamientos, el buen juicio y el sentido común. Nos enseñaron a diferenciar entre el bien y el mal y a ser responsables de nuestros actos."
"Creíamos que la comida rápida era lo que la gente comía cuando estaba apurada. Tener una relación significativa era llevarse bien con primos y amigos. Tiempo compartido significaba que la familia compartía unas vacaciones, no un chalet. No se conocían los teléfonos inalámbricos y mucho menos los móviles. Nunca habíamos oído hablar sobre la música estereofónica, las radios FM, cassettes, CD's, DVD's, máquinas de escribir eléctricas, calculadoras (ni siquiera mecánicas,y menos aún, las portátiles)."
"A los relojes se les daba cuerda cada día. No existía nada digital, ni los relojes ni los indicadores con numeritos luminosos en los artefactos del hogar, ni en las máquinas. Hablando de máquinas, no existían los cajeros automáticos, los hornos microondas ni las radio-reloj-despertador. Para no hablar de los video-cassettes o las camaras de video. Las fotos no se veían al instante y en colores. Había sólo en blanco y negro y su revelado y copiado tardaba más de 3 días."
"Si en algo decía 'Made in Japan' se le consideraba de mala calidad y no existía 'Made in Korea',  ni 'Made in Taiwan', ni 'Made in Thailand'. No se había oído hablar de 'Pizza Hut', 'McDonald's', del café instantáneo, ni de los edulcorantes artificiales. Había tiendas donde se compraban cosas por 5 y 10 pesetas. Los helados, los boletos de autobús y las gaseosas: todo costaba 1 peseta.  En mi tiempo, 'hierba' era algo que se cortaba y no se fumaba; 'Coca' era una gaseosa y la música de rock era lo que hacían las mecedoras de las abuelas. Nunca habíamos oído hablar de 'chip' , 'hardware' o 'software'. Fuimos la última generación que creyó que una señora necesitaba un marido para tener un hijo."
- Ahora dime, ¿cuántos años crees que tengo? le preguntó la abuela a su nieto.
- ¡Uy!... abuela... ¡Más de 200 años! contestó el nieto.
- No, querido... ¡solamente 56!
Dicen los que dicen y dicen bien que "un hombre no es viejo mientras pueda ser emocionado por una mujer de su misma edad".

Adolfo Martínez López
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 22 de mayo de 2006).


Tres ancianos, amigos de viejos tiempos, se encontraron un día después de muchos años de no verse. "Yo -dice uno muy orgulloso- tengo 82 años. Hace 5 me casé con una muchacha de 20. ¡Y acabo de ser padre de un robusto bebé que pesó más de 3 kilos!" "Pues yo -se jacta el segundo, muy ufano también- tengo 84 años. Hace seis me casé con una chica de 18. ¡Y acaba de hacerme papá de una niña de casi 4 kilos!" El tercer señor no decía nada. Callaba nada más. "¿Y tú, viejillo? -le preguntan los otros-. ¿No tienes nada que contar que te haga sentirte tan orgulloso como nosotros?" "Creo que sí -responde el veterano-. Pero mi experiencia es un poco distinta a la de ustedes. Paseaba el otro día por el campo cuando vi salir un conejo de entre los arbustos. Mi instinto de antiguo cazador me hizo llevarme a la cara el bastón, como si fuera un rifle, y hacer como que disparaba sobre el animalillo. Para mi sorpresa el conejito cayó muerto patas para arriba. En eso salió otro conejo del matorral. Otra vez levanté el bastón, hice ¡pum!, y el segundo conejito también cayó muerto. Estaba yo muy asombrado de lo que había pasado, me sentía muy orgulloso de mí mismo. Pero en eso volví la vista hacia atrás y me di cuenta de que dos hombres jóvenes habían disparado sobre los conejitos con rifles de verdad. Con eso, amigos míos, ya no me sentí tan orgulloso"...

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.9 del periódico Mural del 17 de agosto de 2006).


Dos ancianitos se encontraron en el parque. Le pregunta uno al otro: "¿Cómo estás?" "Muy mal -responde con acento de quejumbre el otro-. La artritis me atormenta; las reumas me matan; el lumbago no me deja estar...". "Pues yo -declara el otro viejecito-, me siento como un bebé recién nacido". "¿De veras?" -se asombra el primero. "Sí -responde el ancianito-. Sin pelo, sin dientes, y me acabo de hacer pipí"...

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.7 del periódico Mural del 7 de septiembre de 2006).


Síntomas de la "Sefuela"
  1. Si un café exprés produce insomnio.
  2. Si una cerveza lleva directo al baño.
  3. Si todo parece muy caro.
  4. Si cualquier babosada causa enojo.
  5. Si todo pequeño exceso provoca aumento de peso.
  6. Si partes del cuerpo son de metal (cabellos de plata, dientes de oro, marcapasos de titanio, etc.).
  7. Si se hace el amor casi tres veces por semana (casi el lunes, casi el miércoles, casi el sábado), pero completo nunca.
  8. Si la carne da gastritis, el chimichurri irrita y el ajo se repite.
  9. Si la sal eleva la presión.
  10. Si al mesero se le pide una mesa lo más lejos posible de la música y de la gente.
  11. Si atarse los cordones de los zapatos da dolor de cintura.
  12. Si la TV adormece.
  13. Si hay que usar varios pares de anteojos (de lejos, de cerca, de sol, etc.).
  14. Si es llamado "señor" o "señora" en todos lados.
  15. Si aquejan dolores cuya causa es desconocida.
  16. Si se llora por cualquier cosa.
Es prueba irrefutable de que usted padece SEFUELA (se-fue-la juventud).

(V.pág.160 de la revista Selecciones de marzo de 2007).


Un hombre mayor invita a cenar en su casa a un viejo amigo, y mientras comparten la mesa le cuenta que está tomando unas excelentes pastillas para la memoria.
-¿De veras? ¿Y cuáles son esas pastillas?- inquiere con interés el amigo.
El señor se queda callado durante unos instantes, pero luego su rostro se ilumina y entonces pregunta:
-¿Cómo se llaman esas flores que tienen espinas?
-¿Te refieres a las rosas?- responde el amigo.
-¡Sí, las rosas!- exclama el anciano, quien se vuelve hacia la cocina y le pregunta a gritos a su esposa: -Oye, Rosa, ¿te acuerdas cómo se llaman las pastillas que me recetó el doctor para la memoria?

(V.pág.65 de la revista Selecciones de abril de 2007).


Mi papá y los 45

No, mi papá no tiene 45 años. Cuando los tuvo yo andaba por los 5. Hace ya casi 30 agostos. No. En julio 8 llega a los 75. Pero toda esta cuestión de números, después de tantos años de convivencia, se reduce a la cifra del principio: 45. Esos son los kilómetros por hora, cuando lo hace rápido, en los que mi papá se conduce con su impecable Sentra rojo por la ciudad. Una urbe en la que los automovilistas andan, sí, 45 kilómetros por hora, pero arriba del límite permitido. No se puede de otra manera. Pero él sí puede. Con tranquilidad, después de ser un cafre, amo y patrón de las calles tapatías desde su arribo de San Juanito allá por los cincuenta, hasta finales de los noventa, cuando un absurdo tumor en el cerebro casi lo deja fuera de combate. Le paró la actividad trepidante que solía moverlo por la ciudad y sus carreteras aledañas, pero no le paró la vida.
Hace más de un año, tras una depresión tenaz que sufrió luego de sendas operaciones al inoportuno tumor, emergió de las tinieblas. Literalmente. Volvió. Papá reloaded. Don Miguel recargado, dándole de latigazos a todo aquel con quien las cuentas quedaron pendientes. ¡Zaz, zaz! ¡Aguas!, ahí viene don Miguel. Pero don Miguel es un hombre de 45. Hace unos días, mi auto se descompuso. Se deschabetó. Mi papá me hizo el favor de llevarme a dejar a mi hijo en la escuela y después me condujo al trabajo. Las calles del recorrido incluyen unas desaforadas Federalismo e Hidalgo, una tolerante Luis Pérez Verdía, y una fluida Alemania. ¡Zaz, zaz! Todas a 45 km/h como máximo. Don Miguel no escucha los claxon (sic), no le interesan. El sólo está al pendiente del semáforo y de no agandayarle el espacio a otro automovilista. Deja pasar motos y bicicletas con particular respeto y ya no reniega por los topes. "Cuando sea presidente de la república voy a quitar todos los malditos topes de todo el país", decía en los ochenta.
Sólo espero que él siga practicando lo único que como automovilista le aprendí, no porque no sea un buen maestro, sino porque no fui su mejor alumna: esa búsqueda de calles alternas, de atajos solitarios, sin tráfico desalmado. Porque sus 45 km/h hace mucho, mucho tiempo, dejaron de ser respetados por los potenciales asesinos de minibús, por las amas y señoras descerebradas de camionetota, por los juniors del vocho moderno, el Chevy, y por una fauna inacabable de conductores que no aspiran a llegar a los 75 años de edad conduciendo el auto que toda la vida les llevó cuidar.

(V.pág.2 del suplemento "ocio" del periódico Público del 6 de abril de 2007).


Erase una vez un niño que vivía entre mocosos envidiosos que le robaban y maltrataban sus juguetes pese a que éste, dadivoso, sacaba al patio su arsenal de juguetes para compartirlos con ellos.
Las imágenes de Superman, Batman y Robin, Flash Gordon y Mandíbula, El Santo, Chespirito, El Loco Valdés, La carabina de Ambrosio y hasta Olga Breaskin con violín al hombro llenaban la mente de aquel chamaco. Pero también lo invadían el montón de comerciales acerca de las novedades jugueteras.
Entre los juguetes más buscados estaban los de Exin: el Tente y el Meccano. Uno de piezas de plástico que formaban castillos, casas o barcos, por ejemplo, y el otro con piezas de metal, tornillos, tuercas y llavecitas para armar grúas y otras figuras.
Cómo no recordar a Chabelo montado en un carro deslizador Avalancha. Lo mejor era empujar a otro. La idea era "te empujo fuerte y cuando diga ya, frenas y das el volantazo". El chofer botaba por un lado y la Avalancha hacia otro, ahí estaba lo divertido. La Avalancha fue construida por Hierro-Mex y presentada durante la Feria del Hogar de 1965. Al principio fue bautizada como "Supermóvil Avalancha".
Otros clásicos de entonces fueron las autopistas Scalextric. Eran la escala de pistas como la de Le Mans. Cada una se identificaba como GP y un número, el cuál indicaba el circuito y los tipos de piezas (curvas, puentes, cruces, etcétera) que contenía el estuche. La GP 90 era la más grande, aunque había un modelo de lujo en portafolio de madera y algunas piezas y autos exclusivos.
De entonces, cómo olvidar la consola portátil de Mattel Electronics: soccer, beisbol o football, que fue la más popular. Apareció en 1976 en Estados Unidos y un año después en México. Tres botones hacían los movimientos hacia delante, arriba y abajo (la serie gringa tenía 4 teclas, una con la que se retrocedía). Tenía dos niveles. El jugador competía contra la máquina. Se dice que Mattel obtuvo cerca de 400 millones de dólares en ventas.
Al estrenarse Star Wars (1977) apareció en el mercado una dizque espada láser: se trataba de una lámpara de pilas con un tubo blanco y papelitos de celofán de colores que simulaban el arma. Pero la locura fue la línea de juguetes de la película: Joda, C3PO, la Princesa Leia, Luke Skywalker, El Halcón Milenario, Han Solo o Chewbacca o los Stormtroopers.
En México los fabricó Lili-Ledy y actualmente es una de las ediciones más buscadas por los coleccionistas, y cada muñeco llega a ser cotizado hasta en 15,000 pesos.
Luego, al iniciar la década de los ochenta, apareció el Atari 2600. Fue la base de los actuales juegos de video. Los personajes estaban realizados en dos dimensiones, muy básicos, en enormes "pixeles" con resolución de 16 colores y una deficiente calidad de sonido. Costó alrededor de 199 dólares y para jugarlo se requerían de cartuchos. Aquella consola negra, de la segunda generación de videojuegos, fue lanzada en octubre de 1977 como Atari VCS por Video Computer System (en México se podía conseguir en la fayuca), y se vendía acompañada de dos joysticks y un juego (el más popular fue Space Invaders). El Fabuloso Fred es un clásico. Todo mundo lo quiso tener. Se inventó en Japón, en 1980, por la empresa Mego y en México lo distribuyó Ensueño. Era una máquina con 9 grandes teclas de colores que emitían distintos sonidos; venía en una caja de unicel con tapa de cartón y acompañada de fichas y muñequitos de beisbol, además de su instructivo y un tapete de cartón que simulaba un campo de beisbol. Se podían jugar 10 diferentes actividades: órgano electrónico, máquina de música, juego de memoria, submarino y atrapa la nave espacial, por ejemplo.
No obstante que era fácil de conseguir y resultaba muy barato, el Rubik Cube también es un clásico. Lo inventó Erno Rubik, un apasionado de la geometría originario de Budapest. Aunque la patente es de 1975, fue hasta finales de esa década que comenzó la producción masiva del cubo de colores. En los ochenta apareció en nuestro país, convirtiéndose de inmediato en un éxito y en el entretenimiento de moda entre niños y adultos.
Finalmente, hay que recordar el tanque de Batman y Robin, Batrax, lanzado al mercado a principios de los ochenta por Muñecos y Juguetes Ensueño. Era una especie de tanque de guerra negro, algo así como un auto a control remoto pero sin control remoto, pues se programaba mediante un teclado en la parte posterior del carro; las 6 flechas hacia las cuatro esquinas, y hacia arriba y abajo, se tecleaban y se grababan con un botón que decía "reprograma", y al encenderse el coche, sin mayor chiste, empezaba a caminar.
Hoy, la tecnología ha hecho de los juguetes productos desechables. Más que disfrutarlos pareciera que el objetivo es devorarlos y pasar al siguiente. El coleccionismo se transformó en mercadotecnia: las ediciones especiales no lo son, ya que son resultado de un plan comercial estratégicamente diseñado. Así, las rarezas o aquellas series de juguetes defectuosas que circulaban mientras los fabricantes se percataban de ello, dejaron de existir debido a que los controles de calidad le quitaron el encanto a los detalles y le dieron paso a la producción en masa y la perfección mecánica.

Mario Villanueva S.
(v.pág.42 del periódico Público del 29 de abril de 2007).


Una persona descubre que está envejeciendo de manera acelerada y sin remedio cuando el médico ya no se toma la molestia de sacarle una radiografía. Simplemente lo examina a contraluz.

Johanna Hoggard
(v.pág.90 de la revista Selecciones de mayo de 2007).


El problema era la evangelización intensiva a la que nos sometía [mi madre] sin que nosotros pudiéramos acudir a quejarnos a la Profeco, o a Derechos Humanos, porque no había instituciones así y porque en aquellos tiempos los niños éramos un poco más que muebles y un poco menos que perros.

Germán Dehesa
(v.pág.1 de la sección "Comunidad" del periódico Mural el 10 de mayo de 2007).


Una mujer aguardaba en el consultorio de un dentista para su primera cita con él. Al ver su foto en un diploma que cuelga en la pared, se acuerda de un joven guapo y de pelo oscuro que fue su compañero en el bachillerato 40 años atrás. Llena de emoción, se pregunta si será el mismo joven, pero al ver que el médico es medio calvo, canoso y arrugado, descarta la idea.
Sin embargo, no quiere quedarse con la duda y al acabar la consulta le pregunta si por casualidad asistió a cierta escuela.
-Sí, soy un exalumno- responde el dentista.
-¿Cuándo se graduó?
-En 1965. ¿Por qué?
-¡Es que estabas en mi salón!
Entonces él la mira de cerca y le pregunta:
-¿De veras? ¿Y qué clase dabas?

(V.pág.56 de la revista Selecciones de junio de 2007).


Los cumpleaños son buena cosa. Cuantos más celebras, vives más tiempo.

Ruco anónimo


El marido, para mortificar a su mujer con una broma, le anunció: "Me marcho a Australia. Dice este periódico que allá son tan escasos los hombres que las mujeres pagan 100 dólares porque les hagan el amor". "Voy contigo" -responde de inmediato la mujer. "¿A qué vas? -replica el hombre-. Aquí no dice que hagan falta mujeres". "Voy por pura curiosidad -responde ella-. Quiero ver cómo vas a mantenerte con 200 dólares al año"...

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.7 del periódico Mural del 9 de agosto de 2007).


A partir de una cierta edad no hay nada que aterre más como el paso del tiempo. Y vaya que ha pasado... Ultimamente sientes que vuela, por más que quieres retenerlo tienes la sensación de que se te escapa por entre los dedos. "Ya no hay tiempo, ya no hay tiempo", te repites obsesivamente. A tu edad ese tipo de reflexiones también son normales... El tiempo, he allí un concepto que en los últimos meses te está dando muchas vueltas en la cabeza. "¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Qué tan rápido está pasando? Y, ¿cuánto falta por pasar?".
Sí... el tiempo pasa volando, sobre todo a tu edad. "¿Cómo que tengo tantos años si soy la menor de mis hermanos?", insistes ilusamente en preguntarte. En efecto, seguirás siendo la séptima de tu familia, pero eres la número siete ya entrada en la tercera edad. ¿Recuerdas lo que te pasó hace apenas unos meses? Un sábado por la noche te dirigiste a la taquilla de boletos del cine de arte de Polanco. El joven te preguntó que si ya habías cumplido 60 años para que te vendiera boletos de la tercera. Asentiste no sin vergüenza, y al preguntarle si quería que le mostraras tu credencial de elector, te miró, para en seguida decir: "No hace falta, señora, muchas gracias". ¿Cómo que no hacía falta? ¿Qué quería decir con eso? ¿Qué llevabas en la cara la prueba tus seis largas décadas? "¡Qué irrespetuoso!", tuviste ganas de decirle. Pero te contuviste. Indignada como estabas tomaste los boletos se los entregaste a tu marido y se metieron a la sala. Una vez instalados en su respectiva butaca de pronto tuviste deseos de preguntarle a cada uno de los que estaban allí presentes: "¿Verdad que no me veo de 60 años? Por favor dígame la verdad...". Pero no lo hiciste. Te controlaste. Por un momento temiste que hubieran podido estar de acuerdo con el de la taquilla y, eso sí, no lo hubieras podido soportar. Por más que intentabas concentrarte en la película no podías, estabas tan deprimida que ni te comiste tus "palomitas". Claro que nunca le platicaste a tu marido acerca de la impertinencia que había tenido el imbécil de la taquilla. ¿Qué tal si se hubiera reído? O, ¿qué tal si se hubiera quedado callado sin saber qué decirte? Y, ¿qué tal si le hubieras dado tanta lástima y que hubiera terminado por hacer un chiste diciendo o que el empleado estaba ciego o loco, cuando en realidad estaba de acuerdo con él? Tampoco esto lo hubieras soportado. No te preocupes. Es normal. Las personas de tu edad, por lo general, son excesivamente susceptibles.
Tienes razón... el tiempo pasa volando... Pero piensa en todo lo que has aprendido a toooooooodo lo largo de tu laaaaaaarga vida. Estás más sabía. Eres cada día más tolerante. Has madurado. Te has vuelto más respetuosa frente a los que no piensan como tú. Eres una madre y una abuela privilegiada. No obstante aún te falta mucho por lograr: una paz interna. Aún sigues muy dispersa, quieres hacer demasiadas cosas y esto, a tu edad, ya no es tan factible. Debes, a como de lugar, cambiar tus malos hábitos: comer con más orden, adelgazar, hacer ejercicio. No te olvides de tus divertículos, que ciertamente, no tienen nada de "divertidos"; recuerda tu mala circulación, de tu vista cada vez más cansada. Cuidado con las caídas, un mal paso a tu edad puede ser ¡nefasto! Piensa que tus huesos seguramente están enfermos de osteoporosis. Como tú, ellos también han envejecido...
Olvidémonos de tus males y permíteme regalarte, de cumpleaños, una noticia extraordinaria. ¿Por qué, ahora que has llegado a ser una respetable Persona Adulta Mayor, no te haces de una credencial de la Inapam? Créeme que gracias a ella podrás obtener muchísimos beneficios: acceso a los 118 clubes de la tercera edad en el Distrito Federal. Descuentos que van del 5 al 50% en: farmacias, ópticas, mueblerías y en restaurantes como: California, Vips, Toks, Bisquets Obregón. También con descuento podrás pagar tu predial y agua potable. Podrás renovar tu pasaporte con 50% y el transporte público limitado a dos pasajeros por viaje foráneo; además del Metro de la Ciudad de México. Los descuentos del 100% los tendrás en: museos, espectáculos y galerías de la UNAM, el INBA y el INAH, entre otros. Podrás desayunar con descuento en todos los Sanborns. Podrás comprar tu pan más barato en El Molino y tus pizzas en Papa John's y Benedetti's. Podrás adquirir los libros casi regalados en las librerías de Cristal, El Sótano, en el Fondo y en Porrúa. Y viajar, por una suma muy económica, en líneas aéreas como Azteca, Mexicana de Aviación y Aviacsa. Y por último... con tu tarjeta, tus familiares podrán pagar tu funeraria con casi 50% de descuento.
¡¡¡Muchas felicidades!!!

Guadalupe Loaeza
(v.pág.8 del periódico Mural del 9 de agosto de 2007).


Es muy curiosa, por cierto, esta vocación suicida de nuestra sociedad: los viejos están condenados a la más absoluta ocultación -dejan de existir en vida, se vuelven invisibles y no cuentan para nada- siendo que, en los hechos, la vejez está en el futuro de cada uno de nosotros como una realidad inexorable. Los publicistas ¿ya saben que van a envejecer? Los entusiastas vendedores de mercancías para muchachos desenvueltos (es una extraña paradoja: los chavales no tienen plata para gastar) ¿se han enterado de que algún día estarán postrados en el sofá, mirando con resentimiento sus propios anuncios, aquellos en los que no aparece una persona con arrugas ni por casualidad?
Me pregunto, como en el caso de la moda, quién diseña estas estrategias, quién decide las tendencias, quién determina los gustos. Parece una conspiración. Lo que sí me queda claro es que todos terminamos siendo las víctimas: primero nos enganchan y luego nos dejan tirados. La máquina no para. Es implacable. La gente es la que se va quedando en el camino.

Román Revueltas Retes
(v.pág.4 del periódico Público del 29 de abril de 2007).


Uno cree que ha crecido cuando deja de creer en ciertos villanos. Hay un camino largo y tortuoso entre temer a grito pelado que al pobrecito Jerry se lo coma Tom y, años después, ufanarse de predecir el fin de la película. Piensa uno, envanecido, que al fin ha penetrado la lógica tramposa del mundo real, en contraposición a tantas mentiritas con las que los adultos le entretuvieron mientras les extendió crédito ilimitado.
Descubrir que en la realidad no hay Tom ni Jerry no es decepción menor, si tomamos en cuenta que junto a esa ilusión pierde uno también la noción de justicia que había detrás, pues en la vida real Tom se ha tragado a Jerry, que a su vez acababa de merendarse un sandwich de matarratas. Nada hay tan fácil como hacerse villano una vez que se ha visto y comprobado que más acá de la pantalla no existe propiamente esa justicia, ni aguarda premio alguno a la decencia.
Desde el primer vistazo, la realidad confirma mis peores sospechas. William Hannah y Joseph Barbera decían más verdades que todos los noticieros juntos. ¿Por qué? Porque podían. Uno puede acabar con cualquier villano de la vida real, a condición de antes transformarlo en dibujo animado y plantarle algún nombre simpaticón. Hace unos días, Carlos Marín entraba en pronta polémica por comparar a un par de políticos mandones que a simple vista parecerían escasamente comparables, y ahí es donde nos sirven las caricaturas, pues tanto uno como otro me parecen sintomáticamente parecidos a Pierre Nodoyuna, ese francés tramposo cuyo placer vital no consistía ya en llegar a la meta, como frustrar las carreras ajenas. ¿Cuántos villanos de la vida real no querrían ser temidos como los míticos malos de Disney y terminan haciendo reír igual que los de Hannah-Barbera?
¿Alguien recuerda un solo episodio en el que Silvestre no intentara comerse a Piolín, el Coyote no fuera tras el Correcaminos, o Nodoyuna y su perro Patán pretendieran ganar honestamente? Los políticos -villanos de la edad adulta- suelen ufanarse de su congruencia ideológica, pero lo cierto es que la mayoría solamente es congruente con su naturaleza, de la cual raramente nos toca conocer la mejor parte.
Aun en los tiempos de más férrea censura, las caricaturas son territorio libérrimo, pues sus destinatarios gustan en apariencia de ser engañados, de modo que sólo ellos se las toman en serio. Pero el hecho es que ahí está la realidad, confirmándolas minuto a minuto. Uno sabe por fin que creció en falso cuando vuelve a creer en ciertos villanos. Están todos ahí, clonados, corregidos y aumentados. Sin ellos, por desgracia, no habría show.

Xavier Velasco
(v.pág.44 del periódico Público del 29 de abril de 2007).


Nunca falta alguien así.


Mientras que algunos ídolos musicales han podido desfiar a los años, son los fanáticos griseantes quienes parecen sobreestimar su bienvenida. Michael Eavis, el organizador de 71 años de edad del Festival de Glastonbuty, fue escuchado quejándose de que el evento había perdido su filo en años recientes, siendo invadido por los "de mediana edad" y los "respetables". Iggy Pop, de 60 años, bien puede haber demolido a todos los pretendientes al título de Rey del Peor Rock de Cochera. Pero cuando se tienen 15 años de edad y se ha trabajado duro para aparecer "cool", ¿quién quiere verdaderamente estar en un agujero de locos con un montón de mamás y papás sudorosos aullando "¡Quiero ser tu perro!" - especialmente si son los tuyos?

Michael Brunton
(v.pág.38 de la edición internacional de la revista Time del 27 de agosto de 2007).


Llevaba el viejito un libro bajo el brazo. Le pregunta su vecino: "¿Qué está leyendo, don Vetulio?" "Es un libro de historia" -responde el anciano. "¿De historia? -se sorprende su vecino-. En la portada dice 'Sexo'". "Sí -responde el viejito-. Pero para mí el sexo ya es historia"...

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.9 del periódico Mural del 20 de septiembre de 2007).


Estaba un anciando de unos 80 años en la puerta del edificio donde vive tocando el timbre de cada uno de los departamentos. Cuando le contestaban preguntaba por el interfón:
-Disculpe, ¿es usted casada?
-Sí -le contestaban.
-¿Y está su marido?
-Sí aquí está.
-Ah, gracias.
Y siguió haciéndolo hasta que en un timbre, al preguntar por el marido, le contestaron:
-No, ahora no está. ¿Por qué pregunta?
-¿Podría bajar a ver si de pura casualidad soy yo?
Rattán está por cumplir los 60, yo tengo 63. Lógicamente el tema central de nuestras pláticas era la vejez. Todo esto ocurría en un ambiente soleado y alegrado por el constante ir y venir de las rubias jovencitas californianas, radiantes, hermosas y cargadas de energía. Pasaban, nos miraban, nos catalogaban como mobiliario urbano, nos daban la vuelta y se iban. Todo muy deprimente. No es una buena noticia recibir aviso de que en nuestro organismo puede más la flojera que el erotismo. ¿No te duele todo cuando despiertas?, me preguntaba Rattán. No, cuando despierto no; me duele todo el día, como que ya nada se me acomoda bien. ¿Sabes qué, Rattán?, lo que nos falta es compañía femenina. Tasloco, mira cómo quedé en mi último experimento. Las mujeres no descansan más que en la tumba, mientras eso llega siempre están pensando en un nuevo vestido, en un nuevo peinado, en cambiar las cortinas, o en cambiar de señor. Se han vuelto muy peladas. Percibo que el sufrimiento te ha dado la sabiduría, querido Rattán (las muchachitas seguían pasando y eran como palomas de ayer), ¿tú crees que moriremos solos cual perrotes? No. Espero que no. Todavía puede aparecer una señora de buen ver que perciba el tesoro de experiencia, sabiduría y buen humor que somos y se anime a cargar con nosotros. Pero luego van a querer que las lleves de compras ¡o a bailar!, o a conocer el Taj Mahal que a mí maldita la falta que me hace conocer esa sopera gigante. Exacto, o les da por operarse y todas acaban quedando como Lin May. Entonces, ¿qué hacemos? Básicamente, seguirnos quejando y a ver qué va cayendo. El paso de otro batallón de palomas me recordó que ya era hora de ir a recoger a mi conjunto Batachá y hacia allá nos dirigimos muy tomados del brazo (¿no estaremos ingresando subrepticiamente al mundo gay?).

Germán Dehesa
(v.pág.1 de la sección "Comunidad" del periódico Mural el 4 de octubre de 2007).


Ilustración de Waldo Matus
En mis años mozos -allá por el cretácico- era costumbre adquirir revistas que costaban un peso y que hoy la imbecilidad moderna llama "cómics".
En ellas uno podía, de acuerdo a su tabulador social, leer a Memín Pinguin, un niño negro y calvo que tenía tres bolas por nariz; o iniciarse en la ruta de Onán observando a Rarotonga, una mujer también negra nomás que buenísima, con el mismo peinado que los Jackson Five, que vivía semidesnuda en una isla y se enamoraba de un mequetrefe que era médico con cierta propensión al alcoholismo.
Otra revista célebre era Archie en la que se narraban las peripecias de un joven pelirrojo que en este caso se peinaba como las nalgas de una mujer de Botero y que tenía por amigos a un grupo de badulaques entre los que se encontraban Bety (que era buena) y Verónica (que, paradoja de paradojas, era mala pero estaba más buena que Bety). Creo que los guiones eran de mi querido Otto Raúl González, lo que permitía que de cuando en cuando en un suburbio norteamericano y en etapas prebraceras apareciera una Gabriela López, por la que los hombres morían, o un Fedro (en este último caso sospecho que eso fue motivo de despido, ya que nadie se llama así).
En este ramillete de opciones yo prefería las revistas de superhéroes y hoy sospecho que ello se debía a alguna falta de irrigación sanguínea en el hipotálamo, ya que eran pendejísimas. Nunca asimilé en su momento que todos los que rodeaban a Superman eran una nube de imbéciles que no veían lo obvio; cada que pasaba algún mal fario Clark Kent (que era igualito a Supermán pero con lentes y con traje de vendedor de seguros) desparecía y en su lugar arribaba volando el hombre de acero para desfacer entuertos que podían ser variopintos; los más inocuos eran de ingeniería civil y entonces Supermán contenía la grieta de la presa o cargaba el puente colapsado con todo y cristianos.
Los más complejos suponían la lucha con personajes que eran un compuesto químico, concretamente el solvente orgánico que inhalaba el guionista y que producía personajes como un enano que venía de la cuarta dimensión y otro que traía el cerebro de fuera y tenía poderes telequinéticos. Supermán era un héroe con poderes, veía a través de las paredes, volaba y era fuerte como un toro, es por ello que nunca entendí la razón de que existiera Batman y mucho menos Robin, una pareja que, desde mi punto de vista, daba muy mal aspecto. Con ellos inicié la transición de las revistas a la televisión y el resultado fue lamentable. En primer lugar Adam West, el actor que personificaba a Batman, tenía el plexo solar en la garganta y una barriga como de líder de la perra brava. Es por ello que enfundado en mallitas tenía un aspecto temible. Su ayudante (y protegido) era Robin, un jovenazo cuyos tutores de moda eran Salvador Dalí y André Bretón. Ambos personajes tenían los mismos poderes que mi tía Etelvina, nomás que se disfrazaban e invariablemente eran apresados por una serie de villanos inverosímiles entre los que destacaba César Romero, un señor de 70 años que personificaba al Guasón.
Hoy los tiempos han cambiado; hace no mucho acompañé a mis hijos a ver una película alusiva; los X-men o como carajo se escriba. Ahí me enteré que existen unos seres llamados mutantes que se dividen en buenos y malos. Que una notabilidad es que todos tienen facultades especiales; la más buenota crea tormentas, uno en silla de ruedas es poderosísimo y no hay manera de enterarse por qué y otro más tiene unos cuchillotes así de grandes en los nudillos y es el que salva al mundo. Después de salir del cine concluí que estos personajes tienen el sabor de lo moderno y el vértigo que exige la oligofrenia infantil que vivimos. Es por ello que me quedé muy preocupado pensando con nostalgia en Luisa Lane y el Capitán América, pero también con el horror propio de alguien que descubre que está envejeciendo y empieza a joder al prójimo con la monserga de que todo tiempo pasado fue mejor...

Fedro Carlos Guillén
(v.pág.47 del periódico Público del 8 de octubre de 2007).


Aquel tiempo...

Quisiera regresar a aquel tiempo en el que...

Tom & Jerry.
Las decisiones importantes se tomaban mediante un práctico "de-tin-ma-rin... de do pingüe... cu-ca-ra-...

Los errores de gramática se arreglaban arrancando la hoja y haciéndolo de nuevo.

Llenar un frasco con canicas podía mantenernos felizmente ocupados todo un atardecer.
Canicas de flor.
Balero.
El peor castigo y condena era que te hicieran escribir cien veces "No debo de..."
No era raro que tuvieras dos o tres "mejores" amigos o amigas.
Futbolito.
No había nada que fuera más divertido y "prohibido" que jugar con cohetes...
"Tener mucho dinero", solo significaba poder comprar más golosinas jugando a "la tiendita" o una paleta en el recreo.

"Venenosa" se refería solo a un tipo de "alimaña" y no a ciertas personas...

Un peso.
Trompo.
"Policías y Ladrones" era sólo un juego para los recreos ... y era mucho más divertido ser ladrón que policía...
"Es muy viejo": se refería a cualquiera que tuviera más de 16 años.

Las galletas saladas con salsa Búfalo y las frutas con chile piquín constituían el grupo de los alimentos básicos y esenciales.

Muñeca de papel.
Lotería.
Para viajar desde la tierra al cielo, solo tenías que jugar a que eras "astronauta o superhéroe"...
Era ideal jugar un partido de volleyball sin red y que las reglas no importaran demasiado...
Matatena.
La pequeña Lulú y Tobi.
Lo peor que te podía ocurrir con el sexo opuesto era que te rechazara para los juegos de parejas, el "burro castigado o el Club de Tobi".
Haber llevado un arma a la escuela significaba "que te habían atrapado con una resortera..."

Siempre descubrías tus nuevas capacidades y habilidades a causa de un "a que tú no puedes"...

Resortera.
Pepsicola.
"El último dispara los refrescos" era el grito que te hacía correr como un desaforado hasta que sentías que se te reventaba el corazón...
Para transformar tu "bici" en una poderosa "máquina" solo había que colocarle un globo entre los rayos de la rueda.
Damas chinas.
Dulces.
Nunca faltaban Gansitos, Palelocas, ni la moneda debajo de la almohada que te dejaba el "Ratón Pérez" a cambio de tus "dientes de leche"; eras de otro mundo si te dejaba un billete.
Tu peor "desilusión " era ser elegido al "último" para los equipos y juegos de tu escuela.
Yoyo Coca-Cola.
Serpientes y Escaleras.
"Guerra", sólo significaba arrojarse trozos de gis y bolitas de papel durante las "horas libres".

Los "globos de agua" eran la más moderna, eficiente y poderosa "arma" que se había inventado.

"La guerra", era algo que había sucedido antes de que naciéramos y que nunca volvería a suceder...

No había nada mejor que las tardes del verano para una cascarita en la cuadra o esperar para ver pasar al vecino o vecina que tanto te agradaba...
Amor es...
La familia Telerín.
Si puedes recordar la mayoría de estas cosas, entonces significa que realmente has estado ¡vivo!
Topo Gigio.
Disco de 45.

Recuerdos.


Me siento grandioso, y tengo sexo casi cada día. Casi en lunes, casi en martes, casi en miércoles...

Jack Lalanne, gurú de la condición física, al cumplir 93 años
(v."Verbatim" de la edición internacional de la revista Time del 15 de octubre de 2007).


Allá por los 50s y principios de los 60s, no era ilegal ni descuidado por parte de los adultos decir que los niños deberían verse pero no oírse. A los niños se les dejaba ser niños mientras corrían por los alrededores jugando a las escondidas bajo las estrellas, sin preocupación de que fueran a secuestrarlos, molestarlos u organizarlos en actividades juveniles, mientras sus padres bebían cerveza o refresco jugando baraja con sus amigos después de haber lavado a mano los platos. Nadie se sentía desatendido, y nadie llamaba a los servicios de protección de infantes.

Grey Joseph, de Glendale, Ariz.
(v."Inbox" de la edición internacional de la revista Time del 22 de octubre de 2007).


Viejos, aterrorizados por las marcas del tiempo, un día deciden teñirse las canas... y luego se ofenden porque el espejo les grita que no parecen jóvenes; que parecen lo que son: viejos con el pelo pintado.

Jaime García Elías, periodista y conductor radiofónico
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 13 de noviembre de 2007).


Decía una señora: "Mi esposo se parece a los gallos viejos". "¿Cómo son los gallos viejos?" -le preguntaba una amiga. Y decía la señora: "Nada más se les suben a las gallinas para que los paseen"...

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.11 del periódico Mural del 15 de noviembre de 2007).


Primero... luego... y hoy.

(V.pág.4-A del periódico El Informador del 26 de diciembre de 2007).


Pastel

(V.pág.7-D del periódico El Informador del 22 de enero de 2008).


El señor y su esposa se hallaban en la cama viendo una película en la tele. Apareció de pronto una candente escena de erotismo. El hombre, sin quitar la vista de la pantalla, le puso la mano en el muslo a su mujer; luego subió la dicha mano y le tentó el busto; la bajó luego para tocarle la cintura, y en seguida llevó la mano más abajo, a otra parte de mayor significancia. Ella se emocionó bastante, pues mucho tiempo hacía que su esposo no daba señas de sensualidad. Siguió él palpándola por todos lados, de modo que creció la excitación de la señora. De pronto el marido se vuelve a ella y le pregunta con impaciencia: "¿Dónde diablos está el control de la tele?".

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.7 del periódico Mural del 24 de enero de 2008).


En un centro para adultos mayores, dos hombres juegan a diario a los naipes, pero cada vez se vuelven más seniles.
Cierta vez uno le dijo al otro:
-Sé que nos conocemos desde hace mucho tiempo, pero no puedo recordar tu nombre. ¿Me puedes volver a decir cómo te llamas?
Tras un largo y embarazos silencio, el otro anciano responde:
-¿Te urge saberlo ahora?

(V.pág.33 de la revista Selecciones de febrero de 2008).


No acabé de comprender la reticencia de mi amiga hacia los mechones coloreados de su hija, cuando ella misma, en nuestros tiempos, se decoloró y tiñó el pelo de color naranja, a cerval disgusto de su madre. No acaté por qué le atribulaba la entallada camisa de su hija, cuando ella entripó a su madre con aquellas dichosas pantiblusas de encaje que dejaban muy poco a la imaginación y casi todo a la exposición. ¿Cómo era que, ahora, la aprensiva dama intentaba hacer que su retoña regresara a cambiarse aquella falda abierta hasta media pierna, cuando ella misma casi mataba de un infarto a su padre con sus minifaldas? ¿Por qué debía la muchacha acatar la sugerencia de ponerse sólo unos cuantos accesorios discretos, cuando su madre se colgaba la sicodelia entera representada en toda suerte de símbolos?
Sólo porque mi mortificada colega me lo pidió, le di mi opinión sobre la profunda zanja generacional que estaba cavando y me permití recordarle nuestros ayeres setenteros cuando, incluso, nos maquillábamos sin sapiencia ni prudencia y, en cuanto quedábamos fuera del campo visual de nuestros padres y monjas del colegio, nos arremangábamos las faldas hasta que se nos ventilaran las corvas. Evidentemente incómoda, mi otrora cálida anfitriona se dio el levantón de la silla y, pretextando un asunto pendiente, dio por concluida la visita. Puntilloso que es uno, intuí que mis mociones para que evocara su propia rebeldía y se mostrara más comprensiva con su hija acabaron insultando su flaca memoria y haciéndole moño el hígado.

Paty Blue
(v.pág.7-B del periódico El Informador del 11 de febrero de 2008).


Hay un muy estrecho margen entre la sabia ancianidad de los mayores y la necia chochez de los vejestorios.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y catedrático de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.22 del periódico Público del 22 de febrero de 2008).


Como uno es nostálgico y en ocasiones melancólico, decidí comprar en unos grandes almacenes el DVD de la película Flash Gordon de Dino de Laurentis, con Ornella Mutti, Timothy Dalton y banda sonora del grupo Queen. Yo la había visto en Lima en 1980, cuando tenía 18 años, y me apetecía verla con mi hijo Andrés que acaba de cumplir los 12. Por la carita de mi hijo no sólo deduje que la película había envejecido mal, sino que yo he envejecido peor.
Desde niño me fascinaron las series y películas de ciencia-ficción con héroes de profesión. Perdidos en el espacio, por ejemplo, fue una serie esencial en mi educación sentimental, pues ahí contemplé por primera vez una pistola de rayos láser, por no hablar del robot que chillaba "¡peligro, peligro!" y que de pronto lanzaba unas descargas como para electrocutar monstruos. Recuerdo que en algún hotel de Boston o Nueva York me pasé una semana entera viendo las series antiguas en una cadena llamada Nostalgia Channel, y me tronché de la risa con los decorados de cartón piedra y los patéticos disfraces de aquellos monstruos. Pero no dejé pasar un solo día sin ver de nuevo los viejos episodios de Viaje al fondo del mar, El túnel del tiempo y Perdidos en el espacio. Menos mal que mi hijo Andrés no sabe cómo eran las series de mi infancia, porque entonces perdería el escaso respeto que me queda.
Los fanáticos de los rayos y las odiseas espaciales nos tragamos absolutamente todas las películas del género, y a mí con 18 años me daba igual que Flash Gordon no le llegara ni a la suela a la primera película de La guerra de las galaxias (1977), porque yo no quería que todo lo que brillara fuera láser, sino simplemente que brillara. No obstante, 28 años después La guerra de las galaxias es un clásico y Flash Gordon es lo que ustedes ya saben, pero pinchada en un palo. He visto con mi hijo Andrés las tres de los X-Men, las tres de Matrix y las seis de Star Wars, y por eso me desarmó su pregunta arrasada de perplejidad: "Papá, ¿de verdad que a ti te gustaba esta peli?"
Los niños que ya leíamos cómics en los años sesenta celebramos como un triunfo de nuestra fantasía la primera descarga de rayos ultra, láser, alfa, beta o gamma que vimos en un cinema, porque en aquellos haces luminosos y casi siempre mortíferos había una suerte de pacto entre la magia y la tecnología. En cambio, los niños de hoy asumen que no hay nada más normal que un rayo y pasan de todo lo que uno les compra y que en realidad le regalamos al niño que fuimos:
-Andrés, cuando yo era chico soñaba con tener un láser.
-¿Tú querías ser oculista, papá?
-No, yo quería luchar contra los marcianos. -¿Y en el cole no te enseñaron que en Marte no hay vida?
Me apena pensar que autores como Julio Verne puedan ser cancelados por los efectos especiales de las modernas películas, pero quiero creer que el cine podría ser el más poderoso estimulante de la lectura para los niños. Pienso en la trilogía de El señor de los anillos y en lo que podrían suponer nuevas versiones cinematográficas de Moby Dick, Simbad y Viaje al centro de la Tierra. ¿No es terrible que millones de niños hayan visto concursos estúpidos como La isla de los famosos o Supervivientes y que ignoren la existencia del Robinson Crusoe?
Mientras tanto, espero que George Lucas se anime de una vez por todas a dirigir una película de Flash Gordon, porque me urge recuperar mi autoestima paterna.

Fernando Iwasaki
(v.pág.4 del suplemento "Visor" del periódico Público del 6 de abril de 2008).


En la década de los 60, la gente consumía ácido para volver extraño al mundo. En la actualidad, el mundo es extraño y la gente toma Prozac para volverlo normal.

(V.pág.57 de la revista Selecciones de abril de 2008).


Para aquellos tapatíos que nacimos en la década de los 60, es un lugar bastante común platicar con las nuevas generaciones y de repente darnos cuenta [de] que nos miran con la misma cara que yo miraba a mi abuelo cuando me contaba sus anécdotas de juventud: ¡Atónitos!...
Hablar de Guadalajara con una persona que tiene escasos 20 años de edad es casi como platicarle de una ciudad remota, distante y en algunos casos inexistente. No entienden que Maxi era la palabra equivalente a supermercado, que había 2 visitas obligadas al año a la calle Colón 710 donde se ubicaba La Colonial de Mexicaltzingo: una, en la temporada de uniformes escolares y la otra, mucho más entretenida, en la Navidad, para ver los juguetes que le pediríamos al Niño Dios, no a Santa Claus.
Mayco, Flores Palos -donde todo se comparaba con un peso de enganche-, Hemuda, Farmacias Levy, el Nuevo París, Mujercitas o Franco no tienen para ellos sentido alguno, a pesar de haber sido prestigiados establecimientos donde los tapatíos comprábamos desde víveres hasta la ropa de última moda en abonos semanales, no en "cómodas mensualidades".
Para ellos la avenida Lafayette no existe, menos aún tienen noticia [de] que perdura a la fecha, sólo que ahora conocida con el nombre de Chapultepec, por lo tanto, no tiene idea [de] que Novedades Bertha estaba localizada "donde termina Lafayette y empieza su economía". No saben cuál es la calle de Tepic que viene a ser la misma que Costa Rica y algunos cuantos conocen como Francisco Javier Gamboa. Un tapatío genuino sabe que muchas calles de nuestra ciudad tienen 3 nombres: el que una vez tuvieron, por el que todos las conocen y el que tienen actualmente. Desconocen que Tolsa pronunciado así y no Tolsá -como se pronuncia correctamente el nombre del célebre arquitecto del Hospicio Cabañas- junto con Munguía es la que hoy conocen con el nombre de Enrique Díaz de León.
Y por si fuera poco, piensan que el País de Magusín nunca existió...

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 12 de abril de 2008).


Se burlan porque no existía el fax (y a lo mejor ni saben lo que fue), tampoco la internet o los teléfonos celulares. Desconocen que para escuchar música, teníamos pocas alternativas comparadas a las de hoy día; la primera: la radio con muchas estaciones con música mexicana donde en todas cantaban Javier Solís y Pedro Infante, y unas cuantas en inglés donde cantaban los Carpenters, los Bee Gees y muchos más. La segunda: los discos de acetato de 33 o 45 revoluciones que se escuchaban en tocadiscos.
Ni la menor idea tienen de que dentro de nuestros automóviles había una manivela para bajar la ventanilla y que salvo aquellos modelos muy elegantes que salían sólo en las películas, el aire acondicionado consistía precisamente en bajar o subir dicha manivela manualmente para subir o bajar el vidrio. Se perdieron la oportunidad de suspirar por un Barracuda, un Ford Pinto o un Super Bee. Tampoco tienen noticias de que existió una marca de autos llamada "Rambler", que eran horribles, aunque debo reconocer que se salvaron de conocer el Pacer, a mí también me hubiera gustado ahorrarme esa desagradable experiencia.
Si hablamos de televisión, les resulta incomprensible que sólo existiera una por casa, que en la mayoría de los casos era en blanco y negro. Es inútil tratar de explicarles que eran de bulbos y había que esperar a que se calentaran antes de que apareciera la imagen en pantalla. Muchas familias las compraron de contrabando para ver los Juegos Olímpicos de México en 1968 o la llegada del hombre a la Luna a la que asistimos en vivo y en directo pegados al televisor.

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 19 de abril de 2008).


Sobre el niño tapatío, Chejfec opina que era muy extrovertido, con facilidad para establecer relaciones con terceras personas, sin problemas para hacer una conversación, y cree que ese comportamiento cada vez va disminuyendo y muy probablemente sea por los problemas de seguridad. "Los niños iban a la abarrotera y podían hablar con el encargado de cualquier cosa, incluso de futbol, era otra cualidad, sabían mucho antes y ahora parece que cada vez se habla de más cosas de niños, pero menos de lo que sucede en la actualidad". La realidad es que los pequeños tapatíos se están encerrando en su propio mundo, con difícil acceso para encontrar un espacio dentro de la sociedad tapatía, "Cuando le preguntas a los adolescentes en qué quisieran trabajar, te contestan que no quieren trabajar, cuando a nosotros nos preguntaban eso teníamos bien claro qué es lo que queríamos ser, mi generación quería ser presidente, bombero, policía, las niñas doctoras y enfermeras, ahora no quieren ser nada de eso, dicen que quieren ser músicos de rock, futbolistas famosos, golfistas famosos, pero lo que dicen tiene que ver con los créditos y la fama, no tiene que ver con el liderazgo, nadie quiere ser la Madre Teresa de Calcuta, y en algún sentido nos entristece porque no sabemos cuáles vayan a ser las consecuencias de esta situación".

Gabriel Aguilar
(v.pág.7 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 19 de abril de 2008).


Si les contamos que las transmisiones y la programación empezaban a las 4 de la tarde -nunca antes- y terminaban a las 12 de la noche -nunca después-, es como si les habláramos ya no en chino -porque algunos cuantos de esa generación estudian chino-, digamos en sánscrito... Pero no cabe en la dura cabeza de estos universitarios que sólo hubiera 4 canales de televisión en el menú de opciones y, por suspuesto, que ni pensar en la existencia de un control remoto. Lo más cercano a eso era un palo de madera para poder cambiar de canal a la televisión desde el sillón sin tener que levantarnos.
Por lo tanto no tienen idea del significado que tiene para nosotros la frase "villano invitado". Hay que explicarles con infinita paciencia de nuestra parte y un aburrimiento terrible por la suya, que Batman y Robin luchaban contra el crimen en Ciudad Gótica una vez por semana y el Pingüino, el Guasón o el Acertijo, junto con otros muchos personajes, eran anunciados por una marca de refrescos de manzana en calidad de "villanos invitados".
Menos aún que después de una colisión, el comandante Nelson o el capitán Lee pedía a Kowalski un reporte de daños y Chip se encargaba de las reparaciones correspondientes en la legendaria serie Viaje al fondo del mar, donde [aparecía] el Seaview, o Sibium -como le decíamos nosotros-. Era una serie de televisión que ocurría dentro de un submarino siempre atacado por los más feroces "mostros" marinos que uno pudiera imaginar, eso sin duda nos hizo una generación con menos miedos a la oscuridad del océano y a los alienígenas.
Además, perdieron su oportunidad de jugar con sus amigos al Zorro, con una toalla amarrada al cuello a manera de capa y un palo de escoba haciendo las veces del caballo, aunque debo admitir que siempre resultaba frustrante que te tocara ser el sargento García... Para ellos, el Zorro es Antonio Banderas y el castrense García simple y sencillamente fue convertido en un personaje secundario e irrelevante en la nueva versión para la pantalla grande.
El túnel del tiempo, El llanero solitario, Patrulla motorizada, Combate, El gran chaparral, Daktari, Mi bella genio, Los Supersónicos, Los Picapiedra, El hombre nuclear, Ladrón sin destino, Tierra de gigantes o Flipper, son series de televisión que sólo ven anunciadas de vez en cuando en el canal "Retro" del cable y, tristemente, no provocan en ellos interés alguno y Kimosabi debe ser para ellos el nombre de algún raro Sushi.

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 26 de abril de 2008).


Hechizada, Los Cuatro Fantásticos, El Santo, Perdidos en el Espacio, Superman o Batman, Starsky y Hutch y El Hombre Araña, les resultan bastante familiares gracias a las versiones cinematográficas de manufactura reciente, -señal [de] que no eran tan malas ¿eh?- a pesar [de] que ahora que las volvemos a ver, nos damos cuenta [de] que en la versión original Robin lucía bastanta gay, pero entonces no teníamos conciencia de ello. De cualquier manera, a nosotros nos hace sentido la frase "mis sensores están vibrando..." característica del Hombre Araña, de la tele de aquellos días, pues.
Y ni hablemos de los cuentos, en primer lugar, es una generación que no sabe leer, a pesar de que aprendieron a leer y escribir con más facilidad que nosotros, lo único que son capaces de leer son los mensajes en su celular o en messenger, en un código que requiere un doctorado para poder ser decifrado, usan "ke" en lugar de "qué"; hablan apocopado, es decir le dicen Manza a Manzanillo o preguntan qué vas a hacer este "fin"... en vez de "fin de semana".
Por supuesto que la ortografía les parece obsoleta y los acentos los consideran opcionales, lo mismo les llaman antros a las discotecas o bares, y hablan como si tuvieran una papa dentro de la boca.
Claro que no leyeron a Julio Verne ni a Alejandro Dumas, ni tiene idea de quién fue el pirata Morgan o Drake y menos aún quién es Archie, la Pequeña Lulú, Memín Pingüín o Fantomas "La amenaza elegante"... Habría que pedirle a la araña de Toby que investigue por qué no le gusta leer a esta generación.
Se perdieron de todo ese bagaje cultural, mientras que nosotros hemos sumado al nuestro el MP3, el iPod, las computadoras, el internet, los celulares y tantos gadgets propios de estos tiempos.
Así que en el ánimo de provocarles un poco de envidia, les podemos contar que hace tiempo que dejamos de suspirar por el Valiant Acapulco y ahora manejamos Mercedes Benz, BMW o Audi que para ellos, por el momento, dado su precio, les resulta todavía un sueño imposible.
Por supuesto que nos dicen "rucos", sin embargo, esta nueva generación tarde que temprano acaba siempre por admitir que Brad Pitt o Jennifer Aniston no están "rucos", para el caso... les recuerdo que ellos... ¡son cuarentones!

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 3 de mayo de 2008).


Fuimos la generación que decidió que los "jeans" como ellos les dicen, fueran una parte esencial del guardarropa.
Por supuesto que nuestros pantalones de mezclilla eran Sergio Valente o Jordache, algo absolutamente desconocido para ellos puesto que, por un lado, ya no se encuentran en el mercado, y por el otro, nadie sería capaz de usarlos, pero podemos afirmar categóricamente que son los padres en línea directa de los pantalones Gap, Abercrombie and Fitch, American Eagle o Aeropostale que hoy visten ellos, la única diferencia es que como fuimos una generación más avispada, a nosotros nos los vendían nuevos, de nuestra talla -no dos veces más largos-, sin roturas y además, el color azul claro era producto de las lavadas y no de una decoloración prefabricada, artificial y que les da una apariencia más cercana a la de un pordiosero que a la de jóvenes profesionales por la que se quieren hacer pasar.
Aunque no lo crean, fuimos los primeros en usar Levi’s, Vans, Converse o Chemise Lacoste, que ahora son solamente "Lacoste" y aunque es indudable que de nuevo son el último grito de la moda, desconocen que fuimos nosotros quienes así lo decidimos a pesar de las caras y gestos que nos hacían nuestros progenitores que hoy se han convertido en abuelos.
De hecho, creo que eso es algo que también nos distingue indudablemente, somos la última generación bien regañada de la historia: cuando a nosotros nos regañaban, qué esperanza que les "diéramos el avión" como lo hacen hoy los universitarios y para colmo, cuando finalmente logramos convertirnos en adultos independientes, somos regañados por nuestros hijos de manera cotidiana.
Se perdieron los Kori de chocolate, los bailes que aprendimos de John Travolta en su legendaria película Saturday Night Fever, que no conocieron las "Disco's" pero son más "antreros" que nosotros, que no tienen noticia de que un día existió Zum Zum ni tomaron café en Denny's, donde la gracia era ver pasar por la ventana las minifaldas más pequeñas y los pantalones más ajustados de la historia de la moda y tampoco saben lo que significa "permanencia voluntaria".

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 17 de mayo de 2008).


Instalados en la comodidad que significa saber que nunca más nos veremos en la necesidad de presentar un examen de matemáticas -a la que por supuesto la nueva generación se refiere como 'mate'-, nosotros los cuarentones circulamos por la vida sacando ventaja de los avances que la modernidad nos ofrece y recordando con alegría otros tiempos -que no por pasados fueron mejores-, pero que además, para fortuna nuestra, nos resultaron maravillosos. Cuando niños, fuimos al Cine Diana, algo que ellos jamás se podrán imaginar, que junto con el Variedades, el Latino, el Reforma, el Rex o el Gran Vía -por mencionar algunos-, eran salas enormes que nos ofrecían una gran cantidad de opciones para divertirnos.
Estos cines eran 5 o 6 veces más grandes que los actuales, y proyectaban películas que siguen siendo íconos de la cinematografía mundial: desde los primeros clásicos de Walt Disney, hasta Cupido Motorizado, Mary Poppins, La Novicia Rebelde, El Planeta de los Simios con el recientemente fallecido Charlton Heston o Marabunta, desfilaron ante nuestros ojos y algunas de ellas, aunque no lo crean, se estrenaron en estos enormes cines donde existía la "permanencia voluntaria", es decir, por el mismo boleto podíamos ver dos películas, noticieros y tráilers que venían a ser los anticipos de las películas por estrenar.
Años más adelante, los cines nuevos fueron más pequeños, y al tiempo, desapareció el maravilloso concepto de permanencia voluntaria, pero también vinieron mejores películas: El Golpe, Butch Cassidy and the Sundance Kid o Melody con Mark Lester, que fue sin duda una de las películas que nuestra generación vio decenas de veces, un fenómeno similar a la cantidad de veces que estos veinteañeros vieron Titanic con Leonardo Di Caprio y no me queda duda que Lester era menos afeminado que Di Caprio. El Cine del Bosque, la sala Charles Chaplin, los cines de Plaza Patria, los de Plaza del Sol o el de Plaza Vallarta, que era un centro comercial que estaba donde hoy se encuentra el Centro Magno, fueron los encargados de proyectar la trilogía de La Guerra de las Galaxias que ellos conocen como Star Wars, donde la princesa Lea a pesar de llevar unas donas en la cabeza a manera de peinado, nos parecía tan buena como Natalie Portman con su peinado de penacho. Tiburón, Encuentros Cercanos del Tercer Tipo, ET, o toda la serie del Agente 007 conocido por ellos como James Bond con Sean Connery o Roger Moore y muchas más, son títulos de películas que todavía existen en el Blockbuster lo que significa que aun tienen vigencia. Como ven, y aunque ustedes no lo crean, no fuimos una generación aburrida y si no opinan lo contrario, preferimos "permanecer voluntariamente" en los 40 hasta que lleguemos a los 50, que volver a estudiar para un examen de química.

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 24 de mayo de 2008).


Recuerdo que llegaba a la pantalla El Barrendero y había que acudir, como cada año, al teatro Alameda o al Variedades, a ver "la última de Cantinflas". Y, en efecto, fue la postrera de su copiosa filmografía y el final de un rito que, como ninguno otro, recuerdo que haya sido tan puntualmente seguido por los tapatíos de mi calaña. De los popis que vivían en las colonias, como Chapalita o Jardines del Bosque, no sabría darles yo razón, pero los clasemedieros de los 70 hicimos del cine una religión con todo y sus mandamientos, preceptos y pecados inconfesables, que comenzaba con el obligado bautizo, a la edad en que podíamos mantenernos medianamente sosiegos, en las matinés del Reforma.
A excepción de la Cuaresma, cuando la posibilidad no podía pasar ni como remota idea por el pensamiento, ir al cine cada semana era casi tan obligatorio como la misa dominical y, sabedores de tan fiel costumbre, los censores hacían llegar a manos de los padres, una hoja con las clasificaciones de las cintas en cartelera: A, para todos; B, adolescentes para arriba; C1, mayores de 21 años; C2, sólo adultos muy adultos; C3, para quienes seguramente estaban ya mucho más allá del bien y el mal y FCI, "Fuera de clasificación por indecente". Pero estaban, también, los cines prohibidos aunque exhibieran Bambi en su pantalla y éstos eran, principalmente, los ubicados allende la calzada: Park, Lux, Obregón, Ideal, Sorpresa; o los ubicados en los alrededores de los populosos mercados, como el Cuahutémoc que se especializaba en la proyección de escándalos nacionales como "Las pirañas aman en Cuaresma", o en desacatos ibéricos, como "La cigarra no es un bicho", que ya bien entrados los 70, se volvieron aptas para proyectarse por la televisión vespertina.
A los cines de barrio, como el Roxy, Latino, Edén y Microcine, les daba por difundir los dramas clásicos de la cinematografía mundial (Algo para recordar, La princesa que quería vivir, Melodía inmortal) y, por tanto, se podía asistir a ellos sin reservas. Nunca entendimos por qué, sin embargo, podíamos acudir al Alameda, pero no al Juárez; al Metropolitan, pero no al Avenida, cuando quedaban uno enfrente del otro.
Cuando se inauguró el cine Diana, con la proyección de Cleopatra, a los cinéfilos locales nos cambió radicalmente el panorama. ¿Quién iba a pagar ocho pesos por ver una sola película, cuando el resto de los cines cobraban entre 1.50 y 4 pesos por dos y hasta tres cintas en una sesión?
Pero quizá los recuerdos más imborrables del cine que me tocó vivir en la Guadalajara de antier, se me quedaron prendidos después de varias sesiones de "cine de arte", en el teatro del Seguro Social, a donde debíamos ocurrir, ya en la adultez temprana, para ser tomados en cuenta como seres pensantes e intelectualmente dispuestos al embrollo fílmico. Cintas como "Conocí una vez a unos gitanos que fueron felices", "Macunaima" y "La edad de oro" me advirtieron, entre otras, que el cine puede, también, hacerlo a uno sentirse estúpido.

Paty Blue
(v.pág.11-B del periódico El Informador del 2 de junio de 2008).


En nuestros veintes, la ciudad era considerablemente más pequeña, por lo tanto, había menos personas que hoy, en consecuencia menos automóviles y por si fuera poco, todo era más barato.
No hay manera de competir en tecnología, apenas si teníamos cine y tele a color, no teníamos video, pero había películas super ocho y aunque no teníamos conciertos de música en vivo, asistimos a dos mundiales de futbol y unos juegos olímpicos en nuestro país. Además, fuimos testigos de la llegada del hombre a la Luna, y ese tipo de sorpresas, sin duda alguna tardarán en suceder nuevamente.
Las calles de la ciudad no tenían el tráfico ni la contaminación que tienen ahora y prácticamente había lugar para estacionarse casi en cualquier lugar al que fuéramos, bueno, con decirles que la ciudad prácticamente se terminaba en el Periférico y por López Mateos, Las Aguilas era el final.
Había menos semáforos, a cambio de ellos había "tamarindos", agentes de tránsito vestidos en uniforme color caki y guantes blancos que dirigían el tráfico manualmente, estaban ubicados en unas casetas metálicas pintadas de amarillo en las intersecciones de las grandes avenidas y aunque ustedes no lo crean, eso significaba que no hubiera congestionamientos de tráfico.
No existían franquicias de restaurantes como ahora, lo cual ustedes consideran una maravilla y nosotros una calamidad ya que desaparecieron restaurantes legendarios como Valencia, Romualdo, el auténtico Gemma de López Mateos, la Copa de Leche, etc. Incluso, algunos de esos establecimientos, te servían la cena en el auto, que aunque no era muy práctico, también tenía su encanto.

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador 14 de junio de 2008).


Si bien es cierto que los cuarentones cada vez perdemos las llaves con más frecuencia, o que buscamos los lentes durante buen rato antes de descubrir que los traemos puestos, también es cierto que la búsqueda de las llaves nos resulta un buen ejercicio y paradójicamente, perder la visión poco a poco, nos permite mirar las cosas con más atención y claridad. Día con día, los veinteañeros se desesperan cuando les pedimos que nos expliquen cómo acceder a las funciones más complicadas de los celulares o el iPod, y tienen muy poca paciencia con nosotros para enseñarnos cómo bajar música de internet, cómo funciona un blog o My Space, o qué es eso del Facebook, y en cambio, a ellos les encanta hablar en un lenguaje indescifrable y nos hacen preguntas como ¿cuántos gigas de memoria tiene tu computadora? ¿qué sistema de inyección de combustible usa tu automóvil?
Es cierto, nosotros nos quedamos en que los autos tenían carburador, platinos y distribuidor, y aunque usamos las computadoras de forma cotidiana, la verdad, nos parece irrelevante llenarnos de información que bien a bien, ni ellos no saben para qué la aprendieron. Pero eso sí, los hace parecer muy inteligentes y preparados cuando platican con nosotros, es decir, les encanta 'hablar en difícil' que significa decir muchas cosas que pocos de nosotros entendemos... que no es más que una manera moderna de 'cantinflear'. En el ánimo de demostrar que nosotros también somos capaces de formular preguntas que son incapaces de contestar, les dejo de tarea este pequeño cuestionario:
¿Quién era Kabubi?, ¿Cómo se llamaba el dragón de la Señorita Cometa?, ¿Cómo se llamaba el marciano que aparecía en los Picapiedra?, ¿Cómo se llamaba el perro de los Supersónicos?, ¿Quién era Druppy?, ¿En qué serie salía Pulgoso?, ¿Qué era el jardín de las orquídeas susurrantes?, ¿En qué serie aparecía un perro bulldog llamado Bandido?, ¿Cuáles eran los nombres de cada uno de los personajes de Don Gato y su pandilla? y ¿El nombre del policía de la misma serie? O ¿Cómo se llamaba el fiel compañero del Oso Yogi? Para rematar, ¿cuál era el apellido del alférez en el pulpo Manotas? Como ven, también nosotros somos capaces de hacer preguntas en donde la respuesta resulta, además de complicada, irrelevante. Mientras las encuentran, les recordamos que el día menos pensado tendrán una bienvenida a los 40, para su fortuna, se sorprenderán al descubrir que resulta bastante grata.

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 21 de junio de 2008).


(Nota del webmaster: Jokes in english language... just remember: learning languages keeps away the "alemán" [Alzheimer])

You have to pay

No wonder

In the mirror

That's not my ass

Multitasking

In the morning

No me queda más remedio que admitir que los cuarentones no podemos competir con los veinteañeros en el ámbito físico-atlético. Recuerdo que cuando éramos niños, hacíamos muecas frente al espejo, hoy el espejo cobra venganza y nos devuelve una imagen que es cada vez más cercana a una caricatura de lo que un día fuimos. Y para colmo, empezamos a entender que eso es lo malo, pero que lo peor, aún está por venir. Poco a poco comprendemos que lo que la madre naturaleza nos dio, el padre tiempo nos lo quita día con día, sin embargo, nos consuela saber que tenemos posibilidad de viajar a donde se nos pegue la gana o la hasta done la cartera nos alcance, que sin duda es más abultada que la que teníamos a su edad. A nuestros años, hemos encontrado algunas respuestas, pero para nuestra mala suerte, nadie nos formula las preguntas, lo que nos obliga a permanecer mayor tiempo en silencio. De cuando en cuando nos dan ganas de hacer ejercicio, entonces hacemos un gran esfuerzo y nos sentamos frente a la televisión hasta que éstas se nos pasen. Cuando nuestro médico nos recomienda tener una vida menos sedentaria y estar en contacto con la naturaleza, subimos a nuestro auto y nos vamos a Tapalpa o Mazamitla con la ventana abierta, pero tienen que admitir que nos vestimos como nos viene en gana sin que nadie nos lo reproche. No se confundan, en los restaurantes cuando pedimos la cuenta y no la revisamos, no es que no nos importe, en realidad ya no la alcanzamos a leer, eso nos hacer pedir al mesero que incluya la propina y haga la suma, como ven, no es un acto de generosidad, se trata de una artimaña para no usar lentes en público, a cambio podemos ir al restaurante de nuestra preferencia con más frecuencia que cuando teníamos su edad. También tenemos que admitir que nuestra edad se refleja proporcionalmente en el diámetro de nuestra cintura y que más que peinarnos, nos acomodamos lo mejor que podemos los pocos cabellos que nos quedan, que de paso se han convertido en canas, no obstante todavía nos quedan ganas, aunque siendo sinceros hay veces que no nos acordamos de que... Por ello, como dice mi hermana menor que también tiene más de 40, en vez de criticar a la generación de nuestros padres, criticamos a los veinteañeros y aunque todavía somos capaces -de cuando en cuando- de dar malos ejemplos, parece que tenemos la firme convicción de empezar a dar buenos consejos, uno puede hacer cosas sin sentido, siempre y cuando no se pierda el sentido del humor.

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del día 5 de julio de 2008).


De niños, jugamos a los "carritos" y en nuestras manos tenemos a los Ferrari o Porsche más rápidos del mundo, que son capaces de volar más que nuestra imaginación, de chocar contra todo sin sufrir daños, o de caer por el inmenso precipicio que va desde el sofá de la sala hasta el tapete, sin un rasguño.
En la adolescencia, tuvimos vochos, chevys o tsurus, cuando nos fue bien, pero siempre quisimos ponerle una rueda de aluminio o magnesio, un volante chiquito y un sonido capaz de despertar a toda la cuadra. Este auto, claro, juramos que nos ayudó a conquistar a las primeras novias, entre las que se incluye, obviamente, la que terminamos por llevar al altar. Ahí, cambian nuestras necesidades. Primero, vamos por un sedancito. Luego, por un sedán y un hatchback. Más tarde, un cupé y una miniván. Hasta que, cuando menos nos damos cuenta, llegamos a la casa sólo para ver que hay una fiesta sorpresa, preparada por hijos y nietos, para nuestro cumpleaños de número 50. Entonces, percibimos que hay que comprar un convertible y restaurar algo de nuestra juventud, perdida sin que lo notáramos.
Lo hacemos sólo para ver la cara de decepción en las jovencitas que voltean a ver el auto, pero se encuentran con un "ruco" al volante.
Alguien de 50 años, va a estar absolutamente a gusto en un Lincoln MKS. Pero tal vez no lo compre por que no quiere ser visto como un "ñor". Casi seguramente tendrá enormes dificultades para agacharse y entrar en un Mazda MX5. Su suspensión le parecerá dura, al igual que el volante. La cajuela le quedará chica y no podrá llevar a la vez la esposa y el nieto a pasear el fin de semana. Pero muchos insisten en tener a un Solstice como medicina para su crisis de la mediana edad.
Tal vez entonces, si madura mentalmente tanto como lo hizo su cuerpo, percibirá que él está hecho para autos como un Nissan Maxima, un Cadillac STS o una Toyota Highlander. La máxima deportividad que se puede permitir, es la ofrecida por un VW Passat. Percibido esto, comenzará, finalmente, a disfrutar el coche que tiene, no a usarlo como tarjeta de presentación.
Esto es válido también para los que usan marcas europeas de lujo, sin realmente sentirse a gusto en ellas. Porque un BMW ni con mucho es tan cómodo como un Lincoln, pero proporciona una imagen distinta, más juvenil. Unos juran que se ven hasta más inteligentes en un auto alemán, pero creo que la verdadera inteligencia reside en lo que hacemos para facilitar nuestra vida, para gozar nuestro efímero paso por ella, no para buscar una mejor evaluación de parte de los demás.

Sergio Oliveira
(v.pág.4-F del periódico El Informador del día 5 de julio de 2008).


Sabes que estás llegando a la "mediana edad" cuando: ¿Estás en la "mediana edad"? ¡Animo! ¡Lo peor todavía está por llegar! No hay remedio para el nacer o morir, lo único que nos queda es saborear el intervalo.

(Recibido por e-mail el 9 de julio de 2008).


Nuestra generación aprendió a sumar, restar y hasta hacer raíz cuadrada con un papel y un lápiz; esta generación sólo ha podido aprender cuál es la tecla de la calculadora que hace esa función, de manera que si les quitan la calculadora, no tienen la menor idea de cómo hacer una simple adición.

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 12 de julio de 2008).


El verano en pleno, y con éste, los recuerdos de los tiempos en que los cuarentones teníamos 2 larguísimos meses de vacaciones en una Guadalajara que no llegaba a los 2 millones de habitantes aún y una dimensión de ciudad que nos permitía andar de un extremo a otro en cuestión de minutos, bueno, con decirles que los pasos a desnivel no sólo no se inundaban... simplemente no existían.
Por supuesto que me refiero a los finales de los años 60, para esas fechas, esperábamos con ansias los juegos olímpicos que se celebrarían en nuestro país en octubre de 1968, por ello durante ese verano, practicamos todos los deportes que participarían en dicha justa.
Después del evento, las niñas jugaban a ser Queta Basilio, Vera Caslavska o Natasha Kuchinskaya, imitaban a estas grandes atletas de México, Checoslovaquia o Rusia respectivamente; mientras ellas querían ser corredoras con obstáculos o gimnastas como las segundas, nosotros, jugábamos carreras en los pasillos de las escuelas en busca de hacer los cien metros en menos de 10 segundos, justo como lo hizo Jim Hines por primera ocasión, algo que nos costó un 5 en conducta por atropellar a algunos de nuestros compañeros en el intento.
En el parque, intentábamos pegar un salto como el de Bob Beamon que logró 8.90 metros, un récord que tardó 23 años en romperse, por supuesto, lo único que lográbamos con ello, era que nuestras progenitoras pegaran un grito en el cielo, éste de mayor altura que la lograda por Beamon al ver el estado en que quedaba nuestra ropa tras todos los fallidos intentos.
Cuántas veces repetimos la hazaña del sargento Pedraza, que entró al estadio en tercer lugar en la competencia de caminata y consiguió la medalla de plata gracias al apoyo del público, sólo que nosotros lo hacíamos para entrar a tiempo al salón de clases y el único estímulo era el de nuestros padres que nos pegaban de gritos desde que despertábamos porque íbamos a llegar tarde.
En verano, la alberca del Club Guadalajara estaba llena de émulos del Tibio Muñoz tratando de hacer los 200 metros pecho en el mismo tiempo, para ser sincero, nosotros tardábamos más tiempo en recorrer los 200 metros desde los vestidores a la alberca atentos a los pechos de las muchachas que estrenaron en premier mundial esta novedosa prenda llamada bikini.
Pero cada vez me queda más claro, un verano en messenger, conectado en forma permanente al iPod y cambiando de canal 45 veces por minuto, todo de manera simultánea, es sin duda un verano fuera de serie, éstos sí son tiempos, lo nuestros eran tan divertidos como chupar un clavo, dicen estos veinteañeros irreverentes.

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 26 de julio de 2008).


El miércoles 2 de octubre de 1968 estábamos de vacaciones. Acababa de terminar 5o. de primaria y mi padre había comprado una televisión a colores para ver las Olimpiadas.
Pero más que los olímpicos o el technicolor (que era dificilísimo de sincronizar), me importaba el primer juego de la Serie Mundial que se transmitiría al mediodía de ese miércoles. Jugaban los Cardenales de San Luis contra los Tigres de Detroit.
Le iba a los Cardenales de Bob Gibson, Lou Brock, Curt Flood y Orlando Cepeda. Gibson lanzó un partidazo y ganaron los Cardenales. Pasé la tarde jugando beisbol en Tlacoquemécatl.
El sábado 12 comenzaron las Olimpiadas. Mis padres se fueron al estadio de CU, pero primos y tíos cayeron por la casa para ver la inauguración en nuestra admirable novedosa pantallita. Luego veríamos pasar en Barranca del Muerto al sargento Pedraza persiguiendo a un marchista soviético al que nunca alcanzó, y en el Estadio Azteca el ridículo de la selección de Bustos y Albino Morales, que perdió con Japón en el juego por la medalla de bronce.
Y en nuestra tele de colores (por esa época también estaban de moda en la clase media del DF los "cursillo de cristiandad"; la canción de los cursillistas era "De colores, de colores se visten los campos en la primavera"), nos conmoveríamos con la medalla de oro del Tibio Muñoz, nos enamoraríamos de Vera Caslavska y fascinaríamos con los kenianos que revolucionaron el atletismo. Y con Dick Fosbury, el gringo que saltaba de espaldas.
Pero la tarde en que los corredores Tommie Smith y John Carlos subieron descalzos al podio de medallistas y levantaron sus puños para mundializar el black power, yo no estaba en CU ni frente a nuestra televisión.
No recuerdo por qué.

Ciro Gómez Leyva
(v.pág.2 del periódico Público del 8 de agosto de 2008).


Fuimos una generación que creció con la imagen de la señora Zárate en la pantalla de la televisión, algo que en verdad se agradece y no es que en lo personal haya aprendido nada de cocina viendo su programa, a la fecha no cocino ni palomitas en microondas -por cierto, la especialidad de los veinteañeros-, pero debo reconocer que su imagen nos hace evocar gratos recuerdos de muchos, pero muchos años. Al recordarla, automáticamente me vino también a la memoria el desaparecido Tío Carmelo, con su frase "Mijito... no comas tierra" o la publicidad de aquella crema que estaba "Mena, mena..." y por supuesto Sixto. Me queda absolutamente claro que si cualquier veinteañero viera una repetición de un programa de Sixto o del Tío Carmelo, se burlaría hasta el cansancio de nosotros y lo que es peor, no tendríamos muchos argumentos para defendernos. Pero también me queda claro que hasta ellos consideran a la señora Zárate como un patrimonio tapatío.
Para aquellos que, como es usual, no tienen ni idea de lo que estoy hablando, Sixto era un muñeco azul con cabellos de estambre negro que hacía la presentación de las caricaturas a media tarde, además de hacer comentarios y dar consejos para los niños. No es que el "Muppet" tapatío -para que mejor me entiendan- fuera cosa de otro mundo, simplemente salía todos los días en un canal local de televisión, lo que obligadamente lo hace parte del transcurrir por la infancia-adolescencia.
El Tío Carmelo era un señor de cierta edad, usaba una texana y bigotes que le daban una pinta de norteño; estaba encargado de presentar otra tanda de caricaturas justo después de comer.

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 23 de agosto de 2008).


Si se nos ocurre comprar un disco, a nosotros se nos viene a la cabeza Casa Lemus, a ellos: Mixup y lo que es peor, ya no van a una tienda a comprar discos porque los bajan de internet.
Si nos da sed, pensamos en agua fresca, o de repente hasta se nos antoja un Soldado de Chocolate, ellos piensan en un Red Bull o en un Gatorade.
Si se nos antoja un dulce, nos vienen a la mente los Toficos, los dulces Tomy o los chilitos Tico; a ellos por supuesto se les ocurre un Snicker, un Milkyway o al menos un Hershey.
Si pensamos en librerías, nos viene a la mente la Librería Font o la Librería de Cristal; ellos simplemente no piensan en librerías, bajan todo de internet, los más avanzados atinan ir a la Ghandi y los que tienen presupuesto compran en Amazon con entrega a domicilio.
Si nos viene a la cabeza una pizzería, nosotros recordamos con nostalgia Papa Bambinos Pizza o Roma Antica, ellos por supuesto piensan en Domino’s o Pizza Hut.
Si "ocupamos" -porque somos tapatíos- una papelería, se nos viene a la mente La Barcino, a ellos Office Depot.
Si buscamos un banco, se nos ocurre el Banco Refaccionario de Jalisco, a ellos Scottiabank.
Si queremos rentar una película, pensamos en el Blockbuster más cercano, ellos en el sistema VOD.
¿Juegos?... Canicas, escondidas, la traes, trompos o yoyos, ellos: Nintendo, Playstation, Wii.
¿Detergentes? Chaca chaca con Ariel, versus Tide.
No nos queda más que admitir que el futuro se alcanza minuto a minuto, a un ritmo que va día con día cada 24 horas y mes con mes cada 30 días, cada 365 tenemos un año más, pero me queda claro que cuando teníamos 20, nunca imaginamos que en nuestro futuro no quedaría huella alguna de nuestro pasado.

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 6 de septiembre de 2008).


Cuando niños, veíamos a Luis Manuel Pelayo en su célebre programa el Palo Encebado, los Polivoces y sus inolvidables personajes: el Wash and Wear, el sargento Garrison, los hermanos Lelos, Gordolfo Gelatino o Chano y Chon por recordar algunos, no nos perdíamos el premio de los 64,000 pesos, -que aunque eran viejos pesos, de todos modos eran un dineral-, claro, tampoco se acuerdan que le quitamos tres ceros a nuestra moneda para hacer las cuentas mas fáciles. Con ello dejamos de ser millonarios... Estábamos con los 64,000. El conductor del programa era don Pedro Ferriz, ahora el papá del que da las noticias en el radio. Mmmnhh... tampoco escuchan noticieros, bueno el caso es que eran programas de televisión de manufactura mexicana, que vistos hoy y comparados con los actuales, nada que ver, dirían ustedes, pero era lo que pasaban en la tele, pero además de disfrutar las delicias de la pantalla chica, nos daba por leer; entonces leímos a Julio Verne, Alejandro Dumas... -ni al caso que me devane los sesos recordando, seguramente la mayoría no los conoce-, en resumen, leíamos las aventuras de estos legendarios piratas que usaban una pata de palo, tenían a un perico en el hombro y usaban un parche en el ojo...

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 20 de septiembre de 2008).


No siempre quienes frecuentan mi imaginario bar de Lola son tíos. A veces se cuela alguna torda canónica, segura y brava, de las que entran taconeando -o no- con la cabeza alta; y cuando un desconocido les dice hola, nena, sugieren que llame nena a la madre que lo parió. Hace un par de semanas entró María: cuarenta largos y una mirada de ésas que cortan la leche del café que te llevas a la boca, o deshacen en el vaso la espuma de tu cerveza. "¿Y qué hay de los pavos?", me soltó a bocajarro. "¿Qué hay de esos tiñalpas ordinarios marcando paquete y tableta de chocolate que parecen salidos de un casting de Operación Triunfo, o de esos blanditos descafeinados y pichafrías que pegan el gatillazo y se pasan la noche llorándote en el hombro y llamándote mamá?"
Eso fue, exactamente, lo que me preguntó María apenas se acodó en la barra, a mi lado. Y como me pilló sin argumentos -estaba distraído mirándole el escote a Lola, que fregaba vasos tras el mostrador- me agarró de un brazo, llevándome a la ventana. "Observa, Reverte", dijo señalando a un cacho de carne de hamburguesería que pasaba vestido con chanclas y camiseta andrajo de marca, zapatillas fosforito, los pantalones cortos caídos sobre las patas peludas, rotos y con la bragueta abierta y el elástico de los kalviklein asomándole bajo los tocinos tatuados. Luego señaló a otro que pasaba con una mano en un pezón de su novia y el móvil en la otra. "Fíjate", dijo. "Fulano indudablemente buenorro, cuerpazo sin deformaciones de bocatería; pero ha decidido ponerse pijoguapo de diseño y te partes, colega. Y no te pierdas el meneíto leve del culo, aprendido de la tele. Antes imitaban a Humphrey Bogart y ahora imitan a David Bisbal. ¿Cómo lo ves? Te apuesto lo que quieras a que si la novia tropieza, o lo que sea, lo oímos cagarse en la hostia y decirle a la churri: joder, tía, ¿vas ciega o qué? Casi me tiras el Nokia".
Volvemos a la barra, María enciende un cigarrillo y me mira de soslayo, guasona, mientras pide una caña para mí y un vermut para ella -"Con aceitunas, por favor"-. Luego me echa despacio el humo en la cara y pregunta, para emparejar con Ava Gardner y compañía, dónde están ahora aquellos pavos con registros que iban de Clark Gable a Marlon Brando. Aquel blanco y negro, o technicolor, donde lo más ligero que una se echaba al cuerpo era el toque ligeramente suave y miope del James Dean de Gigante. Porque daba igual que en la vida real -el cine era el cine, etc.- alguno tocara al mismo tiempo saxofón y trompeta; el rastro que dejaban era lo importante: Rock Hudson siempre correcto, servicial y enamorado. El torso de Charlton Heston en El Planeta de los simios. Los ojos de Montgomery Clift en aquella estación de Roma, donde estaba para comérselo. O, pasando a palabras mayores, Burt Lancaster revolcándose en la playa con Deborah Kerr, Cary Grant en el pasillo del hotel con Grace Kelly, Gary Cooper a cualquier edad y en donde fuera o fuese, y algún otro capaz de descolocar a una hembra como Dios manda y hacerle perder los papeles y la vergüenza: Robert Mitchum con Deborah Kerr de monja en El cielo lo sabe, por ejemplo. "¿Ubi sunt, Reverte?".
Y no me vengas, añade María mordisqueando una aceituna, con que eran cosa del cine. También en la vida real resultaban diferentes. "Esos hombres que antes se habrían tirado por la ventana que ir sin chaqueta y mostrar cercos de sudor, ¿los imaginas saliendo a la calle en chanclas o chándal, con gorra de béisbol en vez de sombrero que poder quitarse ante las señoras?... Añoro esos cuerpos gloriosos de camisa blanca y olor a limpio, o a lo que un hombre deba oler cuando, por razones que no detallo, no lo está. No era casual, tampoco, que en las fotos familiares nuestros padres fueran clavados a Gregory Peck, o que hasta el más humilde trabajador pareciese cien veces más hombre que cualquiera de los mingaflojas que hoy arrasan entre las tontas de la pepitilla que se licuan con Bruce Willis, con Gran Hermano o con tanta mariconada. ¿Qué iba a hacer hoy Sophía Loren con uno de estos gualtrapas? Hasta los niños de antes, acuérdate, procuraban caminar con desenvoltura, espalda recta y aire adulto, para dejar claro que sólo los pantalones cortos les impedían ser señores y llevarnos de calle a las niñas. Hablo de hombres de verdad: masculinos, educados, correctos en el vestir, silenciosos cuando la prudencia o la situación lo requerían; torpes, tímidos a veces, pero fiables como rocas, o pareciéndolo. Aunque te miraran el culo. Hombres con reputación de tales, que te hacían temblar las piernas con una mirada o una sonrisa. Señores a los que, como tú sueles decir, era posible llamar de ese modo sin tener que aguantarse las carcajadas; a diferencia de ahora, que en los rótulos de las puertas de los servicios llaman caballero a cualquiera".

Arturo Pérez-Reverte
(v.pág.34 del periódico Público del 21 de septiembre de 2008).


La mayor parte del mundo está empeorando, encogiéndose como una bola echada a perder de desolación. Sólo los viejos pueden ver realmente la falta de gracia con que el mundo está envejeciendo y todo lo que hemos perdido.

Paul Theroux
(Ghost Train to the Eastern Star)


Crecimos escuchando frases que de tanto oírlas de nuestros padres, de alguna manera, se nos quedaron tatuadas en el subconsciente: "empiezan jugando y acaban chillando", nos decían cuando empezábamos lo que ellos llamaban juego de manos, tanto así que nos davertían: "juegos de manos son de villanos". O "¿tú crees que el dinero crece en los árboles?" nos preguntaban nuestros progenitores cuando pedíamos recursos para cualquier cosa superflua. Con esa pequeña frase, era más que suficiente para entender que ese juguete no engrosaría el inventario de nuestro acervo lúdico. Así que muchos tuvimos que crecer sin una autopista Scalextrix, un Chutagol, una Avalancha o el juego de química Mi Alegría.
Esta generación no se tienta el corazón para pedir que les cambien su laptop, el celular o comprar el último videojuego que salió apenas la semana pasada. Nosotros, en cambio, teníamos que esperar la barata For Bec cada año, en donde nos compraban pantalones Topeka o Gacela, camisas Mariscal y calcetines Ciboláin, pero qué esperanzas que hoy en día eso suceda, a pesar de que el dinero sigue sin crecer en los árboles.
"Hazlo por obedecer", era la respuesta que obteníamos cuando tramábamos llevar la contraria a nuestros padres; esa simple frase bastaba para hacernos cambiar de opinión súbitamente. "Te voy a lavar la boca con jabón", me amenazaron varias veces hasta que en más de una ocasión me la cumplieron por andar diciendo palabrotas. Hoy día escuchamos a los veinteañeros platicar con el léxico que -cuentan nuestros padres- sólo usaban los carretoneros, hoy simple y sencillamente ese oficio, seguramente, cambió por el de veinteañero.
"Está calléndose de buena", escuchamos muchas veces cuando la comida no era de nuestro gusto y si persistíamos en no querer comerla venía el: "aquí nada más hay de 2 sopas y la de enfrente ya se acabó". "Nada peor que un idiota con iniciativa" o "no trabajes en día de fiesta", cuando nos daba por reparar alguna descompostura doméstica para la que era claro que nos faltaba experiencia.
Ahora, cada vez con más frecuencia me escucho a mí mismo repitiendo las mismas frases una y otra vez a las nuevas generaciones; será que nos estamos haciendo viejos, o simple y sencillamente que poco a poco, "con paciencia y un ganchito" -como decía mi abuelo- nos estamos convirtiendo en la generación "ya entiendo".
Y ya para terminar, les recuerdo: "pónganse un suéter".

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 27 de septiembre de 2008).


Los niños se divertían de una manera mucho más simple, sin pantallas ni conexiones. Antes, jugábamos al resorte, a la matatena, a la "trais", a las escondidas, a las canicas (chiras pelas), al trompo, al yo-yo, y a tantas actividades que implicaban un cierto esfuerzo físico. Salías a la calle con los amigos de la cuadra y una pelota hacía el día; no se requerían mayores aditamentos que el permiso de los papás una vez terminada la tarea. Ahora, si el amiguito que te invita a jugar a su casa no tiene videojuegos o televisión, la diversión desaparece. Incluso los juegos mecánicos ya se usan menos; claro que siguen balanceándose los columpios y emocionando los resbaladeros en los parques, pero ya no son suficientes. Casi todos los juguetes emergen de los personajes de las películas: cada vez que surge un hit cinematográfico, basta esperar unos días para que salgan a la venta héroes, villanos, armas y naves último modelo, acordes por supuesto a la película original. Antes la muñeca caminaba y el cochecito rodaba y punto.

Laura Zohn
(v.pág.18 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 27 de septiembre de 2008).


Tenemos un distinto modo de referirnos a las mismas cosas, nosotros salimos con nuestras viejas, ellos salen con sus morras; nosotros nos despedimos con un "ahi la vemos" -así, sin acento-, ellos dicen "bueno bye"; nosotros calificamos las cosas que nos gustan con un "qué suave", ellos con un "qué chido"; nuestro mejor amigo es nuestro carnal, el de ellos es su bro; nosotros decimos "aquí andobas", ellos "te habla tu tío".
Cuando algo es demasiado, nosotros pedimos que le bajen a su estéreo, ellos obviamente dicen "too much", ellos tajean en el Facebook, nosotros simple y sencillamente no tenemos idea de lo que eso significa...
Algo que nos parece increíble merece un "no digas", para ellos es un "no manches"; lo que para nosotros está out para ellos es "cero que ver", y por lo tanto podemos pasar un buen rato platicando y en realidad no entendernos absolutamente nada.

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 4 de octubre de 2008).


Ni cómo dudar de la personalidad que a mi amiga le confiere la metafórica nieve sobre las sienes (y la frente, y la nuca, y los parietales). Cualquiera podría establecer, sin temor a exagerar, que la blanca pelambre le concede el aristocrático porte y la definida identidad de la difunta Sara García. Y si a un varón le dicen que las canas antes de los cincuenta se le ven muy bien, será porque el resto de su anatomía es idéntica a la de Richard Gere, pero en el caso de las damas, si es que no le damos un aire a la longeva Carole Lombard, lo mejor es que decidamos darnos una ayudadita.
Así que, si no hemos alcanzado la edad en que conservar el pelo ya es gracia, mejor es echar mano de los menjunjes que no quitan la edad, pero la disimulan. No vaya a ser que, a juzgar por nuestros románticos hilos de plata, vayan a decir que nos quedamos con ganas.

Paty Blue
(v.pág.11-B del periódico El Informador del 6 de octubre de 2008).


Debo estar envejeciendo.

(V.pág.1-D del periódico El Informador del 15 de octubre de 2008).


La sola acumulación de años no es necesariamente sinónimo de sapiencia y cordura. En nuestros días de enajenación y exhibicionismo, muchos ancianos suelen comportarse, si no como adolescentes, sí como jóvenes cuyas excentricidades acaso puedan disculpárseles en razón de la edad. La vejez no otorga por sí misma madurez.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 18 de octubre de 2008).


Testigo de la historia.

(V.pág.7-C del periódico El Informador del 18 de octubre de 2008).


"Ubícate ma", "nada que ver"... le decía una veinteañera a su progenitora en una tienda de ropa cuando ella le ofrecía gentilmente comprarle una blusa que -me quedó claro-, no era de su agrado en absoluto, es que quiero una "súper fashion porque este fin nos vamos a Manza", explicó sin sacarse la papa de la boca... Por menos, me hubieran puesto como "palo de gallinero" si me hubiera atrevido a contestar a mi madre en ese tono, pero los tiempos cambian y todo parece indicar que hablar en esa forma, es una pandemia a la alza.

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 22 de noviembre de 2008).


Hubo un tiempo en que los ahora cuarentones andábamos por la vida con la fe que tienen los que todavía pueden contar sus años con los dedos de las manos, éramos almas que todavía no habíamos tenido tiempo de pecar, por supuesto que eso nos duró hasta que la infancia repentinamente se nos cayó por la borda. En aquella época -que por supuesto es prehistoria para los veinteañeros-, por estas fechas redactábamos nuestra carta de Navidad, sonaba -si no me falla la memoria-, más o menos así:
Querido Niño Dios, dos puntos, uno arriba del otro.
Este año en mi casa me he portado un poco regular, pero ya se va a quitar lo regular y va a cambiar a muy bien, en el colegio me he portado bien, pero para el otro año va a ser muuuy bien. Por lo tanto, quisiera que me trajeras: una avalancha, un espirógrafo Lilí-Ledy, un tirapapas, un Capitán Boy, una fábrica de horripicosas, una caja de calcetines Cibolain de lana, y si no los tienes, entonces una autopista Scalextric o un peteca como el que anuncia Pelé y por último, un barril de changuitos, ¡Ah! Y el robot de Perdidos en el Espacio.
A cambio de estas cosas, te voy a prometer portarme muy bien.
Te quiere y te adora... Y poníamos nuestra rúbrica con la misma seguridad con la que hoy, firmamos un crédito hipotecario.
Ellas pedían: un horno mágico Lilí-Ledy, una peluca Mi Alegría, unos patines Jifra, un Twister, un yoyo "Duncan" y por supuesto año con año, la muñeca Lagrimitas que anunciaban en la tele con aquella pegajosa cancioncita que rezaba: "Llora y llora y mueve sus manitas, solo se contenta llevándola a pasear, a comer, a bañarse"... algo que a la fecha, a todas las mujeres les sigue funcionando.
Acto seguido, metíamos la carta dentro del sobre más elegante que pudiéramos encontrar y la poníamos en la chimenea, días después, descubríamos con gran emoción que la carta ya no estaba, asumíamos que había llegado a su destino y entonces, sólo quedaba esperar la llegada de la Noche Buena.
La mañana del 25 de diciembre corríamos con un entusiasmo desmedido a despertar a nuestros padres que duraban, lo que a nosotros nos parecía una eternidad, en llegar hasta al árbol de Navidad; procedía abrir cada uno de los regalos y volvernos locos de felicidad con lo que hubiera debajo del papel y los moños. Entonces salíamos a las calles a presumirlos y a jugar con los amigos de la cuadra. ¡Qué tiempos aquellos!

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 13 de diciembre de 2008).


Con la edad uno se vuelve más extraño. Cuando era joven la curiosidad me producía un enorme placer y ahora creo que el placer es más importante que la curiosidad. Y los placeres más grandes -a mi edad- consisten en repetir y ya casi nunca en descubrir. De hecho, a lo largo de los últimos 20 años creo que no he descubierto nada deslumbrante ni en lo musical ni en lo audiovisual. Seguro que el equivocado soy yo. Peor todavía: quizás he perdido ya la capacidad de deslumbrarme.
Sin embargo, debo admitir que el cine y la música de mi juventud todavía me conmueven, me fascinan y me estimulan, lo que no impide que me parezca patético un concierto de Fletwood Mac o el "revival" de ABBA. No estoy afirmando que la música o el cine de mi juventud sean mejores que los de ahora. Simplemente dejo constancia de que ya no conecto con lo que se hace ahora. Soy de otra época, de otro tiempo y de otra edad, porque mi acumulación primaria de capital intelectual fue diferente.
Siempre he creído que los cimientos culturales, artísticos y filosóficos de cualquier ser humano se consolidan entre los 15 y los 25 años. Esa es la edad de aprender idiomas, de leer a los clásicos, de estudiar una carrera y de adquirir la sensibilidad que más adelante nos permitirá gestionar el conocimiento. Entre los 15 y los 25 años uno se forma, porque después sólo se informa. Lo diré de otra manera: entre los 15 y los 25 años uno se instala el sistema operativo que le permitirá "cargar" nuevos programas en forma de libros, películas, composiciones musicales, obras de teatro, creaciones plásticas, etc. Y ahí está la diferencia con la manera de estar en el mundo de mis hijas: mi "sistema operativo" ya no admite más actualizaciones porque hace años que se dejó de fabricar.
Hace unos días me invitaron a un programa de radio para que hablara sobre la importancia de la música en mi vida, y me pidieron que yo mismo llevara la música con la que leo y escribo. Para mi sorpresa, cuando los técnicos de Radio Nacional de España me vieron llegar con discos de vinilo casi les dio un ataque, pues aquella vetusta tecnología había sido abolida y ya no era posible pinchar un Long Play en RNE. No encuentro mejor metáfora de mi situación en el mundo.
Antes que mis hijas regresen a Madrid, trataré de sugerirles lo que me gustaría que leyeran, escucharan y vieran, ahora que todavía son menores de 25 años. Uno hizo lo que pudo mientras fueron niñas, pero mi mundo ya fue y el suyo todavía no es. Las sensibilidades serán otras, pero la acumulación primaria de capital intelectual debería seguir existiendo. No será la misma porque habrá menos libros y más películas, menos humanidades y más tecnología, menos conocimientos y más habilidades, menos palabras y más idiomas, pero después de todo será el "sistema operativo" con el que tendrán que funcionar por el resto de sus vidas.
He leído que los científicos aseguran que el hombre del futuro podrá vivir hasta los 200 años. ¡Qué pereza! ¿Cómo serán entonces las hipotecas del futuro? Ya que mi "sistema operativo" de 1961 apenas me sirve para comprender este 2008, entre vivir 100 años y la eutanasia, francamente prefiero la eutanasia.

Fernando Iwasaki
(v.pág.2 del suplemento "Visor" del periódico Público del 28 de diciembre de 2008).


Michel, una de mis nietas de 8 años de edad, es una niña a la cual le gustan los juegos electrónicos, y al estar entreteniéndose con uno de ellos, me invita a que participe en la actividad: -Abuelo ¿jugamos? Le digo que desconozco por completo cómo se juega, pues no se cómo funciona ni qué debo hacer para competir con ella; "yo te digo cómo"... y acto seguido me explica cómo funciona el juguete, qué botones debo oprimir y qué se debe ver en la pequeña pantalla del aparatito, y con eso empezamos el juego, hago lo posible por apretar los botones indicados, pero llega el momento en que el juguete se detiene, insisto ¡y nada! no funciona, por lo cual le pregunto a la niña qué debo hacer y ella me contesta: -"Ya nada, ya pelaste", ahora yo sigo... es decir, con lo anterior me indica que ya perdí y que ella continuará con el juego, el cual seguro me ganará, pues por su habilidad que demuestra a su edad es una experta.
Y yo, con mi experiencia, que soy ya de la quinta edad (dicen que la tercera edad es a los 60, la cuarta a los 70 y la quinta de los 80 en adelante) ¿no sé manejar un simple juguete de pilas?, y eso me recuerda que tampoco sé "chatear", "navegar a alta velocidad en internet", que no sé sacarle todo el provecho que se puede obtener de una computadora, que no tengo "lap top", que me cuesta mucho trabajo manejar los nuevo teléfonos celulares que tienen cámaras fotográficas, procesos electrónicos e infinidad de adelantos técnicos más y desconozco términos usados como "ya pelaste", "con eso ya pelas"; ya me quedé estancado en la época de los "Picapiedra", ¿ahora tendré que seguir hablando por el "cuernófono", ir en mi "tronco-móvil" y seguir pensando en el Tiranosaurio-Rex y el Iguanodonte?
Mis reflexiones son interrumpidas por la campana del carretón de la basura, la cual suena para avisar que la debemos sacar a la puerta para que se la lleven; le digo a otro de mis nietos que lo haga, corre y lo hace, pero luego me dice: "No se la llevó, no se detuvo, pues 'va en friega'", y ese nuevo término que en la casa no se usa, hace que me confirme mi sospecha: "Ya soy un dinosaurio" y pienso que no estoy viviendo en la época actual, que ya estoy "fuera de onda" como se dice ahora, y que si no me actualizo... me quedo... me quedo...

Adolfo Martínez López
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 31 de diciembre de 2008).


Fórmula para alcanzar la longevidad.

(V.pág.3-D del periódico El Informador del 31 de diciembre de 2008).


Norman tiene 90 años y ha jugado golf desde que se jubiló. Pero, una noche, llega a su casa cabizbajo.
-Me rindo- dice, -mi vista es tan mala que cuando le doy a la pelota no puedo ver a dónde fue.
-¿Por qué no llevas contigo a mi hermano Fred?- le pregunta su esposa, Doreen.
--¿Y de qué me serviría él?- pregunta suspirando Norman. -Tiene 103 años.
-Es verdad- contesta Doreen, -pero tiene una vista perfecta.
Al siguiente día, Norman y Fred se dirigen al campo de golf. Norman da el primer golpe y envía la pelota muy lejos.
-¡Vaya! Eso estuvo bien- dice Norman. -¿Viste dónde cayó?
-Por suspuesto- responde Fred.
-¿Y dónde está?
-No recuerdo.

(V.pág.26 de la revista Selecciones de enero de 2009).


Cada vez que el círculo social de una amiga mía se reúne, apartan un tiempo para quejarse de sus más recientes dolores y achaques. Estos festivales de quejas son tan populares en el grupo, que incluso los bautizaron como "recitales de órgano".

Tina Spriggs
(v.pág.83 de la revista Selecciones de enero de 2009).


¿Te acuerdas de aquel tiempo...

...cuando las decisiones importantes se tomaban mediante un práctico 'De Tin Marín de Do Pingüe Cúcara Mácara Títere Fue, Yo No Fui Fue Teté Pégale, Pégale...'?
...cuando se podían detener las cosas si se complicaban con un simple 'no se vale' o 'zafo'?
...cuando los errores se arreglaban diciendo simplemente 'empezamos otra vez'?
...cuando el peor castigo y condena era que te hicieran escribir 100 veces 'No debo...'?
...cuando, para salvar a todos los amigos bastaba con un grito de '¡Un, dos, tres por mí y por todos mis amigos!'?
...cuando descubrías tus más ocultas habilidades, a causa de un '¡A que no puedes hacer esto!'?
...cuando no había nada más prohibido que jugar con fuego, sobre todo en diciembre?
...cuando lo único que nos hacía correr como locos era 'El último que llegue es...!'
...cuando 'Policias y Ladrones' era sólo un juego para el recreo, y por supuesto era mucho más divertido ser ladrón?
...cuando la más moderna, poderosa y eficiente arma que jamás se había inventado era ¡La Bomba del Globo con Agua!?
...cuando aquella moneda bajo la almohada que nos dejaba el Raton de los Dientes, era como un tesoro para comprar todo tipo de dulces?
...cuando '¡Guerra!' no significaba más que bolas de papel durante las horas libres en clase?
...cuando los alimentos básicos y escenciales eran tan solo leche con galletas y los dulces a diario?
...cuando quitarle las ruedas pequeñas a la bici significaba un gran paso en tu vida?
...cuando el 'negocio del siglo' era cambiar esas estampas del álbum más soñado por todos?
...cuando todos te admiraban si lograbas cruzar la cuerda mientras saltabas?
...cuando cualquier trozo de yeso o tabique era como un tesoro para poder formar un círculo en el piso y jugar 'stop'?
...cuando todas esas cosas tan simples nos hacían felices, simplemente... No necesitábamos nada más?
...cuando un balón, una cuerda y 2 amigos eran suficientes para pasarla bien todo el día?

Si puedes recordar la mayoría de estas cosas y he conseguido que sonrías, entonces significa que has tenido una infancia feliz... y que todavía te queda dentro algo del niño que fuimos no hace tanto tiempo.
Nunca pierdas al niño que llevamos dentro, porque da sentido a nuestra vida.
El último en leerlo... ¡La trai!
¡Pásalas, si no, te embarazas!

(Recibido por e-mail el 23 de enero de 2009).


A los 57 tacos, uno conserva pocos mitos. La vida los liquida uno tras otro. Sin embargo, algunos individuos tienen, o tenemos, cierta facilidad para aferrarse a los suyos, defendiéndolos como gato panza arriba. De tales mitos, los procedentes del cine sobreviven en la gente de mi generación; quizá porque cuando nos alimentábamos con programas dobles y bolsas de pipas, sólo el cine y los libros inflamaban la imaginación hasta el punto de marcar vidas y destinos. Esa magia terminó hace tiempo. El cine ya no es así, y la televisión es otra cosa. Tampoco los espectadores son los mismos. Ni siquiera los niños, esos pequeños cabrones de lógica demoledora, llegan al momento oportuno con la parcela de inocencia y territorio en blanco virgen, lista para ser cubierta, que traían antes. Los nuevos mitos vienen de otros sitios, no del cine. O apenas de él. Como me dijo una vez en el festival de cine de San Sebastián Pedro Armendáriz hijo, el cine sólo fue de verdad cuando era mentira.

Arturo Pérez-Reverte
(v.pág.31 del periódico Público del 25 de enero de 2009).


Cuando éramos niños, en las esquinas había 2 tipos de flechas: unas de color verde que decían "Preferencia" y unas de color rojo que decían "Circulación". Si uno transitaba por aquellas que decían preferencia, significaba que no había necesidad de detenerse en cada esquina. Eran los que circulaban por las de flecha roja que tenían que ceder el paso a los que llevaban preferencia.

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 31 de enero de 2009).


Diversos tratadistas, entre ellos Roberto Juan Flores, de Villaflores, Chiapas, hablan del mal conocido allá con el nombre de "sejuela". Dice él:
"Si te tomas una cerveza y te lleva rapidito al baño, y el último chisguete es en tu pantalón.
Si te dan váguidos, pasamientos y gómito cuando te subes a un banco a cambiar un foco.
Si tienes más pelo en la nariz y en las oreja que en la cabeza.
Si el picante te irrita el jonís.
Si usas zapato aguadito, tipo mocasín, porque la última vez que te amarraste los de cintas no te pudiste enderezar.
Si con sólo abrir el refrigerador te da catarro.
Si necesitas una ayudadita con película triple XXX.
Si cada vez que opinas te dicen: 'Cállate tú, papá. Tú no te metas'.
Si cuando toses te tapas la boca, no por educado, sino para que no se te salga la placa.
Si cuando sales solo te dan la bendición, un papelito con tu nombre y dirección, y una estampita de San Juditas pa' que te cuide.
Si tienes esos síntomas es prueba irrefutable de que ya te dio la sejuela: se-jue-la juventú".

En efecto, el tiempo no perdona, y cuando menos acordamos nos vemos en lo que Manrique llamó "el arrabal de senectud". Por eso hay que conservar el entusiasmo de vivir; el interés en las cosas que pasan en el mundo; el deseo de aprender cosas nuevas y disfrutar experiencias inéditas; la alegría y el buen humor, y, sobre todo, la capacidad de amar, de olvidar ofensas y rencores, de no perder nunca la esperanza. Si conservamos todo eso, la sejuela nos hará lo que las auras flébiles del véspero al Benemérito de las Américas. O sea lo que el aire a Juárez.

Atribuido a Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(recibido por e-mail el 31 de enero de 2009).


No teníamos computadoras, apenas si teníamos un cuaderno de doble raya y plumas fuente con las que iniciamos haciendo palotes hasta conseguir escribir en letra palmer, algo que ellos ni siquiera saben que existió. Al tiempo, tuvimos que dejar de usarla y aprender a escribir en scrip o letra de molde. No teníamos procesadores de palabras ni correctores de ortografía, solo teníamos la gramática de Marín y un diccionario, pero era suficiente para escribir un texto en cristiano. Tampoco tuvimos calculadoras con más funciones que las que dio el cine Diana en sus buenos tiempos; bastaba la aritmética de Rozán y unas tablas de logaritmos para resolver un complejo problema de matemáticas.
No teníamos internet, pero contábamos con la Enciclopedia Barsa, la Salvat o el Tesoro de la Juventud, con eso y un lápiz, era suficiente para hacer un trabajo acerca de los próceres de la patria o la teoría de la relatividad. No teníamos messenger para pedirles a nuestros compañeros que nos pasaran la tarea. Ellos, en cambio, aprendieron con gran destreza a hacer grafittis en propiedad ajena.
No existía el comando "copiar y pegar", con trabajos tuvimos copias fotostáticas que eran uno de los inventos más revolucionarios del momento, dado que nos permitía sacar copias de los apuntes de los compañeros para estudiar para los parciales a los que, sin duda alguna, sobrevivimos. Prueba de ello es que estamos aquí.
Así que nos podrán acusar de haber crecido con una tecnología similar a la de los Picapiedra, pero tenemos el orgullo sin mácula, porque al menos sabemos que "burro" no se escribe con "ve" de veinteañero.
¡Ahí la vemos, mis cuadernos de doble raya! Ah, pero ¿vieron lo de Phelps? ¡Le salió lo veinteañero!

Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 7 de febrero de 2009).


No sé cómo estaré con más de 60 años, pero el sólo hecho de saber que formaré parte de la tercera edad me anima a creer que estaré infinitamente mejor que ahora. No hay peor edad que los cuarentaitantos, ese Rubicón que cruzamos con la certeza de haber tocado techo y de que todo lo que no hemos conseguido ya no lo alcanzaremos jamás. Por lo menos después de los 60 seré dueño de mi tiempo, aunque me encuentre jugando la "prórroga".
A los 40 uno cree que es "joven", pero nadie nos va a regalar la indulgencia que sí disfrutan los verdaderos jóvenes. A los 41 quiere pensar que todavía no es "mayor", pero nadie nos dedicará jamás la paciencia que sólo se le ofrece a los mayores. En realidad, a los cuarentaitantos uno todavía tiene los apetitos de la última juventud junto con los achaques de la primera vejez. Una birria de edad.
Mi generación decidió marcharse de la casa familiar para conquistar unos derechos y libertades que los jóvenes de hoy han recibido desde su nacimiento, y que por lo mismo reclaman con absoluta naturalidad. No somos un espejo digno para ellos ni merecemos la conmiseración que al menos le dedican a los mayores. Más bien, somos una panda de fracasados que además envejece mal y deprisa.
Cuando era estudiante universitario y me imaginaba a mí mismo con cuarentaitantos, creía con ingenuidad que los valores de entonces (el conocimiento, la conciencia crítica y el compromiso) seguirían vigentes y que tenía que estar preparado para ese momento. Pero no ha sido así, porque lo que de verdad cotiza es el poder, la fama y el dinero. ¿Quién ganó? Lo ignoro, pero los que perdimos somos los que estábamos leyendo o viendo películas de arte y ensayo. Cuántas horas subrayando a Cortázar, cuántas veces viendo Amarcord y cuántos años preparándome para un mundo que no ha sido éste.
Nunca he sido bueno en matemáticas, pero he averiguado que después de jubilarme seguiré pagando la hipoteca durante 10 años más. ¿Por qué la vida empieza a los 40? Quizás porque los tumores que terminarán conmigo acaban de florecer.

Fernando Iwasaki
(v.pág.3 del suplemento "Visor" del periódico Público del 8 de febrero de 2009).


Motivo de reflexión son los años 50, son aquellas salas con miles de espectadores deseosos simultáneos de complementar su día domingo o festivo concurriendo al cine, en el centro de Guadalajara con 800,000 habitantes, que ahora superan los 4 millones. Los desplazamientos eran a pie y lo que ahora son colas de vehículos, entonces eran de gente para comprar los boletos de ingreso al Alameda, Juárez y Avenida sobre la Calzada Independencia, a los que se agregó el Metropolitan; Colón cercano a la Avenida Juárez donde también se ubicaba el Variedades con cupo superior a 4,000 espectadores; Cuauhtémoc, que primero fue teatro y Jalisco remodelado con el nombre Tonallan; Obregón en la avenida del mismo nombre; México sobre Tolsa; Ideal y Sorpresa ubicados en Javier Mina constituían los cines tradicionales y modernos de aquel tiempo.
Llenos domingueros creaban los sueños con 2 funciones integradas por una película de apertura a la función de las 4 en punto de la tarde y otra de estreno que terminaba al filo de las siete y media. Sin faltar, en el intermedio, la proyección de placas fijas y cine minutos comerciales, noticieros, documentales y avances de las próximas películas, esto último no ha cambiado igual que los comerciales para el aprovechamiento del público cautivo.
Ir al cine en su actual concepto de exhibición y contenido continúa con la modalidad impuesta por la multiplicidad de salas en un solo "centro" comercial para mayor comodidad del cinéfilo, igual la variedad de horarios. En la espera o al ingreso, como en aquellos tiempos, la dulcería tiene el atractivo de las tradicionales palomitas, el refresco y otros refrigerios en sustitución de las pepitas, muéganos y "guasanas" comprados a vendedores ambulantes en el exterior.
Si usted aún es joven y no lo recuerda, intercambie comentarios lo que es y lo fue el cine de aglomerados espectadores ansiosos de la penumbra para soñar con temas y actores de ayer, que ahora son patrimonio de entretenimiento en tiempos de televisión.

Carlos Cortés Vázquez
(v.pág.6-E del periódico El Informador del 11 de febrero de 2009).


A los hombres con la edad les crecen 3 cosas: las cejas, los pelos en las orejas y la codicia.

Flavio Romero de Velaco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 14 de febrero de 2009).


Diez señales de la crisis de la edad madura en los hombres.

  1. Cambio de empleo. Esta es una señal aterradora de que la crisis es inminente. Cuando el hombre llega a casa y anuncia que va a dejar su carrera de 30 años en los seguros para poner un negocio de cerveza casera, lo más probable es que será una aventura loca y arriesgada.
  2. Conducta temeraria. Es igual de aterradora y tiene el potencial de dejar una viuda. En este caso, el hombre llega a casa y anuncia que va a competir en carreras de autos, hacer paracaidismo, practicar surfing o cazar cocodrilos. "La vida es corta", dice con filosofía. "No quiero morir sin haberme lanzado desde un precipicio".
  3. Arreglo personal. Esto empieza un día en que se ve en el espejo y un tipo viejo le devuelve la mirada. Siente pánico y compra unas tijeras para recortarse los pelos de la nariz, cambia a su fiel peluquero por un estilista que le pone "luces" en el cabello, hace una reservación para depilarse la espalda con cera y se compra todo un guardarropa de elegantes prendas informales y una loción con olor a almizcle.
  4. Vuelta a los hábitos de veinteañero. Este intento de recuperar la juventud perdida suele manifestarse con un deseo súbito de ir a festivales de música de 3 días de duración, beber en exceso, dejar revistas y latas vacías en el coche y comer sólo productos chatarra. A la larga esto conduce o da al traste con el punto 5.
  5. Ejercicio desenfrenado. Su ilusión es fortalecer los músculos del abdomen para poder sumir la panza al pasar trotando junto a los bañistas en la playa. Va al gimnasio 3 veces por semana, y ve su reflejo en la ventana mientras saca del auto la nueva televisión de pantalla plana. Este es uno de los pocos síntomas de la crisis de la edad madura que conviene alentar.
    Selecciones del Reader's Digest de septiembre de 2004.
  6. Compras disparatadas. La esposa llega a casa del trabajo y encuentra una moto nueva, una lancha de motor o un vehículo todoterreno frente al garaje, y una televisión gigante de pantalla plana instalada en el cuarto de trebejos. Se suponía que ese dinero tenía que durarle al marido hasta que llegara a los 90 años, pero da gusto verlo sonreír... para variar.
  7. Coqueteos. El hombre se hace la pregunta clásica: "¿Aún puedo ligar?" Es una duda obsesiva que lo lleva a engolar la voz, a sentarse con desenfado en los escritorios de las recepcionistas y a alisarse con la mano el pelo recién teñido mientras dice cosas como "Vamos a tomar una copa" a chicas más jóvenes que sus hijas. Es un comportamiento inocuo en general, pero puede sobreinflarle el ego o hacer que lo acusen de acosador
  8. Buscar viejas pasiones. Esto se manifiesta de varias formas: tratar de localizar a una novia del bachillerato en Facebook, redescubrir la emoción de la patineta o desempolvar su guitarra eléctrica y su amplificador e invitar a los miembros de su antiguo grupo de rock para tocar un poco. Es un intento desesperado por recordar cómo era antes y por qué le caía bien a la gente. Puede llevarlo a vivir episodios de nostalgia narcisista y a usar palabras obsoletas.
  9. Irresponsabilidad. Se hace un vistoso tatuaje en un brazo que dice "Espíritu libre", empieza a comprar todo a crédito y se desvela hasta las 2 de la madrugada viendo el futbol.
  10. Rememorar en exceso los viejos tiempos. Puede repetir infinidad de veces: "Te acuerdas cuando fuimos a tocar a aquel festival de música y nos pasamos toda la noche bebiendo cerveza y hablando de que algún día haríamos..." A su esposa o a su pareja tal vez no le convenga unirse a él en la nostalgia y recordar con cariño a sus ex novios (excepto, quizá, al que tiene enfrente).
Paige Kilponen
(v.pág.80 de la revista Selecciones de febrero de 2009).
"Olivetti-2Q5" pronunció Fabián para sí mismo, al tiempo que contemplaba con atención el viejo cacharro que tenía frente a él. Una máquina de escribir. "¡La mejor de su tipo!" Había exclamado su abuelo al obsequiársela.¿Mejor?...¿Mejor para qué? Cuestionaba Fabián, a horas de ese encuentro, desde la tranquilidad de su habitación. No podía imaginar en qué forma aquella chatarra roja podría haber sido, alguna vez, la mejor de cualquier cosa que hubiera sido inventada por la humanidad. No tenía pantalla, ni siquiera un monitor pequeño; tampoco se podía hacer correr ningún videojuego. Ni siquiera tenía dónde meter el disco para respaldar la información; y además de todo, la impresión saldría al mismo tiempo en que fuera escrito el texto. Todo eso sin contar el absurdo acomodo escalonado de las teclas.
Pero bueno, el viejo se la había regalado en medio de tanta emoción que no se atrevió a manifestar ningún gesto de desagrado.

Miguel Casillas Dávila
(v.pág.20 del periódico Público del 6 de marzo de 2009).


Hubo una época, estoy seguro, en que uno de los deseos que tuve -y también algunos de mis amigos- era el de ser presidente de México. Era un niño, y así como viví tardes en las que me sentaba debajo del tinaco en la azotea dizque a manejar un camión (con todo y sus pasajeros, todos ellos la pura chiquillería que vivíamos en unos pequeños departamentos de la colonia Nápoles, en la Ciudad de México), también hubo en las que nos poníamos a jugar a lo que queríamos ser de grandes. Nunca faltaba el que la hacía de bombero, el de policía, a otro le latía ser boxeador -de hecho, lo fue, aunque nunca brilló y mejor se dedicó a entrenar a jóvenes- y éramos como 2 o 3 los que siempre queríamos ser presidentes. ¿Por qué? Porque algo nos decía que a ese señor todo mundo le obedecía, que él mandaba y que todos lo admiraban porque trabajaba mucho y tenía al país al tú por tú. Era una época en la que no leía periódicos -las revistas que me chutaba eran las de Editorial Novaro (tamaño "colibrí", "águila" y "avestruz"), además de Chanoc, Memín Pingüín y Cucurucho y tío Rius-; días en los que veía la tele sólo porque salían El Tío Gamboín y Genaro Moreno (¡ah, cómo les envidiaba los muñequitos de cuerda o automáticos que presumían!), El Hombre Nuclear, las series de Chespirito y los partidos de futbol en los que jugaba el Atlante; días de inicio con mis primeros libros (A.J.Cronin y Juan Ramón Jiménez). En casa no se hablaba mucho, pues la jefa llegaba harta de la jornada diaria y ser hijo de madre soltera en la década de los 70 no era nada fácil. Pese a eso, la mamá al menos se relajaba poniendo discos de rock (los Doors, Led Zeppelin, Van Cliburn, Elvis Presley, ¡Angélica María! y hasta música hawaiana y tahitiana), paseando los domingos en el Parque Hundido y de vez en cuando echándose las noticias con Jacobo.
Fue en la escuela y con los amigos del edificio en donde viví (fines de los 60 y primeros años de los 70) en donde la ilusión de quién sería de grande me llevó a pensar en ser presidente. Al paso de los años, también, he confirmado que no fui -ni soy- el único chavito con aspiraciones presidenciales; sin embargo, he sido testigo de cómo esa ilusión cada vez se va distorsionando, perdiendo o, de plano, ya ni importa. Hoy muchos chavos relacionan al presidente con transa, con corrupción, con poder desmedido y con el responsable de que el dinero de los padres nomás no alcanza. Y, por desgracia, esa sensación ha alcanzado a otros personajes que hace años eran considerados como héroes: el policía y el abogado, principalmente.

David "Negro" Guerrero
(v.pág.12-B del periódico El Informador del 11 de marzo de 2009).


A stunning senior moment.

En las sesiones de trabajo previas a la salida al aire de MILENIO Televisión explicábamos en qué casos se debería interrumpir la programación regular para abrir una cobertura especial. Un ejemplo que usábamos como quintaesencia era el asesinato de Colosio.
Usamos el ejemplo hasta que nos dimos cuenta de que cuando en las juntas participaban los más jóvenes, se nos quedaban viendo con cara de "¿Quién?" "What?" Vaya golpazo generacional. El suceso que, quizá como ninguno, nos marcó periodísticamente es una vaga referencia para una mayoría.

El lunes se cumplen apenas 15 años del asesinato en Tijuana del candidato del PRI a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio. Sería interesante aplicar una encuesta a menores de 30 años y preguntarles si saben quién fue ese hombre y qué hizo. Creo que un porcentaje muy alto no tendría idea, porque así es nuestra memoria colectiva: falsamente heroica y afecta a la efeméride ñoña, pero reacia para recuperar ciertos acontecimientos traumáticos que marcaron un antes y un después, como el asesinato de Colosio: por los días previos al 23 de marzo, el drama que fue en sí la campaña electoral, el papel de Manuel Camacho, las decisiones de Carlos Salinas de Gortari y Joseph Marie Córdoba, la foja política de Mario Aburto. En fin, por el cuadro de intereses que se vieron afectados por un viraje en el estilo de ejercer el poder en México.

Ciro Gómez Leyva
(v.pág.2 del periódico Público del 20 de marzo de 2009).


La fortuna de los mayores de 50.

Nunca se pensó que a los 50 se pudiera llegar a tener tanta riqueza.

(Recibido por e-mail el 30 de marzo de 2009).


As I mature...
(Recibido por e-mail el 1o.de abril de 2009).
From the American Association Of Retired People

Questions and Answers from AARP Forum

Where can men over the age of 60 find younger, sexy women who are interested in them?Try a bookstore under fiction.
What can a man do while his wife is going through menopause?Keep busy. If you're handy with tools, you can finish the basement. When you're done you'll have a place to live.
Someone has told me that menopause is mentioned in the Bible. Is that true? Where can it be found?Yes. Matthew 14:92: "And Mary rode Joseph's ass all the way to Egypt."
How can you increase the heart rate of your 60-plus year old husband?Tell him you're pregnant.
How can you avoid that terrible curse of the elderly wrinkles?Take off your glasses.
Seriously! What can I do for these crow's feet and all those wrinkles on my face?Go braless. It will usually pull them out.
Why should 60-plus year old people use valet parking?Valets don't forget where they park your car.
Is it common for 60-plus year olds to have problems with short term memory storage?Storing memory is not a problem, Retrieving it is the problem.
As people age, do they sleep more soundly?Yes, but usually in the afternoon.
Where should 60-plus year olds look for eye glasses?On their foreheads.
What is the most common remark made by 60-plus year olds when they enter antique stores?"Gosh, I remember these!"

(Recibido por e-mail el 1o.de abril de 2009).


Juventud es cuando te dan permiso de desvelarte la noche de Año Nuevo. Madurez es cuando te obligan a hacerlo.

Bill Vaughan


Decía don Vetulio: -A mis 90 años sigo persiguiendo muchachas.
Le pregunta alguien, sonriendo: -Y ¿las alcanza?
-Sí- contesta don Vetulio. -Pero ya no recuerdo para qué.

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.periódico El Siglo de Durango del 2 de abril de 2009).


La vejez empieza cuando pesan más los recuerdos que las esperanzas.

Flavio Romero de Velaco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 2 de mayo de 2009).


Cuando hace años murió alguien muy cercano y querido para mí, en el momento de bajarlo a la tumba alguien, entre sus amigos, comentó: "Era un hombre honrado y un caballero". Y qué quieren que les diga. Me pareció el mejor epitafio que un hombre puede desear para sí mismo, pero temo que nadie dirá eso en mi funeral. No porque pueda o no pueda serlo, que ése es asunto mío y no viene al caso, sino porque dudo que alguien aprecie todavía el valor de esas palabras. Ahora, honrado es sinónimo de tonto, y en la puerta de los servicios de los bares llaman señora y caballero a cualquiera.

Arturo Pérez-Reverte
(v.pág.29 del periódico Público del 10 de mayo de 2009).


En la sala de mi casa había una Stromberg-Carlson de bulbos en la que todas las noches aparecían en blanco y negro las protagonistas de El amor tiene cara de mujer. Irán Eory, Lucy Gallardo, Silvia Derbez, Irma Lozano. El mundo ofrecía paraísos que en una hora hacían sudar las manos y acelerar el pulso, El agente de Cipol, con Robert Vaughn como Napoleón Solo y David McCallum como Ilya Kuryaki, y no había prólogo mejor que el que contenía este diálogo:
-Camarada, ese hombre que está ahí nos mira con insistencia.
-Para su información, Piotr, ese hombre que está ahí es el famoso Simón Templar. (Aparecían los créditos: "El Santo, de Leslie Chartiers, con Roger Moore...")
En algún lugar cabalgaban los 4 jinetes de Bonanza. Vic Morrow y Rick Jason avanzaban con sus fusiles de asalto bajo el fuego de los tanques en los bosques oscuros de Combate. La pegajosa entrada de Misión imposible anunciaba intrigas internacionales protagonizadas por Steven Hill y Bárbara Bain. Sin embargo, en aquella sala no había ojos más que para ver las historias de 4 empleadas de un salón de belleza, Laura, Matilde, Vicky y Lucy, que a lo largo de no sé cuántos años -795 capítulos- tuvieron a bien desdoblar los hilos de la telenovela más larga de la historia.
La Stromberg-Carlson fue remplazada por una Philco. La Philco, por una Sony.

Héctor de Mauleón
(v.pág.5 del suplemento "Visor" del periódico Público del 10 de mayo de 2009).


Me diagnosticaron S.A.D.A.E. (Síndrome de Atención Deficiente Activado por la Edad).
Se manifiesta así: Decido lavar el auto.
Al ir a la cochera, veo que hay correo en la mesita de la entrada.
Reviso las cartas antes de lavar el auto; dejo las llaves del auto en la mesita, voy a tirar los sobres vacíos y las propagandas en el bote de basura y me doy cuenta que está lleno.
Decido dejar las cartas (entre las que hay una factura) en la mesita y sacar la bolsa de basura afuera.
Entonces pienso que, ya que voy afuera, puedo pagar la factura con un cheque y echarlo en el buzón que está a 10 metros de la puerta.
Saco del bolsillo la chequera y veo que queda un solo cheque en blanco.
Voy al escritorio a buscar otra chequera y encuentro sobre la mesa la Coca Cola que me estaba tomando y se me había quedado olvidada.
Saco la lata para que no se vaya a derramar sobre los papeles y me doy cuenta que se está calentando, por lo que decido llevarla al refrigerador.
Al ir hacia la cocina, me fijo que el jarrón de flores de la cómoda de la entrada está sin agua.
Dejo la Coca Cola sobre la cómoda y descubro los anteojos de cerca que estuve buscando toda la mañana.
Decido llevarlos a mi escritorio y, después, poner agua a las flores.
Llevo los anteojos al escritorio, lleno una jarra de agua en la cocina y, de repente, veo el control remoto del televisor.
Alguien lo olvidó en la mesa de la cocina...
Me acuerdo que anoche lo estuvimos buscando como pendejos...
Decido llevarlo al cuarto de la tele, donde debe estar, en cuanto ponga el agua a las flores.
Echo un poquito de agua a las flores y la mayor parte se me derrama por el suelo; por lo tanto vuelvo a la cocina, dejo el control remoto sobre la mesa y agarro unos pinches trapos para secar el agua.
Voy hacia el hall tratando de acordarme qué chingados es lo que quería hacer con estos chingados trapos hediondos...
Al final de la tarde... el auto sigue sin lavar, no pagué la factura, el bote de basura está lleno, hay una lata de Coca Cola caliente en la cómoda, las flores siguen sin agua, sigue habiendo un solo cheque en blanco en mi chequera, no encuentro el méndigo control remoto de la tele ni mis anteojos de cerca, hay una fea mancha en el parquet de la entrada y no tengo ni puta idea de dónde están las llaves del coche.
Me quedo pensando cómo puede ser que, sin haber hecho nada en toda la méndiga tarde, haya estado todo el tiempo en chinga y esté tan cansado.

(Recibido por e-mail el 22 de mayo de 2009).


Casi al final del servicio dominical el ministro preguntó: "¿Cuántos de ustedes han perdonado a sus enemigos?"
El 80% levantó la mano.
El ministro volvió a repetir su pregunta. Todos respondieron esta vez, excepto una pequeña viejita.
"Señora María ¿qué no está dispuesta a perdonar a sus enemigos?"
"Yo no tengo enemigos"- respondió dulcemente.
"Señora María, eso es muy raro. ¿Cuántos años tiene?"
"101"- respondió. La congregación se levantó y le aplaudió.
"¡Oh señora María! Puede pasar al frente y decirnos ¿cómo se vive hasta tener 101 años y no se tienen enemigos?"
La viejita dulce pasa al frente. Dirigiéndose a la congregación explica: "Porque ya todas las cabronas se murieron".

(Recibido por e-mail el 23 de mayo de 2009).


La confesión

-(Voz femenina) "Padre, perdóneme porque he pecado".
-"Dime, hija, cuáles son tus pecados?"
-"Padre, el demonio de la tentación se apoderó de mí, pobre pecadora".
-"¿Cómo es eso, hija?"
-"Es que cuando hablo con un hombre tengo sensaciones en el cuerpo que no sé como describirlas..."
-"Hija, por favor, que también soy un hombre..."
-"Sí, padre, por eso vine a confesarme con usted".
-"Bueno hija, y ¿cómo son esas sensaciones?"
-"No sé cómo explicarlas, por ejemplo, ahora mi cuerpo se rebela a estar de rodillas y necesito ponerme más cómoda".
-"¿En serio?"
-"Sí, quiero relajarme y quedarme tendida..."
-"Hija, ¿tendida cómo?"
-"De espaldas al piso, hasta que se me pase la tensión..."
-"¿Y qué más?"
-"Es como que tengo un sufrimiento que no le encuentro acomodo".
-"¿Y qué más?"
-"Como que espero un poco de calor que me alivie..."
-"¿Calor?"
-"Calor, padre, calor humano, que lleve alivio a mi padecer..."
-"¿Y qué tan frecuente es esa tentación?"
-"Permanente, padre, por ejemplo, ahora me imagino que sus manos sobre mi piel me darían mucho alivio..."
-"¡Hija!"
-"Sí, padre, perdóneme, pero me urge que alguien fuerte me estruje entre sus brazos y me dé el alivio que necesito..."
-"¿Por ejemplo yo?"
-"Por ejemplo, usted es la clase de hombre que imagino me puede aliviar".
-"Perdóname, hija mía, pero necesito saber tu edad..."
-"94, padre".
-"Hija, ve en paz, que lo tuyo es reumatismo..."

(Recibido por e-mail el 24 de mayo de 2009).


Mucho se lamenta la gente madura acusando que la fuerza de la juventud se desperdicie vilmente en los jóvenes cuya ingratitud, egoísmo e ignorancia hacen despilfarrar sus años plenos de esa vitalidad que ellos añoran nostálgicamente y de la cual los viejos se sienten más merecedores por su propia experiencia y aprecio. Finalmente se valora cuando ya no se tiene.
Vaya paradoja. Los jóvenes buscan parecer una edad mayor de la que tienen y presumen la apariencia de una madurez adelantada, mientras los mayores buscan esconder los rasgos que se asoman al acontecer la vida. Éstos se empeñan planchando, estirando, endureciendo y entumeciendo sus rostros y sus cuerpos para borrar las líneas y cuantas marcas tengan que revelan hacia afuera el transcurrir del tiempo y la acumulación de la experiencia interior. Unos aparentan lo que no son mientras los otros no son lo que quieren aparentar. Se niegan a sí mismos su propia condición.
Cuando se aburren los niños y los jóvenes, éstos se apresuran a crecer. Cuando el crecer se confunde con envejecer, se apresuran luego a verse jóvenes otra vez.

Norberto Alvarez Romo, presidente de Ecometrópolis, A.C.
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 26 de mayo de 2009).


Un hombre y su esposa están por acostarse. El esposo, parado frente al espejo, se da una mirada y comenta... -¿Sabes querida?, me miro en el espejo y me veo tan viejo... Tengo arrugas en la cara, los pectorales los tengo aguados, tengo las piernas gordas y los brazos flojísimos... la panza ¡no se diga! ¡Es un asco! Y cada vez tengo menos ¡"power"! Triste, se da entonces vuelta y mirando a su esposa, continúa: -Anda, sé buena esposa y dime algo positivo, algo que me haga sentir mejor... La mujer lo observa detenidamente, piensa un momento... y le contesta: -Bueno, mi amor... no te preocupes... por lo menos la vista la tienes muy bien.

Ana María Salazar
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 30 de mayo de 2009).


La vida en 4 botellas

La vida en 4 botellas.
(Recibido por e-mail el 30 de mayo de 2009).
Dicen por ahí que envejecer es
obligatorio y madurar, optativo.
Por lo mismo hay muchos más viejos
que maduros (sin hablar de los podridos).

Nemesio Maisterra
(v.pág.6 del periódico Mural del 11 de junio de 2009).


Dicen que la madurez se gana mediante los duros golpes de la vida, cuando enfrentamos retos y salimos adelante renovados y convertidos en personas más sabias. Sin embargo, existen otros indicadores que a veces pasamos por alto y son avisos muy claros de como ha pasado el tiempo...

Mac
(v.pág.12-B del periódico El Informador del 20 de junio de 2009).


Constantemente se critica a las personas mayores por no adaptarse al mundo moderno. Sin embargo, nosotros nos responsabilizamos por todo lo que hemos hecho y no culpamos a nadie por ello.
No obstante, después de una serena meditación, nos gustaría señalar que, a pesar de haber llevado el pelo largo, de haber vivido una revolución sexual, de habernos rebelado contra ciertos valores tradicionales y de haber bailado con Los Beatles y los Rolling Stones...
NO fuimos nosotros los que eliminamos: ¡En efecto, ya soy una persona mayor! Pero no creas que me he vuelto peleador, cascarrabias ni intransigente... sSimplemente que tengo edad para decir que hay cosas que ya no me gustan: Pero sí deseo seguir disfrutando de mi vida, la vida que Dios me ha regalado. Eso sí: respetando a los demás y que los demás me respeten a mi.
No obstante, ahora no recuerdo quién me envío esto. Tal vez se lo vuelva a enviar a la persona que me lo envió. Que me disculpe.
Total... ¡qué importa! Seguro que él o ella también se puso flores en la cabeza, entonó canciones protesta, hizo algunas cosas no tan santas y se destornilló bailando con los Beatles y los Rolling Stones, como yo.

(Recibido por e-mail el 2 de julio de 2009).


Honorato de Balzac, el gran escritor francés considerado como fundador de la novela moderna, por su realismo y el detallismo descriptivo, en unas cuantas palabras se refirió al drama de los últimos alientos amorosos de la senectud: "¡Lo que el amor cuesta a los viejos!"

Flavio Romero de Velaco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 1o.de agosto de 2009).


Cuando niña, los ladrones tenían la apariencia de ladrones, y nuestra única preocupación en relación a la seguridad era que los acomodadores de los cines nos expulsaran debido a los golpes que dábamos en el suelo con los pies cuando ponían una determinada música al inicio de los filmes, en las matinés del domingo.
Madres, padres, profesores, abuelos, tíos, vecinos, todos eran autoridades dignas de respeto y consideración.
Inimaginable responder maleducadamente a policias, maestros, a los más ancianos, o a las autoridades.
Confiábamos en los adultos porque todos eran padres y madres de todos los muchachos y muchachas de la cuadra, del barrio, de la ciudad.
Teníamos miedo apenas de lo oscuro, de los sapos, de filmes de terror.
Hoy siento una tristeza infinita por todo lo que perdimos. Por todo lo que mis nietos un día temerán. Por el miedo en la mirada de los niños, jóvenes, viejos y adultos.
Matar a los padres o a los abuelos, violar niños, secuestrar, robar, engañar, poner la trampa... Todo, no importa cuan grave sea, termina en la banalidad de noticias policiales olvidadas después del primer intervalo comercial.
Policías que persiguen malhechores están aplicando "abuso de autoridad". Derechos humanos para criminales, pero deberes ilimitados para ciudadanos honestos. No tomar ventaja es ser pendejo. Pagar puntualmente las deudas es cosa de idiotas, pero no lo es la amnistía para los estafadores.
Ladrones de traje y corbata, asesinos con cara de ángel, pedófilos de cabellos blancos. Profesores maltratados en las aulas, comerciantes amenazados por traficantes, rejas en nuestras ventanas y puertas.
Autos que se valoran más que abrazos e hijos que los quieren como regalo por haber pasado el año. Celulares en las mochilas de los recién salidos de los pañales.
¿Cuándo  fue que todo desapareció o se hizo ridiculo?

(Recibido por e-mail el 5 de agosto de 2009).


Huckle Berry Hound.
Chuchos y Michos
(7 de agosto de 2009).
Un joven le preguntó a don Geroncio, señor ya muy entrado en años:
-Aquí en confianza, don Geri, a su edad ¿cómo es hacer el amor?
-Te lo diré, muchacho -responde tristemente el veterano-. Imagina que juegas al billar y usas, en vez de taco, un trozo de cuerda...

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
("Subibaja", Ed.Diana. Octubre de 2005).


Conté mis años y descubrí, que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora... Me siento como aquel chico que ganó un paquete de golosinas: las primeras las comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocas, comenzó a saborearlas profundamente. Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar absurdas personas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a maniobreros y ventajeros.
Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.
Detesto, si soy testigo, de los defectos que genera la lucha por un majestuoso cargo.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa... Sin muchas golosinas en el paquete... Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que sepa reír, de sus errores.
Que no se envanezca, con sus triunfos.
Que no se considere electa, antes de hora.
Que no huya, de sus responsabilidades.
Que defienda, la dignidad humana..
Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas... Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñó a crecer con toques suaves en el alma.
Sí... tengo prisa... por vivir con la intensidad, que solo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna, de las golosinas que me quedan... Estoy seguro que serán más exquisitas, que las que hasta ahora he comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.
Espero que la tuya sea la misma, porque de cualquier manera llegarás..."

Mario de Andrade, poeta, novelista, ensayista y musicólogo brasileño
(recibido por e-mail el 29 de octubre de 2009).


Recuerdo todavía los años en que el uso de la palabra "condón" estaba prohibido. Llegaba uno a la farmacia y pedía en voz alta: "Me da una cajetilla de cigarros". Y luego añadía con vergüenza, bajando la voz todo lo posible: "Y un condón". Los tiempos han cambiado. Ahora llega el cliente a la farmacia y pide en voz alta: "Me da un condón". Y luego, bajando la voz, para que nadie lo oiga: "Y una cajetilla de cigarros".

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.periódico El Siglo de Durango del 5 de noviembre de 2009).


Lo que desean las mujeres de los hombres según la edad

CUANDO ELLA TIENE 16
Que sea lindo
Que yo le importe
CUANDO ELLA TIENE 21
Que esté guapo y tenga carro, de preferencia uno de modelo reciente y bonito
Que sea encantador y educado
Financieramente exitoso, dulce y comprensivo
Inteligente, atlético y que vista bien
Que sea un amante imaginativo y romántico
CUANDO ELLA TIENE 32
Que se vea decente, preferentemente con pelo
Que abra la puerta del carro y sostenga la silla caballerosamente
Que tenga suficiente dinero para una cena linda
Que tenga al menos un traje
Que recuerde cumpleaños y aniversarios
Que quiera hacer el amor al menos una vez por semana
CUANDO ELLA TIENE 40
Que no sea demasiado feo, incluso puede ser pelado
Que tenga trabajo fijo y me invite a cenar ocasionalmente
Que diga que sí con la cabeza cuando hablo
Que use una camisa que la tape la panza
Que se acuerde de bajar la tapa del w.c. después de usarlo y de preferencia le jale a la palanca del agua
CUANDO ELLA TIENE 55
Que se corte el pelo de naríz y orejas
Que no se rasque o eructe en público
Que al menos salga de la cama los fines de semana
Que use ropa interior limpia y calcetines del mismo par
Que se rasure de vez en cuando
CUANDO ELLA TIENE 65
Que no asuste a los niños
Que se acuerde donde está el baño
Que no ronque muy fuerte
Que no sea muy caro de mantener
Que recuerde donde dejó sus dientes
Que me reconozca
CUANDO ELLA TIENE 75
Que respire...
Mac
(v.pág.13-B del periódico El Informador del 14 de noviembre de 2009).
¿Cómo saber a qué generación se pertenece?

Baby Boomers. Recuerdan a Neil Armstrong caminando en la Luna y la guerra de Vietnam, el tiempo en el que las minifaldas [se inventaron]; haber tenido amigos que hablaron de Woodstock o Avándaro; los anuncios de cigarrillos les parecían normales; eran buenos para los aros hula hula, y se escribían a mano las composiciones escolares, o al menos en una máquina de escribir.
Generación X. Recuerdan los primeros días de la televisión y las primeras computadoras; vivieron la transición de casetes a discos compactos; se recuerdan bien la Guerra Fría; estaban por llegar a la mayoría de edad cuando explotó el trasbordador espacial Challenger, y usaron discos flexibles para computadora, aunque ahora se consideren anticuados.
Generación Y. Han tenido computadoras y teléfonos celulares desde jóvenes; deambularon por las calles vestidos con sudaderas o chamarras con capucha; recuerdan vívidamente los ataques al World Trade Center de Nueva York, pero apenas tienen memoria de la caída del muro de Berlín; sus créditos escolares y la deuda de tarjetas de crédito totalizan más que su salario del primer año, y permanecen conectados a la computadora 24 horas al día sin darle mayor importancia.
Generación Z. Pasan su tiempo en una guardería o celebran que recién han entrado a la primaria.

(V.pág.14-A del periódico El Informador del 18 de noviembre de 2009).


¿Ruco yo?

¿Ruco yo? ¿Será verdad?

Luis Manuel Pelayo Madaleno El Cascarrabias. Los Polivoces.
¿Sabes quién era Luis Manuel Pelayo?

¿Viste a Paco Malgesto o a Madaleno conduciendo programas?

¿Viste "Ahí viene Cascarrabias" o Los Polivoces?

¿Viste "Los Superamigos", "Los Pitufos" o "Candy Candy"?

¿Viste Star Wars, E.T. y Tiburón en estreno en el cine?

¿Fuiste a ver a Timbiriche en Vaselina?

Tiburón Vaselina
Sakura Daktari
¿Tu sueño dorado era tener un Sakura, Corsar, Atlantic o un Renault 18?

¿Usabas Top Siders de colores sin calcetines?

¿Sabes qué o quién era Daktari?

¿Viste jugar a Hugo Sánchez con los Pumas?

¿Le vas a Dallas o Pittsburgh en el Americano?

¿Hacías educación física con tenis Panam o Dunlop?

Hugo Sánchez Futbol Americano Tenis Panam
Tenis Converse El Llanero Solitario
¿Te salías a ligar usando "convers" de tela?

¿Le pediste a Santa o a los Reyes a El Llanero Solitario y a Toro?

¿Jugabas con el hombre y el monstruo elásticos?

¿Tenías un Kid Acero o un Aventurero de Acción?

¿Supiste de Porfirio Cadena "El ojo de vidrio"?

¿Pediste en tu cumpleaños Los Autos Chocones Lili Ledy?

Kid Acero Aventurero de Acción El Ojo de Vidrio
Chutagol Avalancha Lentes Carrera
¿Pediste en tu cumpleaños el Chuta Gol o una Avalancha?

¿Usaste lentes Carrera de mica ancha?

¿Viste "Ensalada de Locos", "Chiquilladas", "El premio de los 64,000 pesos", "Hogar, Dulce Hogar", "La Criada Bien Criada" y "No Empujen"?

¿Soñabas tener un Barracuda o un Montecarlo SS?

Ensalada de Locos La criada bien criada Chiquilladas Chevrolet Montecarlo SS
En la disco TV blanco y negro
¿Ibas a la Disco en vez de a un Antro?

¿Tu primer tele era blanco y negro y sin control remoto?

¿Tenías grabadora portátil?

¿Jugabas Pac-Man, Asteroides o Invasores Espaciales?

¿En la escuela te enseñaron el lenguaje para computadora Basic?

Pac-man Asteroides
Lagrimitas¿Tuviste a la Comiditas, Suave Sensación o la Lagrimitas?

¿Veías Canal 8?

¿Sabes quién era la calaca tilica y flaca?

¿Tuviste un Exin Castillos o un tirapapas?

¿Veías "Cuna de Lobos", "La Colorina" y "Los Ricos También Lloran"?

Exin Castillos Cuna de Lobos La Colorina Los Ricos También Lloran
Kaliman Memín Pinguín Fotonovelas Don Neto Rafael Caro Quintero Pantalones Jordache¿Leías revistas de Kaliman, Águila Solitaria, Alarma, El Fantasma, Memin Pinguín o Fotonovelas Fiesta?

¿Te acuerdas de Don Neto y Rafael Caro Quintero?

¿Usaste pantalones de mezclilla Sergio Valente o Jordache y los doblabas como ranchero?

¿Viste "Los Dukes de Hazard", "Starsky & Hutch", "El Hombre y la Mujer Biónicos", "Hulk", "Profesión Peligro", "Chips" ("Patrulla Motorizada"), "Mágnum", "Kojak", "La Isla de la Fantasía", "El Crucero del Amor" y a "Los Pájaros Patinadores"?

¿Soñabas tener reloj-calculadora, un Atari o un Intellevision?

Los Dukes de Hazard Starsky y Hutch Patrulla Motorizada Reloj digital Atari Intellevision
O.J.Simpson Tony Dorsett Larry Bird Kareem Abdul Jabbar¿Viste jugar a O.J.Simpson, Franco Harris y Tony Dorsett?

¿Viste jugar a Larry Bird y a Kareem Abdul Jabbar?

¿Jugabas tenis con raquetas Estrada?

¿Te sabías la solución del Cubo Rubik?

¿Veías "Flipper", "Mi Oso y Yo", "Skippy el Canguro", "Lassie" y "Mister Ed"?

Cubo Rubik Flipper Mister Ed Lassie Mi Oso y Yo Skippy el Canguro
Juego de química Juguetes Plastimarx Juguetes Plastimarx Juguetes Plastimarx Juguetes Plastimarx Nacimiento del panda Tohuí¿Tenias el juego de química "Mí Alegría"?

¿Tenías juguetes Plastimarx?

¿Te tocó el nacimiento de Tohuí?

¿Viste jugar a Fernando Valenzuela con los Dodgers?

¿Comiste chocolates "Presidente"?

¿Usabas Pantalones Aca Joe?

Fernando Valenzuela Chocolate Presidente Aca Joe
El Rey Leonardo Salvador Sánchez¿Te compraban chupirules el rey de los pirulís?

¿Veías "Super Can", "El Rey Leonardo" o los "Toto Topos"?

¿Viste peleas de Salvador Sánchez, Pipino Cuevas o Mantequilla Nápoles?

¿Comiste helados "Danesa 33"?

¿Los Pingüinos Marinela "requetellenos de relleno" los anunciaba Capulina ?

¿Los Submarinos "esppponjaditos, esppponjaditos" los anunciaba Quico?

¿Tuviste patines metálicos ajustables con una tuerca?

Danesa 33 Pingüino Marinela Quico Patines metálicos
Farrah Fawcett Bo Dereck Linda Carter¿Lynda Carter, Farrah Fawcett y Bo Dereck adornaban las paredes de tu recámara?
¿Tenías el disco de Vaselina en LP?

¿Viste en el cine películas de Bruce Lee o Chuck Norris?

Vaselina Bruce Lee y Chuck Norris
Máquina de escribir Cassettes Houston Oilers¿Usaste máquina de escribir?

¿Tenías cassettes?

¿Sabes quiénes eran los Houston Oilers?

¿Oíste a Ángel Fernández narrar un juego de fútbol?

¿Coreaste los goles de Outes, Snoopy Pérez, Leonardo Cuéllar, Cabinho, Batata o Echaniz?

¿Eras sobrino del tío Gamboín?

Angel Fernández Ortega y el Snoopy Pérez El tío Gamboín
Gremlin Erika Buenfil Gina Montes Laura Flores Mundo de Juguete¿Tu papá tuvo un Royal Monaco, Ford LTD, Match 1, Caprice, Javelin, Maverick o Gremlin?

¿Erika Buenfil, Gina Montes, Laura Flores o Leticia Perdigón eran tus sueños eróticos?

¿Veías Juguemos a Cantar o Mundo de Juguete?

¿Veías el show de Pepita Gomiz?

¿Leías cuentos de La Pequeña Lulú o Sal y Pimienta?

¿Fuiste a Reino Aventura?

Sal y Pimienta Reino Aventura
Libro de Texto Gratuito Zapato Punk Señorita Cometa¿Tus libros de Texto Gratuito tenían de portada la imagen de "La Patria"?

¿Usaste zapatos Exorcista o Punk de Canadá??

¿Sabes quiénes eran Shivigón y la señorita Cometa??

Resultados: Si respondiste SI a 5 o más: acéptalo, la Juventud ya se te fue.

Ruco

(Recibido por e-mail el 12 de diciembre de 2009).


Sí, entonces apenas había coches, y de robachicos ni se hablaba. La calle era como un amplio parque en el que niños y niñas salían a jugar; que si al futbol, que si a la brinca soga. Y mientras jugaban, lanzaban al aire las canciones de moda y esas típicas de los niños alegres.
Me gusta recordarlo, y en la quietud del recuerdo creo ver y oír aquellos gritos y cánticos de alegría. ¡Qué de cosas interesantes enseñaba la calle!, los mocitos eran catedráticos.
Estos niños que pasan horas ante la televisión o sus juegos electrónicos ¿qué llevan dentro de sí? Hay tiros, hay muertos, hay graves peleas, la ambición del dinero, los graves problemas que suceden en locales horriblemente llamados "antros" (sitio peligroso es su explicación).
"Me voy al antro" ¡Qué mal suena! Después del antro le espera la pandilla. Y hay otra y otras rivales. Puede ganar mucho dinero si se mete en el negocio de la droga, seguro es. Y ¿para qué lo quiere, si peligra su vida? Sólo un genio de leyenda puede solucionar este ambiente, pues cada día estamos peor. Sales de casa pero no sabes qué vas a encontrar, ni siquiera puedes asegurar que volverás.
Todo esto hace que las calles no sean lo que fueron. ¡Aquel añorado parque de ensueño!

Gabriel Paz, escritora
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 2 de febrero de 2010).


El estudio, elaborado sin el menor rigor metodológico, consistió en 2 preguntas: 1) ¿Cuándo eras niñ@ te mandaban sol@ a la calle a hacer algún mandado? y 2) ¿Tú mandas a tus hijos a hacer algún mandado, digamos, por las tortillas?
A la primera pregunta, la totalidad de padres y madres contestaron en sentido afirmativo. Muchos de ellos narraron sus aventuras, de las que deduje que no sólo iban por las tortillas sino que se salían a jugar por ahí. Uno de ellos me mostró una gran cicatriz que se hizo cuando, al salir en bicicleta a toda velocidad, no advirtió que un carro que se aproximaba.
La segunda pregunta también tuvo unanimidad, pero ahí el tono de la respuesta cambió de nostálgico a enérgico: "¡Claro, que no!". Ello me dio lugar a añadir una tercera pregunta: ¿por qué? Algunos quisieron salirse por la tangente: que no consumían tortillas (o la compraban en Walmart). Hubo quienes alegaron que ellos habían crecido en pueblitos y las ciudades son más peligrosas. Otro padre, bien sincerote, dijo: "¡Precisamente, porque yo sé lo que hacía de niño en la calle!".
Al parecer, la libertad de los chamacos se restringe al perímetro visual de sus progenitores. El último entrevistado, tratando de que no lo escuchara su esposa, confesó que ha estado a punto de permitir que su hija se vaya al catecismo caminando sola, porque está a dos cuadras de su casa y podría monitorearla desde lejos... luego desiste, total, puede esperar unos añitos más, ya que tenga 15.

Fabiola Figueroa Neri
(v.pág.3 del suplemento "ocio" del periódico Público del 5 de febrero de 2010).


Los discos de vinilo son de esas posesiones que todos tenemos almacenadas en una caja, al fondo del clóset o junto a la memorabilia de los años mozos de nuestros padres, tíos o abuelos. Si usted nació a principios de los 90, es probable que no sepa a ciencia cierta cómo se reproduce este arcaico formato musical. Si es así, qué vergüenza. Sin embargo, eso se corrige con 5 minutos de instrucción, sin la supervisión de un adulto responsable, sólo de aquel que atesora sus acetatos como usted lo hace con sus descargas ilegales. Y le conviene aprender, porque dicen los números de la industria que los manufactura que el apogeo que vivieron los grandes LP (es decir, long play, por su duración) durante casi todo el siglo XX, está de vuelta. Claro, nunca dejaron de producirse, pues siguen siendo herramienta favorita de dee-jays en todo lo ancho del mundo -gracias a su sencilla manipulación-, y es parte de las ediciones limitadas de muchas bandas del género alternativo y electrónico. Sólo como dato curioso, el disco gira en la tornamesa en el sentido de las agujas del reloj, y la primera canción es la que se encuentra en el borde exterior; el track final es el que está más cerca del centro. Sólo para aclarar, pues supe de alguien que no tenía en mente la mecánica básica.

Abril Posas
(v.pág.30 del suplemento "ocio" del periódico Público del 5 de febrero de 2010).


Siendo joven se aprende, pero sólo siendo viejo se entiende lo aprendido.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 13 de febrero de 2010).


Un presumido estudiante, que se encontraba en un autobús lleno hasta los topes, se tomó la molestia de explicarle a un señor mayor, sentado a su lado, por qué le es imposible a la vieja generación comprender a su generación.
-Usted creció en un mundo diferente, realmente casi primitivo-, dijo en voz lo suficientemente alta para que lo escucharan alrededor. -Los jóvenes de hoy crecimos con televisión, Internet, aviones jet, viajes al espacio, el hombre caminando en la luna. Nuestras sondas espaciales han visitado Marte... Tenemos naves con energía nuclear y carros eléctricos y de hidrógeno. Computadoras con procesos de velocidad de la luz... y más.
Luego de un breve silencio el señor mayor respondió: -Tienes razón, hijo mío. Nosotros no tuvimos esas cosas cuando éramos jóvenes... ¡así que las inventamos!. Ahora, arrogante tarugo, ¿qué estás haciendo TÚ para la próxima generación?
El aplauso fue atronador.

(Recibido por e-mail el 18 de febrero de 2010).


La edad es cosa rara. Alguna vez aprenderás que 70 llega después de 60 mucho más rápidamente que 40 llega después de 30.

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.7 del periódico Mural del 1o.de abril de 2010).


La vida sexual de un hombre atraviesa por 3 fases. Primera: sin pagar. Segunda: pagando. Tercera: ni pagando.

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.7 del periódico Mural del 1o.de abril de 2010).


¿Cómo explicarle a los levantiscos jóvenes de hoy que para todo se alebrestan y gritan y amenazan con irse de la casa y quejarse en Derechos Humanos, que nosotros éramos obedientes y dóciles y no nos la pasábamos haciéndola de jamón porque alguien nos mirara feo. Éramos buenos chicos, tan buenos que si la madre decretaba que el miércoles también era santo y que Elvis Presley quedaba vetado, pues así era.

Germán Dehesa
(v.pág.7 del periódico Mural del 1o.de abril de 2010).


Me siento otra vez de 20 años, pero con artritis.

Sylvester Stallone, en ocasión de su regreso como Rambo
(v.pág.48 de la revista Selecciones de mayo de 2010).


En una ocasión oí a una mujer mayor quejarse de sus achaques, pero su amiga la superó:
-Esta mañana me desperté y pensé que estaba muerta porque no me dolía nada.

(V.pág.90 de la revista Selecciones de mayo de 2010).


Filosofando

(Recibido por e-mail el 2 de mayo de 2010).
El domingo pasado se cumplieron 50 años de la aprobación de la Píldora (con mayúscula) en Estados Unidos por la Administración de Drogas y Alimentos, acontecimiento fundamental que cambió por completo la concepción de las mujeres. Entonces las ahora Abuelas Bien mexicanas, que ese año de 1960 su edad oscilaba entre 20 y 30 años, ni se enteraron de este gran descubrimiento. Si acaso unos años después se empezó a hablar en su círculo social sobre el tema de la Píldora, siempre era con curiosidad, culpa, pero sobre todo con temor. Como buenas católicas, apostólicas, romanas, educadas en colegios de monjas (muchas de ellas al enterarse de que ya existía la Píldora repensaron sus deseos de hacerse monjas), y con los ejemplos de sus respectivas madres y abuelas, el uso de la Píldora las desconcertaba tremendamente. "Ay, muchas mujeres van a empezar a engañar a sus maridos". "¡Qué peligroso eso de la Píldora, porque las jóvenes van a perder su virginidad antes del matrimonio!". "Ya va a ser una acostadera tremenda". "Las mujeres van a ser como los hombres", etcétera, etcétera. Para no embarazarse cada año, lo único que se permitían estas niñas bien era el método del ritmo, pero como para algunas no funcionaba, por ser irregulares, no tenían de otra más que recurrir a la abstención, especialmente las más devotas.
¿Cómo eran las Abuelas Bien de hoy en la década de los 60? ¿Hablaban de esto con sus maridos? ¿Cómo respondían estos juniors alemanistas ante la posibilidad de planear la familia con más eficacia y con mejores resultados que con lo que aconsejaban los sacerdotes?
Las más modernas y liberales, educadas en Estados Unidos, como por ejemplo en Ramona Collage de California, eran más abiertas y, sin duda, estaban mejor informadas que sus amigas educadas en colegios locales. Las primeras ya habían leído la novela Peyton Place, de Grace Metalious, de 1956. No hay que olvidar que este libro relata las vicisitudes y los problemas de una madre soltera, y que guardaba el secreto constantemente atemorizada de que la descubrieran, a la vez que le exigía a su hija, producto de su pecado, un comportamiento que ella no tuvo.
Esta novela impresionaba mucho a estas niñas bien porque conocían casos de amigas cercanas que se habían embarazado antes del matrimonio y habían sido cobardemente abandonadas por el novio. Puesto que el aborto no se pensaba como una solución, muchos padres de estas "desgraciadas" hacían pasar al bebé como hijo(a) propio. Obviamente, estas jóvenes sabían que en su medio tan conservador había mucha hipocresía, mucha injusticia, mucha incomprensión, pero especialmente mucho miedo. "¿Te das cuenta el desprestigio social que esto significa? ¿Qué va a decir la gente?". "¡Qué poca vergüenza!, ¿cómo pudiste haberle hecho esto a tu padre y a tu hermano?". "Ni modo, nos vamos a San Diego y allí tienes al bebé". ¡Cuántas familias de los trescientos y algunos más pasaron por esta situación...! Por todos estos antecedentes, la gran mayoría de estas señoras recomendaba a sus hijas tomar la Píldora, pero, eso sí, no a las solteras.
La revista Time del 3 de mayo y cuya portada está dedicada a The Pill, dice que: "Para 1967, no eran muchas las jóvenes que corrían a comprar la Píldora. Muchas se encontraban incómodas con la idea de la premeditación; nice girls (las niñas bien fresa) podían ser arrastradas por la pasión del momento, pero no tomaban precauciones. En cambio, con las notorias fast girls (las niñas bien liberadas) el consenso tanto de médicos como de sociólogos es que una chica que es promiscua con la Píldora, también lo sería sin ella. En una conferencia en un centro vacacional californiano, un siquiatra le preguntó a 30 madres si permitirían que sus hijas adolescentes tomaran la Píldora. Unas cuantas dijeron que no, la mayoría estaba indecisa y una admitió que disolvía la Píldora en el vaso de leche de su hija, en el desayuno", escribió el semanario estadounidense en ese año, cuya portada, había sido, así mismo, dedicada a The Pill.
Por otro lado, muchas de estas ahora abuelas optaban mejor no meterse en la vida sexual de sus hijos. De ahí que nunca se tocara el tema... Sin embargo, entre sus amigas empezaron a hablar de las ventajas de la Píldora. "Eso sí, no pienso llenarme de hijos como mi mamá". "Me estoy llevando fatal con mi marido, no me voy a embarazar con un tercero". "Soy una mujer divorciada, y no quiero más hijos, así es de que gracias The Pill, ¡viva el sexo!".
Hoy por hoy, ¿cómo son las abuelas empildoradas, es decir, aquellas que 10 años después de haberse descubierto la Píldora ya se acostaban con el novio y las recién casadas que desde el primer mes se protegían? Estas Abuelas Bien 2010, que eran jóvenes en los 70, ahora son las primeras en aconsejarles la Píldora a sus hijas, a sus nueras y, naturalmente, hasta a sus nietas. Incluso las acompañan a la farmacia para comprarlas. "¿Qué marca usas, m'hijita? ¿Verdad que no nada más tomas la Píldora los fines de semana? ¿Quieres que también compremos algunos condones? ¡Qué diga misa el Papa, pero a tu edad, m'hijita, ya tienes que tomar la Píldora!".

Guadalupe Loaeza
(v.pág.5 del periódico Mural del 13 de mayo de 2010).


Me parece un asunto espantoso. No hay nada bueno en envejecer. Tengo 74 años y sé que no te vuelves más inteligente, no te vuelves más sabio, ni tampoco te haces más dulce, ni mucho menos más amable. No pasa nada. La espalda te duele más, sufres más indigestión y la vista ya no es tan buena. Además de que necesitas ayuda para oír. Envejecer es algo malo y les recomiendo no hacerlo.

Woody Allen
(v.The Associated Press del 15 de mayo de 2010).


Aprendizaje es experiencia; todo lo demás es información.

Albert Einstein


Filosofía de George Carlin (102 años)

¿Te das cuenta que la única vez en nuestras vidas en la que nos gusta envejecer es cuando somos niños? Si tienes menos de 10 años, estás tan entusiasmado con el envejecimiento que piensas en fracciones.
"¿Cuántos años tienes?"
"¡Tengo cuatro años y medio!" Nunca dices treinta y seis y medio. ¡Estás en cuatro años y medio, llegando a cinco! Esa es la clave.
Se entra en la adolescencia, y ya no te pueden detener. Saltas al siguiente número, o incluso un poco más adelante.
"¿Cuántos años tienes?"
"¡Voy a cumplir 16!" - y podrías tener 13, pero NO, ¡vas a cumplir 16!
Y entonces llega el día más grande de tu vida... ¡cumples los 21! Todavía las palabras suenan como una ceremonia.
Pero después de cumplir los 30... ¡Oooohh! ¿Qué ha ocurrido? Te hace ponerte de mala leche! Ahora NO es nada divertido, sólo eres una bola de masa cabreada. ¿Qué sucede? ¿Qué ha cambiado?
Tú cumples los 21, llegas a los 30, y entonces te estás acercando a los 40... ¡Whoaaa! Pon los frenos, todo se te está escapando. Antes de que te des cuenta, llegarás a los 50 y tus sueños se habrán ido.
¡Pero espera! Podrías llegar hasta 60. ¡Tu no creías que esto sucedería!
Así que tú cumples 21, llegas a los 30, pasas los 40, dejas los 50 y llegas a los 60.
Has acumulado tanta velocidad que ¡CONSEGUISTE los 70! Después de esto es cosa de ir día a día.
Tú recibes a los 80 y cada día es un ciclo completo, CONSEGUISTE el almuerzo; PASASTE las 4:30; has llegado a la hora de acostarte. Y no termina ahí. En los 90, comienzas a ir hacia atrás; "Yo estoy en los 92".
Entonces sucede algo extraño. Si tú cumples más de 100, te conviertes en un niño otra vez. "Yo tengo 100 y medio." ¡Que todos vosotros lleguéis a un saludable 100 y medio!

Cómo permanecer joven

  1. Arroja los números NO esenciales. Esto incluye edad, peso y altura. Deja que los doctores se preocupen por ellos. 'Para eso les pagamos'.
  2. Conserva a los amigos alegres. Expulsa a los negativos y tristes.
  3. No dejes de aprender. Aprende más acerca de ordenadores, artesanías, jardinería, de cualquier cosa... Nunca dejes al cerebro ocioso. 'Una memoria ociosa , es el taller del diablo'. Y el nombre del diablo es Alzheimer.
  4. Disfruta con las cosas sencillas.
  5. Ríe a menudo, largo y alto. Reír hasta quedarse sin aliento.
  6. Las lágrimas aparecen. Resistir, afligirse, y seguir adelante. La única persona que está con nosotros toda nuestra vida somos nosotros mismos. Sé VIVO mientras estés VIVO.
  7. Rodéate de lo que amas, ya sea la familia, mascota, recuerdos, música, plantas, pasatiempos, lo que sea. Tu casa es tu refugio.
  8. Aprecia tu salud: Si es buena, presérvala. Si es inestable, mejórala. Si está más allá de lo que puedes mejorar, busca ayuda.
  9. No hagas viajes con culpabilidad. Haz un viaje al centro comercial, a una ciudad vecina, a un país extranjero, pero NO a donde esté la culpabilidad.
  10. Dile a las personas que las amas, en cada oportunidad.
  11. Y RECUERDA SIEMPRE: La vida no se mide por el número de respiraciones que hacemos, sino por los momentos que nos quitan el aliento.
Y si no envías esto al menos a 8 personas... ¿A quién le importa? Pero, comparte esto con alguien... ¡Todos necesitamos vivir la vida al máximo cada día!

(Recibido por e-mail el 11 de agosto de 2010).


No hace mucho me puse a llorar como una verdadera Magdalena, cuando mi nieta me preguntó por qué usaba un tacón de zapato tan chiquito. No me atreví a contestarle que por mis várices. Hubiera sido demasiado humillante. Como dice Fernando Savater: "A diferencia de la vejez, que siempre está de más, lo que característico de la juventud es que siempre está de moda". Es cierto, hoy más que nunca está de moda la juventud. ¿Cuándo se ha visto en la tele, en una publicidad de coches, a un par de viejitos de 64 años anunciando el nuevo modelo del año? No, no me quiero dejar vencer, porque antes que nada, como dice Frank Lloyd Wright: "la juventud no es más que un estado de ánimo". Créanme que ánimo no me falta, lo que me falta es... ¡juventud! Finalmente, hoy por hoy, no se me antojaría ser joven. ¡Qué horror: que si la droga, que si no sabes que carrera seguir, que si ya no hay futuro, que si ya no aguantas a los papás, que si no hay trabajo, que si tengo acné, que si soy gay, que si la autoestima está por los suelos y que si nadie me entiende...!
Es cierto, dentro de mí se conserva aquella dulce niña, la misma que sufre actualmente por este país que no sale de una perenne aflicción. Me veo en el espejo y me digo: "Niña, ¿qué te hicieron? ¿Por qué te ves así? ¿Y esas arrugas? ¿Y ese rictus en los labios? ¿Quién te ha decepcionado y ofendido?". No me reconozco, sin embargo, sé que soy yo a los 64 años. Pensar que fui joven en los sesenta y ahora estoy frisando (como dicen las personas mayores), los setenta. A esa edad, seguramente, ya no me atreveré a decir expresiones como, "dentro de 20 años", sino, "hace 20 años"...
Es cierto, ya peino canas, aunque trato de engañarme con las supuestas "luces". ¿Dónde fueron a dar mis tupidas y rizadas pestañas? ¿Dónde la lozanía de mi cutis, ahora deshidratado por lo caras que están las cremas? Lo que más me duele es que, cada hora que pasa, tengo la impresión de perder mi capacidad natural de seducción. Ya no puedo seducir tan naturalmente, invariablemente me veo en la necesidad de recurrir a estrategias nuevas, como por ejemplo: guardo largos silencios, para verme más interesante; me perfumo más con aromas suaves pero sugerentes, con perfumes clásicos como Guerlain y Chanel; ya no me quiero parecer a Julia Roberts, sino a Greta Garbo, la misma imagen de la mujer misteriosa y secreta; mantener el mayor tiempo posible anteojos de sol; olvidarse del Wonderbra y en su lugar usar bodies sin varillas, lo cual hace una silueta muy de los cuarenta y por último, por más bueno que sea el chiste, no reír a carcajadas, y sólo esbozar una sutil sonrisa misteriosa.
Es cierto, siempre he creído y sigo creyendo en el amor. Amor a la Patria, amor a mi familia; amor a mis amores nuevos ¡¡¡los nietos!!!, amor a la vida; amor a las Letras; amor a París; amor al buen comer, aunque siempre esté a dieta; amor a la música... En fin, amor a tantas cosas incluyendo el amor a American Express; a Saks y al Palacio de Hierro que tantos placeres dolorosos me han provocado a lo largo de mi larga vida. ¿Será cierto que conforme una avanza en edad, cambia de manera de amar? Es cierto, ya no amo tanto las reuniones sociales; ya no amo desvelarme; ya no amo hablar tanto por teléfono; ya no amo criticar a mi prójimo; nunca he amado al Partido Acción Nacional y no lo amaré; ya no amo a la Iglesia; ya no amo películas violentas; ya no amo la frivolidad, y ya no amo ponerme en traje de baño...

Guadalupe Loaeza
(v.pág.5 del periódico Mural del 12 de agosto de 2010).


LOS 10 MANDAMIENTOS PARA ENVEJECER

  1. Cuidarás tu presentación día a día. Arréglate como si fueras a una fiesta. ¡Qué más fiesta que la vida! El baño diario, el peinado, la ropa, todo atractivo, oliendo a limpio, a buen gusto. El buen gusto es gratuito, no cuesta nada. Que al verte se alegren tu espejo y los ojos de los demás.
  2. No te encerrarás en tu casa ni en tu habitación. Nada de jugar al enclaustrado o al preso voluntario. Saldrás a la calle y al campo de paseo. "El agua estancada se pudre y la máquina inmóvil se enmohece".
  3. Amarás el ejercicio físico como a ti mismo. Un rato de gimnasia, una caminata razonable dentro o fuera de casa, por lo menos abrir la puerta, regar las rosas, contestar el teléfono, baila aunque estés solo, haz cualquier movimiento que te despegue de la cama y del sillón. "Contra pereza, diligencia".
  4. Evitarás actitudes y gestos de viejo derrumbado, la cabeza gacha, la espalda encorvada, los pies arrastrándose. ¡No! Que la gente diga un piropo cuando pasas: "¡Qué rectito el señor!, ¡Qué guapa la señora!" Recuerda: las canas... ¡se tiñen! y las arrugas... se disimulan con una amplia sonrisa. Pero el arrastrar de pies... eso sí es signo de vejez!
  5. No hablarás de tu edad ni te quejarás de tus achaques, reales o imaginarios... Acabarás por creerte más viejo y más enfermo de lo que en realidad estás y te harán el vacío. A la gente no le gusta oír historias de hospital. Cuando te pregunten ¿Cómo estás?, contestarás que: ¡Muy bien! ¡divinamente!
  6. Cultivarás el optimismo sobre todas las cosas. Al mal tiempo, buena cara. Sé positivo en los juicios, de buen humor en las palabras, alegre de rostro, amable en los ademanes. No seas un viejo amargado. Se tiene la edad que se ejerce. La vejez no es cuestión de años sino un estado  de ánimo. "El corazón no envejece" (el cuero es el que se arruga).
  7. Tratarás de ser útil a ti mismo y a los demás. No eres un parásito ni una rama desgajada del árbol de la vida. Bástate a ti mismo hasta donde sea posible. Y ayuda, ayuda con una sonrisa, un consejo, un servicio. Al abrirte a los demás, dejarás de estar pensando en un "yo" angustiado y solitario. "Solo cuando se abre la nuez, aparece la almendra".
  8. Trabajarás con tus manos y con tu mente. El trabajo es la terapia infalible. Cualquier actitud laboral, intelectual, artística. Haz algo, lo que sea y lo que puedas. Una ocupación artesanal, un rato de lectura, un trozo amable de TV, la música. La bendición del trabajo es medicina para todos los males y si ya estás jubilado, cúpate en actividades de servicio, los hospitales, asilos, iglesias, etc. siempre necesitan manos que ayuden.
  9. Mantendrás vivas y cordiales las relaciones humanas. Desde luego, las que se anudan en el hogar, integrándote a todos los miembros de tu familia. Ahí tienes la oportunidad de convivir con niños, jóvenes y adultos, el perfecto muestrario de la vida. Convive, pero sin inmiscuirte en los problemas de los demás, a menos que expresamente te pidan un consejo, recuerda: "Ver, oír y callar." (lo que estás en rojo es muy importante tomarlo en cuenta).
  10. No pensarás que "todo el tiempo pasado fue mejor". Deja de estar condenando tu mundo y maldiciendo tu momento. No digas a cada palabra: "las cosas andan mal, allá en mi tiempo...", "recuerdo que antes..." No vivas de recuerdos, mira hacia el futuro con alegría. Ponte nuevas metas, haz planes, ¡sueña...! Positivo siempre, negativo jamás. Toda persona debiera ser como la Luna: destinada a dar luz... y como el Sol siempre dando calor...

(Recibido por e-mail el 15 de agosto de 2010).


Los nacidos en 1980 creen que hubo un solo Papa, Juan Pablo II, quien asumió el título en 1978 y falleció en 2008. Para los de 1981, Yugoslavia nunca existió y no entendían por qué aparece en mayúsculas el nombre del sindicato Solidaridad, único independiente en Polonia y en el bloque soviético que logró terminar con el comunismo en ese país de manera pacífica, en 1989.
Los que nacieron en 1984 no saben que existió algo como el apartheid en Sudáfrica. Para los que tienen 29 años Mike Tyson fue siempre un delincuente, en cambio los que nacieron 5 años antes consideran al boxeador como un competidor.
Hace 2 años, había algunos estudiantes que aprendieron mecanografía en una máquina de escribir, en cambio, ahora hay algunos de 30 años que no saben que IBM fue fabricante de máquinas de escribir.
Para los alumnos que se gradúan de bachillerato este año, Alemania nunca estuvo dividida, los atletas profesionales siempre compitieron en los Juegos Olímpicos, los reality shows siempre existieron en la televisión y las aerolíneas jamás permitieron fumar en sus aviones.

(V.pág.27 de la sección "aviso de ocasión" del periódico El Informador del 23 de agosto de 2010).


Los valores del hombre moderno del Siglo XXI

Con el paso de los siglos el ser humano ha incorporado nuevo valores que se ajustan a los tiempos que corren. A continuación Quino explica cuáles son los valores que dominan al hombre moderno:

Piernas

Cerebro

Contacto humano

Cultura

El prójimo a quien amar

Ideales, moral, honestidad

Dios

Hay que aprender cómo es todo.

Dios

(Recibido por e-mail el 1o.de octubre de 2010).


Después que nos han hecho
viejos la edad y tristes la experiencia,
llevamos dos infiernos en el pecho,
que son el corazón y la conciencia.

Ramón de Campoamor


Dos ancianos están hablando sobre el envejecimiento:
-La peor parte se la llevan nuestras mujeres. Siempre se niegan a reconocer que están envejeciendo, y tratan por todos los medios de esconder sus achaques.
-Tienes toda la razón, y te cuento que he encontrado un buen truco para hacerles ver sus discapacidades. Si quieres saber si tu mujer se está empezando a quedar sorda, colócate a 10 metros de ella y hazle una pregunta. Si no te responde, acércate a 5 metros. Después a 2 metros y a un metro. No le quedará más remedio que darse cuenta de que está sorda.
El primer anciano decide probarlo, y al llegar a su casa se coloca a 10 metros de su esposa y le pregunta:
-Cariño, ¿qué hay de cenar?
No recibe respuesta. Entonces se acerca a 5 metros y le pregunta de nuevo:
-Cariño, ¿qué hay de cenar?
Sigue sin recibir respuesta, por lo que se acerca a 2 metros:
-Mi amor, ¿qué vamos a cenar?
Nada. Se aproxima a un metro y vuelve a preguntar:
-Mi vida, ¿qué vamos a cenar?
La esposa, ya enfurecida, le responde a gritos:
-¡Viejo sordo! ¡Te he contestado 4 veces que pollo con papas fritas y ensalada!

(V.pág.40 de la revista Selecciones de octubre de 2010).


Edad avanzada.

Un tránsito detuvo a una señora de edad avanzada, y le dijo:
"¡Señora! iba usted a exceso de velocidad! ¿Se dio cuenta?"
La mujer se libró de la multa cuando le contestó:
"¡Por supuesto! ¡Tengo que llegar antes de que se me olvide a dónde voy!"

(Recibido por e-mail el 19 de octubre de 2010).


Si miramos con cuidado podemos detectar la aparición de una franja social que antes no existía: la gente que hoy tiene alrededor de 60 años. Es una generación que ha pateado fuera del idioma la palabra "sexagenario", porque sencillamente no tiene entre sus planes actuales el hecho de envejecer. Se trata de una verdadera novedad demográfica parecida a la aparición en su momento, de la "adolescencia", que también fue una franja social nueva que surgió a mediados del siglo XX para dar identidad a una masa de niños desbordados en cuerpos creciditos, que no sabían hasta entonces dónde meterse, ni cómo vestirse.
Este nuevo grupo humano que hoy ronda los 60, ha llevado una vida razonablemente satisfactoria. Son hombres y mujeres independientes que trabajan desde hace mucho tiempo y han logrado cambiar el significado tétrico que tanta literatura rioplatense le dio durante décadas al concepto del trabajo. Lejos de las tristes oficinas de J.C.Onetti o Roberto Arlt, esta gente buscó y encontró hace mucho la actividad que más le gustaba y se ganó la vida con eso. Supuestamente debe de ser por esto que se sienten plenos... algunos ni sueñan con jubilarse.
Dentro de ese universo de personas saludables, curiosas y activas, la mujer tiene un papel rutilante. Esta mujer pudo sobrevivir a la borrachera de poder que le dio el feminismo y en determinado momento de su juventud en el que los cambios eran tantos, pudo detenerse a reflexionar qué quería en realidad. Algunas se fueron a vivir solas, otras estudiaron carreras, otras eligieron tener hijos, otras fueron periodistas, atletas, o crearon su propio "YO S.A.". Pero cada una hizo su voluntad.
Reconozcamos que no fue un asunto fácil y todavía lo van diseñando cotidianamente. Pero algunas cosas ya pueden darse por sabidas, por ejemplo que no son personas detenidas en el tiempo; la gente de 60 maneja la compu como si lo hubiera hecho toda la vida. Se escribe, y se ve, con los hijos que están lejos y hasta se olvidan del viejo teléfono para contactar con sus amigos y les escriben en e-mail sus ideas y vivencias.
Por lo general están satisfechas de su estado civil y si no lo están, no se conforman y procuran cambiarlo. Raramente se deshacen en un llanto sentimental. A diferencia de los jóvenes; ellos conocen y ponderan todos los riesgos. Nadie se pone a llorar cuando pierde: sólo reflexiona y toma nota, a lo sumo.
La gente grande comparte la devoción por la juventud y sus formas superlativas, casi insolentes de belleza, pero no se sienten en retirada. Compiten de otra forma, cultivan su propio estilo... Ellos no envidian la apariencia de jóvenes astros del deporte, o de los que lucen un traje Armani, ni ellas sueñan con tener la figura tuneada de una vedette. En lugar de eso saben de la importancia de una mirada cómplice, de una frase inteligente o de una sonrisa iluminada por la experiencia.
Hoy la gente de 60, como es su costumbre, está estrenando una edad que todavía NO TIENE NOMBRE, antes los de esa edad eran viejos y hoy ya no lo son, hoy están plenos física e intelectualmente, recuerdan la juventud, pero sin nostalgias, por que la juventud también está llena de caídas y nostalgias y ellos lo saben.
La gente de 60 de hoy, celebra el sol cada mañana y sonríe para sí misma muy a menudo... Quizás, por alguna razón secreta que sólo saben y sabrán los de 60 en el siglo XXI.

(Recibido por e-mail el 3 de noviembre de 2010).


Primero fue Topo Gigio. El ratón con voz de novicia voladora gangosa decidió que los villancicos cantados por él serían atractivos para los niños y lo peor, las jugueterías se lo creyeron. En los pésimos sistemas de sonido de aquellas épocas (una bocinitas enanas metidas en cajas de madera con cables pelones que emitían más tronidos de camión de la Alianza) sonaba el noche de paj y uno no podía sino acordarse de la madre del mencionado ratón. El orejón hizo época, y para pronto lo imitaron las ardillitas, Cepillín, Chabelo, etcétera. No contentos con eso, los villancicos pasaron de las grandes bandas al pop. Ahora sí que se salieron de madre e inundaron las estaciones que hasta entonces se habían mantenido vírgenes de la melcochería navideña. Si los villancicos son cursis, tocados por bandas de rock o pop se vuelven kitsch.
Ni John Lennon, que tenía fama de subversivo e inteligente, pudo resistir la tentación. Pero el colmo llegó cuando comenzaron a traducir los villancicos gringos al español y peor, a hacerle arreglitos a la música clásica. La blanca navidad, las campanillas navideñas y Rodolfo el reno, mal traducidas y peor tocadas, dejaron a los pobres pastores tropezados, al viejo tambor y al humilde zurrón en el rincón del olvido. Más gacho aún, al "Jesús alegría de los hombres" de Bach le pusieron ritmitos de órgano melódico; quenas, ataras, y charangos, y hasta gaitas celtas, y lo dejaron irreconocible.

Diego Petersen Farah
(v.pág.1-B del periódico El Informador del 21 de diciembre de 2010).


Espléndido artículo publicado en la revista inglesa The Economist (1'600,000l ejemplares por número), cuyo título lo dice todo The Joy of growing old ("La alegría de envejecer", 18 de diciembre).
"La vejez no es tan mala si se considera la alternativa", solía decir Maurice Chevalier. Tenía razón el chansonnier francés. Así se explica en el artículo de marras. Después de enumerar una serie de alteraciones físicas y mentales relacionadas con la vejez, como pueden ser la rigidez de las articulaciones, músculos debilitados, visión disminuida y pérdida de la memoria, aunada al desprecio del mundo moderno por los viejos, todo esto que pudiera parecer tan desagradable, sin duda es mejor que la muerte. Aunque la opinión general es que no tanto. El mismo Woody Allen al cumplir 75 años afirma que cambiaría todas esas maravillas que vienen con la edad, como la experiencia, la sabiduría y la riqueza, por volver a tener 35 años... Sin embargo, sostienen los autores del artículo que la humanidad está equivocada al temer a la vejez. "Porque la vida no es un lento declive de la luz a la oscuridad. Es más bien una vuelta en U". Generalmente cuando a la gente se le pregunta cómo la están pasando durante su vida adulta, en promedio, responden: "bastante bien...". Al parecer, desde la juventud a la edad adulta, la vida tiende a ir cuesta abajo, hasta llegar a la crisis de los 40. Una vez rebasado ese punto, las cosas cambian. El camino hacia la vejez, a pesar del deterioro físico, se dirige a la felicidad.
Estoy totalmente de acuerdo. Confieso que nunca me había sentido tan bien como a mis 64 años. Es una sensación de libertad, de independencia y, lo que es todavía más gratificante, de cosechar lo que ya se ha sembrado. Ya no me preocupo por las cosas que solía preocuparme, ya no soy rencorosa ni envidiosa, ya no me azoto, ya no soy tan susceptible, ya no importa lo que dicen los otros de mí y cada vez me preocupo más por los demás. ¿Habré alcanzado la madurez y la felicidad al mismo tiempo?
El ensayo de la revista The Economist sostiene que son 4 los factores fundamentales que tienen que ver con la felicidad del ser humano: género, personalidad, circunstancias externas y edad. Por lo que se refiere al género, la mujer es un poco más feliz que el hombre, aunque también es más susceptible a la depresión. En cuanto a la personalidad, se habla de dos tipos: los neuróticos y los extrovertidos. Los neuróticos tienden a ser menos felices, por su tendencia a tener una menor inteligencia emocional. En cambio los extrovertidos, por su manera de ser, son mejores en el manejo de las relaciones personales, lo que a mi manera de ver, los hace ser más felices. Hay que decir que las diferencias culturales también cuentan; por ejemplo se menciona que un estudio que compara grupos de británicos, chinos y japoneses encontró que los primeros son, en promedio, más extrovertidos y felices que los dos últimos. Respecto a las circunstancias externas, las vidas de las personas son influidas por muchos factores como la educación, su situación financiera, la salud, etcétera. "Estar casado proporciona un plus considerable, pero estar desempleado provoca una tristeza proporcionalmente mayor". En Estados Unidos los números sugieren que ser "negro" o "hispano" está asociado a mayor felicidad. Por otro lado, la educación, hace a la gente más feliz, no porque sepan más, o estén más informados, sino simplemente porque tienen más dinero. Por lo visto los ricos son más felices que los pobres, sin embargo no podemos dejar de mencionar que en un Estado donde no se protege a los viejos, la vuelta en U no se da jamás.
¿Qué tanta influencia tiene la edad en la búsqueda de la felicidad? Cuando se pregunta a un grupo de personas de 30 y a otros de 70 años, ¿cuál de esos dos grupos piensa ellos que es el más feliz? Ambos contestarán que el de 30 años. Si, en cambio, se les pregunta que juzguen su propia felicidad, los de 70 son los más felices.
The Economist menciona que la edad más infeliz, después de analizar los datos de 72 países, son los 46 años. Esto quiere decir que a partir más o menos de esa edad, comienza la curva ascendente de la felicidad. Después de esa edad los hijos adolescentes empiezan a madurar, se va terminando la menopausia, se encuentra una económicamente más segura, se ha consolidado la actividad profesional cualquiera que ésta sea, el sexo mejora porque se conoce más a la pareja y a una misma y finalmente, porque aparecen los nietos. Cosa curiosa, el texto no hace hincapié en esta última observación.
Por último el hebdomadario emplea una frase del filósofo norteamericano William James, que lo resume todo: "Qué agradable es el día cuando deja uno de luchar para ser joven o... delgado...".

Guadalupe Loaeza
(v.pág.5 del periódico Mural del 6 de enero de 2011).


A mis 75 años me veo a mí mismo convirtiéndome en un viejo en decadencia y decrépito. Cualquier cosa que pueda hacer para evitar eso, me caería bien.
Mis pensamientos siempre estarán encaminados a pensar qué es lo que podría hacer si fuera 30 ó 40 años más joven, pero ya saben, para mí el barco ya zarpó, ¡y ya está hundido! Estos problemas de vida son los que me atormentan todo el tiempo. Ése es un tema que se repite en todas mis películas, o en muchas de ellas, desde que me he hecho más viejo.
Creo que las cosas se ponen cada vez peor. No veo las ventajas de ir envejeciendo. Te vas marchitando, te vas convirtiendo en decrépito, pierdes tus facultades, tu grupo de amigos empieza a desaparecer. No le veo ninguna ventaja. Es una cosa desagradable. Es una especie de pesadilla, y de hecho lo mejor que puedes hacer es distraerte. Así que, vas al cine, te involucras en una aventura amorosa sin significado.

Woody Allen
(v.pág.5-D del periódico El Informador del 10 de enero de 2011).


Le cuenta una muchacha a otra: -¿Ya supiste? Susiflor se casó con un octogenario, y tiene 6 meses esperando'.
-¡Increíble!- se asombra la amiga. -Casada con un hombre de 80 años ¿y ya tiene 6 meses esperando bebé?
-No- aclara la otra. -Tiene 6 meses esperando que el señor consume el matrimonio.

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.periódico El Siglo de Durango en línea del 13 de enero de 2011).


En los ojos del joven arde la llama, en los del viejo brilla la luz.

Víctor Hugo


Samuel, un ingeniero "mayor", llama a su hija, (la niña tiene 54 años).
-Sí papá, le dice, ¿qué quieres?
-Bueno, quiero hacer una reunión con las compañeros de generación y me gustaría que me ayudes a organizarla un poco...
-Cómo no papa, quédate tranquilo que yo te arreglo todo.
-Arreglar... ¿qué?
-La fiesta, ¡papá!
-¡Ah sí! Ya me había olvidado.
Esa tarde la hija llama al padre a la cocina , y le muestra un papel pegado en el refrigerador:
-Papi, este es el orden para servir los platos: 1- servir té
2- servir sándwiches
3- servir más té
4- servir postre
¡Qué bueno! Dice Samuel, ahora no tendré problemas... gracias.
Esa tarde llegan los "inges". Samuel, buen anfitrión los acomoda en la sala, se excusa y va a la cocina. Lee: 1- servir té
Y allí les lleva té a sus amigos, en una elegante mesita.
Al rato de conversar sobre sucesos actuales ("Samuel, te acuerdas cuando en 1950...") Samuel, muy animado, va a la cocina y lee otra vez: 1- servir té.
Y les sirve más té... así 4 veces.
Por fin los "inges" se van.
Uno de ellos le susurra a otro mientras salen del edificio: -Héctor, ¿viste qué mal anfitrión es Samuel? ¡Ni un té nos dio!
Héctor le responde: -¿Samuel?... ¿De qué Samuel me hablas?
Esa noche la hija llega a la casa de su padre y se asombra al ver que los paquetes de sandwiches y postres están intactos. Le pregunta: -Papá, ¿qué pasó?
Samuel le responde: -¡Podrás creer que los cabrones no vinieron!

(Recibido por e-mail el 14 de enero de 2011).


En una cafetería del centro de la Ciudad de México se encontró con el fantasma del que fue hacía 50 años y, saboreando cafés exprés como los de entonces, los dos se dedicaron a intercambiar recuerdos. De pronto, cuando parecía que ya nada quedaba por recordar, uno de ellos (¿quién?) preguntó:
-¿Te acuerdas de los Años Sesenta?
-Recuerdo que yo era inmortal porque, como dijo Joseph Conrad, "cuando eres joven crees que vivirás más que todos los hombres y que el cielo y que el mar", y que en esos años unos muchachos de Liverpool llamados John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr estaban, con sus canciones, con su atuendo y su pelo largo, reinventando la juventud como algo válido por sí mismo y ya no como un mero paso de transición entre la niñez y la adultez...
-Recuerdo que yo también era joven y que a partir del rhytm and blues comenzaban los musicales años del rock and roll y del twist y del yeyé y simultáneamente el pop art y el arte psicodélico y los happenings, y que todos los muchachos de acá querían verse como los Beatles, y todas las chavas querían ser como la muy lineal Twiggy, y que la moda se pregonaba visualmente en los escaparates de las tiendas psicodélicas de la Zona Rosa, y se manifestaba el asombro o la admiración con el palindrómico ¡wow!, traducido a ¡guau!, el ladrido de lo juvenil...
-Recuerdo que Cristo y King Kong y Castro y el Che Guevara y Betty Boop y Gandhi florecían en las camisetas y que si eras joven promovías una alegre política para acabar con todas las políticas, y que el Who’s who de la música incluía a Bill Haley y Elvis Presley y Bob Dylan y los Beatles y los Rolling Stones y Mike Jagger y Little Richard y Jimi Hendrix y David Bowie y Chuck Berry y Jerry Lee Lewis y los Doors y las Ronettes y los Animals y las Supremes y...
-Recuerdo que los Beatles (de los que hay que hablar una y otra vez, pues son los indudables protagonistas dorados y adorados de los Sixties) entusiasmaban a muchedumbres alucinadas, hasta el punto de que esos ídolos, refugiándose en las grabaciones, dejarían de cantar en público, pues el clamoroso delirio de los y las fans impedía que se les oyera, y que el novelista Anthony Burgess, el autor de la leidísima Naranja Mecánica, dijo que esos 4 dioses de la década eran sólo un montón de pelo, ruido, dólares y 4 condecoraciones reales...
-Recuerdo que los Beatles fueron condecorados con la Orden del Imperio Británico, y que dijeron a la realeza y la aristocracia que en lugar de aplaudir hicieran tintinear sus joyas, y soltaron la graciosa insolencia de "Somos más populares que Jesús", con lo que sobresaltaron al Vaticano (aunque éste, por no hacerse impopular, finalmente los bendeciría), y que en 6 años se habían vendido 4 millones de ejemplares del disco Abbey Road.
-Recuerdo que mis amigos, que como yo no eran ya tan muchachitos, pero querían a vivir el nuevo estilo de vida sin temor al ridículo, o haciendo del ridículo algo que volvía más sabrosas las desenfrenadas parties, adoptaban los modos de los jóvenes e intentaban tener la edad de sus anteriores sueños y reducirse el ancho de la cintura con el aro del hula-hula y con el ritmo psicodélico, principalmente el twist...
-Recuerdo que se decía que el Míster President de moda, John F.Kennedy, había ingresado secretamente en una escuela de baile para aprender los nuevos ritmos y escandalizar a los canosos empleados de la Casa Blanca, y que lo mataron, y que se apagó la luz ondulante que fue Marilyn Monroe, y lamento que esas 2 figuras estelares no vivieran por lo menos hasta el final de la década...
-Recuerdo que la onda rockera se mundializó desde el Swinging London y a través de los Swinging USA, y que aquí, en México, proliferaron las bandas del Mexican Rock (los Rebeldes del Rock, Los demonios del Rock, Los Santos del Rock, Los Locos del Ritmo, los hermanos Carrión, los Sonámbulos, Los Frenéticos, El Ritual ¡y hasta la Revolución de Emiliano Zapata!) y que en las pantallas de cine triunfaban bailando y/o cantando rock and roll Enrique Guzmán, "Resortes", Angélica María, César Costa, Lilia Prado, etc., ídolos de casa, mientras la maravillosamente sinuosa Tongolele persistía en su seudohawaiano baile que, aunque era siempre el mismo, siguió encandilando a los públicos...
-Recuerdo, en fin, que María Victoria, aún más lejana del rock que Tongolele, seguía cantando boleros querendonamente gemebundos y decía: "Doy gracias al público porque me ha hecho la mujer más feliz de mi vida", y debo decir que yo en esos Años Sesenta fui el joven más feliz de mi vida, porque fue un tiempo en que gracias al rock and roll los cuerpos se liberaron...
-Pero no mi cuerpo, ay, pues nunca supe bailar ni cantar el rock and roll, aunque algunas veces disfrutaba sus baladas en los discos, en el cine, en la tele, en la radio, y, en fin, hasta en el aire de la época, porque lo importante era sentirse joven, es decir, inmortal, y soñábamos el rejuvenecimiento del mundo, y eso se manifestaba hasta políticamente, y vino el 68 y tú y yo participamos de las marchas de jóvenes y de los lemas ya mundiales de "Seamos realistas, atrevámonos a soñar" y "Prohibido prohibir", y tuvimos parte en el clamor desafiante de los estudiantes en el Zócalo, el espacio sagrado y político de "nuestra" ciudad, y gritamos hacia el palacio presidencial: "¡Sal al balcón, bocón!" y teníamos la ilusión de cambiar a México y al mundo...

José de la Colina
(v.pág.35 del periódico Público del 16 de enero de 2011).


Otra sección en inglés, para aponerle resistencia al Alzheimer.

From the American Association of Retired People: Questions and Answers from AARP Forum.

Q: Where can men over the age of 60 find younger, sexy omen who are interested in them?A: Try a bookstore, under Fiction.
Q: What can a man do while his wife is going through menopause?A: Keep busy. If you're handy with tools, you can finish the basement. When you're done, you'll have a place to live
Q: Someone has told me that menopause is mentioned in the Bible. Is that true? Where can it be found?A: Yes. Matthew 14:92: "And Mary rode Joseph's ass all the way to Egypt."
Q: How can you increase the heart rate of your over-60-year-old husband?A: Tell him you're pregnant.
Q: How can you avoid that terrible curse of the elderly wrinkles?A: Take off your glasses.
Q: Seriously! What can I do for these crow's feet and all those wrinkles on my face?A: Go bra less. It will usually pull them out.
Q: Why should 60-plus-year-old people use valet parking?A: Valets don't forget where they parked the car.
Q: Is it common for 60-plus- year olds to have problems with short term memory storage?A: Storing memory is not a problem, Retrieving it is the problem.
Q: As people age, do they sleep more soundly?A: Yes, but usually in the afternoon.
Q: Where should 60-plus-year-olds look for eye glasses?A: On their foreheads.
Q:What is the most common remark made by 60-plus-year-olds when they enter antique stores?A: "Gosh, I remember these!"

SMILE, You've still got your sense of humor, RIGHT?

(Recibido por e-mail el 7 de febrero de 2011).
El Proyecto Longevidad, libro escrito por los psicólogos Howard Friedman y Leslie Martin, incluye consejos para alargar la vida derivados de un estudio que se inició en 1921 y siguió a 1,500 niños y niñas por un lapso de hasta 80 años.
"La mejor manera de saber por qué algunas personas gozan de cabal salud en la edad avanzada mientras que otras mueren prematuramente es seguirles la pista durante toda la vida", señala Friedman. Los resultados del estudio echaron por tierra muchas creencias arraigadas. El experto comparte los hallazgos más sorprendentes del estudio: Beth Dreher
(v.pág.20 de la revista Selecciones de marzo de 2011).
¿Se acuerdan cuando se pagaba por la música y el agua era gratis? Entonces también usaron una máquina de escribir, una videocasetera en formatos Beta y VHS. Sabrán lo que es el "gis" en un disco de vinilo.
Sin embargo, existe un puñado de instrumentos que han logrado sobrevivir a los que deberían ser sus sustitutos:
Artículos sobrevivientes. Artículos sobrevivientes.

David Santa Cruz
(v.pág.24 de la revista Día Siete del 29 de mayo de 2011).


Explicaciones difíciles.

(V.pág.38 de la revista Día Siete del 29 de mayo de 2011).


Cómo han cambiado los roles de ser papá de aquellos tiempos, a ser el papá de hoy. "Yo a mi padre le pedía permiso, ahora con mis hijos me toca negociar". Nos hemos convertido en padres con una figura y autoridad distinta al modelo que aprendimos.

Somos padres del Siglo XXI, hombres que no solo enseñamos a nuestros hijos "cómo deben hacer las cosas", sino que también dedicamos tiempo a conectar con ellos para tender puentes emocionales en doble vía. Hasta nos conectamos en Facebook o mandamos mensajes celulares.

Carlos Corvera Gibsone
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 19 de junio de 2011).


Yo también nací en el '53
y jamás le tuve miedo a vivir.
Me subí de un salto en el primer tren
hay que ver en todo he sido aprendiz.
No me pesa lo vivido, me mata la estupidez
de enterrar un fin de siglo
distinto del que soñé.

Yo también nací en el '53.
Yo también crecí con el "Yesterday".
Una tuve, sintiendo la sangre arder
me abracé sabiendo que iba a perder
siempre encuentras algún listo
que sabe lo que hay que hacer
que aprendió todo en los libros
que nunca saltó sin rey.

Qué te puedo decir que tú no hayas vivido,
qué te puedo contar que tú no hayas soñado.

Yo también nací en el '53.
y soñé lo mismo que sueñas tú
como tú no quiero mirar atrás
sé muy bien que puedo volverme sal.
Siempre tuve más amigos
de los que pude contar
sé que hay varios malheridos
que esperan una señal.

Qué te puedo decir que tú no hayas vivido,
qué te puedo contar que tú no hayas soñado.

No me pesa lo vivido, me mata la estupidez
de enterrar un fin de siglo
distinto del que soñé.
Qué te puedo contar que tú no hayas vivido,
qué te puedo contar que tú no hayas soñado.

Canción de Víctor Manuel San José Sánchez y Andrés Molina
(1994).


Debido a los avances en la medicina y las ciencias modernas, a los humanos se nos ha incrementado la esperanza de los años de vida, y a los que una persona puede aspirar realistamente en condiciones de mediana salud. Desde hace un par de siglos a la fecha, la edad promedio que podría alcanzar un adulto humano se ha más que duplicado.

Una de las consecuencias destacadas de esto es que los achaques de la ancianidad se vuelven más y más presentes en la vida cotidiana. La realidad de una edad avanzada, si bien es buena noticia, también aterra a una Humanidad que apenas está aprendiendo a lidiar con las consecuencias de vivir algunos años más que lo acostumbrado. Ante el miedo que despierta reconocer que el futuro trae consigo un orden de envejecimiento paulatino, el afán de prolongar la juventud y alargar la llegada a la vejez se ha vuelto una de las obsesiones más comunes de estos tiempos.

No son pocas las historias de personas cuyas vidas se van en gran parte empeñadas en que no avance el tiempo.

Han sido muchos los lamentos de la gente madura acusando que la vitalidad de la juventud se desperdicie precisamente en los jóvenes, esos cuya ingratitud, egoísmo e ignorancia hacen despilfarrar los años plenos de esa energía nostálgicamente añorada y de la cual los viejos se sienten más merecedores por su experiencia y aprecio. Tardíamente, lo valoran más cuando ya no lo tienen.

Vaya paradoja: mientras los jóvenes buscan parecer de mayor edad que la que tienen (presumiendo la apariencia de una madurez adelantada), los mayores buscan esconder los rasgos que dejan mostrar el acontecer de su vida planchando, estirando y entumeciendo sus caras y cuerpos para borrar las líneas y las marcas que revelan hacía afuera la acumulación de la experiencia interior.

Unos aparentan lo que no son, y los otros no son lo que quieren aparentar. Ambos se niegan a sí mismos su propia condición. Cuando se aburren los niños y los jóvenes, éstos se apresuran a crecer. Cuando el crecer se confunde con envejecer, se apresuran luego a verse mozos otra vez.

Norberto Alvarez Romo, presidente de Ecometrópolis, A.C.
(v.pág.2-B del periódico El Informador del 28 de junio de 2011).


Memoria

(V.periódico El Informador del 20 de julio de 2011).


Llegó el momento de dejar de conducir.

(Recibido por e-mail el 21 de julio de 2011).


Don Feblicio y don Añilio, octogenarios caballeros, hablaban de cosas de sexualidad en su banca del parque. Comenta don Feblicio: "He oído decir que comer ostiones pone tinta en tu pluma". Replica con tristeza don Añilio. "No lo dudo, pero a estas alturas no creo que ninguna mujer quiera que yo le escriba".

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.periódico El Siglo de Durango en línea del 21 de julio de 2011).


¡Después de los 40 uno tiene la vida resuelta!

Re... suelta la panza, re... suelta la papada, re... sueltas las piernas, re.. .sueltas las nalgas...

Así que si no tienes  dinero pa'l cirujano plástico ¡RESIGNATE Y SE FELIZ! ¡Animo!

¡Resígnate!

Ejemplos:

Richard Gere

Roger Moore

Arnold Schwarzenegger

Pierce Brosnan

Clint Eastwood

Rod Stewart

¡Viejito pero feliz!

¡Viejito pero feliz!

(Recibido por e-mail el 6 de septiembre de 2011).


Para recordar:
Aquellos zapatos modernos "REEBOK". El que no tenía unos... ¡no estaba en nada!

Zapatos Reebok.

Equipo de sonido "tres en uno" (ideal para fiestas).

Espacio sonoro de Sony.

Siempre había un amigo con una de éstas...

Scalextric

Clásicas de Semana Santa.

Películas clásicas de Semana Santa.

El Meliá Caribe... en los 70Žs y 80Žs muchos hablaban de él pero pocos lo conocían.

Meliá Caribe.

¡Revolución! Llegó el "Ladrillito".

El Ladrillito.

¿Gomera? ¿Honda? ¿Resortera?

Resortera

Al MECANO siempre le faltaba una tuerca o una barrita para completar algo de los planos.

Mecano

Calculadora tan poderosa que resolvía cualquier tipo de operación aritmética... ¡en menos de 2 minutos !

Calculadora

¿Quién no se comió un pegajoso Pirulí?

Pirulí

Cartucho: antecesor del cassette. Requería de un reproductor. Los había para automóvil.

Cartucho

Regla de Cálculo: antecesora de las calculadoras portátiles. No dejaban sacarla en los exámenes.

Regla de cálculo.

Juego de moldes de letras.

Moldes de letras.

VIEW MASTER. La innovación eran las imágenes tridimensionales.

Visor Disco con estereofotos.

Pocos tenían la suerte de tener una en casa. ¿Recuerdan los diskettes de 5 1/4?

PC

BETAMAX. El primer videograbador. Por fin podían verse películas sin ir al cine.

Sony Betamax.

Fuerte Apache. Cuando no lo teníamos, lo hacíamos con maderitas o hasta con fichas de dominó que le quitábamos "prestadas" a nuestros padres.

Fuerte Apache.

Te podías salvar de lo que fuera... ¡menos de una cucharada de esto!

Emulsión de Scott.

Un buen partido de canicas.

Partido de canicas.

¿Nunca te pesaste en la calle?

Báscula de monedas.

De tenerlo en ese año... ¡hubiese sido la locura en casa!

Ford Maverick.

No conozco a nadie que no lo conozca...

Algebra de Baldor.

Yoyos profesionales para hacer "el columpio", "el perrito" y "la vuelta al mundo".

Yoyos profesionales.

Tan bello que les quedaban sus "guardapolvos" y sus obligatorias "colitas".

Guardapolvos y colitas.

El que quería jugar con ellas tenía que tomar "aire" en estas tazas de té.

Juego de té.

¿Cuántas cocas seguidas hacías tú?

Baleros

Para discoteca en casa.

Modular

No había casa sin tocadiscos... aunque fuera "antiguo".

Tocadiscos + antiguo. Tocadiscos

Aquellos radios que despertaban la imaginación...

Radio de bulbos.

¡Esto era tener encima la última tecnología!

Walkman

Patines de hierro Winchester. 4 ruedas. Le servían a cualquiera porque se abrían y cerraban con una llavecita tubular.

Patines

ATARI. La gran tecnología. Combat, Space Invaders, Pac Man.

Atari

No creo que supiéramos que era un 4 x 4... Además ni nos importaba.

Jeep

Yo jugué con ellos...

Soldaditos

Ahora saben el por qué de "echar Flit".

Flit

¡Qué felices éramos!

(Recibido por e-mail el 6 de septiembre de 2011).


En la fila del supermercado, el cajero le dijo a una señora mayor que debería traer su propia bolsa de compras ya que las bolsas plásticas no eran buenas para el medio ambiente.

La señora pidió disculpas y explicó: "Es que no había esta onda verde en mis tiempos".

El empleado le contestó: "Ese es nuestro problema ahora. Su generación no tuvo suficiente cuidado para preservar nuestro medio ambiente".

Tenía razon -nuestra generación no tenía esa onda verde en esos tiempos.

En aquel entonces, las botellas de leche, las botellas de gaseosas y las de cerveza se devolvían a la tienda. La tienda las enviaba de nuevo a la planta para ser lavadas y esterilizadas antes de llenarlas de nuevo, de manera que podían usas las mismas botellas una y otra vez. Así, realmente las reciclaban.

Pero no teníamos onda verde en nuestros tiempos.

Subíamos las gradas, porque no había escaleras mecánicas en cada comercio y oficina. Caminábamos al almacén en lugar de montar en nuestro vehículo de 300 caballos de fuerza cada vez que necesitábamos recorrer 2 cuadras.

Pero tenía razón. No teníamos la onda verde en nuestros días.

Por entonces, lavábamos los pañales de los bebés porque no había desechables. Secábamos la ropa en tendederos, no en esas máquinas consumidoras de energía sacudiéndose a 220 voltios -la energía solar y eólica secaban verdaderamente nuestra ropa. Los chicos usaban la ropa de sus hermanos mayores, no siempre modelitos nuevos. Pero esa señora está en lo cierto: no teníamos una onda verde en nuestros días.

En ese entonces teníamos una televisión, o radio, en la casa -no un televisor en cada habitación. Y la TV tenía una pantallita del tamaño de un pañuelo (¿se acuerdan?), no una pantallota del tamaño de un estadio.

En la cocina, molíamos y batíamos a mano, porque no había máquinas eléctricas que lo hagan todo por nosotros.

Cuando empacábamos algo frágil para enviarlo por correo, usábamos periódicos arrugados para protegerlo, no plastoformos o bolitas plásticas.

En esos tiempos no encendíamos un motor y quemábamos gasolina sólo para cortar el pasto. Usábamos una podadora que funcionaba a músculo. Hacíamos ejercicio trabajando, así que no necesitábamos ir a un gimnasio para correr sobre pistas mecánicas que funcionan con electricidad.

Pero ella está en lo cierto: no había en esos tiempos una onda verde.

Bebíamos de una fuente cuando teníamos sed, en lugar de usar vasitos o botellas plásticos cada vez que teníamos que tomar agua.

Recargábamos las plumafuentes con tinta, en lugar de comprar una nueva y cambiábamos las hojillas de afeitar en vez de echar a la basura toda la afeitadora sólo porque la hoja perdió su filo.

Pero no teníamos una onda verde por entonces.

En aquellos tiempos, la gente tomaba el tranvía o un autobús y los chicos iban en sus bicicletas a la escuela o caminaban, en lugar de usar a la mamá como un servicio de taxi de 24 horas.

Teníamos un enchufe en cada habitación, no un banco de enchufes para alimentar una docena de artefactos. Y no necesitábamos un aparato electrónico para recibir señales de satélites a kilómetros de distancia en el espacio para encontrar la pizzería más próxima.

Así que ¿no les parece lamentable que la actual generación esté lamentándose cuán botarates éramos los viejos por no tener esta onda verde en nuestros tiempos?

(Recibido por e-mail el 24 de septiembre de 2011).


Típico joven adulto.

(V.suplemento "ocio" del periódico Milenio Jalisco del 7 de octubre de 2011).


Por qué me gusta mi jubilación.

P- ¿Cuántos días tiene una semana?
R- 7: 6 sábados y un domingo.

P- ¿Cuál es la hora de acostarme?
R- 3 horas después de haber dormido en el sofá.

P- ¿Cuántos jubilados son necesarios para cambiar una lámpara?
R- Sólo uno, pero le puede llevar toooodo el dia (¿y qué, y qué, y qué?).

P- ¿Cuál es el mayor fastidio para los jubilados?
R- Que no hay tiempo suficiente para hacer cualquier cosa.

P- ¿Por qué no les importa que los llamen viejos?
R- Porque pueden tener descuentos en muchos locales y en todos tienen filas solo para ellos.

P- ¿Por qué ellos sí cuentan los cambios?
R- Son los únicos que tienen tiempo para eso.

P- ¿Cuál es el término común aplicado a alguien que le gusta trabajar y rehúsa jubilarse?
R- ¡Bobalicón!

P- ¿A qué llaman los jubilados "un largo almuerzo"?
R- A todos.

P- ¿Cuál es la mejor definición para "Jubilación"?
R- Eterna pausa para el café.

P- ¿Cuál es la mayor ventaja de volver a estudiar?
R- Si faltas, nadie llama a los padres.

P- ¿Por qué un jubilado dice muchas veces que no tiene añoranza del trabajo, pero sí de las personas con las que trabajaba?
R- ¡Porque es lindo decir la verdad!

P- ¿Qué hacen durante toda la semana?
R- Lunes a Viernes: nada; Sabado y Domingo: descansan.

P- ¿Qué es lo que más usa el jubilado?
R- La pijama.

P- ¿Y lo que más gasta?
R- El asiento del sofá.

P-¿Dónde pasan la mayor parte del tiempo?
R- Los "más tradicionales" frente a la TV, los "más cools" ¡mandando mails a los amigos!

Típica jubilada.

Si todavía no estás jubilado... mi más sentido pésame, espera tu turno.

(Recibido por e-mail el 10 de octubre de 2011).


Brindo por los años que han pasado... cuando podía hablar de corrido sin caer en lagunas mentales.

Brindo por los días cuando caminaba ligero, sin dolor en la espalda ni en las rodillas ni en mis manos.

Brindo por aquella casa de 2 pisos en la que siempre viví y en la que subías las escaleras de 2 en 2... y las bajaba de 3 en 3.

Brindo por cuando me secaba mi cabello y me lo acomodaba como me daba la gana.

Brindo por esos tiempos cuando salió el celular y podía mandar mensajes al mismo tiempo que hacía otras cosas.

Brindo por cuando me llegaba un mensaje al celular y no tenía que salir corriendo por los pinches anteojos.

Brindo por cuando escuchaba perfectamente lo que decían en la mesa de al lado.

Brindo por la tercera edad... y por la cuarta edad también, que ya le ando pisando los talones.

Brindo por las medicinas y los suplementos alimenticios que me tengo que tragar para tener fuerzas.

Brindo por los años que he vivido, por las vivencias que he tenido y por los amigos que tengo, aunque están igual de jodidos y cada días más viejos... como yo.

¡Salud amigos!

(Recibido por e-mail el 13 de octubre de 2011).


¿Por qué si los mayores de 60 tenemos tanta experiencia, no encontramos empleo?

Un hombre de 60 años contestó un examen de aptitud para trabajar. Perplejo porque no lo contrataron mandó copia del examen a un amigo suyo, también de 60 años, para ver si detectaba algún error en sus respuestas.

El amigo, al ver las excelentes respuestas, también quedó asombrado de que no lo hubiesen contratado, y opinó que él lo hubiera calificado con 10 sobre 10.

Veamos el cuestionario con sus respectivas respuestas: -¿Qué es un Megabyte?
-En inglés, significa un gran mordisco.

-¿Qué es un disco duro?
-Cualquier disco de Rock pesado.

-¿Qué significa Zip?
-Lo contrario de Nop.

-¿Que es ratón?
-Un rato... grande de tiempo.

-¿Qué es un Chip?
-Es el compañero de la ardillita Dale. Juntos fueron creados por Disney para la tira cómica "Chip and Dale".

-¿Qué es un quemador de discos?
-Un tipo que repite tanto un disco hasta que se lo tira (daña).

-¿Que significa inyección de tinta?
-Lo que hacen los pulpos al expulsar su tinta para confundir a la presa que atacan.

-¿Qué significa no break?
-Prohibición de baile ochentero.

-¿Qué significa fuera de registro?
-Persona que no tiene registro de nacimiento o de matrimonio.

-¿Qué significa selección a color?
-Equipo de futbol conformado por negros que quieren ir a un mundial.

-¿Qué significa tabloide?
-Un pedazoide de maderoide.

-¿Qué significa tamaño oficio?
-Es otra manera de decir: ¡Qué chambotota! (trabajo).

-¿Qué es una foto digital?
-Tomarle una foto a un dedo de la mano.

-¿Qué es mouse?
-Es el apellido paterno de Mickey (pido excusas por no saber el materno).

-¿Qué es Macromedia?
-Una prenda para que las gordas se la pongan en sus piernotas.

-¿Qué es memoria RAM?
-Fue un modelo de camioneta Chrysler.

(Recibido por e-mail el 14 de octubre de 2011).


Marc Prensky publicó en 2001 el ensayo Nativos Digitales, Inmigrantes Digitales, en el que describe las características de una nueva generación de estudiantes nacidos después de 1979, expertos en el manejo de los nuevos lenguajes tecnológicos.

Actualmente, los jóvenes graduados de la universidad han leído menos de 5,000 horas y dedican más de 10,000 a los videojuegos y 20,000 a ver programas de televisión, estimó Prensky.

Los juegos de computadora, el correo electrónico, los teléfonos móviles, la Internet y la mensajería instantánea son parte integral de sus vidas, explicó el autor.

(V.pág.6-A del periódico El Informador del 20 de noviembre de 2011).


Cuando era niña, no se imaginan con qué vehemencia deseaba llegar a la mayoría de edad, porque eso no sólo me franquearía el acceso a los fascinantes escenarios y conversaciones que de mocosilla me eran vedados, sino porque la independencia para tomar decisiones propias se me antojaba más que una jericalla recién horneada, que ya es decir mucho.

Debo admitir que, aunque responsable con mis tareas y aplicada en la escuela, fui una chiquilla impaciente por llegar a la adolescencia para poder aterrizar puras frivolidades de aquéllas que veía ocuparse a mis hermanas, tales como maquillarme, pintarme las uñas, usar medias de nylon o vestidos sin vuelo ni mangas bombachas. Tarde se me hacía remontar el metro y medio de estatura, para que me dejaran leer novelas, ir al cine con mis amigas o escurrirme a la nevería cercana con algún mancebo de buen ver, en vez de pasarme largas tardes tirada de panza, hasta que me dolían los codos y se me irritaban los ojos, de tanto repasar las aventuras del Pato Donald, La pequeña Lulú, Archie y las infaltables Vidas Ejemplares. Cuando llegué a los de Memín Pingüín, ya constituyó un significativo avance temático para mi candorosa e impoluta información.

Y justo de ahí, de entre aquellos inagotables alteros de cuentos de monitos sustraje mi primero, firme y decidido propósito para la adultez. Llegada la hora de la emancipación del férreo tutelaje materno, al igual que la señora Parachoques, en los cuentos de Lorenzo y Pepita, yo usaría tacones. Sin importar si era de día o de noche, en la calle o en mi casa, aunque anduviera con mandil, yo usaría aquellos pedestres adminículos que colmaban mis mozas fantasías.

Con los 15 años, y la rumbosa pachanga hasta el amanecer, me llegó la oportunidad de calzarme con unas suelas como de alcayata que, junto con el estilo, perdí en cuanto comprobé que ver el mundo desde la óptica que conceden 15 centímetros adicionales de estatura tiene sus serios inconvenientes, sobre todo, cuando no se ha aprendido ni ejercitado el equilibrio y contoneo indispensables, para no parecer un perico intentando caminar sobre una alfombra. Por otro lado, estaba mi respetable alzada natural que excedía la razonable estatura de los galanes que, por entonces, comenzaron a nutrir mis afectos extra familiares, así que ni siquiera intenté de nuevo probar mi pericia para dominar el difícil arte de andar en zancos.

Hoy, después de toda una vida a ras del suelo, y tras ver el azotón que se dio esa despampanante vecina que a diario se la juega cual si fuera una bailarina de ballet andando en puntas, asumo que ni la más rezumada coquetería amerita los tornillos y puntadas que le dieron a la pobre, para remendarle una tibia partida en tres.

Paty Blue
(v.pág.7-B del periódico El Informador del 20 de noviembre de 2011).


¡LA VIDA DEBERÍA SER AL REVÉS!

Se debería empezar muriendo y así ese trauma quedaría superado.

Luego te despiertas en un hogar de ancianos mejorando día a día.

Después te echan de la residencia porque estás bien y lo primero que haces es cobrar tu pensión.

Luego, en tu primer día de trabajo te dan un reloj de oro.

Trabajas 40 años hasta que seas bastante joven como para disfrutar del retiro de la vida laboral.

Entonces vas de fiesta en fiesta, bebes, practicas el sexo, no tienes problemas graves y te preparas para empezar a estudiar.

Luego empiezas el cole, jugando con tus amigos, sin ningún tipo de obligación, hasta que seas bebé.

Y los últimos 9 meses te pasas flotando tranquilo, con calefacción central, roomservice, etc. etc.

Y al final... ¡Abandonas este mundo en un orgasmo!

Quino - firma.

(Recibido por e-mail el 28 de noviembre de 2011).


Internet telefónico.

(V.suplemento "ocio" del periódico Milenio Jalisco del 3 de febrero de 2012).


No soy viejo.

Una muchacha todavía joven se casa con un señor ya viejito pero con mucho dinero, de viaje de bodas se van a Europa; a su regreso del viaje las amigas de la recién casada la invitan a desayunar para que les cuente como le fue en el viaje por lo que de inmediato le preguntan: cuéntanos ¿cómo te fue en tu luna de miel? La recién casada contesta: de maravilla, fuimos a París, a Roma, a Londres y a Suiza, mi esposo me compró lo que yo quise: los vestidos de moda en la ciudad Lux, miren las joyas y el reloj de Suiza; pero una de las amigas más mordaz, insiste: pero en tu vida íntima con él ¿cómo te fue? ¿No tuvieron ningún problema? Y la desposada responde ninguno pues iniciamos un tratamiento. ¿Un trata... miento? ¿Con algún médico europeo especialista? No dice la recién casada a la hora de la hora, él trata y yo miento, él le hace la lucha y trata de hacerlo y yo miento diciéndole ¡sigue, sigue, tú puedes! Y así estamos en trata... miento. El trata y yo miento.

Adolfo Martínez López
(v.periódico El Informador en línea del 26 de febrero de 2012).


Reflexiones del oncólogo brasileño Drauzio Varella, ganador del Nobel de Medicina.

Nadie está sano después de los 50. Sanos están los jóvenes; los viejos tienen siempre uno o varios achaques que son propios de la edad. De lo que se trata entonces es de envejecer saludablemente, es decir, con los achaques controlados y sin complicaciones.

GENÉTICA

Si quieres saber cuánto vivirás y cómo llegarás a esa edad, mira o recuerda a tus padres. La carga genética es fundamental para establecer un pronóstico de vida. Quien tuvo cáncer o infarto antes de los 60 lo trasmitirá en los genes a sus hijos por lo que éstos tendrán mayor probabilidad de desarrollar las mismas enfermedades. Lógicamente el desarrollo de una enfermedad crónica requiere la presencia de varios factores, pero el genético es sólo uno de ellos.

NO HAY ATRACÓN GRATUITO

"Somos lo que comemos" dicen los naturistas y no les falta razón. Si además de tener una carga genética desfavorable te pones 3 o 4 cucharaditas de azúcar en cada café que tomas, saboreas todas las pieles del pollo asado y te relames con las cortezas de cerdo del aperitivo del fin de semana, estás convirtiendo tus arterias en cañerías atascadas. Ergo, no habrá buena circulación, no habrá buena oxigenación, lo que equivaldrá a muerte celular o, dicho de otro modo, envejecimiento acelerado o prematuro.

En consecuencia, si quieres tener una vejez saludable, a partir de los 50 años cuida tu alimentación y deja de comer cosas "químicas", de abusar de las grasas... Un buen desayuno, un buen almuerzo y una pésima cena son la clave para equilibrar tu medio interno.

VIVA EL TRAGO

Aparejada a la dieta está la bebida. Abandona todas las bebidas gaseosas; esas las pueden tomar los jóvenes y con mesura, nosotros no. Todos esos líquidos tienen carbonato de sodio, azúcar y cafeína. A nuestra edad, estas sustancias vapulean al páncreas y al hígado hasta desgastarlos. Toma mejor limonada, zumos... Hasta la cerveza es preferible ya que se hace con agua hervida, tiene componentes naturales y no contiene sodio.

Por otro lado hay bastante evidencia clínica que demuestra que el consumo moderado de alcohol después de los 50 años mejora la calidad de vida pues tiene 3 efectos definidos: vasodilatador coronario, disminuye el colesterol y es un sedante moderado. En consecuencia, y de forma práctica, a la hora del almuerzo o por la noche, cuando llegues a tu casa y ya no tengas que conducir, pégate un lingotazo. Los licores más recomendados son el whisky, el vino tinto y el aguardiente puro.

En lugar de tomar nitroglicerina para dilatar las arterias, o estatinas para bajar el colesterol, o un valium para estar tranquilo, consigues todo eso con un buen trago. Y si lo haces en compañía de las personas que quieres, el efecto se duplica. Ahora bien, sólo una advertencia: consumo moderado equivale a uno o dos vasos, porque si te pasas todos los días, el efecto es exactamente el contrario y te matará más rápido de lo que te imaginas.

TAMPOCO HAY QUE SER ESTRECHO

Esto quiere decir que todas estas pautas son buenas, pero sin exagerar y, sobre todo, sin dogmatizar. Si haces una barbacoa para tu familia o tus amigos, no vengas con que "no como chorizo porque es muy grasiento" o "mi médico me ha dicho que solo beba 2 copas y punto".

Nada reemplaza la alegría y el placer de compartir con los que te quieren; no hay grasa ni copa que no se pueda metabolizar en una buena tarde de esparcimiento. Los mecanismos de compensación de nuestro cuerpo son aún poco conocidos, pero así sucede: si disfrutas verdaderamente, el "pecado mortal" dietético se transforma en "venial".

NADIE ME QUITARÁ LO BAILADO

Eso es absolutamente cierto porque todo lo que comas y bebas te dejará huella y, cual retrato de Dorian Gray, tu cuerpo lo mostrará en la vejez. Las noches de juerga, los atracones, los excesos de todo tipo harán la vida de viejo muy desgraciada. Y no solamente a ti, sino a tu familia.

PÉRDIDAS

La principal desgracia para un anciano es la soledad. Lo habitual es que las parejas no lleguen a viejos juntas; siempre alguien se va primero, con lo que se desequilibra todo el statu quo que sostenía a los componentes de la pareja. El viudo o viuda comienza a ser una carga para su familia.

Mi recomendación personal es que traten de no perder -mientras tengan lucidez- el control de su vida. Eso significa, por ejemplo: yo decido cuándo y con quién salgo, qué como, cómo me visto, a quién llamo, a qué hora me acuesto, qué leo, en qué me distraigo, qué compro, en dónde vivo, etc. Porque, cuando ya no puedas hacer todo eso, te habrás transformado en un plomo completo, en un lastre para la vida de los demás.

SUFICIENTE

Ya no tengo más tiempo pues el trabajo me llama y he escrito esto en una pequeña pausa de 30 minutos. Espero que os sea de utilidad.

DEFINICIONES:

a. Tercera Edad:
Oficialmente comienza a los 60 años y se supone que termina a los 80, pero no hay consenso.

b. Cuarta Edad o Vejez:
Se inicia a los 80 años y termina a los 90.

c. Longevidad:
Se inicia a los 90 y termina cuando mueres.

(Recibido por e-mail el 6 de marzo de 2012).


Hoy es un día ventoso...

Un día, poco después de que mi padre se jubiló, mamá le preguntó:
-¿Qué vas a hacer hoy?
-Nada- dijo él.
-Eso hiciste ayer.
-Sí, pero todavía no he terminado.

Beverly Sherman
(v.pág.83 de la revista Selecciones de abril de 2012).


"La muerte está tan lejos como grande sea la esperanza que construimos", el tema es la construcción de la esperanza. Alfredo Moffat (psicólogo social, psicodramatista y arquitecto argentino. Terapista de crisis. Nació en 1934 y es considerado uno de los discípulos predilectos de Enrique Pichón Riviere. Participó en la fundación de la Escuela de Psicología Argentina).

"La negación de la edad es una tontería. Yo tenía miedo a esta etapa que empieza después de los 60 años. Ahora, que más o menos estoy instalado en ella (tengo 73 años), me doy cuenta que se me ha simplificado la vida, y la mayor parte de las cosas que antes me preocupaban, ahora creo que son boludeces, pero quedó lo esencial: el amor, los hijos, la justicia social, la solidaridad (y también el dulce de leche y la crema chantilly...)."

"Esta edad no está tan mal, el tema de la muerte siempre angustia, pero yo creía que iba a ser peor."

"Es una tontería hacerse el pendejo, fíjense si tuviera que ir al gimnasio, sería todo un laburo y no podría gozar de esto de hacerme el filósofo."

"Cuando cumplí 60 años hice una fiesta en la escuela. Y dije: tengo 2 caminos, o me convierto en un viejo sabio, o en un viejo pelotudo. Lo último me pareció aburrido."

"Cuando no asumís la edad, no gozás ni la una ni la otra."

"El temor a la vejez hace que la ocultemos, que sea considerada como algo indigno, a ocultar en un geriátrico porque ya no servimos más."

"Cuando estuve en Estados Unidos había una actriz que había sido muy famosa, Bette Davis, que ya estaba muy viejita y tenía el rostro con las arrugas del tiempo. Era conductora y tenía un programa muy respetado, en el que podía decir cosas sabias, porque estaba cómoda en esa edad, era creíble."

"También en Italia, estando en una plaza de Roma, pude ver que estaban todos los viejitos (los respetados nonos) jugando a las cartas y tomando Cinzano, con gran dignidad, y la gente iba a preguntarles cosas."

"Pero en la Argentina, cuando llegás a esta etapa, te meten en un geriátrico y no aprovechan la historia, que es necesaria para construir el futuro."

"En el Amazonas no hay jubilación de viejos. Yo fui hace muchos años, de aventurero, con mochila y bolsa de dormir, y ahí estaban los viejitos de la tribu mirando el río Xingú que desemboca en el Amazonas. Y pensé: 'Ahí está la biblioteca nacional'... Uno sabía de partos, otro de canoas, otro de plantas medicinales, a ellos los cuidaban mucho, porque eran los transmisores de la sabiduría, no había transmisión escrita (se moría el de las canoas y tenían que cruzar nadando...). Tenían una dignidad como los que vi en la India. Allí, en el proceso de vida, se respetan todas las etapas."

"En estos países de la cultura occidental, tecnológica, donde lo que no es nuevo hay que tirarlo, lo mismo se hace con los seres humanos, y eso es una tontería. En la cultura norteamericana todos tienen que ser jóvenes y lindos."

"Hay una etapa de la vida en que uno es niño, otra en que es joven, otra donde es adulto y otra donde es viejo. Nosotros atravesamos las 4 etapas de la vida, si negamos una, vamos a tener problemas. Si se nos niega la infancia vamos a perder la creatividad, si se nos reprimió la adolescencia, vamos a perder la rebeldía."

"Lo importante es seguir creciendo, es como pasar por distintas estaciones. En cada una hay que bajarse y tomar el otro tren (son las crisis evolutivas). Algunos se bajan en una y ahí se quedan, no siguen en el viaje de la vida."

"La concentración urbana genera la familia nuclear: papá, mamá y uno o dos hijos, donde es tan pequeño el espacio, que no cabe el abuelo, va al geriátrico, después tienen que mandar al nieto a la guardería, pero ¿quiénes son los mejores cuidadores para el nieto? El abuelo y la abuela."

"¿Qué mejor maestra jardinera que un abuelo o una abuela? Ambos están fuera de la producción, fuera de la tensión necesaria para la lucha cotidiana, ambos están en el mundo de lo imaginario..."

"En Santiago del Estero el tata viejo es un personaje muy importante. Es el que sabe la historia de la familia, transmite la información, los agüelos cuidan al gurí, las 2 puntas de la vida se complementan."

"En nuestro país la vejez está desvalorizada, los viejos son marginados, el cambio social fue tan brusco que su experiencia habla de una Argentina que perdimos, si terminan en el geriátrico, los tratan como chicos, los retan y los humillan, se deprimen y aparecen todas las enfermedades que tienen que ver con las bajas defensas."

"En cambio, en las sociedades más sanas, esta es una época muy rica, porque es la de la reflexión, que es parecida al juego y la creatividad, pero ya después de haber visto la película entera y haberla entendido."

"La última etapa es lo que se llama la senectud, que a veces tiene un deterioro grave, neuronal, de las funciones mentales. De todas maneras, el final del proceso de la vida, que es la muerte, es un tema negado en nuestra cultura."

"El final, la agonía, a veces tiene características traumáticas, como algunos partos, al inicio. Los humanos somos todos de la tribu de los 'uterumbas', porque vamos del útero a la tumba."

"Se puede estar en cualquier edad, incluso 70, 80 años, y el que tiene un proyecto se aleja de la muerte."

"Eso lo vi en Pichón anciano, él decía: 'la muerte está tan lejos como grande sea la esperanza que construimos', el tema es la construcción de la esperanza. ¿Cómo la podes construir?, si esa historia tiene sentido y se arroja adelante como esperanza."

(Recibido por e-mail el 11 de abril de 2012).


Soy de la generación...

Siguen jodiendo...

Las 3 etapas de la vida.


Muchos fueron juegos que para los infantes de hoy resultan incomprensibles; otras son frases que se quedaron y marcaron a varias generaciones, aunque para las actuales no tengan ningún sentido.

Para un niño del siglo pasado, era muy simple asociar dos cosas que no tenían nada en común y que dificilmente hubieran hecho una mancuerna perfecta de no haber sido por el ingenio de una mente para la que nunca existen límites. Ahora los niños piensan en otra frecuencia aplicada a gadgets, videojuegos y cosas de una modernidad que tan sólo al nombrarla ya se hizo vieja.

Pero quizás algunos de ustedes recuerden lo sencillo que era ver a estas parejas y saber de inmediato qué debía hacerse. Y si no lo sabes, sorpréndete con lo que antes, no hace mucho tiempo, se hacía con 2 objetos disímbolos.

  1. Frutsi + bicicleta = Harley Davidson: No bastaba con tener una bicicleta. Lo importante era dotarla de características superiores que nos hicieran sentir todos unos amos del camino. La evolución era lógica; dos ruedas, pero con más poder. La aspiración entonces era una moto ¿y cómo tener una moto teniendo menos de 10 años? Con un aditamento especial comprado en la tiendita de la esquina: un frutsi. Claro está que primero te lo tomabas. Ya vacío, era cuestión de aplastarlo un poco y acoplarlo a un costado de los rayos en la rueda trasera. El resultado: el sonido de una máquina con muchos caballos de fuerza que entre más pedalearas, más fuerte y veloz se oía. Costo de la implementación: menos de 5 pesos.
  2. Lapiz + cassette = Rebobinador ecológico: Poseer un reproductor de música portatil ya era un lujo. Hacerlo funcionar todo el día implicaba un sufrimiento similar al que ahora se pasa cada vez que uno compra gasolina. Las baterías se convertían en la peor carga económica para el propietario de un walkman. Así que había que encontrar una alternativa en ahorro de energía, misma que fue encontrada en un lápiz o pluma que por casualidad embonaban perfectamente en los orificios de los carretes en los cassettes, de tal forma que el rebobinado de las cintas podía hacerse manual. El resultado: ahorro inmediato y ejercicio de muñeca. Costo de la implementación: cero pesos, las plumas y lápices son material escolar obligatorio.
  3. Diurex + globo = Lanzaobjetos de bolsillo: Debe haber surgido en algún momento de ocio, pero se traducía en momentos de diversión que duraban todo un día y propiciaban la interacción de chiquillos de hasta varias cuadras. Si aún no captas como asociar estos dos objetos, tal vez te sea más fácil si te imaginas juntas la pericia que ahora aplicas con los Angry Birds con la emoción que te da una práctica de gotcha. Es muy sencillo, tomabas el diurex (incluso podía ya no tener cinta adhesiva), guardabas un buen tramo del cinta, abrías la boca del globo y la colocabas alrededor carrete; los sujetabas con la cinta guardada y listo, tenías un lanzaobjetos listo para la batalla. El parque podía ser el suelo mismo, miles de diminutas piedras que viajaban de un lado a otro y que milagrosamente no provocaban más allá de un moretón. Costo de implementación: menos de 10 pesos o cero, si tomabas por asalto el cajón de tiliches de tu mamá.
  4. Corcholatas + palos = 'Ballesta rústica de alto alcance': Ahora hay mucha taparrosca, pero antes las corcholatas, que todo mundo llamaba fichas, invadían el suelo nacional por donde quiera que se pisara. Las tiendas y restaurantes llenaban contenedores con ellas y alguien les encontró una función: que fueran municiones de una ballesta hecha con un trío de palos amarrados con ligas y encontrados en cualquier rincón de triques. Pura mecánica y física aplicada, aunque no lo sabíamos en ese entonces. Incluso había emuladores de Da Vinci que con ingenio montaban no sólo una plataforma de tiro, sino hasta 5 al mismo tiempo. Costo de implementación: cero pesos, el material era puro desperdicio para los demás.
  5. Veinte + teléfono = Comunicación con el mundo: Esto no era un juego, sino una necesidad. Hablar por teléfono ahora es cuestión de meter la mano al bolsillo y entablar una conexión directa. Pero antes eran pocos los que disponían de una línea en casa, por lo que el teléfono de la comunidad era el público de la esquina, si es que se tenía suerte y servía. Para su funcionamiento la tarifa por 3 minutos era de 20 centavos de peso. La moneda caía una vez que se lograba establecer la llamada . De ahí que surgiera la frase "Ya te cayó el veinte", que significaba que se había entendido algo de una vez por todas. Curioso, pero hasta colas y muy largas había para poder llamar a alguien; y nunca faltaba el que llegaba cargado de morralla dispuesto a apropiarse por un par de horas de la caseta telefónica. Y no había poder humano que lo moviera.
  6. Bote + Escondite = Inicio de un posible romance: Un simple bote podía provocar que encontrarás a tu primer amor. O que la adolescencia y las hormonas te encontrarán en medio de un juego. Le llamaban 'bote pateado', donde una persona escogida debía correr a recoger una lata que alguien había pateado antes y sin descuidarla, encontrar a todos los participantes que habían huido en busca de escondite. Los más grandes ya corrían en grupos, o preferentemente en parejas, quienes se olvidaban de salvar y ser salvados en algún lugar donde el tiempo desaparecía y la inocencia era una muestra de otras épocas, pues no pasaba más allá de un apretón de manos y un corazón acelerado.
  7. Liga + naranja = Resortera instantánea: No es complicado saber qué pasará si alguien tiene estos 2 elementos al unísono, pero es algo que ya no se ve en los niños de hoy. Esta asociación además de todo era nutritiva, pues implicaba que para hacer uso de la liga, uno debía pelar y comerse la naranja. Una vez hecho esto, la cáscara fragmentada en decenas de porciones se convertían en el suplicio de la víctima que hubiera escogido el propietario de la liga, que por alguna extraña razón, siempre contaba con excelente puntería para no darte en una parte vital, pero sí en algún sitio que te hacía retorcerte por un buen rato.
  8. Pecera + Combi = Pesero: Muchos creen que al transporte público colectivo que se ofrecía en las clásicas Combis obtuvo el nombre de 'peseras' porque viajábamos con viles sardinas, con hasta 15 personas al mismo tiempo donde sólo debían entrar 7. Eran ocasiones en que las leyes de la física se rompían y 2 cuerpos eran capaces de ocupar un mismo lugar en el espacio. Sin embargo, eran Žpeseras' (así con S) por la tarifa establecida de un peso por viaje. Aún a los microbuses se les llega a nombrar así, pero ya por pura tradición. Un niño de hoy, no se explicaría de donde viene la asociación con los peces, que nunca existió.
  9. Zapato viejo + buen tino = Pequeña fortuna momentánea: Esto si es de niños de hace muchas décadas. De esas cuando era común ver zapateros remendones en las calles alargando la vida del calzado. Como es lógico, lo que más se cambiaba eran tacones. Las suelas ya eran un lujo que podía esperar. Por lo mismo, se encontraban muy facilmente los tacones de desecho como elemento del paisaje urbano. Esos tacones eran la herramienta perfecta para jugar a algo que no podía tener otro nombre más que 'tacón', que consistía en poner monedas dentro de un círculo marcado en el piso y tratar de sacarlas aventando un tacón afilado debidamente para que adquiriera cierto efecto y trayectoria. De nuevo la física a su máxima potencia que proveía de pequeñas fortunas fugaces suficientes para el costo un helado o refresco.
  10. El disco rayado: En un época donde los iPods son los amos de la música, para un niño de hoy es incompresible e inconcebible el sufrimiento de alguien por ver rayado su acetato favorito. Verlo rayado implicaba haber perdido para siempre el preciado tesoro musical, pues su reproducción era ya imposible, al menos con la fidelidad de antes. Cuando no ganaba ruidos, podía repetir una y otra vez una parte de la canción. De ahí la frase 'pareces disco rayado'.

Miguel Ángel Castillo
(v.Yahoo! Noticias del 30 de abril de 2012).


Recibido por e-mail el 8 de mayo de 2012.

El abuelito le cuenta a su nieto Daniel los grandes cambios que ha habido en la sociedad desde su juventud hasta ahora...

Cuando yo era niño...

"Sabes, Daniel, cuando yo era niño mi mamá me daba una peseta y con eso me mandaba a la tienda de la esquina. Entonces yo regresaba con 4 barritas de mantequilla, 2 litros de leche, un saco de patatas, 2 quesos, un paquete de azúcar, una barra de pan y una docena de huevos...!"

Y Daniel le responde: "Abuelito, ¿en tu época no había cámaras de vigilancia?"

(Recibido por e-mail el 23 de mayo de 2012).


Drauzio Varella.

Doña Pasita y su esposo don Añilio fueron a la iglesia. Se inclinó ella sobre su marido y le dijo en voz baja: "Acabo de dejar salir un aire silencioso. ¿Qué crees que debo hacer?" Responde él: "Ponerle pilas nuevas a tu aparato para la sordera".

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.7 del periódico Mural del 5 de julio de 2012).


La sabiduría de George Burns

(Recibido por e-mail el 20 de julio de 2012).


La edad me hace sentir como un arquero que no sabe por dónde entró la pelota. Por dónde pasaron los 80 años, no sé. Pasaron, se acumularon. Eso es lo grave, porque uno va sintiendo el peso y las limitaciones físicas. No pasan los años, se te quedan en el cuerpo.

Joaquín Lavado "Quino"
(v.pág.4-B del periódico El Informador del 22 de julio de 2012).


Barbie cumplió 50 años...

Barbie cumplió 50 años.

Piolín cumple 60 años esta semana...

Piolín cumple 60 años esta semana.

Superman un 'ingo y algo más...

Superman cumple un chingo.

Thor...

Thor

Hulk...

Hulk

La Mujer Maravilla...

La Mujer Maravilla

Batman y Robin...

Batman y Robin

...y Spiderman otros tantos...

Spiderman

Mis cuates y yo. Bueno, estos son chavos...

Mis cuates chavos.

...y nuestras admiradoras. ¡Ah jijos!

Nuestras admiradoras.

La vida es tan corta... por eso rompe reglas, perdona rápido, besa lento, ama de verdad, ríe sin control. Nunca dejes de sonreír, por más extraño que sea el motivo.

Puede ser que la vida no sea la fiesta que esperábamos, pero en tanto estamos aquí, disfrútala ahora que puedes, después ya es tarde...

(Recibido por e-mail el 24 de julio de 2012).


Si ya llegó a los 50 cuídese de todo, de todos y de todas.

Ha llegado a una edad dorada que no es otra cosa que la época en que todo empieza a arrugarse, agacharse y aperezarse; es el indefectible e incontenible inicio del declinar de la existencia.

No se trague el cuento de que está en su mejor edad.

Eso fue a los 30 y al comienzo de los 40, cuando repetir de todo no sólo no hacía daño, sino que era posible y hasta motivo de orgullo y jactancia.

Pero a los 50 repetir es palabra maldita y prohibida:

Veamos:

¿Repetir matrimonio? ¿Con qué y a qué horas?
¿Repetir cebiche? Agruras seguras.
¿Repetir frijoles? ¿Y los gases qué?
¿Repetir el acto sexual? Será hasta dentro de una semana.

Después de los 50 no hay vuelta posible.

Veamos:

¿Volver a empezar? ¿Con qué tiempo?
¿Volver a ser padre? No sea ocioso.
¿Volver a trotar? Infarto seguro.
¿Volver a nadar? Será a flotar.
¿Volver a cantar? ¡Te ahogas, mi vida!
¿Beber como antes? Párale a la cirrosis.

Después de los 50 todo es grave, de cama, de muerte.

Veamos:

Un catarro es una bronquitis.
Un resfriado es una neumonía.
Una tos es una tisis.
Un golpe, un hematoma.
Un chicharrón, diente partido.
Un dolor de cabeza es un derrame.
Un dolor muscular, gota.
Dolores en las manos, artritis.
Un olvido pendejo, mal de Alzheimer.
Una titiritada, Parkinson.
Un estornudo, tuberculosis.
Una oclusión intestinal, cáncer en el colon.
Un dolor de muelas, cajón a la vista.
Sed, diabetes.
Un kilo de más, escoliosis.
Un kilo de menos, ¿leucemia?
Una orinada a la media noche, ¿será la próstata?

A los 50 lo que no crece se cae. El que sabemos, por ejemplo, fiel cómplice de ternuras en otros tiempos, es ahora perezoso y desvergonzado, especialista en contradecir tus arrestos haciéndote quedar muy mal.

A los 50 todo es peligroso:

Sonarte, fuerte hemorragia nasal.
Visión borrosa, cataratas.
Cerilla en los oídos, otitis.
Insomnio, depresión.
Un cabello en el peine, calvicie.
Un dolor en la nuca, osteoporosis.

A los 50 usted empieza a registrar los teléfonos de ambulancias, servicios de emergencia, cuidados intensivos y cardiólogos. Con discreción empieza a hablar de urólogos y a investigar cómo se hace un testamento; en los entierros ve cómo están de viejos todos sus compañeros del colegio.

Si después de los 50 usted despierta y no le duele nada... es porque está muerto.
Si se enferma del estómago... le tienen que poner suero.
Si frena en luz amarilla... lo chocan por atrás.
Si duda en renovar el seguro de vida... consígase un siquiatra.

No es por mortificarlo, pero es mejor que sea consciente y vaya organizando su testamento. No sea que a su pobre familia le toque decidir todas esas cosas en momentos de apremio. Claro que puede que llegue a los 80, pero no le recomiendo confiarse demasiado y, en todo caso, no será el mismo.

(Recibido por e-mail el 30 de julio de 2012).


Don Vetulio, señor de 80 años, y don Geroncio, caballero de 82, eran compañeros de golf. Habían jugado juntos durante más de 60 años. Cierto día don Vetulio le dijo con tristeza a don Geroncio: "Tendré que dejar de jugar, amigo mío. La vista me está fallando, y ni con lentes puedo ver ya dónde quedó la pelotita". "No te inquietes -lo tranquilizó don Geroncio-. Yo veo bien. Haz el tiro, y yo te diré a dónde fue a dar la pelota". En efecto, don Vetulio hizo su tiro. Le pregunta a su compañero: "¿Seguiste el curso de la bola?" "Sí" -contesta don Geroncio. "¿Dónde cayó?" -quiso saber don Vetulio. Responde don Geroncio, pesaroso: "Ya se me olvidó".

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.7 del periódico Mural del 2 de agosto de 2012).


Siempre he sido un intenso aspirante a todos los deportes, sólo que hay que decirlo sin facultades para practicarlo, desde párvulos (para los jóvenes kínder) era el típico niño al que escogían al armar el equipo después de elegir a un poste; en esta época creo que sería considerado como agresión o bullying, e incluso como discriminación, lo que produciría que las huestes de derechos humanos se lanzaran a una serie de recomendaciones para que el sujeto protegido fuera elegido, aunque fuera un fiasco, entonces de lo que se trataba era de escoger a los más buenos y los malos pues nos aguantábamos y humildemente aceptábamos nuestra incapacidad en la materia. Y siguiendo las instrucciones que proveía el manual del niño gordo, se consideraba que tendríamos otras habilidades como barra libre, lanzamiento de bachicha, levantamiento de tarro en varias modalidades y aplastamiento de nachas.

Desde luego que no considero para nada que esto fuera discriminatorio, discriminar lleva implícito un desprecio entre iguales, nadie me discrimina porque no puedo correr los 100 metros en 10 segundos y algunos sí pueden, se habla de capacidades diferentes pero también debe tratarse de incapacidades diferentes, así el que corre a esa velocidad en ese tiempo tal vez no pueda tomarse una botella de tequila sin meter las manos. Las mujeres pueden ser madres, es su naturaleza; los hombres no, por mucha lucha que hagan, y no podemos quejarnos de que nos nieguen el derecho de ser madres.

Lo anterior no produjo para nada ningún desánimo y nos convertimos en apasionados observadores de deportes, lo cual es menos sucio porque se evita la transpiración, si bien eso no abarca todos los deportes y no tenga uno la capacidad de valorar las machincuepas que unas niñas hacen en la gimnasia y otros deportes que no se transmiten salvo en las olimpiadas.

Carlos Enrigue
(v.pág.4-B del periódico El Informador del 5 de agosto de 2012).


En una ocasión, accidentalmente, llamé a mi nieto de 5 años por el nombre de su papá, así que le expliqué lo mucho que se parecía a él cuando era niño, que tenía la misma complexión, los mismos ojos azules y el cabello rubio.
-Pero ahora mi papá tiene el pelo café- replicó el pequeño.
Le dije que el cabello cambia de color conforme envejecemos, y que algunas veces se pone gris o casi blanco, pero que es posible ir a la farmacia y comprar productos para que recupere su tono original.
-¿Para qué hacer que la cabeza se vea más joven si la parte de abajo se ve vieja?- preguntó mi nieto, con un gesto de incredulidad.

Louise Farnsworth
(v.pág.141 de la revista Selecciones de agosto de 2012).


¿Quién dice que los viejos no podemos usar ropa bonita?

Ropa bonita.

Ropa bonita.

Ropa bonita.

Ropa bonita.

Ropa bonita.

(Recibido por e-mail el 9 de agosto de 2012).


Senior citizens are the nation's leading carriers of AIDS!

Senior citizens.

HEARING AIDS
BAND AIDS
ROLL AIDS
WALKING AIDS
MEDICAL AIDS
GOVERNMENT AIDS
MOST OF ALL,
MONETARY AIDS TO THEIR KIDS!

Senior citizens.

Not forgetting HIV (Hair is Vanishing).

(Recibido por e-mail el 9 de agosto de 2012).


Yo sabía, o ya de perdis intuía, que aquellos cerros de cuadernos de doble raya, rellenos con planas y planas de espirales bien rellenitas, que luego derivaban en enunciados tan cardinales como: "Ese oso se asea", "Lola lava la loza" y "Quique quiere un quinqué", garabateadas todas ellas conforme a las estrictas instrucciones caligráficas de un ilustrísimo señor de apellido Palmer, más temprano que tarde pasarían a engrosar mi archivo de habilidades sin uso práctico ni redituable.

Ahora lamento los litros de tinta que desperdicié, el montón de puntillas de canutero que trabé, el titipuchal de plumas fuente que extravié y las incontables prendas de ropa que indeleblemente marqué hasta volverlas inservibles, con tal de acatar las rígidas normas de aquellas maestras de primaria que entraban en coma didáctico, cuando nos cachaban escribiendo con el artefacto bautizado con el explosivo nombre de "pluma atómica", que al paso del tiempo aprendimos a identificar como bolígrafos y que, según mis quisquillosas y entintadas mentoras, propiciaban que nuestros nacientes rasgos caligráficos patinaran por todos lados, sin el rigor y los límites imprescindibles para conseguir una fluida e inteligible escritura.

Al cabo de 9 años de práctica, bajo la férrea tutela de sendas maestras, a razón de una por cada año de primaria y secundaria, mi clásica y armoniosa grafología sólo me valió para granjearme la simpatía de mi tía Margosa, quien me tomó de amanuense particular para cuanto se le ofrecía consignar con "buena letra", pero fue absolutamente inútil e insuficiente para que mis alumnos de hoy comprendan las instrucciones que les anoto en el pizarrón, o las observaciones que les hago en sus trabajos. ¿Qué dice aquí?, me repelan con esa hiriente cachaza de quien no se siente obligado a decodificar un extraño garabato que califican como "letra de antes", pero que, ni con su mejor intención, asocian con un rasgo clásico y bien delineado, ¡bah!

Paty Blue
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 12 de agosto de 2012).


Antes y ahora...

Antaño y ahora.

Cumpleaños

Niños ahora.

Educación 1969 vs 2009.

¿Quién creó el mundo?

Avances en la tecnología de la TV.

Reuniones de amigos, antes y ahora:

Reunión de amigos en 2005.

Reunión de amigos en 2011.

(Recibido por e-mail el 14 de agosto de 2012).

Juegos infantiles al aire libre.


Muchos años.

El niño pregunta a su abuelito: -Dime abuelito, tú que tienes muchos años, ¿qué es para ti hacer el amor?

El abuelo, de 80 años, responde: -Es muy simple... A los 20 años es MMS... A los 40 años es MMS... A los 60 años es MMS... Y a los 80 años es siempre MMS.

-Perooo... abuelito, tú me puedes explicar: ¿Qué es MMS?

-¡Por supuesto! -responde el abuelo- A los 20 años es mañana, mediodía y siempre por las noches... A los 40 años es martes miércoles y sábado... A los 60 años es marzo, mayo y septiembre... Y a los 80 años es mis mejores sueños.

Mis mejores sueños.

(Recibido por e-mail el 15 de agosto de 2012).


Los maridos son como los calentadores (boilers) de agua, que de nuevos calientan muy bien... y de viejos nomás tiznan.


Examen anual de demencia.

EXAMEN ANUAL DE DEMENCIA

Es la fecha para las personas de la tercera edad para tomar su examen anual de demencia.

Ejercitar el cerebro es tan importante como ejercitar los músculos. A medida que pasan los años es importante mantener nuestra mente alerta, ¡Si no la usamos, la perdemos!

A continuación esta una manera muy privada de medir cómo está nuestro cerebro en comparación con el examen que tomamos el año pasado. Algunos pensarán que este examen es muy fácil, pero aquellos que tengan problemas de memoria quizás lo encuentren difícil.

Tomen Uds., el examen para determinar si están perdiendo o no la memoria.

En los espacios debajo de las preguntas están las respuestas del mismo color que el fondo, para evitar que las lean hasta que hayan contestado la pregunta. Pásenle el cursor con el botón izquierdo presionado para seleccionar el área y podrán verlas. Ahora, relájense, pongan sus mentes en blanco y comiencen a contestar las preguntas.

1. ¿Qué se pone en un tostador?

Respuesta: "Pan." Si contestaron "pan tostado", dense por vencidos, Traten de no lastimarse y pónganse ha hacer otra cosa...

Si contestaron, pan, continúen con la pregunta #2.

2. Digan 5 veces leche. Deletreen leche. ¿Qué beben las vacas?

Respuesta: Las vacas beben agua. Si respondieron leche, eviten seguir a la pregunta 3; su cerebro ya está sobrecargado y hasta podría calentarse y fundirse. Mejor pónganse a leer los monitos del periódico o a ver telenovelas.

Pero si contestaron agua, procedan a la pregunta #3.

3. Si una casa roja está construida con ladrillos rojos, una verde con ladrillos verdes, azul con ladrillos azules y una amarilla con ladrillos amarillos, ¿con qué color de ladrillos se construye un invernadero?

Respuesta: Los invernaderos se construyen con vidrio, no con ladrillos. Si contestaron ladrillos (de cualquier color), ¿por qué están todavía leyendo estas respuestas?

Si contestaron vidrio, continúen a la ultima pregunta:

4. Sin usar una calculadora - Vas manejando un autobús del DF a Acapulco, en Cuernavaca 17 personas se suben al autobús, en Taxco 6 personas se bajan y 9 se suben, en Iguala 2 se bajan y 4 se suben, en Chilpancingo 11 se bajan y 23 se suben, en Tierra Colorada se suben 12 y se baja la señora de los pollos. Y por fin llegan a Acapulco.

Sin hacer trampa y SIN revisar la pregunta, ¿cuántos años tiene el chofer?

Respuesta: ¡Oh, por el amor de Dios! ¿No recuerdas ni tu edad? ¡Tú vas manejando el autobús!

Examen anual de demencia.

(Recibido por e-mail el 20 de agosto de 2012).


Sexo Zero.


  1. Antiguamente las mujeres cocinaban igual a su mamá... Hoy, están bebiendo ¡igual a su papá!
  2. Antiguamente las nalgas venían adentro de las pantaletas... Hoy en día, las pantaletas vienen adentro de las nalgas ...
  3. Antiguamente los carteles en las calles, con rostros de criminales, ofrecían recompensas... Hoy en día, piden votos.

(Recibido por e-mail el 30 de agosto de 2012).


El secreto... ¿y los acentos?

(Recibido por e-mail el 17 de septiembre de 2012).


La primera serie televisiva de mi vida la vi en el cine. Eran las trepidantes aventuras del vaquero Kit Carson y como la televisión aún no había llegado a España -o al menos a San Sebastián, que es donde pasé mi infancia- se proyectaban 3 episodios de media hora seguidos como si fuesen una película.

Por entonces la fórmula me pareció estupenda: ¡3 gestas emocionantes por el precio de una! Después, ya en Madrid y ante la pequeña pantalla recién descubierta, llegaron mis primeras series propiamente dichas: Investigador submarino, la preferida, protagonizada por el gran Lloyd Bridges como Mike Nelson, pero también El último mohicano, David Crockett, la misteriosa Cinco dedos (que era de espías) y desde luego Dimensión desconocida. Esas las veíamos sobre todo los menores de la familia, pero cuando llegó Perry Mason no faltaba nadie a la cita, ni mayores ni pequeños. Como no había más que un canal y en todas las casas despertaba similar entusiasmo, al día siguiente tanto en el cole como en la oficina se hablaba del episodio de la noche anterior. Perry Mason o El Santo servían para unir a los españoles en un imaginario compartido.

Fernando Savater
(v.pág.2-A del periódico El Informador del 23 de septiembre de 2012).


Los personajes actualmente.

Betty Boop actualmente.


Aunque España es un lugar especialmente fértil para que toda estupidez propia o foránea arraigue y se reproduzca gorda, gallarda y lustrosa, el fenómeno no es solo de aquí. Solo somos otra panda de memos, a fin de cuentas. El fenómeno es internacional. Pensaba en eso esta mañana, viendo la publicidad de una película. Vampiros buenos y guapos que se enamoran y tal. Con sus penas y su corazoncito. Quizá es porque a los de mi quinta los vampiros nos parecieron siempre unos perfectos hijos de puta, o sea. Murciélagos con pretensiones. Gente vestida de etiqueta, fea de cojones, que se limitaba a su obligación, chuparles la sangre del pescuezo a señoras estupendas, habitualmente en camisón, y no se planteaba sentimientos ni puñetitas a la luz de la Luna. Como mucho, meditaban sobre la soledad del vampiro, la eternidad y tal, dentro de un ataúd o sentados en una lápida del cementerio; pero no andaban de guateques, conducían motos o se morreaban escuchando canciones de Shakira. Por no hablar de los zombis, oigan. Aquellos muertos vivientes que antes se querían colar en la casa del bueno y merendarse a la familia, y ahora lo mismo bailan en discotecas que cuidan de su novia o de su mejor amigo. Zombis y vampirillos adolescentes, guapitos, imberbes, vestidos así como en Zara, y que parecen recién salidos del instituto. Los muy capullos.

Si nos vamos a los cuentos para niños y los dibujos animados, ni les digo. Chorrean mermelada hasta echar la pota. Todo cristo, incluso los malos tradicionales de toda la vida, es ahora bueno y simpático: vampiros, ogros, marcianos, magos, asesinos, bandoleros y demás, son de un entrañable que revuelve las tripas. Hasta las brujas malas -que además suelen estar anatómicamente potables en sus versiones modernas- tienen siempre una escena en la que se explica la razón freudiana por la que la sociedad las hizo perversas como son; e incluso algunas cambian de bando al final, movidas por la compasión y los sentimientos naturales en todo ser humano. Etc. Y qué decir de los malos de pata negra, con solera, como los piratas. Eso ya es para no echar gota. Ahora la única diferencia entre un feroz filibustero del Caribe y un reno de Santa Claus es que el filibustero lleva un parche en un ojo. Si no me falla la memoria, el último malo de verdad en una película de dibujos animados -admirable malo a secas, auténtico, digno, sin mariconadas, malo como Dios manda- era el capitán Garfio.

Dirá alguno de ustedes que qué pasa. Por qué ha de ser negativo que los malos sean buenos. Y a eso responde el simple sentido común: transformar en figuras adorables a todos los personajes que tradicional y universalmente han venido siendo claves para encarnar el mal en la imaginación de los hombres, en las fábulas, relatos y ejemplos con los que nutrimos el imaginario de niños y jóvenes, es escamotear referencias útiles, símbolos necesarios para identificar el mundo que los aguarda, y para sobrevivir en él. Un niño, sobre todo, necesita saber claramente que existen el bien y el mal, e incluso que la misma Naturaleza tiene sus propias maldades objetivas, intrínsecas. Sus reglas implacables. Y que, por todo eso, el mundo, la existencia, son territorios imprecisos, lleno de cosas hermosas pero también de amenazas y enemigos hostiles. De maldad y negrura. A ver cómo van a enfrentarse después a la vida y sus brutalidades unos chicos educados en la idea perversa de que todo lo real o imaginado es bueno, o puede serlo. De que el bien siempre triunfa, los pajaritos cantan y el mal se disuelve bajo la luz de la verdad, el amor y la razón. De que hasta los tiburones, los buitres y las serpientes son bondadosos. De que los malos no existen. Hacerles creer eso es criminal, pues sentencia a muerte, deja intelectualmente indefensos, a quienes necesitarán más tarde mucha lucidez y mucho coraje para sobrevivir en este mundo hostil. En la educación de un niño, la figura del malvado, la certeza de su negra amenaza, es incluso más necesaria que la del héroe.

Arturo Pérez-Reverte
(v.periódico Milenio Jalisco en línea del 4 de noviembre de 2012).


65 años de casados.


Eso de arribar a la edad de las ilusiones es duro, no crean, sobre todo cuando anda uno cayendo a la cuenta de que las verdaderas fantasías surgen cuando las realidades ya no son muy efectivas y hasta el tratar de acometerlas implica comprometer el esqueleto al querer bailar un rocanrol, o empeñar el epigastrio por la mala digestión de una deliciosa birria. De modo que, todo lo que a mis 15 primaveras podía materializar sin dificultad, al multiplicárseme por 4 se me han convertido en acariciadas quimeras, como subir una escalera a zancadas y bajarla de 2 en 2; o correrme una francachela hasta las tantas de la madrugada y levantarme al siguiente día con la frescura de la juventud temprana; o embodegarme un buen plato de chicharrón con chile y frijoles bien chinitos, sin tener que echarme de postre 3 sal de uvas o medio pomo de Pepto Bismol.

De la vida es ley que a todo lo que nace, crece y se reproduce, le llega el momento de comenzar a declinar. Lo que no ha dictado la existencia es que dicho proceso se nos haga tan corto y que, cuando apenas anda uno pensando en que algún día le llegará la vetustez, ésta ya se nos echó encima y, lo que es peor, que sea el prójimo quien nos advierta que ya andamos en ésas. Y ni cómo perdonar a la tendera de la esquina que, en uno de los días de la semana, cuando me vio llegar cargando mis bártulos de trabajo, quiso indagar con su juvenil desparpajo por qué no me había jubilado ya. Huelga decir que de inmediato la anoté en mi lista de indeseables, como lo hice hace algunos meses, con la dependiente de una farmacia que me preguntó si contaba ya con mi credencial del instituto que presta ayuda a los ancianos.

Empero, cuando me vi recientemente en la coyuntura de ocupar el lugar 150, en la poblada horizontal que aguardaba turno para documentar el refrendo de su licencia de automovilista, como agua de mayo me cayó la observación de una de las ahí formadas, cuando me indicó que las personas de la 3a. edad no debían hacer fila. De entrada, percibí el asunto como un violento chapuzón; era mi debut como sexagenaria haciendo trámites oficiales y no negaré que la moción me cayó de peso, pero éste se aligeró cuando, haciendo acopio de realismo y guardándome mis magullada dignidad, efectivamente pude franquear el ingreso como si fuera influyente y entregué mis documentos al joven gestor quien, desde ese momento, quedó inscrito en mi lista de los sujetos más adorables del planeta.

Con una celeridad inédita, muy distinta a la pachorra con que nos sobajan los burócratas de otras entidades, el joven tomó mis papeles, garabateó algunos datos y levantó la vista para entregármelos. Perdón, ¿cuántos años tiene?, me dijo como si pensara que me los estaría aumentando para sortear el engorroso escollo administrativo. 60 recién cumplidos, le respondí con mi otoñal coquetería y con ganas de que me correspondiera con un "no parece", que finalmente pronunció con una sonrisa por demás gratificante. A partir de ese momento, y en los muchos subsiguientes dentro de la dependencia, amé al departamento de Tránsito por la insospechada amabilidad con la que todos sus operadores nos traen danzando de un lado a otro, pero siempre con comedimiento y reales intenciones de ayudar.

Así que mi debut en el ejercicio de las prerrogativas que me concede mi recién adquirido estatus de sesentona que realmente parece de 59 y medio, fue por demás afortunado.

Paty Blue
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 11 de noviembre de 2012).


Las 4 etapas de la vida.


De los eventos más jubilosos que rescato de mi modesta pero amorosa infancia, era la llegada a casa del entonces muy popular Cancionero Picot. Los apreciables lectores de mi añosa rodada, con seguridad recuerdan aquel librillo patrocinado por los fabricantes del antiácido efervescente que, entre un anuncio y otro sobre las bondades del digestivo producto, publicaban las letras de las canciones en boga, para que cualquiera pudiera entonarlas, con sus evidentes fallas vocales, pero sin imprecisiones lingüísticas.

Paty Blue
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 16 de diciembre de 2012).


ME CAÍ DEL MUNDO Y NO SÉ CÓMO SE ENTRA

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.

¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.

¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada 3 meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!

Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!

¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza.

Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador 3 veces.

¡Nos están fastidiando!, ¡Yo los descubrí!, ¡Lo hacen adrede! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.

¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike? ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa? ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros? Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura. El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.

El que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura! ¡Lo juro! ¡Y tengo menos de... años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII). No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.

Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor... Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y bote que ya se viene el modelo nuevo'.

Hay que cambiar el auto cada 3 años como máximo, porque si no, eres un arruinado. Así el coche que tenés esté en buen estado. ¡Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo! Pero por Dios.

Mi cabeza no resiste tanto.

Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo). Me educaron para guardar todo. ¡Toooodo! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.

Sí, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo? ¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto.

Y guardábamos... ¡Cómo guardábamos! ¡Tooooodo lo guardábamos! ¡Guardábamos las tapas de los refrescos! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela.

¡Tooodo guardábamos!

Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables.

Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave.

¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables. Eran guardables.

¡Los diarios!, servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornilla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'éste es un 4 de bastos'.

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡ni a Walt Disney!

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡Ah! ¡No lo voy a hacer! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo, pegatina en el cabello y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la 'bruja' como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado.

Eduaro Galeano
(recibido por e-mail el 14 de enero de 2013).


Almas gemelas.


Hubo vida antes de la Internet. Quizá eso les parezca inconcebible a quienes están en edad escolar y cada tarde se echan a las redes en busca de la información que requieran para sus tareas. Pero quienes estudiamos en el siglo pasado debíamos contentarnos con las alternativas de la época: las laminitas temáticas que vendían en la papelería (dibujadas por manos ineptas y escritas, en el mejor de los casos, por simios autistas) y las enciclopedias. Hoy, que estas últimas agonizan, al menos en su presentación en papel, rebasadas por los motores de búsqueda, me propongo rendirles homenaje.

En mi casa había 2, ambas españolas: la Salvat (de lomos colorados) y la Credsa (doradita). Es relevante el dato de la nacionalidad, porque España fue, durante años, el imperio de la edición de enciclopedias en fascículos y el rango de distribución de sus productos alcanzaba incluso nuestros supermercados. Allí, creo recordar que en un Maxi de Chapalita, las adquirió mi familia. No eran perfectas, especialmente para las necesidades de un escolar mexicano: prestaban una atención desmedida a todo lo español, desde luego, y a veces contenían datos muy peculiares. Por ejemplo, la entrada sobre Jesús de una de ellas aseguraba que resucitó y subió al cielo, sin tomarse la molestia de apostillar "según las escrituras" (cortesía que adoptan incluso los textos cristianos), sino presentándolo como hecho científico. Cosas del franquismo.

Había otras en el mercado: la Enciclopedia de México, con los lomos de sus volúmenes recorridos por una culebra prehispánica; también, en las casas de familias adineradas, se llegaban a ver la majestuosa Britannica o su versión castellana, la Hispánica, generalmente con lujosas guardas de piel.

Esas enciclopedias ofrecían, en el mejor de los casos, los datos del momento en que fueron publicadas y su capacidad de actualización era nula (salvo en el caso de la Britannica, que publicaba unas adendas que, me temo, casi nadie tenía). Incluso las banderas nacionales que se presentaban en los artículos se quedaban viejas a las primeras de cambio, por revoluciones o emancipaciones, y acababa uno metiendo la pata al copiarlas para un trabajo. En ese sentido, la posibilidad de actualizar y contrastar datos de la internet lleva, por mucho, las de ganar. Sin embargo, en algo triunfaban las viejas enciclopedias y era en el inesperado placer que deparaban. Podía uno recorrer sus tomos y toparse con decenas temas imprevistos. Por más links o vínculos que posea la entrada de una página web, no hay comparación con las posibilidades que el azar y el orden alfabético abrían para dar con datos fascinantes. En mi caso, por ejemplo, buscar información sobre el espacio para una tarea de ciencias naturales me deparó la historia de Esparta y, acto seguido, la del esclavo Espartaco. Dos cuentos buenísimos sin más relación que la casualidad.

San Google ofrecerá posibilidades infinitas. Pero para quienes frecuentamos las enciclopedias, teclear nuestras búsquedas nunca será lo mismo.

Antonio Ortuño
(v.pág.2-B del periódico El Informador del 3 de febrero de 2013).


Así fue mi niñez.


Historia sexual del hombre.


En 1967 Paul McCartney, con 25 años, escribió "When I'm sixtyfour" (Cuando tenga 64 años) preguntándose si cuando llegara a esa edad todavía su pareja le mandaría felicitaciones en el día de San Valentín, si pasaría los veranos en una casa rentada de la Isla de Wight (siempre y cuando no fuese muy caro) con sus nietos jugando sobre sus rodillas. Lo cierto es que, con algo más de 64 años, Sir Paul sigue haciendo vibrar a las multitudes con su música, es un activista sobre varios temas y recientemente se casó por 3a. vez (desafortunadamente, ninguna conmigo). Un auténtico sexalescente.

¿Quiénes son estos sexalecentes a los que McCartney representa tan bien? La palabra es una mezcla de sexagenarios y adolescentes. Son adultos que pasan los 60 años y que se alejan de la idea tradicional de sexagenario, se niegan a envejecer, tienen buena salud física y mental, ganas de disfrutar de la vida, cientos de planes y van por más. Antes se les consideraban viejos y hoy no lo son.

¿Qué pasó? Probablemente en 1967, Sir Paul, junto con muchos otros de su generación, imaginaba que su vida después de los 60 sería tranquila y aburrida, como la de sus abuelos. Sin embargo, la esperanza de vida aumentó y también la salud con la que se llega a esa edad. Para poner las cosas en contexto, tan solo 12 años antes de que naciera McCartney, en México la esperanza de vida en 1930 era cercana a los 34 años, en el año 2000 aumentó a 75 y para 2012 era de casi 76. Era lógico que alguien nacido en 1942, como Sir Paul, no se imaginara que en la tercera edad estaría lleno de energía en un escenario y sería más bien como en las películas de Sara García, quien a la tierna edad de 45 años interpretó su primer papel de abuela en la cinta Allá en el trópico, de Fernando de Fuentes, para convertirse en la "abuelita del cine nacional". Hoy los tiempos han cambiado y el concepto de edad y vejez también: Julia Roberts, Elizabeth Hurley y Salma Hayek tienen 45 años y nadie pensaría en contratarlas para el papel de abuelitas.

Desafortunadamente, las palabra sexalescente y sexalescencia no se encuentran aún definidas en un diccionario. En internet, hay poca información al respecto. Básicamente el mismo texto copiado y reproducido miles de veces (el plagio en la red está canijo) que dice: "Nos encontramos ante una novedad demográfica como lo fue en su momento la llamada adolescencia, que surgió a mediados del siglo XX para dar identidad a una masa de niños que habían crecido y que no sabían cómo ubicarse y como vestirse".

Si bien todavía no hay definiciones de este fenómeno, el rock nos da grandes ejemplos de esta mezcla de sexagenarios-adolescentes con ganas de seguir haciendo lo que les apasiona, y de demostrarnos que hay vida -y muy buena- después de los 60. Además de McCartney, tenemos a David Bowie, los Rolling Stones o Sting. Hollywood, que se ha caracterizado por su efebolatría, y durante mucho tiempo parecía que no había vida después de los 50, hoy nos da también varios ejemplos de sexalescencia: ahí tenemos a Helen Mirren, Meryl Streep, Susan Sarandon, Jack Nicholson, Tommy Lee Jones o Anthony Hopkins, que siguen dando la batalla y definitivamente no son la imagen de los clásicos abuelitos de cabellera blanca sentados plácidamente en su mecedora leyendo a sus nietos sobre sus rodillas. Estos famosos sexalescentes, están determinados a demostrarnos que la vida no termina a los 60 y que además es muy buena.

Si miras a tu alrededor verás que conoces a uno o varios sexalescentes. Estos personajes de 60 años o más que no tienen entre sus planes la posibilidad de envejecer en acción y espíritu, se niegan a desaparecer y dejar de crear. Son independientes, curiosos, activos, trabajan desde hace mucho tiempo y les gusta lo que hacen. Algunos no piensan en jubilarse y los que ya lo han hecho, ha sido para disfrutar de su vida y trabajar de otra manera. Tienen experiencia y quieren compartirla. Han vivido muchos cambios y se han adaptado; muestra de ello es que tienen cuentas de Twitter, Facebook y Skype para comunicarse con sus nietos. Han aprendido a enviar correos electrónicos con las noticias, ideas y experiencias. Mis padres son un ejemplo de sexalescencia, en el caso de mi madre, ella no para de enviar correos con Power Points de lugares remotos, y mi padre usa su correo para recordarnos eventos familiares.

Un sexalescente sabe lo que son las presiones de trabajo, el éxito y el fracaso, lo difícil que es educar a los hijos, el amor, el desamor y las decepciones, pero lejos de verlas con amargura, las ve como lecciones y posibilidades. Quizá solo se diferencian de los jóvenes porque han aprendido a sopesar los riesgos y actuar en consecuencia.

En esta sociedad efebólatra en la que vivimos, en que la juventud es valorada como un tesoro, la idea de llegar a la edad adulta puede parecer a muchos una pesadilla. Ni que se diga llegar a ser mayor de 60 años. Afortunadamente, los sexalescentes, como Paul McCartney, David Bowie y tantos otros, nos han demostrado que llegar a los 60 puede ser una de las mejores etapas de nuestra vida. Ellos, con su ejemplo, comprueban que la juventud o vejez no tiene que ver con los años, sino con actitud.

Fernanda de la Torre
(v.periódico Milenio Jalisco en línea del 10 de marzo de 2013).


Juan y Pedro.

Don Juan y Don Pedro , dos amigos de la tercera edad, se veían en el parque todos los días para alimentar a las palomas, observar las ardillas y discutir los problemas del mundo.

Un día Don Juan no llegó. Pedro no se preocupó mucho pensando que quizá tuvo un resfrío o algo parecido. Pero después de una semana que Juan no venía, Pedro realmente se preocupó. Sin embargo, siempre se juntaban sólo en el parque o en la cafetería, y Pedro no sabía dónde vivía Juan, por lo que no podía averiguar qué le había pasado.

Pasado un mes, Pedro fue al parque y sorpresa, ¡ahí estaba Juan!

Pedro estaba muy excitado y alegre de verlo y le dijo: -Por lo que más quieras Juan, dime qué te pasó. Juan le contestó: -He estado en la cárcel. -¿En la cárcel?- replicó Pedro, -qué te pasó?

-Bueno-, dijo Juan -¿Te acuerdas de Lupita, la linda mesera morena y nalgona de la cafetería a donde vamos seguido?

-Claro-, dijo Pedro. -Yo la recuerdo. ¿Qué pasa con ella?

-Bueno, un día me demandó por violación. A mis 87 años, yo estaba tan orgulloso que, cuando fui al juzgado, ¡me declaré culpable! Y el maldito juez me sentenció a 30 días de cárcel ¡por mentiroso!

(Recibido por e-mail el 18 de marzo de 2013).


Ayer y hoy.


EL HOMBRE QUE LAS MUJERES DESEAN:

A los 16 años:

  1. Que sea lindo.
  2. Que tenga auto.
  3. Que yo le importe.

A los 21 años:

  1. Buen mozo.
  2. Encantador y educado.
  3. Financieramente exitoso.
  4. Dulce y comprensivo.
  5. Inteligente.
  6. Atlético.
  7. Que vista con estilo.
  8. Que aprecie las mejores cosas de la vida.
  9. Lleno de sorpresas.
  10. Que sea un amante imaginativo y romántico.

A los 32 años:

  1. Que se vea decente, preferentemente con pelo.
  2. Que me abra la puerta del auto, y sostenga la silla para que me siente.
  3. Que tenga suficiente dinero para una linda cena.
  4. Que se ría de mis chistes.
  5. Que me cargue las bolsas de verduras.
  6. Que tenga al menos un traje.
  7. Que aprecie una buena comida casera.
  8. Que recuerde los cumpleaños y aniversarios.
  9. Que quiera hacer el amor al menos una vez por semana.
  10. Que se bañe.

A los 40 años:

  1. No demasiado feo, incluso puede ser pelado.
  2. Trabajo fijo.
  3. Que me lleve a cenar ocasionalmente.
  4. Que diga sí con la cabeza cuando hablo.
  5. Que recuerde los finales de los chistes.
  6. Que tenga suficiente salud como para mover los muebles.
  7. Que use una camisa que le tape la panza.
  8. Que se acuerde de bajar la tapa del inodoro.
  9. Que se afeite la mayoría de los fines de semana.

A los 55 años:

  1. Que se corte los pelos de la oreja y la nariz.
  2. Que no eructe o se rasque en público.
  3. Que al menos tenga un poquito de plata ahorrada.
  4. Que no repita el mismo chiste demasiadas veces.
  5. Que al menos salga de la cama los fines de semana.
  6. Que use medias del mismo par y ropa interior limpia.
  7. Que aprecie una buena comida comprada.
  8. Que recuerde los nombres de las personas.
  9. Que se afeite de vez en cuando.

A los 65 años:

  1. Que no asuste a los niños
  2. Que no sea muy caro de mantener.
  3. Que no ronque muy fuerte.
  4. Que recuerde por qué se ríe.
  5. Que esté bien de salud como para poder pararse por sí mismo.
  6. Que use algo de ropa.
  7. Que recuerde dónde dejó los dientes.
  8. Que me reconozca.

A los 75 años:

  1. Que respire.
  2. Que haga pis adentro del inodoro.

Adictos Memes
(13 de abril de 2013).


1950-2012 62 años de diferencia.


LA VEJEZ, ESA DURA DICTADURA

Aunque la edad nos quiera pasar implacable su cuenta de cobro, vamos a usar estrategias que nos proporcionen dignidad hasta el momento de la despedida:

  1. Ahorre un poco para siempre ser independiente financieramente. No precisa ser mucho, no comprometa el placer que el dinero puede darle en razón de un tiempo mayor de envejecimiento, que puede o no acontecer si usted muere antes.
    Por otro lado una persona mayor no consume mucho, aparte de los medicamentos y el plan de salud. Probablemente usted ya tiene todo, y más cosas sólo le darán trabajo.
  2. Pare también de preocuparse por la situación financiera de hijos y nietos; no se sienta culpable de gastar en usted mismo lo que es su dinerito. Probablemente usted ya les ofereció lo que fué posible en la infancia y juventud, así como una buena educación, por tanto la responsabilidad ahora es de ellos.
  3. Ya no es época de sostener a nadie de su familia; sea un poco egoísta, mas no usurero.
    Tenga una vida saludable, sin grandes esfuerzos físicos. Haga gimnasia moderada, aliméntese bien, pero sin exagerar.
  4. Tenga su propia independencia, hasta cuando no haya peligro.
  5. Nada de estresarse por poca cosa. En la vida todo pasa, sean los buenos momentos -que deben ser recordados-, sean los malos -que deben ser rapidamente olvidados.
  6. Mantenga vivo el amor siempre (independiente de la edad) con su "vieja" compañera de caminada. El amor verdadero rejuvenece.
    Cuidado con las "chicas gasolineras" que están por ahi, y un madurito (aun de clase media) es siempre una garantía de buen futuro para las vividoras.
  7. Esté a todo momento limpio, tome un baño diario. Sea vanidoso, frecuente al peluquero, arréglese las uñas, vaya al dermatólogo, al dentista, y use perfumes y cremas, con moderación.
    Ya que usted ahora no es guapísimo, esté por lo menos, bien cuidado.
  8. Nada de ser muy moderno, intente ser clásico. Es triste ver gente mayor con peinados y atuendos hechos para jovencitos.
  9. Lea libros y periódicos, oiga radio, vea buenos programas en la TV, métase a internet, mande y responda e-mails, llame a los amigos. Manténgase siempre actualizado sobre todo.
  10. Respete la opinión de los jóvenes, ellos pueden a veces estar errados, pero deben ser respetados.
  11. No use jamás la expresión "en mis tiempos", pues su tiempo es hoy.
  12. Sea dueño de su casa, por más simple que ella pueda ser. Por lo menos ahí es usted quien manda.
  13. No caiga en la tontería de vivir con los hijos o los nietos. Sólo tome esta decisión cuando no dé más o el fin esté bien próximo. Pero de vez en cuando, por unos dias, vaya como invitado.
    Consiga mejor un ama de llaves que le acompañe y colabore con los oficios.
  14. Si ha quedado solo, un buen hogar geriátrico tampoco debe ser descartado y puede hasta ser divertido, y usted irá a convivir con gente de su generación y -lo más importante- no dará trabajo a nadie.
  15. Cultive un "hobby", sea caminar, cocinar, leer, danzar, criar un gato, un cachorro, cuidar de plantas, jugar cartas, golf, meterse a internet, pintar, ser voluntario, o colecionar algo.
    Haga lo que le gusta y que sus recursos le permitan.
  16. Acepte todas las invitaciones de bautizo, graduación, cumpleaños, casamiento, conferencias, ir a museos, al campo... lo importante es salir de casa por un rato.
    Pero... si no lo invitan, porque a veces no se puede, no se disguste. Seguramente cuando usted era joven tampoco invitaba a sus padres a TODO.
  17. Hable poco y oiga más, pues su vida y su pasado sólo interesan a usted mismo. Si alguien le pergunta sobre esos asuntos, sea breve y procure hablar cosas buenas y agradables. Jamás se lamente de algo. Hable en un tono bajo y con cortesía. No critique nada, acepte la situación como ella es.
    Todo es pasajero. Recuerde que ya casi vuelve a su casa... y a su rutina.
  18. Los dolores y las molestias estarán siempre presentes. No los vuelva más problemáticos de lo que son hablando sobre ellos. Trate de minimizarlas. Ellas lo afectan solamente a usted y son problemas suyos y de sus médicos.
  19. No permanezca tan apegado a la religión después de viejo, rezando e implorando todo el tiempo como un fanático. Lo bueno es que, en breve, sus pedidos podrán ser hechos personalmente a El.
  20. Ría mucho, ría de todo, usted es un suertudo, usted ha tenido una vida, una larga vida, y la muerte será solamente una nueva etapa incierta, así como fue incierta toda su vida.
  21. Si alguien le dice que ahora usted no hace nada de importancia, no se preocupe. Lo más importante ya fue hecho: usted y su historia, buena o mala, pero ¡ya sucedió!

Recuerde lo que dice Mario Benedetti: "No te rindas, por favor no cedas aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños, porque cada día es un comienzo nuevo, porque ésta es la hora y el mejor momento".

(Recibido por e-mail el 9 de mayo de 2013. Espero haber coseguido quitarle todas las faltas de ortografía).


Semana laboral.


En vísperas de llegar a los 80 años, creo que conviene escribir unas líneas sobre la ancianidad en estos tiempos en que todo parece reducirse al mundo joven y a los niños. Estoy seguro de que los encapuchados de la UNAM y los maestros de Guerrero fueron educados en eso de "los derechos de los niños", sin obligaciones. Han sido decenios de hablar solamente de derechos. Toda la publicidad y las promociones comerciales se centran en los jóvenes. A los ancianos incluso nos quieren privar de ese orgullo: de ser ancianos. Se habla de "adultos mayores", de "tercera edad" y otras necedades para despojarnos de ese adjetivo envidiable. ¡Cuántos mueren jóvenes sin haber saboreado los privilegios de la ancianidad! Los viejitos también tenemos parte de la culpa: cuando comencé a tramitar mis jubilaciones, entre mis coetáneos oía con frecuencia: 'me siento joven, tengo espíritu joven, aunque tenga 80 años'. Eso es onanismo decrépito. Mis alumnos me dicen: "a pesar de su edad, tiene usted espíritu joven". Claro que no: mentiría descaradamente y corrijo: no, gracias a Dios, llegué a esta edad y he envejecido felizmente. Tengo el corazón y la alegría de un anciano que ha tenido la fortuna de haber sido niño, adolescente, joven, adulto y ahora soy un anciano, un viejito feliz. Claro que para nada tengo la fuerza, la flexibilidad, el vigor, la salud de cuando fui joven y, por fortuna he ido viendo cómo voy perdiendo facultades y cómo físicamente voy en claro declive. Aunque sigue aleteando "el alemán", se ha hecho muy presente "el italiano", el Franco Deterioro, que día a día se hace más visible.

"Juventud divino tesoro" se repite. Un tesoro se conserva, se guarda cuidadosamente, no se cambia. La juventud se disfruta mientras está presente, porque rápidamente pasa. El verdadero tesoro es la ancianidad, que va aumentando y ya nunca se irá.

Es cierto que el joven puede morir y que el anciano tiene que morir y lo único inteligente es aceptarlo y prepararlo. Oponerse y negarlo sólo cabe en el espíritu rebelde e insatisfecho de un joven inexperto, sin conocimiento de lo que es la vida, tesoro maravilloso que, al morir, aumenta. Según la visión cristiana "al morir, la vida se transforma, no se acaba".

La ancianidad nos debe animar a gozar los años que nos queden aquí, a disfrutar lo más plenamente posible la vida, con la gente que nos quiere. A ser más selectivos en el empleo de nuestro tiempo y de las energías que nos van quedando. Ahora me puedo dar el lujo de escoger mis actividades, de rechazar o no aceptar lo que no me gusta. Ya pasaron los años en que tenía que cumplir con obligaciones que me atormentaban o me molestaban. Con perdón de las nutriólogas y dietólogos, me doy el lujo (que siempre me he dado) de comer lo que me gusta, sin preocupaciones del contenido de los alimentos. Cómo me apena que mis alumnas jóvenes se cuiden del colesterol, de la lactosa, de la sal, del azúcar, del chocolate y de miles de placeres de este mundo maravilloso, olvidando la versión bíblica de la creación "y vio Dios que era bueno". Sin querer ofender a quienes se ganan la vida prescribiendo lo que hay que comer, pienso yo que Dios es tan bueno que también llevará con él a las nutriólogas y dietólogos.

Soy un anciano, barrigón y glotón, muy agradecido con Dios que me hizo nacer en un rancho del sur de Jalisco donde no se usaban las ensaladas y los niños bebíamos leche bronca recién ordeñada, comíamos quesos y mil lácteos más. Hasta mi vida adulta supe que existía el yogurt y ahora me asombro de ver en el súper cajas de leche deslactosada y café sin cafeína, es decir que se está viviendo una vida sin vida. En mi infancia, mi padre exportaba miel de abeja a Europa, de suerte que, además del azúcar que se fabricaba en El Ingenio de El Rincón, siempre había en la casa, latas de miel fresca, y ahora me entero de que hay "sustitutos de azúcar". En mi familia nunca hubo un diabético. En fin, pido perdón por este desahogo gastronómico. Creo que la Iglesia medieval se equivocó, entre otras cosas, en eso del ayuno.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y catedrático de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.18 del periódico Milenio Jalisco del 24 de mayo de 2013).


Recordar es vivir

Faja Corset Pisacorbatas Tirantes
¿Llegó a usar corset, faja, pisacorbatas o tirantes?
¿Iba a misa de mantilla o con velo?
Mantilla
Ramillete espiritual.
¿Le daba a su mamá un Ramillete Espiritual para el Día de las Madres?
¿Su mamá remendaba o mandaba remendar las medias?
Remendando medias.
Cámara de cajón.
¿Tomó o le tomaron fotos con cámara de cajón?
¿Aprendió a escribir con el Método Palmer?
Método Palmer.
Discos de acetato. Tocadiscos
¿Oyó discos de 45 y 78 rpm?
¿Le tocaron todavía las misas en latín con el sacerdote dando la espalda?
Misa en latín.
Comulgando
¿Para comulgar tenía que estar en ayunas desde la víspera y tener la absoluta certeza de no estar en pecado?
¿Usó brillantina líquida o sólida para el pelo (tal vez Glostora)?
Glostora
Glostora Glostora
Ropero
¿Había en su casa roperos en las recámaras?
¿Había que descongelar con frecuencia el refri' por el montón de hielo que se formaba?
Refrigerador
Teléfono
¿Era un lujo tener teléfono, que era negro y solía estar en la sala?
¿Recibía la leche a domicilio, ya sea por litros o en botellas retornables de vidrio?
Lechero Contenedor para leche 'bronca'.
Joselito Marisol
¿Estaban de moda las películas de Joselito o Marisol, que podía ver en aquellas amplias salas a módicos precios?
¿La Pomada de la Campana y la Emulsión de Scott eran casi imprescindibles?
Pomada de la Campana. Emulsión de Scott.
Cachirulo Viruta y Capulina.
¿Los domingos no se podía perder el "Teatro Fantástico" de Cachirulo y los jueves "Cómicos y canciones Adams" con Viruta y Capulina (en blanco y negro por supuesto)?
¿Y pocos años después "Los polivoces" y "Ensalada de locos"?
Los Polivoces. Los Polivoces. Ensalada de locos.
Pantalones acampanados.
¿Usó pantalón acampanado de tela de Terlenka, tal vez de marca Topeka?
¿Y ropa de colores psicodélicos?
Psicodelia
Vestido ampón.
¿Tal vez conoció o incluso usó crinolinas con aquellos vestidos ampones?
¿Y un poco más recientemente los fondos?
Medio fondo.
Regla de cálculo.
¿Presentó exámenes con regla de cálculo?
¿Le daba cuerda al reloj todas las noches?
Reloj de cuerda.
Púlpito
¿Para el sermón el cura se subía al púlpito?
¿Escuchó radionovelas como "Kalimán el Hombre Increíble", o tal vez "Una flor en el pantano"?
Aparato de radio.
Patines metálicos.
¿Tuvo o conoció los patines de 4 ruedas?
¿Fumó "Faros" o "Fiesta" o se daba el lujo de unos "Raleigh"?
Raleigh Faros Fiesta
Los Rebeldes del Rock. Teen Tops. Los Hooligans. Los Apson.
¿Los grupos juveniles de moda eran "Los Rebeldes del Rock", "Los Teen Tops", "Los Hoollgans" o "Los Apson"?
¿Y los cantantes favoritos Angélica María, Enrique Guzmán, César Costa o Alberto Vázquez?
Angélica María. Enrique Guzmán. César Costa.
Agente de tránsito.
¿En vez de semáforos le tocó un policía con silbato en la boca dando el paso en avenidas y cruceros?
¿Se recreó con los cuentos del "Llanero Solitario" o de "Memín Pingüín"?
El Llanero Solitario. Memín Pingüín.
Corín Tellado. Fotonovelas de Amor.
¿Leyó novelas de Corin Tellado o las Fotonovelas de amor?
¿Le llevaron o llevó serenatas con boleros de Los Panchos?
Serenata
Baile
¿Bailó en fiestas o tardeadas al ritmo del Rock, Twist y a Go Go?
¿Recuerda las rolas que cantaban estos vejestorios cuando eran jóvenes?
The Rolling Stones.
Agua bendita.
¿Se santiguó con agua bendita al entrar y salir de la iglesia?
¿Jugó a las canicas, al trompo, a las escondidas, con los vecinos de su calle?
Canicas Trompo

Si usted contestó afirmativamente a la mayoría de las preguntas de este cuestionario, usted está en la Tercera Edad. Si usted no recuerda alguna de estas cosas, es probable que padezca Alzheimer o demencia senil. Mejor acuéstese tempranito y esté en paz con Dios.

(Recibido por e-mail el 28 de mayo de 2013).


¿Te fijas que ya no invitan viejitos a las bodas?, dijo un compadre. No seas burro, contestó el otro, lo que pasa es que los viejitos somos nosotros. La edad es algo totalmente objetivo, pero la juventud es algo relativo. Joven es todo aquel que es menor que uno, según la definición del Doctor Farah, y efectivamente cada día, conforme nos vamos haciendo viejos, los jóvenes se multiplican.

Diego Petersen Farah
(v.pág.1-B del periódico El Informador del 24 de julio de 2013).


Ya lo entendiste.


No malgastes tu vida.


Recuerdo con inmenso cariño a Enrique Alonso "Cachirulo" y su "Teatro Fantástico", que pasaba en blanco y negro una vez a la semana, por la pantalla de nuestro enorme y rudimentario televisor de bulbos, contando un cuento. Hablo de los años que corrieron entre el 60 (en que nací) al 69 (que terminó el programa). Me veo a mí mismo, en pijama, recién bañado, sentado sobre la alfombra, tomándome mi "chocolatote" y llenándome los ojos y el corazón con el bendito asombro.

La escenografía del programa era tan rudimentaria, que constaba de 2 árboles de cartón (¡un bosque!) y un castillo pintado al fondo del foro. Y no más. Pero cuando "Cachirulo" o alguno de los personajes tenía que ir al rescate de una princesa, por ejemplo, con darle 3 vueltas a los árboles, se dejaba claro, implícito, impecablemente resuelto, que el camino había sido largo, largo, larguísimo. Y nosotros, los empijamados chocolateros estábamos sudando por el enorme esfuerzo.

Los mecanismos que se echaban a andar dentro de nuestra cabeza, pasaban por el fértil y maravilloso camino de la imaginación, y no necesitábamos ver cómo el personaje caminaba durante horas, para saber que había caminado durante horas. No necesitábamos ver al monstruo peludo, con enormes colmillos y ojos inyectados en sangre, para saber que estaba como siempre, oculto en el armario. No necesitábamos ver los pechos turgentes, los ojos turquesa, el cabello de color miel de la princesa para desearla apasionadamente, e incluso, tener húmedos sueños.

Hoy, esos procesos imaginativos están siendo suplidos por la tecnología.

Benito Taibo
(v.pág.8-B del periódico El Informador del 14 de agosto de 2013).


Evolución de la familia.


Barbie a los 50 años de edad.

Barbie ha cumplido 50 años de edad.


Una vieja tonada de hace muchos años dice cosas amables a la memoria: "Eran los años jóvenes y el corazón también lo era; había en la vida un porqué, una novia, hambre de amor y también de la otra que se siente en el estómago..." Es hermoso hacer remembranza de los días en que la vida era un sueño y una embriaguez sin vino.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.2-A del periódico El Informador del 7 de septiembre de 2013).


Discurrí que un buen presente para el crecidito retoño sería una caja de aquellos finos colores por los que, en mi propia infancia, habría comprometido mis domingos y cuelgas de 10 años. Tan bonitos, tan lustrosos, tan cremositos para colorear y acomodados en una linda caja con cubierta de terciopelo y letras doradas fueron siempre el objeto de mi ambición para sustituir aquellos lápices tiesos y descoloridos que hacían las veces de muelas multicolores de un león impreso en una caja de cartón, o de la Blancanieves con su séquito de enanos.

Pero los recursos de mis progenitores nunca dieron para tanto, como tampoco ajustaron para agenciarme, por ejemplo, un compás que no se abriera de patas en su primera intervención, una dotación de plástico grueso suficiente para forrar los libros, en vez del modesto papel manila, una mochila mejorcita que aquéllas de lona dibujada como rebozo de viejita y, desde luego, unos lápices para colorear que no perdieran la punta en el primer recargón sobre los mapas escolares o sobre los libros de figuras que por montones constituyeron mis delicias en una infancia sin televisión.

Ciertamente, mi humilde presente que ni me salió tan barato fue toda una sorpresa, pero no para el agasajado, sino para mí que apenas pude contener las lágrimas de la decepción que me entró cuando advertí el poco, casi nulo, aprecio que el chiquillo mostró hacia el regalo de la tía. Ahí, perdido entre una pila de transformers, superhéroes de acción, costosos balones de futbol, carritos de pilas y pájaros encabritados esperó mi insignificante obsequio para ser tomado y complacer a su nuevo dueño quien, maldita la hora en que se me ocurrió regalárselos, tan rápido como rasgó la envoltura para dar con el contenido, los dejó a un lado sin medio aspaviento partido por la mitad.

Pero hasta parezco viejita nueva, por no asumir con oportunidad que los tiempos cambian y lo de antaño ha perdido vigencia, sobre todo para las pujantes generaciones que no se dan por complacidos con artículos que no traigan chip, pilas, cargadores y pantallas.

Paty Blue
(v.pág.3-A del periódico El Informador del 29 de septiembre de 2013).


Eran los primeros años de la década de los 70 (sí, siglo pasado). México era un país "políticamente disciplinado".

En aquel entonces, el perfil del mexicano era mucho más fácil de definir: de origen mayoritariamente rural y migrante en zonas urbanas; con un nivel de estudio que difícilmente rebasaba el tercero de primaria; prácticamente acrítico y casi impermeable a los movimientos sociales que reclamaban democracia y respeto al voto, entre otras cosas bastante lejanas al mexicano promedio, para quien una persona políticamente activa era cristianamente reprobable.

Si la ideología estaba reservada para unos pocos, el trabajo en cambio, era patrimonio de todos. El lenguaje cotidiano lo prueba: la gente no era rica en posesiones, sino en prole. Los padres de familia no aspiraban a enriquecerse, sino a formar "hijos decentes". La patria no era sólo un concepto de mediados de septiembre, sino un anhelo permanente que se inculcaba a los niños... aunque todo el mundo sabía que los héroes habían vivido en la época de la Revolución y que sólo un idiota podía morir en el altar de la nación.

Palabras más, hipocresías menos, pero el mexicano promedio, tanto el de Tijuana como el de Guadalajara o el de Mérida, estaba convencido de que el trabajo constante le permitiría eventualmente, comprar casa y vocho, acceder a algunos satisfactores, formar una familia y criar algunos hijos y, con suerte, vivir hasta la vejez, aunque tuviera que hacer cola en las clínicas del IMSS para conseguir medicamentos.

Esa era lo de antes. Y para todo alcanzaba.

Eran los años 70.

Un obrero ignorante de la Ley Federal del Trabajo estaba obligado a pagar cuotas sindicales -ni cuenta se daba cuando se las descontaban- y estrenaba botas y overol cada 1 de mayo. Fuera de eso, su vida estaba casi asegurada.

Pero justo en aquella década iniciaron las crisis económicas.

Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Salinas, Zedillo... luego Fox y Calderón. Hijos del presidencialismo que vino en declive pero, sobre todo, herederos de un neoliberalismo que hoy es incontenible y salvaje; que no tiene rostro mexicano ni patriótico, sino que cruza los océanos e igual se estaciona en las manufacturas chinas que se alimenta de las importaciones estadounidenses de materias primas.

Existen realidades tangibles y sólidas, como la pobreza oficial de 57 millones de mexicanos; la desigualdad en la distribución de riquezas que lo mismo nos da municipios paupérrimos que millonarios del planeta; la decadencia de Petróleos Mexicanos y la voracidad de la burocracia que se traga, cada año, más del 70% de los recursos del Gobierno de la República.

Pero hoy, por más que se trabaje y se sufra, un obrero no avanza ni con la prepa, no compra casa ni con horas extra, y no es patriota... ni sabe qué es eso.

Jorge Octavio Navarro
(v.pág.2-A del periódico El Informador del 1o.de octubre de 2013).


John Lennon y Elvis Presley son solo dos de los íconos de la música que 'partieron antes de tiempo'. Pero ahora una nueva campaña llamada Rock Heaven, que es una alianza entre Sachs Media Group y la compañía PHojoe -la cual se dedica a la manipulación de imágenes- han hecho una serie de fotos de cómo podrían lucir estas estrellas si estuvieran vivas.

John Lennon hoy.

Lennon, quien el mes pasado cumpliría 73 años de edad, luciría verdaderamente irreconocible, como un señor mayor lleno de arrugas; mientras que su mujer, Yoko Ono todavía sigue con la misma chispa, bailando, haciendo reír, mostrando orgullosa sus 80 años de edad.

Esta foto del "Beatle inteligente" luce mas bien como un profesor de escuela, con su saco y su cuello de tortuga -no una camiseta de New York-. El cabello es la parte más peculiar, un corte nada revolucionario, ni romántico, con señales de calvicie.

Lennon jamás se pondría una ropa como esa, pero está simpático de todas formas.

Elvis Presley hoy.

Por otro lado la foto de Elvis Presley captó perfectamente su sonrisa, aunque con sus 78 años de edad, posiblemente sus dientes no lucirían tan blancos. El famoso cabello del rey del rock, ya canoso, lo conservaría intacto... no se le habría caído ni uno.

Sin embargo, para un hombre que murió a los 42 años de edad de un infarto después de haber engordado tanto, luce demasiado saludable.

(V.Yahoo! Noticias del 27 de noviembre de 2013).


No puedo ni imaginar la cara que pondría mi santa y hoy difunta progenitora, si hubiera alcanzado a enterarse que la muy ilustrada, solvente y decente academia de la lengua oficializó algunos comunes improperios para incorporarlos al idioma pero, definitivamente, no se salvaría de sufrir un súbito y mortal entuerto si conviviera, como venturosamente yo lo hago, con estudiantes universitarios más boquiflojos que una alcantarilla mal puesta y quienes sin pudor no solo enuncian las hoy inocentes "malas palabras", sino cuanta leperada les viene a la mente, sin reparar en el escenario, circunstancia o interlocutor.

En lo particular, creo que no heredé la sensibilidad auditiva de mi madre o ya terminé asumiendo que los tiempos han cambiado y que la libertad prosódica campea a sus anchas por doquier. No negaré que he aprendido mucho de las modernas "hablas" juveniles, porque me han obligado a desarrollar la insospechada habilidad para el ejercicio de la traducción simultánea, pero tampoco voy a soslayar que no son mis orejas, sino la mata capilar completa, la que se me erizó recientemente cuando, en plena y concurrida cafetería universitaria, escuché a una moderna damisela expresarse en los términos altisonantes, soeces y vulgares que ni a un desparpajado rufián le había escuchado y por los que hasta un carretonero pintaría su raya.

Paty Blue
(v.pág.6-A del periódico El Informador del 8 de diciembre de 2013).


Para los que fuimos niños en la década de los 70 (y para los papás... y los papás de los papás de los niños, dijera Cachirulo) ningún placer superaba la felicidad que ocasionaba el "ir a dar la vuelta... al Centro" a fin de admirar la novedosa iluminación que vestía con sus mejores galas nuestra ciudad... además de visitar en la Plaza de la Liberación el "Nacimiento Monumental"... y por último, una visita a los escaparates de la tienda departamental "Sears", entonces en la esquina de las avenidas 16 de Septiembre y Juárez, en donde se exhibían los juguetes de moda, en las consabidas marcas de esa época... "Lily" y "Ledi"... "Mi Alegría" o los trenes y autopistas "Plasti-Marx"... los autos de armar "Revel-Lodela", mezclados con una serie de muñecos en movimiento cual autómatas que nunca hemos vuelto a ver tan sólo en los escaparates de las tiendas más lujosas de París... Las "Posadas" y el Rosario Viviente en el Colegio... y la llegada de la Nochebuena con la cena de Navidad en casa de los abuelos y la pronta ida a la cama a fin de esperar la llegada del "Niño Dios", que ansiosamente esperábamos que nos trajese la retahila de regalos que año con año pediamos aduciendo que "nos habíamos portado de lo más bien y que este año sí que habíamos hecho la tarea"...

El Duque de Tlaquepaque
(v.pág.4-B del periódico El Informador del 21 de diciembre de 2013).


Recuerdo mi infancia en mi natal Sonora y la forma de vida de los niños de hoy no tiene nada que ver con la que tuvimos los niños de la generación de los 50s.

Cuando observo todas las necesidades que hemos creado, la cantidad de productos que hoy consumimos y que los hemos hecho imprescindibles en nuestras vidas, recapacito en la calidad de vida que en la actualidad vivimos.

En mis recuerdos de infancia vienen mis regalos de Navidad, que eran pizarrones con tiza, rompecabezas, canica, patines, pelotas, juegos de té, muñecas para recortar.

Lo importante entonces era el juego, no el juguete. Cómo nos divertíamos con estos sencillos juguetes accesibles y económicos, que nos entretenían por horas y horas.

Cuando observo los juguetes de los niños de hoy, me admira la complejidad y el costo de éstos. Pero más me admira la rapidez en la que los niños están de nuevo aburridos, sin nada qué hacer. Si no están concentrados al grado de zombis en un aparato digital, tienen cara de fastidiados y enojados.

Así, también los adultos hemos convertido el consumismo en una esclavitud. La obsolescencia programada de los aparatos electrónicos y digitales nos ha convertido en seres consumistas y pendientes de la última novedad, en una espiral interminable y adictiva.

Apenas se va uno acostumbrando al nuevo teléfono, cuando ya no carga bien la pila, cuando ya salió el nuevo y así... el cuento de nunca acabar. ¡Y allá vamos a comprarlo! Porque ya nos introdujeron a este juego del consumo. Qué difícil es sustraerse y no caer en la tentación del consumismo.

Y resulta que los lujos a los que aspiraban nuestros ancestros eran comprar un automóvil para la familia, cambiar de muebles, viajar en avión, ir a la universidad, comprar una casa, ¡eran verdaderos lujos!

Y los lujos a los que aspiramos hoy, para nuestros abuelos eran algo natural, tales como: respirar el aire puro y fresco, tomar agua de manantial o agua pura, sin contaminación. Comer comida sana, sin plaguicidas, ni colorantes, ni hormonas artificiales, ni conservadores. Comer pollo sano, porque lo criaban en casa, con maíz. Comer pescado limpio porque los mares no estaban contaminados. La leche era un alimento bueno, ahora nos hace daño por el alimento que le dan a las vacas.

¿Más lujos? Andar en bicicleta sin que nos atropellen; vivir en pueblos pequeños, seguros; hacer caminatas en el entorno de casa; que los niños estudien cerca del hogar, con educación personalizada y con valores; que se coman una zanahoria sin peligro de que el cloro con la que las blanquean los intoxique.

¿Cuánto cuesta, hoy en día, comer sano para prevenir enfermedades? ¡Es un verdadero lujo!

¿Cuánto cuesta aislarnos de la contaminación del aire, del agua, de los alimentos, para sobrevivir más años sin enfermedades letales?

Simplemente, para respirar y comer puro tendríamos que irnos a vivir a ¡otro planeta!

¿Verdad que los lujos han cambiado?

Trinidad Terrazas Gastélum
(v.pág.25 del periódico Milenio Jalisco del 10 de enero de 2014).


Eran los 70s y la mejor manera de entretenerse, después de regresar de la escuela, era saliendo a la calle a jugar. La calle entonces era tan segura como la casa. Sólo veíamos televisión por la tarde, no porque no quisiéramos verla más temprano, sino porque no pasaban caricaturas por la mañana. No había cable, así que la única opción era el canal 5. Don Gato, Ahí viene Cascarrabias, Gasparín, Super Ratón, Los Picapiedra y, contra el maaaaal, La Hormiga Atómica.

Pero entre caricatura y caricatura pasaban algo más que comerciales. La verdad no recuerdo en qué momento comencé a ver al "Tío Gamboín". Supongo (no se lo he preguntado a mi padre) que encendían la tele para entretener al bebé y al bebé le pareció que aquella especie de abuelito bonachón era su pariente. Quizá le llamaba la atención la colorida vestimenta: el saco rojo lleno de figuras. No había forma de no ponerle atención.

Ya más crecidito, en los principios de la primaria, entendí que ese era "El Tío Gamboín" y que para ser su sobrino no bastaba como con los otros tíos, sino que había que enviar una carta para pedirle que nos anotara en su libretota. Y por supuesto que lo hice. Él aparecía en su segmento, entre caricatura y caricatura, para anunciar los nombres de sus nuevos sobrinos. También felicitaba a los que se portaban bien y hacían la tarea.

David Izazaga
(v.pág.8-B del periódico El Informador del 12 de enero de 2014).


Cuando los padres tenían autoridad.


The Sound of Music 45 años después.


Las reuniones con los viejos amigos, son cónclaves sombríos de ancianos, toses, quejumbres y achaques. En ellas, las remembranzas son una pesada carga de melancolía.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 25 de enero de 2014).


Cuando la vida nos concede muchos más ratos para la reflexión y cada vez menos espacios para la acción, con frecuencia me sorprendo descubriendo el universo en una hormiga que baja por el tronco de un árbol o en la hojita que el viento hace rodar de un lado a otro por la banqueta. La verdad y en términos no tan poéticos, lo que me sucede, más bien, es que de repente me quedo como ida, con la mirada fija en el vacío, acaso interrumpida por un cabezazo que me anuncia que me ando adentrando en la antesala del sueño, porque la vigilia sostenida por muchas horas, al igual que una charla de corridito, sin atorarme para rescatar un nombre olvidado, a estas alturas, ya es un lujo que no siempre puedo darme, a menos que me haga desfilar por el cogote un vasto torrente de cafeína o buenas raciones de refresco de cola.

Es en esos estadios entre la realidad y el limbo (señal inequívoca de que la transmisión mental nos anda patinando) que me da por recordar en retrospectiva toda aquella retórica setentera con que definí mi vida, trepada en la cúspide del idealismo juvenil, el espíritu contestatario de las canciones de protesta, los inspirados jirones del diario del Che Guevara y los hitos poéticos de Gibrán Jalil, y tracé planes y consignas para un futuro que veía tan incierto como lejano.

Fue entonces, en mi revolucionaria conciencia que se volvía burguesa con las melodías de los Beatles, que proclamé que me uniría libremente con quien eligiera, sin que mediara documento alguno; que respetaría y alentaría a mis potenciales hijos, si éstos quisieran abrazar la vocación de taqueros, siempre y cuando fueran los mejores en el gremio y que, llegado el entonces muy distante momento de envejecer, lo haría con la majestuosa dignidad de una de esas divas hollywoodenses cuyas canas nunca se ahogaron en tintes, ni permitieron que el bisturí tocara sus ajadas carnes. Empero, sólo por si acaso, me casé por todas las leyes conocidas, casi me infarté cuando mis hijos optaron por la música como carrera y oficio y es hora que no le encuentro lo digno a eso de envejecer, cuantimenos cuando quienes nos rodean, en un desafortunado lance de piedad mal entendida, nos transmiten su mortificación porque todavía nos ven madrugando y trajinando para ir a trabajar, y nos preguntan poniendo cara de angelito de estampita por qué no nos hemos jubilado.

Como bien dijo otro de los asiduos habitantes de mi juvenil acervo, Antonio Machado, cuyos textos musicalizados por Serrat entoné mil veces, "lo nuestro es pasar", pero no me simpatiza que me anden carrereando, ni que me compartan su percepción de que mejor haría yo sentándome al sol en un equipal, con una frazada cubriéndome las piernas y sobándole el lomo a Hortensia y Grizabella, mis apreciadas felinas, mientras veo a las hormigas que descienden por el árbol o a las hojitas rodando por el viento.

Paty Blue
(v.pág.3-A del periódico El Informador del 26 de enero de 2014).


Tres estapa de la vida.


Si usted recuerda cómo y con qué se enseñó a escribir, y a su mente viene el añorado "canutero" con plumilla y tintero, será significativo que sobrepasadas ya 6 décadas de vida, pertenece a las generaciones que en el hoy, no sin cierta sorna, se reconocen como las de "antaño"...

De antaño, que sí, cuando todavía se recibían clases de caligrafía y ortografía. Cuando en los útiles escolares se incluían los trastos de escritura que menciono, y ya con lujo, la bien recordada pluma fuente, pomposamente llamada "estilográfica", en cuyo depósito de bomba se succionaba la tinta para cargarla y plasmar en el papel, no sin cierto cuidado para que el líquido no se expandiera, lo que de hacerse, obligaría al uso del "secante" para no manchar ni mancharse.

Sí, de antaño, cuando apenas se vislumbraba el descubrimiento de la pluma "atómica", que no era otro que el naciente entonces y hoy conocido con el nombre de bolígrafo.

Recuerdos, pues, cuando resulta por demás claro que en el hoy, las computadoras son casi ya un apéndice de nuestro ser, que contrasta en fondo y sentido, al sentido y fondo de la escritura a mano, cuando esta es diversa, de toque individual que marca diferencia a unos de otros.

Soy, reconozco, de la generación de la letra "Palmer", por muchos mejor conocida como "inglesa", que al dominarla por sus elegantes formas y giros para escribirla, llamaban la atención distinguiendo al que la emplea, con la frase que sentir orgullosos nos hacía cuando se nos decía: "Pero qué bonita letra tiene"...

Empero, vendría pues la evolución, perdiéndose la esencia atractiva y estética de la letra cursiva, tan desplazada por la vulgarmente tradicional actual que es la "de molde".

Quienes aprendimos de infantes que la escritura responde a la voz interior de cada quien, reconocíamos que las letras cursivas nos daban emoción al escribirlas, pues exigían componer la frase mentalmente antes de plasmarla revelando personalidad y carácter, requisito que la computadora no sugiere, razón por la que los jóvenes prefieren la homogeneizada letra de imprenta.

Para muchos la escritura a mano tiende a morir porque realizarla "lleva tiempo", reconociéndola en la actualidad casi como un arte perdido.

Perdido arte en la época en que el objetivo es expresar el pensamiento con la mayor rapidez posible, en sacrificio de la artesanía por la eficiencia y... Y la belleza por la velocidad.

Menos mal que aún en el hoy, todavía se firma a mano, aunque vaya usted a saber, por cuánto tiempo más...

Francisco Baruqui
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 17 de febrero de 2014).


Cualquier cosa inventada antes de tu nacimiento es parte de la naturaleza. Cualquier cosa inventada entre tu fecha de nacimiento y tu cumpleaños número 30 es un impresionante avance tecnológico y tú probablemente habrás hecho una carrera con ello. Cualquier cosa inventada después de que cumpliste 30 años es, obviamente, la obra del diabo.

Douglas Adams


El ahorro sistemático, es previsora cordura para no importunar a nadie cuando se aproximen las horas desventuradas de la vejez.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 1o.de marzo de 2014).


El omnipotente PRI de nuestra infancia perdió las elecciones presidenciales del año 2000 (y volvería a perder las del 2006). Y el nacionalismo romo, de disfraces de cartulina y bigotes pintados, se fue diluyendo de la educación. Llegó al gobierno el PAN, de la mano de Vicente Fox, un tipo al que le provocaba escalofríos la sola mención de Juárez, que opinaba que la Revolución no era para tanto y cuyos héroes eran puros "mártires" cristeros.

También cambiaron las ideas dominantes entre los profesores. Las viejas representaciones de batallas y masacres fueron dejadas de lado en muchas escuelas en favor de otro tipo de festivales. Cosas como la Navidad, la llegada de la primavera y hasta el Día del Árbol comenzaron a desplazar a los viejos incidentes épicos. La generación de mis sobrinos usó pocas carrilleras y muchas coronas de flores. En vez de mandar al chiquillo a clases ataviado como un cura Matamoros en miniatura, los padres de familia debieron improvisar trajecitos de abeja, ahuehuete o reno para ponerse al día.

A estas alturas, y aunque el PRI ya regresó al poder, del añejo y acomodaticio nacionalismo escolar queda muy poco. En el festival escolar típico de la generación de mis hijas se bailan canciones de Rihanna y se dan mensajes sobre la diversidad. Y si a los niños les pintan bigotes y patillas de insurgente es sólo para que se parezcan al cantante de The National, cuyas lánguidas piezas han desplazado de escena a los tremebundos acordes de la Marcha de Zacatecas.

Fuimos entrenados para entender la patria como una sucesión de estampitas; ahora lo somos para visualizarla como un lugar donde se puede comprar cappuccino.

Antonio Ortuño
(v.pág.8-B del periódico El Informador del 21 de marzo de 2014).


Una antigua terapia.


Los bienevales y los celulares no son las únicas novedades para los adolescentes de hace 60 años. Otros elementos “supernormales”, como dicen los adolescentes de ahora, eran desconocidos para nosotros: los supermercados o grandes almacenes donde se venden por igual medicinas y licores, camisas y calzones, alimentos, artículos de limpieza, bicicletas y colchones.

El 1er. supermercado, y muy pequeño, del que tengo memoria en Guadalajara se estableció por la avenida Juárez, cerca del templo de El Carmen, hacia 1947. Me llamó la atención ver un lugar donde vendían comestibles envueltos en bolsas cerradas de plástico y de papel. Me impresionó el orden y la limpieza del lugar. Convencí a mi mamá de que lo visitara. Una tarde, mi mamá y mi papá tomaron su gran bolsa de ixtle multicolor y fueron “al mandado” al lugar que tanto les recomendé… No tardaron mucho en regresar, con la bolsa vacía y muy enojados. Mi mamá no se contuvo: “¿qué crees? Todo en bolsas que dizque de un kilo. ¿Cómo sabes que es un kilo, si no viste cómo lo pesaban? Luego no puedes tú tentar el frijol, no sabes cómo está “. Pero lo que más indignaba a mi mamá era que no se podía regatear como en el mercado. “Pos qué modos, te dan un precio y ya”.

Mi mamá vivió los años en que los grandes almacenes comenzaron a borrar las panaderías de barrio con sus maravillas de antes: las chorreadas, las chilindrinas, las trompadas, los calzones, las revolcadas, los cocoles, los enredos, los puerquitos, las semitas, los picones. Recuerdo perfectamente una tarde en que acompañé a mi mamá al Santuario y, al regresar, pasamos por una panadería cercana y compramos una bolsota de pan: 2 piezas por 5 centavos y al final nos dieron “la ganancia y el pilón”, es decir 2 piezas de regalo. Además muchas panaderías entregaban el pan a domicilio: el panadero, en bicicleta, haciendo maravillas de equilibrio, llevaba sobre la cabeza un chiquigüite cubierto con un mantel con el pan recién horneado, y simultáneamente llevaba también una “tijera” de madera sobre la que colocaba el chiquigüite para que la señora o la sirvienta escogiera el pan.

El pan no era lo único que se entregaba a domicilio, también la leche recién ordeñada. Los niños y los adolescentes de antaño bebíamos leche bronca y no sabemos de enfermedades modernas como el rechazo a la lactosa y otros achaques que padecen ahora los jóvenes de sistemas digestivos subdesarrollados. Recuerdo también que en los barrios se anunciaba la leche de burra “para las mujeres que están criando”. No olvido los carritos que vendían camote y calabaza tatemada: se anunciaban con una especie de silbato muy peculiar.

En mi infancia y adolescencia nunca comí carne congelada: todo era fresco. La modernidad actual de comer pollo y chicharrones importados era algo desconocido. Existían los mercados y los tendajones de barrio donde se compraban verduras y legumbres frescas de las huertas que rodeaban la ciudad. Todo esto también lo ofrecían las “marchantas” que iban de casa en casa ofreciendo, además fruta de la estación: naranjas, mandarinas, mangos y ciruelas de la barranca, chicozapotes, y en mayo las delicias únicas de las pitayas de vivos colores y sabores únicos. Los tejocotes y las guámaras eran satanizadas por las mamás por sus efectos digestivos. Los tendajones o tienditas de la esquina tenían sus listas de deudores y de encargos: eran parte de la familia.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y catedrático de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.18 del periódico Milenio Jalisco del 25 de abril de 2014).

No sólo jamás estuve cerca de ser arrollado por un automóvil sino que recuerdo específicamente haber jugado largos partidos de futbol en todas las modalidades posibles (gol gana, penalitas locas, portero ambulante y chuladas del estilo) sin que fuéramos, mis compañeros de partido y yo, más que muy ocasionalmente molestados por el paso de los vehículos. La mayor parte de las personas se estacionaban en la cochera de su casa y sólo los visitantes se quedaban afuera (hablo de generalidades, porque seguramente habrá quien careciera no sólo de sitio para dejar el coche sino del coche mismo, aunque la ciudad era más caminable entonces y el transporte público servía para irse defendiendo, aunque también recuerdo que desde entonces la gente se quejaba de malos tratos, apelotonamiento en los pasillos y salvajadas de los choferes; no era raro, de hecho, ver racimos de pasajeros colgar del estribo de los autobuses en las llamadas “horas pico”).

La primera señal de que algo estaba por cambiar la tuvimos el día en que una pickup del tamaño de un vagón del ferrocarril apareció justo en la servidumbre frente a casa. Los vecinos le habían comprado ese mastodonte a su retoño, que estudiaba agronomía, y no hubo cupo en su cochera para albergarlo. Hubo que irse a jugar más allá. A partir de ese día, como si brotaran honguitos a la llegada del sol y tras una tormenta, el mal se extendió por toda la calle. Los ricos le compraban a su esposa una de esas protocamionetas con los costados revestidos de falsa madera; los que menos recursos tenían, agregaban algún vehículo de trabajo (un camioncito de redilas, una rambler repleta de cajas de cartón e incluso un taxi) al propio. Ya para entonces, jugar en la calle obligaba a hacer más piruetas que un jugador brasileño y uno debía especializarse en salvar y desatorar los balones que terminaban por rodar debajo de los autos.

Un par de años después, la inundación de automóviles ya había provocado que cualquier posible partido callejero tuviera, por necesidad, más pausas que un juego de futbol americano televisado. Alguien llegaba a su domicilio, alguien salía de él, alguien más se limitaba a pasar, con el mofle retumbando como una cañonera, y era necesario detener el balón y hacerse a un lado, así estuviera uno a punto de meter el gol del desempate, para que no se lo llevaran por delante.

Hoy día, caminar por la ciudad se ha vuelto un deporte de alto riesgo. La plaga motorizada ha triunfado.

Antonio Ortuño
(v.pág.6-B del periódico El Informador del 11 de mayo de 2014).

Estudié en escuelas públicas. En ese tiempo era posible la educación en el aula del estado y competir, si fuera necesario, con posibilidades de triunfo, ante alumnos de escuelas privadas. Mi maestra Eustolia me vio llegar al salón de 3o. y de 5o. con mis útiles, así se les decía a los cuadernos, libros, reglas, dentro de una mochila que olía a boñiga de vaca. Yo insistía en dejar la mochila en casa para que se oreara y perdiera el olor a mierda, pero una orden fulminante me obligó a llevarla desde el primer día de clases a la escuela. Ya he contado el apotegma que regía el sistema educativo de Eustolia:

-El que quiera estudiar que estudie, y el que no, no.

Eustolia estaba armada para enseñar la lógica, pero solamente enseñaba a sumar, restar, dividir, leer, geografía, civismo y deportes. Pico della Mirandola la habría admirado. Era gorda, bragada, y controlaba al salón como si fuera toda ella una Procuraduría General de la República.

-Hernández, pase al pizarrón y resuelva el problema- decía Eustolia no sin cierta sonrisa sardónica.

Hernández no sabía nada. Entonces la maestra pedía 2 mochilas, una de ellas la mía, que olía a caca, y le pedía a Hernández que las cargara el resto del día. Un castigo ejemplar por la ignorancia de las peras y las manzanas. Eustolia era inexorable. Aún no llegábamos a ese momento de los valores democráticos en el cual los alumnos torturan a los maestros y los amenazan con llevarlos al Consejo Nacional para la Prevención de la Discriminación si los reprueban.

El egoísmo era el peor enemigo de Hernández. En el recreo compraba bolsas de harina blanca en forma de charritos y papas y las atesoraba como un avaro en un rincón del patio escolar. Los compañeros de clase le pedíamos trozos pequeños de chicharrones Cazares, un manjar, y Hernández escupía sobre sus chicharrones. Nadie quería comer chicharrón con flema de Hernández como si fuera el dip de la botana. Pinche Hernández.

En 6o. año, Lázaro recibió a un grupo de niños en pubertad, un escándalo. Lázaro sabía cosas y algo más, siempre traía con él una novela. Fue la primera vez que vi un ejemplar de La región más transparente de Fuentes. Gumaro fumó un mediodía en el baño. Lázaro lo descubrió, le quitó una cajetilla de cigarros Impala al tiempo que le recetaba un zape de padre y señor nuestro en la cabeza. Gumaro, expulsado, adiós a Gumaro. Cuidado con Lázaro.

La última vez que fui al baño de la escuela José Mariano Fernández de Lara, yo tenía 8 años. En 6o. de primaria decidí que no volvería nunca más. Gumaro torturaba a los más débiles. Bullying sería una palabra suave para contar lo que contaban que ocurría en los baños. Nunca quise averiguarlo de cuerpo presente. A Nava le habían quitado los pantalones, a Souza le rompieron la nariz de un botellazo, a Hernández le quitaron toda la harina blanca que llevaba consigo. Dos niños cuyo nombre guardaré en mi memoria fueron descubiertos en actos sexuales que les costaron apodos terribles, lo menos que les dijeron fue que les gustaba el caldo de oso.

-Ahí vienen los ositos, péguense a la pared- estoy oyendo la denuncia.

Delfina lograba un silencio absoluto en el salón de clases. Traía una vara de membrillo, así le decían. Delfina tenía el don de la ubicuidad. Si te sorprendía hablando en clase, aparecía como un fantasma y de inmediato sonaba un varazo que rompía el aire y terminaba en la espalda; si te quejabas, dos. No quiero hacer el elogio de la violencia como método educativo, pero con Delfina aprendimos de memoria las reglas de ortografía, nunca las olvidé: palabra grave terminada en ene, ese o vocal, no se acentúa. Todavía, cuando cometo una falta ortográfica, pienso que Delfina me dará un varazo de antología.

Si recuerdo esos años no puedo sino parafrasear a Albert Camus y escribir que las grandes lecciones de moral las recibí en una escuela pública, en el salón de clases, en el patio y en el temible baño escolar. Pinche Hernández, escupía sus chicharrones.

Rafael Pérez Gay
(v.pág.17 del periódico Milenio Jalisco del 16 de mayo de 2014).

Ya no tengo paciencia para algunas cosas, no porque me haya vuelto arrogante, sino simplemente porque llegué a un punto de mi vida en que no me apetece perder más tiempo con aquello que me desagrada o hiere. No tengo paciencia para el cinismo, críticas en exceso y exigencias de cualquier naturaleza. Perdí la voluntad de agradar a quien no agrado, de amar a quien no me ama y de sonreír para quien no quiere sonreírme. Ya no dedico un minuto a quien miente o quiere manipular. Decidí no convivir más con la pretensión, hipocresía, deshonestidad y elogios baratos. No consigo tolerar la erudición selectiva y la altivez académica. No me ajusto más con la barriada o el chusmerío. No soporto conflictos y comparaciones. Creo en un mundo de opuestos y por eso evito personas de carácter rígido e inflexible. En la amistad me desagrada la falta de lealtad y la traición. No me llevo nada bien con quien no sabe elogiar o incentivar. Las exageraciones me aburren y tengo dificultad en aceptar a quien no gusta de los animales. Y encima de todo ya no tengo paciencia ninguna para quien no merece mi paciencia.

Meryl Streep
(circulando por Facebook el 10 de julio de 2014).
Lo que antaño hubiéramos considerado “hechizo” o “chafa”, hoy en día pasa por ser la más alta calidad (si es que ésta aún existe)… Un mundo de plástico y prefabricado se basa más en la imagen y comercialización que en la calidad o en la utilidad que esto pueda tener para el o los clientes… Para no ir más lejos, los que fuimos niños entre los años sesenta y los setenta aún utilizamos una expresión como la de “Hummm, esto parece como del País de Magusín”… para dar a entender algo que es más “chafa”de lo ordinario en un mundo actual donde casi todo es “chafísima”. Pues bien, EL PAÍS DE MAGUSÍN fue un buen intento de crear por vez primera en nuestro país un parque temático como lo venía siendo desde 1955 DISNEYLANDIA en Los Ángeles, California… 10 años más tarde a un inversionista tapatío se le ocurre abrir y crear una especie de Disneylandia con recursos obviamente mucho más limitados que el mundo creado por Disney y sin tener personajes de cómics que avalaran dicho magno proyecto… Ubicado en la parte que da acceso a una Unidad Administrativa en Las Águilas y en lo que hoy es un horroroso super mercado… La idea, proyecto o cómo se llame, tuvo buen arranque, pero comparado a Disneylandia nada tenía qué hacer… A los pocos años cerró el parque y todo lo construído (incluida una estación de tren) se vino abajo como si de cartón se tratara… nada era de cartón entonces como actualmente casi todo lo es… pero en la leyenda urbana —o cómo se le quiera poner— acabamos llamándole a todo lo “chafa” como procedente del ¡PAÍS DE MAGUSÍN! ¡Cuánto nos faltaba por ver… si hoy en día todo, absolutamente todo (politicos included) parecen proceder de ese mítico país del nunca jamás! En fin… por vacaciones de verano, ¿los enanos de esa época qué hacíamos? Tele, sí, pero con horarios impuestos por los papás de los niños… con programas como Niñerías Hemostyl con EVITA MUÑIZ… Torneo Wearever SaberLos TrocacallesEl Club de Mickey MouseLos Locos Adams… desde luego el famosísimo Teatro Fantástico con CACHIRULO… Canal 4 y canal 6 se dividían la nutrida audiencia todas las tardes con programación, en su mayoría local, hecha en Guadalajara para tapatíos, y desde luego los programas americanos o series entonces de moda, como Dr. Kildare o La Caldera del Diablo, más orientadas a un público joven o adulto… También destacaban TV Musical Ossart… que devino en Orfeón A-GO-GO, todos los viernes a las 07:00 pm… con la música de moda y chicas enjauladas bailando los últimos pasos del surf o del jerk, música que se escuchaba a todas horas en Canal 58… sintonizada por niños y jóvenes en los famosos radiotransistores… para hacer menos largas las horas de tedio se jugaba en la calle con los vecinos (aunque hubiera jardín en casa, la convivencia era en la calle) al “Burro” o “Bebeleche”… al balero… a la resortera… canicas… escondidas, la “tráis” o encantados… los papás compraban libros de iluminar para tener dizque entretenidos a los enanos con restos de los lapices de color “Jungla” del recién terminado año escolar… “Si te portas bien, te compro tus Prismacolor a la entrada de clases”, sentenciaban los papás a los pequeños… y que no eran más que una enorme selección de colores en forma de lapices que venían en una enorme caja y que muy pocos podían llegar a tener… las niñas con sus Barbies o Señorita Lily… que la firma nacional LILY/LEDY sacó al mercado copiando a la famosísima Barbie… o con sus muñecas “caminadoras”… sus juegos de té… Nevera Mágica… Hornito Mágico… y lo más mágico de todo es que al segundo o tercer día ninguno de estos juguetes funcionaba, pero se seguían usando y entreteniendo a las niñas; por su parte los ninos… a su vez con los Excalectrix… los autos de armar Revell-Lodela… las autopistas Ledy… los trenecitos… los autos de friccion… los juegos de química MI ALEGRÍA, que hoy seguramente serían prohibidísimos por las sustancias que contenían… sin embargo, no se recuerdan accidentes de ninguna naturaleza… un día, allá por 1966, salió la patineta Sky-Ski… que todos los niños codiciábamos tener, pero que entonces sí era un juguete peligroso para aquel que no lo supiera usar… por la misma época o año se abrió la PISTA de HIELO Guadalajara con grupos de moda tocando baladas traducidas del inglés al español, del tipo de “vete de aquí perro lanudo… déjame en paz a solas con mi novia…”, mientras niños y jóvenes daban vueltas interminables en la enorme y gélida pista de Avenida México… tardes de cine en el “Reforma” con programaciones tales como 3 películas de MARISOL… o 3 de JOSELITO… estrenos de cintas de WALT DISNEY… allí mismo las consabidas matinés dominicales… y tantas y tantas cosas que nos hacen de pronto pensar en ¿qué carajos hemos hecho con nuestra ciudad? El Parque Revolución era una inmensa sombra de follaje y verdor, y no había una sola basura en el piso… y lo más importante… los niños gozabamos a nuestras anchas la ciudad… sin nanas o con ellas… las escapadas eran a discreción por el centro de la ciudad y por Avenida Lafayette, sin que nadie se escandalizara ni hubiera jamás asunto que lamentar… ¿Dónde quedó todo esto?

El Duque de Tlaquepaque
(v.pág.5-B del periódico El Informador del 19 de julio de 2014).


Ahora que estamos un poco más viejos tenemos la impresión de que vivimos en paquetes que se cuentan por décadas y no como cuando éramos jóvenes que lo vivíamos por meses o días.

Ahora cuando les preguntamos ¿hace cuánto que no nos vemos? ¡Zas!, resulta que nos dicen que fue hace 20 años! o ¿te acuerdas cuando estuvimos en Londres? ¡Órale…, fue hace 12 años! o como les preguntamos una pareja de amigos: ¿cuántos años llevan viviendo juntos? y la respuesta en coro fue "¡hace 10 años!" y, así, todo lo medimos por décadas.

Martín Casillas de Alba
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 9 de agosto de 2014).

La semana pasada compré un producto que costó $158. Le di a la cajera $200 y busqué en el bolsillo $8 para evitar recibir más monedas. La cajera tomó el dinero y se quedó mirando la máquina registradora, aparentemente sin saber qué hacer.

Intenté explicarle que ella tenía que darme $50 de cambio, pero ella no se convenció y llamó al gerente para que la ayudara. Tenía lágrimas en sus ojos mientras que el gerente intentaba explicarle y ella aparentemente continuaba sin entender.

Me di cuenta de la evolución de la enseñanza desde 1950 y de las condiciones actuales que se manejan en muchas escuelas, tanto en el ámbito académico como en el trato a los alumnos, (ahora los mocosos, aparte de inoperantes son "intocables", aportando las instituciones educativas generaciones déspotas y nefastas a la sociedad).

Vean cómo fue el cambio en el área matemática, las preguntas eran así:

1. Enseñanza de matemáticas en 1950:
Un cortador de leña vende un carro de leña por $ 100.00. El costo de producción de ese carro de leña es igual a 4/5 del precio de la venta. ¿Cuál es la ganancia?
2. Enseñanza de matemáticas en 1970:
Un cortador de leña vende un carro de leña por $ 100.00. El costo de producción de ese carro de leña es igual al 80% del precio de la venta. ¿Cuál es la ganancia?
3. Enseñanza de matemáticas en 1980:
Un cortador de leña vende un carro de leña por $ 100.00. El costo de producción de ese carro de leña es de $ 80.00. ¿Cuál es la ganancia?
4. Enseñanza de matemáticas en 1990:
Un cortador de leña vende un carro de leña por $ 100.00. El costo de producción de ese carro de leña es de $ 80.00. Escoja la respuesta correcta que indica la ganancia:
( ) $ 20.00 ( ) $40.00 ( ) $60.00 ( ) $80.00 ( ) $100.00
5. Enseñanza de matemáticas en 2000:
Un cortador de leña vende un carro de leña por $ 100.00. El costo de producción de ese carro de leña es de $ 80.00. La ganancia es de $ 20.00.
¿Es correcto? ( ) Sí ( ) No
6. Enseñanza de matemáticas en 2010:
Un cortador de leña vende un carro de leña por $ 100.00. El costo de producción de ese carro de leña es de $ 80.00. Si Ud. sabe leer coloque una X en los $ 20.00 que representan la ganancia.
( ) $ 20.00 ( ) $40.00 ( ) $60.00 ( ) $80.00 ( ) $100.00
7. Educacion por competencias:
Un cortador de leña vende un carro de leña por $ 100.00. El costo de producción de ese carro de leña es de $ 80.00. Reúnanse en equipos de 4 para decidir:
a) El nombre del cortador de leña. (Español)
b) Dibujen al hombre cortando la leña. (Artísticas)
c) Hagan la siguiente operacion 100-80=veint_. (Matemáticas)
d) ¿Hace bien el hombre en cortar la leña? (Ética)
8. Evaluación final
Si el alumno o alumna no pudo o no quiso realizar las actividades del punto anterior considerar: asistencia, zapatos, peinado, uniforme, carpeta (no importa si sólo trae la carpeta, sin apuntes). ¡No se te ocurra reprobarlo!, porque ahora sí vas a conocer a su papá y/o a su mamá, a derechos humanos y hasta al periodista que te retratará por ser un maestro injusto.

(En Facebook el 20 de agosto de 2014).


Nos imaginábamos a nosotros mismos como aquellos que habrían de cambiar al mundo. Imaginábamos un futuro luminoso lleno de aventuras, donde saltara la pasión como un conejo a la vuelta de cada nueva esquina.

Hacíamos ladrillos imaginarios para construir la casa donde habitara algún día el hombre nuevo.

Éramos sin duda muy jóvenes, un poco ingenuos, muy echados para adelante. Creíamos firmemente en la amistad, la solidaridad, la revolución que tendría que venir del pensamiento. Usábamos palabras poderosas y despreciábamos el canon, lo establecido, la sociedad de consumo.

Nos llevábamos de a cuartos con Janis, con Hendrix, con Mick. Teníamos de nuestro lado la espada de Sandokan, los fragmentos de un discurso amoroso, los cañones que suenan al final de la 1812, el poema 20, a los hermanos Marx (sobre todo, Groucho y Carlos), una guitarra que disparaba sueños, las barricadas de París, la Plaza de las Tres Culturas y unos zapatos que lo aguantaban todo.

Y en el camino se nos fueron acumulando las obligaciones, las deudas, los hijos, los contratos, el día a día, el despertador, la despensa y otras maldiciones varias.

Benito Taibo
(v.pág.5-B del periódico El Informador del 24 de septiembre de 2014).

"Soy marxista por parte de Groucho", solía decir un amigo. Por mi parte, me declaro plastimarxista. Es decir, soy uno de aquellos que crecieron con juguetes producidos por la marca mexicana Plastimarx entre 1957 y 1979 (estas precisiones no las sé por haber hecho profundas investigaciones sino porque las leo ahora mismo en el Dios Google).

La marca existe aún, como propiedad de una fábrica en Puebla, pero nunca alcanzará el peso cultural que tuvo en aquella época (y es que las empresas gringas, a las que se les compraban las licencias entonces, ahora venden directamente sus monos en el país).

Plastimarx tenía entre sus colecciones a varios de los héroes de mi infancia: el Capitán América, Iron Man, el Llanero Solitario, Spiderman. También a monstruos distinguidos, como los de la serie de homenaje al estudio de cine Universal. Tuve por años a uno de ellos: La Criatura de la Laguna Negra, una mezcla de pescado, reptil y amenazante fanático de los Pumas vaciada en plástico de color morado y que, aunque no tenía articulaciones, se las arregló para noquear a los ídolos de mi colección con sus patotas palmípedas.

Criatura de la Laguna Negra.

La era de Plastimarx (y su competidora, Cipsa, que comercializaba los Kid Acero y los muñecos de El Planeta de los Simios) terminó a principio de los 80 y dio paso a marcas como Lily Ledy y Ensueño, y a juguetes más complicados, con más articulaciones y ropita y que hacían ruidos y hasta volaban.

El mundo podrá haber elegido esos cacharros con luces que nos controlan pero siempre nos quedará La Criatura de la Laguna Negra como una honorable memoria de libertad.

Antonio Ortuño
(v.pág.3-B del periódico El Informador del 28 de septiembre de 2014).

-No encuentro mis lentes, los dejé aquí y desaparecieron- me oigo decir con frecuencia de escalofrío.

Antes de romper en 5 pedazos la paciencia de mi hijo, él me dice, no sin melancolía: -Los traes puestos.

Entonces me encierro en mi cuarto tragándome a dentelladas toda la ira del Rey Lear. Walter Benjamin estaba convencido de la existencia de un jorobadito que le jugaba bromas, le escondía objetos, provocaba erratas en sus textos. Lo persiguió toda su vida sin suerte, nunca lo alcanzó. Me he persuadido de que en la casa de usted habita un pelotón de jorobaditos.

Llevo 7 años, 4 meses y 8 días sin fumar. Los últimos encuentros con el cigarrillo fueron un tormento. Perdí varias cajetillas con sus respectivos encendedores. Las di por desaparecidas, les puse epitafio y toda la cosa. La otra noche, sin razón alguna, metí la mano debajo del colchón de la cama y encontré una de esas cajetillas de cigarrillos con un encendedor rojo. Así es la vida, se sabe, te entrega tarde todo, cuando ya no importa y te has mudado del caserón abandonado del viejo deseo.

No fumo, pero uso lentes oscuros. Sé lo que piensan armados de poesía: éste es un mamón. Puede ser, pero les recuerdo que me operaron de cataratas en ambos ojos y el oftalmólogo ha recetado lentes oscuros pues la luz entra como un río de luces indomables al cerebro.

-Perdí mis lentes oscuros- se oyó un genuino grito desesperado.

Ustedes no tendrían por qué saberlo, pero se trata de unos Ray-Ban auténticos, como diría mi padre. Los lentes de estas gafas de sol poseen una elevada precisión óptica y son resistentes a los impactos de los rayos UV. Se han ido para siempre, pensé, me entregué a la melancolía y renuncié a la búsqueda.

A la mañana siguiente, sobre la superficie de una mesa de la sala, mis lentes Ray-Ban me miraban. Pregunto: ¿no hay algo raro en todo esto? Quizás una presencia, alguien que se manifiesta de esta forma y pretende enviarme mensajes del más allá.

-Aquí dejé las llaves del coche y el iPad, pero han desaparecido inopinadamente- me gusta decir inopinadamente, cada vez que puedo traigo la palabra a mi vida.

Primeras detenciones. Rosita, nuestra trabajadora de toda la vida, no puede ver algo sin moverlo de lugar, posee una pasión por los movimientos indeseados, las migraciones injustas, las fronteras de humo.

-No los he visto- me dice -para nada.

Recorro las habitaciones, entro a la cocina, salgo de la cocina, entro al baño, salgo del baño. Nada. Abro el refrigerador, cierro el refrigerador. Se sabe de personas que han guardado en el refri objetos que no pertenecen al frío y no necesariamente han terminado en el manicomio. Nada. De pronto, ante mis ojos, como si aparecieran detrás de un telón que existe solo para mis ojos, las llaves y el iPad. Pinche jorobado, pienso.

De los libros que aparecen y desparecen cuando les da la gana podría escribir un texto largo, una crónica de la desgracia. Cuando le preguntaban a Monsiváis cómo hacía par encontrar un libro en su biblioteca, él respondía que lo mandaba comprar. Así lo he hecho varias veces. No falla: quien necesite un libro de sus libreros, no lo encontrará nunca.

He intentado engañar al jorobado, o al fantasma, o al destino oscuro de los objetos. Pienso en un libro, pero declaro la necesidad de otro muy distinto. Entonces desaparece el libro mencionado y el libro verdadero cuyo título retengo en mi mente no se mueve de su lugar. Un método complicado si usted quiere, pero efectivo.

A veces creo que voy a volverme loco. Pinche jorobado.

Rafael Pérez Gay
(v.pág.19 del periódico Milenio Jalisco del 3 de octubre de 2014).

Deleites que vendían a la salida del Expiatorio y que nunca más volví a encontrar en ningún otro sitio.

Los dulcecillos de marras eran algo así como unos trocitos cilíndricos, de color amarillito, envueltos en celofán, y también había unas bolitas que les llamaban de leche quemada y otras más en color rojo que, dado que traía incrustados algunos pedazos de cáscara, nunca dudé que fueran de tamarindo, aún cuando más bien me sabían a canela. Años después, alguien me informó que estaban hechos con miel, pero de lo único que puedo dejar constancia es de que su dureza daba para bailotearlos entre la lengua por un buen rato.

Ciertamente, ya no estoy para excesos, pero con lo golosa que soy y lo antojadiza que me he vuelto, me siento dispuesta a ofrecer una jugosa recompensa (como, digamos, mi gratitud eterna) a quien me pudiera dar razón, por ejemplo, si existe todavía y anda por las calles algún vendedor de turrón, como aquél que de tarde en tarde deambulaba por el barrio, cargando un tablón coronado con un sólido amasijo, ora rosa, ora amarillo, y que con sorprendente agilidad colocaba sobre unas patas de tijera, para cortarlo en raciones de a diez o veinte, por medio de un certero machetazo. Luego, lo colocaba sobre un papel de estraza y lo rociaba con abundante limón que, si no era cabalmente absorbido por el papel, escurría por el brazo del glotón en turno que lo recuperaba a lengüetazos, ¡mmmm...!

Tal vez muy pocos (cada vez menos) compartan el gozoso recuerdo de los mazapanes envueltos en estaños multicolores que luego alisábamos e insertábamos en los libros de texto; de los cucuruchos con pingüicas enmieladas, de las paletas Mimí o los chicles Yucatán; de los toficos de cajeta y las cocadas tricolores; de las buenas jericallas en tazas desorejadas, pero sin vainilla y sin refrigerar; de los pirulís rojos, los chocolatines con figuras de animales y los chicles de bola; de las peligrosísimas cerbatanas de vidrio rellenas con grajeas de tres colores y las llamadas varitas, de manzana o tejocotes, tan prohibidas para mí porque, según mamá, estaban todas polveadas y mosqueadas. En ese dulce mundo crecí y sobreviví sin Hersheys, Braches, Wrigleys y M&Ms.

Paty Blue
(v.pág.11-A del periódico El Informador del 5 de octubre de 2014).
Rolling Stones originales.

Rolling Stones actuales.


La vejez llega cuando no te importa a dónde vaya tu esposo, siempre y cuando no tengas que ir con él.

Anónimo
(v.pág.140 de la revista Selecciones de diciembre de 2014).

La vetustez no me empuja todavía a la desfachatez de afirmar que tiempos pasados fueron mejores, pero sí tengo la certeza de que me concedieron la oportunidad de explotar al máximo esa feliz inconsciencia de la niñez en la que las tareas escolares eran la única tregua forzada que interrumpía la diversión de aquellas imborrables tardes que convertían la calle en el escenario inmejorable para jugar a la tráis, los encantados, el stop y el bebeleche dibujado sobre el arroyo por el que llegaban a circular muy pocos carros y nos garantizaban, entre muchas otras ventajas, la posibilidad de ir arriesgando el ojo con algún mocoso de buen ver, sin el riesgo de que nos tacharan de casquivanas prematuras.

Luego, al interior de una casa desprovista de televisión, porque los dineros familiares no daban para costear semejante lujo, se desataban las feroces y divertidas contiendas fraternales en los terrenos del turista, el parchís o las barajas para ejercitar los buenos reflejos en el manotazo. Y si no había quórum para tales efectos, siempre quedaba el solitario recurso de la matatena, de los cuadernos para colorear o de tirarse en el piso para releer cuentos, hasta que los codos se entumían o la panza se nos enfriaba.

El Parque Morelos, el de la Revolución y el que cerraba la otrora llamada Lafayette fueron testigos de mis ocios infantiles al aire libre, así como de mi incipiente y torpe aprendizaje para andar en bicicleta; en sus arriates y batientes pesqué cientos de mariquitas y despanzurré otras tantas hormigas; de sus árboles y matorrales surtí mi colección de hojas y flores que me mancharon libros y cuadernos.

Una infancia así se la desearía a cualquiera.

Paty Blue
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 7 de diciembre de 2014).
Cuando los padres tenían autoridad.


Se dice que los nacidos entre 1963 y 1976 pertenecen a la "Generación X" y son aquellos que han vivido de todo; es decir, las transiciones más importantes en el mundo: han transitado de la televisión en blanco y negro a la de color, han disfrutado de los juegos tradicionales -canicas, cuerda, yoyo, trompo- y han sido de los primeros en hacer uso de la tecnología recreativa -desde el Atari, hasta el Xbox One, PlayStation 4 o Wii U-. Esta generación se vio afectada por el bombardeo del consumismo de los años 80 y principios de los 90, la manipulación del sistema político, la llegada de Internet, cambios históricos como la caída del muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría, la aparición del sida entre muchos acontecimientos.

La generación X también se ha denominado "Generación Perdida" o "Generación de la apatía".

El término "Generación Y" se utilizó por 1a. vez en la editorial de agosto de 1993 de la revista "Ad Age" para describir a los adolescentes de aquella época nacidos a partir del año 1976.

El sociólogo estadounidense Kathleen Shaputis había etiquetado milenarios como el bumerang generacional o "Generación Peter Pan", debido a que percibe la tendencia para retrasar algunos ritos en la edad adulta por periodos más largos que las generaciones antes que ellos.

Algunos han argumentado que la "Generación Y" ha trascendido las batallas ideológicas engendradas por la contracultura de la década de los 60.

(V.pág.1-B del periódico El Informador del 25 de enero de 2015).

De niño jugué muchas veces en casas a medio construir, entre montones de arena, escombro, varillas oxidadas y tabiques sin colocar. Aunque alguna vez fui correteado por uno de esos perros con que ciertos alarifes trataban de espantar a los intrusos, en general tengo la impresión de que era cosa más o menos común usar las obras como campo de recreo. No recuerdo que nos atrajera, a mis amigos y a mí, la posibilidad de robarnos un taladro o el alambre de cobre, sino el magnetismo de un lugar con altozanos y zanjas para esconderse y piedras para arrojarse a la cabeza. Quizá eran tiempos más ingenuos.

Recientemente, un hermano y un par de amigos han emprendido trabajos mayores en sus propiedades: dos edificaciones y una remodelación a fondo. A ninguno se le hubiera ocurrido dejar abierta la obra para que entraran curiosos (y mucho menos niños, porque se les llega a accidentar uno y les cae encima una clausura y una demanda de responsabilidad civil que ahí los hallan). Incluso con malla ciclónica, candados, y velador, todos sufrieron hurtos de material y herramienta y tuvieron que superar incluso alguna tentativa de incendio.

Una rápida encuesta entre conocidos me da los datos (sólo lateralmente científicos, si se quiere) de que pocos de sus hijos juegan en la calle, salvo en los llamados cotos. Y muchos menos son los que se cuelan a jugar a construcciones: la posibilidad de que se les entierre un clavo en el pie o les peguen una pedrada les parece a mis conocidos sencillamente inaceptable. Insisto: quizá vivimos tiempos cándidos y no lo sabíamos. O quizá los niños, como generalmente ha sucedido en el mundo, les cuentan a sus padres menos de la mitad de lo que realmente hacen. Aunque me queda claro que la vigilancia es más estrecha que en mi infancia.

En mi calle no juega un solo niño (puede argüirse que vivo en un área "envejecida", por céntrica, y los menores de edad, que los hay por miles, son más visibles en múltiples zonas de Zapopan o Tlajomulco). Por lo tanto, no me ha tocado contemplar de primera mano actividades como las que solían darse en mis tiempos, que a estas alturas suenan un tanto absurdas. Como, por ejemplo, un torneo callejero de presuntas "artes marciales" en el que participamos todos los de la cuadra, inspirados por el éxito del abominable Karate Kid, y en el cual a mi amigo Héctor le tiraron dos dientes de una patada. Tampoco he visto, y menos mal, escenas clásicas y deplorables, como la del niño que le levanta las faldas a una niña y el subsecuente bofetón. ¿Se trata de costumbres que cambiaron o de que el punto de vista enmohece, con la edad, y uno deja de percibir a los niños como los seres complejos que son y trata de asimilarlos a sus propios recuerdos (falseados por los años)?

A la vuelta de casa hay una obra. No tiene velador ni perro: no hay niños jugando guerritas en sus trincheras. La guerra, la de verdad, salió a las calles.

Antonio Ortuño
(v.pág.6-B del periódico El Informador del 8 de febrero de 2015).

Con los avances de la ciencia se ha aumentado el promedio de vida, nos morimos cada vez más mayores, pero conforme envejecemos aparecen degeneraciones que tienen que ver con lo físico, con lo mental y con la conciencia de lo que nos está pasando.

No es enfermedad y por tanto no tiene cura. Es un proceso degenerativo tanto exterior como interior. La misma dificultad que vemos para moverse existe también para procesar la información. Cada día más torpe.

Hay zonas de conciencia terribles cuando los ancianos aún registran su deterioro, se dan cuenta, y no pueden hacer nada. Se desesperan. Se enojan.

Pero eso también llega a irse, porque la conciencia se va acotando y entran lentamente en el terreno de sólo emociones, como niños.

Hay especialistas para manejar el deterioro físico (geriatras) y el mental (psicogeriatras); los demás médicos bien poco pueden hacer porque tratan las enfermedades asociadas con la vejez, pero en su mayoría no se trata de males curables.

Lo que se debe hacer es tratar de ayudar a la persona, y a quienes estamos cerca, a vivir lo mejor posible el mucho o poco tiempo que les queda. Nada más.

Pablo Latapí
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 5 de marzo de 2015).

El hombre que a los 50 años ve el mundo como lo veía a los 20 ha desperdiciado 30 años de su vida.

Mohamed Alí (Cassius Clay)

Parece que la modernidad ha decidido que la vida rompa aquel viejo principio que afirmaba que debíamos "nacer, crecer, reproducirnos y morir". Hay grandes avances médicos que han hecho que la juventud parezca haberse prolongado y por consiguiente la edad adulta parece hacerse más larga, si usted lo recuerda antes un hombre de 60 y tantos años era comúnmente considerado como un anciano, actualmente lo es también salvo en su propio criterio en que él mismo se considerará como adulto mayor, lo que dicho de otra manera será lo mismo, sobre todo en la forma de caminar que en eso no engañamos al tiempo.

Este fenómeno puede deberse a que hay la creencia de que existe un tipo de prevención consistente en que se visite una vez al año a toda la fauna médica, con lo que cuando menos los galenos aseguran su propia subsistencia al tener a una multitud de consultantes que buscan prevenir las enfermedades que de todos modos te van a llegar, aunque debo reconocer que hay muchas personas que mueren en perfecto estado de salud, sin enfermedad alguna, simplemente se mueren.

Para abrir hambre y para realizar la 2a. visita anual al médico, porque en la 1a. te ordenan hacerte algunos exámenes de laboratorio correspondientes, a los que deberás acudir en ayunas, lo que no es agradable ya que según decía un comercial "el hambre mata la inteligencia"; pero con el temor natural esperas después de pasar por la caja a dejar tus ahorros que te saquen sangre, lo que si bien no resulta demasiado molesto suele hacer que usted se pregunte para qué necesitan tantos fluidos sanguíneos y de otros tipos. El asunto resulta complicado para los legos entender el lenguaje técnico de los galenos además que si usted pertenece al FBI (fuerzas básicas del Insen) sabe que si le busca va a encontrar algo que ande mal.

El estudio de los resultados es de causar temor que mientras se analiza,se descubre que la globalina periaxial muestra un alza considerable aunque no debe ser motivo de preocupación salvo que se encuentre relacionada con una baja en los nervios periformes inferiores en cuyo caso usted deberá eliminar de su dieta cualquier producto que pueda contener grasas, lo cual no le debe importar si usted decide una ingesta de calabacitas y zanahorias cocidas, desde luego con poca sal, excelentes para la ingesta de beta caroteno y eliminar los radicales libres que deben ser malísimos y sonriendo el galeno concluye que usted tan sólo tiene que eliminar las grasas, para ese momento el paciente está poniendo una cara de enchiladas placeras.

La verdad que yo no puedo comprender por qué siendo los galenos tan preparados invariablemente tienen un solo diagnóstico: tiene usted que dejar de fumar -que no entiendo lo que tiene que ver con la comida-, tiene que dejar de comer porque como usted quiera pero siempre le sobrará peso y si usted quiere ser totalmente feliz decídase a hacer ejercicio, ah, y sonría.

Carlos Enrigue
(v.pág.4-B del periódico El Informador del 8 de marzo de 2015).

Hoy en día son muchas las personas mayores que acariciarían la idea de que acabaran sus días por el abandono de sus propias familias, por la falta de oportunidades laborales, por la pobreza para enfrentar los gastos y medicinas de la edad mayor, y por varias razones más.

Cuando se empezaban a discutir cuestiones como matrimonios entre personas del mismo sexo, el aborto, o consumo de drogas con fines recreativos, se veía lejana su legalización. Hoy es una realidad en varias partes del mundo, y en algunas ya hasta son cuestiones naturales.

¿Ocurrirá lo mismo con la muerte a voluntad? Máxime cuando aparezca el criterio economicista de los gobiernos que argumenten que hay que reducir costos y sale muy caro mantener en hospitales, clínicas y asilos a personas que irremediablemente van a morir.

Pablo Latapí
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 19 de marzo de 2015).

Felices tiempos aquellos en que la palabra empeñada era tan valiosa como cualquier documento de fe pública. No se necesitaban testigos para hacer cumplir los tratos y, cuando se abría la boca para prometer algo o aceptar un trato, no valían equivocaciones ni errores involuntarios, ni excusas de que "lo que yo quería decir es...".

Luis Jorge Cárdenas Díaz
(v.pág.9-A del periódico El Informador del 9 de abril de 2015).

A la gente mayor se le hace sentir inútil, y eso está muy mal. Si dejan de usar el cerebro, no les funciona más.

Desmond Morris, zoólogo

Tenía unos 7 años cuando apareció el primer champú que recuerdo. Antes de eso uno se lavaba el pelo con el mismo jabón usado para el cuerpo, también las señoras, pero un día los radios comenzaron a cantar: Halo, Halo, champú Halo... Lo demás no lo recuerdo.

La proximidad de la Navidad también llegaba por radio, además del frío que en mi pueblo congelaba el agua entre las piedras del pavimento: Ding, dong, ding, dong... Colgate-Palmolive, fabricantes de Faaab, le desean muy cordialmente una feliz Navidaaaad (luego en descenso): Una feliz Navidaaad.

No era necesario más para la marca que "con aceites de oliva y palma, Palmolive le da suavidad". Nada qué añadir. Mejor, mejora, Mejoral.

Luis González de Alba
(v.pág.3 del periódico Milenio Jalisco del 17 de abril de 2015).

Hace reflexionar sobre los contrastes tan grandes que en diversión infantil han tenido distintas generaciones. Para entender, lo que ha ido del Pato Pascual, -Donald para los anglicistas-, el ratón Miguelito, -Mickey Mouse y su ratona Mimí-, Pluto, Bugs Bunny, Silvestre y Piolín del ayer, a los monstruos destructores o héroes criminales de la actualidad, y la influencia mental y psicológica que ejercen en el hoy... De alguna manera, tienen sus consecuencias de formación.

Francisco Baruqui
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 27 de abril de 2015).
Los años maravillosos.


En nuestro país está aumentando en forma casi geométrica el número de personas de la 3a. edad, hoy son más de 10 millones de personas y el número crecerá rápidamente en los próximos años: hoy la expectativa de vida es superior a los 75 años en promedio, cuando en 1950 era de 47 años.

Por ley, aprobada en el congreso desde el 2001, las familias de las personas adultas mayores deben cumplir con su "función social de manera constante y permanente", lo que quiere decir que deberán velar por cada una de las personas adultas mayores que formen parte de ella, y son responsables "de proporcionar los satisfactores necesarios para su atención y desarrollo integral". Eso, en muchas ocasiones es verdad, pero en muchas otras es una simple falacia en un país donde la mitad de su población sigue sufriendo durísimas condiciones económicas y de vida y el sostén de los ancianos se torna inviable para muchos.

La ley también dice que "la vivienda constituye uno de los satisfactores básicos para la supervivencia de la población, lo cual está asociado al ideal social que la concibe como un espacio que debe proveer a sus ocupantes protección, higiene, privacidad, comodidad y seguridad de encontrarse en una situación de propiedad que proporcione a sus ocupantes la certeza de disponer de ella en el presente y futuro" (documento del INEGI, 2005, sobre la situación de la 3a. edad). Parece una mala broma cuando vemos que 17 ancianos fueron quemados vivos en un asilo construido con láminas de madera que ardió, incendiado por unos salvajes en unos pocos minutos: ¿qué vivienda, qué protección, higiene, privacidad, comodidad y seguridad tenían estos hombres y mujeres?. Vamos más allá ¿cuántos mexicanos gozan de esas posibilidades en su vida?

El hecho es terrible y debería haber llevado a la reflexión sobre las condiciones en las que sobreviven muchos de nuestro ancianos, sobre la forma en la que viven muchas familias, sobre la violencia (hay que insistir en que el incendio fue premeditado), sobre el abandono (ninguno de sus restos ha sido reclamado).

Jorge Fernández Menéndez
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 29 de junio de 2015).
El momento de dejar el volante

La señora sube al auto que ha conducido por muchos años. Está en su cochera. Pone reversa en la caja automática con la palanca en la columna de dirección, mira en el retrovisor para ver si no hay nada atrás, respira hondo y acelera. Pero acelera más de lo que debería y ya no reacciona cuando se da cuenta. El auto cae hacia atras en un desnivel de la propiedad y la asustada pero afortunadamente ilesa señora baja del coche haciendo un gran esfuerzo por mantener intacta su dignidad. No lo quiere admitir, pero en su inconsciente ella sabe que ya no debería manejar. La escena es de la película "Driving Miss Daisy" ("El Chofer de la señora Daisy"), de 1989, con Morgan Freeman y Jessica Tandy en los papeles principales, pero bien podría ser de nuestro padre, abuelo, incluso de nosotros mismos, porque hay un momento en que, por más que a nadie le guste admitirlo, hay que dejar el volante.

En Estados Unidos en 2014, más de 14 millones de accidentes fueron causados por conductores con 65 años de edad o más, de acuerdo con un estudio de caring.com, difundido por Consumer Reports. Es un número muy alto y nos debe poner a todos a reflexionar. Los primeros en considerar esa reflexión, de hecho, son los mismos adultos mayores que consideran a ellos mismos como el mayor peligro en las calles, mayor incluso que los adolescentes o los borrachos. Aunque para ser justos, ellos se involucran en más accidentes, pero pocos son fatales, seguramente debido a que conducen a menor velocidad.

Es interesante observar que no hay una edad límite para que una persona deje de conducir. Esto se debe a que no todos envejecen de la misma manera. Son las dolencias que la vida acumula en todos nosotros lo que nos va limitando la capacidad al volante. Puede ser por un dolor de cuello que no permite girar la cabeza con facilidad para observar ambos lados del camino; o la capacidad de reacción de las piernas que no deja que el pie se mueva con rapidez entre el acelerador y el freno o aún la vista que ya no tiene el mismo alcance de antes.

Precauciones a tomar

Por eso el que ya rebasó los 65 años de edad, necesita tomar algunas precauciones si quiere seguir conduciendo un auto. La primera es hacer ejercicios con regularidad, como caminar, por ejemplo. La idea es mantener los reflejos vivos para que se pueda reaccionar con tiempo cuando necesario. Otro punto importante es visitar a al oculista y al otorrino con regularidad, ya que la capacidad visual y auditiva son fundamentales.

También es indispensable conocer y administrar posibles males crónicos como diabetes o convulsiones. Es igualmente vital conocer los efectos de las medicinas que se toman con regularidad, puesto que pueden disminuir la capacidad física y el estado de alerta necesario para manejar un auto. De ser posible, no manejar en condiciones difíciles como en la noche o con lluvia fuerte. Más importante que todo, pero algo muy difícil de lograrse, es que el adulto mayor conozca sus limitaciones y que actúe en consecuencia. Esto significa tal vez la necesidad de cambiar de auto por uno que no exija agacharse demasiado o escalarlo para entrar a él.

También puede ser mejor uno con los instrumentos con letras grandes. No está demás recordar que lo ideal es que tenga transmisión automática y suspensión cómoda. Y por más que a alguien mayor no le interese mucho el cambio frecuente de coches porque ya no quiere ostentar ni aprender dónde quedan los controles del nuevo auto, los modelos más recientes son más seguros y esto debe ser prioridad.

Muchas veces la persona que está en esa edad, no reconoce cuando ya no se encuentra en condiciones de conducir. Por esto es tarea asignada a sus familiares hacerles saber. El mismo estudio mencionado arriba, dice que los adultos mayores prefieren que alguien de la familia les diga cuando ya no deben conducir, aunque ese deber también puede caber al médico que atienda a esa persona.

Sí, nadie quiere ser la persona que le dice esto a su padre o a la abuela, pero alguien tiene que hacerlo. Porque llega momento en que la necesidad de movilidad personal puede ser un riesgo para su salud y su vida, al igual que la de los demás.

Sergio Oliveira
(v.pág.4-B del periódico El Informador del 25 de julio de 2015).
No, no me avergüenza que me vean con un teléfono anticuado.


Gracias por venir a visitarme, cabrones.


Atribuyen a Oscar Wilde la afirmación de que lo malo de ser viejo no es propiamente serlo, sino haber sido joven, lo cual es una verdad monumental y más cuando el viejo vive en un país tercermundista como puede ser el nuestro.

A pesar de que el gobierno, en todos sus niveles, mentirosamente, como es usual en nuestros amados gobernantes, anuncian programas de beneficio para las "cabecitas blancas", "nuestros viejecitos" y se lo encomiendan a esa cueva de Alí Baba que es la SEDESOL quien duplica su costo y programas y las reproduce en estados y municipios, es tan evidente lo anterior que simplemente vea usted el presupuesto de egresos el costo de sueldos y prebendas de los que reparten y compárelas con las que supuestamente reciben (porque no tengo certidumbre de que les llegue el agua) y luego platicamos.

Hace años escribí que lo del sistema de transporte no se arreglaría porque esencialmente no había entonces ni hay ahora una verdadera voluntad de arreglarlo. En aquellos días, para que midan el tiempo transcurrido, Diego Monraz, por cierto listo de nuevo para entrar a la cancha bajo el manto del mega alcalde y Manuel Verdín recorrieron Europa, donde la mayoría del transporte es de piso bajo y luego de haber viajado a satisfacción, fueron a adquirirlo a ¡Colombia! Y anunciaron aquella bella historia de la ruta empresa, el prepago y otras falsas amenidades. Vaya usted a saber por qué fueron allá a adquirirlo, pero con certeza ni a ellos ni a los que les siguieron les interesan los viejos, cualquier transporte que no sea de fácil acceso significa que el viejo que utilice ese transporte lo hace bajo su propio riesgo y desde luego es prueba más que evidente de que los viejos no interesamos al gobierno.

A los de la 3a. edad, salvo excepciones nos está vedado el mundo computacional y de sistemas, pero eso al gobierno le vale lo que se le unta al queso, así, si usted quiere tratar, por mencionar alguna dependencia, digamos Hacienda, el Seguro Social o la Secretaria de Economía, pues no podrá hablar con ellos y cuando más le darán asistencia para comunicarse por ese medio, sólo para darse cuenta de que para comunicarse con cada uno de ellos necesitará de un programa y de un sistema diferente, ya que entre ellos no se comparten (lo cual significa una inversión económica, pesada para la mayoría de vejestorios) y desde luego si se equivoca, no habrá el clásico "usted perdone" de cuando el gobierno se equivoca, si usted es el equivocado pida a quien usted crea que lo pueda proteger que lo haga, porque yo no conozco fuerza represiva más cruel e intolerante que la del Estado.

Carlos Enrigue
(v.pág.4-B del periódico El Informador del 13 de septiembre de 2015).
Vámonos de farmacia.


La era electrónica ha deformado el significado de una antigua frase que solía dar lustre al que la pronunciaba: "Yo desde niño leo todo lo que cae en mis manos". Porque entonces el interlocutor sabía que estaba hablando con una persona enterada de temas diversos, lectora de medios impresos, que siempre implican cuidado, mayor o menor, sean periódicos, revistas, tiras cómicas o trípticos.

8 de cada 10 jóvenes hoy pueden decir lo mismo, si se atiende la 1a. Encuesta Nacional sobre Consumo de Medios Digitales y Lectura, promovida por IBBY México y Banamex, aunque la diferencia está no solo en la época, sino en los detalles que de ella se desprenden: 87% usa los medios digitales para chatear, 85 por las redes sociales, 55 para investigar asuntos de interés personal, 42 por necesidad de informarse (noticias) y 33% para leer libros.

El asunto se complica porque antaño las fotonovelas, las historietas, los catálogos y toda publicación impresa, más allá de los libros, tenían un cuidado en su edición. El aficionado a leer de todo, más allá de su grado escolar, adquiría un conocimiento del lenguaje, aprendía palabras, reconocía ortografía, por el solo hecho de pasar su vista con atención sobre aquellos parlamentos, globos de cómic o promociones de venta, sin tener una sola clase de gramática.

Hoy leer de todo, lo que sea, adquiere una dimensión distinta, delicada, porque los materiales digitales no son solo noticias o reportajes, textos documentados con el rigor del periodismo; no son sólo libros clásicos electrónicos o informes especializados con aval de un centro de estudios. Hoy significa conectarse a internet y hallar de todo, pero sin un filtro sobre la veracidad y la calidad del escrito.

La proliferación de páginas web personales, empresariales, blogs y cuentas de redes sociales son eso que llaman hoy fuente para leer "de todo", pero también la razón para que la encuesta referida antes no sea una buena noticia, porque sí es cierto que los jóvenes leen más, pero el problema es qué y dónde lo hacen.

Alfredo C.Villeda
(v.pág.2 dl periódico Milenio Jalisco del 6 de noviembre de 2015).

A group of 20-year-old girlfriends discussed where they should go for dinner. They agreed on the Ocean View Restaurant because the food was cheap and the waiters were cute.

Ten years later, the same group of 30-year-old friends talked about where they should meet for dinner. Finally, they agreed to meet at the Ocean View Restaurant because they had lots of brands of beer on tap, free snacks, a good band, no cover and there were always lots of good-looking guys.

Ten years later, at 40 years old, the group once again debated where to meet for dinner. They settled on the Ocean View Restaurant because the cosmos were good, it was close to the gym and if they went late enough, there wouldn't be too many whiny little kids.

Ten years later the 50-year-old freinds emailed each other about where they should meet for dinner. Finally, they arranged to meet at the Ocean View Restaurant because the martinis were big and the waiters had tight pants and nice buns.

Ten years later, at 60 years of age, the group IM'd about meeting for dinner. They decided on the Ocean View Restaurant because the food there was good, the wine list was decent, they had windows that open in case of a hot flash, and fish is good for your cholesterol.

Ten years later, the 70-year-old friends Tweeted about where to meet for dinner. They settled on the Ocean View Restaurant because lighting was good and they had an early bird special.

Ten years later, at 80 years old, the group discussed on Facebook about where they should meet for dinner. They decided to get together at the Ocean View Restaurant because the food wasn't too spicy and the restaurant is handicapped accessible.

Ten years later, the 90-year-old group got together at the nursing home to talk about going out for dinner. They agreed that they should have the van take them to the Ocean View Restaurant because they had never been there before.

(V.WorldStart's tech tips del 4 de diciembre de 2015).

Maneras de tomar una fotografía. 24, máximo 36 oportunidades. Foco, profundidad de campo, tiempos, encuadres, luces: cada una de las imágenes capturadas tenía la fatalidad de lo que no se repite. Como Salvador Santoyo en las lejanas crestas del Ceboruco: un cazador infalible del instante que habría de perdurar. Corría la película, bien enganchada al mecanismo de la cámara: asunto de ópticas, químicas, azares. Y, si quien intentaba llevar el recuento del viaje era suficientemente diestro, el número de tomas debía ser el preciso para dar razón de la aventura. Un instinto diferente así se desarrollaba: el del sabio asedio de la vez en que lo visto debía quedar fijado. Esta vez, no otra, y ésta no. Seguía la incógnita, sólo resuelta días después en el cuarto oscuro con sus misteriosas sustancias, de qué es lo que realmente se había visto, de qué de lo visto había podido ser capturado -y cómo. Por fin, sobre el papel -cuidadosamente escogido- las evidencias. Restaba la operación quizá más delicada. Volver a encuadrar con las tijeras la imagen, encontrar un orden para la secuencia de los testimonios consignados, comprender cómo acomodar en un pliego lo inesperado y lo previsto, pegar sobre el álbum el resultado: de la vida, se diría, una tajada duradera. Tal vez, de fondo, la constancia de un íntimo respeto por lo visto, por lo que existe.

Compárese ahora -y ese contraste se cumple en menos del arco de una vida- la desmadejada manera como imágenes parecidas -y solamente parecidas- se obtienen. Cualquier aparato parlante, cualquier teléfono actual, escupe sin tregua mordidas visuales que de cualquier modo remedan lo que frente al lente diminuto, lo que ante el funcionamiento automatizado, se encuentra. Cada toma se repite hasta el cansancio, sin discriminación o economía alguna. Al instante, las cabezas se juntan para ver en la pantalla el resultado; y luego todo comparte el olvido que aporta la facilidad, el cuachalote amontonamiento de pixeles en memorias electrónicas que cada vez tienen más cupo. Con la superstición de que en cualquier momento las imágenes pueden ser consultadas en el visor del aparato, casi nadie imprime ya esas fotos. Nunca existen realmente, por lo tanto, fuera de su intangible presencia virtual; son pasto seguro de una próxima descompostura u abandono del aparato, de su frecuente mojada accidental que lo inutiliza, del confuso trasiego de la frivolidad. Nunca se han tomado más fotos que por estos tiempos: obviamente, hay excepciones, pero la inmensa mayoría lo único que hace es banalizar de raíz un quehacer que alguna vez tuvo nobleza y oficio, que ayudó a darle al tiempo en fuga un asidero cierto y deliberado en el vértigo de lo que se va. Y la reiteración de un mantra: papel mata pixel.

Juan Palomar
(v.pág.4-B del periódico El Informador del 27 de diciembre de 2015).
Nacidos en los 50s.


Esto es una advertencia: ayer mismo me acosté teniendo 16 años y hoy me he despertado con más de 60. Quiero decir que la vida vuela. Ah, si de joven yo hubiera sabido que iba a envejecer y que me iba a morir, creo que hubiera vivido de otra manera. Lo que acabo de decir es una boutade, lo sé; pero, al mismo tiempo, es cierto que, con los años, llegas a un territorio, el de la vejez y la Parca merodeante, que antes nunca habías visto con verdadera claridad. Y entonces te dices: ah, cuánto tiempo perdido. Y no porque mi existencia me desagrade, al contrario, creo que ha sido y es muy intensa y que he hecho todo cuanto he querido hacer. Pero con qué nervios, de qué forma tan atormentada o tan aturullada, cuántas veces he vivido con el cuerpo aquí y la cabeza en otra parte. Por no hablar de la cantidad de tiempo y de energía perdidos en tonterías, como, por ejemplo, en creerme fea a los 18 años (cuando estaba más guapa que nunca), o en reconcomerme de angustia temiendo no estar a la altura en algún trabajo. Por eso, repito: si yo hubiera sabido que iba a envejecer y que me iba a morir, hubiera vivido de otra manera.

Todo esto viene al hilo, claro está, del cambio de año. Esto del calendario no es más que una convención, pero cómo remueve y cómo escuece. En estas fechas es imposible no dedicar siquiera un minuto a sentir el viento del tiempo contra la cara, a revisar someramente el pasado, a preguntarte sobre tu futuro.

Recordemos que, como prueba James Rhodes, siempre hay futuro. Nunca seremos tan jóvenes como hoy y la vida se conquista día a día.

Rosa Montero
(v.pág.2-B del periódico El Informador del 10 de enero de 2016).

Aún recuerdo con portentosa nitidez los llamados "chocolatines", que no eran más que pequeñas raciones de tan deliciosa melcocha en forma de animalitos que yo devoraba en manada y que, a no dudarlo, forjaron los primeros kilillos de más que desde entonces he venido cargando. Luego, siguió el Tinlarín con su relleno galletoso, seguido del Almonrís, esa inenarrable golosina que me invitaba a seguir el ocioso ritual de ir pellizcando y engullendo cada morusa de cacahuate en su cubierta, antes de darle el mordisco a su barra interior de caramelo más macizo que mis incisivos para trozarlo.

Ya entrada en la adolescencia, mis preferencias se deslizaron hacia otros ejemplares chocolatosos, como los suizos que traían una vaquita en su envoltura, los ponpons que conseguía en el cine, las lunetas que engullía a puños. Luego me llegó el romántico efluvio provocado por los kisses y el encanto transnacional de los milkyways y otras delicias que han inundado el mercado nacional, como las trufas que en temporada navideña expenden los clubes de precios. Vale decir que el chocolate, ni en su modesta versión para diluirse en leche, se escapó de mis voraces apetencias y mis asaltos a las alacenas donde mi madre atesoraba sus tablillas de Ibarra y Dos Hermanos que, de un día para otro, las encontraba mordisqueadas por un misterioso ratón que no dejaba rastros ni evidencias. Ciertamente, aunque catrines y más costosos, los envinados con cereza nunca atraparon mis antojos, como tampoco lo hicieron esos cuadros de pan apelmazado que llaman brownies.

Empero, aun cuando la lista de golosinas de este tipo sería tan interminable, como el número de ocasiones en que me he deleitado con tan deliciosos amasijos provenientes del cacao, el inventario de mis predilecciones siempre lo ha encabezado el famoso y popular chocolate emperador, ése que en su reconocible envoltura color café se anidaba casi a diario en mi bolso, a la espera de emerger con rumbo a mis fauces, a la menor provocación. O al menos así era hasta hace algunos ayeres porque, ahora, como muchas otras cosas en la vida, merced a la renovación que a tantos viejitos nos pega y deja suspirando por los viejos tiempos, mi gollería favorita se ha transformado en un producto irreconocible a la vista y al paladar. Lo supe cuando se lo encargué a mi nieto y me agenció uno de la misma marca, pero desteñido; mi hermana hizo lo propio y me adquirió otro con relleno galletoso; mi marido pretendió halagarme con otro de tamaño jumbo pero totalmente rancio y, finalmente, cuando yo misma me desplacé a la tienda de la esquina para reclamar el Carlos V original, me entregaron una barra escuálida y desabrida, envuelta en celofán rojo y muy distante al que, desde tiempos inmemoriales, atrapó mi irredenta afición chocolatera. Sea por Dios, como diría cualquiera de mis coetáneos, lamentando que las cosas ya no sean como antes.

Paty Blue
(v.pág.3-A del periódico El Informador del 31 de enero de 2016).
Generaciones de teléfonos para niños de 6 años.


Entre el medio millón de cosas que no entiendo de la modernidad está el hecho de que, en mis ya lejanos años mozos, cuando ibas a salir de fiesta tratabas de ir lo más arreglado que pudieras. Mi abuela solía decir que debíamos salir oliendo a curro y no a pelado, esto es oliendo a limpio. En los tiempos que corren parecería ser lo contrario, el haberse bañado o rasurado parecerían un impedimento para asistir a festejos, saraos y otras gorreadas semejantes, como si la forma adecuada de ir fuera la mugre.

Carlos Enrigue
(v.pág.4-B del periódico El Informador del 20 de marzo de 2016).

No están completamente extintos pero, sin duda, los juegos de mesa han visto mejores épocas. Y no me refiero a clásicos como el ajedrez, el póker (y hasta el dominó), que siguen enganchando a millones de personas y que, en muchos casos, han saltado sin problemas a las plataformas digitales, sino a esos con tableros, dados y fichitas que muchos jugamos de niños, que servían para amenizar las reuniones familiares y ayudaban a que fueran menos soporíferas. Los juegos de video (y los del smartphone) han ganado el mercado y, en relativamente pocos años, se han convertido en un negocio multimillonario (con mayor margen de ganancia que las industrias de la música y el cine, según ciertos datos) y copan el imaginario de los jóvenes desde los años 80. Pero los juegos de mesa eran diferentes y cumplían ciertas funciones de las que, creo, conviene acordarse.

No dudo que alguien en el mundo juegue Halo con su padre pero me parece menos frecuente y común que jugar con él al Clue, por ejemplo. Quizá allí radique la primera y más notable de las diferencias: los juegos de mesa estaba pensados para hacer convivir hermanos, abuelos y tíos, mientras que los videojuegos, al menos en un país como México, en el que por razones culturales y económicas se masificaron de manera irregular, suelen jugarse en solitario, con amigos de la misma edad o, claro, en las plataformas que permiten enfrentar personas de todo el mundo (entre las cuales, con bastante seguridad, no se encuentra la abuela del jugador).

Desde luego que la 2a. diferencia es la densidad del juego. Es muy diferente ser un soldado espacial que debe incinerar a 100 monstruos para pasar de "nivel" a andar comprando unas gasolineras en una partida de Turista (tal solía ser el nombre local del Monopoly). En el caso de un juego de video suele haber una "historia" que seguir (las animaciones que presentan esas "historias" ya son prácticamente películas de acción), a veces muy compleja y una serie de posibilidades enormes para "personalizar" la partida, sus escenarios y protagonistas. En el caso de un juego de mesa, priva la sencillez. Se trata de que los niños chiquitos y el tío borracho y olvidadizo sean capaces de jugar.

Los juegos de mesa, además, suelen estar regidos por el azar. Puede uno ser un tiburón para el Turista pero si los dados no lo favorecen, pierde. En otros, como en el Serpientes y Escaleras o la Lotería, todo se trata de suerte. Uno no puede ser un buen jugador: tampoco uno malo. No hay una "técnica" que mejorar. Un videojuego, por el contrario, recompensa la habilidad y la persistencia del jugador. Los virtuosos (y clavados) pueden, incluso, participar en concursos y ganar premios muy sustanciosos. El azar, representado por "turnos" o dados, tiene un espacio menor o, de plano, ninguno.

Desde luego que el grado de involucramiento de los jugadores es también diferente. Un juego de mesa sirve para entretener a los primitos a los que uno llevó al cine mientras llegan sus padres a buscarlos, o para que niños y viejitos se entretengan un rato, en una cabaña vacacional, mientras "los adultos" duermen la siesta o van al pueblo por la cena. Nunca veremos una nota periodística dedicada a un muchachito que murió por jugar Damas durante 48 horas seguidas, como sucede cada semana con los juegos de video.

A mí, qué quieren, la ligereza y la simplicidad de los juegos de mesa me agradan más que los prodigios obsesivos de sus contrapartes. Será otro de tantos síntomas de vejez.

Antonio Ortuño
(v.pág.2-B del periódico El Informador del 3 de abril de 2016).

Lo que rifa actualmente entre los miembros del glorioso infelizaje es el cambio, ahora ya no se puede tener confianza en ningún producto, si usted recuerda alguna marca de cualquier aparato que como objetivo primordial produzca sonidos: sea radio, estéreo, casetera, tocadiscos etc. Para mis hipotéticos lectores menores de 40 años, estos objetos existieron y proporcionaron grandes ratos de placer, porque, así como ahora la tele parece pasar de moda, en momentos llegó a ser una especie de piropo (aunque no sé si actualmente sería aprobado o desaprobado como acoso) que a una chica le dijeran: "vente reina, tengo radio". Y con el (la) radio se llegaron a organizar bailes grupales o de una sola pareja.

Pues esos aparatejos tenían marca y las más famosas eran las alemanas Telefunken y Punto Azul, luego las gringas y las más chafas eran las chinas, si bien ese concepto incluía a todos los países que no fueran los primeramente mencionados y así, aunque ustedes no lo crean hubo vida antes de la televisión, las computadoras y los teléfonos celulares, si bien hacían cosas que ahora podrían parecer extrañas como hablar personalmente, sí, unos con otros y sin teléfono aunque no lo crean.

Lo que estoy seguro que les va a parecer de otro mundo es que la gente se reunía a jugar con los vecinos (vecino significa uno o varios sujetos que viven cerca de tu casa y que crean una comunidad de vida), lo que ahora resulta bastante extraño en los llamados cotos que han cambiado el concepto de vecindad por el de extraños en cercanía.

Malos, siempre ha habido, pero antes deben haber sido más discretos porque como las poblaciones eran más pequeñas y de casi todo nos enterábamos y lo confirmábamos al día siguiente en el hoy prácticamente centenario diario EL INFORMADOR, lo que por fortuna seguimos haciendo, es tan confiable que recuerdo que un señorón de nuestra ciudad solía decir que él creería que Dios había muerto sólo cuando viera la esquela en este diario.

A todos nos ha tocado la desaparición, todavía no absoluta, pero para allá vamos, de los teléfonos públicos. El pobre de Superman debe de volverse loco buscando una caseta telefónica (para los menores de 40 el hombre de acero usaba casetas de este tipo para ponerse el terno de gala).

Sin dudar de lo maravilloso de la tecnología (yo creo la computadora y el internerd son los máximos inventos de la humanidad) que lo único que no han podido curar la cruda, lo que es de esperarse. Pero como miembro militante de la publicitada 3a. edad -1a. fila del cementerio-, a mí me da muchísimo trabajo entender las continuas innovaciones en la red y en los programas de celulares, debe hacerse sencillo, como ejemplo a todos los viejanos nos llega al celular sin saber cómo una cantidad sorprendente de pornografía, tanto que, yo creo que si el aparato cae en manos de nuestras amadas y moralizantes autoridades me pudriría en chirona.

Carlos Enrigue
(v.pág.5-B del periódico El Informador del 24 de abril de 2016).
Matatena


Baraja


Cuando sea más vieja y pierda el pelo, dentro de un titipuchal de años a partir de hoy... tarareaba yo con la despreocupación de la adolescencia que me floreció arrullada por los cantautores de la sentida melodía que empieza con el citado estribillo. Y como el evento al que aludían mis inenarrables ídolos británicos, los Beatles, hasta para ellos sonaba tan remoto, ni con pendiente me tenía que, como también lo enuncia el melódico texto, mi galán de entonces perviviera y menos que me siguiera enviando una felicitación por el Día del Amor, saludos de cumpleaños o una botella de vino.

"Cuando tenga 64 años" era el título de la canción que enlistaba todo lo que cualquier ser humano entrado en años y arrugas, visto desde la perspectiva de unos veinteañeros rebeldes y revoltosos, podría estar haciendo para entonces, pero ni mella me hacía la muy distante posibilidad de ocuparme de algunos asuntos que citaba la canción, como tejer suéteres junto a la chimenea, pasear los domingos por la mañana, hacer jardinería o mecer nietos sobre las rodillas. Nada de eso figuraba siquiera en mi distante perspectiva de una edad que consideraba tan rancia como remota y difícil de alcanzar. Tampoco mermaban mi fogoso entusiasmo juvenil las encomiendas que mis ancestros me pedían considerar para cuando "llegara a vieja", porque eso era apenas una coyuntura tan borrosa como "cuando seas grande" o "el día de mañana" que, por entonces, no podía yo vislumbrar más allá de la tardeada del siguiente sábado.

Y ande usted que el día en que pude amanecer entonando la lejanísima posibilidad de alcanzar tan longeva condición me llegó de golpe, con pleno conocimiento de causa y estragos correspondientes. La nostalgia por lo vivido bajo el influjo de los entrañables acordes de tantas canciones hizo su parte para ablandarme el trance, pero me consternó recordar que, al menos dos de mis íconos de adolescencia, John y George, no alcanzaron la mítica edad que les inspiró el mítico tema musical. Y los otros dos, Paul (74) y Ringo (76), ya hace más de un decenio que la vieron pasar, y a lo mejor se les antoja componerse una nueva intitulada "Cuando tenga 84 años". En una de ésas y a lo mejor también la alcanzo a cantar, porque ya no los veo tan quiméricos ni distantes.

Lo que por hoy me causa cierto escozor es dilucidar si quien ahora me acompaña en este camino compartido hacia la decadencia que hoy definen eufemísticamente como "adultez en plenitud", no obstante haberse ahorrado las postales de san Valentín, las tarjetas de cumpleaños y las botellas de vino, me seguirá necesitando y alimentando ahora que cumplí 64 años.

Paty Blue
(v.pág.2-A del periódico El Informador del 4 de septiembre de 2016).

Mi papá acababa de notar una señal más de que está envejeciendo. Resulta que iba conduciendo por la carretera y de pronto se dio cuenta de que la luz direccional estaba prendida.

-No recuerdo haber puesto la direccional- me dijo. -No tenía idea de cuánto tiempo llevaba encendida. Entonces pensé: ¡Soy el tipo del cual siempre he odiado ir detrás!

Alan Jacobs
(v.pág.79 de la revista Selecciones de septiembre de 2016).

Un buen puñado de los periodistas que me han entrevistado, casi todos hombres, pero también alguna mujer, han hecho hincapié en lo raro que resulta que se hable "del sexo en una mujer de 60 años". Como si las mujeres sesentonas hubiéramos sobrepasado una barrera invisible de autodestrucción erótica, como si a una cierta e indefinida edad (me pregunto cuál sería: ¿a los 53, a los 55, a los 57?) el cuerpo de la mujer hiciera ¡puffff!, una implosión controlada. Se acabó, abajo periscopios, inmersión, ya no existe el sexo para ellas.

En mi mundo (que es el mundo real) conozco muchos hombres y mujeres en torno a esa edad, algunos más jóvenes, algunos más viejos, que siguen haciendo el amor todo lo que pueden, que siguen ligando, conquistando, añorando, desesperando, quemándose en las ascuas de la pasión carnal. La verdadera vida es así. Y, si nos paramos a pensarlo un poco, advertimos que se trata de un prejuicio sexista. Por ejemplo, a nadie le extraña que Richard Gere se enamore y lleve una vida sexual muy activa (creo recordar que tiene una novia jovencita) y el hombre ya ha cumplido los 67 años. Pues a las mujeres, ya ven, nos sucede lo mismo.

Hay un buen número de mujeres mayores que mantienen en algún momento de sus vidas una relación sexual con hombres más jóvenes (y las ha habido siempre, aunque clandestinas: incluso la puritana reina Victoria de Inglaterra tuvo un amante menor que ella, Mr. Brown).

Rosa Montero
(v.pág.2-B del periódico El Informador del 23 de octubre de 2016).
Las mujeres de mi generación son las mejores

Las mujeres de mi generación son las mejores. Y punto. Hoy tienen cuarenta y pico, incluso cincuenta, y son bellas, muy bellas, pero también serenas, comprensivas, sensatas, y sobre todo, endiabladamente seductoras, esto a pesar de sus incipientes patas de gallo o de esa afectuosa celulitis que capitanea sus muslos, pero que las hace tan humanas, tan reales. Hermosamente reales.

Casi todas, hoy, están casadas o divorciadas, o divorciadas y vueltas a casar, con la idea de no equivocarse en el segundo intento, que a veces es un modo de acercarse al tercero, y al cuarto intento. Qué importa... Otras, aunque pocas, mantienen una pertinaz soltería y la protegen como una ciudad sitiada que, de cualquier modo, cada tanto abre sus puertas a algún visitante.

¡Qué bellas son, por Dios, las mujeres de mi generación! Nacidas bajo la era de Acuario, con el influjo de la música de Los Beatles, de Bob Dylan... Herederas de la "revolución sexual" de la década del 60 y de las corrientes feministas que, sin embargo recibieron pasadas por varios filtros, ellas supieron combinar libertad con coquetería, emancipación con pasión, reivindicación con seducción. Jamás vieron en el hombre a un enemigo a pesar deque le cantaron unas cuantas verdades, pues comprendieron que emanciparse era algo más que poner al hombre a trapear el baño o a cambiar el rollo de papel higiénico cuando este, trágicamente, se acaba, y decidieron pactar para vivir en pareja, esa forma de convivencia que tanto se critica pero que, con el tiempo resulta ser la única posible, o la mejor, al menos en este mundo y en esta vida.

Son maravillosas y tienen estilo, aún cuando nos hacen sufrir, cuando nos engañan o nos dejan. Usaron faldas hindúes a los 18 años, se cubrieron con suéteres de lana y perdieron su parecido con María, la Virgen, en una noche loca de viernes o de sábado después de bailar. Se vistieron de luto por la muerte de Julio Cortázar, hablaron con pasión de política y quisieron cambiar el mundo, bebieron ron cubano y aprendieron de memoria las canciones de Juan y de Pablo. Adoraban la libertad, algo que hoy le inculcan a sus hijos, lo que nos hace prever tiempos mejores, y, sobre todo, juraron amarnos para toda la vida, algo que sin duda hicieron y que hoy siguen haciendo en su hermosa y seductora madurez. Supieron ser, a pesar de su belleza, reinas bien educadas, poco caprichosas o egoístas, diosas con sangre humana. El tipo de mujer que, cuando le abren la puerta del carro para que suba, se inclina sobre el asiento y, a su vez, abre la de su pareja desde adentro.

La que recibe a un amigo que sufre a las cuatro de la mañana, aunque sea su ex novio, porque son maravillosas y tienen estilo, aún cuando nos hacen sufrir, cuando nos engañan o nos dejan, pues su sangre no es tan helada como para no escucharnos en esa necesaria y salvadora última noche en la que están dispuestas a servirnos el octavo whisky y a poner, por sexta vez, esa melodía de Santana. Por eso, para los que nacimos entre las décadas del 40, 50 y 60, el día de la mujer es, en realidad, todos los días del año, cada uno de los días con sus noches y sus amaneceres, que son más bellos, como dice el bolero, "cuando estás tú"... ¡Qué bellas son, por Dios, las mujeres de mi generación! Y si es más de 45... A medida que avanzo en edad, valoro las mujeres que tienen más de cuarenta y cinco, más que a cualquiera.

Aquí hay algunas razones de por qué. Una mujer de más de 45 nunca te va a despertar en la mitad de la noche para preguntarte "¿Qué estás pensando?".

No le interesa lo que estás pensando. Si una mujer de más de 45 no quiere mirar un partido de football ella no da vueltas alrededor tuyo. Se pone a hacer algo que ella quiere hacer y generalmente es algo mucho más interesante. Una mujer de más de 45 se conoce lo suficiente como para estar segura de sí misma, de lo que quiere, y de con quién lo quiere, son muy pocas las mujeres de más de 45 a las que les importa lo que tú pienses de lo que ella hace. Una mujer de más de 45 ya tiene cubierta su cuota de "relaciones importantes" y "compromisos". Lo último que quiere en su vida es otro amante posesivo. Las mujeres de más de 45 están dignificadas. Es muy raro que entren en una competencia de gritos en el medio de la ópera o en el medio de un restaurante caro. Por supuesto que si piensan que te lo mereces no van a dudar en dispararte un tiro. Las mujeres de más de 45 son generalmente generosas en alabanzas. Ellas saben lo que es no ser apreciadas lo suficiente. Las mujeres de más de 45 tienen suficiente seguridad en sí mismas como para presentarte a sus amigas. Una mujer más joven puede llegar a ignorar hasta a su mejor amiga. Las mujeres se vuelven psíquicas a medida que pasa el tiempo. No necesitas confesar tus pecados, ellas siempre lo saben. Son honestas y directas. Te dicen directamente que eres un imbécil si es lo que sienten sobre ti. Tenemos muchas cosas buenas que decir de las mujeres de más de 45 y por múltiples razones. Lamentablemente no es recíproco. Por cada impactante mujer de más de 45, inteligente, bien vestida, sexy, hay un hombre de más de 50... pelado, gordo, barrigón y con pantalones arrugados haciéndose el gracioso con una chica de 20 años.

Señoras, les pido perdón por ello...

Santiago Gamboa, escritor colombiano
(en algún número de la desaparecida revista Cambio del año 2002 o 2003).

Vivir es perder: vas perdiendo futuro, libertad de elección, capacidades físicas y psíquicas; pierdes oportunidades, salud, seres queridos, además de cabellos, vista, dientes, memoria, músculos, agilidad, tersura, cosas que en realidad son una fruslería comparadas con las pérdidas que he citado anteriormente. Uno empieza a envejecer desde la cuna y desde muy pronto te echas una mochila a las espaldas, la mochila de tu propia existencia, que se va llenando rápidamente con las piedras de tus actos y de tus omisiones, del daño que te han hecho y del daño que hiciste, de los sueños rotos y de las cobardías.

No todo es perder, es cierto. Si te esfuerzas mucho y bien, porque no viene de fábrica, ganas conocimiento del mundo y de ti mismo, empatía, sosiego y, en suma, algo que podríamos denominar sabiduría. Pero creo que para ello hay que mantenerse alerta y no darse nunca por vencido. La vejez es la etapa heroica de la vida; no es para blandengues, como dice el refrán estadounidense. Pero también es un tiempo para saldar cuentas. No creo que haya que dejarse llevar por el peso de los días como un leño podrido al que las olas arrojan finalmente a la playa. Uno siempre puede intentar sacarse alguna de las piedras que lleva a la espalda, decir las cosas que nunca se atrevió a decir, cumplir en la medida de lo posible los deseos arrumbados, rescatar algún sueño que quedó en la cuneta. No rendirse, esa es la clave. Y sobre todo decirse: ¿y por qué no? Porque la vejez no está reñida con la audacia. Debemos aspirar a morir muy vivos.

Rosa Montero
(v.pág.6-B del periódico El Informador del 11 de diciembre de 2016).
Abuelas de ayer y hoy.


Hay un precioso documental que nos habla del animal tenaz que nos habita. Se titula Eternos; dura 24 minutos y lo rodó Gonzalo Gurrea hace un par de años, aunque ahora lo acaba de colgar en Internet (está en vimeo.com/113257963). Trata del genial estudio que hizo José Antonio Serra, jefe de geriatría del Gregorio Marañón, junto con Alejandro Lucía, catedrático de Fisiología del Ejercicio de la Universidad Europea, y que consistió en coger a 20 ancianos entre los 90 y los 97 años y ponerlos a hacer ejercicio en un gimnasio 3 veces a la semana durante 2 meses: pesas, aparatos, bicicleta. Parece un disparate, pero fue un éxito. No se lesionó ninguno y todos mejoraron su capacidad motora y su calidad de vida. El documental muestra su entusiasmo, la avidez con la que se aferran a una opción que los rescata de la melancolía nonagenaria, el esfuerzo con el que intentan recuperar algo de lo que un día fueron. Y lo mejor es que la investigación demuestra que uno puede ponerle ciertas trabas a la decadencia, aunque para eso haya que presentarle batalla cada día. La vida es una selva salvaje y peligrosa, un territorio desconocido cada vez más asfixiante, y en nuestra travesía conviene prepararse el té todas las tardes.

Rosa Montero
(v.pág.5-B del periódico El Informador del 26 de febrero de 2017).

Es sabido que uno de los síntomas irreversibles de la vejez es el hecho de que vaya uno advirtiendo, con escalofríos, las diferencias entre los tiempos que corren y los pasados en cada aspecto de su vida y opte por refunfuñar ante lo que considera cambios indeseables o ya, de plano, decadencia. Esta actitud queda reflejada en un juego de frases hechas tan comunes que incluso quien las pronuncia se burla un poco de ellas. Frases del tipo de: "En mis tiempos esto no pasaba", que, por lo general, son un indicador de que ya dio uno el viejazo. Hay, desde luego, una contraparte, que está representada por esos maduros o veteranos que sienten que sus tiempos eran una porquería y no hay nada mejor que la actualidad. Su postura, que en cierto sentido no es menos acrítica que la de sus rivales, podría resumirse en una frase como: "Uy, qué esperanza de que entonces tuviera uno oportunidades como estas" (que, tristemente, casi nunca tienen que ver con progresos sociales, sino con objetos como pantallas de alta resolución o abrelatas eléctricos). Sin embargo, cuando uno resiente sobre los hombros el peso colosal del pasado, ya sea porque lo extraña o porque lo desdeña, resulta francamente difícil no reconocer que las cosas cambiaron. Porque lo hacen, incluso en ámbitos que uno supondría inmutables.

Hace unos días tuve que ir, por compromiso, a la piñata en honor al onomástico del hijo de un conocido, ex compañero de trabajo. Descrita a grandes rasgos, la fiesta fue idéntica a cualquiera de las que frecuenté de chamaco: se partió un pastel, se cantaron las "Mañanitas" (esa canción asombrosa, que se atribuye al ingenio de Rey David y se parangona, por lo tanto, con los mismísimos Salmos), se rompieron piñatas, hubo juegos en el pasto, etc. Pero yo no podía dejar de percatarme de lo que se ha transformado. Las piñatas dejaron de ser de barro hace años. Ahora son de cartón y tienen una flexibilidad y resistencia notables. Ya no basta un golpe afortunado: hay que ser un hooligan capaz de blandir el palo de escoba como un bate de beisbol para romper una. Y lo que cae, desde luego, ya no son mandarinas, cañas o tejocotes, sino chocolates gringos y gomitas brillantes. Creo que el último trozo de colación desapareció del planeta hace veinte años, que es lo que llevo sin ver uno solo caer de una piñata rota.

Otra novedad es que, en vez de magos o payasitos, se busca amenizar las fiestas con actos innovadores, por llamarlos de algún modo, que a nadie de mi época se le hubieran ocurrido. Ya me tocó ver, en cumpleaños de niños de primaria, a unos contorsionistas, a un tipo haciendo stand up comedy, a una lectora de manos, a dos poetas que organizaban "cadáveres exquisitos" y hasta a un psicoterapeuta infantil que estuvo escuchando las confidencias de los asistentes como si fuera un confesor. Y, bueno, me temo que el resultado no es particularmente distinto al de llevar al mago o payasito tradicionales.

En el fondo, pues, no hay mucho que extrañar. Ni tampoco mucho espacio para deslumbrarse por las novedades. La vida es tercamente parecida a sí misma. Aunque las cañas muten en gominolas coloridas y el payasito Patas Negras sea sustituido por un chamán.

Antonio Ortuño
(v.pág.2-B del periódico El Informador del 19 de marzo de 2017).
Oral sex.


Y así, deseando que pase el tiempo para que pasen también los problemas diarios que nos agobian, nos encontramos un día con que ha pasado nuestro tiempo.

Josefina Vicens
(El libro vacío).

Verán, llega un momento en la vida en que se te empieza a morir la gente alrededor. Sí, desde luego, la parca nos acecha en cualquier rincón; como dice Fernando de Rojas en La Celestina, nunca se es lo suficientemente viejo como para no vivir un día más ni lo suficientemente joven como para no morir mañana. Así que a mí, como a cualquier humano, ya me había tocado atravesar unas cuantas pérdidas. Pero lo que digo es que llega un momento en el que se empiezan a morir muchos a la vez. Demasiados. Gente de tu edad o algo mayor que tú, pero que ha formado parte de tu vida. En ocasiones han sido amigos muy queridos; otras veces se trata de simples conocidos, pero añejos. El bosque humano de tu existencia comienza a ser talado. Esta es otra de las malditas consecuencias de envejecer, un proceso que no tiene ni pizca de gracia, más allá del alivio de saber que aún no estás en el suelo convertido en leña.

Venimos a este mundo con un yo inmenso que lo llena todo, somos para nosotros mismos lo más importante que sucede en el universo, y de pronto se apaga la luz y ya no queda nada de todas esas ansias colosales de vivir.

Bueno, sí perdura algo durante cierto tiempo: el nostálgico recuerdo de la gente que te quería. Pero ellos a su vez también morirán.

Autores formidables terminan arrumbados en estanterías nunca visitadas de bibliotecas remotas. Salvo escasísimas y azarosas excepciones, el destino de todos es el olvido.

Rosa Montero
(v.pág.4-B del periódico El Informador del 25 de junio de 2017).

El diente miente, la cana engaña, la arruga desengaña; pero el pelo en la oreja, ni duda deja. Cuídese de todo, de todos y de todas. ¿Le han contado el cuento de que usted está en su mejor edad? ¡Patrañas! Eso fue a los 30 y a comienzos de los 40, cuando repetir de todo no sólo no hacía daño, sino que era posible y hasta motivo de orgullo y de jactancia. Pero después de los 50 "repetir" es palabra maldita y prohibida.

Veamos: ¿Repetir matrimonio? ¿Con qué, y a qué hora? ¿Repetir frijoles? ¿Y los gases qué? ¿Repetir el acto sexual? Será dentro de una semana (con suerte).

Después de los 50, no hay vuelta posible: ¿Volver a empezar? ¿Con qué tiempo? ¿Volver a ser papá? ¿Y las desveladas y agachadas? No gracias.

¿Fiestas hasta que amanezca? Muerte súbita. ¿Volver a trotar? Infarto seguro. ¿Volver a nadar? Será flotar. ¿Volver a cantar? Te ahogas, mi vida. ¿Beber como antes? Ahí viene la cirrosis.

Después de los 50 todo es grave, de cama, de muerte. Un catarro es una bronquitis. Un resfriado, es una neumonía. Un barrito, es cáncer. Una tos, es tisis. Un golpe, es un hematoma. Un chicharrón, es diente perdido.

A partir de los 50: ¿Un dolor de cabeza? Es un derrame. ¿Un dolor en el pie? Es gota. ¿Dolores en las manos? Es artritis. ¿Un olvido absurdo? Demencia senil. ¿Una tiritada por frío? Es Parkinson. ¿Un estornudo? Es tuberculosis.

¿Una oclusión intestinal después de los 60? Es cáncer de colon. ¿Sed? Diabetes. ¿Una libra de más? Retención de líquidos! Una libra de menos... ¿será leucemia? Una meada a media noche, es próstata.

A los 50, lo que no crece se cae o no funciona igual. Se cae el pelo de la cabeza, pero crece en la barbilla, en las orejas, en la nariz. Y canas en el bigote, problemas con el garrote. Los brazos se vuelven gelatina.

A los 50 todo es peligroso: Sonarte fuerte, es hemorragia nasal. Visión borrosa, son cataratas. Cera en los oídos, otitis. Insomnio, es ataque depresivo.

Si después de los 50, usted se despierta y no siente nada, es porque ya se murió.

Y aquí te dejo, porque es hora de echarme mi cremita o Vick VapoRub, tomar mi Metamucil y aplicarme linimento por todos lados.

¡Ah!... por cierto, esto lo escribí en letra grande para que no te cueste leerlo. No nos hagamos ilusiones... AMANECIMOS RESPIRANDO, el resto es ganancia.

(Recibido por e-mail el 20 de julio de 2017).

Antes los chicos salían a jugar después de clases y resolvían sus problemas ellos solos. Ahora, con las computadoras y la televisión, carecen de habilidades para comunicarse. No saben qué hacer cuando otros niños hieren sus sentimientos y recurren a nosotros [los maestros] para que resolvamos sus problemas.

Neena Samuel
(v.pág.81 de la revista Selecciones de agosto de 2017).

Uno empieza a morir cuando se mueren sus contemporáneos.

Julio Cortázar

Aunque edad me sobra para embarcarme en semejante payasada, ando cayendo en la tentación de hacer mi cartita al Niño Dios, a ver si es chicle y pega, o nomás para revivir los días de infancia en los que tal operativo se volvía toda una ceremonia gozosa a la que había que entregarse con mucha fe y esperanza, para apelar a la caridad de quienes la hacían de emisarios.

La primera y más tierna noción que por entonces tuve del asunto fue que existía una suerte de burocracia celestial a la que se debía recurrir con suficiente antelación para proyectar nuestras pretensiones, y que dicho trámite comenzaba con la elección de la mejor cuartilla de papel que pudiéramos elegir, para elaborar una epístola garabateada con impecable caligrafía y redactada con la más pulcra sintaxis, sin tachones ni enmendaduras, porque eso de escribirle una carta personal al hijo de Dios no era una comisión menor. Tal vez los Reyes Magos o el Santaclós serían más permisivos y tolerantes con nuestra incipiente grafología, pero en mis mozos tiempos, en mi amada tierra tapatía, dicho cuarteto casi no figuraba y el regalador que rifaba en Navidad era nada menos que el heredero del mero mero.

Por aquellos días, en cuanto pasaba la conmemoración de la Revolución, con su respectivo desfile al que acudíamos sin falta a ponernos una buena asoleada por las calles del centro de la ciudad, se hacía inminente la madrugadora prevención de instalar el ornato luminoso en casa, montar el nacimiento (en el que la talla del recién nacido superaba a más del doble la estatura de sus padres y la alzada del burro y la mula) y elaborar la correspondiente misiva anual para que nuestros requerimientos fueran sometidos a un escrupuloso balance de presupuestos que, hasta años más tarde caí a la cuenta, sospechosamente casi nunca cuadraban satisfactoriamente con las expectativas infantiles que previamente habíamos pespuntado.

Aunque las previsiones y ajustes monetarios aún no tenían cabida en mi mollera en vías de desarrollo, no dejaba de intrigarme cómo era posible que el hijo del magnate del universo no contara con los fondos suficientes para complacer mis modestas peticiones, que generalmente me eran subsanadas con algunos sustitutos todavía más modestos. Pero no por ello diré que mis navidades fueron infelices, ni que me frustró acunar monas tiesas con chongo de hule, en vez de aquel muñeco blando y rubicundo con el que siempre soñé y que, al igual que los colores Prismacolor de 24, nunca se me hizo tenerlos para sustituir aquella docena de crayolas chafas, o de lápices en una caja decorada con un león muelón.

Paty Blue
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 26 de noviembre de 2017).
The original VR.


En 1980 pasé 6 meses viviendo en Inglaterra y vi una campaña de anuncios institucionales que estaban poniendo en televisión. Trataba de la soledad de los ancianos; si adviertes que en la puerta de ese vecino mayor se acumulan los periódicos o las botellas de leche, preocúpate por él, decía uno de los mensajes. Y en una 2a. fase: no esperes a que se acumule su correo, no pierdas un tiempo que quizá sea fatal, tómate el pequeño esfuerzo de acordarte de tu vecino anciano. Asegúrate de que lo ves habitualmente. La verdad, la campaña me dejó admirada. Guau, me dije, qué civilizados, qué genuinamente interesados por los desprotegidos. Para calibrar mi reacción hay que tener en cuenta que ese tipo de intervenciones públicas no eran muy habituales en la España de entonces. Claro que también pensé: y qué soledad hay en Gran Bretaña... Qué sociedad tan desarticulada, tan atomizada, para que los viejos que se mueren solos sean un problema nacional.

Han pasado 38 años y ya hemos llegado, también en España, a esa chirriante soledad. A los ancianos encerrados en sus casas. La espectacular longevidad de los españoles (somos los 2os. que más vivimos en el mundo, una media de 83 años, sólo unos meses por debajo de los japoneses) contribuye a ese panorama de aislamiento. Hay muchos nonagenarios a los que les es muy difícil moverse y que han sobrevivido a todos sus amigos. A su familia. A su época. Con todo, los ingleses nos siguen llevando la delantera en el problema y en la preocupación que les genera. Acaban de crear una Secretaría de Estado para la Soledad que probablemente sea la 1a. del mundo. Los estudios muestran que 9 millones de británicos viven solos: un 14% de la población. Pero el dato verdaderamente terrible es que 200,000 ancianos y ancianas de ese país llevan más de un mes sin tener una sola conversación con un amigo o un familiar. Es decir, sin hablar con nadie, aparte de, quizá, la cajera del supermercado (que están siendo sustituidas por máquinas) o la enfermera del centro de salud. No es de extrañar que algunos mayores vayan tanto al médico: necesitan no ya que los cuiden o los sanen, sino, simplemente, que alguien los vea.

En España hay un 10% de personas que viven solas. Yo misma formo parte de esa estadística. Y lo cierto es que no es tan malo; es decir, no es nada malo si uno dispone de un tejido afectivo lo suficientemente fuerte que lo sostenga. De hecho, creo que la soledad es una asignatura necesaria para el desarrollo personal; uno debe aprender a vivir solo, a estar a gusto consigo mismo, a poner el centro de gravedad en su interior. Sólo así se puede madurar y alcanzar cierta serenidad. Y sólo así es posible establecer relaciones sentimentales equilibradas y sanas. Si no soportas estar solo, te enrollarás con el 1er. cretino o cretina que aparezca. Y a lo peor aguantarás una convivencia inaguantable con tal de no perder la compañía, aunque ésta sea tóxica.

Puedes haber cultivado familia y amigos, pero ¿y si vives más que todos ellos? ¿Y si la edad te aísla? Me temo que la secretaría de estado británica marca el futuro hacia el que el mundo se dirige. Esa soledad es una epidemia, dicen. Y es verdad. Es un dolor social que sólo podemos paliar si todos colaboramos. Intentemos mirar con algo más de mimo a los ancianos que nos caen más cerca.

Rosa Montero
(v.pág.3-B del periódico El Informador del 4 de febrero de 2018).

Tampoco en materia de conquistas amorosas debe separarse uno de 2 objetos: del espejo y del acta de nacimiento. Ambas pueden ser útiles en esta materia. La galanura puede funcionar mientras pueda creer que puede extenderse ésta al cambiar el sex appeal por el check appeal, pero esto produce tan sólo la ilusión de que eso sucede.

Desde luego que muchos dirán que se sienten como de 20 años, pero eso aunque puede ser cierto es ya un cambio -si usted quiere gramatical al cambiar el verbo estar por el verbo sentir, lo que ya es algo-.

Pero toda esta profunda meditación se debe a que mi persona, como muchos, olvidé practicar lo que predico. Y fui a recibir la cátedra por parte de un taxista -yo insisto en que en esta época en que nos agobia una cantidad terrible de expertos de todas clases, estamos desperdiciando la sabiduría práctica de los taxistas- en este caso, el sabio taxista me puso, por haber ignorado ese par de objetos: una buena friega.

Charlábamos durante el trayecto de los nuevos colores que deberán lucir los nuevos taxis y que supongo para cerrar el negocio, también los actuales taxis azul con amarillo. El chofer me indicó que el siempre recordaba los taxis con esos colores y que según el recordaba así habían sido 60 años. Y obviamente era menor que yo.

Por mi parte le dije que yo recordaba, en mi infancia, que los carros de sitio, que así se les decía entonces no tenían ningún color distintivo, les pintaban letrero de taxi y el sitio al que pertenecían.

Pues ¿qué edad tiene usted? me preguntó el conversador chafirete. 70 años le contesté.

No, me dijo sonriente, de verdad, insistió. Pensé que el sujeto me veía más joven.

Pues sí, insistí, tengo 70 años. El sujeto calló por un momento como para tomar aire para decir: se vé mas grande.

Si no hubiera tenido razón, le hubiera mentado a su madrecita y me hubiera bajado del auto muy engabanzado, pero, pensé que el que había olvidado su imagen en el espejo era yo, así que me friego por olvidadizo y no tuve nada más que aceptar la verdad y decirle: pues sí; y a manera de explicación mencionar que me corrieron sin aceite.

Carlos Enrigue
(v.pág.5-B del periódico El Informador del 11 de febrero de 2018).

Muchos piensan que el tema de conducir bajo la influencia del alcohol y otras drogas es "cosa de jóvenes" pero estudios hechos en la Unión Americana muestran que la edad de riesgo se encuentra entre 18 y 55 años de edad. Solo después de los 60 años el hombre parece entender los riegos de conducir luego de haber tomado algunas copas. Claro, el que llegó a 60 años es alguien que aprendió a sobrevivir. Otros no tendrán tanta fortuna. O inteligencia.

Sergio Oliveira
(v.pág.1-B del periódico El Informador del 24 de febrero de 2018).

Para cuando cumplimos 60 años o más, la mayoría aprende que la vida tiene tantos bajos como altos. El optimismo de la juventud, que podría estar fundado en la ilusión (producto del pensamiento mágico) de que el éxito es inevitable, es reemplazado por la realidad: no todo sale bien.

Lisa F.Carver, profesora de Sociología de la Queen's University en Kingston
(v.pág.36 de la revista Selecciones de abril de 2018).

Es más fácil adoptar una actitud en la cual te aceptas con todo y defectos a los 60 que a los 16. Cuando has vivido lo suficiente, empiezas a darte cuenta de que la vida es imperfecta y, además, ya has aprendido mucho de tus fracasos. Así que ¿por qué agobiarte?

Kristin Neff, profesora de psicología educativa en la Universidad de Texas
(v.pág.42 de la revista Selecciones de abril de 2018).

En cierta ocasión dijo mi padre que lo malo de vivir demasiado tiempo es que hay muchas cosas amadas que acabas viendo desaparecer. En su momento me pareció una frase entre muchas, pero con los años he comprobado su exactitud. Cuando eres niño o jovencito todo parece inmutable, eterno. Crees firmemente -de no ser así, a esa edad la incertidumbre sería insoportable- que el mundo que conoces se mantendrá siempre con idéntico aspecto y poblado por las mismas personas. Que en el mapa de tu vida existirán siempre las mismas referencias.

Sin embargo, el tiempo demuestra que no ocurre de ese modo, pues toda vida -esto ya no lo dijo mi padre, sino que lo escribió Scott Fitzgerald- es también un proceso de demolición. Los años implican lucidez y evolución hacia lugares interesantes, pero incluyen estragos y destrucciones en el paisaje y en uno mismo. Las inocencias se atenúan, numerosas palabras que antes eran decisivas empiezan a escribirse con letra minúscula, y personas que tuvieron peso extraordinario en tu vida se alejan, o cambian como también tú lo haces, o sencillamente mueren.

Para los que hemos conocido una existencia más bien nómada, los lugares son importantes. Fijan las coordenadas que durante mucho tiempo nos dieron anclajes o ilusión de estabilidad. En la vida que llevé, y que en cierto modo todavía llevo, ciudades, hoteles, restaurantes, librerías, así como a menudo personas relacionadas con ellos, tuvieron siempre una importancia decisiva. Fueron, incluso, trasunto del hogar que en esos momentos no tenía, hasta el punto de convertirse ellos mismos en hogar confortable.

Desde ese punto de vista, la lista de bajas en una memoria de esa clase supone un ejercicio de melancolía. Ni siquiera el hábito de ver destruirse cosas de forma violenta, derrumbarse mundos enteros en guerras y catástrofes, que ayuda mucho, endurece lo suficiente. Vacuna, quizá, frente a la sorpresa y permite mirarlo con lucidez más o menos serena; pero el dolor de la pérdida, o las continuas pérdidas, sigue siendo intenso. Pasear por la rue Saint André des Arts de París y comprobar que todas las librerías de viejo donde entrabas con 20 años y avidez de cazador han desaparecido, puede ser tan doloroso como comprobar que ya no volverás nunca a comer o cenar en tu vieja Munich de Buenos Aires, o que la punta de la Aduana de Venecia, que de noche era el lugar más solitario y bello del mundo, sea un infierno japonés desde que abrieron un museo justo al lado.

Es lo que hay, y no queda sino aceptarlo. Asumir sentirse a veces, o a menudo, como el príncipe Salina paseando por Palermo al final de El Gatopardo. Todos nosotros, lugares y personas, llegamos y nos vamos. Cedemos espacio a quienes empiezan un camino que ya no es el nuestro.

Pensaba en eso no hace mucho en México capital -que ya tampoco se llama Deefe-, sentado por última vez en la Cantina Salón Madrid. Durante toda mi vida mexicana, larga de 30 años, ese modesto bar de la plaza de Santo Domingo fue allí mi lugar favorito: una cantina clásica, barata hasta lo cutre, con parroquianos bigotudos y peligrosos, asientos acuchillados a navajazos, una rockola donde escuchaba a José Alfredo, Vicente Fernández y los Tigres del Norte, y una extraña pareja, un matrimonio que servía tequila reposado y milanesa de carne cortada en trocitos. Pasé allí muchos días felices.

Siempre supe que llegaría este momento, y al fin llegó. En mi última visita, el viejo matrimonio ya no estaba allí, y la Cantina Salón Madrid se había transformado en un bar puesto al día, con nueva decoración y copas convencionales. De la rockola habían sido barridos sin piedad rancheras y narcocorridos: sonaba Shakira.

Había camareros jóvenes y chicos alegres y vitales tomando cerveza en la mesa donde una vez, junto a mí, un hombre solitario había cantado al compás de su corazón destrozado.

Arturo Pérez-Reverte
(v.Zenda Libros del 30 de abril de 2018).

Dirán algunos de ustedes que quienes ya somos algo mayores, o estamos en una edad en la que se mira atrás con perspectiva de varias décadas, damos mucho la brasa con que antes las cosas eran tal y cual. Y es posible, en efecto, que a veces se nos vaya un poco la mano. Pero tampoco eso es malo, supongo, siempre que no se trate de un ejercicio cascarrabias y derrotista, sino como simple anotación de lo que fue y ya no es. Un ejercicio, éste, que tiene una doble utilidad: le permite a uno hacer memoria, recordando -en mi caso, fijando por escrito, o intentándolo- cosas que el tiempo amenaza con borrar del archivo, y sirve también para que gente más joven y con buena voluntad se haga con referencias útiles de tiempos y mundos que ya no existen, o se extinguen, y que en cualquier caso es bueno conocer para interpretar mejor cada tiempo presente.

Todo este ladrillo inicial, prólogo o proemio, viene al hilo de algo que un amigo me ha hecho llegar, tras encontrarlo entre fotos antiguas de su madre. Se trata de una tarjeta postal fechada el 22 de octubre de 1960, remitida por el abuelo de mi amigo a su hija -que más tarde sería madre de ese amigo-, que vivía en Cartagena. La destinataria de la postal tenía entonces 13 años y era una niña traviesa; desobediente, como se decía entonces. Según la reconstrucción familiar de los hechos, el padre y la madre estaban pasando unos días en Madrid, y cuando llamaron desde allí por teléfono -con una conferencia, como también solía decirse, y que además era un medio de comunicación bastante caro- para comprobar qué tal iban las cosas en casa, la jovencita fue irrespetuosa y contestó a sus padres con malos modos. Como también se decía entonces, lo hizo de mala manera. Y eso dio lugar a que tras la conversación, disgustados con su hija, los padres le enviaran a ésta la tarjeta postal cuyo delicioso contenido fue el siguiente:

Tenemos mucho disgusto por tu actitud en la conferencia de esta tarde. Supongo que te arrepentirás de tu proceder. Pero no tienes enmienda. Te saludan, muy molestos, tus padres. 22/X/1960.

Es difícil, en mi opinión, resumir tan bien, en sólo unas breves líneas, todo un modo de entender las relaciones familiares, la educación y la vida. Los modos de una época. Y más cuando, como cuenta mi amigo, su abuelo no tenía título universitario ni nada semejante, sino que había hecho su vida a partir de la educación primaria del primer tercio del siglo. Era dueño de una confitería, aficionado a la lectura y hombre, como su esposa, de trato cortés, educado en la certeza de que los buenos modales y el respeto a los semejantes hacían la vida más útil y agradable. A los 13 años de edad, su hija compartía o conocía al menos esos códigos, pues nunca se habría dirigido un mensaje semejante a una chica incapaz de entender el tono en que estaba escrito. Traviesa y respondona, o lo que fuera, esa niña sabía lo que era una educación; y, confiando en ello, sus padres le recriminaban su conducta en la esperanza de que, con la reprimenda, esa misma educación la hiciera recapacitar.

Había y hay muchas formas de reprender a un hijo. Pocas he visto tan perfectas y mesuradas, reflejo de épocas en que ciertas cosas se hacían de otro modo y en otro tono; de tiempos -peores en muchas cosas, pero también mejores en otras que nunca se debieron perder- donde los buenos modales, que procuraban practicar tanto la gente de condición social humilde como la más afortunada o mejor situada, cuidar las formas, en fin, eran fundamentales dentro y fuera del ámbito familiar. Pero es que, además, a esas buenas maneras se añadía con frecuencia, como en el caso que nos ocupa, una lección de elegancia, estilo y amor por las palabras y su correcta expresión. Demostrando así que todo eso, buena educación, respeto, lecturas que adiestren las actitudes, no sólo hacen a la gente más admirable en lo social, sino que también la convierten, con frecuencia, en mejores ciudadanos y mejores personas. Y ahora, para tener a punto el contraste, comparen ustedes la postal del abuelo a la madre de mi amigo con lo que hoy solemos escuchar a nuestro alrededor: "Ven pacá, Manolín, que te voy a reventar la cabeza", "Te voy a dar un palo en el culo, jodío niño, que se te van a saltar los dientes" o "Me se quema la sangre de ver al hijoputa de mi hijo". Y así, claro, a menudo tenemos los hijos y los nietos que nos merecemos. Más o menos. Y por supuesto, unos más que otros.

Arturo Pérez-Reverte
(v.Zenda Libros del 13 de mayo de 2018).

Antes, a los que platicábamos en clase, hacíamos dibujos en los cuadernos mientras el profe explicaba, nos distraíamos con el vuelo de las moscas y sacábamos malas notas en matemáticas, física y geografía, nos llamaban burros, y el manejo disciplinario para eso era el reglazo, el jalón de patilla y unos sonoros gritos. Ahora, los que presentan los mismos problemas de conducta en la escuela son chicos con Trastorno de Déficit de Atención y se les atiende con costosas terapias especializadas y medicamentos que, para desgracia de los bolsillos de los padres, aún no vende el Dr. Simi. No tengo duda de que, de haber existido estas pomposas clasificaciones en mi infancia, mi foto habría aparecido en la definición del diccionario correspondiente. Pero eran los tiempos en que los chicos con TDA éramos simplemente distraídos y holgazanes.

En mis épocas no había tecnología al servicio del estudiante. Una calculadora Casio de 32 kb era lo más avanzado con lo que yo contaba en la prepa, y si digo "contaba" es en forma literal. En la universidad los trabajos se hacían a golpe de máquina de escribir marca Olivetti y, cuando se hablaba de computadoras, se pensaba en esas máquinas llenas de focos de colores que salían en las películas de El Santo. En cambio ahora la computadora es una herramienta obligatoria para cualquier estudiante. En el colegio de mi hijo, en vez de cuadernos se utilizan tabletas y, en lugar de la tradicional lista de costosos libros, todos los contenidos están en una plataforma en internet. O lo que es lo mismo: antes los libros escolares estaban por las nubes y ahora están en "la nube".

Juan Miguel Portillo
(v.pág.8 del periódico Milenio Jalisco del 16 de mayo de 2018).

He estado considerando que los miembros de mi generación, que ya peinamos canas cuando podemos, éramos generacionalmente una generación bastante sumisa en cuanto a la mayoritariamente relación con los padres, vamos, podía ser que no te gustara lo que éstos te ordenaban, incluso podías en ocasiones hacerte tarugo y desobedecerlas y afrontar un regaño o hasta un castigo posterior, pero contestar o cuestionar una orden como que no se usaba; así era el concepto de obediencia de aquella época; más bien se acostumbraba decir que más valía pedir perdón que pedir permiso.

Había personas a los que sancionaban físicamente, es decir, les pegaban, en mi caso no fue así. Que yo me acuerde mi padre sólo me pegó una vez en mi vida y yo creo que lo merecía. Para él, el acto más reprobable que podía cometerse era ser ladrón, nada lo justificaba y esa vez mi hermano, que ya murió, y yo nos robamos de San Francisquito una alcancía de barro que debo decir era de nuestro tamaño y representaba a un acólito y se nos quebró a medias de López Cotilla, que entonces estaba empedrada, así que habíamos robado y nada menos que a nuestra Santa Madre Iglesia. Hay que aclarar a las nuevas generaciones que en aquel tiempo las monedas eran grandes y pesadas y que el acólito de barro no cooperaba ya que no sabía caminar y menos por el empedrado, así que, por esa causa, nos dio una regañada de pronóstico reservado y a continuación nos dio una fajacera, acusándonos justamente de ser ladrones y delincuentes y que repito fue la única vez.

Mi madre también solo nos pegó una vez, sólo que ella comenzó en 1950 y cesó a finales de esa década, pero eran a mano limpia, pero, discutir órdenes no se usaba.

Con nuestros hijos, cambió el tono y empezaban a cuestionar las órdenes de forma más bien tímida, tanto que en mi caso, cuando me preguntaban el porqué de una negativa, aceptaban (más o menos) que yo les contestaba algo así como que, la causa de ésta fuera que "porque era el aniversario de la entrada de Garibaldi a Roma" y eso parecía bastar. Años después me enteré que la famosa entrada tan mencionada nunca había tenido lugar, cuando menos nunca entró triunfalmente a esa ciudad. Ahora que son mayores reclaman que mis respuestas eran una muestra de humor negro, fuera de lugar, pero qué hacer si así fue.

Lo que no sé cómo será es cómo se dará en esta generación el sistema de órdenes, pero de cierto tendrán que dar muchas explicaciones.

Carlos Enrigue
(v.pág.5-B del periódico El Informador del 20 de mayo de 2018).

¿A qué horas cambió el concepto de mis tías respecto de muchos de mis parientes? En especial me estoy refiriendo al tío Tolito y al tio Dido. Ya les he contado algunos datos de las actividades sicalípticas realizadas en la concupiscente vida de los tíos que los convirtió de ser unos príncipes azules en unos viejos rabo verde. Sí, qué pena, pero la tía Chole siempre anunció que a ambos los perdería, como a Salomón, su desmedido amor por las mujeres y ante el alegato de Dido, de que se trataba de amores platónicos, la tía siempre le contestaba que eran platónicos porque se las quería echar al plato.

Pero también los conceptos del acercamiento intergéneros han cambiado, ahora nos dicen que el concepto del piropo ha variado (y no me refiero en ninguna manera a manifestaciones vulgares, éstas deben eliminarse), por fortuna ya estoy fuera de la pelea y siempre fui muy bruto para galantear; pero recuerdo hace mil años que una amiga guapísima que tenía, me contó de un piropo que le habían echado y que le había gustado se lo dijeran: "está usted más bien hecha que las tablas de multiplicar" y mire usted que las tablas están muy bien hechas, pero eso pasó hace mucho y a la mejor ya es material inadecuado.

La verdad es que no sé si mis tíos no tendrán espejo en su casa o hayan perdido su acta de nacimiento, pero de hecho no puedo imaginarme un intento de galanteo, cuando es evidente que hace años cambiaron el sex appeal por el check appeal y a esta edad sólo pueden dar dinero o asco, o las 2 cosas.

Pero ¿dónde estuvo el cambio de príncipe azul a viejo rabo verde?

Carlos Enrigue
(v.pág.6-B del periódico El Informador del 27 de mayo de 2018).

A mí siempre me fascinó el cine, y así, una bola de niños nos reuníamos a ir al cine en la Casa Loyola, donde daban buenas películas y cuidaban la moralidad de la clientela ya que oscurecían besos y hasta alguna escena, que se decía, subida de color. Cuando vi las escenas en Cinema Paradiso recordé con cariño esas funciones que a mí y a muchos nos aficionó.

Solo Dios sabe los circos que teníamos que hacer para conseguir, en casos extremos, los 60 centavos que costaba el balcón de cines como el Lux, el Edén, que por esa suma nos permitía ver 3 películas en permanencia voluntaria.

Había ocasiones en que esto era más complicado, por ejemplo, cuando daban películas americanas, fundamentalmente, en cines como el Variedades, que aún está de pie y creo es un centro cultural; creo recordar que este cine y tenía una luneta, que valía 4 pesos, lo que era impensable para hacerlo con frecuencia, pero tenía un 2o. balcón que era muy económico y ahí daban películas gringas, con subtítulos y en esa época había mucha gente que no sabía leer, así que todo lo que ocupábamos era conseguir 4 o 5 clientes de a peseta para pagar nuestra entrada y leer a la clientela en voz alta los subtítulos y que entendiera de qué se trataba, lo incómodo era que ese balcón no tenía butacas, sino banca corrida y quedaba uno casi ahogado por los clientes que querían escuchar.

Otro cine costoso, porque había que dar una cooperación al inspector, ya que eran películas para adultos y entonces se suponía no dejaban entrar infantes, hecho que se relajaba con una cooperación que si bien me acuerdo era de 2 o 3 pesos, esto era en el cine Jalisco que después se llamó Tonallan, atrás de las 9 esquinas; los viernes eran los días señalados y recuerdo que la función extrema se pasaban "Niñas Sacrificadas", "La torre de Nesle" y "Lucrecia Borgia". Lleno total. Años después vi en la tele esta última y pensé, a toro pasado, que la peli en cuestión debió haberse llamado Santa Lucrecia, toda la perversidad la llevábamos en la cabeza, pero en su momento, era toda la perversidad infantil que podíamos tener.

Carlos Enrigue
(v.pág.3-B del periódico El Informador del 3 de junio de 2018).

Sabes que te estás haciendo viejo cuando al agacharte para atar los cordones de tus zapatos te preguntas qué más puedes hacer mientras estás ahí abajo.

George Burns
Starsky y Hutch.

Hace 40 años protagonizaban la serie más famosa de la tele. Interpretaban a 2 policías y manejaban un auto que se hizo simbólico. Hoy tienen 73 años y uno empuja la silla de ruedas del otro, son Starsky y Hutch.


LA GENERACION DE ORO: NOS ESTAMOS YENDO. ¿Y AHORA QUIÉN NOS VA SUSTITUIR?

Nosotros que tenemos más de 50 o 60 años, somos una generación única, espero que alguna vez pueda venir otra igual, porque somos la última generación que escuchaba a sus padres, tíos, abuelos. También los respetábamos, así como a nuestros profesores, a las personas mayores las amábamos de verdad. Teníamos nuestros "gustos" y no era un falta de respeto; las músicas que oíamos no agredían. Y sí, esas eran músicas. Nosotros atravesamos la era del rock, woodstok, hippies, la yerba, viajes a la luna, y muchas guerras que no eran nuestras; crecimos tutelados por los militares, estudiamos en escuelas, colegios y universidades públicas. No había seguros médicos privados, jugábamos en las calles, teníamos 3 meses de vacaciones, tuvimos novias/os y muchos de nosotros se casaron con el primero/a, y continúan!

¡Somos una edición limitada! Nos estamos yendo... Todos los días somos menos.

Aprovecha en cuanto puedas.

Aprende con nosotros.

Y ten en mente que tuvimos mucho trabajo para construir un Mundo, con sus luces y sus sombras, pero que está siendo destruido por falta de lo que en el pasado teníamos en abundancia, AMOR Y RESPETO AL PRÓJIMO.

Muchos no estudiamos más que primaria o secundaria otros hasta prepa, y somos gente educada, honrada y trabajadora de buenos principios, no somos hijos de papi con más de 25 años y con carreras profesionales de escuelas privadas y que aún dependen de sus padres. No éramos "mantenidos". No hablábamos como carretoneros; hoy los niños bien hablan como la clase más baja de la sociedad, y esa clase tiene más respeto y se abstiene de malas palabras.

Nos tocó tener principios y respeto, y pasaremos a la historia como una generación humana y con valores. Las nuevas generaciones son frías, violentas, no se respetan entre sí. La mayoría encontrará todo servido y, lo principal, carecen de sentimientos, moral y buenas costumbres.

Los que tenemos de 50 a 75 años ó mas, somos, fuimos, y seremos una generación extraordinaria como quizá nunca jamás se vuelva a ver.

Autor desconocido

No me quiten edad. Me la he ganado.

May Sarton, poeta estadounidense
Cabina telefónica.


Creemos que las nuevas tecnologías nos facilitan la vida. Que nos ahorran trabajo y nos liberan. Pero en realidad sucede lo contrario. Con el e-mail y los whatsapps no terminas jamás de trabajar. Antes, sacar adelante un tema suponía quizá una carta de papel al mes y 3 llamadas. Hoy son decenas de correos electrónicos y de mensajes. Antes podías cortar tu dedicación laboral a una determinada hora. En estos momentos no cortas jamás.

Todo esto está alterando las costumbres, la salud y el cerebro. Numerosas investigaciones hablan del insomnio causado por la luz de los terminales, de alteraciones en la producción de hormonas, de quizá un mayor riesgo de cáncer (este punto es polémico), sobre todo en niños menores de 2 años, los cuales, según todos los indicios, no deberían ni tocar una tableta. Pero hay algo que creo que está clarísimo, y es la disminución de la capacidad de concentración. Con la mano en el pecho, debo confesar que mi cabeza, siempre tendente a las corrientes de aire, tiene hoy más agujeros que nunca. La mente aletea de acá para allá con más facilidad, hambrienta de nuevos estímulos. Tengo la sensación de que los smartphones son como hechiceros que nos han hipnotizado, creando una Humanidad de seres distraídos y confusos. Hay estudios que señalan que el uso del teléfono mientras conduces, incluso en manos libres, provoca cada día 9 muertes y cerca de mil heridos en Estados Unidos. Otro trabajo realizado en Manhattan indicó que el 42% de los peatones ignoraban los semáforos en rojo por estar enfrascados en su móvil. Ya digo. Somos las primeras generaciones del Homo pasmado.

Rosa Montero
(v.pág.2-B del periódico El Informador del 7 de octubre de 2018).
Somos tan viejos.

(En Facebook el 8 de diciembre de 2018).


El tiempo es la mayor riqueza de la que disponemos, un recurso que solemos dilapidar sin darnos cuenta de lo escaso que es. Malgastamos el tiempo cuando queremos que pase muy deprisa, cuando quemamos los días para poder alcanzar cuanto antes una fecha (las vacaciones, el regreso del ser amado, el final de un tratamiento médico); y directamente arrojamos nuestra existencia por la borda cuando nos aburrimos. ¿Cómo puede uno permitirse el aburrimiento? El solo hecho de vivir es un portento.

Pero lo más difícil de todo es digerir lo que el tiempo te hace. O más bien lo que te deshace. Decía Oscar Wilde, que tiene frases célebres para casi cualquier ocasión, que lo peor de envejecer es que no se envejece; es decir, que por dentro sigues siendo el mismo, de manera que cada vez hay un conflicto mayor con ese cuerpo irreconocible que se derrumba. Si en mi interior aún tengo 20 años, ¿por qué me mira ese estúpido carcamal desde el espejo? Pero no es sólo la disociación entre mente y carne: también es la larga cola de pasado que empiezas a arrastrar a tus espaldas, como el polvo estelar de un viejo cometa.

Sí, Wilde tenía razón, envejecer conlleva un extrañamiento de ti mismo. Estoy revisando antiguas entrevistas mías para reunirlas en un libro, lo cual me está poniendo de los nervios, porque no hago más que tropezarme con la joven que fui. Hablé con Tina Turner, por ejemplo, y recuerdo lo maravillada que volví. La encontré guapísima y escultural pese a lo vieja que era, y así se lo comenté con admirado entusiasmo a mis amigos. Ahora, al leer el texto, compruebo que por entonces Turner acababa de cumplir 50 años, y una gota de sudor helado me baja por el cuello. Hoy aquella vieja casi me parece una pipiola.

La buena noticia es que sin duda es cierto que la sensibilidad con respecto a la edad ha cambiado muchísimo en las últimas décadas. Yo pensaba que el tópico de que los 50 de hoy son los 30 de antaño era una exageración consoladora, pero la lectura de estas entrevistas parece confirmarlo. Muchos de los personajes a los que abordé estaban en la travesía de los 50 y se manifestaban sorprendentemente hundidos en la senectud, como si la presión social los forzara a ser viejos. Por ejemplo, un melancólico Yves Montand, con 56, se lamentaba de los millones de neuronas que perdía cada día; y Luis Miguel Dominguín, con 52, me recibía metido en la cama, disfrazando de cinismo su depresión y hablando desde el más allá de la vida, como si fuera un anciano. Con todo, la entrevista más espeluznante es la que le hice al director de cine Marco Ferreri, que era un hombre bamboleante y apático, un viejo sin paliativos. En un momento de la charla me espetó: "Tú quieres escribir, quieres ser feliz...; tú lo quieres todo". "Claro2, contesté. "Eso es imposible. Los tiempos son tan cortos..., ¿qué edad tienes?", preguntó. Y la conversación, horror vertiginoso, siguió así: "27". "Y yo 50. A los 50 años no se cree en la felicidad; a los 27, sí (...). A los 50, por muy bien que te vaya, sólo te quedan 20 años de vida". Y, en efecto, Ferreri falleció 19 años más tarde (a una edad a la que yo casi he llegado). Hoy pienso en aquel hombre que acababa de cumplir 50 pero que se había dado por derrotado, y me recuerdo a mí misma con la arrogancia que la inmortalidad de mis 27 años me confería, mientras siento silbar, atronador, el huracán del tiempo en mis oídos.

Rosa Montero
(v.pág.2-B del periódico El Informador del 23 de diciembre de 2018).

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.

Luego cuando, muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era un océano
la muerte solamente
una palabra.

Ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en los cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros.

Ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.

Mario Benedetti

Qué será de todos aquellos que crecimos en una sociedad moderna pero racional y coherente... Que crecimos con el choko-mil Pancho Pantera, con el "Hemostyl" y su imagen EVITA MUÑIZ... con el parque de MAGUSÍN o las resbaladillas en forma de cohetes espaciales del PARQUE ALCALDE... con el MICROCINE o las matinees del CINE REFORMA... con las meriendas en el VALENCIA aquel drive-in de Av. López Mateos con su chango enjaulado... con los HELADOS BING de Los Arcos mero enfrente de casa de los RUBIO... con las películas de VIRUTA Y CAPULINA o su programa de tv "Cómicos y Canciones"... con el CANAL 58 o las CINCO ONDAS DE LA ALEGRIA... con la PISTA HIELO de Av. México donde además de patinar había pese a la mala acústica conciertos de grupos de moda... ¿y PAQUÍN y CHORI?... Y el gran cómico CANELITA... la tele se veía solo a ciertas horas y los niños después del TEATRO FANTÁSTICO de ERNESTO [ENRIQUE] ALONSO in-media-ta-mente y a la cama... "La isla de Gilligian"... o "La Novicia Voladora"... "La Caldera del Diablo" solo la veían los adultos... o cintas ya casi olvidadas de WALT DISNEY como OPERACIÓN SALCHICHA o CUPIDO MOTORIZADO... las señoras todavía se cubrían para ir a misa con las famosas chalinas o sevillanas... aprendimos a leer con los cuentos de EDITORIAL NOVARO... después vendrían DISCOTEQUE ORFEON A GO-GO... TOPO GIGIO o la SEÑORITA COMETA... Tantas cosas en un mundo aún tangible y en cierto modo más civilizado que hoy.

El Duque de Tlaquepaque
(v.pág.4-B del periódico El Informador del 21 de enero de 2019).

En Japón se ha detectado que los mayores de edad [avanzada] con frecuencia cometen pequeños hurtos en tiendas, para poder pasar algún tiempo en la prisión, en compañía de otros seres humanos. Los casos de abandono de los más longevos son dramáticos, principalmente en las sociedades más avanzadas, donde el concepto de familia comienza a declinar peligrosamente.

Sergio López Rivera
(v.pág.9-A del periódico El Informador del 2 de febrero de 2019).
Como recién nacido.

De cuando en cuando hay periodistas que, para mi pasmo, me preguntan por qué escribo en mis novelas sobre la muerte. ¿Pero es que acaso se puede escribir sobre otra cosa? Todos hacemos todo en la vida contra la muerte, aunque no seamos conscientes de ello. Somos criaturas marcadas por la finitud, y la muerte es tan inhumana y tan anómala cuando la contemplamos desde la aguda conciencia de estar vivos, desde la plenitud de nuestros deseos, que no sabemos qué hacer con ese conocimiento aterrador. Por eso los humanos viven como si fueran eternos, o al menos casi todos lo hacen, salvo un puñado de neuróticos como Woody Allen o yo misma, que no podemos olvidarnos de la parca. Como decía Cicerón, siempre supe que era mortal.

Creo que es algo que nos pasa a muchos escritores; supongo que la mayoría nos sentimos más heridos por los mordiscos del tiempo que el individuo medio. Y quizá por eso escribimos, para poner un parapeto de palabras contra el vértigo. En realidad los humanos siempre hemos hecho cosas increíbles para intentar manejar la muerte inmanejable. Pirámides inmensas en medio del desierto con momias empeñadas en perdurar más allá de su destino de gusanera. Panteones de personajes ilustres que se hacen polvo bajo toneladas de recargados mármoles. Ceremonias funerarias diversas dependiendo de las culturas: piras, lápidas, criptas, crematorios, torres del silencio en donde los buitres se alimentan con los cuerpos, funerales, cánticos, banquetes de duelo, afeitados o laceraciones rituales, alaridos profesionales de plañideras. Qué difícil nos es la travesía de la muerte. Y sin embargo no es posible vivir con serenidad y con plenitud si no se alcanza antes cierto acuerdo con la muerte, con la propia y con la ajena.

En cuanto a la propia, poco hay que uno pueda hacer. En realidad el miedo a la muerte no es más que una defensa de nuestras células para posponer su desaparición e intentar perpetuarse. Si no nos angustia la plácida negrura que había antes de nuestro nacimiento, ¿por qué debe angustiarnos la oscuridad que vendrá después? Lo malo no es la muerte, sino el tránsito; por el posible sufrimiento y también por la pena de tener que abandonar esta vida tan bella. Como decía Salvatore Quasimodo, "cada uno está solo sobre el corazón de la Tierra / atravesado por un rayo de Sol. / Y de pronto, anochece". Me gustaría llegar a ser lo suficientemente sabia como para no arruinar el fulgor de ese breve rayo con mis temores.

Más difícil aún me parece aceptar la muerte de los otros. Hay una cosa inquietante de la edad, y es que te convierte en un superviviente. Van desapareciendo a tu alrededor los conocidos, los amigos, los amados, y si alcanzas una edad muy longeva te quedas sola, único árbol en pie de un bosque quemado. Ahora que las baldas de mi biblioteca empiezan a llenarse alarmantemente con las fotos de los caídos, siento la urgencia de encontrar un consuelo, un acomodo, alguna manera de sobrellevar el peso de tantas ausencias. Porque nuestros muertos se acumulan sobre nosotros, como me dijo el escritor Amos Oz en una entrevista que le hice en Israel en 2007: "Cuando se te muere alguien, un padre, un hermano, alguien cercano a tu corazón, tú recoges ese muerto y lo metes dentro de ti, lo introduces en tus entrañas y te quedas embarazado de ese muerto para siempre jamás. Todos caminamos por la vida preñados de nuestros muertos. En el caso de los judíos, lo que sucede es que estamos muy, muy embarazados, porque tenemos muchísimos muertos a las espaldas".

Supongo que, a medida que envejecemos, todos nos aproximamos a esa preñez masiva de los judíos que señalaba Oz. Vamos construyendo nuestro pequeño panteón en el rincón más íntimo del pecho, o más bien nos vamos convirtiendo nosotros en panteones vivos. Si se mira bien, es reconfortante que sea así. Tu gente y tus animales queridos van reuniéndose ahí dentro, se acompañan y te acompañan. Ahora que un nuevo amigo acaba de sumarse a mi paisaje interior, al mundo silencioso y sumergido que me crece dentro, este pensamiento me hace sentir cierta ligereza, cierto sosiego. Como dice el poeta mexicano Elías Nandino, "morir es alzar el vuelo. Sin alas. Sin ojos. Y sin cuerpo".

Rosa Montero
(v.pág.2-B del periódico El Informador del 31 de marzo de 2019).

Me atreveré a decirle que no pienso tanto en la vejez. Nunca creí que la edad fuera un criterio. No me sentía particularmente joven hace 50 años (cuando tenía 20, me gustaba mucho la compañía de gente mayor) y no me siento vieja hoy. Mi edad cambia y siempre ha cambiado de hora en hora. En los momentos de cansancio tengo 10 siglos; en los momentos de trabajo, 40 años; en el jardín, con el perro, tengo la impresión de tener 4 años.

Margueritte Yourcenar, en una carta a Jeanne Carayon, citada por Martín Casillas
(v.pág.6-B del periódico El Informador del 28 de abril de 2019).

Veo en el telediario que 1 de cada 5 reclusos japoneses es mayor de 65 años. Por lo visto delinquen y reinciden para que les metan presos y poder estar así cuidados, con comida y compañía. Qué tremenda desesperación hay que experimentar para sentir que la cárcel es un hogar. Esto me ha hecho recordar una nota que tomé (y que nunca usé) en 2013: el ministro de Finanzas nipón, Taro Aso, pidió a los ancianos que se murieran pronto para apoyar la reforma de la Seguridad Social. Por las mismas fechas, un informe del Fondo Monetario Internacional se quejaba de que vivíamos demasiado. Cierto, no hay manera de hacer unos presupuestos apañados con este empecinamiento de la vida en vivir. Hace 30 años yo bromeaba diciendo que a mi generación la iban a terminar gaseando, porque íbamos a ser muchos viejos muy viejos sin que aún se hubiera sabido resolver el problema de cómo cuidarnos. Pues bien, se diría que hoy estamos a un paso, no ya del exterminio, que hasta sería más piadoso, sino de una crueldad, un descuido y un maltrato propio de los nazis, como demuestran las espantosas, insoportables imágenes de los abusos en la residencia geriátrica Los Nogales.

Lo de los presos sin duda está relacionado con el hecho de que los japoneses son el pueblo más longevo del mundo. Pero los españoles estamos cerca. Somos el 4o. país con más esperanza de vida del planeta, tras Suiza y Singapur, y, según un estudio de The Lancet, podemos alcanzar el 1er. puesto en 2040. O sea: es muy posible que, en efecto, mi generación bata los récords en ancianidad, esto es, en carcamales hechos polvo, viviendo solos, indefensos y con pensiones de miseria. Si es que aún tenemos pensiones. Hurra por ese 1er. puesto. Antes llegar a viejo era un orgullo, pero ahora ser viejo es un problema.

Según un informe del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) de 2019, en España hay casi 9 millones de personas mayores de 65 años, un 19% de la población. Y la sociedad envejece a toda prisa. Hoy la media de edad del país es de 43 años, mientras que en 1970 era de algo menos de 33 años. Por añadidura, los octogenarios son ya el 6% de la población, y hay más de 11,000 centenarios en nuestro país, la mayoría mujeres, porque superamos en longevidad a los hombres en un 32%, y la diferencia es mayor conforme aumenta la edad. Pero ese triunfo de la resistencia no es por lo general un regalo, porque vivimos mucho pero en malas condiciones. Físicas y económicas.

Y es que ser viejo es muy caro. La estancia en esa casa de los horrores que era Los Nogales podía llegar a costar más de 2,000 euros al mes. Según el CSIC, hay cerca de 370,000 plazas en residencias geriátricas, 4 por cada 100 ancianos, incluyendo privadas y públicas. No parecen muchas. De cuando en cuando saltan a los medios denuncias de malos tratos en esos centros, y, reconozcámoslo, todos sospechamos que pueden ser más habituales de lo que parece. Todos intentamos no pensar en esos aparcaderos de seres indefensos que, por otra parte, muchas veces son inevitables, porque el estado del anciano impide su cuidado en casa.

Los Nogales ha sido un caso clamoroso y los empleados investigados por la Fiscalía están acusados de comportamientos de un sadismo repugnante. A ellos los despidieron, pero aún más grave me parece que la dirección de la residencia no cursara a la comunidad las denuncias recibidas. Aterra pensar que sin duda conocemos, sin saberlo, a gente así de (supuestamente) mala. Gente que ejerce el daño y gente que prefiere mirar hacia otro lado. Y siendo todo esto doloroso y terrible, aún hay algo peor, y son todos esos ancianos que no tienen a nadie y que viven encerrados en sus casas, llenos de pena y miedo por su debilidad y su abandono. Tan presos como los reclusos japoneses y dependiendo de la generosidad de una vecina que les suba la compra de vez en cuando (el 17% de los hombres mayores y el 30% de las mujeres viven solos). Pero todos estos, claro, nos hacen el favor de sufrir en silencio y en la invisibilidad de sus domicilios. Su dolor nunca llegará a la Fiscalía. Son nuestros maltratados.

Rosa Montero
(v.pág.2-B del periódico El Informador del 28 de abril de 2019).

-"Te estás volviendo viejo"- me dijeron, -"has dejado de ser tú, te estás volviendo amargado y solitario".

No, respondí; no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo sabio.

He dejado de ser lo que a otros agrada para convertirme en lo que a mí me agrada ser, he dejado de buscar la aceptación de los demás para aceptarme a mí mismo, he dejado tras de mí los espejos mentirosos que engañan sin piedad.

No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo asertivo, selectivo de lugares, personas, costumbres e ideologías.

He dejado ir apegos, dolores innecesarios, personas, almas, y corazones, no es por amargura es simplemente por salud.

Dejé las noches de fiesta por insomnios de aprendizaje, dejé de vivir historias y comencé a escribirlas, hice a un lado los estereotipos impuestos, dejé de usar maquillaje para ocultar mis heridas, ahora llevo un libro que embellece mi mente.

Cambié las copas de vino por tazas de café, me olvidé de idealizar la vida y comencé a vivirla.

No, no me estoy poniendo viejo.

Llevo en el alma lozanía y en el corazón la inocencia de quien a diario se descubre.

Llevo en las manos la ternura de un capullo que al abrirse expandirá sus alas a otros sitios inalcanzables para aquellos que sólo buscan la frivolidad de lo material.

Llevo en mi rostro la sonrisa que se escapa traviesa al observar la simplicidad de la naturaleza, llevo en mis oídos el trinar de las aves alegrando mi andar.

No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo selectivo, apostando mi tiempo a lo intangible, reescribiendo el cuento que alguna vez me contaron, redescubriendo mundos, rescatando aquellos viejos libros que a medias páginas había olvidado.

Me estoy volviendo más prudente, he dejado los arrebatos que nada enseñan, estoy aprendiendo a hablar de cosas trascendentes, estoy aprendiendo a cultivar conocimientos, estoy sembrando ideales y forjando mi destino.

No, no es que me esté volviendo viejo por dormir temprano los sábados, es que también los domingos hay que despertar temprano, disfrutar el café sin prisa y leer con calma un poemario.

No es por vejez por lo que se camina lento, es para observar la torpeza de los que a prisa andan y tropiezan con el descontento.

No es por vejez por lo que a veces se guarda silencio, es simplemente porque no a toda palabra hay que hacerle eco.

No, no me estoy poniendo viejo, estoy comenzando a vivir lo que realmente me interesa.

Víctor Hugo

¿Cuál es el mayor atractivo de los hombres?

Desde el nacimiento hasta los 15 años, "la inocencia".
De los 15 a los 30, "la apariencia".
De los 30 a los 40, "la experiencia".
De los 40 a los 60, "la solvencia".
De los 60 a los 80, "la paciencia".
Y de los 80 en adelante, "¡la herencia!"...

Armando Fuentes Aguirre "Catón"

Como se sabe, la esperanza de vida, sobre todo en los países ricos, no deja de crecer. Basta un ejemplo: en el inicio del siglo XX el promedio era de 60 años; ahora, donde la economía florece, es poco mayor de 80 años. Los logros de las diversas tecnologías crecerán sin cesar y con ellas se agregarán años a la vida.

Las personas cuya calidad de vida, en los rubros material, social y económico es adecuada, con frecuencia disfrutarán vivir más tiempo; escribí "con frecuencia" con cursivas porque hay factores insoslayables cuyo peso no debe pasar desapercibido. Soledad, depresión, abandono familiar, maltrato, suicidios y la sensación de no pertenencia al medio social son elementos que impiden vivir una vejez plena, satisfactoria, en comunidad, no digamos feliz. En el otro extremo, el binomio pobreza y vejez siempre es tóxico: la vida se detiene cuando a la falta de dinero y a la ancianidad se agregan enfermedades, muchas incurables. Las patologías crónicas son características de la vejez. Convivir con ellas con dinero es complejo; sin dinero, un pequeño infierno. Morir a edades tempranas supone, en general, muertes menos prolongadas, menos dolorosas. No quiero decir con eso que valga la pena morir joven, lo que pretendo exponer, en una 1a. aproximación, es una de las grandes cuestiones de la ancianidad: la mayoría de las veces la muerte llega acompañada de periodos largos de dolor, incapacidades e indignidad.

En su espléndido libro "De senectute", publicado en italiano en 1996, Norberto Bobbio reflexiona, a los 87 años, sobre el valor de la sabiduría en la vejez. Luchador incansable y utopista empedernido, escribe en el capítulo "Pero, ¿qué sabiduría?", "La marginación de los viejos en una época en la que el curso histórico es cada vez más acelerado, resulta un hecho imposible de ignorar. En las sociedades tradicionales estáticas que evolucionan lentamente, el viejo encierra en sí el patrimonio cultural de la comunidad... En las sociedades evolucionadas, el cambio cada vez más rápido, tanto de las costumbres como de las artes, ha trastocado la relación entre quien sabe y quien no sabe. El viejo se convierte crecientemente en quien no sabe con respecto a los jóvenes que saben, y saben, entre otras razones, porque tienen más facilidades para el aprendizaje". 2a. aproximación: el viejo ha sido desplazado, su sabiduría no se aprecia; la idea de que era fuente de consejos, es obsoleta. El viejo proverbio africano, "Todo anciano que se muere es una biblioteca que se va", es anacrónico, demodé.

Las crisis económicas afectan todo. Las deudas y los apuros monetarios del núcleo familiar central impiden ayudar a los abuelos y acompañarlos. Al unísono, las pérdidas propias de la edad, i.e., muertes de amigos y familiares, incapacidad para generar dinero y deterioro corporal y sexual, profundizan las mermas y entierran las esperanzas. Los ancianos, sin núcleos protectores, tienen pocas esperanzas de vivir con dignidad. 3a. aproximación: la falta de solidaridad, empatía y compasión, característica de nuestros tiempos, multiplica las pérdidas e incrementan los dolores propios de la edad. La anomia es un estado típico de la sociedad moderna.

La alta tasa de suicidios en la vejez se asocia a la sensación de abandono y soledad, sobre todo en un mundo hiperconectado, donde los viejos son relegados. 4a. aproximación: la soledad es una constante en la vejez, una suerte de (mala) compañera.

Las observaciones previas son parte del mosaico contemporáneo del mundo de la vejez. La tecnología y la biotecnología añadirán años a las nuevas generaciones. No se trata de ser iconoclasta al hablar de los logros de la tecnología. Se trata de la realidad. Hay un divorcio innegable entre longevidad y felicidad. Aunque no hay datos estadísticos fiables, la mayoría de los ancianos en Occidente no son felices. Agregar años vale la pena si van acompañados de buena calidad de vida, dignidad y felicidad. Lo contrario, a mayor longevidad, mayor tristeza y humillación, carece de sentido.

Arnoldo Kraus, médico. profesor de la Facultad de Medicina, UNAM, miembro del Colegio de Bioética
(v.periódico El Universal en línea del 21 de julio de 2019).
La evolución de la educación.

J'aime le français
(24 de agosto de 2019).


Los adultos mayores no son "chavorrucos" ni están para cuidar a sus nietos, sino que son personas que llegaron a la vejez con dignidad, tienen preferencias, sexualidad y actividades con las que enriquecen su vida, afirmó la especialista de la UNAM, Verónica Montes de Oca.

En ocasión del Día del Abuelo, que en México se celebra el 28 de agosto, la coordinadora del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez (SUIEV) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), recordó que, socialmente, a los adultos mayores se les ve como parte fundamental en la integración familiar.

Sin embargo, no por acuerdo, sino por adjudicación, "de ahí la idea de que deben cuidar a los nietos, ayudar en los quehaceres domésticos y dejar de lado uno de sus principales valores: la experiencia y transmisión de valores y conocimientos".

Montes de Oca consideró que la situación cambia, "ahora están al pendiente de su salud, tienen actividades, son emprendedores, algunos son activistas o hacen voluntariado, y estas acciones se incrementarán con el paso del tiempo".

La universitaria consideró que estos cambios derivan de sucesos históricos, culturales y sociales que la nueva generación de personas mayores vivió a lo largo de su vida: nacieron a principios de la década de los 50 y fueron testigos del auge del rock and roll, de movimientos por los derechos civiles, la liberación sexual, el movimiento contracultural hippie y la guerra de Vietnam.

Por ello, subrayó la universitaria, el actual proceso de envejecimiento es jovial, "viven una 'abuelidad' moderna, liberadora, reveladora y rebelde, y los nietos ven en ellos una vejez divertida".

De acuerdo con datos del Consejo Nacional de Población (Conapo), en México más de 11'960,000 habitantes tienen entre 60 y 79 años de edad, principalmente en entornos urbanos, y este segmento poblacional aumentará en más de 464,000 para el año 2020.

(V.periódico El Informador en línea del 27 de agosto de 2019).

Decía un dicho antiguo: "Viejo que con moza yace, requiescat in pace". Y otro: "Casamiento a edad madura, cornamenta o sepultura". A las mujeres jóvenes se les advertía: "No te cases con viejo por la moneda. / La moneda se gasta y el viejo queda".

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.periódico Mural en línea del 2 de octubre de 2019).
Mis ojos ya no son los de antes...

Nací en los años 50, con el privilegio de vivir en el terruño donde nacieron mis padres, el mundo se movía lentamente. Las vacaciones de verano eran muy largas, las disfrutaba en el pueblo de mi abuelo, en el Estado de Jalisco. Llegar era una odisea, la carretera era de terracería.

En tiempo de lluvias el pueblo parecía Venecia, los niños nos divertíamos con una pelota y construyendo barquitos de papel jugando en el arroyo del agua, mientras tomaba su cauce al río, a unas cuadras del jardín principal. Los hogares permanecían de puertas abiertas, los niños vivíamos en libertad, sin miedos, entrabamos a las casas de amigos y parientes. Las familias sembraban las tierras que habían heredado de sus padres, criaban el ganado, con la leche elaboraban quesos para su consumo y para la venta. Los alimentos los preparaban con los productos del campo, todo orgánico. Cuentan con varios recursos terapéuticos, enseñanzas de sus ancestros, para la deshidratación del bebé, acomodan la mollera (la fontanela). Tronar las anginas, masaje en los brazos. El empacho en indigestión y sustos. Masaje con manteca de puerco en la región paralumbar, jalan la piel hasta que se escucha un tronido. La técnica aumenta el peristaltismo por estimulación de las raíces nerviosas que obliga a evacuar casi de inmediato. La mayoría en los pueblos cultivan árboles frutales en el traspatio de su casa; la fruta la conservan en jalea para todo el año, y las semillas para la siguiente cosecha. Durante las fuertes lluvias acostumbran cruces de sal en la puerta, y rezaban con ramas de laurel y romero para mitigar la tormenta, rituales entre paganos y religiosos. El teléfono se encontraba en una caseta y solo lo utilizaban para emergencias. Qué triste, en la era moderna vivimos pegados al celular. La civilización cambió radicalmente, muchos avances tecnológicos. ¿Bueno o malo? depende. Pero, las nuevas generaciones se han perdido de la cultura ancestral, de los rituales y la riqueza de la naturaleza. El progreso tecnológico nos rebasó, es el más espectacular de todos los tiempos, tenemos al alcance de la mano, el conocimiento tan solo con un aparato, pero perdimos socialización. China de estar aislada del mundo, ahora es una de las primeras potencias, casi rebasa a Estados Unidos. Pensamos que con tantos adelantos tecnológicos ya nos habíamos librado de prejuicios y viviríamos una era de paz, derechos humanos, libertad y progreso. Pero qué paradoja, se incrementó la violencia y las adicciones; corremos a toda velocidad, pero en dirección contraria. El tiempo se volvió el peor enemigo, el auto se volvió imprescindible, y hoy en día es una de las principales fuentes de estrés y contaminación. En cuestión de género solo intercambiamos los roles, se empeñan en que hombres y mujeres sigamos como enemigos.

Como dice Amin Maalouf en su obra: El Naufragio de la de civilización. "Parece que vamos a bordo: los países y clases sociales en un trasatlántico como el Titanic y nos vamos a estrellar con una montaña de hielo que además se está derritiendo. Con el calentamiento global, vamos la humanidad entera un naufragio apocalíptico". La deforestación y los químicos en las agroindustrias impactan al cambio climático, acaban con cadenas alimenticias como las abejas y los insectos que son útiles para la polinización, el 80% de insectos han fallecido por los insecticidas, que además, son causantes de cáncer. Dependemos de 4 compañías que controlan el 60% de las semillas del mundo, modifican la genética y obligan a los agricultores a consumirlas, verdadera amenaza para el planeta. Monsanto, por avaricia quiere agricultura sin agricultores, con robots. El 90% de la soya y el maíz se utiliza para producir combustibles. Necesitamos una toma de consciencia, el alimento del campo es un derecho fundamental, sacar a la gente el campo incrementa las enfermedades. Otro problema vinculado a la naturaleza es la migración. La mitad de la humanidad está hambrienta y la otra enferma de cáncer, diabetes, trastornos mentales, insuficiencia renal y obesidad. Falta disciplina en todas las áreas: laboral, cuidado personal y consciencia ecológica.

Doctora Rosa Chávez Cárdenas
(v.pág.5-B del periódico El Informador del 17 de enero de 2020).
Llegando a viejo.

Paco Calderón
(9 de febrero de 2020).


Como siempre me ha obsesionado el paso del tiempo (uno empieza a envejecer desde la cuna), hace mucho que soy consciente de esa cualidad de despeñadero que tiene la vejez en nuestra sociedad. Por ejemplo, en las encuestas, o en los prospectos de los medicamentos, los tramos de edad suelen detenerse abruptamente en torno a la 6a. década. Las zonas inferiores están meticulosamente subdivididas (entre 14 y 29 años, entre 30 y 45, entre...), hasta llegar al ventoso repecho final: más de 65. Y a partir de ahí, la nada. Terra incógnita. El Marte irrespirable de la ancianidad. Por no hablar de la vertiginosa tendencia de las biografías a saltarse olímpicamente los últimos años de sus biografiados. Y así, hay libros de 600 páginas que narran la existencia de un personaje que vivió, pongamos, 80 años; y resulta que los últimos 20 apenas ocupan 10 páginas de todo el volumen, pese a ser un cuarto de la vida del individuo. Creo que, para compensar, debería escribirse un libro de biografías que sólo tratara de la vejez de los personajes famosos. Seguro que descubriríamos cosas de interés.

Quiero decir que envejecer es muy humillante. Y no hablo ya de las humillaciones del cuerpo (la vista empobrecida, las articulaciones que chirrían), sino de los innecesarios menosprecios sociales. Ahora estamos viviendo una de esas olas colectivas de desdén por los viejos. Francamente, la delectación con la que los medios y los especialistas repiten la consabida frase de que el coronavirus es letal fundamentalmente para "gente de avanzada edad" y "con patologías previas" es algo que desanima bastante. Y no por la noticia en sí, que es un rasgo epidemiológico importante y muy necesario de tener en cuenta, sino por el alivio con que se menciona; por cómo rebota la frase de boca en boca, de tertuliano en tertuliano, de charla de bar en charla de bar: venga, no hay que preocuparse tanto con este bicho, total solo mata a los viejos y a los enfermos. Alegría, alegría.

O lo que es lo mismo: algo habrán hecho los que se mueren, en algo serán responsables por su defunción. Y es que vivimos en una sociedad tan progresivamente ajena a la muerte, tan alejada de los ciclos biológicos, tan medicalizada y prepotente, que a veces la gente sufre el pasajero delirio de creerse eterna. La muerte es vista como una anomalía, como un fracaso, como algo irregular. Muere quien no es capaz de seguir vivo.

En fin, el caso es que, como es natural, la gente "de avanzada edad" y la que tiene "patologías previas" no comparten el general alivio que los tópicos sobre el coronavirus proporcionan. Saber que si tienes, por ejemplo, más de 70 años o si padeces un asma grave o bronquitis crónica estarás más en riesgo cuando enfermes, ya es en sí un fastidio. No lo empeoremos, por favor, con ese desfachatado ninguneo social; con esa especie de alegría bárbara "porque a mí no me toca", la misma alegría que mostraba el personaje de Tolstói por no ser el cadáver en esa joya que es La muerte de Iván Ilich. Y diré algo más: esa edad invisible, esa tierra de nadie de la vejez es cada día más amplía, más dilatada. En España hay ahora mismo más de 16,000 centenarios. El abismo sin nombre tras el epígrafe "Más de 60 años" empieza a abarcar ya un tercio de nuestra existencia. La avanzada edad es plena vida.

Rosa Montero
(v.pág.4-B del periódico El Informador del 22 de marzo de 2020).

Si bien los que andamos cincuenteando tenemos sobradas razones para echar pestes de que, una vez más, padeceremos otra crisis económica. Carecemos, sin embargo, del derecho al protagonismo en esta hora oscura para México. Los que deberían ser, en toda forma, objeto de atención y cuidado plenos son nuestros viejos. Se los debemos.

El COVID-19 cebará la mayor parte de su daño en los nacidos en los años de la Segunda Guerra Mundial o inmediatos posteriores. Gente que casi 3 cuartas partes de su vida padeció el peor autoritarismo priista (aunque suene redundante), personas que protagonizaron discretas luchas cívicas y democráticas que hoy nadie les reconoce.

Son los mexicanos de la mitad del siglo pasado. En términos generales, ciudadanos que lograron la nada desdeñable proeza de hacer que sus hijos tuvieran mejor instrucción y un entorno más parejo, si bien imperfecto, de derechos y oportunidades del que ellos heredaron de sus padres.

En el ocaso de sus vidas, México padecerá una nueva crisis económica. Pero antes incluso de pensar en cómo proteger a los adultos mayores del embate financiero, resulta urgente poner el foco en lo que podamos hacer para que el coronavirus no cobre vidas innecesariamente entre aquellos que llegan con las defensas más desgastadas por la edad o el esfuerzo de una vida de trabajo.

Nuestros viejos primero. Esa debiera ser la divisa. Generar desde ahora estrategias para ponerlos a resguardo: sacar de la calle a los que estén en esa situación; definir y socializar protocolos efectivos para los que vivan con su familia (o su familia con ellos): si los hijos o los nietos no pueden quedarse a trabajar en casa serán, tristemente, factor de riesgo al regresar cada noche al hogar multifamiliar; ubicarlos en todos los espacios públicos y privados de retiro para que se pongan inmediatamente obstáculos a la entrada del coronavirus en los asilos; localizar a los que vivan solos, desatendidos pero independientes, para que durante el encierro que nos estaremos dando no queden doblemente expuestos: a nuestra indolencia, y a verse forzados a valerse por sí mismos en un entorno donde habrán de escasear opciones para comprar la despensa o surtirse medicamentos...

Y para los viejos que tienen que trabajar diario para sobrevivir, al menos para ellos México sí debiera tener capacidad de formular un apoyo económico sustantivo, que les haga flotar en esta crisis que podría durar demasiados meses. De no hacerlo así, los expondremos a un bicho que los diezmará en cuestión de días. Si a nuestro país -gobierno y sociedad- no le alcanza para salvar a estos viejos, entonces somos una desgracia de nación.

Niños, embarazadas y viejos primero... que sea el grito en cada multifamiliar, en cada cuadra, en cada colonia. Que cerrar nuestra puerta para cuidarnos en estas semanas no se traduzca en falta de humanidad.

En México hay 16 millones de adultos mayores de 60 años (Inegi, 2019). Muchos de ellos no pueden defenderse solos de la avalancha de muerte que empieza a tocar nuestras ciudades. Pero aún hay tiempo para intentar salvarlos.

Una de las sensaciones más amargas de estas semanas es no poder abrazar a nuestros padres, a nuestras tías, a nuestros amigos que tienen una edad en donde nuestro contacto podría significarles un riesgo mortal.

Mitiguemos esa tristeza con un esfuerzo por tratar de salvar a todos los viejos por igual. Si ha de primar algo en la estrategia nacional, que sea eso. Si ponemos a los viejos por sobre todo, y lo hacemos bien, igual y de paso nos salvamos a los demás.

Salvador Camarena
(v.pág.10-A del periódico El Informador del 30 de marzo de 2020).

Para la gente como yo, que ya estamos en la edad del perro, es decir, que cada año nuestro ya cuenta como 7, esta cuarentena puede liquidarnos.

Rosa Montero
(v.pág.12-A del periódico El Informador del 19 de abril de 2020).

Comentario genial del actor inglés en una entrevista para el programa televisivo de Stephen Colbert -dedicado expresamente para los mayores de 60- y atendiendo a la pregunta: "¿Cómo se siente envejecer?"

"-Bueno, considerando la otra alternativa, ¡Fantástico!"

Uriel Eduardo Santana Soltero
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 12 de julio de 2020).

El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, renovó el gabinete y dejó a los más jóvenes con el argumento de que la edad promedio de la población había aumentado considerablemente, el promedio de vida había crecido exponencialmente y, los ancianos mayores de 60 años eran una carga para el gobierno por las pensiones por jubilación.

Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), manifestó su preocupación por los quebrantos en la salud de las personas de la tercera edad que, afortunadamente, el COVID-19 se estaba encargando de ese problema.

Esas opiniones tendenciosas son una agresión que puede considerarse como delito tipificado como gerontocidio, que se define como la muerte causada a un adulto mayor. En las residencias de la 3a. edad españolas se cuentan por decenas los ancianos fallecidos a causa del COVID-19. El gobierno español ordenó que en los hospitales se diera preferencia a personas con edad menor de los 60 años, lo cual se considera como un gerontocidio.

La crisis del coronavirus nos ha hecho recapacitar en cosas que en tiempos normales nos parecen impensables. Se habla de los grupos de riesgo y se dictan medidas discriminatorias de acceso a lugares públicos. En medios de comunicación, redes on line y chats de WhatsApp se observa con frecuencia la frase de "sólo estarán sobreviviendo los mejores".

En la literatura y la documentación histórica se encontrarán los 2 extremos; los pueblos que tenían como costumbre sacudirse a viejos y enfermos y los que reservaban los puestos gobernantes a las personas de mayor edad por su sabiduría, como en el Senado Romano, palabra que viene del latín "senectus", de senex, anciano.

El Senado Romano era un consejo de ancianos destinado a servir de asesoramiento a los magistrados. Las recomendaciones del Senado tenían lugar en recintos sagrados y privados y estaban presididos por el senador de mayor edad.

Etimológicamente la palabra gerontocracia viene del griego "gerón", viejo y "kratos" fuerza, es la fuerza del gobierno de los ancianos, "gobierno donde mandan los ancianos".

El aprovechamiento de la experiencia y sabiduría de los ancianos es una gran ventaja en un sistema de gobierno democrático en donde sirve de freno al poder ejecutivo. En nuestro medio habría que agregar a la edad mínima de 60 años para ser senador, la calidad profesional, la experiencia técnica y la honorabilidad. Habría que tomar en cuenta también las discapacidades para definir cuándo se debe suspender temporalmente por causa de enfermedad y en qué casos será definitiva; porque el tiempo cobra su cuota y la edad es un factor que contribuye a pagarla. La edad de los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos va de 74, Trump, a 77 años, Biden. "Un pueblo que no cuida a los abuelos y no los trata bien, no tiene futuro". delcaró el Papa Francisco.

Luis Jorge Cárdenas Díaz
(v.pág.7-A del periódico El Informador del 23 de julio de 2020).

Les han tocado represiones, terremotos, grotescos fraudes electorales, cracks económicos, magnicidios, guerrillas urbanas y un levantamiento armado indígena, la llegada de la alternancia y la mayor crisis de violencia en décadas. Ahora, por la pandemia están cayendo como moscas. Son las y los mexicanas que tienen entre 45 y 64 años de edad.

Las autoridades de salud dieron a conocer el sábado un estudio que revela que se ha registrado un notable aumento en fallecimientos. Con datos de apenas 20 entidades, el gobierno federal cifra ese incremento en 54.5%, o en 71,315 casos, que son la diferencia entre las muertes de lo que va de 2020 contra lo ocurrido en similar periodo del año previo.

Al desglosar ese aumento, sucede que los adultos de entre 45 y 64 años de edad presentan, en 2020, una mortalidad del doble de lo ocurrido en el año anterior. O si se quiere el dato exacto: en ese grupo etario hay 97% más decesos este año que en 2019.

A nivel mundial, la pandemia golpeó con particular saña a los adultos mayores. En México ese grupo también ha resultado muy impactado. Para los de 65 años y más, las autoridades calculaban una mortalidad de 72,127; pero han ocurrido 104,447, que en porcentaje es un aumento de 45%. Menos de la mitad, sin embargo, de lo que ha sido la subida de casos para el grupo de los que tienen entre 45 y 64 años.

Así que Covid-19 ha sido, particularmente, una calamidad para las y los mexicanos que están en plenitud. Como López-Gatell tiene una explicación para todos y cada uno de sus fracasos, no es aventurado decir que el que cobra de subsecretario de Prevención seguro culpará de tal pico de muertes a las comorbilidades.

Por lo pronto, qué decir de tan dramático volumen de fallecimientos en este grupo, que el mismo sábado fue llamado como "relativamente joven".

Algunos de esos relativamente jóvenes nacieron entre 1956 y 1975. Pudieron estrenarse en los comicios ya sea cuando hubo un solo candidato real (1976), cuando todo naufragaba por los excesos lopezportillistas (1982), o en la ocasión en que sus votos se perdieron en la bartletiana "caída del sistema" (1988) o fueron parte de las elecciones del miedo (1994), el año de los magnicidios...

En la infancia de algunos de ellos ocurrieron las represiones del 68 y del 71, las guerrillas urbanas de los 70; pero a todos les marcó el alzamiento zapatista y el acribillamiento en Guadalajara de un cardenal, "confundido" con un narcotraficante, hoy preso en Estados Unidos.

Esa generación, que creyó en las alternancias electorales que premiaron al PAN, que defraudó, y que increíblemente devolvió el cetro al PRI, ha tenido quizá la fortuna y el infortunio de haber vivido para disfrutar de algo de la infraestructura que trajo el llamado desarrollo estabilizador -educación y acceso a la salud como nunca tuvieron nuestros abuelos-, pero también para padecer la pauperización de esos mismos servicios públicos.

Los que están muriendo al doble de lo esperado fueron anónimos artífices de cambios democráticos, legiones de educandos que llevaron los números de la alfabetización a niveles récord y migraron a escuelas técnicas porque también ellos saturaron las universidades; y las y los más vacunados de la historia.

El futuro un día les prometió que habría pensiones para un retiro no tan magro -las más suertudas de esas personas se pueden acoger a la ley anterior del IMSS y olvidarse de las penurias de las Afores-, que muchos saldrían de la pobreza (lo que no se cumplió ni remotamente) y justo están, unas más otras menos, en lo que se consideran los años más productivos de la fuerza laboral.

En esas andaban los de la generación 1956-1975 cuando llegó Covid-19 y la negligencia, no sólo la inoperancia, de este gobierno federal frente al coronavirus. Hoy la generación que vio el esplendor (malo en casi todas sus formas) del priismo, ve el desastre de los gobiernos del cuatripartidismo (a cual más de malo) al tiempo que pone en la pandemia el doble de muerte de los "relativamente jóvenes". Así les tocó vivir.

Salvador Camarena
(v.periódico El Financiero en línea del 29 de julio de 2020).

Los consumidores tenemos que aprender y enseñar que nuestra calidad de vida y calidad de muerte dependen, en buena medida, de los alimentos que consumimos.

Y digo "calidad de muerte" porque para mí hay 3 formas de morir: una de forma natural, otra "al contado" y otra "en abonos". Explico cada una, en orden "preferente": La muerte natural, que todos conocemos, es la que se produce por mera vejez y sin mayor sufrimiento. Es la que todos de alguna manera "deseamos". La muerte "al contado", y que llamo así porque significa morir de golpe (en una sola exhibición), es la que se produce por una falla fulminante del cuerpo o por un accidente fatal. Este tipo de muerte, que por sorpresiva e inesperada es traumática para los vivos, vista en el tiempo y sin egoísmos no es tan mala como la muerte "en abonos", y que es la peor de todas, pues se produce luego de una larga agonía, dolores y sufrimientos, y derivado de diversos tipos de enfermedades que poco a poco (en incómodas mensualidades) nos van acabando no sólo el cuerpo, sino en muchos casos también la cartera.

Ricardo Elías, arquitecto y empresario(11 de septiembre de 2020).

El que esto escribe, o sea yo, que confieso no tener mucha afición a reliquias, cuerpos de fallecidos, momias y cadáveres, tiene a cambio el gusto por visitar cementerios tradicionales de los que me parecen bonitos. Porque por amargoso me chocan los panteones que parecen jardines, ya que en esta vida me gusta leer en las bibliotecas, emborracharme en las cantinas y rezar en las iglesias, lo que supongo que -como yo- está fuera de moda. Y en consecuencia, me gustan los panteones con vampiros y cierto olor a muerto.

Eso me ha traído conflictos al decidir lo que harán con mis restos, que en realidad es un simple deseo de trascendencia ya que mis deudos harán lo que quieran con mis restos y harán bien. Pero mi conflicto consistía en si al pasar al otro rumbo -eufemismo por no decir que me morí- voy a ser cremado o enterrado de la manera tradicional... tuve largos días de profunda meditación y resolví que me enterraran de manera tradicional y no por otra cosa (ya que a final de cuentas a mí me va a dar igual, yo solo voy a ser el muerto) sino por respeto a los gusanos que hace años me acompañan y que deben tener hasta agruras de los 150 kilos de grasa que se van a refinar: hay que entenderlo, es por eso y no por egoísmo, como se me ha acusado, la razón de mi actuar.

Hace muchos años en un cementerio de la ciudad de Guanajuato (Cuévano, para los que sí leen), me impresionó una lápida en que con letra colorada constaba una inscripción plena del jacobinismo del siglo XIX: "¡No hay nada después de la muerte!". Y por la época del deceso del sujeto, cuyo nombre no aparecía ahí, pero consideré que para estas alturas ya el enterrado sabría si tuvo razón o no en su afirmación: si tuvo razón, pues no pasó nada, pero si había algo, qué sorpresota se llevaría.

En ese mismo cementerio había una lápida que decía:
Dichosa llegó al altar
Feliz esposa
Ahí murió
Aquí reposa.

Por lo que supongo falleció en la ceremonia, porque hay que decir que esas cosas aunque no sean usuales sí suceden, aunque si hiciéramos un listado de los peores días para morir, indudablemente ese estaría en el top five.

Carlos Enrigue
(v.pág.8-A del periódico El Informador del 4 de octubre de 2020).

I asked a friend who has crossed 70 & is heading towards 80 what sort of changes he is feeling in himself? He sent me the following:
1 After loving my parents, my siblings, my spouse, my children and my friends, I have now started loving myself.
2 I have realized that I am not "Atlas". The world does not rest on my shoulders.
3 I have stopped bargaining with vegetable & fruit vendors. A few pennies more is not going to break me, but it might help the poor fellow save for his daughter's school fees.
4 I leave my waitress a big tip. The extra money might bring a smile to her face. She is toiling much harder for a living than I am.
5 I stopped telling the elderly that they've already narrated that story many times. The story makes them walk down memory lane & relive their past.
6 I have learned not to correct people even when I know they are wrong. The onus of making everyone perfect is not on me. Peace is more precious than perfection.
7 I give compliments freely & generously. Compliments are a mood enhancer not only for the recipient, but also for me. And a small tip for the recipient of a compliment, never, NEVER turn it down, just say "Thank You".
8 I have learned not to bother about a crease or a spot on my shirt. Personality speaks louder than appearances.
9 I walk away from people who don't value me. They might not know my worth, but I do.
10 I remain cool when someone plays dirty to outrun me in the rat race. I am not a rat & neither am I in any race.
11 I am learning not to be embarrassed by my emotions. It's my emotions that make me human.
12 I have learned that it's better to drop the ego than to break a relationship. My ego will keep me aloof, whereas with relationships, I will never be alone.
13 I have learned to live each day as if it's the last. After all, it might be the last.
14 I am doing what makes me happy. I am responsible for my happiness, and I owe it to myself. Happiness is a choice. You can be happy at any time, just choose to be!

I decided to share this for all my friends. Why do we have to wait to be 60 or 70 or 80, why can't we practice this at any stage and age?

I borrowed this. I don't know who to credit it to, but thank you!

(En Facebook el 21 de octubre de 2020).

A raíz de que Joe Biden resultó triunfador en el proceso para elegir al 46o. presidente de los EUA, algunas personas, entre ellas mi hermana Coco, me compartieron su preocupación por la edad del presidente electo quien, hace 3 días, cumplió 78 añitos, ¡un jovenazo! (S.S., el Papa Francisco, tiene 84). El caso viene a cuento porque existe la idea de que después de los 60 años debemos pensar en el retiro y que, de los 70 en adelante, nos volvemos inútiles, que ha menester encomendarse a Dios todas las noches por aquello de amanecer patitieso.

Error, si bien es cierto que algunas capacidades menguan, otras, por el contrario, se agudizan, maduran. Se pierde agilidad física, pero se gana en conocimiento, sensatez y prudencia. Aunque esta afirmación es discutible, "lo que natura non da, Salamanca non lo presta". Habremos de reconocer que el tema no es solo sumar calendarios: implica el compromiso de actualizarse permanentemente; es asunto de mantener vigente nuestra capacidad instalada, más ahora que la ciencia médica ha evolucionado de forma impresionante, prolongando, en buenas condiciones, nuestra existencia. Los jóvenes son atletas, los viejos son sabios.

Alejandro Magno murió pasaditos los 33 años, después de haber conquistado el mundo de su tiempo. Lo logró por su genio, audacia y una inquebrantable voluntad en construir un imperio que abarcara desde Grecia hasta la India. Al conectar esas civilizaciones, Alejandro creó las condiciones para la emergencia del humanismo y lo hizo, en gran medida, por la formación recibida de los viejos; su preceptor fue Aristóteles y se nutrió en el conocimiento desarrollado por innumerables filósofos, sofistas, geógrafos, mercaderes y viajeros de la época. Sin esas bases, ¿Alejandro hubiera podido realizar tal hazaña?

La vida no es de absolutos. ¿Quién, con 3 dedos de frente, puede negar lo maravillosa que es la juventud? En los mismos términos, resulta absurdo marginar a los adultos mayores cuando los años se juntan. El profesor Jorge Enrique Hernández Preciado, quien se ha especializado en estos temas, nos recuerda, un día sí y el otro también, que la experiencia no se jubila. Jalisco tiene más de un millón de personas de la 3a. edad, casi un quinto de la lista de electores somos parte de esa realidad. Somos una fuerza que no se debe ignorar ni menospreciar. Hoy las cosas no están bien, para decirlo claramente, están mal y no se van a remediar descalificando el pasado ni el presente. Es necesario sumar los activos de cada generación. Solo integrando las piezas del rompecabezas podemos dejar atrás la incertidumbre que nos agobia.

Eugenio Ruiz Orozco
(v.pág.3-A del periódico El Informador del 23 de noviembre de 2020).

Que el tiempo es una ilusión es algo que la humanidad ya intuía antes de que llegara Einstein a decírnoslo. A lo largo de los siglos, los filósofos han intentado entender esa sustancia elástica y mudable en la que se desarrollan nuestras vidas. De todos es sabido que, de niños, las horas son larguísimas y los días eternos; pero que, a medida que envejecemos, el tiempo comienza a adquirir un ritmillo desoladoramente vertiginoso. Siempre he tenido la sospecha de que hay algo biológico en esa percepción tan desigual. Nuestras células, al envejecer, van reduciendo la actividad metabólica, van acortando las colas del ADN (los famosos telómeros), se van haciendo lentas e inhábiles. El reloj interno temporal puede residir en esas malditas células viejunas que tardan cuatro veces más en hacer las cosas, consumiendo así las horas a grandes mordiscos. Esto es: no es que nos parezca que el tiempo va más deprisa cuando somos viejos, es que de verdad va más deprisa.

Pero aparte de estas rayaduras mentales, está claro que hay un componente psicológico: no dura lo mismo la media hora que pasas en el sillón del dentista que la que vives entre los brazos de tu amante. Curiosa y paradójicamente, he advertido que, cuando haces menos cosas en tu vida, cuando tienes menos actividades, cuando te sientes impaciente o a disgusto, cuando te aburres, digamos, el tiempo se te hace larguísimo, pero en realidad es cuando más corre. Es entonces cuando miras hacia atrás y te preguntas: ¿pero adónde han ido los días, qué ha pasado?

En mi primera juventud, siendo tan sentimentalmente apasionada como era (ahora me estoy quitando), más de una vez quise borrar los días, deseé tirarlos por la ventana, que pasara el tiempo cuanto antes para poder llegar a la próxima cita con el amado de turno. Hasta que un día comprendí que los amantes pasaban, pero que las horas perdidas pesaban. Que eran vida muerta dentro de mí, porque no hay mayor riqueza en este mundo que ese brevísimo tiempo que nos toca a cada uno, y por tanto no hay estupidez más triste e imperdonable que malgastarlo o querer quemarlo.

Rosa Montero
(v.pág.8-A del periódico El Informador del 29 de noviembre de 2020).

Envejecer es siempre menos doloroso si lo hacemos con buen humor. Para envejecer con dignidad tienes que mantenerte joven. Esto se logra con el buen humor.

El 1er. paso para cultivar el buen humor es reírse de sí mismo. Reírse de los demás no es síntoma de buen humor, tampoco el sarcasmo es buen humor. Hay que reír con otros en vez de reírse de los otros.

Luis Jorge Cárdenas Díaz
(v.pág.3-A del periódico El Informador del 3 de diciembre de 2020).

Nómina de los monitos en El Occidental, diciembre 1972, hace 48 años:

Aventuras de Aguilucho. Pomponio. Ben Bolt. Brick Bradford. Roldán el Temerario. Popeye. Rip Kirby. Juan el intrépido. Diario de una vida. As Solar. Queta Pando. Beto el Recluta. Luis Ciclón. Pillín. El Dr. Kildare. El Agente Secreto X9. Archi. Total, dieciocho mundos paralelos gracias a los monitos que cotidianamente acompañaban a ese adolescente a través de la marea de los días. El dibujo es excelente, la secuencia de las historias la adecuada. Todo eso casi se ha perdido hoy. Solamente este periódico, El Informador de Guadalajara, conserva muy viva esa tradición gratísima. Y los domingos, y a veces entre semana, el periódico hace lucir su largo abolengo y regala al lector con un poco de reconfortante entretenimiento, con una discreta muestra de respeto, con un guiño: mientras duren los monitos habrá esperanza de subsistir. Y El Fantasma se aleja como un trueno que cruza las remotas selvas de la imaginación.

Juan Palomar
(v.periódico El Informador en línea del 13 de diciembre de 2020).

Un dicho norteamericano que algunos atribuyen a la actriz Bette Davis sostiene que hacerse viejo no es para blandengues. Comparto la idea: siempre he pensado que la vejez es la etapa épica de la vida humana. Y aún lo es más en la actualidad, con una existencia cada vez más dilatada en el tiempo pero no en la calidad de ese tiempo añadido. Con ancianos viejísimos pero llenos de achaques, y lo que es peor, solos, arrumbados, invisibles.

En otras épocas a los ancianos se les admiraba por su capacidad de resistencia, por abrirnos camino y pasar el testigo, por su sabiduría y su experiencia. Eran nuestros mayores, qué hermosa palabra, más grandes que nosotros. Ahora, en cambio, los desdeñamos, los ignoramos, no sólo no nos parecen más sabios, sino que los consideramos trastos obsoletos, y por añadidura sentimos que su empeño en no morirse es un fastidio, una carga para la colectividad. Es el viejismo o edadismo, un prejuicio feroz cada día más fuerte. Probablemente no haya habido nunca una sociedad que haya tratado tan mal a los viejos como la actual. Cosa que no deja de asombrarme por la estupidez y falta de previsión del personal, porque en esa ancianidad acabaremos todos (si tenemos la suerte de no morir jóvenes).

Y sobre este miserable caldo de cultivo se abatió el coronavirus. No es de extrañar que pasaran los horrores que pasaron. Amnistía Internacional ha publicado un informe demoledor cuyo título ya lo dice todo: Abandonadas a su suerte: La desprotección y discriminación de las personas mayores en residencias durante la pandemia. El trabajo denuncia a la Comunidad de Madrid y a Cataluña por "protocolos y prácticas que supusieron la exclusión de ingreso hospitalario" de los residentes de los geriátricos. Y concluye que se vulneraron 5 derechos humanos: a la salud, a la vida, a la no discriminación, a la vida privada y familiar, y a una muerte digna.

Yo añadiría que también se vulneraron la sensatez y la empatía, la corresponsabilidad generacional, la autoestima colectiva. Porque el trato a nuestros mayores en la 1a. ola de la pandemia ha sido tan terrible que ha causado una herida profundísima en nuestra sociedad, un desgarro traumático que nos llevará mucho tiempo coser y sanar. Y para eso lo primero que tenemos que hacer es hablar de ello. Reconocerlo, maldita sea. Ojalá pudiera citar aquí, uno a uno, los nombres de todos esos ancianos que murieron aislados.

Y los de los cuidadores que intentaron arroparlos. ¿Saben qué? Tengo la sensación de que, después del sobrecogedor abandono que los ancianos sufrieron, la sociedad española se ha sentido culpable y se ha vuelto un poco más consciente del valor de los mayores, más respetuosa. Esto es, nuevamente lo dieron todo por nosotros; se fueron como una lluvia silenciosa, y no sólo liberaron respiradores y plazas hospitalarias, sino que también nos enseñaron una lección moral. Ancianos nuestros, guerreros de la noche, héroes callados: mi gratitud, mi recuerdo emocionado y mi admiración.

Rosa Montero
(v.pág.10-A del periódico El Informador del 20 de diciembre de 2020).

Nuestra idea de los héroes ha cambiado. La heroicidad en los difíciles, sangrientos y arriesgados tiempos antiguos consistía en evitar la muerte como fuese. En cumplir el mandato de supervivencia de la especie. De ahí que los viejos fueran tan venerados (justo al contrario que ahora): eran la prueba viviente, y nunca mejor dicho, de que se podía burlar por un rato a la parca. Los humanos somos unos bichos asombrosamente adaptativos, tan tenaces en nuestras ansias de vivir como las cucarachas. Esa resistencia legendaria es lo que nos ha hecho triunfar como especie hasta convertirnos en una plaga.

Rosa Montero
(v.pág.7-A del periódico El Informador del 27 de diciembre de 2020).

Todos los que nacimos antes de 1970, debemos agregar a nuestra fecha de nacimiento las siglas "a.C." las cuales, en este caso, no significan Antes de Cristo, sino "Antes de las Computadoras" o "Antes de los Celulares".

El uso masivo de las computadoras personales y los teléfonos celulares cuya combinación dio origen a los llamados teléfonos "inteligentes" comenzó en la década de los 70, y han hecho parecer a los nacidos antes como individuos arcaicos frente a los nacidos "d.Cel." (Después del Celular), la llamada generación "millenial", 1o. porque preferimos guardar nuestra información y documentos importantes en una caja fuerte, que en una intangible y abstracta "nube", y 2o., porque no le dedicamos el tiempo a aprender los vericuetos de la infinidad de programas y aplicaciones que hoy existen, y que si bien por un lado nos hacen la vida más fácil, por otro nos la complican. Hoy, sin las instrucciones y contraseñas necesarias para configurar aparatos que antes funcionaban con un simple on-off, ni siquiera podemos ver televisión.

Sin generalizar, por más tarugos que parezcamos, los nacidos "Antes del Celular" estamos mejor capacitados para pensar y derivar que los nacidos "Después del Celular".

Diría que nosotros podemos funcionar, trabajar y sobrevivir sin baterías; somos más humanos y menos robots; entendemos mejor los objetivos, los conceptos y las abstracciones que relacionan conjuntos de hechos, objetos, seres y situaciones; tenemos niveles de comprensión no digo superiores, sino diferentes. Mientras nosotros sabemos lo que hay que hacer o no hacer para que las cosas funcionen, los nacidos "d.C" saben qué botones apretar para el mismo efecto. Lo malo de esto último es que con las computadoras y calculadoras a la mano, las personas ya no piensan, y su mente no tiene las alertas necesarias para darse cuenta de que el resultado que les aparece en una pantalla está equivocado o fuera de rango, lo que probablemente se deba a que alimentaron mal los datos.

Y en lo que respecta a conocimientos relacionados al campo de las llamadas "humanidades", como serían las ciencias sociales, filosofía, antropología, etc. las habilidades de los nacidos "d.Cel." son casi nulas. Confían ciegamente en "google", no analizan ni escudriñan las ideas, no saben nada de etimología o filosofía, su tiempo de atención y concentración es corto, y como leen muy poco, su vocabulario es limitado y les cuesta mucho trabajo expresarse con precisión.

Desarrollar y ordenar las ideas, ponerlas en "blanco y negro", es tarea prácticamente imposible, y si acaso lo hacen, el resultado es desastroso.

No son capaces de redactar una carta estructurada o minuciosa, ni siquiera pueden mandar una felicitación de año nuevo con palabras emanadas de ellos mismos. Prefieren hacer copy-paste de frases cursis y trilladas que digan lo que hubieran querido decir por ellos mismos. En otras palabras, plagian redacciones, ideas y sentimientos ajenos creyendo que producirán en los demás el efecto original.

Para ellos, las cartas escritas a mano son piezas de museo, y la expresión "de puño y letra" cambió por "dedo y tecla".

La era "d.C" acabó con las cartas de amor escritas a mano en papeles bonitos y perfumados y con las "plumas fuente" que obligaban a buena caligrafía, buena ortografía y limpieza.

Se perdió la emoción y valentía que se necesitaba para cortejar a una mujer hablándole a la cara con propiedad, para presentarse "bien vestido" a tocar la puerta de su casa e invitarla a salir, demostrando así, educación, respeto, cortesía y cuidado.

La practicidad del "WhatsApp" ha despersonalizado las relaciones sociales y restado valor e importancia a la presencia física y a la voz.

Las nuevas generaciones deben saber que demuestra mucho más cariño y tiene mayor significado una carta escrita a mano que un email, y que se necesita mucho más valor y categoría para decir, sonrojado y mirando a los ojos... te quiero, que mandar un "emoji" con una carita amarilla y ojos de corazón.

Las palabras habladas quedan en el alma, los "whatsapps" en "la nube".

Ricardo Elías, arquitecto y empresario
(1o.de enero de 2021).

¿Qué hacen los pobres viejos que no tienen quien vaya a hacerles las compras al súper, ahora que no los dejan entrar?

María Palomar
(v.pág.11-A del periódico El Informador del 31 de enero de 2021).
Lo que importa.


El Informador - 22/feb/21


En los hombres la jubilación puede ser el comienzo del fin, porque se realizan y se valoran en el trabajo, invierten en eso todo lo que son y cuando se les acaba les queda muy poco y se hunden mental y emocionalmnte. Entonces comienza la época del miedo a fallar, a perder recursos económicos, a quedarse solo, en fin, la lista de los temores es larga. Si no tienen una compañera o compañero que los cuide y un perro que les mueva la cola, están acabados. A las mujeres nos va mejor, porque además de trabajar hemos cultivado relaciones familiares y de amistad, somos más sociables que los hombres y tenemos intereses más variados. Sin embargo, también a nosotras la fragilidad propia de los años nos vuelve miedosas.

[...]

Con la edad los defectos y las virtudes se exacerban. No es cierto que con los años viene naturalmente la sabiduría, al contrario, casi siempre los viejos se ponen un poco locos. Si aspiramos a ser sabios hay que empezar a entrenarse desde joven.

[...]

La sociedad determina el umbral de la vejez, legalmente a los sesenta y seis años, en Estados Unidos, cuando tenemos derecho a una pensión. A esa edad la mayoría se retira, las mujeres se dejan las canas (¡no lo hagan todavía!) y los hombres usan Viagra para perseguir fantasías (¡qué horror!).

[...]

La última etapa de la vida suele ser trágica, porque la sociedad no está preparada para lidiar con la longevidad. Por muy acuciosos que sean nuestros planes, por lo general los recursos no alcanzan hasta el final. Los últimos seis años de la vida son los más caros, dolorosos y solitarios, son años de dependencia y, con terrible frecuencia, son años de pobreza. Antiguamente la familia -mejor dicho, las mujeres de la familia- cuidaban a los ancianos, pero en esta parte del mundo eso ya casi no existe. Las viviendas son estrechas, el dinero es escaso, el trabajo y el ritmo de vida son muy exigentes y para colmo los abuelitos viven demasiado.

Quienes hemos entrado en la década de los setenta tenemos terror de acabar nuestros días en una casa de reposo, en pañales, drogados y amarrados a una silla de ruedas. Yo quiero morirme antes de necesitar ayuda para ducharme.

[...]

En el fondo creemos que siempre vamos a ser independientes. Pensamiento mágico.

[...]

Como sociedad necesitamos encontrar la forma de hacernos cargo de los ancianos y de ayudarlos a morir si así lo desean. La muerte asistida debería ser una opción viable en todas partes, no solo en unos cuantos lugares progresistas de la Tierra. La muerte con dignidad es un derecho humano, pero la ley y el establecimiento médico a menudo nos obligan a vivir más allá de la dignidad.

[...]

Los ancianos no son una prioridad, son una molestia. El gobierno no les asigna suficientes recursos; el sistema de salud es injusto e inadecuado; la vivienda consiste en la mayoría de los casos en recluirlos lejos de la vista del público. El país debería mantener decentemente a quienes contribuyeron a la sociedad durante cuarenta o cincuenta años, pero no es el caso, amenos que se trate de algún país excepcionalmente civilizado, uno de esos donde todos quisiéramos vivir. La suerte terrible de la mayoría de los ancianos es terminar dependiente, pobre y rechazado.

[...]

Si pierdo la cabeza no me daré cuenta, pero será muy desagradable si pierdo independencia estando lúcida, como le pasó a mi madre.

[...]

Mi vejez es un regalo preioso. El cerebro todavía me funciona. Me gusta mi cerebro. Me siento liviana. Me he liberado de la inseguridad, de deseos irracionales, complejos inútiles y otros pecados capitales que no valen la pena. Voy dejando ir, voy soltando... Debí hacerlo antes.

Isabel Allende
(v."Mujeres del alma mía", Penguin Random House Grupo Editorial, España 2020).

La vida no es fácil, envejecer lo es aún mucho menos y la travesía de los diversos umbrales de la madurez suele ser compleja, y más aún cuando, a juzgar por el texto, eres víctima de los prejuicios machistas. Sin duda hay casos en los que el desequilibrio hormonal menopáusico puede agravar un cúmulo de circunstancias enajenantes hasta llegar a estos extremos. Pero son eso, extremos, y no creo que se deban solo al climaterio. Además, tengo la sensación de que hay mujeres que prefieren aferrarse a la simplificación del diagnóstico, ponerse una etiqueta de enfermedad, usar la menopausia como excusa para no tener que asumir la responsabilidad ante los retos a los que a veces te aboca la vida: relaciones de pareja agotadas, tristeza por el nido vacío, desasosiego ante esa formidable pregunta que consiste en decirse: ¿estoy viviendo de verdad la vida que quería vivir?

Qué poquito se habla de estas cosas, dice mi amiga, y tiene razón. La menopausia puede pasar totalmente inadvertida, aunque eso tampoco es muy habitual, y menos hoy en día, porque el estrés empeora los síntomas. Lo normal es tener sofocos en diversos grados de achicharramiento, insomnios, tal vez calambres musculares, pérdidas de concentración, posible bajada del deseo sexual (pero no siempre, y hay estudios que muestran que para otras mujeres supone un alivio y una mejora del sexo), quizás irritabilidad y seguro que sequedad y pérdida de elasticidad vaginal. Esto último se puede solucionar fácilmente con óvulos y cremas. En cuanto a lo demás, no sucede todo el tiempo ni con la misma intensidad, y para la mayoría es fastidioso pero soportable sin siquiera tener que tomar esos tratamientos de hormonas que se pusieron tan de moda y con los que nos atiborraron durante años, como si la naturaleza femenina fuera de por sí patológica. Para mí, por ejemplo, la menopausia fue una liberación.

Añadiré que los hombres también tienen su andropausia, pero de eso sí que no se habla. La provoca la bajada de testosterona, se extiende entre los 40 y los 55 años, un proceso por lo general más lento que en las mujeres (aunque el climaterio puede durar de 5 a 15 años), y los síntomas son fatiga, disminución del deseo sexual y alteración en las erecciones, caída del vello corporal, pérdida de densidad ósea, irritabilidad, nerviosismo, desconcentración... Salvo en la erección, igual que las mujeres. Incluso tienen sofocos. ¿No han visto a hombres enrojecidos y sudando copiosamente? Pues eso es un sofoco andropáusico. Pero, como no lo saben, lo llevan mejor.

Nosotras, eso sí, dejamos de ser fértiles. Y ese es el núcleo del machaque machista: si no puedes ser madre, ya no eres mujer. Es de los ecos mentales de ese prejuicio esclavizador, obsoleto y ridículo de lo que hay que librarse.

Rosa Montero
(v.pág.9-A del periódico El Informador del 14 de marzo de 2021).

El paso de los años, la vejez, también ese vago autismo que el tiempo hace aflorar en quienes empiezan a vivir demasiado o son longevos por encima de posibilidades razonables, acaban haciendo su efecto. Se traduce éste en una escéptica lucidez final, como si todo se iluminase por última vez con una claridad diáfana antes de sumirse, o sumirte, en la cuesta abajo de la decadencia física e intelectual, del tiempo final y del olvido. Se te enfrían, poco a poco, el corazón y la cabeza.

Cuando has dado un par de vueltas por el mundo y leído un par de libros, el amor a la humanidad que los buenos educadores procuran inspirarte de pequeño sufre estragos irreparables. Por lo menos, eso me ocurre a mí. Al final no acabas amando a los seres humanos en su conjunto, pues la experiencia dice que esa clasificación incluye un número incalculable de hijos de puta. Te vuelves prudente, y el amor acabas administrándolo de modo más selectivo, reservado a grupos e individuos concretos. Incluso, y eso es más importante de lo que parece, a cualquier clase de individuos, da igual que sean buenos o malos, cuando actúan en determinadas circunstancias. No por tratarse de seres humanos, que ésa no es ninguna garantía ni etiqueta de calidad, sino por sus hechos en momentos concretos.

No creo, y discúlpenme, en lo sagrado del hombre y su existencia sobre la tierra. Somos la especie más afortunada entre las muchas que hay, pero estamos sometidos a las mismas despiadadas reglas naturales: nacer, procrear, morir. El resto es fruto del azar evolutivo. En la frialdad de un universo desprovisto de sentimientos, la desaparición de un millar de seres humanos no se diferencia de la de un millar de conejos, delfines o canguros. Incluso, en fríos términos prácticos, resulta a veces más conveniente. Quiero decir que la conciencia de todo eso, su percepción –equivocada o no, es la que tengo–, puede acabar convirtiéndote en observador más o menos ecuánime de la condición humana, incluida la propia. En un misántropo cualificado. Eso tiene ventajas analgésicas, pues atenúa la compasión global y te hace selectivo y cauto, ajeno a peligrosos entusiasmos, más inclinado a reservar afectos y sentimientos para los lectores, los familiares, los amigos y aquellos grupos sociales concretos con voz y rostro que, formados, deshechos y vueltos a formar por las circunstancias, remueven tus sentimientos y te inspiran simpatía. El resto como conjunto, la suerte global de la Humanidad, puede acabar importándote un carajo.

Y de pronto, de vez en cuando, ocurre el milagro y la palabra solidaridad te borra la misantropía. Rompe las barreras, a veces necesarias, tras las que la vida te ha ido atrincherando poco a poco. La última vez que me ocurrió eso fue hace unos días. Siempre estuve seguro de que nunca llegaría mi aviso para vacunarme contra el Covid. Me pasará, decía resignado a mis amigos, como a Ana Frank, que murió dos meses antes de que liberasen su campo de concentración. Sin embargo, para mi sorpresa, llegó la cita y me presenté en un hospital de Madrid donde el personal sanitario atendía a todos con amable rapidez y eficacia. Me situé en la cola, donde predominaba la gente mayor. Todos aguardaban su turno pacientes, educados, en silencio. Había un ambiente de respeto mutuo y también de sereno estoicismo. Todos sabíamos que la vacuna podía salvar nuestra vida, pero también tener efectos adversos. Sin embargo, estábamos allí porque las ventajas generales eran mayores que los posibles inconvenientes, y el conjunto de todos nosotros, y también la gente que nos era próxima, se beneficiaría de aquello. Asumíamos un riesgo conscientes de hacerlo, aceptando con estoicismo las reglas del juego. Y mirando los rostros con mascarillas, los ojos de quienes me precedían y seguían en la fila, me sentí conmovido, solidario, hermano de todos ellos, feliz de pertenecer a un grupo que se desharía media hora más tarde, regresando cada cual a lo que podía ser o no ser, pero que en ese momento era concertado y admirable. Sentí orgullo por hallarme entre aquellos abuelos y jóvenes tranquilos, afrontando juntos una de las muchas zancadillas que la perra vida te pone al paso. Me sentí mejor persona y pensé que ellos lo eran. Y otra vez volví a amar al ser humano.

Arturo Pérez-Reverte
(v.Zenda Libros del 24 de mayo de 2021).

¿Y si queremos bailar como lo hacíamos? Resulta que ya nadie conoce esa música con la que bailábamos de cachetito. Ahora los jóvenes brincotean para calentarse como si estuvieran en el gimnasio.

Martín Casillas de Alba
(v.pág.3-A del periódico El Informador del 12 de junio de 2021).
Que te mantenga el gobierno.


Los amigos son un proyecto en construcción que puede pasar a ser en destrucción si no cuidas bien de ellos. Envejecer dificulta también eso, como tantas otras cosas: nos hace más perezosos, más maniáticos, menos curiosos. Es un ensimismamiento que debemos combatir, porque no sé cómo se puede sobrevivir sin ese acuerdo de aceptación y cobijo que es la amistad. Por mucho dinero que poseas, no hay miseria mayor que la de quien no tiene a nadie a quien llamar en una noche de miedo y de tristeza.

Rosa Montero
(v.pág.8-A del periódico El Informador del 20 de junio de 2021).

Las pirámides de Egipto tienen pintadas de hace 4,000 años en las que adultos refunfuñones de la época se quejaban de las nuevas generaciones: "Los jóvenes ya no respetan a sus mayores y no tienen sentido del deber ni del sacrificio". Y hace 2,500 años Sócrates decía: "La juventud de hoy ama el lujo. Es maleducada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores y parlotea en vez de trabajar". Se ve que lo de no respetar a los mayores es una fijación mental de dichos mayores. No hay tópico más grande (y quizá más inevitable: Sócrates era un genio y también cayó) que el de criticar a la juventud, siendo uno añoso, y sostener que las nuevas generaciones son una decepción y que van de cabeza a la catástrofe. Cosa que el tiempo ha demostrado que es falso, porque, si hubiéramos ido decayendo sin parar desde hace 4,000 años, a estas alturas seríamos amebas. En cualquier caso, no hemos desembocado en un gran cataclismo, sino en esa habitual sucesión de desastres que viene siendo el zarrapastroso destino de los humanos.

Así que no, cada generación no es peor que la anterior.

Es cierto que la nueva generación de "nativos digitales" tiene, por 1a. vez en la historia (o al menos en la historia que controlamos), un coeficiente intelectual más bajo que el de sus padres. Eso cuenta el neurocientífico Michel Desmurget en su reciente libro La fábrica de cretinos digitales. Sus datos resultan aterradores y concuerdan con otros estudios que demuestran el impacto de las nuevas tecnologías sobre el cerebro. La única parte buena de todo esto es que ahora los viejos podemos arremeter contra las nuevas generaciones contando por fin con cierta base científica. Aunque, pensándolo bien, como la tecnología también nos está fosfatinando la cabeza a los mayores, seguimos manteniendo con los más jóvenes la misma ratio de entontecimiento. No, no creo que sean peores que nosotros.

El problema es que, aunque el cerebro deja de crecer entre los 11 y los 14 años de edad, tarda mucho más en madurar. Por ejemplo, la corteza cerebral prefrontal no madura hasta los 24, y es una zona esencial porque regula el ánimo, la atención, el control de los impulsos y el pensamiento abstracto, el cual, entre otras cosas, te permite anticipar las consecuencias de tus actos. Por eso hasta alcanzar esa edad las personas cometen (y hemos cometido) tantísimas inconmensurables estupideces.

La diferencia es que antes los adultos eran más restrictivos y en general las familias ejercían un mayor control sobre los adolescentes inmaduros, lo cual tenía partes buenas y partes muy malas. Todos tenemos responsabilidad, en fin, y todos podemos tener también excusas. Pero más vale que empecemos a remar, porque no podemos permitirnos que la cansina queja de los viejos contra los jóvenes termine siendo cierta.

Rosa Montero
(v.pág.9-A del periódico El Informador del 18 de julio de 2021).

Catálogo de ropa masculina de 1979

La moda en el 79.

La moda en el 79.

La moda en el 79.

La moda en el 79.

La moda en el 79.

La moda en el 79.

La moda en el 79.

La moda en el 79.

La moda en el 79.

La moda en el 79.

La moda en el 79.

La moda en el 79.


Hablo de una gigantesca brecha que se está abriendo en nuestra sociedad con la gente mayor.

Este mundo tan hiperconectado está escupiendo a los que no pueden conectarse como si fueran huesecillos de aceitunas.

No creo que haya habido nunca en toda la historia de la humanidad un momento como éste en el que los viejos valgan menos y sean más despreciados. Antes, quienes conseguían llegar a una avanzada edad, además de ser pocos, eran depositarios del saber colectivo, individuos respetados por sus conocimientos y su veteranía. Pero la fascinante e imparable revolución científica que estamos viviendo ha quebrado el devenir cronológico natural; es bastante común que a los mayores de hoy les falten unos conocimientos técnicos básicos que sus nietos dominan, lo cual hace que esos ancianos nos parezcan idiotas, como si toda su experiencia no sirviera de nada, solo porque no saben usar Instagram. Para colmo, ahora los mayores somos legión y estamos supuestamente sobrecargando las arcas del Estado. Están servidos los ingredientes de la tormenta perfecta del edadismo, que es el creciente odio a los mayores, un prejuicio que va devorando nuestras entendederas como una larva insidiosa.

Tú que ahora eres joven y que te crees a salvo, no pienses que te vas a librar: el huracán tecnológico es de tal calibre que dentro de muy poco las personas conectarán sus cerebros directamente a los ordenadores cuánticos, por ejemplo, y quizá tú ya no seas capaz de sumarte a eso. Siempre habrá un momento de descuelgue, el instante en que te convertirás en huesecillo obsoleto de aceituna. Es urgente que nos preparemos para eso; que intentemos paliarlo. Sería importantísimo ir haciendo pequeños cursos de reciclaje tecnológico para la gente mayor. Clases regulares, permanentes, prácticas, fáciles.

Rosa Montero
(v.pág.10-A del periódico El Informador del 23 de enero de 2022).

Estar en la edad madura es reconocer las canciones de rock clásico que se convirtieron en música de elevador.

@beansandbells
(v.pág.19 de la revista Selecciones del mes de marzo de 2022).

Alguien: ¿Qué te inspira a levantarte de la cama todos los días?
Yo: Básicamente, mi vejiga.
@lhlodder

Mi mamá, de más de 80 años, se negaba a hacerse una prueba de audición. No obstante, cambio de idea un día que fuimos juntas al centro comercial. Estando ahí, se volvió hacia mí y comentó: "Vaya, ¡cuántos jóvenes usan aparatos auditivos! Quizá no sea tan malo después de todo".
En realidad, ellos llevaban audífonos inalámbricos.
Annette Fernández

(V.pág.89 de la revista Selecciones del mes de marzo de 2022).

El edadismo afecta directamente a la salud física y mental de los adultos mayores, además de reducir su calidad de vida, pero ¿Qué es exactamente?

El término edadismo (aveces mal llamado ageismo como una traducción de 'ageism') lo conoces bien: es el prejuicio y actitudes discriminatorias en contra de las personas por razón de su edad, ya sea en ámbitos laborales, académicos, mediáticos, sociales o políticos.

Lo has visto o escuchado, por ejemplo, en la historia de los adultos en edad productiva que ya no son tomados en cuenta por considerarlos pasados de edad o demasiado jóvenes para tener experiencia.

La situación supone un problema serio, tanto que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha emitido distintos y alarmantes informes al respecto.

Uno de los criterios considerados para que la OMS se pronunciara sobre esta problemática fue su agudización en un contexto tan delicado como la pandemia de COVID-19.

La respuesta para controlar la pandemia exhibió cuán extendido está el edadismo a nivel social: En algunos contextos, la edad de las personas resultó determinante como criterio en el acceso a la atención médica y a terapias que salvan vidas y en el ordenamiento de confinamientos.

El edadismo se filtra en muchas instituciones y sectores aun más próximos como el lugar de trabajo, los medios de comunicación y hasta el ordenamiento jurídico.

El edadismo tiene consecuencias graves y amplias para la salud y el bienestar de las personas. Entre las personas mayores, el edadismo se asocia con una peor salud física y mental, mayor aislamiento social y soledad, inseguridad financiera, menor calidad de vida y mayores tasas de muertes prematuras.

La OMS calcula que 6.3 millones de casos de depresión en todo el mundo son atribuibles al edadismo.

Esto ocurre con gran exposición en los medios de comunicación y sus celebridades, en quienes podemos encontrar los mejores ejemplos de cómo nosotros mismos hemos sido partícipes de ello.

Si semanas atrás, tú o algún conocido, tomaron parte de las críticas, por ejemplo, de la iniciativa de la primera actriz Silvia Pinal por volver a trabajar en teatro, de donde surgieron videos e imágenes denigrantes contra el desempeño e imagen de la intérprete por su edad y aspecto, lamentamos decirte que ese puede ser un buen punto de partida para reflexionar sobre los prejuicios en nuestras opiniones.

Lo mismo aplica para nuestro sentido del humor, si eres de los que se divierte compartiendo memes sobre la supuesta inmortalidad de Xavier López "Chabelo".

En la política también hemos sido testigo de campañas de desprestigio en contra de adversarios políticos en razón de la edad, es memorable el escándalo que que causó en las elecciones de 2018 un spot del PRI en contra del actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, cuya edad era usada en el spot como causa de lo que advertían sería el gobierno inoperante, del candidato que durante toda la campaña fue puntero y el de mayor edad entre todos los suspirantes.

Lo mismo ocurrió a escala internacional, cuando en 2017, en medio de la álgida tensión entre los mandatarios de Estados Unidos, Donald Trump y de Corea del Norte, Kim Jong-Un, cuando el último llamó públicamente "viejo senil" al estadounidense.

El edadismo contra los más jóvenes también se manifiesta en diversas área como el empleo, la salud, la vivienda y, claro, la política, donde sus voces suelen ignorarse. Sin embargo, este otro tipo de edadismo es todavía menos reconocido.

(V.periódico El Informador en línea del 1o.de junio de 2022).
La soledad de la 3a.edad.


Cosas que te empiezan a gustar con el pasar del tiempo.


El miércoles de la semana pasada durante la audiencia semanal en el Vaticano, el Papa Francisco habló en contra de la cultura que margina a los ancianos seleccionando la vida en función de la utilidad. "La enfermedad pesa sobre las personas mayores de una manera diferente y nueva que cuando se es joven o adulto. Es como un duro golpe que cae en un momento ya difícil. La enfermedad del anciano parece acelerar la muerte y, en todo caso, disminuir ese tiempo de vida que ya consideramos corto. Nos asalta la duda de que no nos recuperaremos, de que 'esta vez será la última vez que enferme...'. No se puede soñar con la esperanza en un futuro que ahora parece inexistente".

Francisco, quien en diciembre 17 cumplira 86 anos de edad, padece una artrosis que le genero un problema en el ligamento de su rodilla derecha, que lo ha obligado a suspender audiencias y viajes en las últimas semanas, así como moverse en silla de ruedas y estar sentado en sus últimas apariciones en público.

(V.periódico El Informador en línea del 23 de junio de 2022).

Solía fantasear con la vida que tengo ahora. Ahora ya no sueño con el futuro, pues en él solo soy más viejo.

David Sedaris, escritor
(v.pág.142 de la revista Selecciones del mes de julio de 2022).

"El envejecimiento es el 2o. desafío global después de medio ambiente", explica la maestra Nelly Rosales Plascencia, CEO de Conexión Grupo.

"Hay un fenómeno global que se llama edadismo, que la ONU quiere erradicar, que son actitudes de segregación por la edad que tienen las personas mayores. Es un fenómeno que se da en el contexto socio-cultural, y especialmente Latinoamérica tiene muy poca consciencia, muy poca sensibilidad a este tema del proceso de envejecimiento, que es normal y natural, porque envejecemos desde que nacemos".

"Hay esta cosa de subestimar, de estigmatización, de relegar socialmente, porque se considera, por lo menos así lo tenemos en la cabeza, que la vitalidad de la sociedad y el tema productivo es solo para los jóvenes, de eso está inundado el marketing".

(V.pág.8-A del periódico El Informador del 2 de octubre de 2022).

En la película "El Chofer y la señora Daisy" ("Driving Miss Daisy") de 1990, ganadora de 4 premios Oscar, entre ellos mejor película y mejor actriz para Jessica Tandy, la señora "Daisy" se ve forzada a aceptar el chofer que su hijo le impone luego de tener otro choque menor al conducir su automóvil. A regañadientes ella acepta que alguien más maneje su auto, algo que es parte del proceso de percepción del propio envejecimiento, tan natural como doloroso. Siempre se ha dicho, y con razón, que el cuerpo envejece mas no la mente. Sí, vamos poco a poco entendiendo que, si llegamos a los 30 y no somos campeones olímpicos de atletismo, ya no lo seremos en el futuro. Si a los 40 ya no logramos cumplir ese sueño de ser traductor en la Organización de las Naciones Unidas, difícilmente podremos serlo. La decadencia física es difícil de ser aceptada. El que ya no podamos correr de la misma manera, que no tengamos los reflejos que antes teníamos para detener penales en las cascaritas o que una determinada comida ya no la podamos digerir tan fácilmente, son cosas a las que vamos acostumbrándonos. Pero el momento de renunciar al volante es más difícil, al igual que es extremadamente complicado decir a nuestros padres que ya no deben hacerlo. Pero hay formas.

Lo primero que debemos observar, según los institutos que se dedican a estudiar el tema de los adultos mayores al volante, como My Health, de Alberta en Canadá o EverydayHealth.com, es un listado de enfermedades que pueden dificultar la conducción de un automóvil sea por la enfermedad en sí o por las medicinas utilizadas para su tratamiento. Esas pueden ser demencia, Alzheimer, Parkinson, artritis o cualquiera que requiera medicamentos que alteren nuestro nivel de alerta y capacidad de reacción.

Es fundamental también observar el comportamiento del adulto mayor al volante. Si se para en el semáforo con luz verde, si otros conductores le empiezan a tocar el claxon sin razón aparente, si le cuesta algo de trabajo entender las señales de tráfico, esa son señales de que esa persona debería al menos restringir su manejo a zonas cercanas a su domicilio y evitando vías rápidas.

Otros puntos clave son la pérdida de la visión, de la audición o de los reflejos. Estadísticamente, los conductores de más de 70 años de edad tienen tanta posibilidad de sufrir un accidente como alguien de menos de 25, es decir, toda la prudencia y experiencia que obtuvo como piloto desaparece ante la falta de capacidad de su cuerpo de responder de la misma manera.

Conducir un automóvil ha sido durante mucho tiempo un ejercicio de independencia. Perder la capacidad de hacerlo es para muchos renunciar a su libertad personal. Para algunos es una cuestión de ego. Ellos piensan que son superiores a los demás y que su cuerpo no les va a fallar como les falla a otros. Obvia y desafortunadamente, no tienen la razón. Es cuando toca a los hijos la dura tarea de hacerlos saber.

Los hijos necesitan entender que dejar de conducir para sus padres representa un cambio drástico, implica una nueva rutina, no ir a donde siempre fueron a la hora que se les antoja ir. Aunque ellos íntimamente sepan que ya no deberían manejar, es difícil aceptarlo. Los hijos deben tratar el tema con cuidado y se recomienda evitar una reunión familiar para tratar el tema, porque los hará sentir como en una sala de acusación. El acercamiento ideal es a través de una persona de confianza, con mucho tacto y paciencia.

Se recomienda un plan a mediano plazo, no una acción radical estilo: "Papi, a partir de mañana te vamos a poner un chofer". Hay que darles tiempo para procesar la idea, mostrar que seguir conduciendo puede representar un peligro para ellos y para otros. En el menos grave de los casos, más multas y choques menores. Eventualmente, ellos deben terminar aceptando.

Sin embargo, es también importante recordar que no hay una edad límite para conducir un automóvil. Mientras la visión, audición y reflejos sigan dentro de los parámetros normales, una persona de la tercera edad puede seguir manejando. Pero si ya hay señales distintas, como por ejemplo que el sujeto en cuestión ya no entiende a las demás personas a la primera o siente que no ve tan bien de noche como antes, es mejor renunciar al volante y ser feliz de otra forma.

Sergio Oliveira
(v.pág.9 del periódico El Informador del 15 de octubre de 2022).

Ya sabemos que la mayoría de los humanos viven olvidados de que son mortales, pero además sucede otra cosa curiosa, y es que piensan que no van a envejecer. Bueno, tal vez el verbo pensar no sea el más adecuado; más bien es una especie de pálpito irracional, una fe loca y mágica en el hecho de que "nosotros" no vamos a convertirnos en esos matusalenes terroríficos. Puede que nos arruguemos y perdamos pelo, pero seguiremos siendo nosotros, nos decimos. No seremos secuestrados por la decrepitud. Tendemos a imaginarnos en el futuro como si estuviéramos disfrazados de viejos.

Todo esto depende de la suerte que tengas; si es mala y mueres joven, te ahorras la caída. Pero si eres lo suficientemente longeva, antes o después te desmoronas. Y eso es lo que no nos cabe en la cabeza. Hace poco le comenté a mi amiga Nuria Labari que los viejos nunca han estado tan mal considerados ni han sido tan despreciados como en este momento de la historia. Que son vistos como una carga para la sociedad, seres obsoletos que no aportan nada. Nuria, que tiene 43 años, es una novelista y articulista formidable y posee una inteligencia luminosa, sostuvo que no, que al contrario, que ahora había muchos más viejos y eran un mercado y que por eso había, por ejemplo, películas como Tren Bala, interpretadas por Brad Pitt y Sandra Bullock, ambos de 58 años. ¿De cuándo antes se habían visto protagonistas tan mayores?

Que nombrara a los macicísimos e hiperjuveniles Pitt y Bullock como ejemplo de ancianidad me dejó descolocada. Yo estoy hablando de los viejos de verdad, contesté. A esos no los vemos. Y Nuria replicó: bueno, si te refieres a los viejos descuidados y enfermos... Y se calló, porque creo que se dio cuenta de lo que estaba diciendo. Eso que ella llamó inconscientemente "descuidado y enfermo" es lo que es ser anciano de verdad, cuando la edad te quiebra. Cuando pierdes la vista, como mi adorada Elena Poniatowska a los 90 años; cuando las rodillas dejan de poder levantarte; cuando la sordera te aísla o el corazón te asfixia. Cuando vivir se convierte en algo tan difícil que pierdes las ganas de seguir.

Es verdad que la humanidad ha dado un salto colosal en el aumento de la esperanza de vida. En España, por ejemplo, es de 83 años. Y buena parte de ese tiempo añadido se transita mejor: hace medio siglo los españoles estaban hechos polvo cuando se jubilaban, mientras que hoy se llega con buena salud hasta los 76 años, según las estadísticas. Se ha alejado el precipicio de la senilidad, eso es indudable. Y ahí estamos todos los mayores pedaleando como desesperados, tiñéndonos el pelo, intentando adelgazar, yendo a los gimnasios, siguiendo la estela de los Pitt y las Bullock, a nuestro humilde nivel, con la lengua fuera. Todo con tal de no representar nuestra edad, o la idea que antes se tenía de nuestra edad. No digo que sea mala tanta agitación: el ejercicio y la motivación mejoran la salud. Pero no deja de haber algo patético en esta huida hacia delante, en esta carrera loca condenada al fracaso: la dificultad de reconocerse como viejo, la dignidad social que se les ha arrebatado. Porque, al final, la decadencia llega, y el anciano real se ha quedado sin sitio en este mundo.

Sin embargo, de cuando en cuando sucede un milagro y alguien parece escapar de la ruina del tiempo. Hace unas semanas, la cubana Ángela Álvarez ganó el Grammy Latino por su primer disco. Es una novata total; siempre le gustó cantar y componer, pero su padre le prohibió dedicarse a ello. Siguió componiendo a escondidas, solo para ella. Hace 4 años empezó a actuar y ahora su primera grabación logró el gran premio. Todo muy normal, salvo por el detalle de que Ángela tiene 95 años y una vida muy dura: su exilio de Cuba fue difícil, 4 hijos acabaron en un orfanato en Estados Unidos y ella tuvo que recoger tomates y limpiar oficinas durante años hasta lograr reunir a la familia. Mucho tiempo después, un nieto se hizo músico y ayudó a su abuela a conseguir su sueño. Y a convertir la proeza de Ángela en el ensueño de todos, en el prodigio de una vida que empieza cuando todas acaban. Ahora se habla mucho de los avances científicos que podrían prolongar la existencia hasta los 150 años. Quizá, pero ¿en qué condiciones? ¿De cuánto deterioro estamos hablando? Yo lo que quiero que descubran es el secreto de poder morir muy vivos, como Ángela.

Rosa Montero
(v.periódico El País en línea del 11 de diciembre de 2022).
EL ÚLTIMO SUEÑO

Duerme abuelo, que cuando despiertes del último sueño, se habrá ido esa tristeza.

-No me quiero ir; aún tengo mucha energía para disfrutar de mi vida unos años más.

-¿Para qué quieres quedarte? Entiende que ya no haces falta aquí; eres nadie para ellos, te ven y se ríen de que no puedes caminar, se enojan tus hijos contigo porque te haces del baño y tienen que limpiarte, les da asco hacer eso; pero tú quieres seguir ahí.
No quieren cuidarte, o dime algo; ¿Piensas que dejándote encerrado en tu cuarto con la televisión encendida, ya es suficiente? No tienes amor de ellos, se pelean porque nadie te quiere cuidar, se echan el compromiso unos a otros cuando no deberían de verlo de esa manera.
¿Dónde están los valores que les inculcaste? ¿Todos esos consejos? ¿Dónde están? Quieres ser partícipe de tu dizque familia y por más que lo intentas, lo único que ganas son reclamos, burlas, regaños, te caes y se enojan; caminas lento y se enojan, respiras y se enojan, todo lo que tú haces a ésta edad, es motivo de enojo para ellos.
¿Dónde están todos tus hijos cuando los necesitas? Cada uno por su lado, viajando; disfrutando su vida tal y como se los dijiste siempre. Ese consejo si lo llevaron a cabo, pero se han olvidado de ti, seguramente piensan que a tu edad, ya nada importa; que ya ni te has de acordar de ellos sólo porque a veces confundes sus nombres, y ¿qué pasa? Se vuelven a enojar.
Te gritan cuando vas lento. Te jalan fuerte para que avances lo más rápido posible. Se les olvida, o se hacen pendejos, todo lo que hiciste por ellos: las noches que tuviste que doblar turno en tu trabajo para poder darles lo mejor que podías, las veces que cayeron y estuviste para darles tu mano, para curar sus heridas, todas esas veces que orgulloso presumías a todos diciendo que tus hijos serían los mas chingones.
No te merecen. No mereces que te traten así, pero existe el karma y en sus hijos están implantando ese ejemplo de cómo tratan a su padre. Piensan que el tiempo va a detenerse y que siempre tendrán la juventud que hoy tienen, pero el tiempo no perdona.
¿Prefieres seguir así? Piensa bien, para ellos seguirás siendo un estorbo. ¡Ah pero eso sí! El día que te vayas, todos te van a llorar... las pinches frases típicas y blablabla. Te pondrán en un altar imaginario donde para ellos siempre fuiste el mejor, donde diste todo por ellos y empezarán esos reclamos a ellos mismos por no haberte puesto atención.
Anda, ve y di que ya tienes que dormir y que tengan una linda noche, porque mañana será un gran día para todos. Anda ve y reafirma ese gran amor que les has brindado. El último sueño que tendrás en tu vida ha llegado, pero no estés triste, que a lo que tengo entendido, vas para arriba. Yo sólo te guiaré hasta el tren del destino final.

-Gracias, creo que toda esa energía se ha ido.

-Duerme "abuelo", que cuando despiertes del último sueño, se habrá ido esa tristeza que hoy llevas en tu corazón.

Autor desconocido
When I'm 64

Paco Calderón
(12 de febrero de 2023).


El significado de la existencia.

1Funny
(27 de abril de 2023).


Cuando va nacer un bebé, la familia se prepara para darle la bienvenida a este mundo, para recibirlo y cuidarlo, para que crezca seguro, tranquilo. Pero, ¿qué pasa en el otro extremo de la vida, cuando se está en la etapa final? ¿Quién está preparado para despedirse? ¿Para acompañar y cuidar a ese ser querido en sus últimos días, procurando que se vaya tranquilo? Me atrevería a decir que nadie.

Si hay algo que todos sabemos y lo tenemos bastante claro, aunque parezca que muchas veces se nos olvida, es que en algún [momento] nos vamos a morir; algunos antes y otros después. La vida puede terminar de forma inesperada o por alguna enfermedad, no lo sabemos.

Hoy esta columna es una reflexión, una catarsis, por todas aquellas personas que están en esa recta final, con algún padecimiento terminal. En honor a ellas y ellos, a sus familias, a las personas que están a su lado, cuidándolos, enfrentándose al miedo, el dolor, la angustia y también el cansancio.

"Es muy probable que mucha de esa gente esté sufriendo injustificadamente porque en nuestras sociedades sólo una de cada 10 personas recibe el cuidado que corresponde para semejante momento y esto es gravísimo", dice Matías Najún, médico especialista en cuidados paliativos, durante una charla TED, por demás interesante.

Y así describe los cuidados paliativos: "Cuidar como cualquiera de nosotros querría y merecería ser cuidado en un momento como ese, cuando eres una persona con un padecimiento terminal, que estás por morir".

No es fácil hablar de la muerte, mucho menos prepararse para verla de frente. Es complicado, incomodo. Da miedo, duele. Y afrontar una enfermedad terminal implica tomar decisiones, desde conocer qué es lo que sigue en los cuidados (resolver en algún momento una intubación o no, hospitalizarse o no) hasta prever gastos funerarios; organizarse, despedirse.

Para un paciente en fase terminal tener o no cuidados paliativos puede hacer toda la diferencia en la dignidad y calidad de sus últimos días. Son personas que enfrentan severos dolores, que para aliviarlos requieren morfina o tratamientos con opioides mayores (como el fentanilo) a los que hoy en nuestro país muy difícilmente tienen acceso. Esto, cuando mínimamente debería garantizarse que una persona pueda vivir la última etapa de su vida sin dolor físico, para poder despedirse, para poder cerrar tranquilo.

Como diría atinadamente en su charla TED el especialista Matía Najún: "Es un tiempo para aprovechar, para mirar de frente. No hay que quitarle a nadie la posibilidad de que viva el final de su vida, de que protagonice sus días, de que tome sus decisiones, de que nadie decida por él dónde y con quién quiere estar, de que disfrute con su gente sin dolor, sin síntomas; de que pueda organizarse, dejar sus legados, de que pueda acomodar su alma, de que sea quien escriba el final de su propia biografía".

Vania de Dios
(v.pág.2 del periódico El Informador del 28 de abril de 2023).

Es frecuente en los últimos tiempos, sobre todo en las redes sociales, referirse a la gente de edad en términos despectivos: abuelo, viejuno, rancio, pollavieja, tómese la pastilla, etc. Olvidando el lúcido refrán antiguo de como te ves yo me vi, como me ves te verás, ciertos idiotas de pocos años, o que no cuajaron lo suficiente, tienden a creer que su propia juventud será eterna y que, por el hecho de envejecer, un hombre o una mujer dejan de ser lo que fueron. Pero se equivocan. Pensaba en eso hace unos días, en Buenos Aires, cuando anduve de conversación con un viejo policía, retirado hace tiempo, que fue uno de los modelos utilizados por mi compadre Jorge Fernández Díaz para crear el personaje Remil de sus novelas El puñal, La herida y La traición. Pensé en eso, como digo, mientras observaba el rostro amable, canoso y lleno de arrugas, donde unos ojos tranquilos y duros seguían lanzando señales de alerta para quien supiera leer en ellos. Como dice un personaje en una de mis novelas, algunos llevan la biografía escrita en la mirada, aunque ahora casi nadie mire ya a los ojos ni sea capaz de leer en ellos.

Lo confirmé una vez más hace poco, saliendo de un cine en Madrid. Iba con un amigo de pasado turbulento que incluye varias muescas imaginarias en la culata de un arma que, en atención a los espíritus sensibles, también consideraremos imaginaria. Paseábamos, viejos, setentones, tranquilos, cuando un individuo desconsiderado nos hizo objeto de una grosería: un empujón, malas maneras y ninguna intención de disculpa. Mi acompañante se limitó a pronunciar a media voz la palabra "gilipollas", pero el otro la oyó, volviéndose airado. Era un sujeto grande, bastante alto, sobre los treinta y tantos o cuarenta años. En plena forma. Por el acento parecía uruguayo o argentino. Miró a mi amigo desde muy arriba -mi amigo, que es de poca estatura, le llegaba al pecho- y seguro de sí, muy fanfarrón, el otro pronunció una frase deliciosa: "Te voy a matar, viejito".

Les juro que uno vive para presenciar momentos como ése. Reconcilian con ciertos aspectos del género humano. Seguro de su fuerza, juventud y estatura, el macarrón se había acercado a mi acompañante, casi tocándolo. "Te voy a matar", repitió amenazador, inclinado hacia él. Y entonces, muy sereno y sin moverse del sitio, el viejito alzó la cara y dijo: "Tú no has matado a nadie en tu puta vida".

Fue increíble, oigan. El efecto. Aquel grandullón era, en efecto, gilipollas; pero no era tonto. Miró los ojos de mi amigo, y la verdad es que supo mirar. Yo contemplaba la escena sin saber cómo acabaría -igual entre los 2 abuelos equilibramos la cosa, pensaba-, pero vi que al sobrado le cambiaba la expresión. Por un instante muy corto, apenas 2 segundos, se quedó quieto mirando al viejito como si de pronto pensara "aquí hay algo que no es lo que parece". Demudado el semblante, que dirían los clásicos. Después dio un paso atrás, sólo uno. No llegó a dar el segundo porque mi amigo, pegando un salto de fox terrier, se enganchó con el brazo derecho a su cuello y se fue con él al suelo, cuan largo era. Se dieron los 2 al caer un hostión de campeonato y quedó mi amigo tal cual, trincado el otro por el gaznate, apretándoselo hasta que le faltó la respiración y se le puso la cara como una berenjena. Y lo más admirable fue que el viejito, mientras lo estrangulaba con la derecha, mantenía el puño izquierdo cerrado, listo para golpear, pero sin llegar a hacerlo. Para no dejarle señales en la cara. Evitando marcarlo por si la cosa terminaba en un hospital o comisaría. Viejos hábitos de profesional.

Lo soltó al fin, cuando el otro pataleaba sin aire; y tanto yo como los 3 o 4 transeúntes que se habían parado a mirar -nadie se atrevió a intervenir, y por suerte nadie sacó un teléfono móvil- vimos cómo el grandullón venido a menos se levantaba y cabizbajo, tambaleante, se alejaba remetiéndose la camisa en el pantalón. Mi amigo se levantó a su vez, sacudió la ropa y me miró impasible. Estaba muy serio, pero sus ojos reían. "Vamos a por una cerveza -dijo-, que este hijo de puta me ha secado la garganta".

Nos telefoneamos un par de días después, para comentar el incidente. Estaba en casa dolorido, me dijo, con una contractura en el hombro y el cuerpo hecho polvo del costalazo. "Ya no está uno para estos trotes", añadió riendo.

Y, bueno. Pues eso. Tengan cuidado con los viejitos.

Arturo Pérez-Reverte
(v.Zenda Libros del 6 de julio de 2023).

Hoy voy a hablar de la vejez, un tema arduo de tratar, porque además soy juez y parte. Aunque, en realidad, en esto de la edad todos somos parte, incluso los más jóvenes, lo que pasa es que muchos de ellos todavía no saben que, salvo muerte temprana, van a envejecer impepinablemente.

A mí no me pasó; como decía Cicerón, yo siempre supe que era mortal, y de ahí deduje que probablemente llegaría a vieja. Y aquí estoy, empezando la andadura de la decadencia final y a mucha honra. Así que soy bastante mayor, pero, a pesar de eso, no me siento más imbécil de lo que he sido en épocas pasadas, ni más desconectada de la realidad. Leo una entrevista del filósofo Alexandre Lacroix en la que dice: "El mundo se ha vuelto indescifrable para los que han nacido antes de 1989", y no sólo no me siento representada, sino que me parece una tontería. Creo que el mundo ha sido siempre indescifrable y que, en efecto, la velocidad del desarrollo tecnológico de las últimas décadas ha empeorado la situación, pero lo ha hecho para todos, absolutamente todos. Y así, tanto en los mayores como en los jóvenes puedes encontrar a personas lúcidas y a verdaderos marmolillos. Lacroix nació en 1977; se incluye a sí mismo en su enunciado, pero yo diría que con la boca pequeña. Tras su llamativa frase me parece observar residuos del omnipresente edadismo que sufrimos, de un creciente prejuicio contra los viejos que me saca de quicio. Como si, por haber nacido antes de 1989, todos fueran unos completos analfabetos tecnológicos, un tópico tan falso que no merece la pena ni discutirlo.

De modo que estoy en contra del edadismo. Y, por añadidura, siempre he pensado que cambiar de ideas a lo largo del tiempo no sólo no tiene por qué ser una muestra de falta de criterio o una forma de venderse, sino que, por el contrario, suele ser síntoma de una inteligencia analítica y honesta. La vida te va enseñando, y lo lógico y decente es aprender de los errores.

Reivindico la vejez lúcida, ese maravilloso estado que une la experiencia con el pensamiento y que nos regala verdaderos sabios, como José Luis Sampedro, Emilio Lledó, mi maestra Ursula K. Le Guin y tantos otros. Pero la vejez lúcida exige mucha honestidad, mucho esfuerzo y también suerte. Detesto el injusto edadismo, pero la edad, por sí sola, tampoco te hace necesariamente más listo. De hecho, puedes sufrir severos quebrantos. En 1993 entrevisté a Margaret Thatcher y me preparé a conciencia, temerosa de su capacidad dialéctica: no en vano había sido la voz política más influyente (y demoledora) de la segunda mitad del siglo XX. Pero nuestra charla me decepcionó; me pareció una abuela de mente alicorta. Cuando, mucho después, se supo que sufría alzhéimer, comprendí que ya estaba tocada cuando la entrevisté, aunque aún no estuviera diagnosticada. Esas cosas suceden, y apena que gente con una trayectoria pública acabe siendo secuestrada por su deterioro. Por otro lado, y sin llegar a estos extremos trágicos, hay personas que, con la edad, van perdiendo parte del autocontrol que antes mantenían en sociedad, de modo que emerge más claramente lo que siempre fueron y antes ocultaron, sus machismos, narcisismos, vanidades, ambiciones desatadas. Todas esas cochambres que a lo mejor disimularon o incluso combatieron de más jóvenes. Resumiendo: la vejez es una etapa heroica y hay que remar mucho para navegarla con dignidad.

Rosa Montero
(v.periódico El País en línea del 8 de octubre de 2023).

La juventud tiene un precio que finalmente deberemos pagar, ese precio es la vejez. Sin embargo, la postrer etapa está llena de cosas maravillosas. Una de ellas es la oportunidad de recapitular los distintos episodios de nuestro tránsito por la Tierra y agradecer a quienes han sido parte de ellos, así como los bienes recibidos.

Eugenio Ruiz Orozco
(v.pág.3 del periódico El Informador del 22 de enero de 2024).
Tu memoria no es muy buena.

Tu memoria no es muy buena.

No es justo.

(V.Pickles Comic (fan page) del 13 de enero de 2024).


Hemos envejecido juntos.

(En Facebook el 10 de noviembre de 2023).


ORACION PARA NO SER INSOPORTABLE

Señor: Tú sabes mejor que yo que estoy envejeciendo y que un día seré más viejo.

No permitas que me haga charlatán y sobre todo que adquiera el hábito de creer que tengo que decir algo sobre cualquier tema, en toda ocasión.

Libérame de las ansias de querer arreglar la vida de los demás.

Que sea pensativo pero no taciturno, solícito pero no mandón.

Con el vasto acopio de sabiduría que poseo, parece una lástima no usarla toda, pero tú sabes, Señor, que quiero que me queden algunos amigos al final.

Mantén mi mente libre de la recitación de infinitos detalles, dame las alas para ir derecho al grano.

Sella mis labios para que no hable de mis achaques y dolores. Ellos van en aumento con el pasar de los años, como también mi gusto por recitarlos.

Pido la gracia de poder escuchar con paciencia el relato de los males ajenos.

Enséñame la gloriosa lección de que a veces es posible que esté equivocado.

Mantén en mí una razonable dulzura. No quiero ser un santo (es difícil convivir con algunos de ellos), pero un viejo amargado es una de las Obras Supremas del Diablo.

Ayúdame a extraer de la vida toda la diversión posible. Nos rodean tantas cosas divertidas, que no quiero perderme ninguna.

P.D.:

Señor: también te pido que la vacuna (cuando me toque) no me deje más tonto de lo que estoy... por los siglos de los siglos... Amén.

(Recibido por e-mail el 27 de enero de 2024).

Alma Delia Fuentes publica un nuevo podcast sobre una realidad demasiado silenciosa. Es la 2a. entrega de la periodista, que ahora también colabora en la UNAM, sobre adultos mayores. En esta ocasión aborda los delirantes costos del cuidado de nuestros padres.

El año pasado Fuentes reporteó y publicó "Ya no quiero cuidarte, mamá", una historia narrada a 2 voces sobre la tremenda carga y desgaste que supone para muchas familias el cuidado de una madre (o un padre, o ambos), que ha entrado en deterioro incapacitante.

Ahora lanza "Mis padres me están arruinando", donde expone 3 testimonios sobre el exhorbitante costo, económicamente hablando, de procurar cuidados para quien en su momento nos crió. Ambas se pueden escuchar en https://asicomosuena.mx/asi-como-suena o en Spotify o Apple, etc.

Pregunté a Alma Delia, con quien me une una amistad de un cuarto de siglo, qué tal iban los comentarios a esta nueva entrega, sabedor de que la 1a. suscitó múltiples reacciones y hasta agradecimientos por hablar en voz alta de lo que muchos viven en silencio.

Y esa fue precisamente la conclusión de la periodista: somos muchos, muchísimos, los que estamos pasando por predicamentos similares y, paradójicamente, de eso poco o nada hablamos, poco socializamos o compartiremos, incluso con amigos cercanos.

No estamos listos para esta conversación, y sin embargo quizá sea la más importante para quienes tenemos padres llegando a (o en) los ochenta, y para quienes no querríamos heredar a nuestros hijos esa losa que hoy nosotros mismos no sabemos cómo soportar.

Uso la primera persona del plural no como un asunto de estilo sino porque en ese universo habita hoy mi familia, y desde ahí vuelvo al tema que ya abordé aquí en octubre del año pasado. Quienes lo estamos viviendo queremos sonar la alerta ante quienes no tienen -afortunados ellos- la más remota idea de la complejidad del reto.

Si sabemos que dado el añejo deterioro de los sistemas públicos de salud, y lo prohibitivos que son los seguros médicos privados para muchísimos mexicanos, una intervención quirúrgica suele convertirse en un evento catastrófico porque hospitalizaciones, médicos y medicinas pueden consumir el patrimonio acumulado en una o varias generaciones, lo mismo tenemos que pensar ya de enfermedades degenerativas incapacitantes, algunas tan "discretas" en sus síntomas como la demencia senil.

Dicho de otra forma, la precariedad del estado del bienestar mexicano tendrá en el 2o. cuarto del siglo XXI un factor que estresará aún más los exiguos recursos gubernamentales y, peor aún, impactará en las capacidades económicas de las familias, el desempeño laboral de sus integrantes y hasta en la salud mental de las comunidades.

Les puedo spoilear el nuevo capítulo de Alma Delia y decirles de gente a la que le cambiaría la vida si tuviera 550 pesos al día para dedicarlos a su madre, o de casos en los que 4 veces ese monto tampoco es suficiente.

Puedo contarles que ayuda mucho ser uno de 7 hermanos que se turnan para cuidar a sus padres, y que no me imagino qué hacen aquellos que sólo son 2 hijos para poder cubrir guardias en un hospital o pagar a enfermeras para que hagan turnos a domicilio.

Nada de eso, ni remotamente, retrata el día a día de esta compleja realidad que padecen millones de familias a diario.

El tema se empieza a colar en las campañas electorales. Esa es la buena noticia; la mala es que estamos lejos de una discusión amplia, profunda, documentada y pluripartidista. Cuando mucho se prometen simbólicos apoyos económicos que serán unos flotis en medio de un tsunami.

Salvador Camarena
(v.pág.3 del periódico El Informador del 22 de marzo de 2024).
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