El berrinche infantil del mexicano


¿Por qué indigna tanto que una persona bajo proceso, con un brazalete, en este caso Emilio Lozoya, vaya a cenar a un restaurante? ¿No se trata de eso la libertad condicional? ¿Qué es lo que nos enoja: el lujo, el descaro o la falta de justicia? La discusión tiene muchas aristas. Por un lado, hay una profunda indignación por una justicia que no es igual para todos. Es el juarismo distorsionado: a los enemigos justicia ruda, a los amigos sólo gracias, muchas, muchas gracias. Por otro lado, la discusión y las reacciones ante el hecho muestran una vez más esta falsa idea que tenemos los mexicanos de que la única forma de justicia que existe es la cárcel.

El caso de Emilio Lozoya es quizá la evidencia más clara de la justicia selectiva en este sexenio. Reconocido como testigo colaborador, la Fiscalía General de la República ha usado al ex director de Pemex en el sexenio de Peña Nieto como ariete político. Su caso está lleno de irregularidades e inconsistencias, tiene un trato privilegiado y no ha cumplido con lo que se supone es una de la condiciones de los llamados testigos colaboradores: dar información que permita procesar a quienes le daban órdenes, quienes eran la cabeza de la trama corrupta. Por encima de Lozoya sólo estaban Videgaray, ex secretario de Hacienda, y el ex presidente Enrique Peña Nieto; sobre ellos no hay un sólo proceso iniciado por la información otorgada por él. En cambio, Lozoya ha disparado hacia los lados con singular alegría, curiosamente siempre contra los que el "nuevo régimen" considera sus enemigos.

Entendiendo la indignación de una justicia mal aplicada, nada debería extrañarnos que una persona bajo proceso, que no ha sido declarada culpable, vaya a cenar a un restaurante. Si algo ha caracterizado a la política de este país es la fabricación de culpables, una visión utilitaria y vengativa de la justicia. Existiendo métodos eficientes de control, la prisión preventiva debería de existir sólo para aquellos cuya libertad representa un peligro para la sociedad.

La ampliación, en la última reforma penal del catálogo de delitos que ameritan prisión preventiva fue un retroceso, pero mientras el escándalo sea la costosa cena de un presunto criminal que no ha sido sentenciado y no la ineficiencia de la Fiscalía General de la República seguimos abonando a esta visión distorsionada de la justicia.

No nos confundamos: lo inmoral no es que Lozoya vaya a cenar pato, sino que el fiscal Gertz Manero se siga haciendo pato.

Diego Petersen Farah, pág.3-A del periódico El Informador del 12 de octubre de 2021.

¿Quién fue el primero que puso en Peña la culpabilidad? Asesino, traidor, vendepatrias, inepto, ignorante, banal, monolingüe, chaparro y corrupto fueron algunos de los adjetivos que, menos de un año después de su toma de protesta, sustituyeron el grito aquél de "Enrique, bombón, te quiero en mi colchón".

¿Quién empezó? Porque ese que inició el fuego de la bilis nacional ya está azuzando nuevamente una fogata. Andrés Manuel López Obrador aún no sale de la luna de miel electoral pero ya hay gritos de ignorante, incongruente, fifí y desastroso. Ya en el colmo del enojo, en redes se empieza a popularizar el hashtag #AMLORenuncia.

Lo mismo acontece en los estados que tuvieron cambio de gobierno. En la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum es ya responsable de problemas de corrupción no atendidos en las demarcaciones; en Morelos Cuauhtémoc Blanco es responsable de las decisiones que no han tomado sus acompañantes inexpertos y en Jalisco el gabinete de Enrique Alfaro ya fue demolido a palos.

Si esta actitud fuera alimentada por una visión crítica sobre nuestros gobiernos, habría de aplaudirse. Pero digámoslo sin ambages: es visceral. Nace de la silvestre ocurrencia de pensar que ya hay un nuevo responsable de la realidad. Y esa idea proviene de la profunda equivocación de pedir bienestar a los gobiernos y de creer que quitando a uno malo puede llegar uno que "ahora sí", cambie las cosas.

Las cosas pueden cambiar, claro. Pero no las cambian los gobiernos y, mucho menos, los titulares de estos, que, por si no se habían dado cuenta, son humanos como el que más.

En España, Brasil, Estados Unidos o México, la anhelante demanda por súper héroes que traigan armonía, opulencia y paz, ha conducido al éxito de políticos que mienten más que los demás y que, irresponsablemente, asumen el encargo que la sociedad infantil y necesitada de salvadores, deposita en ellos. Sí, no se preocupen, yo me encargo.

La visceral actitud contra los gobernantes entrantes y la anhelante demanda de súper héroes son 2 caras de la misma moneda. Aristóteles Sandoval no provocó el aumento de muertos y Enrique Alfaro no es la solución mágica. Los 2 forman parte de instituciones gordas en las que confiamos de más.

Ivabelle Arroyo, pág.5-A del periódico El Informador del 10 de octubre de 2018.

Cuando leí en diferentes medios que el ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte, podría salir libre en 3 años más a pesar de haber desviado, lavado, robado..., más de 75,000 millones de pesos de las arcas públicas, mi reacción fue como la de todos (excepto la de su londinense esposa): coraje e indignación.

Hacia mis adentros pensaba que en este sistema mexicano de justicia e impunidad combinada, más de alguno estaría dispuesto a "echarse" 4 o 5 años de cárcel a cambio de una fortuna así, dedicar una parte de ella que la estancia en prisión fuese segura y privilegiada, para luego de pasar ese relativamente breve "episodio legal" disfrutar una vida de placeres y lujos fuera de México para ni siquiera tener que sufrir vergüenzas públicas, ya que las vergüenzas privadas no existen en personas inmorales y desvergonzadas que ven sus delitos como merecidos triunfos derivados de su capacidad para burlar y engañar al sistema. Y así de la noche a la mañana, como por "Duarte de magia" verse convertidos en ricos magnates. Por eso Duarte sonríe y seguramente duerme tranquilo.

Un par de días después de esta noticia de impunidad extrema, tuve la oportunidad de escuchar en un noticiero de radio, y en otros ámbitos privados, opiniones provenientes de abogados que conocen de leyes y del sistema penal, con lo cual pude poner en pausa mi coraje e indignación, y darle en este caso al menos por un tiempo, el beneficio de la duda al poder judicial mexicano.

Lo que estos abogados dijeron (trataré de explicarlo en pocas palabras y sin los tecnicismos legales que mencionaron) es que este fallo hay que verlo como el inicio de un largo proceso judicial que apenas empieza.

La sentencia que acabamos de conocer es la 1a. de muchas más que seguramente vendrán (espero), por lo que la posibilidad de que Duarte salga libre en 3 años es bastante remota.

Me explicaron que si bien las leyes prevén la posibilidad de que un preso recupere su libertad luego de cumplir la mitad de su sentencia, este beneficio sólo aplica si el sentenciado no tiene más procesos o averiguaciones pendientes en su contra.

La sentencia que en este 1er. asunto procedía toda vez que Duarte se declaró culpable, fue de 9 años de prisión, más la incautación de determinados bienes y el pago de una multa que vista a la luz del estratosférico desfalco resulta ridícula.

Pero Duarte tiene más acusaciones pendientes de resolverse además de ésta.

En la Procuraduría General de la República existen varias carpetas aún en proceso, unas de ellas en contra su esposa Karime Macías. Y en lo que respecta al fuero local (Veracruz) el gobernador Yunes afirmó que Duarte tiene 2 órdenes de aprehensión ejecutadas y está vinculado a proceso por peculado, abuso de autoridad, incumplimiento de un deber legal y tráfico de influencias, con lo que estaría en la cárcel al menos 15 años por peculado más 20 años por desaparición.

Luego de haber entendido que las probabilidades de que este bandido salga libre en 3 años son prácticamente nulas (aunque en el sistema judicial mexicano se puede esperar todo) me parece que los medios de comunicación cometen un error al publicar noticias incompletas utilizando titulares como "Saquea Veracruz y sale libre en 3 años" que en realidad desinforman y convierten la noticia de un proceso legal parcial en un escándalo total. Ni siquiera el presidente electo debió haber dicho que este caso fue "puro show, circo", pues él mas que nadie debiera saber que el proceso legal todavía no termina y que la verdad completa es otra.

Los titulares de prensa y de diversos medios de comunicación al respecto no debieron ser "Duarte saldrá libre en 3 años" sino "El caso Duarte no ha concluido".

Las cosas como son. Si el juez en este caso hizo lo correcto hay que decirlo, y los medios de comunicación abstenerse de hacer escándalos con medias verdades. La media verdad es que Duarte podría salir libre en 3 años, pero la verdad completa es que eso ocurriría siempre y cuando no tuviera mas procesos en su contra.

Habrá que estar atentos a las sentencias que en cada caso se apliquen y sumarlas a esta primera de 9 años de prisión que acabamos de conocer.

Y si después de todo sale libre en tres años, entonces sí hacer un escándalo nacional.

Ricardo Elías, arquitecto y empresario, 5 de octubre de 2018.
Como votamos.

Facebook 29 de junio de 2018.


En septiembre les platiqué sobre la manipulación de la información en las redes sociales y de cómo algunos, por intereses turbios y poco loables, tendían a manipular los datos y logros de esta administración para promover una agenda política ajena al bienestar social.

En noviembre, Riva Palacio publicó un artículo "La antidemocracia de las redes", en el que describió lo relativamente fácil que es manipular la información y que las personas se vuelvan parte del sistema de propaganda. Esta forma de divulgación de noticias falsas (fake news) se está haciendo cada vez más viral y poco predecible.

Durante este proceso electoral hemos sido testigos de la información que circula en las redes sociales y de su rápida difusión, no se averigua si es verdad o es creado por grupos políticos con fines propagandísticos: videos editados para hacer creer que el Presidente se ha equivocado; noticias falsas sobre los precandidatos, pero que ponen en entredicho su decencia y honor; cadenas de mensajes con datos del quehacer del gobierno que no son congruentes con lo publicado por las instituciones que evalúan las políticas de gobierno. Esta falsa información está acrecentando el resentimiento social y ocultando lo que se está haciendo bien.

Es obvio que el rechazo al presidente Peña se debe a una exitosa estrategia de manipulación. Tal parece que si el gobierno tiene algún éxito (¡y tiene varios!) recrudecen la estrategia e incrementan las burlas y noticias falsas o sin sustento.

Esteban Moctezuma escribió que debemos romper con la prisión mental a la que nos tienen acostumbradas las redes sociales y los análisis fatalistas; entender que estamos mejor que hace 100, 10 y 5 años.

Estamos a 2 meses de que inicien las campañas y los candidatos de Morena, y sobre todo del PAN, han promovido noticias falsas, por ejemplo, que cambiarían a Meade; lo hacen estando conscientes de que les puede ganar (si no, ¿para qué se ocupan de él?). Por ello, antes de reproducir la información, tenemos que cerciorarnos de que es real y que no está siendo manipulada por un candidato, partido político o, incluso, algún gobierno extranjero con el fin de incendiar lo que tanto trabajo nos ha costado a todos; tenemos que pensar y decidir nuestro voto con base en la visión de país que queremos y no por los desplantes o enojos de algunos pocos.

Creo que la gran mayoría de los mexicanos decidirán su voto, más que con filias o fobias, con razón y reflexión sobre su futuro y el de sus hijos. Lo que se está jugando no es, ni puede ser, sólo un berrinche.

Guillermo Ruiz de Teresa, coordinador general de Puertos y Marina Mercante, pág.5-A del periódico El Informador del 20 de enero de 2018.

Santiago Nieto, quizás involuntariamente, es un genio de la distracción. Habló pública, aunque indirectamente, de la investigación en la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales contra Emilio Lozoya, el ex director de Pemex, a quien denunció el PRD de haber recibido dinero de Odebrecht para la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto, por lo que lo cesaron. Este detonó un escándalo, y al unísono fuerzas políticas y sociales gritaron que el gobierno, para impedir que profundizara en sus pesquisas, lo defenestró. Abusados. Lo que hizo Nieto es mucho más grave de lo que ven, pero al mismo tiempo, no están viendo.

Su destitución se debió a que violó el debido proceso, por lo cual, aún si fuera repuesto en el cargo, muy probablemente la defensa de Lozoya podría alegar ante el juez que violaron sus derechos humanos, por lo cual se violentó el debido proceso. Como sucedió con Florence Cassez, el delito de secuestro y delincuencia organizada quedó de lado ante la Suprema Corte de Justicia, frente al hecho que violaron sus derechos. El garantismo se aplica a tabla rasa. Lo que fue para Cassez, también tiene que ser para Lozoya, por lo cual, Nieto habría rescatado a Lozoya de una eventual cárcel por un delito electoral, al haber prostituido el caso.

El garantismo de la Corte tendría que ser aplicado por cualquier juez, no como prueba de inocencia, sino porque la posibilidad de que fuera juzgado de manera justa, fue socavada por el ex fiscal. Con su acción ilegal, lo blindó, y Lozoya tendría que ser exonerado -si se le confirmara una ilegalidad-, si se aplica la Doctrina Zaldívar del efecto corruptor que liberó automáticamente a Cassez.

Eso es la 1a. parte. La 2a. tiene que ver con los senadores, convertidos en maestros en la simulación al salir a la defensa airada de Nieto, y exigir su restitución. Para efectos prácticos de la investigación sobre Lozoya, que regrese o no es irrelevante. Lozoya, como ya lo anunció, lo demandará por haber violado sus derechos humanos y vulnerado el debido proceso, por lo que en el eventual caso de que fuera llevado a tribunales, un juez podría determinar si al violar el principio de secrecía en la investigación, se perdió la posibilidad de un juicio justo. De esta manera, lo que hizo Nieto fue extenderle inmunidad e impunidad a Lozoya, en el caso de que fuera culpable del uso de dinero de procedencia ilícita en la campaña presidencial.

En este caso, toda la agitación y movilización en defensa de Nieto se está dando para la protección de un ex funcionario que actuó exactamente en contra del postulado que dicen respaldar: la imparcialidad de las investigaciones de delitos electorales. El apoyo es para quien protegió a un eventual culpable de un delito que parece sumamente grave, canalizar dinero sucio a la campaña presidencial de Peña Nieto, cuya consecuencia, si se analiza el escenario más ominoso para el ex candidato y su partido, sería la protección del ex director de Pemex.

En el peor de los escenarios, el efecto para Peña Nieto y el PRI sería marginal. Peña Nieto no sería destituido, ni habría acción legal. El PRI tampoco perdería el registro, como ligeramente afirmó la dirigente del PRD, Alejandra Barrales. En el mejor de los casos, para quienes buscarían una sanción por ese delito, sería una multa.

El caso al que se podría asemejar este delito, de probarse, sería el del llamado Pemexgate, cuando en 2001 se probó que el sindicato petrolero desvió 1,500 millones de pesos para la campaña presidencial del Francisco Labastida en 2000. En aquél entonces, el desenlace del 1er. asunto de corrupción electoral fue una multa al PRI de mil millones de pesos. En 2011, un juez federal declaró prescrito el caso, por lo que tampoco procedió el delito de peculado electoral que le imputaron al líder del sindicato, Carlos Romero Deschamps, actualmente senador del PRI.

Raymundo Riva Palacio, pág.5-A del periódico El Informador del 26 de octubre de 2017.

La opinión pública está volcada a favor de Santiago Nieto. El 64% de las menciones en las redes sociales, según la empresa GLAC, pide que sea restituido como fiscal para delitos electorales. Tras 5 días de haber sido cesado por violar la secrecía de las investigaciones sobre el presunto financiamiento de la empresa brasileña Odebrecht a la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto en 2012, y afectar los derechos humanos del ex director de Pemex, Emilio Lozoya, a través de quien presuntamente se canalizó ese recurso, Nieto es visto como una víctima del poder, que lo destituyó por enfrentársele. Tiene como apoyo la indignación nacional y la fuerza de la opinión pública para que sea reinstalado en su cargo. En el balance, le ha ido muy bien al ex fiscal, que abrazado por la cólera mexicana se le ha perdonado su deshonestidad.

Describir al ex fiscal como un tramposo, no es un juicio de valor. Su lucha para que el Senado lo restituya, encierra más que un deseo por regresar a su cargo, y desnuda en dónde estamos parados. La ley no nos importa. Nos interesan los ajustes de cuentas. Si alguien socava el Estado de Derecho para hacer una justicia que se acomode a nuestros intereses y ponga bálsamo a nuestras frustraciones, lo arropamos, lo apoyamos y lo apuntalamos para que derrote a nuestro enemigo común. Nieto ha jugado con estos ideales justicieros, donde la justicia es sólo un pretexto.

La ley no importa, sino que lo trascendente es que se haya eliminado a quien veían como un funcionario autónomo que era capaz de enfrentarse a los intereses del gobierno. Esa es la imagen proyectada en la opinión pública por Nieto, construida a partir de un elemento, la investigación contra Lozoya en el contexto del caso Odebrecht. Es irrelevante que durante su gestión de poco más de 2 años y medio, hubiera violado de manera sistemática los derechos humanos de indiciados en investigaciones, porque lo importante no era salvaguardar sus garantías, sino su obligación a difundir información de interés público. El precepto tan anhelado y presumido de que todos son inocentes hasta que se les demuestre su culpabilidad, ha sido anulado por la politización del caso y la victimización de quien aunque fuera por las mejores razones, violó la ley.

No hay espacio para la legalidad cuando el ajuste coincide con el imaginario colectivo.

La legalidad con la que actuó [el procurador suplente] Elías Beltrán ha sido ignorada por la mayoría, así como también hizo de lado que Nieto violó la ley. La discusión no es sobre leyes, ni Estado de Derecho. Es política inmersa en el conflicto. Frente a la pobreza en cultura jurídica, está la intensidad del debate en la arena pública, donde frente al poderoso, la víctima, por más inmoral que haya sido su conducta, es a quien hay que defender.

Raymundo Riva Palacio, pág.5-A del periódico El Informador del 25 de octubre de 2017.

Imagine a un agricultor que siembra las semillas de algún cereal como maíz o trigo en su parcela y que al día siguiente vuelve y reclama y se enoja porque aún no hay nada que cosechar. Nos parecería alguien sin sentido de la realidad pues no entiende que deben transcurrir varios meses antes de que la semilla sembrada se convierta en un fruto apto para ser cosechado.

Esta metáfora viene a cuento por diversos reclamos que hemos escuchado últimamente. Uno de ellos fue tras conocer los resultados de la prueba PISA.

Algunos culparon a la reforma educativa.

Desde luego que los datos son desastrosos. Estar en último lugar entre los países de la OCDE en la evaluación de ciencia, lectura y matemáticas, para jóvenes de 15 años, es para poner nuevamente el tema como prioridad nacional.

Pero, ese resultado nada tiene que ver con la reforma educativa.

Más allá de que la reforma se ha entrampado en el tema laboral y de relación con la CNTE, aunque todo hubiera salido muy bien y estuviera avanzando aceleradamente, no tendría ninguna incidencia sobre el nivel académico de los egresados de 3o. de secundaria.

Veamos otro caso: la reforma energética.

En días pasados se realizó la licitación más importante desde que el congreso aprobó la reforma energética, y se asignó 80% de los bloques puestos a concurso además de que Pemex formalizó su 1a. asociación estratégica.

Como resultado de ello, se empezarán a producir hidrocarburos hasta por 900,000 barriles diarios en un lapso que va de 7 a 10 años, es decir, para 2023 a 2026.

Y, sobre esta base, hay quien dice que fracasó la reforma energética porque la producción de crudo continúa a la baja. Hay que esperar que las inversiones fructifiquen, como sucede en la industria petrolera de cualquier parte del mundo.

Pero la impaciencia no ha sido sólo de los críticos a las reformas. El gobierno explicó por meses que la reducción de las tarifas eléctricas a la industria se debía a la reforma energética, cuando el factor más importante fue la sustitución de combustóleo por gas y la caída de los precios internacionales del hidrocarburo.

A noviembre de este año, para el consumidor doméstico la electricidad ya está 5.8% más cara que en el mismo mes de 2012. Y para la industria ya está al mismo nivel de noviembre de 2012, cuando el año pasado tenía una caída de 19%.

Es probable que a la larga las tarifas eléctricas bajen. Pero por ahora se van a mover con los precios de los hidrocarburos, y especialmente del gas.

¿Por qué la impaciencia?

Cuando nuestras expectativas son favorables, estamos en disposición de permitir que se pospongan los beneficios de políticas correctas, que tardarán un tiempo en rendir frutos.

Cuando la sociedad está cansada y pesimista, pierde la racionalidad y la paciencia.

Y quien prometa cosechas rápidas y sin esfuerzo va a obtener respaldo, mientras que a los que insistan en que para cosechar hay que sembrar, regar, fertilizar, cuidar y dar tiempo, probablemente les espere el escepticismo y el rechazo.

Ése es un dilema en el que estaremos metidos en los siguientes años.

Enrique Quintana, periódico El Financiero en línea del 12 de diciembre de 2016.

Todos, o casi todos, recuerdan "la madriza" mediática que manos interesadas y voces preocupadas propinaron a Enrique Peña Nieto por la invitación al entonces candidato Donald Trump.

Con el tiempo, pocos -o muy pocos- se atrevieron a reconocer que el presidente mexicano realizó un análisis correcto sobre las elecciones presidenciales de Estados Unidos y, por supuesto, sobre la victoria de Trump.

Algo parecido ocurrió en el caso de la visita de Peña Nieto a Cuba, solo que sin "la madriza" mediática.

Muchos cuestionaron que Peña Nieto hiciera lo que -diplomáticamente hablando- tenía que hacer respecto a la muerte del dictador Castro. Muchos criticaron la visita del Presidente mexicano a La Habana, en donde se reunió con "la crema y nata" de los dictadores latinoamericanos y de otras latitudes.

Y sea por ignorancia, mala leche, interés electorero rumbo a 2018 o -de plano- porque es moda "madrear" a Peña Nieto, muchas voces volvieron a la cargada contra el presidente mexicano.

¿A qué carajos fue Peña Nieto a Cuba?, era la pregunta en no pocos comederos políticos.

Para algunos, Peña Nieto cometió un error. ¿La razón? Que según esas voces el presidente no debió aparecer en el funeral de un dictador; no debió mostrarse entre la "crema y nata" de los dictadores latinoamericanos y que, en suma, no debía avalar una dictadura como la cubana y menos a las dictaduras que la aplauden.

Otros reclamaron que Peña Nieto atendiera en México los urgentes problemas resultantes de la victoria de Trump en Estados Unidos.

Lo cierto es que -otra vez-, todo indica que Peña Nieto cometió un notable acierto que, de nueva cuenta, muchos no quieren ver por ignorancia, miopía; por interés electorero, fobias o, de plano, porque lo políticamente correcto es madrear a Peña Nieto.

¿Y por qué fue un acierto la visita de Peña a Cuba?

Según embajadores de carrera consultados, Peña Nieto dio uno de los primeros golpes certeros antes de que su homólogo de Estados Unidos tome posesión.

La visita de Peña Nieto al funeral del dictador cubano fue una jugada diplomática "de fantasía"; jugada que muestra que el gobierno de México responde estratégicamente y con los instrumentos adecuados a los peligros que para el mundo, para el continente y para México significa Trump.

Pero existe otra resultante que pocos han querido ver. En La Habana se habría establecido el primer contacto con China para el diseño de la estrategia preventiva frente a las amenazas de Trump.

Ricardo Alemán, pág.19 del periódico Milenio Jalisco del 2 de diciembre de 2016.

No recuerdo un nivel de odio verde con espumarajos como suscita entre cierta clase media todo cuanto haga, y no haga, el presidente Enrique Peña Nieto: ni Díaz Ordaz después del 2 de octubre cuando, además, no se hubiera podido expresar nada en absoluto; tampoco Echeverría después del 10 de junio. Un par de crímenes en el archivo muerto donde no hubo un solo autor detenido. En cambio, los aprehendidos y acusados por el asesinato de 43 normalistas son un centenar, incluidos un alcalde y los autores materiales confesos.

La primera dama es discreta. Alguna vez leí a un crítico, de esos anónimos en redes sociales, señalar con indignación que le había visto repetir tres veces el mismo vestido. ¿Y no es eso un punto a favor de la señora en un país donde las senadoras de izquierda nos pasan sus gastos?

No he visto nada más ridículo, más ignorante, más pedestre y, además, dicho con pecho inflado, ojillos cerrados y sonrisita autosuficiente, que el video donde López Obrador explica que hacer un pozo de petróleo "no lleva mucha ciencia, es como uno de agua pero más profundo". El mismo personaje se ufana de no hablar inglés y no pasa nada.

No es asunto trivial porque, como los síntomas de una enfermedad grave, anuncia al mundo el espíritu de la raza. El nivel de nuestra crítica al gobierno denuncia la ausencia de formación ciudadana. Exhibe al crítico en todo su infantilismo enfermizo, de berrinche y pataleta. Nos da la medida de nuestra clase política: entra a saco sobre el presupuesto porque son niños en pastelería y destruyen más de lo que se comen.

En esos mares de bilis navegan viejos lobos del sistema priista como Manuel Bartlett, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal, se atiborra los bolsillos la corte del Niño Verde; la CNTE y la CETEG destruyen Oaxaca y Chilpancingo para conservar el derecho a vender plazas y les regalan más. Mientras tanto, el público se ríe si Peña no logra decir "tres tristes tigres".

Luis González de Alba, pág.3 del periódico Milenio Jalisco del 13 de marzo de 2015.
El chip autoritario de buena parte de los políticos y analistas mexicanos le da el rasgo distintivo al infantilismo de los recetarios que suelen remitirle a través de los medios al nuevo presidente. Pero no se trata de simples recetarios. Van acompañados de advertencias perentorias de que se olvide de gobernar si no observa escrupulosamente cada una de sus estipulaciones.

Casi todas las recetas vienen de la matriz del absolutismo presidencial, pero han sobrevivido a la transición al presidencialismo acotado. Así lo manifestó el presidente Calderón al cumplir, a costa del ex presidente Fox, la prescripción que estipula acabar con todo vestigio positivo del antecesor como condición para fundar el nuevo reino sexenal. Y acaso lo que buscan las frecuentes convocatorias de Los Pinos a Peña Nieto es el exorcismo capaz de conjurar ese riesgo que siempre pende sobre el mandatario saliente.

Pero a raíz del descabezamiento en 1995, por Carlos Salinas, del imperio de impunidad del sindicato petrolero, un golpe conocido como el quinazo, y en la medida en que las malformaciones de la transición mexicana han generado otros centros de poder, real o potencialmente resistentes al cambio o remisos al mando gubernamental, la receta más socorrida se ha vuelto la aplicación de inyecciones de quinazo varias veces al día.

Estos días lo mismo le han recetado al presidente electo la aplicación de dosis mayores de quinazos a la líder magisterial Elba Esther Gordillo, que al petrolero Romero Deschamps, que al imperio abrumador de Carlos Slim, que a las fortificaciones de Azteca de Salinas Pliego y de Televisa de Azcárraga Jean.

Pero una cosa es combatir excesos, corruptelas e impunidades de sindicalistas y no sindicalistas, o promover leyes contra concentraciones monopólicas, como se ha hecho en EU con la industria petrolera y las telecomunicaciones, en beneficio de los consumidores y de la competitividad nacional, y otra muy diferente es recetar golpes discrecionales y descontones del poder presidencial, por lo demás, hoy inverosímiles, para eliminar del mapa a poderes sindicales o empresariales.

Pero la expectativa de quinazos no pasa de ser una fantasía del infantilismo autoritario que quiere ver castigados a sus demonios, a escoger entre diablos y diablas, sindicales o empresariales. En esta época del poder diluido, cualquier actor político o social encontrará en la ventilación pública de sus excesos su final cercano. Y si bien la Presidencia de hoy no puede decretar hostilidades ni castigos con el poder del pasado, sí tiene a su disposición un valioso instrumental de estrategias de gobierno y de políticas públicas a aplicar con los grupos involucrados -por poderosos que sean- con la firmeza de la persuasión y de las leyes.

José Carreño Carlón, pág.2-A del periódico El Informador del 24 de octubre de 2012.


La reciente boda de su hijo provocó que en la opinión política y las redes sociales el nombre de Carlos Salinas volviera a surgir como el imponderable bróker de la política mexicana, "padrino" del presidente electo Enrique Peña Nieto, jefe de la "mafia en el poder", y arquitecto del mantenimiento del status quo de los poderes establecidos. Salinas debe tener su ego totalmente inflado por ser considerado tan poderoso, pero como también es inteligente, sabe que eso no es cierto. Deja correr que eso se crea de él, pero en realidad, como se demostró en la fiesta del sábado pasado, si bien reunió a gente de poder, como apuntó un agudo observador, no fue la gente del poder.

La preposición modifica todo. Salinas es probablemente el ex presidente más sofisticado que haya tenido México, pero también con una imagen pública totalmente devastada, que lleva casi 20 años tratando. sin éxito, de reconstruirla. El causante de ello es el ex presidente Ernesto Zedillo, quien para desviar la atención de la profunda crisis económica del "error de diciembre" -como la calificó Salinas-, persiguió a su hermano mayor, Raúl, lo encarceló y aún hoy en día no termina de estar acosado por las acusaciones que le formularon por el asesinato de su ex cuñado y secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu en 1994.

Ante el acoso público instigado y alimentado desde Los Pinos, emprendió un largo exilio en La Habana, Montreal, Dublín y Londres. La persecución era sistemática. Legal, como en el caso de su hermano mayor; popular, estimulando la venta de máscaras de él en las calles; y mediática, cuando cada vez que llegaba a México salían versiones desde la casa presidencial de que los movimientos telúricos que coincidían curiosamente con varias de sus visitas, obedecían a su presencia.

Cuando Zedillo terminó su mandato, su ex secretario particular Liébano Sáenz se quedó sin ese manto protector y fue a pedirle perdón a Salinas. Una versión nunca desmentida es que llegó a ver al ex presidente y le lloró para pedir su perdón. En una ocasión Sáenz se topó con Raúl Salinas en un restaurante, casi una década después de estar en la cárcel por un crimen que para acusarlo inventaron cargos y pagaron testimonios en la fiscalía del caso durante el Gobierno de Zedillo, y le fue a decir que entendiera que él "sólo recibía órdenes". Salinas, sin pararse de la silla, le respondió: "Sí, pero lo hiciste con muchas ganas".

El rencor de Carlos Salinas hacia Zedillo nunca se enfrió. Dos libros que escribió sobre su sexenio son una crítica permanente a su sucesor por no haber hecho las segundas reformas neoliberales, y sus abogados estuvieron detrás de la demand que le presentaron en New Haven por su presunta culpabilidad en la matanza de Acteal. Sólo hasta después de que terminó Zedillo su presidencia, Salinas regresó a vivir a México. En el sexenio pasado participó en el intento por descarrillar la candidatura de Andrés Manuel López Obrador con su manejo en Televisa de los videoescándalos en 2003, y más adelante con su cabildeo indirecto en el Tribunal Electoral -al que todas las partes recurrieron- para que se validara la victoria de Felipe Calderón.

Durante este sexenio, mientras Peña Nieto caminaba rumbo a la presidencia y López Obrador veía en Salinas la Némesis de la evolución democrática en México, el ex presidente hacía trabajos de menor envergadura política, como ser gestor de varios gobernadores ante el Gobierno federal para que les autorizaran presupuestos de obras, o de buscar, como desde hace un par de años en Cancún, las mejores facilidades para crear ahí, con dinero inglés, un centro financiero y residencial. Esa ha sido la parte toral de su actividad en México, no el José Fouché de Peña Nieto y mucho menos su príncipe maquiavélico.

Salinas tiene la fama del poder, pero no la llave del poder.

Ni el presidente electo ni su equipo más cercano niegan tener una relación de respeto y profesional con él, pero está lejos el ex presidente de hablarles al oído. El poder de Peña Nieto no tiene como fuente a Salinas, sino radica más en la fuerza de Atlacomulco y la legislatura donde su ex coordinador de campaña y una de las 2 cabezas del equipo de transición, Luis Videgaray, estuvo.

Salinas no es lo que él deja que se proyecte de su poder, ni tiene la fuerza que le adjudican sus adversarios ideológicos. Quien así lo crea, estará perdiendo la perspectiva del futuro poder y no terminará de comprender el acomodo en el nuevo gobierno ni el papel que jugarán sus principales actores.

Raymundo Riva Palacio, pág.2-B del periódico El Informador del 30 de septiembre de 2012.


Salinas no tiene ya méritos. No fue el hombre que trasformó este país, no sentó las bases para que se convirtiera en una gran potencia industrial, no contribuyó al desarrollo político de la nación, no llevó a todo un partido hacia la modernidad bajo la doctrina del "liberalismo social", no celebró con el país más poderoso del mundo un acuerdo económico decisivamente beneficioso para México, no construyó una impresionante red de infraestructuras ni creó tampoco un eficaz sistema de asistencia social. No, no hizo nada de esto. Su único legado es la crisis de 1994 y una reputación de gran corrupto.

El mito del Salinas diabólico es una de las más fascinantes leyendas de este país. Pasarán muchos años antes de que la historia coloque a este hombre en el lugar que le corresponde: ni ángel ni demonio; más bien, un presidente de luces y sombras que, a pesar de todo, fue el último que tuvo la posibilidad de realizar grandes cambios en México.

Román Revueltas Retes, pág.4 del periódico Público del 17 de mayo de 2009.


Todos hemos visto la escena odiosa: el niño tirado en el suelo en pleno pataleo porque su madre no le compra la bicicleta deseada. La respuesta es siempre la misma en todos los idiomas: ¡Fea, fea, ya no te quiero!

La exhibición dada el sábado por los mexicanos en las llamadas telefónicas y entrevistas callejeras no puede sino verse idéntica. El ex presidente Carlos Salinas de Gortari llega a México por unas horas. La turba lo habría matado. Como no lo tienen al alcance, el linchamiento es verbal y bien alentado por los conductores que llaman "clamor popular" a sandeces del tipo: ¡Cómo lo dejaron entrar! ¡A qué viene! ¡Que se largue! Una respuesta insistente se resume en la expresión: "Luego de todo lo que nos hizo". Veamos qué nos hizo.

Feo, feo, ya no te queremos

Carlos Salinas terminó su sexenio con la popularidad más alta de presidente alguno: 83 por ciento de los mexicanos; entregando a Zedillo el peso a 3.50 por dólar, una inflación del 8 por ciento anual y, como él lo recordó a Sergio Sarmiento: "el kilo de tortilla a peso, el litro de leche a 1.90". Eso dejó. Lo que se haya robado su hermano de ninguna manera explica la gigantesca crisis de 1995. La gente cree que 200 millones de dólares desbalancean a México. Pero ni eso ni diez veces más habría causado una crisis como la vivida. México es una de las quince mayores economias del mundo. La fuga de capitales es la explicación. No el robo. Y, además, también es parte de la fantasía popular que el hermano encarcelado, Raúl Salinas, "robó" del erario la fortuna descubierta en bancos de todo el mundo. Que nos lo robó de nuestros impuestos. Pero el origen de esa fortuna mal habida es un poco más complicado, si bien al taxista y a la secretaria no les gustan las complicaciones. Es más simplón llamarlo "ratero". La fortuna tiene su origen, como lo demuestra el proceso, en actos de corrupción, en venta de "ayudas", en tráfico de influencia basada en los apellidos. Lo cual es por supuesto delictuoso, y, como admitió el mismo ex presidente, no porque haya sido una práctica común en México debemos admitirla en este caso. Raúl Salinas arruinó el nombre de su hermano, de su familia y del país. Cierto. Pero no causó la crisis.

La huida de capitales

La crisis de 1995 fue causada por el manejo inexperto del nuevo equipo gobernante encabezado por Ernesto Zedillo. El peso no podía seguir a 3.50, pero hasta para devaluar se debe tener eficacia. Y no la tuvieron.

No era la primera vez que Zedillo se aventaba con el cuidado de elefante en cristalería a ejecutar una medida riesgosa. Recordemos que, como secretario de Educación Pública, su obra cumbre fueron unos libros de texto gratuitos... que jamás pudieron ser repartidos. El criterio de nuestros mejores historiadores ha sido que el Pípila es un mito y que la defensa del castillo de Chapultepec sí ocurrió, pero en los nombres venerados ni están todos los que son ni son todos los que están. Con criterio moderno corrigieron... sólo para enfretar una campaña de prensa escandalizada que Zedillo perdió y a su subsecretario le produjo un infarto.

Ernesto Zedillo unca había pasado por una elección popular a ningún puesto. Por tanto cree que basta con tener la razón, pero en política más importante que tener razón es convencer de que se la tiene. Una vez presidente, hizo lo que los textos de economía recetaban: devaluó. No fue ese el error, sino el cómo. Lo hizo en plena fuga de capitales. Y la fuga tuvo dos causas claras.

Las causas de la fuga

Primera. Que el primero de enero de 1994, con el estreno de la integración de América del Norte en un mercado libre, en Chiapas tuvimos un levantamiento guerrillero.

No olvidemos que el levantamiento del EZLN, según se explicó en su primer comunicado, no era en defensa de la población india, causa defendible; sino muy claramente para tomar por medios militares la capital de la república e instalar en el país un gobierno socialista... en pleno derrumbe del socialismo mundial.

Cualquiera que revise la salida de capitales verá que algunos grandes, medianos y pequeños capitales esperaban ansiosos el 2 de enero a que abrieran los bancos para enviar sus ahorros a lugar seguro.

La muerte de Colosio

Segunda. Pero tres meses después, la muerte del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, convirtió a México en un país cuyo futuro económico era impredecible, y en alud la huida de capitales. No se los llevó Raúl Salinas, mito infantil, los sacaron sus propios dueños. Ellos nos dejaron sin un centavo. El "clamor popular" no se da por satisfecho con la detención del criminal confeso, juzgado y encarcelado. Todo el mundo está convencido de un absurdo: a Colosio lo mató quien lo impuso al PRI como candidato. La imposición de Colosio le costó al entonces presidente Salinas la rebelión de Manuel Camacho y las dudas en las propias filas del PRI. Dudas que debió enfrentar con aquel ya histórico: "No se hagan bolas, el candidato es Colosio". ¿Y luego lo mandó matar? Sí, "porque lo digo yo".

La respuesta del pueblo es semejante a la que damos ante la pérdida de medio territorio hace 150 años, hoy parte de Estados Unidos. La perdimos en una guerra por ineptos militarmente, porque los católicos más conservadores se levantaron en guerra civil mientras el país estaba en plena guerra con otro entonces más pequeño, pero bien armado; porque nuestro catolicismo siempre ha visto a la ciencia con sospecha, y por tanto no tuvimos desarrollo de industria ni de armamento para defendernos. Y ahora, pregunten los de la televisión al "clamor popular": el único culpable es el presidente Santa Anna que "vendió" esos territorios. Salto explicativo, fantasía ridícula, que nos libera de culpa.

A Salinas se le ha hecho lo mismo. Ya nadie recuerda las tortillas a peso. Ni las camisas a 20 pesos, por obra de la apertura comercial. Sólo queda la memoria de "lo que nos hizo", pero el entrevistador callejero se cuida bien de no preguntar a la balbuceante persona entrevistada: "¿Y qué nos hizo?". Verámos entonces las profundidades del berrinche popular

Luis Gonzáles de Alba, pág. 6 de la sección "Arte & Gente" del diario Público del 14 de junio de 1999.


Carta dirigida al director del desparecido periódico "Siglo XXI" el 23 de octubre de 1996 (y hasta donde sé, nunca publicada).

Señor director:

En la sección CORREO, en la página 2, el Sr. Víctor Manuel Saavedra S., con atribuciones que ignoro de donde provienen, sugiere a la Srita. Noemí Aguirre, Reina de las Fiestas de Octubre, que se vaya a vivir a Dublín porque la opinión de la Srita. Aguirre acerca del Sr. Carlos Salinas no está de acuerdo con la del Sr. Saavedra.

Pienso que uno de los principales problemas que como mexicanos tenemos es la falta de tolerancia hacia las ideas que difieren de las propias. Esto es un rasgo de inmadurez que nos caracteriza y que ha dañado nuestra actitud cívica y social. No es posible desterrar a nadie por sus pensamientos o creencias, volveríamos a un oscurantismo similar al que arrojó fuera de España a los judíos sefarditas que no quisieron convertirse al catolicismo una vez terminada la reconquista.

Lo anterior no quiere decir que yo esté de acuerdo con la Srita. Aguirre, me faltan elementos ciertos de juicio para calificar al gobierno del Sr. Carlos Salinas como mejor o peor que los que le precedieron o que el de los miembros de su camarilla que actualmente nos gobiernan. Lo que es cierto es que no estoy dispuesto a su linchamiento ni al de nadie, y menos por la simple razón de que es "el sentir de la mayoría de los mexicanos" como afirma el Sr. Saavedra. El sentir de las mayorías no es prueba de la verdad. Durante cientos de años las mayorías creyeron que la tierra era plana y, a pesar de ellas, la tierra siguió siendo casi esférica, tal como a la fecha continúa.


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