Tres horas de tensión


El principal error de Francisco Labastida como candidato presidencial del PRI fue haber llegado por una elección abierta -inducida, ciertamente, pero con posibilidad de usarla como argumento- pero hacer una campaña a la antigüita. El PRI confundió los escenarios: se acreditó el proyecto progresista y le endosó a Vicente Fox el modelo conservador, cuando en realidad la elección del 2000 puso a prueba el voto libre de los mexicanos.

Los priistas nunca creyeron en los avisos. Cuando salió en el Dallas Morning News una encuesta de la especialista María de la Heras, que le trabajó encuestas a Luis Donaldo Colosio y al PRI, la respuesta tricolor fue de desdén: imposible, decían, que Fox ganara por 10 puntos porcentuales. El saldo de ventaja de alrededor de 10 puntos a favor de Fox el domingo ubicó a De las Heras como la encuestadora más importante, confiable y creíble, características fundamentales en la profesión de las encuestas. Los priistas que confiaron en esa cifra fueron expulsados del paraíso labastidista.

La otra advertencia la había dado la empresa Pearson, contratada por el PRI para encuestas especiales. Dirigida por un priista, el hijo de Miguel Angel Barberena, de todos modos no se jugó su credibilidad y registró en mayo la caída de la tendencia electoral de Labastida. En el PRI no hicieron caso. Pero el análisis global de las encuestas había dado ya indicios de cómo iba declinando el candidato del PRI: en promedio, Labastida había comenzado enero con una expectativa de voto de 50 por ciento y a principios de junio estaba en la línea de flotación de 40 por ciento. En todas las encuestas, el PRI había bajado de enero a junio.

Lo inevitable pero esperado llegó el domingo.

Pero la noche del 2 de julio, el país vivió cuando menos tres horas de tensión política. Televisa arriesgó todo su capital al dar a conocer, el primer minuto después del límite de las ocho de la noche, las tendencias favorables a Fox. Luego siguió Televisión Azteca. Y poco después entró la Cámara de la Industria de la Radio y Televisión. Pero todavía pasaron dos y media horas de vacío político-informativo del IFE pero sobre todo del gobierno federal y del candidato presidencial priista.

El impasse fue roto por las presiones del factor norteamericano. La afluencia de votantes y las tendencias lanzadas al aire primero por Televisa y luego por TV Azteca le habrían puesto un alto costo político a cualquier intento oficial del PRI y el gobierno por revertir las cifras. La CIRT le puso el clavo final a la cruz de la derrota priista. Las tendencias de las primeras encuestas de salida, sin reconocimiento oficial pero sí con indicios de cómo vendría el resultado final, le daban a Fox el triunfo hacia las cuatro de la tarde. Imposible, pues, revertir las cifras y menos sin que el PRI tuviera el manejo de los organismos electorales.

El mensaje norteamericano llegó a Los Pinos en el sentido de que Fox había ganado las elecciones y que el PRI tenía que reconocer la derrota. En el cuartel priista había resistencia a reconocer la derrota y todavía esperaban el milagro de la voltereta, algo que había logrado, con el apoyo oficial, Manuel Bartlett en 1988. Pero las cifras fueron contundentes: ventaja de Fox de entre 6 y 10 puntos sobre Labastida. Zedillo habló con Labastida: había que aceptar la derrota. Labastida aceptó pero a sabiendas que en su equipo no quería una declaración pública porque esperaban que el IFE fuera el encargado de anunciar al ganador y a los derrotados.

Aunque el PRI estaba prácticamente imposibilitado de cambiar el rumbo de la elección por el adelanto de Televisa, de todos modos esperaba una señal positiva de Los Pinos. Pero a Los Pinos había llegado ya la presión norteamericana: ni a favor o en contra de algún candidato, sino simplemente reconocer el resultado. El factor norteamericano se sintió cuando llegó a México uno de los principales encuestadores del presidente Clinton hace dos semanas. Y sus reportes fueron contundente: Fox estaba adelante en las preferencias y Labastida ya no podía remontar la diferencia.

El equipo de campaña de Labastida se confió sobremanera en el aval estadunidense. Sin embargo, el tránsito electoral en EU por el fin del ciclo Clinton y la competencia cerrada entre Al Gore y George W. Bush limitaron los alcances de la burocracia estadunidense encargada de los asuntos mexicanos. Curiosamente los responsables de los análisis de inteligencia de EU tenían buenas relaciones con algunos de los operadores de Fox. Y más que convencer de que Fox era el bueno, la tarea fue la de alertar a EU de la existencia de un posible fraude electoral priista que generara movilizaciones sociales sin control y una inestabilidad que dañara la tranquilidad mexicana que necesitaba EU en el segundo semestre del año. Los focos amarillos se prendieron.

El anuncio de la derrota del PRI registró un hecho que confirmó la existencia de tensiones y conflictos al interior del equipo priista y la oficina de Los Pinos. Labastida atrasó varios minutos su aparición pública en el auditorio Plutarco Elías Calles -la política está llena de simbolismos políticos: Calles fundó al PRI para que fuera eterno en el poder y en su auditorio se veló a Luis Donaldo Colosio en 1994 y ahí se anunció la pérdida de la presidencia de la república- por forcejeos internos. El dinosaurio priista se negaba a aceptar la derrota, pero sin tener ninguna posibilidad real para revertir la tendencia de los votos. Se trató de la última lucha interna entre el PRI y su fefe máximo, el presidente de la república.

Y cuando Labastida decidió finalmente aparecer y comenzaba su discurso, el presidente Zedillo apareció en televisión y desplazó a Labastida. Lo significativo del mensaje de Zedillo no fue sólo el rostro desencajado, sino el uso de las palabras: Zedillo anunció que "el próximo presidente de la república será el licenciado Vicente Fox Quesada", cuando se esperaba el mensaje tranquilizador de las tendencias. La contundencia del discurso televisado de Zedillo, montándose sobre el de Labastida y sacándolo del aire, mostró el tamaño del conflicto interno.

Entre el anuncio de Televisa a las 8:01 de la noche y el discurso del presidente de la república como a las once de la noche, el país vivió el vacío institucional y percibió las posibilidades de un coletazo del dinosaurio priista. El temor radicaba en la posibilidad del asalto priista a casillas para interrumpir el conteo de votos y lograr el 20 por ciento de irregularidades que posibilitaran la anulación de las elecciones. Pero los espacios de maniobra eran prácticamente nulos por la presión estadunidense y la posible reacción negativa de los mercados. El PRI, en consecuencia, no tenía más camino que reconocer su derrota.

El PRI siempre voló a ciegas. Le apostó no a su candidato ni a su campaña ni menos a su estructura corporativa sino que jugó su resto a la dependencia del presidente de la república. El PRI esperaba que Zedillo salvara al PRItanic del hundimiento. Y Zedillo dejó las manos libres hasta el primero de julio pero le ató las manos al PRI el 2 de julio. Al final de cuentas, la red de intereses del presidente de la república fue mayor a las del PRI. Por eso Zedillo se vio obligado por las circunstancias a operar el anuncio del triunfo de Fox.

Autoengañados durante semanas, los priistas estaban preparados para contar el 3 de julio -según se lo adelantó Emilio Gamboa a la revista Milenio- cómo había ganado el PRI. Ahora, sin embargo, varios periodistas andan tras Gamboa para que cuente, también en una entrevista, cómo perdió el PRI. Gamboa es el único que lo sabe con exactitud.

Carlos Ramírez.
en su columna "Indicador Político" del 4 de julio de 2000.


Cuando al final de la jornada los grupos priístas comprometidos con el destino de Francisco Labastida, su abanderado, presionaron al Presidente [Zedillo] para modificar las tendencias e incluso utilizar al Ejército, [el embajador estadounidense en México Jeffrey] Davidow se mantuvo firme:

-Sería muy inconveniente, señor Presidente -le dijo a Zedillo por teléfono-. No podríamos asegurar que usted se mantuviera por más de dos días.

Y Zedillo perdió la ecuanimidad. Desesperado, pidió hablar con el Presidente de los Estados Unidos directamente. El Embajador le respondió sereno:

-El presidente Clinton espera su llamado mañana después del mediodía... una vez que haya hablado con el Presidente electo Fox.

La sentencia no admitió duda alguna. Pese a ello, Liébano Sáenz, el secretario privado de Zedillo quien debiera ser investigado a profundidad como pivote de algunos de los mayores escándalos de la época, pretendió comunicarse directamente con el jefe de la Casa Blanca y ello no fue posible:

-Ya le ha dicho el embajador Davidow -respondió un ujier- que el presidente Clinton tomará la llamada del presidente Zedillo mañana.

Rafael Loret de Mola
(v.pág.24a de Ocho Columnas del 5 de octubre de 2001).


Desde las primeras horas de la mañana, diría Jesús Murillo Karam en su día, se supo que el PRI perdería irreversiblemente la elección presidencial en las oficinas del PRI. ¿Por qué? Muy simple: el voto cautivo, sobre el que recae el peso de la elección se deposita en las urnas muy temprano.

Era una debacle... pero algunos, Alcocer entre ellos con su discurso de guerra que intentaba fuese leído por Labastida Ochoa, pensaron que todavía había tiempo.

El factor clave eran los resultados en las poblaciones alejadas, donde el voto verde es preponderante y donde, también, no hay tantos controles de la oposición. Recordemos el factor "Chiapas" en las elecciones presidenciales donde ganó Carlos Salinas de Gortari con casillas en que votaron hasta el 105% de los electores registrados en el padrón...

Ese era el país. Y Chiapas estaba gobernado por Roberto Albores pero Oaxaca, otro bastión de votos priístas y/o campesinos por José Murat, fiel creyente de los nuevos tiempos pero sobre todo crítico muy consistente de la campaña labastidista, uno de los pocos que advirtió a tiempo que iba a perderse la Presidencia de la República.

¿Habrían sido suficientes estos votos, inflados obviamente, para cambiar los resultados? Los que sabían, que eran pocos (casualmente dos de los expertos en la materia, Murillo Karam y su contraparte hidalguense, José Guadarrama, que habría recibido ese mismo domingo muchos miles de pesos sin destino manifiesto, estaban enfrentados entre sí) ya habían dicho que no. Pero había que preguntar a los gobernadores... Esperar qué podía hacer la profesora Elba Esther Gordillo, tan amiga de Fox pero tan importante para el PRI, con sus propios cuarteles y encuestas de salida.

Isabel Arvide
(v.pág.10A de Ocho Columnas del 14 de julio de 2003).


Hace 4 años, la Embajada de Estados Unidos en México siguió tan de cerca las elecciones presidenciales de 2006 que desde abril de ese año comunicó a Washington un pronóstico de quién ganaría: Andrés Manuel López Obrador.

El vaticinio lo hizo el entonces presidente del Instituto Federal Electoral, Luis Carlos Ugalde, en un desayuno al que acudió junto con el magistrado presidente del Tribunal Electoral, Leonel Castillo, a la residencia del embajador de Estados Unidos, Tony Garza, revelan comunicaciones internas de la embajada en poder de MILENIO. "Ugalde admitió francamente que no habría problemas poselectorales por la gran ventaja que tenía el candidato (López Obrador) sobre sus 2 rivales, de 10 puntos o más".

"Tanto Ugalde como Castillo dijeron al embajador que no anticipaban ninguna protesta después de las elecciones", concluyó el oficial de Asuntos Políticos de la embajada. Lo anterior se desprende del cable diplomático R 022240Z, en el que se narran las conclusiones de un desayuno privado entre Ugalde, Garza y Castillo -realizado a finales de abril-, en el cual el presidente del IFE pintó un escenario rosa a Estados Unidos.

Primero, descartó una elección cerrada y advirtió que la campaña "no estaba tan competida" como se pensó en un principio. También desechó la idea de un posible fraude electoral gracias a la masiva ventaja que gozaba López Obrador en las encuestas sobre Felipe Calderón.

"Durante el desayuno, organizado por el embajador, los dos líderes de las instituciones electorales de México mostraron una absoluta confianza en que las elecciones del 2 de julio marcharían a la perfección y que los resultados serían respetados por todos los candidatos", comunicó la embajada a Washington.

Estas y otras impresiones forman parte de una extensa colección de cables diplomáticos que la Embajada de Estados Unidos produjo en los meses previos y posteriores al 2 de julio de 2006, desclasificados por el Departamento de Estado a petición de este diario mediante la Ley de Transparencia de Estados Unidos (FOIA por sus siglas en inglés).

En los cables, 37 en total, se permite un vistazo a la forma de seguir el proceso electoral mexicano por parte de la superpotencia, que pedía sus opiniones a priistas, perredistas y panistas de alto nivel, impresiones comunicadas a Washington, en algunos casos con preocupación, en otros con optimismo.

La embajada desplegó un operativo de relaciones políticas tal que incluso tuvo acceso a encuestas privilegiadas del IFE sobre los comicios.

Los argumentos de Ugalde y Castillo fueron tan convincentes que la Oficina de Asuntos Políticos de la embajada envió comentarios positivos a la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, a la que se aseguró que las elecciones se desarrollarían sin sobresaltos.

"El IFE nos dice que podría anunciar un ganador la misma noche del 2 de julio", se añade en el cable del desayuno, que tiene un título que a la distancia resulta por lo menos cómico: "Las autoridades electorales predicen aguas calmas".

En efecto, predijeron aguas calmas, sin nubarrones en el horizonte. Una visión casi irreal: "Controversias que hace unos meses parecían muy vivas como las posibles protestas violentas por un candidato ahora se ven muy poco probables", concluyó el autor del reporte.

Hubo más pronósticos optimistas: "Ugalde admitió que una carrera que hace 6 meses parecía muy cerrada en realidad iría en sentido diferente (...) se mostró muy confiado en los procesos del IFE con el Programa de Resultados Preliminares, al que calificó de clase mundial".

La historia, obviamente, sería diferente. Como se narra en cables posteriores, en mayo la embajada se vio obligada a prender los focos rojos sobre el desastre que se venía: "López Obrador ha cometido serios errores en su campaña", dice un cable de ese mes. "Prepárense para un viaje complicado", advirtió un segundo telegrama en el que ya se atisbaba una crisis postelectoral.

La narrativa incluye cuatro cables sobre el 2 de julio de 2006, todos con el mismo sentido: por la noche del domingo, la oficina de Asuntos Políticos de la embajada de Estados Unidos simplemente no tenía resultados claros sobre qué había pasado en México. Ugalde, sus pronósticos, todo, habían fallado.En su primer cable enviado a Washington, calificado como de alta prioridad y confidencial, la legación admitió que no había forma de decir quién era el ganador. El informe estaba dirigido a la secretaria de Estado y al consejero de Seguridad Nacional de George W.Bush. "El día de la elección resultó tranquilo en México, marcado por buenos números de votantes y un proceso ordenado. Pero incluso un buen proceso no siempre provee de resultados inmediatos con un electorado tan dividido", se advirtió en el mensaje. "Los resultados de los exit polls que nos filtraron durante el día hablan de que hay prácticamente un empate entre Calderón y López".

Una recomendación especial se giró a Washington en el cable R 013304Z, copias del cual fueron distribuidas al Comando del Norte, el Comando del Sur, la DEA. el secretario de Defensa, el Departamento de Seguridad Interna, el Consejo de Seguridad Nacional, el FBI y el Departamento de Estado: sean cautos. "Recomendamos NO hacer llamadas de felicitación hasta que los conteos del IFE estén concluidos", dijo la embajada.

El 3 de julio la embajada tomó una línea diferente y en un mensaje enviado al Departamento de Estado, los consulados estadunidenses en el país y, curiosamente, a la embajada de Estados Unidos en Venezuela, advirtió que Calderón ya se enfilaba como ganador.

Nuevamente, fue el IFE el que proporcionó la información."Nuestros contactos en el IFE nos dicen que una vez finalizados los cómputos de la votación, Calderón mantendrá una ventaja mínima", se adelantaba en la comunicación diplomática. "Aunque faltan los votos de 1.55% de las casillas, no tenemos ninguna razón para creer que los votos cambiarán sustancialmente".

Para el 7 de julio, con López Obrador denunciando un fraude electoral, la embajada notó al IFE preocupado. Esta es la impresión que dejó en un oficial político un briefing organizado por el Instituto y la Secretaría de Relaciones a diplomáticos acreditados en el país con miras a convencerles de la legitimidad de las elecciones."El briefing fue encabezado por el canciller Luis Ernesto Derbez y la consejera Alejandra Latapí y aunque fue un encuentro muy bien preparado, detallado y hasta persuasivo, tuvo un tono muy defensivo, lo cual refleja la presión bajo la que se encuentra el IFE ante los ataques estridentes de AMLO y sus simpatizantes", se expuso.

Marcado como confidencial, el cable R 141801Z detalla un encuentro privado entre consejeros del IFE y funcionarios de la embajada el 12 de julio, parte de la ofensiva del Instituto por convencer a Washington de que las elecciones fueron justas y de que Calderón había ganado."En la reunión se refutaron los alegatos de un fraude e irregularidades que ha hecho en su contra López Obrador", se anota.

Al encuentro acudieron Latapí y el director de Asuntos Internacionales del IFE, Manuel Carrillo. "Nos describieron con gran detalle las salvaguardas incorporadas en el proceso del Instituto".El resto del contenido de la reunión, realizada en una ubicación secreta, fue clasificado por 15 años por el Departamento de Estado.

Víctor Hugo Michel
(v.periódico Público en línea del 2 de julio de 2010).


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